terça-feira, 23 de novembro de 2021

AGATHI DIMITROUKA | Bolívar, eres bello como un griego [Parte 7]

 


Agulha Revista de Cultura, dirigida por el poeta, dramaturgo, traductor, editor y artista plástico Floriano Martins se une al proyecto liderado por la poeta, escritora y traductora griega Agathi Dimitrouka en el cual reúne a voces latinoamericanas que publican poemas cuya temática es la cultura helénica o la Grecia actual. Este proyecto, que va a acabar en una antología en libro natural, lleva como título el famoso verso del poeta y pintor griego y surrealista Nikos Engonópulos “Bolívar, eres bello como un griego” y se publica por la revista de cultura Χάρτης (hartismag) presentando a poetas de América Latina. Y eso porque sus países, los que otrora fueron colonias de España, se animaron por la Revolución Griega de 1821 y lucharon por su propia Independencia con el Libertador Simón Bolívar. Además, fueron de los primeros países que reconocieron a Grecia como país independiente. Así, pues, armado cada uno con su pluma, y con único estandarte la poesía, nos reunimos cada mes para celebrar los doscientos años desde aquella llama que nos ha unido y nos sigue uniendo.

 

NANCY MOREJÓN (La Habana, 1944). Poeta, traductora y ensayista. Premio Nacional de Literatura 200l. Estudiosa de la obra de Nicolás Guillén. Miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua desde 1999. Se desempeña como asesora de Casa de las Américas y es directora de la revista Unión, de la UNEAC. Su obra poética incluye numerosos títulos entre los que destacan Piedra pulida, Elogio y paisaje y La quinta de los molinos, Premios de la Crítica en l986, l997 y 2000, respectivamente. Ha merecido importantes reconocimientos y condecoraciones, como la Réplica del Machete de Máximo Gómez en 2003; la Insignia de Oficial de la Orden al Mérito de la República de Francia en 2004; en 2009 le fue otorgado un Doctorado Honoris Causa por la Universidad Cergy-Pontoise de París. En 2018 fue designada miembro de honor de la Asociación Americana de Profesores y Maestros de Español y Portugués (AATSP). En 2020, la editorial White Pine Press de Buffalo, Nueva York, publicó la antología bilingüe Before a Mirror, the City. En 2021 fue condecorada con la Medalla Alejo Carpentier.

 

CARLOS FRANCISCO MONGE (1951). Poeta costarricense, nacido en la ciudad de San José. Ha escrito y publicado diversos libros de poesía, además otros ensayos sobre literatura, historia y cultura. Es profesor de filología moderna e historia literaria de una de las principales universidades de su país. Selecciones de su poesía se han traducido al francés, al italiano, al inglés, al japonés, al alemán. Entre sus títulos de poesía están La tinta extinta, Enigmas de la imperfección, El amanuense del barrio y Cuadernos a la intemperie. Los temas más frecuentes de su obra poética procuran interpretar, desde una aproximación simbólica, las circunstancias del presente, en de su entorno histórico y cultural.

 

1|NANCY MOREJÓN

 

LOS AQUEOS

 

a Mirta Aguirre

 

relata el asombrado y magnánimo Calcas:

“marchaban los aqueos

            la cicuta a su lado

seguían la línea de los dioses

envolvían incienso y tripas de Patroclo

            entre los velos

y los cráteres del mar azul”

 


Tersites Hermes Afrodita

 

“marchaban los aqueos”

−prosigue el asombrado anciano Calcas−

“y junto a la cicuta

junto a la lira esplendorosa

el poeta loco la parra

el pez de oro los laureles”

 

trajeron el mundo de las trabas

 

alguien nacía a los pies de Tebas

para llegar posteriormente a

            América

a este otro mundo

 

“pasen señores pasen

a esta última fase del hemisferio

aquí estamos

con la gangrena con la lanza

y una túnica de pútridas manzanas

pasen señores pasen”

 


después conquistaron el Hades los aqueos

los romanos agonizaron en Dios Cristo

España grabó su nombre en nuestras tierras

 

por ahora

            nosotros nos cagamos en Dios

 

 

ÍTACA

 

a Neyda Ulacia, Chiquitica

 

Después de los golpes por todo el cuerpo

y el viento arremolinado detrás de las orejas,

ahí viene Odiseo, soltando gotas de agua por cada poro,

pececillos colgando de cada gota,

un humillo de plata fugándose entre sus pies.

Odiseo vuelve a Ítaca.

Quiso regresar a Ítaca,

al lugar aquel, al sitio pródigo

donde su boca se vuelve dulce

a pesar de la cercanía del mar.

Vale la pena detenerse y contemplar la escena.

