Algo muy distinto ocurría en la Antigüedad. Así, por ejemplo,
en el siglo VI antes de la era común, no habiendo pasaportes ni fronteras nacionales,
y “Gracias a las excelentes vías y las numerosas posadas creadas por los persas
a lo largo de ese territorio [entre Grecia y el valle del Indo], Buda hubiera podido
visitar, viajando a caballo, a su contemporáneo griego Pitágoras en menos de tres
semanas.” [1] Hay un trasfondo común que configuró el pensamiento antiguo
en Grecia, India, Persia y más tarde China, y que llega a su máximo apogeo con el
vasto imperio, rayando en el delirio, de Alejandro Magno. [2]
A este respecto, no tiene sentido hablar de ‘filosofías nacionales’
antes de la época moderna. De hecho, el vocablo ‘nación’, según el diccionario de
J. Corominas, es un neologismo de 1444 tomado del latín nacio, -onis;
y que remite más precisamente al verbo nasco, ‘nacer’. La filosofía europea
no nace en la antigua Grecia porque para entonces Europa no era más que un mito,
el nombre de una ninfa raptada por Zeus. La filosofía europea nace propiamente en
la llamada Edad Media, es decir, cuando se funda el marco institucional que sentará
las bases de la civilización occidental. Por esta razón no es correcto afirmar que
la filosofía griega sea el fundamento de la racionalidad universal que distingue
a la humanidad. Lo propio del fenómeno humano es su condición de “animal que habla”
(zoon
lógon echón), como bien entendió
Aristóteles, y no ya la cualidad esencial de ser “animal racional” (animal rationale),
a tono con la acostumbrada traducción latina de logos por ratio. Nietzsche
es aún más rotundo al afirmar, en el aforismo 62 de Más allá del bien y del mal,
que “el hombre es el animal no fijado todavía (der Mensch ist das noch
nicht festgestellte Tier).” Nada casualmente, la idea del hombre como animal
racional se la debemos a la traducción de la aludida frase por Tertuliano (siglo
III), uno de los gestores de la fundamentación filosófica de la fe cristiana, mejor
conocidos como “Padres de la Iglesia”. [3]
En Grecia, como ha demostrado, entre otros, Pierre Hadot, la
filosofía es una experiencia vital y no un mero discurso especulativo. De la misma
manera, hay que enfatizar que la democracia antigua, como ha demostrado, entre otros,
Moses Finley, no es reducible a una fórmula jurídico-política de gobierno. Se trataba
de un experimento con el acceso al poder por parte de los ciudadanos dentro de unos
límites de convivencia que los griegos denominaron polis. La polis es un
concepto ajeno a la noción de estado-nación y que resulta problemático traducir,
como suele hacerse, por ciudad-estado. [4] La filosofía y la democracia
son frutos de la polis y de la invención de la escritura. La escritura es el laboratorio
del pensamiento que forja la creación conceptual de la lengua griega. Con ella se
gesta también un ejercicio del poder que dará nuevo cauce a las luchas sociales
en la Antigüedad. Ambas serán determinantes para el desarrollo cultural de Europa
y Occidente. [5]
Tres lenguas han descollado en la producción filosófica, sobre
todo a partir del siglo XVIII: la francesa, alemana e inglesa. Pero no hay que perder
de vista que los experimentos literarios de la filosofía han dado lugar a una ingente
actividad que incluye el español, el portugués y el italiano. En el caso del español
y el portugués dicha labor es aún más sobresaliente por la aportación americana.
La experiencia filosófica se ha valido desde la antigüedad de los más diversos recursos
literarios para el despliegue de la potencia del entendimiento. Basta con tener
en cuenta el poema de Parménides, las sentencias de Heráclito o el teatro de Platón.
