quarta-feira, 17 de novembro de 2021

VÍCTOR CHAVARRÍA | Berta Marenco o la gran revelación de la pintura nicaragüense

 


Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño, y le dieran una flor como prueba de que había estado allí, y si al despertar encontrara esa flor en su mano… ¿entonces qué?

COLERIDGE

 

Nuestros primeros padres fueron expulsados del paraíso terrenal y probablemente ese trauma ha permanecido por miles de años en la mente humana. El paraíso perdido, sin embargo, reaparece de vez en cuando en los sueños; y este soñar con el paraíso perdido podría ser más allá de un simple sueño una manifestación de querer recuperarlo. Los intentos no han sido pocos, pero en cada intento se ha chocado contra los muros de las utopías. No es el objetivo examinar en que ha consistido cada utopía, a lo sumo nada más advertir que para los europeos América descubierta por Cristóbal Colón no estuvo exenta de tal consideración.

Ahora bien, lo traumático de tal pérdida ha hecho que el paraíso haya quedado herméticamente encerrado en el alma humana y el arte sea el único capaz de sacarlo de esa cárcel. Aunque el artista mismo lo ignore él va saliendo a través de sus pinceladas, y claro, si la genialidad lo acompaña, salen dechados. En el arte y la literatura todo puede suceder y todo puede alcanzarse. La novedad: Porque el paraíso está en el artista, aunque el artista no esté en el paraíso. Dios es un artista y lo hizo todo en seis días y en el séptimo descansó. Todo estaba en Dios y todo sigue estando en Él. Pero el hombre es también un pequeño dios, como dice Huidobro, y también la mujer lo es, según la parafernalia feminista de estos tiempos. La mujer, por su misma condición de mujer, es todo un paraíso, sin embargo, no todas son pintoras, y, por tanto, no todas pueden sacar paraísos en el arte de la pintura.

La mujer maga que saca paraísos de sus pinceladas es en este caso Berta María Marenco, porque con su lenguaje introduce al espectador en una atmósfera de sueños envolventes, en la cual puede quedar prisionero. ¡Pero cuánto trabajo le ha de costar! Esto sólo ella lo sabrá o tal vez ni ella. El paso de las horas, de los días y de los años no los siente, porque experimenta un gran placer trabajando en su taller, del cual han salido obras que han tenido ya un gran reconocimiento a nivel nacional e internacional. Trabajando se ha convertido en una de los artistas plásticos más importantes de Nicaragua.

La necesidad de expresar con el pincel ese paraíso guardado dentro de su alma la hace pintar paisajes paradisíacos y apegada a los elementos naturales aparecen representados el aire, el agua, el fuego, el viento, la luz, las estrellas, el cosmos, el cielo, la tierra, la flora, etc., pero no de manera fiel sino impregnándole a través de la paleta sus nervios, su energía, su alma. Viendo Silueta de montaña Pablo Neruda diría: “cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos/te pareces al mundo en tu actitud de entrega”; y Ernesto Cardenal contemplando Mujer viendo el infinito diría: “sola como un astronauta frente a la noche espacial”. Las dos únicas referencias -de la muestra tomada para escribir estas líneas- de seres humanos (mujeres), las cuales si no constituyen cada una un paisaje por sí misma son indiscutiblemente parte fundamental del paisaje; destacándose lo monumental de la silueta en una y la dimensión infinita del universo en la otra. Son dos paisajes rondando entre lo figurativo y lo abstracto. Dos paisajes vistos no con el ojo común y corriente, sino con el ojo de la artista.

Este discurso pictórico-literario no pretende decirlo todo ni que lo dicho sea palabra de Dios; todo lo contrario, este discurso es el discurso de un aficionado al goce espiritual del arte pictórico, el discurso de alguien frente a un cuadro para darle al ojo –como dice CMR- lo que no bebió el labio, semejante, guardando las distancias, al disfrute cuando se lee un libro. Y todo, en esta ocasión, para hacer esta breve travesía virtual por el paraíso perdido y recuperado por las manos prodigiosas de Berta Marenco.

