LFC | La calle siempre me ha fascinado,
decía mi madre que la primera palabra que aprendía decir era calle, pero no para
hacer silencio, era la boca abierta al afuera, a ese mundo ignoto de lo que no estaba
encerrado entre las paredes de una casa. He creído que las calles se hicieron para
hablar y no para callar, el ágora de lo público, el sobresalto, la historia que
rueda literalmente entre transeúntes, el jolgorio del barrio y los murmullos de
ciudad.
Cuando inicié este poemario, entre esquinas,
era la incitación a ver la ciudad, tomado nota, haciendo diálogos, buscando palabras
del diario vivir para hacerlas explotar como crispetas saladas en el escenario de lo urbano, que es mi sitio aun
así ame el campo, lo rural, pero sigo siendo un callejero, una transeúnte de ciudad.
OJGH | ¿Qué
tiene de los indicios, de los símbolos y los sueños de su interés e inclinación
por el movimiento surrealista y qué no?
LFC | El libro es un estado entre
el sueño, el azar, los escombros mentales, lo que queda de pacientes raspados imaginarios,
la terquedad, la osadía, un amor sin ataduras, el deseo como pasión imantada de
manifestarse, de dejar de ser preso, me expreso, me la juego, en esa expresión de
los encuentros fortuitos, la amistad entre el muro y la ventana, entre la esquina
y la “gallada”, ese mundo de acertijos y de coordenadas que se nos brinda cuando
se es un andariego con ojos de desnudez. Creo que en ese sentido hay una gran afinidad
con el surrealismo, más no desde la ortodoxia, nada de dogmas, nada que me haga
sentir empotrado en una escuela, mi cercanía es por afectos, admiraciones, actos
de libertad más que por adhesiones y astados de acolito. Ni prosélito, ni predicador
a ultranza, sólo vivir en poesía como una lúdica necesaria para resistir en esta
vida.
OJGH | ¿La
poesía y la prosa, podríamos decir, en su forma, se evidencian aquí como un arte
de la combinación (ars combinandi), por qué recurrió a hacerla?
LFC | He escrito poemas de los que
se ha llamado en verso, versos libres y esas cosas, más lo de la “prosa” es lo menos
prosaico. Se me fue arrimando una manera de escribir donde el relato, si es que
se puede llamar así, aparece fosforescente, inaudito, salido de un estado automático
muchas veces, y así se van llenando cuartillas de Cuartas, hoja por hoja en un frenesí,
a ratos quiero corregir, tomar nota, rayar, borrar frases, más muchas veces hago
breves toques, salto de un lugar a otro, juego, me divierto, que es una manera de
verter, de propiciar una multiplicidad de formas vivas en la palabra fluida y sin
pretensiones de clasificaciones o encuadramientos. Divertirse en muy distinto a
entretenerse, di-verter es verter, converger, fusionar, engendrar, un eros exquisito
en la acción, entre-tener, es aislar, esta uno detenido, tenido para ser más claro,
ajustado a una a manera de gastar el tiempo, de pretender ser entre-tenido en los
barrotes de una lúdica inyectada, prefabricada y sin sueños.
OJGH | ¿En
qué medida estableció su temperatura de la observación, para extraer de la realidad
de la vida del barrio Moravia, los textos que incluye en este libro?
LFC | El libro no habla sólo de
Moravia, el basurero, el bosque de la
Independencia o Jardín Botánico, ni de Miranda, Campo Valdés, La Esmeralda, Palermo,
Berlín, Bermejal, San Isidro, La Piñuela, la Arboleda, entre otros sectores de ciudad
Comuna Cuatro, no pretendo hacer crónica, dejar una memoria de anécdotas o circunstancias
de paso, para “retratar” personas; el libro no retrata, trata, establece un trato,
un dialogo de metáforas y de signos con las calles. Es obvio que donde he vivido
por tanto tiempo, salen páginas donde se mencionan lugares exactos, calles perplejas,
amores vividos, palabras sentidas, lluvias y escándalos, fuego y sexo, humo y cervezas
donde uno ve pasar la calle hablando, como si brotara de cada paso dado una palabra.
OJGH | ¿Desde
qué base mercurial narrativa como historiador se apoyó usted para relatar las historias:
son historias de historiador o no?
LFC | Soy historiador de la Universidad
Nacional de Colombia, más algo queda incierto, la literatura es mi condición, vago,
en el sentido estricto, vagancia de errabundo entre la historia y los sueños. Vivencias,
postres de palabras que me han obsequiado en conversaciones de cafetín, besos robados
en los buses, algebra de párvulos entre las líneas de un cuaderno y los piropos
untados de chocolatina. Voces ministeriales de las mamás mandando a pulmón libre
sus gritos y estrujones, loras cansadas de ser loras de jaula y se convierten en
profesoras de gramática, niños que juegan balonazos con la luna y se levantan cansados
de ver ángeles desnudos en las pantallas del tedio. Todo eso lo alcanzo a ver, lo
miro, lo degusto, me deleito, no añado cansancio a los cansancios, sólo salgo con
mi maletín de notas, mi boligrafa de antojos, mis oídos de cancionero barrial, mis
manos temblorosas sobre el césped de un matorral de abrazos, creo que me he convertido
en un coleccionista de asombros, en un estado de alteridad constante, por eso no
me veo como un historiador en el sentido estricto, ni como un narrador lineal, es
algo así como un calidoscopio que se mueve entre cerebro y vías, entre piel y sueños.
