quarta-feira, 7 de abril de 2021

FRANCISCO JOSÉ RAMOS | El legado filosófico en una ignota nación caribeña

 


No hay una procedencia originaria de la filosofía, como por lo general se piensa, sea remontándose a la antigua Grecia o, en su caso, a la India, como llegó a plantear Victor Cousin en el siglo XIX. Sí hay múltiples experiencias filosóficas y prácticas de la sabiduría que remiten a las más variadas condiciones históricas y geopolíticas. Podría pensarse, como plantea Karl Jaspers, a base de tres grandes ejes que dieron lugar en la antigüedad a una extraordinaria creación conceptual y práctica de la sabiduría: Grecia, India y China. Sin embargo, el zócalo o basamento de la tradición filosófica europea la componen las grandes herencias greco-romanas y judeo-cristiano-islámicas. Se trata de referentes ajenos a la India y a la China. De la misma manera, la experiencia filosófica de estos dos grandes epicentros de creación cultural, cuya demografía abarca casi la mitad de la población planetaria, fue ignorada por mucho tiempo en Europa. Hay que esperar a los viajes de Marco Polo en el siglo XIII, a las misiones evangelizadoras del siglo XVII, a la colonización de las tierras asiáticas (siglos XV-XVIII), y a las grandes obras filosóficas de Malebranche, Kant, Schopenhauer, Hegel y Nietzsche para los primeros reconocimientos filosóficos de Asia, sea con descalificaciones, admiración o incorporación.

Algo muy distinto ocurría en la Antigüedad. Así, por ejemplo, en el siglo VI antes de la era común, no habiendo pasaportes ni fronteras nacionales, y “Gracias a las excelentes vías y las numerosas posadas creadas por los persas a lo largo de ese territorio [entre Grecia y el valle del Indo], Buda hubiera podido visitar, viajando a caballo, a su contemporáneo griego Pitágoras en menos de tres semanas.” [1] Hay un trasfondo común que configuró el pensamiento antiguo en Grecia, India, Persia y más tarde China, y que llega a su máximo apogeo con el vasto imperio, rayando en el delirio, de Alejandro Magno. [2]

A este respecto, no tiene sentido hablar de ‘filosofías nacionales’ antes de la época moderna. De hecho, el vocablo ‘nación’, según el diccionario de J. Corominas, es un neologismo de 1444 tomado del latín nacio, -onis; y que remite más precisamente al verbo nasco, ‘nacer’. La filosofía europea no nace en la antigua Grecia porque para entonces Europa no era más que un mito, el nombre de una ninfa raptada por Zeus. La filosofía europea nace propiamente en la llamada Edad Media, es decir, cuando se funda el marco institucional que sentará las bases de la civilización occidental. Por esta razón no es correcto afirmar que la filosofía griega sea el fundamento de la racionalidad universal que distingue a la humanidad. Lo propio del fenómeno humano es su condición de “animal que habla” (zoon lógon echón), como bien entendió Aristóteles, y no ya la cualidad esencial de ser “animal racional” (animal rationale), a tono con la acostumbrada traducción latina de logos por ratio. Nietzsche es aún más rotundo al afirmar, en el aforismo 62 de Más allá del bien y del mal, que “el hombre es el animal no fijado todavía (der Mensch ist das noch nicht festgestellte Tier).” Nada casualmente, la idea del hombre como animal racional se la debemos a la traducción de la aludida frase por Tertuliano (siglo III), uno de los gestores de la fundamentación filosófica de la fe cristiana, mejor conocidos como “Padres de la Iglesia”. [3]