En este viaje tan singular la pintora no copia fielmente nada de la realidad, esa tarea ya quedó reservada desde fines del siglo diecinueve a la fotografía, y si de hacerlo se tratara copiaría bosques despalados y desolados, ríos envenenados, flores marchitas, cloacas de las barriadas, hambre y miseria de la gente; y muerte de la flora y la fauna en el mundo (ojo: hasta donde yo veo fauna no hay en la pintura de Berta), pues se viven tiempos de decadencia a causa de la mano criminal del ser humano. Por tanto, el colorido de las cosas, el colorido de la madre naturaleza, sale del alma de la pintora.

Sus imágenes han pasado antes por su sensibilidad y su intelecto, luego han pasado por el pincel mezclando colores primarios, azul, rojo, naranja y complementarios; y el pincel ha hecho un derroche de colores restaurando y exaltando la belleza de la naturaleza maltratada, y con ello ha logrando transmitir los sentimientos humanos más tiernos del mundo. Por eso las imágenes quizás podrían parecer una fantasía fuera del contexto de la realidad, mas no es así, simplemente no es la costumbre estar contemplando de nuevo la otra cara de la realidad, la cara del Edén que regresa de repente tras miles de años de estar guardado a través de las pinceladas de la artista; y conscientes de ello, la aparente distancia entre lo pintado y la realidad objetiva se justifica embargando de sentimientos humanos al espectador, quizás hasta llegar al punto de experimentar sentimientos de mea culpa por toda la fuerza bruta de su propia especie contra la madre naturaleza.

En Valle de Fuego, el poeta Silvio Ambrogi, dice: “Ondulación ígnea o mar de fuegos infinitos, una cósmica o telúrica imagen de excelente paleta”. En Coincidencia de Luz (Acrílico/lienzo, 100x122 Cms.) el paisaje despliega las alas del alma en conexión con el tiempo, el espacio y la nostalgia; sobresale la luz y su esplendor/resplandor sobre la superficie del agua. Tema alusivo al verano, donde la escritora Yelba Clarisa Berrios Molieri, dice: “un horizonte blanco es fiel testigo de la coincidencia, con un celaje trigo cetrino desvaído, que escucha el susurro de la añoranza y de todo lo que guarda la estantería de la memoria”. Estos cuadros constituyen ángulos o visiones de los países situados en la zona tórrida del planeta donde la sequia a veces se apodera de los llanos, las comarca y los valles.


Como toda una alquimista transforma los elementos naturales e intangibles como el aire, la temperatura, el clima, en algo tangible y visible. “Casi me quemo” expresó otro de los espectadores viendo Valle de Fuego. Manifestando sentir las ondas ígneas en el paisaje. Y es que dos cosas parecieran provenir de esta pintura: pensar y sentir. Dos cosas intocables. Donde lo figurativo comparte con lo abstracto, con tendencia a imponerse lo abstracto. Este lenguaje al tiempo de mostrar belleza plástica, también, aunque la pintora quizás no se lo proponga, influye sobre la realidad en la relación del hombre con la naturaleza o medio ambiente; también no es ajeno a la búsqueda y afirmación de una identidad; para afirmar valores auténticos en defensa de la casa común del ser humano, el planeta tierra. Por ello, se torna también en un tema, además de nacional o nicaragüense, en un tema universal.

La plástica nicaragüense es relativamente joven; antes de Rodrigo Peñalba no había casi nada. Posterior a éste comienza a surgir el desfile generacional de pintores y pintoras de renombrado prestigio nacional e internacional. Sin pretender mencionarlos a todos, entre los renombrados surgen nombres de pintores como el de Armando Morales, Róger Pérez de la Rocha (para quien Berta María Marenco es ahora “la gran revelación de la pintura nicaragüense, ¡Cómo lo celebro! ¡Felicidades!”), Leonel Vanegas, Fernando Saravia, grupo Praxis, Leoncio Sáenz, y tantos más; y en cuanto a la presencia de la mujer surge la pintura Naif (la cual, en lo plano, y guardando las distancias, puede darse cierto aire a la pintura de Berta Marenco, al igual que en lo plano también a la pintura de Joan Mirò, y puede que en otros pintores más) compuesto en un inicio mayormente por mujeres. Después encontramos, entre otras, a Ilse Ortiz de Manzanarez, María Gallo, Luz Marina Acosta, María Reneè Pérez, Giovanna Serrano, Rosa Carlota Tünnerman, Claudia Fuentes y Berta María Marenco Gutiérrez.

