quarta-feira, 7 de abril de 2021

FERNANDO ABRUÑA | Algunas reflexiones sobre la estética de la arquitectura sostenible en Puerto Rico



Hace 43 años, cuando comencé mi carrera profesional como arquitecto, el término sostenibilidad no existía. Se hablaba en aquel entonces sobre buena o mala arquitectura, pero, ¿quién define qué es buena o mala arquitectura? La definición más simple —y, quizás, caricaturesca— esbozada por muchos críticos del diseño era, en aquel momento, “buena arquitectura es la que gana premios o se publica en revistas”. Con el tiempo y la experiencia, aprendí que, bajo esa definición, quedaban fuera muchos buenos edificios. ¿Cuántos edificios (algunos cuyo diseñador nunca conocemos) nos impactan positivamente de diversas formas y nunca han sido premiados o ensalzados por el gremio o críticos de arte en revistas de diseño? Si el canon de criterios que se utilizaba para la premiación en el pasado hubiera incluido los conceptos de sostenibilidad (aunque el término no existiera en esos tiempos), muchos de los edificios publicados y premiados del pasado siglo (1920-2020) no cualificarían como “buena arquitectura”. Aunque pudiera criticarse esta postura revisionista, no nos queda duda de que el discurso de sostenibilidad existe desde hace muchas décadas, pero la profesión no quiso atenderlo por diversas razones, algunas de ellas de poca estatura ética, entre otras: el triunfo de la apariencia sobre la sustancia. Hoy es otra la concepción: un edificio que no aborde la sostenibilidad no podrá reclamar ser Arquitectura.

Como contradefensa a esta crítica que hago, muchos colegas y académicos señalan que la arquitectura sostenible se basa principalmente en aspectos tecnológicos que no necesariamente atienden el discurso cultural y estético de la arquitectura. Mi contestación: “Para atender las múltiples complejidades de lo que supone ‘ser bello’, debemos postular como válido que la belleza de un edificio sostenible trasciende su mera apariencia”.

Consideremos el siguiente escenario: si un edificio sostenible (¿”soste-noble”?) puede reducir sus emisiones de carbono, utilizar fuentes renovables de energía y reducir sus consumos de agua, entre otros, mediante estrategias de diseño (tecnológicas o no), estas estrategias permiten (a nivel mundial) preservar bosques, conservar ríos, proteger hábitats... propiciar el que un pajarito tenga un árbol para construir su nido.

Esa belleza natural que conservamos forma parte de la estética (¿remota?) de la obra arquitectónica sostenible que se ejecuta a nivel local.

Y es que, cuando diseñamos edificios sostenibles (y resilientes), nuestro cliente no es solo quien nos contrata; nuestro cliente es el planeta y el resto de la humanidad. Bajo esa óptica, el criterio cultural y estético debe ser suficientemente elástico para que considere la belleza remota que permite, conserva y propicia un edificio sostenible en alguna otra parte del planeta. Con esta introducción, presento a continuación algunas reflexiones y episodios de nuestra práctica profesional sobre la Arquitectura Sostenible que espero pueda impulsar una estética (aunque embrionaria) de la sostenibilidad.

 

FACHADA AL CIELO

¿Qué es? ¿Para qué sirve? y ¿Por qué es importante en la discusión sobre sostenibilidad? Aún con poco entrenamiento o conocimiento sobre arquitectura, sabemos de qué hablamos al referirnos a las fachadas de un edificio. En su expresión más simple, son las caras que el edificio presenta al ojo público.

En zonas históricas, como el Viejo San Juan, hablamos de edificios tipo pintura porque es, típicamente, una sola fachada o cara pública (o pintura) la que el edificio presenta al espacio público (la calle, la plaza). La mayoría de las estructuras residenciales y comerciales en nuestra zona histórica de San Juan corresponden a esta tipología. Los edificios de carácter cívico o institucional, como los teatros, iglesias o el Antiguo Casino, son edificios tipo escultura porque ocupan un espacio de mayor prominencia urbana que los otros, podemos caminar a su alrededor obteniendo visuales de sus diferentes caras o fachadas. En estos edificios se presenta más de una cara a la vista del ciudadano.

Las fachadas se caracterizan por su importancia urbana, destacándose las más elaboradas y articuladas, donde se ubica, comúnmente, la entrada principal del edificio. Las fachadas pueden responder a múltiples criterios de diseño, incluidos criterios de sostenibilidad; aspectos climáticos —como el paso del sol, las lluvias, la vegetación circundante, las brisas predominantes, las nubes, la luna y las estrellas— junto a consideraciones de materialidad, funcionalidad de usos, imagen, estructura, sistemas de confort y salubridad, entre otros.