Por otra parte, no es posible ignorar la enorme riqueza filosófica
de los Upanishads, el Canon Pali, el Tao Te Ching, las Analectas
de Confucio o la magna obra del sabio indio Nāgārjuna. Tampoco es posible ignorar,
a estas alturas de nuestra primera civilización mundial, la vasta literatura y experiencia
filosófica inspirada en el budismo en China, Tibet, Sri Lanka, el sureste asiático
y Japón. Son diversos los criterios de rigor conceptual. No es aceptable reducir
el legado de la filosofía a un único criterio normativo, a una exclusiva pauta discursiva
como puede ser, por ejemplo, el formalismo lógico-matemático o, en su caso, el examen
descriptivo de los enunciados, como pretende la filosofía analítica.
Hay que esperar a las últimas décadas del pasado siglo para dar
con una concepción amplia, integradora y cosmopolita de la experiencia filosófica
sin que esta se vea confinada a un abstracto universalismo o, en su caso, a una
reivindicación parcial, dogmática e ideológica. A este respecto, una estudiosa de la filosofía en el continente
africano, Séverine Kodjo-Grandvaux, afirma lo siguiente: “La philosophie n’est pas ce que caractérise en propre à Occident, elle appartient
à tous, c’est-à-dire, à personne en particulier. Et elle peut se décliner à l’infini.” [6] Esta última frase
llama la atención: “la filosofía pertenece a todos, es decir, a nadie en particular.
Ella puede declinarse al infinito.”
Subtítulo
A la luz de lo dicho, podemos entrar de lleno en el asunto de este escrito.
Lo haré de la mano de un ejemplar de la revista Diálogos, del Departamento
de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, la primera revista
de Filosofía en Iberoamérica, fundada en 1963 por el filósofo Ludwig Schajowicz.
El número corresponde a julio-diciembre de 1967, año IV. Basta con echar una ojeada
a los títulos de sus artículos, a sus autores y al formato de este número para percatarse
de la vitalidad intelectual, la amplitud de miras y la perspicacia de sus planteamientos.
La atmósfera es la de una fiesta del pensamiento, tan lúdica como rigurosa. Se trata
de un número monográfico dedicado a la filosofía de Friedrich Nietzsche. Al final,
aparecen cuatro secciones: Reseñas/Libros Recibidos/Revista de Revistas/Información.
En esta última se habla sobre el VII Congreso Interamericano de Filosofía, celebrado
en la Universidad de Laval en Quebec, Canadá. En la sección de Revistas se nos informa
a lo largo de ocho páginas sobre los números más recientes de las revistas de filosofía
más destacadas en América y Europa.
El Departamento de Filosofía de la Universidad de Puerto
Rico en Río Piedras será el pilar para el desarrollo de una cultura filosófica en
la isla. También lo serán el Departamento de Filosofía de la Universidad Católica
de Ponce, el Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez
y la Sociedad Puertorriqueña de Filosofía, fundada en 1983. Hay que distinguir la
historia de la cultura filosófica en Puerto Rico que se remonta, como en toda la
América hispana, a la colonización española y la trayectoria de un legado filosófico
que puede enmarcarse a lo largo del siglo XIX. En el seno de la que se llamó la
Sociedad Económica de Amigos del País (1814), había ya una incipiente labor filosófica. [9] Pero hay que esperar
a las tres figuras claves de Alejandro Tapia
y Rivera (1826-1892), Eugenio María
de Hostos (1839-1903) y Nemesio Canales
(1878-1923) para reconocer la simiente de una indudable aportación al quehacer de
la filosofía.
A partir de ahí, podría trazarse, provisionalmente, una
serie de trayectorias en la que sobresalen algunos nombres que se mencionan, en
función de su procedencia, sin pretender, ni mucho menos, ser exhaustivo, pero sí
pertinente en términos del concepto de un legado filosófico. [10] Habría así una trayectoria
de procedencia centro-europea (Ludwig Schajowicz,
Alfred Stern y Manfred Kerkhoff); la procedencia española
(María Zambrano, Jorge Enjuto, Ramón Castilla Lázaro);
la procedencia sudamericana (José Echevarría,
Ángel Casares, George Delacre, Roberto Torretti, Carla Cordua, Andrés Rodríguez Rubio, Carlos
Rojas Osorio); y la procedencia cubana (José Ramón Villalón, Mario
Casañas). Y hay una trayectoria de la filosofía, oriunda de Puerto Rico,
que, ateniéndonos a la obra escrita y publicada, así como a una propuesta propia
de pensamiento, no ceñida a su respectiva especialización, puede consignarse en
las siguientes personas nacidas a comienzos del siglo XX: Monelisa Pérez Marchand, Rafael Arrillaga Torréns, José Manuel Lázaro; y nacidas entre la
década de los ’40 y ’50 del pasado siglo: Esteban Tollinchi, Eduardo
Forrastieri Braschi y Francisco José Ramos.
