Artículo
27 de la Declaración de los Derechos Humanos.
Quiero
iniciar mi participación con algunas reflexiones acerca de la importancia de dar
visibilidad y relevancia a las mujeres y sus trabajos artísticos y culturales, su
presencia y su participación social en tiempos de una profunda inestabilidad política,
de guerras, destrucción y caos social. Esto no significa que olvidemos que este
siglo XXI es también una época de cuestionamiento de la sociedad capitalista neoliberal,
del patriarcado, del racismo, del extractivismo y la exclusión. Estos son tiempos
en los que se construyen experiencias sociales alternativas, de pueblos que luchan
por la formación de estados democráticos y socialistas.
En este escenario vale repensar los conceptos
de cultura y sexo, para aportarle a estas notas la potencia de la teoría. Ya que,
si bien la acción es importante, ésta debe ir acompañada de la teoría, la unión
de ambas es garante del éxito de las políticas que adoptan los movimientos sociales,
particularmente cuando se trata de las mujeres, de las feministas. Es, por tanto,
importante señalar que el concepto de sexo en la sociedad patriarcal es una construcción
normativa y su trascendencia reside en que, en gran medida, ha determinado las políticas
de los movimientos sociales en la búsqueda de la equidad.
El termino sexo es normativo en relación
al poder, en relación a la moral (heteronomía y autonomía moral) y en relación a
la cuestión del binomio naturaleza-cultura. Estos pilares de la sociedad patriarcal
han operado en contra de los intereses de las mujeres. Me detendré en el análisis
del binomio naturaleza cultura, en el que se refleja la misoginia teórica. Naturaleza
se asimila a la identidad y la cultura a la individualidad. Si se analizan los sexos
bajo esta óptica del binomio varón mujer, las mujeres son naturaleza e idénticas,
los hombres son cultura e individualidades, son el motor de la civilización. Las
mujeres estamos sometidas a la ley natural (las mujeres solo se realizan cuando
son madres y se dedican al hogar).
Este tema está imbricado con la heteronomía
moral a través de la que nos imponen normas concretas, nos imponen lo que nos corresponde
hacer y lo que no, moral en la que se fundamenta la sociedad capitalista que nos
impide actuar bajo las normas morales que se implantan en la democracia, es decir,
actuar con autonomía moral, somos nosotras las que decidimos, las que asumimos nuestras
decisiones acerca de cómo urdir nuestras vidas, no acatamos las reglas o los preceptos
que provienen del orden patriarcal. Es necesario asumir el sexo como una categoría
que nos construye.
Con respecto al poder, debemos comenzar por
preguntarnos ¿qué es el poder? y por qué las mujeres no tienen poder en las sociedades
patriarcales, lo cual está relacionado con el tema de ¿qué es ser mujer?, ¿qué son
las mujeres?, ¿qué son las designaciones?, ¿qué son las hetero-designaciones?, ¿qué
es el nominalismo en el contexto del feminismo? (rechazo a las categorías universales,
pues casi todos son designaciones, por ejemplo, la categoría mujer, son universales
mal formados. Por ejemplo, todas las mujeres son amorosas y abnegadas, otro ejemplo
el genérico varón, todos los hombres son geniales). La cultura es un medio para
transmitir estos conceptos.
El poder (entendido como la capacidad que
tiene un individuo o grupo de que otro haga algo que éste no desea, por ejemplo,
el poder es coercitivo) como sistema de dominación que funciona sirviéndose de la
cultura. En este escenario se vuelve indiscutible que la cultura condiciona y, a
su vez, está condicionada, histórica y socialmente, por el mismo sistema cultural.
Su papel ha sido, tradicionalmente, responder a las necesidades de un régimen de
poder manteniendo la cohesión necesaria, a fin de garantizar la articulación armoniosa
de la sociedad patriarcal, hetero-normativa, racista y neoliberal.
Para que el aparato cultural al servicio
de la sociedad, para que esta maquinaria marche explota eficazmente una herramienta:
los medios de comunicación. Es importante remarcar que las mujeres son el blanco
favorito de los medios de comunicación con los que logran imponer un orden de representación
simbólica a fin de que ellas cumplan al menos dos funciones que el sistema les ha
asignado para garantizar su eficacia “natural”. En primer lugar, las mujeres deben
cumplir con el rol de sosegar, estabilizar y solucionar ciertas contradicciones
del sistema, que se dan al interior de la familia, la educación etc.; en segundo
lugar, las mujeres deben asumir el papel esencial para la economía neoliberal que
es el de ser los apoyos para asegurar el funcionamiento del sistema capitalista
y que permite la extracción de altas tasas de ganancia y de plusvalía.