También se estudian consideraciones sobre la tipología edilicia de uso y el contexto donde ubica. El presupuesto y la imagen que se desea comunicar sobre el edificio y sus usuarios o propietarios son consideraciones adicionales. Resultará evidente y fácil de entender que un edificio de oficinas tenga un vocabulario de fachada diferente al de un hospital o al de una iglesia. Estas articulaciones que hacemos son parte de nuestro lenguaje de comunicación con el entorno físico y la cultura.

Más recientemente, se han desarrollado tecnologías que apuntan al diseño estudiado de los techos de los edificios. Hasta hace poco, estos eran esencialmente espacios remanentes donde se ubicaban de forma casi aleatoria equipos de acondicionamiento de aire, generadores eléctricos para emergencias y, en ocasiones, cisternas para el almacenamiento de aguas.

Hoy día, los techos han adquirido una importancia adicional desde el punto de vista de la sostenibilidad porque es en ellos donde pueden desarrollarse estrategias que afectan su uso de una manera fundamental. Los techos contemporáneos son en efecto la fachada al cielo de un edificio sostenible. En ellos podemos desarrollar áreas naturales con espacios verdes —en ocasiones vegetados para la cosecha de comestibles—, estanques de agua para la contemplación, entarimados de madera y glorietas para brindarnos un cómodo y necesario espacio con sombra para el desarrollo de actividades de recreación pasiva; sistemas fotovoltaicos de generación eléctrica solar para posibilitar la autonomía energética de la estructura; cisternas para la cosecha de aguas de lluvia, calentadores de agua solares, áreas de almacén, cuerpos de escaleras y otras.


En espacios citadinos, ¿cuántas veces nos rodean fachadas al cielo de edificios más bajos cuyas azoteas son verdaderos adefesios y espacios remanentes sin ninguna o poca sostenibilidad, y de un abandono estético tal que es difícil comprender que hayan existido por tanto tiempo?

Antaño, cuando visitábamos algún lugar, pedíamos direcciones escritas de cómo llegar al sitio o mapas abstractos que indicaran la ruta a tomar en los que destacaban calles y avenidas en su representación gráfica. Hoy, a través de herramientas como Google Earth, podemos ubicar el edificio e identificarlo viendo su FACHADA AL CIELO. Con frecuencia, las generaciones X y los "milennials" utilizan estas herramientas para ubicarse y dirigirse a diferentes lugares, incluidos espacios naturales y urbanos. Siendo esto así, deberíamos prestar tanta atención a la fachada al cielo como hacemos con las restantes fachadas. Esta es la nueva y quizás más importante fachada de los edificios sostenibles y a la que debe dársele una nueva mirada desde la perspectiva estética.

 

EL MEJOR EDIFICIO SOSTENIBLE

Imaginémonos el siguiente escenario: se le comisiona a un joven arquitecto (que despunta como uno que comienza a destacarse por sus principios de sostenibilidad y ambientales) diseñar un lugar para practicar la observación de aves (“bird watching”). En su afán de demostrar sus capacidades como un buen arquitecto que practica la sostenibilidad, este tratará de crear un espacio público (¡Hay que relacionarse con la comunidad!) con una plataforma de observación para ver el paisaje (¡Hay que relacionarse con el ambiente!), a manera de terraza abierta y elevada sobre el suelo con postes para evitar (siguiendo el discurso de sostenibilidad) alterar la topografía existente y las escorrentías naturales de la lluvia. Para continuar y mantener este discurso, se preocupará por especificar madera de plásticos reciclados (“plastic lumber”). Sobre la plataforma de observación y con el objetivo de ampliar las vistas, podrá argumentar la creación de una torre de observación que funcionará como un hito y elemento vertical que complete la composición arquitectónica sobre el dosel vegetativo.