Alguien vino a secar su humedad

y a trenzarle el cabello

y a traerle ropa seca, cálida,

como el sol del Peloponeso a esta hora.

Le sirven la mesa con escasos platos locales

pero sobre el mantel de hilo blanco

hay bordados inenarrables

y, principalmente, una alta botella

que albergó, alguna vez,

licores finos.

                        De esa misma botella

escaparon alcoholes como que sorprendidos

por los rumores de la noche milenaria.

En el hueco de la botella,

tapando la reminiscencia de esos viejos alcoholes,

unas flores silvestres de fija transparencia.

Luego de haber comido,

las sirenas invitan a Odiseo

a escuchar la música de cítaras.

Eran dos músicos

o, mejor dicho,

dos hijos del silencio

que habían venido expresamente a Ítaca

para tocarle música a su regreso.

Sin embargo, sólo ahora

se escucha el silencio

de las frutas recién cortadas:

el vaivén de las hojas bajo las ramas.

Pero la garganta de Odiseo

está muda, quieta y muda,

como un barco quieto en plena tempestad.

Y se hizo el milagro:

un pájaro vuela

desde su corazón

hasta el centro de

Ítaca,

Ítaca que es toda la luz

en medio de un cénit inmóvil.

 

 

Y LAS NAVES DE ÍTACA*

 

A la memoria de Berta Alfonso

 

Van y vienen las sombras

sobre el palacio de la ciudad.

                                    Quiero detenerme aquí,

frente a estas murallas altas y carcomidas,

para admirar

al bailarín contra los cielos,

preso en el aire vivo

que sobre Grecia fluye.

Viéndolo danzar bajo las nubes

apenas advertí

que los obreros habían levantado los muros

y que los comerciantes levantaban

sus suculentas mercancías:

            ébano

                        madreperlas

                                               ámbar

                                                           perfumes.

 

La tarde esparce un humo blanco

en las colinas.

                        Y sobre una de las colinas,

el bailarín, entre rocas y hierbas,

como un gigante al son de las flautillas,

lanza su cuerpo de palmera

y su cuello de cisne

hacia las fauces naturales de Edipo.

Los lagartos ultravioletas

quieren rasgar sus vestiduras.

 


                        Quise detenerme aquí

a contemplar los vidrios yertos de los frisos

y saborear la brisa demoníaca

que se instala sin tregua sobre las rosas de Edesa.

Y las naves de Ítaca frente a Jorge Esquivel

celebran su movimiento en ondas,

el vaivén de sus muslos.

                                               Odiseo mismo

quita la cera a sus oídos

para escuchar

no el canto de sirenas

sino el murmullo audaz que se desplaza

desde su cuerpo exacto.

 

Van y vienen las sombras desde el mar,

deslizándose sobre alfombras de sol

y el bailarín, como un dios amarillo,

va y viene entre los mirlos,

viene y va entre las sombras

cuando la tarde en Grecia

iba a morir tranquila.

 

__________

(*) En honor del primer bailarín Jorge Esquivel este poema fue especialmente solicitado por la revista Cuba en el Ballet, La Habana, vol. 1, n. 4, octubre-diciembre, 1982, donde se publicó.

 

 

2|CARLOS FRANCISCO MONGE

 

LA SUBIDA

 

Como subir al monte Licabeto,

contando cada escalón,

buscando algún refugio en la sombra de los pinos,

hallando en cada piedra, en un rincón del sendero

explicación a las pisadas, a la sofocación misma

que igual nos llena el corazón de espanto

que de felicidad.

Sí, como en esa verdad

que encierran los espinos, los brezales,

los charcos que intempestivamente aparecen

y los pisamos con sorpresa, con aspavientos

y luego con resignación.

Así ascendemos, sin notarlo apenas,

entre el polvo y las baldosas sueltas,

con determinación desconocida en los músculos,

en los pies y tobillos, cada vez más cerca,

enamorados del tiempo, de los farallones,

de los recodos del bosque.

Y arriba ya, cómo no gritar, vociferar de gozo,

tocar los muros del templo,

comprobar que no hemos perdido nada,

la sombra, las alforjas, las últimas monedas,

y otear, sin pestañar siquiera,

las piedras de allá abajo, las calles,

las columnillas de humo que nos envían señales,

los sumideros, la bullanga en la plaza,

los deseos en la habitación.

Y al otro lado el mar que nos deja atónitos,

llenos de interrogaciones

por ver cómo sucede, qué nos quiere decir,

por qué su permanencia, cómo ha burlado

las argucias del tiempo, mientras nosotros

solo pequeñas bestias solitarias,

tratamos de ascender, viviendo apenas.

 

 

HERÁCLITO JUNTO AL AMAZONAS

 

Cuánta mañana abunda, aquí en las sombras,

cuántos caminos,

cuánta cosa olvidable.