En Grecia, como ha demostrado, entre otros, Pierre Hadot, la filosofía es una experiencia vital y no un mero discurso especulativo. De la misma manera, hay que enfatizar que la democracia antigua, como ha demostrado, entre otros, Moses Finley, no es reducible a una fórmula jurídico-política de gobierno. Se trataba de un experimento con el acceso al poder por parte de los ciudadanos dentro de unos límites de convivencia que los griegos denominaron polis. La polis es un concepto ajeno a la noción de estado-nación y que resulta problemático traducir, como suele hacerse, por ciudad-estado. [4] La filosofía y la democracia son frutos de la polis y de la invención de la escritura. La escritura es el laboratorio del pensamiento que forja la creación conceptual de la lengua griega. Con ella se gesta también un ejercicio del poder que dará nuevo cauce a las luchas sociales en la Antigüedad. Ambas serán determinantes para el desarrollo cultural de Europa y Occidente. [5]

Tres lenguas han descollado en la producción filosófica, sobre todo a partir del siglo XVIII: la francesa, alemana e inglesa. Pero no hay que perder de vista que los experimentos literarios de la filosofía han dado lugar a una ingente actividad que incluye el español, el portugués y el italiano. En el caso del español y el portugués dicha labor es aún más sobresaliente por la aportación americana. La experiencia filosófica se ha valido desde la antigüedad de los más diversos recursos literarios para el despliegue de la potencia del entendimiento. Basta con tener en cuenta el poema de Parménides, las sentencias de Heráclito o el teatro de Platón.

Por otra parte, no es posible ignorar la enorme riqueza filosófica de los Upanishads, el Canon Pali, el Tao Te Ching, las Analectas de Confucio o la magna obra del sabio indio Nāgārjuna. Tampoco es posible ignorar, a estas alturas de nuestra primera civilización mundial, la vasta literatura y experiencia filosófica inspirada en el budismo en China, Tibet, Sri Lanka, el sureste asiático y Japón. Son diversos los criterios de rigor conceptual. No es aceptable reducir el legado de la filosofía a un único criterio normativo, a una exclusiva pauta discursiva como puede ser, por ejemplo, el formalismo lógico-matemático o, en su caso, el examen descriptivo de los enunciados, como pretende la filosofía analítica.

Hay que esperar a las últimas décadas del pasado siglo para dar con una concepción amplia, integradora y cosmopolita de la experiencia filosófica sin que esta se vea confinada a un abstracto universalismo o, en su caso, a una reivindicación parcial, dogmática e ideológica. A este respecto, una estudiosa de la filosofía en el continente africano, Séverine Kodjo-Grandvaux, afirma lo siguiente: La philosophie n’est pas ce que caractérise en propre à Occident, elle appartient à tous, c’est-à-dire, à personne en particulier. Et elle peut se décliner à l’infini. [6] Esta última frase llama la atención: “la filosofía pertenece a todos, es decir, a nadie en particular. Ella puede declinarse al infinito.”


Dicho esto, propongo de cara a lo que sigue una definición propedéutica o preparatoria de la filosofía: la filosofía es una creación conceptual ligada a un experimento inagotable con la verdad, es decir, con lo real. Por supuesto que una tal definición es refutable e implica, de entrada, una posición filosófica o, más precisamente, ontológica. La premisa que la sostiene es que hay que recuperar el quehacer filosófico como una forma de vida, una manera digna y bella de habitar este mundo. “El entendimiento es vida”, afirma Aristóteles. Y recordemos el adagio latino, tan apreciado por Unamuno: Primum vivere, deinde philosophri (“Primero vivir, luego filosofar”). [7] La filosofía es, ante todo, una praxis, una práctica desde la cual se despliega la potencia infinita del entendimiento. Infinito indica aquí el carácter inagotable de su tarea y el talante sobrecogedor de su empeño. Dice también Aristóteles que “todas las ciencias son más necesarias que ésta [la filosofía]; pero mejor ninguna.” [8]

 

