segunda-feira, 13 de setembro de 2021

FIDELIA CABALLERO CERVANTES | Al joven poeta primero lo inflan para ‘luego pincharnos el globo’: Claudina Domingo



‘Cada vez es menos necesaria una mafia literaria, es un peso que un joven creador se echa inútilmente a los hombros’, dice la ganadora del premio Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer en 2012.

Le hablé por teléfono a Claudina Domingo para realizar la entrevista, previo acuerdo de día y hora exacta. Me contestó una joven vivaracha y excelente conversadora, nacida en la Ciudad de México el 8 de septiembre de 1982, poeta, narradora y ganadora de la beca Jóvenes Creadores del fonca en tres ocasiones. Escribe para El Financiero y hace reseñas para el suplemento Laberinto, Letras Libres, entre otros.

Sobre aquel polémico tema de la “infantocracia” y la “gerontocracia” en el medio literario en México, Claudina nos lanzó una respuesta bastante ingeniosa: “Más bien, yo creo que existe la tierra de nadie, que va desde que cumples 35 años hasta que cumples 70, es así como un páramo”.

“Una vez nos decía un amigo narrador, ‘a todos nos inflan cuando sacamos nuestro primer libro, para luego pincharnos el globo’, y creo que hay algo de sentido en eso, creo que es un gremio que tiende a halagar y alabar al joven poeta o al joven narrador en su primer libro y después, en libros posteriores, empiezan a ver todos los peros, todo lo feo, todo lo chueco y el propio medio que lo levantó lo empieza a tirar, y en ese sentido puedes pensar que sí hay algo de gerontocracia.

“Puedes pensar que esa tendencia a menoscabar o a buscarle todos los peros, que además nadie le vio al joven poeta o al joven narrador, aunque siga escribiendo igual que cuando empezaba a escribir, o mejor, y todo eso de verle la sintaxis chueca, puede ser una tendencia gerontocrática; no dejar llegar a ese joven escritor a ser reconocido, a quien primero se alabó tanto. Entonces, yo sí veo ese fenómeno, pero creo existen ambas cosas”.

“En la gerontocracia hay pocos y en la infantocracia hay muchos; todo el que publique su primer libro de poesía o narrativa, es la gran promesa; si no te dicen que eres la gran promesa, ya empezaste mal, ¿no? (risas)… Pero de ahí, de esa cromada que te ponen con tu primer libro, a que te sigan respetando en tu época más fértil, en tu época donde más produces, que es, digamos, tu edad madura como escritor, hay una gran distancia”, explica Claudina, quien fue nombrada “escritora emergente del año” por la revista La Tempestad en 2011”.

¿Critica? ¿Cuál crítica?

“En este medio mexicano la crítica literaria es muy poca, no se ejerce o cada vez se ejerce menos en México, y te puedo decir que entiendo por qué, yo escribía crítica de poesía y me pasó que me tardaba un montón en escribir una reseña y era un pago muy pobre, y luego después me odiaban por lo que escribía, entonces dije, “¿qué estoy haciendo”?”, me dice entre risas.

– ¿Qué cosa es la poesía mexicana?

– Me costaría mucho trabajo decir que sólo pasa en la poesía mexicana, pero noto que más los mexicanos que los latinoamericanos, tendemos a escribir libros de poemas, más que escribir poemas individuales; bueno, integramos libros de poemas y en ese sentido sí hay un poema individual, pero tendemos los mexicanos a hacer… bueno, quizá deba decir que es mi caso también, plantearnos un proyecto, un tema, un asunto, un estudio de cierta naturaleza y en torno a él generar una serie de poemas y una estructura.

“Se ha dicho que la poesía cada vez es más conversatoria y es más narrativa, más prosaica; yo creo que sí, pero de todas maneras sigue siendo muy fuerte en México el gran despliegue de recursos, de imágenes, de metáforas, de símiles; pues claro, tenemos entre nuestros ancestros literarios a López Velarde como un gran generador de imágenes y metáforas; y a Pellicer, por supuesto.