Hasta el momento todo parece estar bien, pero ¡CUIDADO!... De salida resultará evidente que, si vamos a practicar la observación de aves, el contexto donde se ubicará la instalación probablemente sea uno densamente arbolado. Quien tumba un árbol... tumba un nido... Para ubicar la plataforma de observación propuesta nos veremos casi en la obligación de derribar varios de los árboles, que es, precisamente, donde las aves construyen sus nidos. Con el pasar del tiempo, se acercarán varias personas con carritos para la venta, algunos de refrescos, otros de frituras y, los más atrevidos, de cerveza. El calendario se acelerará para incorporar casi por obligación personajes que de forma enajenada y de poca conciencia ambiental iniciarán un tipo de recreo centrado en música a altos niveles de volumen. Más adelante, según el lugar va ahuyentando las aves, perdiendo el atractivo natural y ganado en atractivos seudoturísticos, a alguien se le ocurrirá que, para manejar las cantidades cada vez mayores de usuarios, se hace imperativo la construcción de un área de estacionamiento para facilitar el acceso al lugar... el lector ya se podrá imaginar el ambiente que hemos creado sin ni siquiera habernos percatado del daño que al final habremos causado. Una idea que parecía muy buena en principio y que incorporó componentes de sostenibilidad termina siendo una contradicción ambiental con los resultados opuestos a los que se perseguían con el proyecto original (de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno...): poder disfrutar en un ambiente natural y tranquilo la observación de aves en su entorno.

Quizás, la solución menos evidente, pero más sabia, al problema de diseño presentado era organizar grupos acompañados de algún especialista o aficionado a este pasatiempo, repartir varios binoculares que pudieran compartirse entre los asistentes y una hoja suelta (impresa en papel reciclado, por supuesto) donde se explicaran los elementos básicos y necesarios para observar aves. A esto le llamo, “Diseño sostenible inteligente”.


¿Por qué es que, generalmente, pensamos en una edificación o construcción cada vez que se nos presenta un problema de diseño arquitectónico? Si existe un problema de transportación, pensamos en construir más carreteras, no en resolver el problema de accesibilidad que incluye el caminar, las bicicletas y otros medios de desplazamiento espacial. Si queremos disfrutar de la naturaleza, pensamos en la construcción de edificios ecoturísticos y, si deseamos educar, pensamos en la construcción de aulas. Propongo que la construcción sea la última alternativa u opción a la solución de un problema edilicio. El mejor edificio sostenible es aquel que hacemos innecesario construir a través del diseño sostenible inteligente.

 

NAVIDAD SOSTENIBLE

I'm dreaming of a white christmas es la primera línea de la letra de la canción White Christmas. Esta es una de las canciones más populares que se escuchan durante el periodo de festividades navideñas en Estados Unidos y en muchos otros países. La letra y su hermosa música fueron escritos por el afamado y prolífico compositor Irving Berlin en el año 1942 y popularizada por el cantante Bing Crosby. La canción tocó una fibra emocional y nostálgica en los soldados (estadounidenses) y sus familias durante la Segunda Guerra Mundial.

La referencia de su título apunta a la belleza del blanco de la nieve que cubre el paisaje natural durante el invierno y que en primavera desea ansiosamente reventar en verde. Esta referencia blanca apela a los sentidos de aquellos que viven en países templados donde la diferencia en estaciones es marcada. Aquí no solo se percibe la luminosidad del blanco de la nieve sino, además, sus efectos acústicos que absorben gran cantidad de ruidos ambientales, creando un silencio ambiental que invita a la introspección. Es en estos paisajes norteños donde se pueden ver, tocar, sentir y oler los pinos que forman parte substancial del imaginario popular de su invierno, que coincide con la Navidad y que se traduce en la colocación de un arbolito de pino (¡un pinito!) en el interior de la casa. Una expresión cultural que pasa como algo natural y sobre la cual nadie se cuestiona, ¿de dónde vino el pinito?

En Estados Unidos se talan aproximadamente 33 millones de árboles anualmente para satisfacer esta tradición de la temporada navideña. Esta cantidad de árboles sería capaz de atrapar 825,000 toneladas de CO2 si no fueran "asesinados en el paredón de la Navidad". Recordemos que el CO2 es uno de los principales gases que ocasionan el cambio climático. Con un promedio de cuatro toneladas por persona a nivel mundial, esta cantidad de árboles podría neutralizar las emisiones equivalentes de 206,250 habitantes.

La pregunta obligada es, ¿por qué adornamos nuestra Navidad tropical, en Puerto Rico (y otras islas del Caribe), con pinos talados en otros países? ¿Por qué, si no tenemos un clima templado, no tenemos una Navidad blanqueada en nieve, no tenemos las referencias culturales que justifiquen tal acción...? Sin embargo, continuamos con la práctica, que ya en nuestra isla ¡¡¡se acerca a un siglo!!!

Soñar con una navidad verde (I’m dreaming of a green christmas) tiene más sentido en países tropicales. Con la gran cantidad de árboles que adornan muchos de los paisajes naturales y patios suburbanos en nuestra isla caribeña, no hay la necesidad de importar pinos, ni matarlos, ni botarlos, ni quemarlos… Salvémosles la vida a estos arbolitos del norte celebrando una navidad verde con nuestros árboles nativos y endémicos. ¿Qué mejor gesto estético que la conservación de estos árboles?