Subtítulo

A la luz de lo dicho, podemos entrar de lleno en el asunto de este escrito. Lo haré de la mano de un ejemplar de la revista Diálogos, del Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, la primera revista de Filosofía en Iberoamérica, fundada en 1963 por el filósofo Ludwig Schajowicz. El número corresponde a julio-diciembre de 1967, año IV. Basta con echar una ojeada a los títulos de sus artículos, a sus autores y al formato de este número para percatarse de la vitalidad intelectual, la amplitud de miras y la perspicacia de sus planteamientos. La atmósfera es la de una fiesta del pensamiento, tan lúdica como rigurosa. Se trata de un número monográfico dedicado a la filosofía de Friedrich Nietzsche. Al final, aparecen cuatro secciones: Reseñas/Libros Recibidos/Revista de Revistas/Información. En esta última se habla sobre el VII Congreso Interamericano de Filosofía, celebrado en la Universidad de Laval en Quebec, Canadá. En la sección de Revistas se nos informa a lo largo de ocho páginas sobre los números más recientes de las revistas de filosofía más destacadas en América y Europa.

El Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras será el pilar para el desarrollo de una cultura filosófica en la isla. También lo serán el Departamento de Filosofía de la Universidad Católica de Ponce, el Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez y la Sociedad Puertorriqueña de Filosofía, fundada en 1983. Hay que distinguir la historia de la cultura filosófica en Puerto Rico que se remonta, como en toda la América hispana, a la colonización española y la trayectoria de un legado filosófico que puede enmarcarse a lo largo del siglo XIX. En el seno de la que se llamó la Sociedad Económica de Amigos del País (1814), había ya una incipiente labor filosófica. [9] Pero hay que esperar a las tres figuras claves de Alejandro Tapia y Rivera (1826-1892), Eugenio María de Hostos (1839-1903) y Nemesio Canales (1878-1923) para reconocer la simiente de una indudable aportación al quehacer de la filosofía.

A partir de ahí, podría trazarse, provisionalmente, una serie de trayectorias en la que sobresalen algunos nombres que se mencionan, en función de su procedencia, sin pretender, ni mucho menos, ser exhaustivo, pero sí pertinente en términos del concepto de un legado filosófico. [10] Habría así una trayectoria de procedencia centro-europea (Ludwig Schajowicz, Alfred Stern y Manfred Kerkhoff); la procedencia española (María Zambrano, Jorge Enjuto, Ramón Castilla Lázaro); la procedencia sudamericana (José Echevarría, Ángel Casares, George Delacre, Roberto Torretti, Carla Cordua, Andrés Rodríguez Rubio, Carlos Rojas Osorio); y la procedencia cubana (José Ramón Villalón, Mario Casañas). Y hay una trayectoria de la filosofía, oriunda de Puerto Rico, que, ateniéndonos a la obra escrita y publicada, así como a una propuesta propia de pensamiento, no ceñida a su respectiva especialización, puede consignarse en las siguientes personas nacidas a comienzos del siglo XX: Monelisa Pérez Marchand, Rafael Arrillaga Torréns, José Manuel Lázaro; y nacidas entre la década de los ’40 y ’50 del pasado siglo: Esteban Tollinchi, Eduardo Forrastieri Braschi y Francisco José Ramos.

Por otra parte habría que mencionar, atendiendo a su contribución al amplio espectro de la historia de filosofía, sin pretender tampoco ser exhaustivo, a los siguientes nombres con una destacada labor docente y obra publicada: Luis Oscar Gómez, con sus reconocidas investigaciones, a nivel mundial, sobre el budismo; Georg Fromm, con sus estudios sobre la filosofía alemana y Karl Marx; José Echevarría, con sus estudios sobre Karl Popper y la filosofía de la ciencia; Guillermo Rosado Hadock, con sus estudios sobre Gottlob Frege y la lógica-matemática; Miguel Ángel Badía, con sus estudios sobre David Hume; Eliseo Cruz Vergara y Virgilio Colón, con sus concienzudos estudios sobre Hegel; Álvaro López, con sus amplios estudios sobre Immanuel Kant; Raúl Iturrino Montes, con sus estudios sobre Edmund Husserl, Wilhem Dilthey y Martin Heidegger; Rubén Soto Rivera, con sus estudios sobre la filosofía antigua y Arcesilao; Rafael Aragunde Torres, con sus estudios sobre la enseñanza universitaria y la función de la filosofía; Oscar Dávila del Valle, con sus estudios sobre el mito, el pensamiento autóctono americano, la filosofía y la literatura; Héctor José Huyke, con sus estudios sobre Ética; y Anayra Santory, con sus estudios sobre antropología filosófica y feminismo.