En un país diezmado por las guerras y la miseria no tiene casi nadie, a menos que disponga de recursos, la oportunidad de prepararse como pintor de manera individual y sin ocupar el tiempo en otros trabajos para sobrevivir. La mayoría de pintores y pintoras se han forjado por su propia cuenta con las máximas limitaciones, sobre todo ya de los años noventa del siglo pasado hasta nuestros días. Desde entonces no ha habido ni hay quien ofrezca ayuda a los nuevos artistas del pincel. En otras palabras, los nuevos artistas se han metido a una labor ahora escasamente demandada por no decir inexistente, sin perspectiva de ganar ni un cinco. Así encontramos a Berta trabajando solitaria en su humilde taller sin mayor aliento que el de su inquebrantable amor al arte.

Se destaca por llenar el vacío en los temas nacionales relacionados con ambientes floridos, paisajes alegres que despiertan sentimientos como el amor y la esperanza, la nostalgia y los recuerdos, la delicadeza y la ternura, el pasado ya ido contrastando con el presente, el futuro por venir y la realidad de la existencia humana. Los seres humanos parecen haber sido desterrados del paraíso para que lo contemplemos plenamente, sin mayores distracciones, así aparece ante los ojos en toda su grandeza y belleza la Madre Naturaleza, aparece sin habitantes, sin fauna, sola como Mujer viendo el infinito, sin estorbo alguno, en toda su dimensión y majestad divina.

Son muchos los pintores nacionales y del mundo quienes en sus cuadros no destacan la figura humana, sino el de su interés particular. A Berta le interesa destacar la Naturaleza en todo su esplendor, el cosmos, el universo, el fondo de las aguas marinas, los ríos, los lagos, la flora; la fauna, si acaso la hay, ha de estar enrollada como la serpiente esperando tentar a Eva. Hecho bíblico que marca los últimos momentos de la pareja en el Edén antes de ser expulsados, y quedar deshabitado. No obstante, la trascendencia de tal tema en las artes es tan indiscutible como en la literatura; prueba de ello es en esta última Al este del paraíso, de John Steinbeck, donde el mal acaba destruyéndolo todo.

Como rastros o huellas de la expulsión del paraíso aparece una casa deshabitada y con las puertas cerradas y localizada en una colina. Pero al contrario de verla con unos ojos llenos de desolación fantasmal como las casas de Comala, las de Alfonso Ximénez o Giorgio de Chirico, es una casa muy humilde, pero atractiva con su colorido, el espacio y el árbol que aparece muy cerca de ella. No es un paisaje donde se contemple, excepto la desolación, el dolor, la angustia, la violencia, la muerte o acaso las huellas del terremoto del año 72 del siglo pasado en las obras de Fernando Saravia o Róger Pérez de la Rocha, entre otros.


El color y la luz, dos elementos claves en su pintura nos remontan a distintas escuelas, la luminosidad en sus cuadros es perceptible e impactante en el espectador, una luminosidad en evolución constante de carácter impresionista, de donde salieron los primeros en preocuparse por la luz y llevarla al lienzo hasta llegar a los nuevos tratamientos en las nuevas corrientes del arte de nuestros días. Los objetos sólo se ven en la medida en que la luz incide sobre ellos, decían los impresionistas. A la inversa que el físico que descompone la luz en colores el pintor recompone los colores en sensación lumínica. El cuadro es simplemente un efecto de la luz. Más tarde los fauvistas reaccionarán contra el impresionismo en pro del color y del objeto que los pintores de fin de siglo habían reducido a tonalidades luminosas.

Vendrán posteriormente más reacciones contra los impresionistas de parte de Van Gogh, Gauguin y Cézanne, en quien verán al maestro los fauvistas y los cubistas. Cézanne se distanciará más tarde de lo sensorial para proceder a una elaboración más intelectual de los datos. La luz pierde en él su centro absoluto en pro de la exaltación del color. En Cézanne también se inspiran no sólo los grandes maestros del siglo veinte, sino también las nuevas generaciones de pintores en el mundo y Berta no es la excepción. Por ella hago este enfoque sobre el quehacer de las artes en el tiempo.