 

ESCRITURA SOSTENIBLE

Una de los conceptos fundamentales en la discusión de la sostenibilidad es el principio de la eficiencia. Este sienta las bases para el mejor uso de los recursos a nuestra disposición. En la medida en que logremos más resultados con menos recursos, más eficiente será la actividad, el producto o sistema en cuestión. Así, por ejemplo, un acondicionador de aire que remueva más unidades de calor (Btuh/hora) con menos unidades de potencia eléctrica (vatios) será más eficiente.

Si aplicamos este mismo concepto a los géneros literarios, llegaremos a la conclusión inevitable de que la poesía deberá ser el género más sostenible. La poesía es el género literario que más información comunica o transmite con menos recursos de palabras. La novela, por consiguiente, será la menos eficiente, aunque probablemente la más eficaz (que produce el efecto deseado).

Como disto mucho de ser poeta, siguiendo este principio de eficiencia me aventuro a proponer las siguientes 12 reflexiones de sostenibilidad en formato de aforismos, una para cada mes del año. La brevedad de los aforismos cumple con nuestro objetivo de ser sostenibles aún con el uso de la palabra.

A continuación 12 aforismos de alta eficiencia y, por lo tanto, ¡sostenibles!:

ENERO: Diseñemos grandes espacios de pequeñas dimensiones.

FEBRERO: La negación del problema amplifica sus peligros.

MARZO: El mundo está conectado; no nos desconectemos.

ABRIL: La guerra no es una actividad sostenible.

MAYO: Pensemos en el paisaje como un elemento urbanizador.

JUNIO: Los ambientes naturales reducen la agresividad humana.

JULIO: Todos tenemos derecho a tener menos.

AGOSTO: Protégelo y consérvalo, aunque no esté en peligro de extinción.

SEPTIEMBRE: Ser tan eficientes que podamos hacerlo casi todo con casi nada.

OCTUBRE: Optimista ante la pandemia, porque es buena para el ambiente.

NOVIEMBRE: La velocidad es inversamente proporcional al disfrute de la ciudad.

DICIEMBRE: Si es solo sostenible, hazlo bello. Si es solo bello, hazlo sostenible.

 


LÁMPARA LUNAR

Entre las estrategias más importantes del diseño sostenible en la obra arquitectónica la iluminación natural es una ellas. ¿Cómo iluminamos un espacio sin tener que recurrir a sistemas artificiales que consumen energía y recursos?

Una de mis pasiones de investigación profesional es el uso de la luz de la Luna llena como un recurso de diseño para iluminar paisajes nocturnos, naturales y construidos. Muchos colegas no hacen la distinción sobre el uso de la iluminación natural; se da por sentado que se trata de la iluminación diurna cuando en realidad tenemos todo un mundo de posibilidades con la iluminación natural nocturna.

Durante varios años hemos explorado el tema de la iluminación natural... (puntos suspensivos a propósito) ¡Nocturna! y experimentado con ella en nuestros proyectos emblemáticos de sostenibilidad.

En el Patio del Sol y las Estrellas de la Casa Ausente (1999) construimos unas paredes con altura de 17 pies (5.2 metros) para evitar la contaminación luminocturna (término de nuestro cuño) creada por los postes de alumbrado en la calle. Las noches dentro del patio son más obscuras que fuera de él. Esta condición fuerza que nuestras pupilas se dilaten buscando más luz para poder ver, lo que, a su vez, permite una mejor percepción de las estrellas y la Luna. En las tres escuelas ecológicas que hemos diseñado y construido (Caguas, Culebra y Dorado), mantuvimos las provisiones necesarias para poder utilizar parte de sus patios como áreas de observación estelar durante las noches.

En un curso electivo que sobre el tema ofrecí en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras, hace 11 años, estudiamos los conceptos básicos de contaminación luminocturna. Investigamos, además, el trasfondo histórico sobre la iluminación y la electrificación del mundo moderno. Estudiamos las representaciones que de la luz natural nocturna se hace en la obra pictórica (pinturas, carteles, litografías e ilustraciones, entre otros), la literaria (poemas, cuentos y novelas) y musical (madrigales, nocturnos, coros, etc.) evidenciada a través de los tiempos. El proyecto final, que acordamos con el aval y consenso de los estudiantes, consistió en el diseño de una lámpara lunar que cada estudiante puso a prueba una noche de Luna llena en un área obscura del Jardín Botánico en Río Piedras. Los estudiantes prepararon maquetas a escala utilizando diversas estrategias de captación, reflectividad, orientación, color y uso de materiales para el diseño de la lámpara. Ellos como estudiantes y yo como profesor, quedamos atónitos con los impresionantes y exitosos resultados poéticos de las soluciones y la tenue luz lunar que emanaba de cada lámpara.

