OMAR CASTILLO | Vuelta de Octavio Paz
Aproximarse a la obra de Octavio
Paz es aproximarse a la conciencia de un hombre atento a su tiempo, a un escritor
y lector que no cesó en sus esfuerzos por aprehender lo que en ese tiempo suyo se
involucraba de todos los tiempos imaginados e históricos vivenciados por el ser
humano. En su escritura, Octavio Paz se mostró como una de las mentes más esclarecedoras
del hacer poético en el siglo XX. La suya fue una mente cuya capacidad para establecer
sus percepciones y sus visiones, ya en sus poemas, ya en su prosa, es algo que conmueve
y causa admiración, respeto entrañable. Con sus poemas hizo aprehensible el imaginario
de una realidad que se consume entre el fuego y la penumbra de sus revelaciones,
una realidad donde la vida enseña sus constantes maravillosas, su fuerza devoradora,
su sed y su agua, su piedra y su abismo. En sus ensayos consiguió que creadores
de distintas tendencias y maneras expresivas se hicieran aprehensibles para más
lectores o espectadores, pues la nitidez de sus apreciaciones, lo penetrante de
su ver se convierten en puentes que permiten entrar al misterio de las atmósferas
y lo enrarecido de la luminosidad que exploran y exponen en sus obras estos creadores.
Para Octavio Paz la experiencia
poética se funda en la lucidez que le permite adentrarse en el incógnito humano,
en las capas de su realidad y en el súbito de su otredad. La obra de Octavio Paz
crece en su tiempo y, por las analogías del suceder del tiempo mismo, no deja de
revelarse como un hecho vital en el nuestro. Su escritura se extiende en el tiempo
igual al cuerpo de una serpiente que muda de piel cada que es necesario, una serpiente
que vuela en el sueño ontológico, o se enrosca y oculta en las arenas del habla
humana, usando esa habla para nombrar por un momento el inaudito donde se consume
y renace el asombro de la realidad, flor de palabras predecibles e impredecibles,
flor hecha fuego creciendo en las cavernas de la noche humana, flor emulando con
sus pétalos la luminosidad del sol que la vuelve alimento de comunicación.
En el itinerario creador de Octavio
Paz su obra crece cuando él, respondiendo a sus necesidades, hace suyas las tradiciones
creadoras que prenden en las culturas del mundo, lo que lo convierte en un devorador
del arte de su tiempo, tiempo que a su vez se nutre de otros periodos culturales
en la historia de la humanidad, en un poeta dueño del don de la ubicuidad para la
experiencia de su creación. Esta capacidad desarrollada por Paz, a través de su
obra, le permite a la tradición de la literatura escrita en idioma español sustentarse,
para su reconocimiento, en las maneras de raciocinar y de aprehender de quienes
hablamos y escribimos en ella. Le abre a nuestra tradición vías para desenmarañar
el nudo de sus formas y maneras de ser. Asunto complejo, empero fundamental para
el desciframiento de nuestro carácter humano y literario. Veamos.
En la literatura escrita en español
se hace evidente el carácter de quienes pertenecemos a este idioma, pues en ella
se refleja nuestra manera de raciocinar, la forma como se establecen nuestros pensamientos
y se hacen imaginación que avanza aprehendiendo los sentidos de la vida, del mundo
y del universo en todo su delirio y expansión, en sus contradicciones y realidades.
No son fantasías, son pensamientos atentos, escudriñando, descifrando. Es insulso
reprocharnos nuestra forma y manera de pensar. Es ignorante el pedirnos raciocinar
como lo hacen los alemanes o los ingleses, pues a diferencia de lo que ellos pretenden,
nuestros pensamientos no persiguen establecer códigos de interpretación que den
como resultado congelar una caracterización, una identidad que defina unilateralmente
las condiciones de la realidad. Para quienes tenemos como lengua el español, por
las circunstancias históricas en las que se hierve el caldo donde nos integramos,
las culturas y el arte del mundo nos son propias, nos pertenecen por la forma como
nuestro raciocinar las ha aprehendido.