Domingo tuvo un problema de salud relativamente delicado, había estado en el hospital tres semanas cuando empezó la pandemia. “Entonces yo salí de mi cuarentena cuando entró la cuarentena, entonces sí me deprimí, porque dije, “no puede ser”, ¿no?”, me platica divertida. “Y sí hubo unos meses en que estaba muy encerrada, no paranoica, pero sí encerrada, y después vi que, bueno, a ratos uno tiene que cuidar la salud física lo más que puede y a ratos hay que cuidar la salud mental.

“Últimamente salgo a correr, con las medidas precautorias, porque ya era una necesidad. Uno piensa que es perfecto tener una cuarentena para ponerse a escribir, pero no. A mí me gusta mucho pensar en lo que estoy escribiendo mientras camino, me gusta caminar, le da a mi proceso creativo, le otorga algo, se me ocurren más fácilmente soluciones a problemas que tengo en un relato, en una novela.

La noche en el espejo

“Yo voy cambiando mi proceso creativo de un libro a otro. Ahorita me levanto muy temprano, cinco o seis de la mañana, a escribir, porque a esa hora no hay distractores. Cuando escribí Tránsito también me levantaba a las cinco. Las enemigas lo escribí como a mediodía. La novela la escribí en todos lados, en cafés, en…”

– La novela es recién, ¿verdad?

La noche en el espejo, salió en septiembre.

– ¿De qué trata?

– Es una especie de rescritura de Alicia en el país de las maravillas, pero no es para niños. La protagonista va haciendo una especie de recorrido en una biografía onírica. En algunos casos no es tan fantástica, es muy parecido a la realidad, hay diferentes tonos en cada capítulo, pero todo esto conforma la psicología del personaje, y de alguna forma cada lector puede adivinar cuál es la vida diurna de este personaje, o cual es la biografía de esta protagonista con base en sus sueños, aunque ella no sabe que está soñando. Para mí fue plantear una discusión sobre la identidad, mi personaje no tiene clara su identidad nunca, y tiene una serie de descubrimientos que todo el tiempo se ven contrariados con otros descubrimientos sobre quién piensas que es ella.

– ¿La consideras una novela fantástica?

– Lo que ocurre es que como no todo es desmesuradamente fantástico y hay algunos ámbitos que se pueden parecer a la Ciudad de México, es ambiguo qué tan fantástica es, la considero onírica, más que fantástica, surrealista.

Claudina ganó el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada en 2012 con Tránsito. También el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen en 2016 con Ya sabes que no veo de noche y su obra se ha incluido en las antologías 20 años de poesía. Jóvenes creadores del fonca (Conaculta, 2010); Antología general de la poesía mexicana: poesía del México actual, de la segunda mitad del siglo XX a nuestros días (comp. Juan Domingo Argüellles, Océano, Intemporales, 2014); México 20: La nouvelle poésie mexicaine (Jorge Esquinca, Tedi López Mills, Myriam Moscona, Castor Astral/Secretaría de Cultura, 2016) y Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas 1964-1985 (Rodrigo Castillo, Vaso Roto, 2017).

Conquistas culturales no son privilegios

– ¿Cómo ves la administración cultural en este sexenio?

– El partido ahora en el gobierno fue claro en campaña, que iba a haber una política de austeridad, y en ese sentido me cuesta trabajo creer que mucha gente lo encuentre como sorprendente. Yo no sé por qué resulta sencillo considerar las conquistas culturales ganadas como privilegios, en realidad este es un país en el que la comunidad artística ha luchado muchísimo por sobrevivir.

“Llevamos muchas décadas en crisis y apoyos como las becas han ayudado a paliar el hecho de que, además en México, el trabajo cultural es muy menospreciado y es muy ninguneado, o sea… y en ese sentido varía mucho de un estado de la federación a otro, de una instancia federal a otra”.

“Hay estados de la federación en los que sí te pagan, sí te reconocen tu trabajo como tallerista o como jurado. También en la iniciativa privada, sobre todo en el ámbito cultural, el trabajo es subpagado. Por ejemplo, una reseña te lleva una semana, no trabajando ocho horas al día, pero es una semana de trabajo intelectual y te la pagan en mil quinientos pesos; si piensas que nada más vas a vivir de reseñas, tendrías que sacar una a la semana para malvivir. Y es generalizado, no sólo tiene que ver con la administración pública, el trabajo cultural en México, no sé, yo tengo la impresión de que está un poco “glamourizado”, para bien y para mal, pero sobre todo para mal porque, como que se llega a pensar que el escritor es propietario de grandes hectáreas o que vive de sus rentas o que todo el tiempo tiene becas”.