Hay tierras, hay colores, hay caprichos,

ruegos, brasas, encuentros,

puntos de ebullición, sublevaciones.

Pero no están mis trasgos,

no las premoniciones ni la fatalidad

ni la súbita temida oscuridad.

Ya no está el tiempo

ni su leve inclinación a carcomer los cuerpos

como algas, como alucinaciones;

no hay pirañas malditas que devoren

esta corta victoria de mi materia inerte,

de mi nombre o mi historia.

Ah terco el río terco, sin hazañas, sin saltos,

tan solo persistencia, tan solo afirmación,

tan solo caso venido, acontecido,

sin historia ni abulia.

 

 

ALGUNAS PALABRAS SOBRE LA CULTURA HELENÍSTICA

 


Para un poeta hispanoamericano, la tradición y la cultura helenística, principalmente la antigua (la clásica), es principalmente libresca, desde los cantos homéricos hasta Odysseas Elytis, tan solo para mencionar lo llegado por las traducciones al español. También a su propia visión de la realidad en que vive (el continente americano) ha sido tocada por los mitos, las creencias, el pensamiento y hasta los paisajes, que ha tratado de reelaborar y reinterpretar. Desde luego, a aquellas fuentes “clásicas” hay que sumar las voces más brillantes que le hay llegado a sus oídos, gracias a las oportunas traducciones, algunas de ellas hechas por otros hispanoamericanos, poetas, novelistas o filólogos.

Los estudios universitarios en filología clásica y moderna de mi juventud me pusieron en contacto directo con aquella tradición clásica. Supongo que en muchos de nosotros ejerció mucha influencia aquél antiguo universo literario, complejo y rico, que estudiábamos con una atención creciente, porque estábamos en la etapa misma de nuestra formación como poetas, como escritores. No solo los versos homéricos; también la poesía didáctica de Hesíodo, los mitos y leyendas transformados en escenas teatrales, la lírica de Alceo o Safo. Nuestra emoción era intensa al traducir, quizá con torpeza, fragmentos de Eurípides, de Sófocles. Era como conversar directamente con ellos, como hacerlos compañeros en nuestra lengua; como escribir con ellos. Eran, claro, ilusiones. Luego fueron sumándose otras lecturas: Menandro, Luciano, Plutarco, Longo.

Si no conoce otros idiomas de amplio uso internacional (el inglés o el francés, demos por caso), un poeta hispanoamericano depende de las ocasionales traducciones de literatura helénica contemporánea; es decir, la del siglo XX. Al español se ha traducido muy poco, teniendo en cuenta su variedad y riqueza. Los buenos e informados lectores hispanoamericanos han recibido de algunas editoriales de España novelas de Nikos Kazantzakis o poemas de Giorgos Seferis, y poco más. Ambos, evidentemente, recibieron el impulso de la industria del cine, en un caso, o de premios de gran prestigio internacional. Yo conocí relativamente temprano —tal vez a mis dieciocho años— , y casi por casualidad, la poesía de Elytis. Encontré en una librería de mi ciudad el pequeño tomo de Dignum est, traducido en Barcelona. Las primeras lecturas me dejaron una impresión de dificultad y hermetismo; luego los años y alguna experiencia más en la poesía moderna me han permitido aprovechar lo que tiene de esencial la obra de Elytis.

El otro poeta —mucho mejor difundido y conocido en el ámbito de la lengua española— que se ha leído y del que han sacado provecho los hispanoamericanos es Constantin Kavafis. Tal vez por las magníficas traducciones que hay al español, la voz de este poeta ha sido particularmente nutricia entre los poetas jóvenes contemporáneos. A nosotros los hispanoamericanos nos ha parecido una voz muy de nuestros tiempos y, sobre todo, a tono con nuestro mundo y las sensaciones de la historia. Leído repetida y abundantemente, sus poemas siempre me han ofrecido nuevas claves para hallarle sentidos a la realidad que nos ofrece. Su poema “Ítaca” lo leen y releen muchos, con admiración y gusto, pero yo me inclinado por otros suyos, de tono y tema distintos, tal vez porque intuyo que me alimentan mejor, me guían con más cuidado y precisión. Dos ejemplos: el poema “Recuerda cuerpo” y “El espejo de la entrada”, ambos hechos para entender que la palabra poética es profundamente erótica siempre, más allá de los temas o los motivos literarios. Es la palabra como puente entre la sensación y la afirmación del ser en su historia y en su transitoriedad.



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[A partir de janeiro de 2022]
 

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Agulha Revista de Cultura

UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO

Número 188 | novembro de 2021

Artista convidada: Ana Sabiá (Brasil, 1978)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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