En la isla, algunos intelectuales y funcionarios gubernamentales
han depositado las experiencias de las comunidades puertorriqueñas de la emigración
en un lugar desacreditado de la memoria. Otros descubren, con desprecio más o menos
piadoso, que unos emigrados “marginales” reivindican su propia legitimidad y reclaman
su pertenencia. En EE.UU., lo que prevalece en torno a “Puerto Rico” en el espacio
público es una mezcla de recalcitrante ignorancia e irresponsabilidad que se resuelve
en silencio. No debe sorprendernos: ¿cómo situar las colonias en un marco imperial,
si aun en los círculos académicos más prestigiosos se niega la existencia de la
estructura histórica que sostiene al imperio?
El libro, hábilmente estructurado por la autora, toma la
forma de una serie de relatos autobiográficos, una historia literaria con soportes
domésticos y privados. Historias personales, ricas e iluminadoras, historias de
familias, de afectos potentes y de extrema delicadeza, como las de Judith Ortiz
Cofer, Víctor Hernández Cruz, Piri Thomas, Nicholasa Mohr y Jack Agüeros, en los
que se construyen y se reconstruyen tradiciones múltiples y mitos de origen. El
conjunto permite ver que no son una secta con un punto de vista único.
Los testimonios ponen de relieve la transformación mítica
del lugar de origen, las estrategias de sobrevivencia en un clima racista y el cuestionamiento
de las legitimidades culturales tradicionales. Nicholasa Mohr, narradora y artista
gráfica, se crio en el Bronx y ha hecho su vida en Nueva York. Judith Ortiz Cofer
nació en Hormigueros, pero muy joven se trasladó con su familia a Paterson, Nueva
Jersey, donde transcurrió su infancia, y, después a Georgia, donde estudió y trabaja.
Su libro The Latin Deli (1993) ha sido
muy bien acogido por la crítica. En un fascinante relato de negociación de identidades,
Louis Reyes Rivera cuenta su vida en la frontera entre el barrio judío de Williamsburg
y la comunidad afroamericana de Bedford-Stuyvesant. Esa frontera se convirtió en
observatorio. Hay también renuncias y elecciones. El poeta Víctor Hemández Cruz,
autor de By Lingual Wholes (1982), nació
en Aguas Buenas y se formó en Nueva York. Se inscribe en la tradición de la poesía
norteamericana, pero ha regresado a Puerto Rico; tiene al español en alta estima
para su escritura y asume las diferencias.
La literatura aquí transita por tiempos y espacios diversos.
Hay otra topografia social y cultural que cuestiona los viejos modos de pensar lo
'nacional' y desjerarquiza las tradicionales legitimaciones de lo literario. La
existencia de las comunidades puertorriqueñas implica, por un lado, la dificultad
de imaginar una autosuficiente cultura situada en un único territorio con un tiempo
histórico lineal y continuo. Por otro, una nueva espacialización de la memoria que
desmiente cualquier ilusión de una ‘integración’ fácil a la cultura norteamericana.
En el proceso, la literatura ha ido produciendo otro mapa,
otra geografía. Se ha fortalecido y redefinido la metanación, una tierra simbólica, que está dentro y fuera de la isla,
dentro de los sujetos, dondequiera que se esté. Nadie puede poseerla en su totalidad.
Para el más joven y rebelde de los escritores entrevistados, Abraham Rodríguez,
Jr. –cuyo padre era militante nacionalista y veterano de la Segunda Guerra– la isla
es un “mito” y la única salida es necesariamente la autonomía del arte: “Lo único
que nos salvará en el South Bronx es el arte, no la política”. El más rebelde quiere
ser el más puro, desplazar las reglas, decir lo indecible, y encuentra una genealogía.
En las ciudades de Nueva York, Chicago o Boston, en Trenton,
Hartford y en Filadelfia, en Orlando y en Miami, los puertorriqueños se han visto
compelidos a reorganizarse a la defensiva, sobre todo cuando fueron abandonados
por el proyecto de “Operation Bootstrap” y excluidos por sucesivas modernizaciones
liberales o conservadoras que destruían la base territorial de sus comunidades.
¿Cómo construir su archivo? La discontinuidad espacial de
una comunidad que rompe los códigos oficiales hace difícil
la cartografía del territorio cultural.
ARCADIO DÍAZ-QUIÑONES. Estudió en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, donde fue profesor durante más de doce años. Se doctoró en la Universidad Central de Madrid. Enseñó en la Universidad de Washington en Seattle, en la de Princeton, de la cual es Profesor Emérito, y en Hostos Community College, City University of New York. Fue miembro del Centro de Estudios de la Realidad Puertorriqueña (CEREP) y de la Junta de la revista Sin Nombre (dirigida por Nilita Vientós Gastón). Presidió, a principios de los años 1970, la Asociación Puertorriqueña de Profesores Universitarios (APPU). Entre sus publicaciones: Conversación con José Luis González (1976); El almuerzo en la hierba: Lloréns Torres, Palés Matos, René Marqués (1982); Cintio Vitier: la memoria integradora (1987); y La memoria rota (1993). Preparó la edición de El prejuicio racial en Puerto Rico (1985), de Tomás Blanco. Fue editor del volumen El Caribe entre imperios: coloquio de Princeton (1997). En el año 2000 publicó El arte de bregar. Tuvo a su cargo la edición Cátedra de La guaracha del Macho Camacho, de Luis Rafael Sánchez (2000). Su libro Sobre los principios: los intelectuales caribeños y la tradición fue publicado en la Argentina en el 2006. Una antología de sus ensayos, traducida al portugués por Pedro Meira Monteiro, se publicó en Brasil en 2016 bajo el título A memória rota. En el 2019, publicó en Puerto Rico el libro titulado Once tesis sobre un crimen de 1899.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 168 | abril de 2021
curadoria: Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)
artista convidada: Dhara Rivera (Puerto Rico, 1952)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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