sexta-feira, 14 de maio de 2021

MARIBEL BARRETO | Dos rostros y un destino de Renée Ferrer

 


Dos tragedias, un destino común para dos mujeres cuyo encuentro no es fortuito sino planeado por la perversidad de una mente siniestra.

Renée Ferrer con una técnica fragmentaria va narrando la vida de Gjulisca, la joven gitana que encuentra a Hannah, la judía, también prisionera en el campo de exterminio del régimen nazi para hacerse amigas y confidentes.

La novelista entra en el laberinto existencial de las prisioneras de Auschwitz-Birkenau, en la discontinuidad desde una multiplicidad de enfoques narrativos y con una representación verbal sin retórica, pero con recursos como la ironía, la incongruencia, el enfrentamiento de lo absurdo con lo absurdo, logrando no solo quebrar los hábitos mentales de la linealidad narrativa sin cronología precisa para convertir la novela misma en un instrumento de exploración metafísica con el fin de llegar a mirar el mundo gitano y el mundo judío a través del ojo de sus dos protagonistas, para alcanzar la visión de una nueva realidad a la vez más mágica y más humana, con la habitual lucidez a la que nos tiene acostumbrada Ferrer como historiadora y novelista.

La novela muestra una aparición, la de superar falsas dicotomías, falsos prejuicios, erróneas conclusiones que aíslan de la autenticidad, las historias desde adentro, que se producen desde el encierro, el aislamiento dentro de los muros y las alambras, lo cual nos hace mirar a los lectores dentro de la oscuridad de los muros, en vez de observarlas desde los exteriores, fuera de las alambradas.

Recorremos los patios, los pasillos, los sótanos y las mazmorras, no como simples observadores o como indiferentes cronistas, con visiones fugaces, sino como participantes de un drama violento y cruel, de la tragedia provocada para aniquilar tanto a gitanos como a judíos; Esta conciencia de estar sometido como lector de cambiantes narradores que la autora consigue unificar, en ese intercambio del yo narrador con el lector para que este adquiera las 9precisiones, las comprensiones que el lector cómplice siente desarrollarse dentro su conciencia ¿ Cómo lo logra la novelista? Barajando los múltiples puntos de vista narrativos, Hannah anclada en su pasado, su casa de la infancia, extensos monólogos para rememorar su época feliz, los días anteriores al nazismo, la presencia de sus padres, los días deslumbrantes de su dicha. Otras veces, cambia la técnica narrativa, impulsa un viaje a la conciencia en sí, los sueños no sueñan, recuerdan como en duermevela, ensoñación de momentos felices, otras veces, sobresaltan con tristes recuerdos, como cuando rememora el momento en que es arrancada del seno del hogar, expulsada de su ciudad y tirada en el interior de un vagón atestado de prisioneros judíos, llorosos, sonñolientes, hambrientos, despojados de sus pertenencias, separados de sus afectos, aislados de sus seres amados.

Otras veces, describe la ciudad. La ciudad también tiene un inconsciente escondido, ligado a Hannah, una conciencia escondida que Renée bucea para encontrar el alma de los judíos, sus creencias, su arte y hasta su espiritualidad. En ocasiones Hannah, dialoga con ausentes para explicar el derrumbe financiero de su padre, sus amigos y las antiguas fortunas.

En cambio, para presentar a Gjulisca utiliza el colorido, pero sin llegar al pintoresquismo, sino describe la vida de este pueblo nómada y lo hace con humanismo, con compasiva hondura, rompiendo el falso maniqueísmo para juzgar a la gitana, justo o injusto, haraganes o rateros para revestirla de sentimiento, de misericordia y de benignidad.


Pero contiene además flash-backs, que nos lleva a la época en que la gitanilla, cuenta los esfuerzos de generaciones perseguidas, acosadas, expulsadas, para tratar de romper el círculo de agresión, aunque su historia seguía siendo una historia de fantasmas que se mudan para aparecer o desaparecer, increíble y absurda, quizá porque no concluye nunca

Gjulisca es analfabeta, proviene de un pueblo analfabeto, libre, fuerte y rebelde que no se somete a las leyes de los pueblos que habitan, sus costumbres que no se dejan influir por creencias extrañas. Las mujeres gitanas vaticinan el porvenir, no necesitan leer en papel, leen las líneas de la mano “para qué escribir como tú, si yo puedo leer el futuro en las líneas de mi mano sin mancharme de tinta (78)

La gitana y la judía vieron pasar los días dentro de la barraca, esperando la muerte, mientras con la llegada del tren, nuevas partidas de prisioneros judíos desconocidos eran llevados rumbo al infierno, algunos gritaban, vociferaban mientras se acercaban los guardias para depositarlos a los golpes en las barracas donde les asignaban un camastro, el plato y la cuchara de latón. El espectáculo del patio ya se hace rutinario, largas filas de hombres y mujeres cadavéricos, niños amarillentos, desgreñados y sucios eran arrastrados hasta la cámara de gas. El sufrimiento de Hannah y Gjulisca no tiene fin, zafando la vigilancia, o escondiéndose a diario para evitar ser llevadas a los crematorios, pasaban los días con un mendrugo de pan al día y un poco de agua, las noches, acurrucadas sobre el sucio camastro. Algunas mujeres maduras o ancianas se desvanecen, los que protestan son acallados con un tiro en la nuca o en la cabeza. Los demás quedan al cuidado de los mastines amaestrados. Es tristísimo ver mujeres o niños implorando agua o pan. Hay prisioneros que se matan antes que ser llevados al laboratorio.

