terça-feira, 21 de setembro de 2021

OSCAR JAIRO GONZALEZ HERNÁNDEZ | Lucía Estrada: “Creo que la poesía es como la mística…”

 


OJGH | ¿Qué le hizo a usted realizar esta Antología que título “La noche en el espejo” y para qué, qué dice en su vida y para su poesía?

 

LE | La noche en el espejo responde también, como los libros anteriores, a la necesidad de cavar en el lenguaje, en su respiración, en las palabras que generan otras realidades, en esas realidades, en lo que ellas suscitan en mí. La poesía, una vez se ha instalado en nosotros, nos exige un camino, avanzar y retroceder, nos entrega una experiencia propia, incomunicable, una experiencia que debemos asumir plenamente, en el misterio, tal como es, como nos llega. La bella edición que hizo Letra a Letra recoge además algunos poemas de Las hijas del Espino un libro publicado en 2006 y revisado por mí en 2008. En una forma de acercar esos libros a nuevos lectores.

 

OJGH | ¿Por qué la nombro como “La noche en el espejo”, y qué son la noche y el espejo en ella y qué busca exorcizar o no?

 

LE | Cuando asumo el trabajo del lenguaje, cuando leo, cuando escribo, cuando tengo la experiencia poética de intuir lo que no se sabe y de conocer bien lo que se intuye, creo recobrar el sentido de algunas palabras, de algunos símbolos que han marcado profundamente mi visión de las cosas, de la vida misma, y le han dado un ritmo, un modo de ser a eso que ahora busco, que ahora soy. La noche, ese riesgo de buscarnos, de encontrarnos que propone la escritura misma. El espejo, esa pregunta por mí, por el otro que también soy.

 

OJGH | ¿Cómo se mira usted, en lo que ha quedado realizado y lo que no, en esta Antología. No es una Antología como una muerte o es la vida otra?

 

LE | Creo que realización no es un término adecuado para la experiencia poética. En ella siempre hay movimiento, siempre hay insatisfacción. Una antología es sólo un referente para nosotros mismos, y tal vez para un posible lector. No es una muerte. Tampoco una vida otra de esos poemas. Todo eso está en la escritura misma, independiente de lo que suceda después con el texto. Las antologías son para mí una lente de aumento, una manera de revisarnos en esa selección.

 

OJGH | ¿Por qué está Antología está dedicada a su Madre. Me recordó a Sylvia Plath y Ariadna Efron: “Marina Tsvetaieva. Mi madre”; por qué?

 

LE | Era ese un momento sensible con mi madre. Había tenido varias experiencias dolorosas y yo siempre vi su fortaleza en cada momento. Esta fortaleza que no niega el dolor pero que lo asume con serenidad me ha conmovido. Y más que a mi madre es también una dedicatoria a la suave resistencia de un espíritu que no ha dejado nunca de soñar ni de asombrarse. La adversidad no ha derribado esa torre. Era una deuda que por supuesto no ha quedado saldada.

 

OJGH | Emil Verhaeren trataba de la ciudad, como de una ciudad tentacular: ¿Qué es lo que usted excava en la ciudad desde su mirada tentacular?

 

LE | La ciudad es una presencia que pocas veces aparece en mis poemas, no porque no pese sobre mí, sino porque siento que mi experiencia de ella se ha manifestado en tensiones, en preguntas, en contradicciones, en rupturas, en insatisfacciones. En mis poemas hay imágenes que la nombran, que la señalan sin hacerla evidente. No es una evasión. Siempre he creído que la ciudad se manifiesta en cada uno de forma distinta. Hay quienes la nombran hasta el límite de la basura, el humo, la sangre. Y hay quienes no la nombran pero hablan con la voz, serena o violenta, que esa ciudad les ha dado.

 

OJGH | ¿Qué propicia y provoca en usted instalarse en una relación tan de un mundo onírico en la naturaleza y como la puede vaciar en su poesía?

 

LE | Lo mejor es que uno no termina nunca de instalarse en ninguno de los mundos posibles o imposibles de la poesía, ni en el de la naturaleza, ni en el de los sueños, ni en el de la realidad “real”. Uno siempre está yendo de allí para acá, inquieto, buscando, preguntando… Y eso es lo que uno escribe, creo. Yo no he hablado de ninguna cosa que no haya sido una experiencia interior. Esa experiencia, cuando ha sido realmente vivida, pone la primera palabra.

 

OJGH | De Rilke a la artista que vivió con él, Clara Westhoff, usted dice: “Qué cercanas y distintas/las hojas de un mismo árbol”, de qué se trata?

 

LE | Ese poema, como todos los de Las hijas del espino, responde a la intención de un monólogo propio, de un hablar conmigo misma pero a través de las voces de otras mujeres, de sus experiencias. Rainer María Rilke, uno de mis poetas favoritos, y su esposa, la escultora Clara Westhoff, alumna de Rodin, vivieron en un momento algo así como el ideal de una relación de pareja: cada uno en su espacio, compartiendo con el otro desde el silencio y la complicidad. Sin perturbarse, sin dañarse el uno al otro. Es ese momento, ese encuentro, el milagro de que esto pueda suceder, lo que celebro. Aunque no dure en el tiempo, aunque sea sólo un segundo.

 

OJGH | ¿Hay una tecné en usted para escribir y si ella se da como lo que yo siento en ella: de una suscitación súbita de sentido o de búsqueda de sentido o no y por qué?

 

LE | Claro, es una búsqueda de sentido, pero esa búsqueda escapa a la técnica, o por lo menos a lo que significa en rigor esa palabra. Uno tiene sus modos, sus obsesiones, sus ritmos. Esa suscitación súbita de la que hablas, creo que describe bien lo que pasa al momento de escribir. Hay un deseo, un movimiento interior. Se empieza a escribir con o sin razones para hacerlo. Uno escribe. Todo lo demás sucede en el misterio y en la complejidad de esa acción.

 

OJGH | ¿Qué sentido tiene para usted o no, lo místico y lo maravilloso, y que hilos tiende o no entre lo uno y lo otro?

 

LE | Creo que la poesía es como la mística, una manera de trascender los límites de lo que somos, los límites de nuestra experiencia vital, una búsqueda de conocimiento distinto del que estamos acostumbrados, y en ese sentido, lo maravilloso tiene mucho que ver en esa búsqueda, si entendemos por maravilloso lo que nos saca de un contexto establecido, de una zona de conformidad para mostrarnos el otro lado de las cosas, el otro lado del espejo. Desacomodarnos, obligarnos a ir en otras direcciones, a explorar verdaderamente nuestros sentidos, nuestro lenguaje, nuestra visión de la realidad, nuestra forma de comunicarnos y de interactuar con ella. Es tener en cuenta lo que vemos y lo que no vemos, es querer conectar cada una de esas partes, de esos fragmentos.

 

OJGH | ¿Le inquieta y en qué medida y proporción de su inquietud, le atrae y le imanta la astronomía o no?

 

LE | Me atrae y me imanta en la medida en que lo hacen todas las ciencias, todas las formas de conocimiento que ha explorado el hombre y sólo en esa medida, en la responsabilidad profunda que tenemos con esa búsqueda y con sus hallazgos.

 

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