‘Yo no he visto un tema de opacidad’

– Entonces, ¿te ha parecido que la repartición de becas ha sido justa?

– Yo entiendo que se haya hecho una generalización de treinta años, de lo que no se habla es que, a medidos de la década pasada, por ahí por el 2014, entre el 2013 y el 2014, la estructura del fonca cambió mucho, entonces se hizo todo un sistema en el cual se insaculaba a los jurados, luego ya no era específicamente Letras, se dividió en narrativa, después específicamente en cuento, novela, poesía, si tú te fijas en esos últimos años, digamos de 2014 a 2019, había ya una gran variedad de creadores en Sistema Nacional de Creadores de primera ocasión.

“En esta última pasada fue de sesenta por ciento el ingreso de nuevos creadores al sistema. Había una mayor variedad, tanto de jurados como de ganadores, y estoy hablando de los últimos siete años, pero si haces una generalización de los últimos treinta años, sí puede parecer que había muchos nombres repetidos. Pero lo que dijimos nosotros, muchas personas que defendimos al fonca hace dos años, más o menos, era que en los últimos años se había hecho un esfuerzo, por un lado, para transparentar las formas de operación y, por otro lado, que ello derivara en nuevos ingresos, sobre todo en el Sistema Nacional de Creadores, porque en Jóvenes Creadores es más fácil tener un primer ingreso. Por ejemplo, cuando yo he sido jurado, te quedan las carpetas, las carpetas son información pública. Entonces, los últimos años, yo no he visto un tema de opacidad.

Siempre hay alguien que vive peor

– En ese sentido, ¿qué tan responsable es el Estado de sus artistas?

– Yo creo que estamos acostumbrados en México a que siempre hay alguien que vive peor, y como siempre hay alguien que vive peor que uno, siempre parece un ejercicio de soberbia de parte del creador quejarse, pero lo que ocurre es que, por un lado, la cultura en México ha tenido muchos tropiezos para convertirse en una industria de consumo, no hay una tradición de que leer sea algo que entretiene tanto como la tele, o que ir al teatro sea algo que entretiene, o comprar arte, en las clases más favorecidas; entonces, como no existe esa tradición de consumo cultural, extensa o extendida, ha quedado mucho en manos del Estado proveer al artista, apoyarlo, no dejarlo en una situación paupérrima.

“Ahora, han cambiado mucho las instituciones (supongo que esto alguien lo ha estudiado o alguien lo está estudiando), sobre todo en las últimas tres décadas, y antes los colegas escritores tenían la oportunidad de entrar a las universidades, antes se abrían más plazas, se abrían universidades, bueno, recientemente se abrió la uacm, pero en general cada vez se abren menos universidades y en las existentes no hay plazas de profesor investigador, que era un camino para escritores, para sostenerse a la par de su trabajo literario, se ha acabado. Yo tengo colegas de mi edad, treinta y tantos, cuarenta, que tienen sus doctorados y no pueden tener una plaza en la universidad. Yo me salvé de eso porque yo no estudié (risas), me salvé de esas frustraciones, ¿no? (risas)… pero yo veo que es muy frustrante…”

La frustración y el fracaso

– Ha de ser más frustrante para ellos que para ti, ¿no?, porque ellos estudiaron.

– (Risas)… Sí, pues.

Claudina Domingo no tiene, actualmente, un trabajo de oficina, cosa que, sospecho, agradece. Sigue recibiendo la beca del Sistema Nacional de Creadores y se dedica aparte a dar talleres de narrativa y, eventualmente, la llaman para ser jurado en los concursos nacionales de poesía y narrativa. Y para ella, el escritor en general está un poco identificado con la melancolía y la egolatría, sobre todo el poeta.

“Seguramente hay una sensibilidad y hay una forma de manifestarla que va a través de las palabras, que deben ser muy características, quizás en términos neurológicos, y no sé si ello en sí lleve a estados de depresión o de ansiedad, que son estados muy comunes para un escritor, y yo supongo que son tan comunes porque enfrentas una gran probabilidad de fracaso cada vez que escribes”.