Gjulisca se imagina como los carromatos huyen por los caminos polvorientos pero son alcanzados por la SS, pero su pueblo resiste con estoicismo, no gritan ni se lamentan, mueren con dignidad.

El sueño huye de las amigas que ven llegar a mujeres ultrajadas, otras no vuelven, ya están mirándolas desde la otra orilla, desde la eternidad.

Cada una piensa en el mundo del ayer que ya no vuelve. La técnica del fluir de la conciencia que emplea la novelista es aterradora, convierte a las jóvenes amigas en piltrafas que se revuelcan para encontrarse con sus pueblos extinguidos, sus familiares asesinados, sus padres y hermanos son fantasmas que se pierden entre las brumas de la madrugada. Ambas tienen amores, cuyos besos y caricias son ilusiones que flotan en el humo que sale de los crematorios.

Las descripciones son atroces, crueles, inconcebibles, Renée nos demuestra como la mente humana diabólica puede concebir el mal para destrozar a otros seres humanos y allí permanecen sin comida ni abrigo, soportando la rutina de los trabajos forzados.

Los diálogos en voz baja o en los baños repiten los peligros y los castigos, son diálogos directos, que la autora los suspende sin completar la idea, como productos de mentes enfermas, espíritus alterados, debilitados, desafiando los riesgos en las escapadas nocturnas por los patios desiertos.


Gjulisca defiende con pasión la causa del pueblo gitano como olvidado de la historia que no testimonia el sacrificio y la desaparición de miles de ellos para que el mundo callara tal lo presiente la gitanita que muere una noche, sin hacer historia y queda la amiga que se mantiene en silencio pensando en lo que le susurró esa noche su amiga “ mi pueblo no sabe escribir, nadie contará nuestra historia, el mundo no conoce nuestro idioma, nadie conocerá nuestro tormento, ni la desesperación de nuestro pueblo.”

La escritora formula protestas en defensa de los gitanos cuando Gjulisca pide a Hannah. “Solo tú puedes dar a conocer nuestra historia. Nadie lo hará si no. Nadie queda ya para dar testimonio de que las cenizas derramadas de Birkenau son también las nuestras” (233)

El dialogo de las amigas no es tal, solo habla la gitana que expone a la amiga que la escucha sin responder, sobrecogida por el dolor y la angustia de sentir la presencia de la muerte que ronda día y noche y se puede sentir y oler su presencia en el humo de los crematorios que exhalan ese olor picante de restos humanos.

Renée Ferrer trabaja muy bien el plano psicológico, teje la certidumbre de los sentimientos con hondura, las penas, las angustias, la nostalgia irreprimible, las horas de vigilia la rebeldía aplacada con lágrimas de impotencia.

La soledad compañera del abandono, el silencio que oculta la vergüenza de la frustración ante las repetidas violaciones como negación de lo ocurrido. Que mejor que la alternancia de narradores para describir la bestialidad del opresor, las masacres a raíz del fanatismo y las desdichas de los reclusos en el gueto.

Otro acierto de Renée Ferrer es pintar el estado de enajenación emocional de Hannah, su mudez o las palabras sin sentido que murmura y su mente como girando en un mundo perdido que le enturbia los sentimientos y le ensombrece la mente, tratando de enlazar los hilos sueltos de su memoria, es decir un estado de evasión que la deja como suspendida en el vacío luego de la muerte de su amiga. Otro estado psicológico de los prisioneros es el vacío producido por el agotamiento y la fatiga.

La desesperanza que aniquila las mentes, los olvidos antes de enfrentar la cámara de gas.

En cuanto a padecimientos físicos no solo el hambre y la sed en los estómagos vacíos que producen el desfallecimiento de las víctimas en cada jornada de terror ante las agresiones.


Las alucinaciones son cuadros de desvaríos de la imaginación que Hannah sufre ante el terror de no salir con vida y de repente hasta duerme caminando.

En el aspecto político la novela desnuda la ideología del nazismo y la condena desde los discursos del Fuhrer que enardece a las multitudes decidido a limpiar Alemania de cualquier otra raza impura que contamine la genética aria.

El partido nazi decide poner fin al pueblo gitano, a su magia, sus embrujos, su rapiña y a los judíos pueblo trashumante, desperdigado por el mundo, aunque forma, una comunidad aún en la diáspora.

En el lugar donde estén permanecen fieles a su fe y a una religión que viaja con ellos a través del tiempo y del espacio geográfico donde se instalan. Las SS dinamitan sus pueblos, llevándose a todos prisioneros.

En el último capítulo llega la liberación mediante el Ejército Rojo que finalmente libera a Auschwitz-Birkenau, dentro de un marco histórico fechado al comienzo de 1945, marca el final del conflicto los prisioneros se ven libres, el poder nazi se desploma, llegan los soldados y salen los espectros humanos, los sobrevivientes sin fuerza, emprenden la marcha sin destino, enajenados y famélicos, muchos dejarán sus huesos en los caminos.

Es una obra de excelencia por su argumento, por las técnicas narrativas empleadas por la autora, por su significado ideológico, por su clamor humanitario, por la defensa de la libertad y el respeto a la vida y porque condena el exterminio sin sentido de millones de seres humanos por las atrocidades en una época de caos dominada por el bestial exterminador. Esta novela es la obra maestra de Renée Ferrer y merece trascender las fronteras para viajar por el mundo literario internacional.

 



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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 170 | maio de 2021

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