Por otra parte habría que mencionar, atendiendo a su contribución
al amplio espectro de la historia de filosofía, sin pretender tampoco ser exhaustivo,
a los siguientes nombres con una destacada labor docente y obra publicada: Luis Oscar Gómez, con sus reconocidas investigaciones,
a nivel mundial, sobre el budismo; Georg
Fromm, con sus estudios sobre la filosofía alemana y Karl Marx; José Echevarría, con sus estudios sobre
Karl Popper y la filosofía de la ciencia; Guillermo Rosado Hadock, con sus estudios sobre Gottlob Frege y la
lógica-matemática; Miguel Ángel Badía,
con sus estudios sobre David Hume; Eliseo
Cruz Vergara y Virgilio Colón,
con sus concienzudos estudios sobre Hegel; Álvaro López, con sus amplios estudios sobre Immanuel Kant; Raúl Iturrino Montes, con sus estudios
sobre Edmund Husserl, Wilhem Dilthey y Martin Heidegger; Rubén Soto Rivera, con
sus estudios sobre la filosofía antigua y Arcesilao; Rafael Aragunde Torres, con sus estudios sobre la enseñanza universitaria
y la función de la filosofía; Oscar Dávila
del Valle, con sus estudios sobre el mito, el pensamiento autóctono americano,
la filosofía y la literatura; Héctor
José Huyke, con sus estudios sobre
Ética; y Anayra Santory, con sus
estudios sobre antropología filosófica y feminismo.
Debo hacer mención también de dos libros que han contribuido
a resaltar la cultura filosófica en Puerto Rico. En primer lugar, a la que todavía
es, sin duda, una de las mejores y más amplia selección de textos filosóficos, desde
la antigüedad, incluyendo las filosofías de la India y China, hasta el siglo XX:
Problemas de la filosofía, de Luis Oscar Gómez y Roberto Torretti
(1979, San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico). En segundo lugar,
el libro Hacer: Pensar. Colección de
escritos filosóficos, a cargo de quien esto escribe, donde se recogen
ensayos escritos por algunas de las más destacadas figuras de la filosofía en la
isla (1994, San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico).
Para finalizar estas referencias indispensables, me permito
destacar la extraordinaria obra docente y de fecunda escritura filosófica llevada
a cabo, con particular ahínco y dedicación, de Ludwig Schajowicz, José Echeverría,
Ramón Castilla Lázaro, Manfred Kerkhoff, Roberto Torretti, Carla Cordua, Esteban
Tollinchi, Eduardo Forastieri y Carlos Rojas por más de cuatro décadas. Le debemos
al dedicado esfuerzo y al prestigio intelectual de Roberto Torretti, director de
la revista Diálogos por décadas, haber ahondado y ampliado aún más la dimensión
internacional de esa joya de la literatura filosófica en el mundo iberoamericano
que sigue todavía en pie. Los asuntos tratados, expuestos e investigados por estos
maestros del pensamiento abarcan, prácticamente, los aspectos más sobresalientes
del legado milenario de la experiencia filosófica, desde la antigüedad hasta el
siglo XX, particularmente en Europa, en la América hispana y en la América anglófona.