Junto a los anteriores nombres hay las más recientes contribuciones al legado de la filosofía en Puerto Rico. Me limito en este contexto al Departamento de Filosofía del recinto de Río Piedras: [11] Pierre Bauman y sus estudios sobre lógica y filosofía del lenguaje, Luis Canting y sus estudios sobre Henri Bergson, Dialitza Colón y sus elaboraciones sobre la filosofía del arte y estética. Debo mencionar también a tres destacados profesores: Raúl de Pablos Escalante, con sus reconocidas investigaciones sobre Nietzsche, Spinoza y la filosofía moderna; a Etienne Helmer, distinguido especialista de la filosofía antigua, particularmente Platón, y de su entorno social, urbano y económico; pero además pensador del arte y de la fotografía; y a Luis Hernández Mergal, quien fuera rector del Conservatorio de Música, con sus fructíferas investigaciones sobre la música en la historia de la filosofía y la idea de un pensamiento musical.

Debo hacer mención también de dos libros que han contribuido a resaltar la cultura filosófica en Puerto Rico. En primer lugar, a la que todavía es, sin duda, una de las mejores y más amplia selección de textos filosóficos, desde la antigüedad, incluyendo las filosofías de la India y China, hasta el siglo XX: Problemas de la filosofía, de Luis Oscar Gómez y Roberto Torretti (1979, San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico). En segundo lugar, el libro Hacer: Pensar. Colección de escritos filosóficos, a cargo de quien esto escribe, donde se recogen ensayos escritos por algunas de las más destacadas figuras de la filosofía en la isla (1994, San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico).

Para finalizar estas referencias indispensables, me permito destacar la extraordinaria obra docente y de fecunda escritura filosófica llevada a cabo, con particular ahínco y dedicación, de Ludwig Schajowicz, José Echeverría, Ramón Castilla Lázaro, Manfred Kerkhoff, Roberto Torretti, Carla Cordua, Esteban Tollinchi, Eduardo Forastieri y Carlos Rojas por más de cuatro décadas. Le debemos al dedicado esfuerzo y al prestigio intelectual de Roberto Torretti, director de la revista Diálogos por décadas, haber ahondado y ampliado aún más la dimensión internacional de esa joya de la literatura filosófica en el mundo iberoamericano que sigue todavía en pie. Los asuntos tratados, expuestos e investigados por estos maestros del pensamiento abarcan, prácticamente, los aspectos más sobresalientes del legado milenario de la experiencia filosófica, desde la antigüedad hasta el siglo XX, particularmente en Europa, en la América hispana y en la América anglófona.

En términos de ese legado, un intenso y vibrante caudal de pensamiento ha sido abordado en “esta pequeña isla, esta leve islita de Puerto Rico, que tan poco fatiga a ese gigante que sostiene sobre sus espaldas la tierra…”, como la nombra María Zambrano, en medio de su actual naufragio insular. [12] Ahora bien, ¿qué es un legado? ¿a qué viene eso de nación ignota? ¿por qué naufragio? Antes de responder a esas preguntas, debo afirmar lo que sigue: así como no hay una procedencia originaria de la filosofía tampoco hay filosofías nacionales. Las categorías de estado-nación y de nación-estado que emergen con la modernidad son en extremo restrictivas para dar cuenta de la experiencia filosófica, por más indispensables que sean, por razones históricas, para referirnos al discurso de la filosofía. En este sentido, es claro que hay una idiosincrasia, un carácter propio de la filosofía europea (francesa, inglesa, alemana, española, italiana, rusa o eslava). Un carácter distintivo que también podríamos reconocer en el continente americano, africano o asiático. Pero ese rasgo no agota, ni mucho menos, el legado de una u otra creación filosófica.