Berta ha de haber estado pintando con Renoir, Monet, Cézanne, Van Gogh y Pollock, Chagall, Dalí, Clifford Still, Mark Rothko, Joan Mirò, Peter Doig (con influencia del Latinoamericano Armando Reverón), pintores famosos; antes de heredar este aspecto temático (el paisaje) de relevantes pintores nicaragüenses como Saravia, Vanegas, Morales, entre otros. Y debe conocer cabalmente a pintores como Kenneth Noland o Gabino Amaya Cacho y muchos más de las últimas tendencias de la plástica contemporánea y Latinoamericana. La fuente de sus temas debe ser sin duda alguna, su ciudad natal, Granada de Nicaragua, de la cual hace, al igual que Armando Morales, su almacén de recuerdos.

Las pinturas de Berta son de distintos tamaños, distintas tramas, motivos o inspiraciones tan elevadas como las de aquellos pintores ingleses de siglos pasados, Constable y Turner. Es una creadora de paisajes exclusivamente para el goce estético; llama poderosamente la atención por iluminar con el pincel la casa y las cosas del alma y la casa y las cosas donde habitamos en este mundo, así como al mundo mismo. Hágase la luz, dice el Génesis, y la luz se hizo. Hágase la luz dice el pincel de Berta, y la luz también se hace. Su pincelada proviene además del impresionismo, también de la pincelada post-impresionista, con algo de Cézanne, de Van Gogh y que, no obstante, llega aún más lejos camino al expresionismo abstracto: Action painting, puntillismo abstracto y color field.

En Mi Azul Interior (Acrílico/lienzo, 90x75 Cms.) Esta obra se encuentra en Carolina del Norte, USA. Pertenece a una colección privada. Obra de arte para la recreación del espíritu, del alma humana. Atrás queda la angustia para apostar a nuevos tiempos de fulgor y esperanza. Este expresionismo a veces es absoluto y otras veces es compartido con lo figurativo. Pareciera que en este cuadro hay por la fuerza de los colores abstracción absoluta. Este expresionismo ha estado latente en distintas generaciones de la plástica nicaragüense, pues nunca la cruda realidad ha dado signos de cambios verdaderos. Picasso, dice: ¨Nos valemos del arte para expresar nuestro concepto de la naturaleza¨, donde se nace, se vive y se muere.

El arte abstracto es uno de los procedimientos para traducir la realidad de los tiempos; tanto la realidad que rodea al ser humano como la realidad de su existencia. En este sentido, los tiempos actuales son muy semejantes a la realidad de los tiempos de la guerra fría en el siglo pasado. La catástrofe europea desarticuló todo y generó migración en el mundo. Guardando las distancias, es lo que hoy se está viendo y viviendo en una nueva versión, no sólo en Nicaragua, sino en todo el planeta (de una u otra forma), por distintas causas. A los Estados Unidos, entre los inmigrantes, llegaron artistas europeos que con sus obras dieron lugar a nuevos modelos artísticos en el arte norteamericano: el expresionismo abstracto, para expresar la libertad de este país, frente a la represión estalinista de la extinta Unión Soviética. A estas alturas del siglo veintiuno se podría pensar que tal corriente artística está alejada de la realidad, pero no es así: muchas veces para alcanzar a comprender la realidad en que se vive hay que abstraerse de ella.


Además de esta pintora hay otros artistas nicaragüenses que también tienden hacia lo abstracto puro o mezclado con lo figurativo; y en todos se impone, más que la realidad, la imaginación. Los colores, la textura, la atmósfera, la estructura. hacen que se experimente distintas sensaciones en el fuero interno del espectador, de ahí también el nombre de la obra Mi Azul Interior. Las críticas pueden ser infinitas hacia esta corriente, pero a final de cuenta es un arte rebelde, se opone a lo vulgar.

Pero además del impresionismo y abstraccionismo, en Nicaragua se pueden advertir estilos y tendencias como lo Naif, el surrealismo, el hiperrealismo, el fauvismo y el realismo mágico, el cual evoluciona desde que introduce el término Franz Roh a inicios del siglo pasado y en determinado momento cuando el término pasa a la literatura tiende a confundirse con el realismo maravilloso de Alejo Carpentier y con el realismo fantástico. Por aclaración: Anderson Imbert dice que realismo fantástico muestra predilección por los hechos imposibles, el realismo maravilloso tiende a ficcionar los hechos extraordinarios y el realismo mágico los hechos posibles. aunque para algunos no hay tanta relevancia y tratan de escamotear las diferencias. Sin embargo, el realismo mágico podría abarcar algo de todo esto y como consecuencia la distancia entre lo imposible y lo posible podría acortarse notablemente.

