LE | La
noche en el espejo
responde también, como los libros anteriores, a la necesidad de cavar en el lenguaje,
en su respiración, en las palabras que generan otras realidades, en esas realidades,
en lo que ellas suscitan en mí. La poesía, una vez se ha instalado en nosotros,
nos exige un camino, avanzar y retroceder, nos entrega una experiencia propia, incomunicable,
una experiencia que debemos asumir plenamente, en el misterio, tal como es, como
nos llega. La bella edición que hizo Letra a Letra recoge además algunos poemas
de Las hijas del Espino un libro publicado
en 2006 y revisado por mí en 2008. En una forma de acercar esos libros a nuevos
lectores.
OJGH | ¿Por
qué la nombro como “La noche en el espejo”, y qué son la noche y el espejo en ella
y qué busca exorcizar o no?
LE | Cuando asumo el trabajo del
lenguaje, cuando leo, cuando escribo, cuando tengo la experiencia poética de intuir
lo que no se sabe y de conocer bien lo que se intuye, creo recobrar el sentido de
algunas palabras, de algunos símbolos que han marcado profundamente mi visión de
las cosas, de la vida misma, y le han dado un ritmo, un modo de ser a eso que ahora
busco, que ahora soy. La noche, ese riesgo de buscarnos, de encontrarnos que propone
la escritura misma. El espejo, esa pregunta por mí, por el otro que también soy.
OJGH | ¿Cómo
se mira usted, en lo que ha quedado realizado y lo que no, en esta Antología. No
es una Antología como una muerte o es la vida otra?
LE | Creo que realización no es
un término adecuado para la experiencia poética. En ella siempre hay movimiento,
siempre hay insatisfacción. Una antología es sólo un referente para nosotros mismos,
y tal vez para un posible lector. No es una muerte. Tampoco una vida otra de esos
poemas. Todo eso está en la escritura misma, independiente de lo que suceda después
con el texto. Las antologías son para mí una lente de aumento, una manera de revisarnos
en esa selección.
OJGH | ¿Por
qué está Antología está dedicada a su Madre. Me recordó a Sylvia Plath y Ariadna
Efron: “Marina Tsvetaieva. Mi madre”; por qué?
LE | Era ese un momento sensible
con mi madre. Había tenido varias experiencias dolorosas y yo siempre vi su fortaleza
en cada momento. Esta fortaleza que no niega el dolor pero que lo asume con serenidad
me ha conmovido. Y más que a mi madre es también una dedicatoria a la suave resistencia
de un espíritu que no ha dejado nunca de soñar ni de asombrarse. La adversidad no
ha derribado esa torre. Era una deuda que por supuesto no ha quedado saldada.
OJGH | Emil
Verhaeren trataba de la ciudad, como de una ciudad tentacular: ¿Qué es lo que usted
excava en la ciudad desde su mirada tentacular?
LE | La ciudad es una presencia
que pocas veces aparece en mis poemas, no porque no pese sobre mí, sino porque siento
que mi experiencia de ella se ha manifestado en tensiones, en preguntas, en contradicciones,
en rupturas, en insatisfacciones. En mis poemas hay imágenes que la nombran, que
la señalan sin hacerla evidente. No es una evasión. Siempre he creído que la ciudad
se manifiesta en cada uno de forma distinta. Hay quienes la nombran hasta el límite
de la basura, el humo, la sangre. Y hay quienes no la nombran pero hablan con la
voz, serena o violenta, que esa ciudad les ha dado.
OJGH | ¿Qué
propicia y provoca en usted instalarse en una relación tan de un mundo onírico en
la naturaleza y como la puede vaciar en su poesía?
LE | Lo mejor es que uno no termina
nunca de instalarse en ninguno de los mundos posibles o imposibles de la poesía,
ni en el de la naturaleza, ni en el de los sueños, ni en el de la realidad “real”.
Uno siempre está yendo de allí para acá, inquieto, buscando, preguntando… Y eso
es lo que uno escribe, creo. Yo no he hablado de ninguna cosa que no haya sido una
experiencia interior. Esa experiencia, cuando ha sido realmente vivida, pone la
primera palabra.
OJGH | De
Rilke a la artista que vivió con él, Clara Westhoff, usted dice: “Qué cercanas y
distintas/las hojas de un mismo árbol”, de qué se trata?
LE | Ese poema, como todos los
de Las hijas del espino, responde a la
intención de un monólogo propio, de un hablar conmigo misma pero a través de las
voces de otras mujeres, de sus experiencias. Rainer María Rilke, uno de mis poetas
favoritos, y su esposa, la escultora Clara Westhoff, alumna de Rodin, vivieron en
un momento algo así como el ideal de una relación de pareja: cada uno en su espacio,
compartiendo con el otro desde el silencio y la complicidad. Sin perturbarse, sin
dañarse el uno al otro. Es ese momento, ese encuentro, el milagro de que esto pueda
suceder, lo que celebro. Aunque no dure en el tiempo, aunque sea sólo un segundo.
OJGH | ¿Hay
una tecné en usted para escribir y si ella se da como lo que yo siento en ella:
de una suscitación súbita de sentido o de búsqueda de sentido o no y por qué?
LE | Claro, es una búsqueda de
sentido, pero esa búsqueda escapa a la técnica, o por lo menos a lo que significa
en rigor esa palabra. Uno tiene sus modos, sus obsesiones, sus ritmos. Esa suscitación
súbita de la que hablas, creo que describe bien lo que pasa al momento de escribir.
Hay un deseo, un movimiento interior. Se empieza a escribir con o sin razones para
hacerlo. Uno escribe. Todo lo demás sucede en el misterio y en la complejidad de
esa acción.
OJGH | ¿Qué
sentido tiene para usted o no, lo místico y lo maravilloso, y que hilos tiende o
no entre lo uno y lo otro?
LE | Creo que la poesía es como
la mística, una manera de trascender los límites de lo que somos, los límites de
nuestra experiencia vital, una búsqueda de conocimiento distinto del que estamos
acostumbrados, y en ese sentido, lo maravilloso tiene mucho que ver en esa búsqueda,
si entendemos por maravilloso lo que nos saca de un contexto establecido, de una
zona de conformidad para mostrarnos el otro lado de las cosas, el otro lado del
espejo. Desacomodarnos, obligarnos a ir en otras direcciones, a explorar verdaderamente
nuestros sentidos, nuestro lenguaje, nuestra visión de la realidad, nuestra forma
de comunicarnos y de interactuar con ella. Es tener en cuenta lo que vemos y lo
que no vemos, es querer conectar cada una de esas partes, de esos fragmentos.
OJGH | ¿Le
inquieta y en qué medida y proporción de su inquietud, le atrae y le imanta la astronomía
o no?
LE | Me atrae y me imanta en la
medida en que lo hacen todas las ciencias, todas las formas de conocimiento que
ha explorado el hombre y sólo en esa medida, en la responsabilidad profunda que
tenemos con esa búsqueda y con sus hallazgos.
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Fortaleza CE Brasil 2021
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