No abundaré mucho sobre el diseño de La Casa del Horizonte, proyecto que completamos en el 2016 y en la cual incorporamos diversas estrategias de sostenibilidad. Sí deseo hacer hincapié en la terraza y lámpara lunar que forman parte de la solución arquitectónica con el fin de explorar esos intangibles del diseño y la belleza que nos permiten desarrollar una estética propia de la sostenibilidad.

Esta es una eco-casa de 480 pies cuadrados (146 metros cuadrados) en la cima de una montaña a 400 pies (122 metros) sobre el nivel del mar en un lugar muy seco en Lajas, pero con uno de los mejores cielos oscuros en la costa suroeste. El lugar está bendecido con magníficas vistas del Mar Caribe en el Sur y hermosas montañas al Norte. La casa es un volumen de 12 'x 40' (3.66 x 13 metros) construido con paneles aislantes para minimizar las ganancias de calor. Cuenta con autonomía de agua y energía mediante un pozo y un sistema fotovoltaico. Las aguas grises se utilizan para el riego de plantas; inodoros de composta convierten los excrementos en abono. La ubicación del volumen de cocina/baño, crea un área para dormir y otra para la sala (con sofá cama) en el extremo opuesto. Un pequeño comedor se ubica frente a la cocina.

Como parte de la solución arquitectónica incorporamos una "Terraza lunar" con piedras ciclópeas recogidas del lugar, que, en efecto, se convierte en el espacio protagónico de la solución de diseño y proporciona el escenario para una "Lámpara lunar". Ésta consiste en un mandala (de forma circular) que en el hinduismo y el budismo representa las fuerzas que controlan el universo y que sirve como apoyo a la meditación. Este mandala está formado por un círculo de piedras blancas que reflejan la luz de la Luna llena y otro concéntrico de piedras que libera la luz solar (acumulada durante el día) en noches de Luna nueva. La lámpara lunar es un elemento arquitectónico pasivo y sostenible. Su magia se revela en noches de luna llena y en noches de luna nueva sin ningún tipo de mecanismos que no sean las fuerzas de la naturaleza.

La fachada principal se abre completamente haciendo de la casa un gran balcón con vistas espectaculares, iluminación natural y buena ventilación cruzada propiciada por las constantes brisas costeras que imperan durante la mayor parte del año.

La lámpara lunar es un hermoso y sutil recurso que amerita que nuestros amigos diseñadores y otros interesados se entusiasmen a hacer sus propias aportaciones. Si meditamos un poco sobre el tema, nos percataremos de que la naturaleza misma nos ofrece una plétora de lámparas lunares de las cuales aún no nos hemos hecho conscientes. La blanca espuma del romper de las olas en la costa queda evidenciada como una lámpara natural bajo la luz de una Luna llena. ¡Hermoso y fenomenal espectáculo que no apreciamos en su justa dimensión!

La sostenibilidad es necesaria, pero no suficiente para crear la obra arquitectónica que perseguimos en el mundo contemporáneo. Exploremos los intangibles del diseño sostenible y descubramos un nuevo mundo estético natural.

 

FERNANDO ABRUÑA. Es Catedrático retirado de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Puerto Rico. Es arquitecto practicante, conservacionista y auditor de energía. Bautizado como el Padre de la Arquitectura Sostenible en Puerto Rico, Abruña es la autoridad reconocida en el país pues practica lo que predica desde hace más de 40 años. Es Fellow del American Institute of Architects y ganador del Premio Henry Klumb, el más alto honor que otorga el Colegio de Arquitectos y Arquitectos Paisajistas de Puerto Rico. Es autor de numerosos libros de arquitectura y sostenibilidad utilizados en la academia y la industria en su país y el Caribe. Su obra arquitectónica ha sido premiada en múltiples ocasiones, tanto en Puerto Rico como internacionalmente. El documental sobre su obra, The Absent House, abrió el ciclo de Cine Ambiental en el Green Build del 2014, el evento de arquitectura sostenible más importante del mundo. Practica la profesión junto a su esposa, la arquitecta Margaret Musgrave, desde un vetusto edificio en el Viejo San Juan.  

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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 168 | abril de 2021

curadoria: Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)

artista convidada: Dhara Rivera (Puerto Rico, 1952)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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