Nuestra imaginación sucede en
un continuo igual al de la libido del universo. Nuestros pensamientos no pretenden
hacer del mundo un zoológico donde acomodar y señalizar la realidad para un sistema
de ideas. Nuestros pensamientos se movilizan aprehendiendo el suceder de esa libido
universal, es decir, crean y en el mismo instante informan su creación, sin detener
su movimiento.
Pruebas de esto se encuentran
en el inicial castellano usado para copiar las jarchas, los cancioneros y romanceros,
el Cantar de Mio Cid, donde se escuchan las voces de un pueblo aplicado a escarbar
en lo inédito de un carácter que, sospechan, les puede revelar su ser propio, así
hasta llegar a las voces de quienes escribieron la literatura del llamado Siglo
de oro, en donde la intimidad y las maneras de ese carácter se hacen evidentes.
Imaginación literaria avanzando en una historia tuquia de claroscuros donde se reflejan
sus periodos de esplendor y aridez, de vida en sazón y muerte en ascuas.
De ardua memoria son los periodos
sucedidos con el descubrimiento de nuestro continente, de ellos quedan sucesos registrados
en los escritos que se conservan de quienes los vivieron, fragmentos donde narran
de la conquista y los hechos durante la colonia.
El descubrimiento de nuestro continente
forzó el encuentro de formas y maneras de producir caos y muerte. El aflorar de
fiebres recónditas en la condición humana, fiebres que imponen miedo y exterminio.
Y en medio de semejante persecución y delirio el cruce del idioma y las costumbres
que traían los recién llegados con las metáforas edénicas usadas por las comunidades
nativas para su cotidianidad, metáforas tejidas entre lo mítico y lo exuberante
de su geografía y expuestas en sus ritos de magia, ya en la luz, ya en la oscuridad,
con que revelaban su incógnito y las extrañas formas del silencio de su escritura
jeroglífica. También con lo ofuscante de los sacrificios rendidos por los nativos
a sus divinidades.
Y años después, durante la esclavitud
de los distintos pobladores traídos de África, el cruce con las costumbres y los
dolorosos sentimientos de quienes fueron forzados a llegar a unas tierras extrañas,
y donde las raíces de su ira y de su risa también prendieron, sumándole al crisol
donde hierve nuestra identidad ritmos y matices antes inconcebibles para la vida.
Son momentos donde prevalece el ultraje, empero, también lo maravilloso de un mundo
haciendo sus raíces en un tiempo donde se cruzan todos los tiempos. Tiempo de signo
descifrándose. El mismo donde no para de abrirse nuestra condición.
Por esa identidad informe y maravillosa,
abrupta en sus raíces y destino, lanzada a permanecer en la ubicuidad del tiempo,
es que desde fines del siglo XIX no se puede concebir el idioma español sin la fuerza
que le entrega Hispanoamérica, tanto en el habla como en la escritura. Con las contribuciones
de Hispanoamérica nuestro idioma ha alcanzado contenidos y maneras expresivas de
una solvencia rítmica y de un imaginario único y en constante crecimiento.
Lo anterior nos permite aprehender
del proceder devorador de Octavio Paz como poeta y como creador en su relación con
el arte y las culturas del mundo, de la amplitud de su conciencia al saberse dueño
del don de la ubicuidad para su creación. Nada de lo anterior es de buen recibo
por quienes en Occidente se creen dueños del poder de decisión académica en el mundo,
pues para ellos Octavio Paz no cumple con sus estándares de obediencia calificada.
En este punto quiero detenerme
en Vuelta, libro en el que Octavio Paz
reúne poemas escritos entre 1969 y 1975 y cuya primera edición fue impresa en septiembre
de 1976. Este libro suele asociarse con el regreso del poeta a Ciudad de México,
tras años de ausencia, a su ciudad natal, la de sus inicios. Y si bien esto puede
percibirse, lo que prevalece en el libro es una escritura ubicua, una escritura
aprehendiendo la memoria y la realidad más allá de cualquier anécdota. Son poemas
vueltos “sol de palabras”, que se abren
en “un día sin fecha”, hasta alcanzar
el cenit de la “piel sonido del mundo”
que quema “sin quemarse”.