Así, por ejemplo, más francesa no puede ser la filosofía cartesiana. Y, sin embargo, lo que René Descartes descubre para la vida del pensamiento puede ser reconocido con devoción y asombro por una africana, un caribeño o un habitante de Siberia de nuestra época que se proponga leer con atención del Discurso del método o las Meditaciones metafísicas, publicadas en los inicios del siglo XVI. Lo que ahí se pone en juego no es en absoluto el valor universal de la filosofía que rebasa las fronteras nacionales. Se trata de algo más enigmático e interesante. Lo que se despliega con Descartes, o con cualquier otro filósofo digno de ese nombre, es una forma inédita de pensar que rebasa por mucho su entorno nacional, para situarse de lleno en la travesía intemporal del viaje infinito del pensamiento que atraviesa la historia y la desborda.

Desde esta perspectiva, todos los filósofos son contemporáneos, cada cual desde su época, pero rebosantes de vitalidad. Quien se adentre en el gran legado de la filosofía antigua, por ejemplo, podrá percatarse de que los antiguos nunca habían sido más jóvenes en medio de la senil inmundicia que gobierna el mundo. Basta, por ejemplo, con leer algún pensamiento de Séneca o de Marco Aurelio; o con atender a esta grave sentencia de Heráclito (DK. 34): “Desentendiéndose, oyen como sordos. La habladuría es su testigo: ausentes estando presentes.”


Así pues: ¿qué es un legado? La tradición se transmite, se acoge y se recoge, aunque sea para cuestionarla radicalmente. Eso fue lo que hizo Duchamp con la pintura, Schönberg con la música, Beckett con el teatro, Godard con el cine, Nietzsche con la filosofía o Isadora Duncan con la danza, para dar sólo algunos ejemplos. Un legado es una entrega, un acto de amor y generosidad que se incorpora, transforma y eleva. La tradición es la encarnación de la memoria, por más frágil y selectiva que sea su actualización en medio de la desmemoria y el olvido. Un legado está preñado de porvenir. Una cultura sin sentido de la tradición y sin el reconocimiento de su propio legado no es más que el adorno vistoso de una osamenta, por más deslumbrantes que sean sus guindalejos. Ese es el semblante de cultura que prevalece bajo la predominante necrofilia del capitalismo mundial.

Esta nación ignota

¿Por qué nos referimos a Puerto Rico como una nación ignota? En primer lugar, por la anomalía histórica de ser la única nación hispana que no logró su independencia. Se trata de una nación desconocida por su propia gente y prácticamente inexistente para la comunidad de naciones, más allá del deporte y los certámenes de belleza. En segundo lugar, porque fue invadida y poseída por el entonces joven y prepotente imperio de EE.UU. a raíz de la guerra Hispanoamericana de 1898, invasión que perdura hasta el día de hoy. En tercer lugar, porque una sistemática violencia y represión se llevó a cabo contra el proyecto de construir la forma estado de una nación, desde la década de 1930 hasta los años setenta del pasado siglo. En cuarto lugar, porque dicha violencia fue simbólicamente encauzada con el diseño neocolonial de un ‘Estado Libre Asociado’, con base en la engañifa de una constitución propia, pero maniatada al poder soberano de los EE.UU., en nombre precisamente de la libertad y la democracia. En quinto lugar, porque una vez reconocida esa falacia jurídico-política, por la misma estructura de poder que ensayó el experimento neocolonial, con la vigente Ley PROMESA (¡valga el socarrón cinismo de las siglas!), la ignota nación caribeña vive al día de hoy a la deriva. Puerto Rico se enfrenta a un colapso institucional, en medio del proceso de descomposición de la sociedad y del imperio estadounidense. [13]

La isla se sostiene, en términos reales, gracias a la economía subterránea, en particular el narcotráfico, y la trastienda de los fondos federales que proviene de las suculentas y calculadas aportaciones imperiales y su dudoso manejo por parte de los gobiernos insulares de turno. El empeño, sin duda patético, consiste en seguir manteniendo la extrema dependencia, disfrazando como virtud los malabares del servilismo y la impotencia política. Ese es el naufragio insular.