En términos de ese legado, un intenso y vibrante caudal
de pensamiento ha sido abordado en “esta pequeña isla, esta leve islita de Puerto
Rico, que tan poco fatiga a ese gigante que sostiene sobre sus espaldas la tierra…”,
como la nombra María Zambrano, en medio de su actual naufragio insular. [12] Ahora bien, ¿qué
es un legado? ¿a qué viene eso de nación ignota? ¿por qué naufragio? Antes de responder
a esas preguntas, debo afirmar lo que sigue: así como no hay una procedencia originaria
de la filosofía tampoco hay filosofías nacionales. Las categorías de estado-nación
y de nación-estado que emergen con la modernidad son en extremo restrictivas para
dar cuenta de la experiencia filosófica, por más indispensables que sean, por razones
históricas, para referirnos al discurso de la filosofía. En este sentido, es claro
que hay una idiosincrasia, un carácter propio de la filosofía europea (francesa,
inglesa, alemana, española, italiana, rusa o eslava). Un carácter distintivo que
también podríamos reconocer en el continente americano, africano o asiático. Pero
ese rasgo no agota, ni mucho menos, el legado de una u otra creación filosófica.
Así, por ejemplo, más francesa no puede ser la filosofía
cartesiana. Y, sin embargo, lo que René Descartes descubre para la vida del pensamiento
puede ser reconocido con devoción y asombro por una africana, un caribeño o un habitante
de Siberia de nuestra época que se proponga leer con atención del Discurso del
método o las Meditaciones metafísicas, publicadas en los inicios del
siglo XVI. Lo que ahí se pone en juego no es en absoluto el valor universal de la
filosofía que rebasa las fronteras nacionales. Se trata de algo más enigmático e
interesante. Lo que se despliega con Descartes, o con cualquier otro filósofo digno
de ese nombre, es una forma inédita de pensar que rebasa por mucho su entorno nacional,
para situarse de lleno en la travesía intemporal del viaje infinito del pensamiento
que atraviesa la historia y la desborda.
Desde esta perspectiva, todos los filósofos son contemporáneos,
cada cual desde su época, pero rebosantes de vitalidad. Quien se adentre en el gran
legado de la filosofía antigua, por ejemplo, podrá percatarse de que los antiguos
nunca habían sido más jóvenes en medio de la senil inmundicia que gobierna el mundo.
Basta, por ejemplo, con leer algún pensamiento de Séneca o de Marco Aurelio; o con
atender a esta grave sentencia de Heráclito (DK. 34): “Desentendiéndose, oyen como sordos. La habladuría
es su testigo: ausentes estando presentes.”
Esta nación
ignota
¿Por qué nos referimos a Puerto Rico como una nación ignota? En primer lugar,
por la anomalía histórica de ser la única nación hispana que no logró su independencia.
Se trata de una nación desconocida por su propia gente y prácticamente inexistente
para la comunidad de naciones, más allá del deporte y los certámenes de belleza.
En segundo lugar, porque fue invadida y poseída por el entonces joven y prepotente
imperio de EE.UU. a raíz de la guerra Hispanoamericana de 1898, invasión que perdura
hasta el día de hoy. En tercer lugar, porque una sistemática violencia y represión
se llevó a cabo contra el proyecto de construir la forma estado de una nación, desde
la década de 1930 hasta los años setenta del pasado siglo. En cuarto lugar, porque
dicha violencia fue simbólicamente encauzada con el diseño neocolonial de un ‘Estado
Libre Asociado’, con base en la engañifa de una constitución propia, pero maniatada
al poder soberano de los EE.UU., en nombre precisamente de la libertad y la democracia.
En quinto lugar, porque una vez reconocida esa falacia jurídico-política, por la
misma estructura de poder que ensayó el experimento neocolonial, con la vigente
Ley PROMESA (¡valga el socarrón cinismo de las siglas!), la ignota nación caribeña
vive al día de hoy a la deriva. Puerto Rico se enfrenta a un colapso institucional,
en medio del proceso de descomposición de la sociedad y del imperio estadounidense.
[13]
La isla se sostiene, en términos reales, gracias a la economía subterránea,
en particular el narcotráfico, y la trastienda de los fondos federales que proviene
de las suculentas y calculadas aportaciones imperiales y su dudoso manejo por parte
de los gobiernos insulares de turno. El empeño, sin duda patético, consiste en seguir
manteniendo la extrema dependencia, disfrazando como virtud los malabares del servilismo
y la impotencia política. Ese es el naufragio insular.