“Sentarte a escribir es enfrentarte a una posibilidad de cincuenta por ciento de fracaso, y en ese sentido es distinto ser creador a ser un profesional de edición, por ejemplo; como editor ya tienes un buen conocimiento de tus herramientas editoriales y tienes experiencia, sabes que te puede costar mucho trabajo, pero enfrentas solo un diez por ciento, un veinte por ciento de fracaso, como escritor enfrentas la mitad”.

Sobre a quienes considera los protagonistas de la poesía mexicana contemporánea, Domingo me expone: “Fíjate que es una pregunta difícil porque algunos pueden ser muy protagonistas y no necesariamente tener ni siquiera muchos libros publicados, ¿no?”, y escucho su risa contagiosa del otro lado del teléfono y reímos. “Tedi López Mills es una lectura… no puedo decir que obligada, pero es una lectura muy interesante. Está Francisco Hernández, Christian Peña; una poeta muy buena, que no necesariamente es muy protagonista, Claudia Berrueto; también está Nadia Escalante, Myriam Moscona. Se me están escapando muchísimos nombres”.

Libros publicados: Miel en ciernes (Ed. Praxis, CDMX, 2004); Tránsito (Fondo Editorial Tierra Adentro, CDMX, 2011); Ya sabes que no veo de noche (Editorial Atrasalante, Nuevo León, 2017); Las enemigas (narrativa), (Ed. Sexto Piso, 2017); La noche en el espejo (Ed. Sexto Piso, 2020).

Las mafias y las herencias

Claudina considera que el mayor miedo de un escritor es no terminar un texto, dejarlo trunco, que no sirva o que simplemente no salga.

“Lo que asusta a un escritor es que, no importa cuanta experiencia tengas, siempre enfrentas la posibilidad de no poder escribir el libro que quieres escribir o escribir un mal libro. En ese sentido, digo que un escritor profesional está menos arropado por su experiencia que un profesional de otro tipo”.

– Eres hija de Juan Domingo Argüelles, ¿qué tanto pesan los apellidos en el medio?

– ¿Qué tanto pesa un apellido? Creo que esa pregunta son dos preguntas: ¿qué tanto es una llave maestra y qué tanto le pesa a uno? El que sea una llave maestra, que no ha sido enteramente así, sobre todo por una razón: mi papá nunca ha pertenecido a una mafia o a un grupo literario. Nunca existió, sobre todo en los inicios de mi carrera poética, el aliciente de otros poetas o escritores de beneficiarme, porque no había un círculo o una cadena alimenticia que beneficiara a los demás, porque no contaba yo con el apoyo de una mafia.

– Que puede ser ventajoso o desventajoso, ¿no?

– Pues es ventajoso moralmente y es ventajoso a la larga, porque, además, cada vez es menos necesaria una mafia literaria, la verdad, cada vez es más un peso que un joven creador se hecha inútilmente a los hombros, porque una vez que estás en una mafia es complicado salir, tienes que romper con la mafia, tienes que pelearte, todo mundo sale herido y humillado.

“Probablemente sí había personas que decían, “ah, mira, vamos a leer a la hija de Juan Domingo”, pero, no sé, no fue tan llave maestra, por esta situación que te comento. Y hay gente que, si le cae bien tu papá, le caes bien, y si le caga tu papá, tú le cagas también, ¿no? (risas)… Yo no necesité padrino ni madrina, y mi nombre no le decía nada a mis editores, porque hay que considerar una cosa, Juan Domingo Argüelles se apellida Argüelles, yo me apellido Domingo… (risas)…

El asunto del peso como algo simbólico es fuerte, porque ni siquiera Villoro se ha salvado de ser comparado con su padre.

“Yo a estas alturas (este año cumplí 38 años), ya no me esfuerzo en disculparme, en explicarme, porque no sabes cuantas veces, tanto poetas como narradores, me han dicho, “para ti fue más fácil porque tienes un papá escritor”, “para ti fue más fácil tal cosa, porque tenías una biblioteca”; entonces, en ese sentido, he perdido mucho tiempo disculpándome… En otra vida encarnaré en otro lado, muy lejos de un papá escritor, esta vez ya no hay nada que hacer, ya es muy tarde”, finaliza Claudina entre risas que comparto.

Y me despido de una escritora vivaz, encantadora e inteligente, pero, sobre todo, divertidísima.


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