En Vuelta Octavio Paz nos entrega su poder de convocatoria poética, la
fuerza de su escritura nos comunica con el destello del fuego ancestral y las brasas
del fuego presente mientras arden en cada una de las palabras que él atrapa y vuelve
imágenes para las metáforas analógicas con las que aprehende el instinto delirante
del mundo hasta nombrarlo por un instante, tan largo como el tiempo vuelto de revés,
tan perenne como la duración de una vida. El poeta nos entrega “la otra cara del tiempo”, hecha de palabras
que parecen incinerar cuanto nombran, al tiempo que resurgen de entre sus cenizas
como el fénix del habla en la comunión con la realidad.
Para la escritura de los poemas
que componen Vuelta Octavio Paz no acude
al empleo de palabras domesticadas por la costumbre, y con las cuales le sería fácil
dar cuenta de las nostalgias, o de los caprichos reflejados en los decorados de
una existencia patinada por sus logros o por sus fatigas. No, esa retórica le resulta
estorbosa. Vuelta es un libro fundado
en las raíces del presente asumido como la veta donde prende el lenguaje con el
cual el ser humano no cesa en su aventura de nombrar. Vuelta es un libro de poemas del tiempo hecho verbo que se abre y se
cierra revelándose en un instante único y diverso.
En los poemas que inician el libro
Vuelta, el poeta nos comparte su saberse en un tiempo de raíces cuyos significados
no cesan para quien se mantiene alerta, para quien sabe aprehender cada instante
como si fuese el primero. Para él ver es un acto palpable desde el abecedario que
dio inicio a su escritura, la que nos invita a participar, a ser activos en su lectura,
por ejemplo, si entramos en su poema “El fuego de cada día” nos encontramos con
que sus versos, sus palabras, lo nombrado son aire haciéndose y deshaciéndose sobre
la página vuelta edificio invisible y visible para el lenguaje donde el hombre es
quemante en sus fuentes y desemejanzas.
Vuelta es un libro magnífico. Es un
libro donde los poemas que lo componen no presumen una unidad temática, pues es
la vuelta, el mirar, el ver constante del poeta lo que se celebra y da unidad al
libro. Su ver y palpar como el aliento que impulsa su creación. En los poemas de
Vuelta cada imagen es posible desde el
silencio y el aullido que el poeta ha aprehendido. Paz es un creador de itinerario
y disciplina, de vida sin artificios, dado a los interrogantes que el universo implica
y a los pliegues donde se cifran sus contenidos. No escapa a lo coloquial, no se
queda en lo mítico. La lectura del libro avanza como una extensa oración que prende
de verso en verso, construyendo sus significados, deshaciendo sus significados,
convirtiéndose en un monólogo coral. En la huella de un coro tuquio de sentidos,
en una huella irrepetible en el tiempo donde no cesa de ser consumida.
Octavio Paz consigue en su libro
Vuelta que en sus versos aparezcan voces
casi anónimas, etéreas huellas que por un instante el poeta convoca para las líneas
de sus poemas, rasguñándoles sus imaginarios e historias. Manchas húmedas haciéndose
una en el tiempo del poeta, creciendo en el aullido de su voz, en el silencio de
la página donde cunde la estirpe de su voz, en sus versos que al mismo tiempo son
de una intensidad íntima y exterior capaces de nutrir la atmósfera, el dibujo donde
no para de hacerse y deshacerse el libro.
Vuelta no es el libro de ocasión donde
el poeta aprovecha para dar cuenta de su regreso a su ciudad y cuanto ello pudiera
implicar en su recuerdo. Vuelta es el
libro de la imantación, donde sus poemas convocan el suceder como un tiempo presente,
empero un “presente intocable”, de raíces
“escritas por el sol”. Siempre en las
ascuas del hallazgo, “la memoria y sus moradas”
inéditas. Y con el poema “Nocturno de San Ildefonso”, el libro alcanza el cenit
de su fuego y se suspende en el tiempo que se inventa una y otra vez, propiciando
el umbral donde el poeta expone con su escritura un vacío hecho de palabras. Es
preciso acudir a las mismas del poeta: “La
poesía no es la verdad: / es la resurrección de las presencias, / la historia /
transfigurada en la verdad del tiempo no fechado”. Entonces comprendemos que
Vuelta es el libro de las palabras en
resurrección.
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§ Conexão Hispânica §
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