La cultura en una sociedad fundada en la
desigualdad usa los medios de comunicación de masas como garantes de la transmisión
de los valores y la visión del mundo necesarios al poder neoliberal, racista, hetero-normativo
y patriarcal. Por esos medios se exalta el matrimonio, el amor heterosexual, el
sacrifico, la abnegación. Valores y principios que deberán estar sobre aquellos
que realmente las signan y las oprimen, sobre las diferencias de sexo, de clase,
de raza y de etnia, específicamente cuando se trata de elevarlos a categorías que
guíen las prácticas en el seno de la familia heterosexual.
En el contexto de los medios tradicionales,
los problemas y las contradicciones que viven las mujeres deberán enfrentarse y
resolverse individualmente, es decir en el ámbito de lo privado, y nunca colectivamente,
es decir en el ámbito público. Por esta razón estos medios de comunicación actúan
como un recurso fundamental para transmitir una ideología al servicio del sistema
capitalista neoliberal y patriarcal. Mantener a las mujeres como entes esenciales
en la construcción y transmisión de una cultura hegemónica a través de estos medios
que responda las necesidades del sistema, para que ellas asuman su trabajo con valores
secundarios –privado o público– es forzoso que fortalecer las desigualdades sexuales,
de clase, de etnia, urbanas, industriales.
Por esa esas razones es que aún hoy en días
los estudios reflejan una insuficiente representación de las mujeres en los diferentes
medios de divulgación de las actividades creativas. Son pocos los datos que se manejan
sobre su presencia en el arte en su calidad de creadoras.
Ahora es el momento de reconocer la discusión
generada en torno al rol deconstructivo que juegan la cultura y las artes tanto
en la transformación social, como en la permanencia y la realización del sentir
y del ser cotidiano de la humanidad. Como hemos dicho antes la cultura se adquiere
por exposición, por legado social o por convivencia social –en este caso, en un
escenario patriarcal–. Los valores, las leyes, las costumbres, algunos códigos o
patrones aprendidos, forman parte de lo que se nos ha transmitido y que se considera
como cultura, por estas razones se entiende que la cultura es viva y se transforma
históricamente de acuerdo con los tiempos.
Por otra parte, entenderemos que las artes
son la expresión de la cultura, y puede ser expresión –y debe ser—de la cultura
alternativa, asumir la multiculturalidad, y es en este marco que nos encontramos
que al estudiar las contribuciones de las mujeres como creadoras en la transformación
y la construcción de una sociedad que a ellas no se las visibiliza y entonces se
vuelve urgente preguntarnos las razones por las cuales la sociedad misma no asume
la importancia de analizar los valores que sostienen de la igualdad entre hombres
y mujeres, como se hace desde el feminismo, propuesta teórica que asume la herencia
teórica de la modernidad, de la República, que lucha de manera coherente por la
salvaguarda de la igualdad.
Por eso denunciamos que en el orden patriarcal
se promueve la cultura de la desconfianza para evitar la acción colectiva. El feminismo
por eso no entra en el canon, pues cuestiona. Se debe luchar contra el canon que
la gente tiene del canon feminista, por ello su relato no está normatizado, y hacen
creer que nuestros planteamientos son el efecto del azar y no de nuestras luchas.
Las artes en sí mismas no tienen género empero
éstas se ven afectadas por el fenómeno de la desigualdad y la invisibilización de
las mujeres. Por ello es que importa el tema del sexo en la producción cultural,
en la creación, en las artes. Si, tal como importan la nacionalidad, el estado civil
u otros.
El reconocimiento de la presencia de las
mujeres en el ámbito cultural [1]no es coherente con su extensión demográfica ni
con su participación en los ámbitos de la economía, la política, la ciencia. Esta
situación de exclusión se da en el campo de la cultura que es el escenario en el
que se manifiesta la condición humana de la creación, la expresión, la comunicación,
de ahí la importancia de los movimientos sociales de América Latina que se planteen
esta problemática con una visión crítica y alternativo frente al pensamiento político,
social, económico y cultural hegemónico.