Ignoto significa desconocido, pero también por descubrir. De ahí la importancia del legado filosófico que aquí hemos expuesto. Ese legado no es poca cosa. Más aún, cabe afirmar que si la ignota nación, es “algo más que nación, mucho más que nación”, como afirma María Zambrano, no es por la razón que ella expone: el lugar donde se llegue a cuajar “la reconciliación entre el hombre hispano, rico en su fracaso, y el hombre poderoso del Norte”, pasando a ser “la sede de un acontecimiento universal.” [14] La razón quizá sea otra. Puerto Rico es mucho más que una nación porque, en medio de las más adversas condiciones, ha prevalecido una indómita fuerza vital que rebasa la lucha por una identidad nacional y el fracaso en la consecución de un estado soberano. Esa misma fuerza hace que el legado de la filosofía en esta pequeña isla, desde la cual escribo, sea irrevocable, por más incierto que sea el porvenir de su naufragio; y que la vida del pensamiento sea indeleble, por más que se insista en ignorar su legado, por más rota que persista su memoria. [15]

Lo que aquí se plantea dista mucho de ser una esperanza o la apuesta por una utopía. La esperanza es el último recurso de los desesperados, al decir de Walter Benjamin; y la utopía es la refinada urdimbre de quienes se cansan de esperar. Recordemos que “utopía” es el nombre inventado por Tomás Moro para nombrar, precisamente, una isla desconocida (nova insula Utopi), donde se llevaría a cabo el feliz experimento de una sociedad ideal. Como bien afirma María Zambrano, la condición humana vive y se nutre de sus fracasos. Si atendemos bien a la palabra, éxito es lo opuesto a lo que se quiere imponer con el optimismo mágico y la falsa consciencia del autoengendramiento: self-made man, self-made woman, self-made gender. La gran burbuja analgésica que sostiene a los Estados Unidos de América no tolera el fracaso ni, por tanto, lo real de la condición humana. Éxito proviene de EXIT, que definimos como la salida airosa del sufrimiento que la mente humana se impone a sí misma para lidiar con la insaciabilidad de sus deseos y las duras condiciones de la existencia. No hay mejor legado para hacerse cargo de sí y del dolor del mundo que el noble legado de la filosofía, sobre todo cuando se practica en una ignota nación caribeña, desde “una soledad radical, raíz de la propia existencia y el fuera, donde llenos de nuestra interior verdad, vamos a buscar a los demás. Soledad rodeada por la vida. Oscura soledad que busca un ilimitado horizonte.” [16]

 

NOTAS

1. Frederic Lenoir: El budismo en Occidente (2000). Barcelona: Seix Barral, pág. 25.

2. Consúltese el amplio estudio de Thomas McEvilley, The Shape of Ancient Thought (2002. New York: Alworth Press. Y también el delicioso texto de Pietro Civati, Alejandro Magno (2004). Barcelona: gatopardo ediciones.

3. Sobre este interesantísimo asunto remito al clásico libro de Werner Jaeger: Paideia griega y cristianismo primitivo (1971). México: FCE.

4. Remito a dos libros importantes Hadot y Finley, respectivamente: ¿Qué es la filosofía antigua? México: FCE; Democracy, Ancient and Modern (1973/2018) New Jersey: Rutgers University Press Classic.

5. Una filosofía no escrita, como la de Sócrates o Buda, por ejemplo, se realiza con la escritura de Platón y la imponente recolección mnemotécnica del Canon Pali. Véase al respecto el primer volumen de la Estética del pensamiento, El drama de la escritura filosófica. Madrid: Fundamentos (1998/2019). Consúltese también la obra pionera sobre la filosofía y la escritura de Eric A. Havelloc, Preface to Plato (1963), De la gramatologie de Jacques Derrida (1967) y Les savoirs de l’écriture. En Grèce ancienne (1988), bajo la dirección de Marcel Detienne.