Ignoto significa desconocido, pero también por descubrir. De ahí la importancia
del legado filosófico que aquí hemos expuesto. Ese legado no es poca cosa. Más aún,
cabe afirmar que si la ignota nación, es “algo más que nación, mucho más que nación”,
como afirma María Zambrano, no es por la razón que ella expone: el lugar donde se
llegue a cuajar “la reconciliación entre el hombre hispano, rico en su fracaso,
y el hombre poderoso del Norte”, pasando a ser “la sede de un acontecimiento universal.”
[14] La razón quizá sea otra. Puerto Rico es mucho más que una nación porque,
en medio de las más adversas condiciones, ha prevalecido una indómita fuerza vital
que rebasa la lucha por una identidad nacional y el fracaso en la consecución de
un estado soberano. Esa misma fuerza hace que el legado de la filosofía en esta
pequeña isla, desde la cual escribo, sea irrevocable, por más incierto que sea el
porvenir de su naufragio; y que la vida del pensamiento sea indeleble, por más que
se insista en ignorar su legado, por más rota que persista su memoria. [15]
Lo que aquí se plantea dista mucho de ser una esperanza o la apuesta por una
utopía. La esperanza es el último recurso de los desesperados, al decir de Walter
Benjamin; y la utopía es la refinada urdimbre de quienes se cansan de esperar. Recordemos
que “utopía” es el nombre inventado por Tomás Moro para nombrar, precisamente, una
isla desconocida (nova insula Utopi), donde se llevaría a cabo el feliz experimento
de una sociedad ideal. Como bien afirma María Zambrano, la condición humana vive
y se nutre de sus fracasos. Si atendemos bien a la palabra, éxito es lo opuesto
a lo que se quiere imponer con el optimismo mágico y la falsa consciencia del autoengendramiento:
self-made man, self-made woman, self-made gender.
La gran burbuja analgésica que sostiene a los Estados Unidos de América no tolera
el fracaso ni, por tanto, lo real de la condición humana. Éxito proviene de EXIT,
que definimos como la salida airosa del sufrimiento que la mente humana se impone
a sí misma para lidiar con la insaciabilidad de sus deseos y las duras condiciones
de la existencia. No hay mejor legado para hacerse cargo de sí y del dolor del mundo
que el noble legado de la filosofía, sobre todo cuando se practica en una ignota
nación caribeña, desde “una soledad radical, raíz de la propia existencia y el fuera,
donde llenos de nuestra interior verdad, vamos a buscar a los demás. Soledad rodeada
por la vida. Oscura soledad que busca un ilimitado horizonte.” [16]
NOTAS
1. Frederic Lenoir:
El budismo en Occidente (2000). Barcelona: Seix Barral, pág. 25.
2. Consúltese el
amplio estudio de Thomas McEvilley, The Shape of Ancient Thought (2002. New
York: Alworth Press. Y también el delicioso texto de Pietro Civati, Alejandro
Magno (2004). Barcelona: gatopardo ediciones.
3. Sobre este interesantísimo
asunto remito al clásico libro de Werner Jaeger: Paideia griega y cristianismo
primitivo (1971). México: FCE.
4. Remito a dos libros
importantes Hadot y Finley, respectivamente: ¿Qué es la filosofía antigua?
México: FCE; Democracy,
Ancient and Modern (1973/2018) New Jersey: Rutgers University Press Classic.
5. Una filosofía no escrita,
como la de Sócrates o Buda, por ejemplo, se realiza con la escritura de Platón y
la imponente recolección mnemotécnica del Canon Pali. Véase al respecto el primer
volumen de la Estética del pensamiento, El drama de la escritura filosófica.
Madrid: Fundamentos (1998/2019). Consúltese también la obra pionera sobre la filosofía
y la escritura de Eric A. Havelloc, Preface to Plato (1963), De la gramatologie
de Jacques Derrida (1967) y Les savoirs de l’écriture. En Grèce ancienne (1988), bajo la dirección de Marcel Detienne.