OJGH | ¿Dada
la ciudad en la que vivió este libro, qué es lo que aquí, desde esta comunidad en
formación y eclosión le interesó más relatar?
LFC | Esta ciudad este signada por
la violencia y el amor, por la tragedia y el juego, por la estupidez y la inventiva,
por el erotismo y la pornografía, por el sexo y su caricatura, por el miedo y la
valentía, y tomo estos conceptos no como dicotomías sino como encuentros entre sí,
en diálogos de circunstancias, escenarios donde muchas cosas pasan y muchas veces
creemos que es un “pasar de naderías” hasta el agotamiento de los días. No hay relato,
hay excavaciones, murmullos, decires, angustias, peroratas, miedos, amores, como
un escenario de iniciaciones y de olvidos, de reencuentros y de ausencias.
OJGH | ¿Usted
también se ha relacionado con el teatro, considera que aquí la ciudad se hace teatro
y teatral a su insaciable mirada?
LFC | Todo se ha teatralizado sin
darse cuenta, hay teatro de los acontecimientos, puestas en escena de actos públicos,
vociferamos como en tele novela, hacemos dramas innecesarios, jugamos a ser y no
ser, nos desnudamos de memoria en un acto simpe de cumplir un pacto con un “otro”
que tampoco nos ve, se nos asemeja y nos reproduce en una imagen inventada, puro
teatro de mascaradas. Más en todas esas escenas, está el cultivo vivo de las cotidianidades,
la forma de resolvernos en ese nosotros que es el otro y nadie, que es nuestro personaje
inventado y el que es narrado por el “otro”, somos ese tejido de superposiciones,
la pasta hojaldrada de las vivencias. Yo he vivido el teatro desde infancia, he
personificado al cura, al loco, al descabezado, al ruin, al amante y al solitario.
Creo que el libro es una polifonía amorfa,
sus personajes se ven pero no se identifican de un solo girón, están ahí, en sus
cantigas, en sus voces, pero no se delatan, no se hostigan, conviven en sus páginas.
OJGH | ¿Dónde,
cómo y para qué usted se involucra con todos los sentidos y en todos sentidos, con
lo intersticial, los incidentes, lo no evidente y por qué?
LFC | Un libro como este no es un
re-corrido, es un acto sinuoso, sin límites a pesar de lo breve, no pretende, como
ya lo he dicho antes, ser una crónica, son sólo vestigios, entreactos, juegos de
acercamiento, indagaciones, la evidencia no está en lo que se dice sino en lo que
se pueda sentir del texto, esa sensación que queda después de caminar varias calles
y encontrarse uno con una multiplicidad de actos que te han rayado, coartadas y
desvaríos, como la biografía donde hemos puesto nuestro cuerpo a andar.
OJGH | ¿Es
usted también caminante, hace su tarea desde allí en medio de la naturaleza, en
esta otra naturaleza, la ciudad cómo se hace su caminar y para qué?
LFC | El acto de poner nuestros
plantares sobre el mundo, de echar a caminar, nos hace humanos e plano sentido de
la palabra, somos transeúntes, somos eso que hemos caminado. Camine y vamos, dicen,
bien se dice, caminar aun sea solo es un acto colectivo, se anda entre vivencias,
se recorre la biografía, se hace una geografía con cada paso dado, se hace una topogenesis
de nuestras vidas caminando, el ser humano evoluciono en la errabundo, en la búsqueda,
los estados sedentarios generan encierros, murallas, oficinas, abulia, la capacidad
de errantes nos hace sacerdotes de todos los vinos. En poco tiempo mi condición
errática me ha dado por conocer paisajes, caminos antiguos, pueblitos de Colombia,
parajes, villas, veredas, ríos, desiertos, alta montaña, valles, selvas, más uno
, tal vez como lo diría mejor Kavafis, uno lleva su lugar de origen en la espalda,
fuera a donde fuera, yo nací entre calles, entre asfaltos, entre casas derrotadas,
tapiales que poco a poco se iban perdiendo, más uno es de un mundo abierto, todos
somos agro descendientes, somos vecinos de lo rural y nacimos muchos de nosotros
cerca una factoría urbana, esa es nuestra naturaleza, u a hibridación entre tradiciones
y modernidades, entre lo caduco y lo innovador, entre la belleza de lo común y la
crema de la teorización, somos mezcla, amasijos, estruendos recortados, alusiones,
insinuaciones, ribetes, bordes, desbordamientos, zanjas, grietas, somos seres tras
mutantes, transeúntes, eso de algina manera debería quedar en los escritos…
OJGH | ¿Considera
que todavía la historia y el carácter de barrio se mantiene indeleble ante la denominación
de comunas y cuál su perspectiva?