Es importante señalar que es en el contexto
de la producción cultural en el que se desarrolla la capacidad de construir propuestas
sociales propositivas, fortalecidas por los aportes teóricos y prácticos que provienen
del movimiento feminista. Son ellas quienes han logrado cambios importantes en las
políticas públicas y la toma de conciencia de las mujeres como sujetas de derechos
y como transformadoras de la realidad. En Honduras la historia del movimiento de
mujeres se remonta a la década de los 80 y hacia la década de los 90 las agendas
de las mujeres organizadas y feministas es bastante definida.
Urgen por ello consolidar las colectivas
de mujeres artistas que ya existen y promover que surjan muchas más para promover
la igualdad de oportunidades, para construir una trinchera de resistencia frente
a la supremacía mundial que hoy se pretende imponer, también es urgente consolidar
una red de información y de acción artística y cultural que posibilite el vínculo
entre intelectuales y artistas con los foros sociales y las luchas populares de
nuestro país y del mundo en Defensa de la Humanidad.
Las mujeres artistas e intelectuales deberán
considerar el asumir los ejes temáticos y principios de la Red de Intelectuales
y Artistas en Defensa de la Humanidad para ser coherentes con los cambios que exigen
los tiempos actuales y devienen obligadas a comprometerse con la defensa de un planeta
para todas y todos, en defensa de la integración de los pueblos, en defensa de una
economía emancipadora y solidaria, en defensa de las soberanía y la legalidad internacional,
en defensa de la unidad en la diversidad y de la cultura para todas y todos, en
defensa del conocimiento para todas y todos, en defensa de la participación popular,
en defensa de la veracidad y la pluralidad informativa, en la defensa de la memoria
y en defensa de la paz.
Antecedentes, Situación actual
y Perspectivas
Cuando
se toca el arduo tema de la Literatura Hondureña, suele mencionarse como antecedente
genitor, al Padre José Trinidad Reyes, (1797-1855) sacerdote recoleto nacido en
Tegucigalpa, en las postrimerías del siglo XVIII. Pero, aunque este hombre de fe,
realizó una importante labor educativa y escribió una serie de representaciones
teatrales de asunto bíblico, denominadas Pastorelas y que de ningún modo merecen
ser desestimadas, el hecho literario propiamente dicho, surge entre nosotros apenas
en la segunda mitad del siglo XIX, con Juan Ramón Molina (poeta, 1875-1908), Lucila
Gamero Moncada de Medina (novelista, 1873-1964), y Froilán Turcios (narrador, poeta
y periodista, 1875-1943), que puso a Honduras en el mapa de las letras hispanoamericanas
con sus revistas antológicas “Esfinge” y “Ariel”.
En el período inmediatamente posterior, la
incipiente literatura nacional se enriquece con el aporte de los poetas Joaquín
Soto y Ramón Ortega, a los que sumarán sus talentos el polígrafo Rafael Heliodoro
Valle y los narradores Arturo Martínez Galindo, Arturo Mejía Nieto y Marcos Carías
Reyes. Luego pondrán su fulgor en este camino el poeta y ensayista Alfonso Guillén
Zelaya y una mujer que asumió el ejercicio de la poesía como ninguna otra lo ha
hecho hasta ahora en nuestro país, Clementina Suárez (1906-1991).
Como secuela de los esfuerzos de estos creadores,
surgen en las siguientes décadas otras figuras en la literatura nacional: Edilberto
Cardona Bulnes, José Luis Quesada, Rigoberto Paredes, José Adán Castelar, José González,
Roberto Castillo, Jorge Luis Oviedo y Roberto Quesada. Casi todos poetas, con excepción
de los tres últimos, que trabajan con los arduos materiales de la ficción narrativa.
En los días que corren, se presenta un movimiento
de jóvenes parricidas con el ansia de empezar todo de nuevo. Algunos emiten señales
esperanzadoras en lo que respecta a una futura obra donde la madurez mostrará la
validez y hasta justificará la irreverencia iconoclasta de ahora; mientras que,
en otros, se advierte que andan como a tientas, buscándose a sí mismos en los laberintos
de sus propias fantasías y contradicciones.
Una de las novedades es la presencia cada
vez mayor de las mujeres que aspiran a ser sujetos antes que objetos de la creación
literaria.
Referencias
1. Cuando
se analizan las Fundaciones y Asociaciones del País (Directorio) de las Letras y
las Artes que existen en Honduras podemos comprobar el modo en que se invisibiliza
el trabajo artístico, creativo y científico de las mujeres, que apenas se reconoce
su participación como novedad, y apenas se menciona a Clementina Suárez.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 195 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidada: Scarlett Rovelaz (Honduras, 1987)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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