6. Philosophies africaines (2013). Editions Présence Africaine.
7. Aristóteles, Ibid.,
1072b. Véase Miguel de Unamuno:
Del sentimiento trágico de la vida.
8. Metafísica, 983ª.
9. En torno a la historia
y desarrollo de la cultura filosófica en Puerto Rico, consúltese las dos obras seminales de Carlos
Rojas Osorio, Pensamiento filosófico puertorriqueño (2002). San Juan: Isla
Negra y La filosofía en Puerto Rico: los transterrados (2011/2016). Humacao:
Rafael Paulino/Red Caribeña de Filosofía/Universidad de Puerto Rico.
10. Para un recuento
detallado y exhaustivo ver los dos volúmenes citados de Rojas Osorio, así como su
Bibliografía de la filosofía en Puerto Rico (1993) en colaboración con Antonio
Mancilla (1978-1995). San Juan: Isla Negra Ediciones.
11. Lo mismo ocurre,
nada casualmente, en otros departamentos de la Facultad de Humanidades, Ciencias
Sociales y Estudios Generales, que se ha visto obligado a disminuir su programa
académico y su plantilla profesoral. Hay un malpensado intento, por parte de las
autoridades administrativas, desde al menos los últimos veinte años, de desmantelar
la Universidad, sin el más mínimo recato ni reconocimiento de su tradición ni de
su legado. Está claro que este asunto no es exclusivo de la Universidad de Puerto
Rico sino que tiene una dimensión mundial y afecta, sobre todo, a las instituciones
educativas en Iberoamérica, pues no hace más que responder al avasallamiento de
la lógica del capital y su promoción universal de la ignorancia.
12. María Zambrano:
Isla de Puerto Rico. Nostalgia y esperanza de un mundo mejor (2017). Madrid:
Vaso Roto, pág. 68.
13. Léase al respecto
el singular y vibrante texto poético, teatral y filosófico de Giannina Braschi,
The United State of Banana (2011). Las Vegas: Amazon. Hay una traducción
al español de Manuel Barranco también en Amazon: Estados Unidos de Banana
(2016).
14. Ibid.
15. Aludo aquí al título
del hermoso y acertado del libro de Arcadio Díaz Quiñones, La memoria rota
(1993). San Juan: Ediciones Huracán.
16. María Zambrano, Ibid., pág. 44.
FRANCISCO JOSÉ RAMOS. Es doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y realizó estudios posgraduados en la Universidad de París VIII (Vincennes). Es autor de una obra filosófica en cuatro volúmenes. Los primeros tres han sido publicados bajo el título genérico de Estética del pensamiento (Madrid, Editorial Fundamentos): El drama de la escritura filosófica (1998/2019), Estética del pensamiento II. La danza en el laberinto (2003), Estética de pensamiento III. La invención de sí mismo (2008). El cuarto volumen se titula La significación del lenguaje poético (Madrid, Editorial Antígona, 2012). Autor también de una obra poética publicada hasta ahora en dos libros: Cronografías (Barcelona, Editorial Atlántida, 1982) y Erothema (Madrid, Editorial La Palma, 2017). Ha editado el libro Hacer:Pensar. Colección de escritos filosóficos (San Juan, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1992). Colaborador del internacional Diccionario de Hermenéutica (Bilbao, Universidad de Deusto, 1997), ha publicado artículos, ensayos y poemas en revistas, catálogos, antologías y sitos en Internet. Ha sido miembro fundador y presidente de la Sociedad Puertorriqueña de Filosofía y Catedrático de Humanidades y Filosofía en la Universidad de Puerto Rico (1980-2011). Se ha desempeñado en calidad de investigador invitado en la Universidad de Georgetown, conferenciante invitado en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Sevilla, Fundación Carlos Edmundo de Ory, Universidad de Bangkok y Universidad de Beijing. Es miembro numerario de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y miembro correspondiente de la Real Academia Española.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 168 | abril de 2021
curadoria: Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)
artista convidada: Dhara Rivera (Puerto Rico, 1952)
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