Las influencias en el estilo de Berta no son ajenas a esas tendencias y autores ya mencionados, pero hay que destacar lo onírico en su pintura, proceso de abstracción o alucinaciones visuales que transforman la realidad. La luz y el color disolviendo las tinieblas del cosmos, de las profundidades del mar; la luz y el color abriendo brecha por todos lados para desvelar cada pulgada de ese paraíso esparcido en el universo infinito. Aparece entonces la tierra preñada de flores, la selva cubierta de árboles y los árboles cubiertos de lianas verdinegras oscuras poblando el espacio aéreo; aparece la energía volcánica, pero no con la violencia que la pueda emparentar con los cuadros de Leonel Vanegas, sino con lo sosegado, lo sereno, lo no violento, lo propio de un paraíso que contemplándolo potencia el misterio de la creación en la psiquis del espectador.

El alma del ser humano debe tener alguna forma y tal vez se puede tocar y debe estar en algún lugar del cuerpo como pretendían hacer creer a la gente en la época medieval; por eso se diseccionaban los cadáveres en su búsqueda; más ignoraban que el alma estaba en los sueños, el amor y los estilos artísticos; la mayor de las veces por eso se pintaba con los ojos de la cara del cuerpo, no tanto con los ojos de la cara de esa alma tan buscada; en el arte moderno, por el contrario, se pinta más que con los ojos del cuerpo con los ojos del alma, por lo que lo pintado refleja más lo íntimo del artista que lo exterior del medio ambiente donde vive; esto, por supuesto, no quiere decir que con ello el artista se aleje de su realidad, por el contrario, esta le da la pauta para que la represente y de esta forma calcen las palabras de R. W. Emerson: “Cada nueva inteligencia revela un nuevo secreto de la naturaleza”. En esta travesía que hemos realizado el alma de la pintora se vincula con lo lírico y lo mágico; en ella están registrados sus sentimientos en torno al paisaje, la naturaleza, el universo; es una pintura que muestra su afán no sólo de ella, sino también de los demás pintores nicaragüenses a través del tiempo de quererse vincular con lo universal; pues mirando hacia el pasado Nicaragua no posee historia de las artes visuales, tal como lo expresaron en su momento los del grupo Praxis; aparte de alguna mínima herencia precolombina.

Sin embargo, la búsqueda de una identidad y la inspiración en otros autores de distintas corrientes del arte moderno o postmoderno ha permitido alcanzar no sólo una visión estética ya reconocida internacionalmente. Corrientes en que no se puede perder de vista que ha sido, es y será siempre, como dice Octavio Paz, una ruptura con la tradición o una tradición de la ruptura; por ello está presente hoy por hoy lo geométrico, lo deforme y lo abstracto; adiós perspectivismo y profundidad, adiós representación absoluta y cruda de la realidad exterior; el núcleo es el estado emocional del artista para que su alma, esa fuerza interior que lleva dentro de él, quede plasmada.

 Sus obras parecen como extraídas del sueño en una atmósfera mágica muy singular; sus obras impactan; es un universo abierto, mágico, lleno de ilusiones como sacadas de una leyenda; es el alma desnuda de la pintora, expuesta a través del arte nicaragüense; el alma que no conocieron los científicos de la época medieval.

Finalmente, recordando a Zeuxis quien al desplegar su pintura de uvas los pájaros se precipitaron intentando picotearlas, no me queda más que parodiar la cita de Coleridge: Si a uno de los espectadores de las pinturas de Berta le dieran ganas de cortar una flor para ver si es real esa flor, y si al tratar de cortarla la cortara… ¿entonces qué?



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[A partir de janeiro de 2022]
 

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Número 187 | novembro de 2021

Curadoria: Daisy Zamora (Nicarágua, 1950)

Artista convidada: Berta Marenco (Nicarágua, 1949)

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