LFC | La Nominación de comunas no
deja de ser muy “esquemática”, algo parametrizado desde las oficinas. En el barrio
real uno no alcanza a percibir donde inicia o donde termina un sector. En lo que
se ha llamado fronteras invisibles no hay líneas pintadas pero si sangre derramada.
Este tipo de convenciones en la vida del afuera, donde palpita un barrio es algo
más poético, cada ser tiene una tía, una abuela, un primo o un amigo en otro lugar,
en un no “lugar” que queda lejos y cerca, se salea visitar a una novia al otro extremo
de la ciudad, se busca juerga y grupos de amistas a kilómetros de distancia, la
ciudad misma pasa del Norte al Sur y del Sur al Norte siendo distinta es la misma,
obreros arrumados en los cajones del metro, van y vienen, ciudad errante y a la
vez anclada, hay un trasteo permanente en la ciudad, de momento nos llenamos de
vecinos nuevos y algunos viejos con la que lo vemos y luego desaparece, al ciudad
derrumbes, la ciudad edificios, la ciudad no mencionada, en el mapa, en la nomenclatura
, la ciudad no suda ni llora ni fornica.
OJGH | ¿Cuándo
determinó que podría hacer este libro y sí hacen o no, a otros temas que usted ha
tratado en otros desarrollos de la formación de su instinto creador?
LFC | Hace dos años inicie este
proceso con mi libro, más esto me ha dado pie para contenerme, para hacer algo entre
la mesura y la desmesura, volver a nombrar. En el momento intento terminar un libro
que es casi como una ópera, se llama Obertura
de Mario Muro, un texto que tiene que ver con la ciudad, son poemas de un ex
presidiario; Mario Muro sale del muro, de la cárcel, de sus calabozos personales.
Hay otro texto que escribo ahora que se llama Nimiedades de otro fondo, palabras que parecen salidas de todo código
poético, evocando la frase de Luis Tejada, sobre la poesía de una zanahoria sobre
un tejado, pues eso trato de hacer, nimiedades hasta el fondo, volver a una simplicidad
con fondo oscuro y profundo, algo que parecería simple, pero que al retomarlo, al
amplificarlo, al verlo en sus resonancias nuevas, se hace mucho más profundo y lucido
de lo que a simple ente vista parece.
Muchas de mis búsquedas ahora van en
ese sentido, ver donde otros no quieren ver o les han negado ver.
OJGH | ¿Este,
podríamos decir, en y para usted que hace collages, es también un libro collage
y por qué sí o no?
LFC | Si, lo he dicho siempre, es
una literatura collage, fragmentos yuxtapuestos, pegotes diarios, noticias de prensa,
gritos de vendedores de calle, bromas de escuela, llanto de esquina, borracheras
de barrio, amistades de asfalto, fiestas de alcantarilla, amores de terrazas, zaguanes
de escondites, voces que nos asaltan en nuestra rutina diaria. Es una literatura
collage, tal vez una manera de acercarse al libro es pensar en esa relación de pegotes
y pegantes, de acciones puestas en un azar maravilloso, casi sin que la mano diga
el resultado, sólo un deslizar hasta ver surgir el texto.
OJGH | Dice
usted en la introducción del libro que: “Habitar unos espacios es haberlos amado…”:
¿Qué es lo que quiere usted exaltar y relevar con el habitar?”
LFC | Habitar, pensar y construir,
parodiando a Heideggar, es hacer una construcción para habitar y construimos porque
necesitamos habitar y para construir sólo necesitamos habitar, pero el pensamiento
nos hace nómadas, nos exige no estar anclados, más si tener noción de un lugar,
de un aquí, de un estar, pues bien eso puede traducirse en Amor. Buscar ser alojados
y no desalojados, buscar morar, más no siempre igual a encierro o a claustro, se
vive habitando deshabitando, somos el libro abierto, cerrado no es habitable. El
amor nos da morada, en el sentido de refugio y techo, la poesía es nuestro techo,
en esa cubierta nos sentimos recogidos, nos une la palabra, la vivencia; el juego
de estremecernos contemplando un atardecer, sólo es posible si moramos en él. Nuestro
sentido de hábitat, está centrado en ese movimiento, entre lo centrípeto y lo centrifugo,
vamos al centro, huimos del centro, habitamos lo que hemos desalojado y alojamos
lo que hemos atraído, aún hayan sido lanzados como fuerzas al vacío. Habito lo que
está en mí, y ese mi es la multitud de lo que queda y lo que somos, de lo que va
y vuelve, habitamos el devenir y ese estado fluido no es más que el amor, lo no
estático, lo no sujeto, lo no temido, lo que nos impulsa, nos saca o nos mete en
este mundo.
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§ Conexão Hispânica §
Curadoria & design: Floriano Martins
ARC Edições | Agulha Revista de Cultura
Fortaleza CE Brasil 2021
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