6. Philosophies africaines (2013). Editions Présence Africaine.

7. Aristóteles, Ibid., 1072b. Véase Miguel de Unamuno: Del sentimiento trágico de la vida.

8. Metafísica, 983ª.

9. En torno a la historia y desarrollo de la cultura filosófica en Puerto Rico, consúltese las dos obras seminales de Carlos Rojas Osorio, Pensamiento filosófico puertorriqueño (2002). San Juan: Isla Negra y La filosofía en Puerto Rico: los transterrados (2011/2016). Humacao: Rafael Paulino/Red Caribeña de Filosofía/Universidad de Puerto Rico.

10. Para un recuento detallado y exhaustivo ver los dos volúmenes citados de Rojas Osorio, así como su Bibliografía de la filosofía en Puerto Rico (1993) en colaboración con Antonio Mancilla (1978-1995). San Juan: Isla Negra Ediciones.

11. Lo mismo ocurre, nada casualmente, en otros departamentos de la Facultad de Humanidades, Ciencias Sociales y Estudios Generales, que se ha visto obligado a disminuir su programa académico y su plantilla profesoral. Hay un malpensado intento, por parte de las autoridades administrativas, desde al menos los últimos veinte años, de desmantelar la Universidad, sin el más mínimo recato ni reconocimiento de su tradición ni de su legado. Está claro que este asunto no es exclusivo de la Universidad de Puerto Rico sino que tiene una dimensión mundial y afecta, sobre todo, a las instituciones educativas en Iberoamérica, pues no hace más que responder al avasallamiento de la lógica del capital y su promoción universal de la ignorancia.

12. María Zambrano: Isla de Puerto Rico. Nostalgia y esperanza de un mundo mejor (2017). Madrid: Vaso Roto, pág. 68.

13. Léase al respecto el singular y vibrante texto poético, teatral y filosófico de Giannina Braschi, The United State of Banana (2011). Las Vegas: Amazon. Hay una traducción al español de Manuel Barranco también en Amazon: Estados Unidos de Banana (2016).

14. Ibid.

15. Aludo aquí al título del hermoso y acertado del libro de Arcadio Díaz Quiñones, La memoria rota (1993). San Juan: Ediciones Huracán.

16. María Zambrano, Ibid., pág. 44.

 

FRANCISCO JOSÉ RAMOS. Es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios posgraduados en la Universidad de París VIII (Vincennes). Es autor de una obra filosófica en cuatro volúmenes. Los primeros tres han sido publicados bajo el título genérico de Estética del pensamiento (Madrid, Editorial Fundamentos): El drama de la escritura filosófica (1998/2019), Estética del pensamiento II. La danza en el laberinto (2003), Estética de pensamiento III. La invención de sí mismo (2008). El cuarto volumen se titula La significación del lenguaje poético (Madrid, Editorial Antígona, 2012). Autor también de una obra poética publicada hasta ahora en dos libros: Cronografías (Barcelona, Editorial Atlántida, 1982) y Erothema (Madrid, Editorial La Palma, 2017). Ha editado el libro Hacer:Pensar. Colección de escritos filosóficos (San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1992). Colaborador del internacional Diccionario de Hermenéutica (Bilbao, Universidad de Deusto, 1997), ha publicado artículos, ensayos y poemas en revistas, catálogos, antologías y sitos en Internet. Ha sido miembro fundador y presidente de la Sociedad Puertorriqueña de Filosofía y Catedrático de Humanidades y Filosofía en la Universidad de Puerto Rico (1980-2011). Se ha desempeñado en calidad de investigador invitado en la Universidad de Georgetown, conferenciante invitado en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Sevilla, Fundación Carlos Edmundo de Ory, Universidad de Bangkok y Universidad de Beijing. Es miembro numerario de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y miembro correspondiente de la Real Academia Española.  

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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 168 | abril de 2021

curadoria: Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)

artista convidada: Dhara Rivera (Puerto Rico, 1952)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

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