EG
| ¿Desde cuándo te dedicas a la música? ¿Cómo y dónde desarrollaste
tu aprendizaje?
EP-T | En mi infancia nunca tuve
una educación musical formal, sólo algunas experiencias infructuosas y quizás similares
a las de otros niños panameños de igual condición social a la mía. Una vez un primo
de mi madre, bohemio y bebedor, me regaló su guitarra en un ataque dadivoso, producto
más del ron que de sus buenas intenciones. A la semana siguiente me pidió prestado
el instrumento, dizque para llevar unas serenatas, y jamás lo volví a ver. También
tuve un ukelele, de esos que vendía el almacén Army Navy de la Avenida Central por
$3.50, y una caja que pertenecía a la banda de guerra del Colegio Alfredo Cantón,
donde terminé mi primer ciclo, y que no pude utilizar en los desfiles patrios porque
mi madre no podía pagarme el uniforme de gala. Después de graduarme de bachiller
en ciencias en el Instituto Nacional, empecé a tocar la guitarra por mi cuenta.
En 1978 ingresé a la Escuela Nacional de Música y antes de terminar el año, me encontraba
haciendo los exámenes de admisión para entrar al Real Conservatorio Superior de
Música de Madrid. En España estudié por siete años consecutivos en los que no regresé
a Panamá. Ese periodo lo recuerdo como uno de los más enriquecedores de mi vida.
Las vivencias en España marcaron todo lo que vino después.
EG
| ¿Cómo describirías tu camino y evolución en esa arista
difícil que es la creación y la recreación de obras musicales?
EP-T | Siempre quise estudiar
composición, pero para hacerlo los planes de estudio de los conservatorios europeos
sólo lo permitían después de cursar sistemáticamente cinco años de solfeo, teoría
y dictado, 2 de armonía, uno de contrapunto y otro de fuga; nueve años en total.
Así que sólo estudié la guitarra clásica en España y luego, en la Universidad Temple
de Filadelfia terminé una maestría. Como ya me conocían en Temple, intenté ingresar
al doctorado en composición con mi maestría en interpretación, pero no me aceptaron
porque sólo había escrito tres obritas, que no eran suficiente para entrar al programa.
Ese mismo año tomé clases privadas de composición con uno de los profesores de la
universidad y compuse muchísimo. Cada semana le llevaba material nuevo. En la siguiente
convocatoria, no sólo me aceptaron sino que me concedieron una beca que cubría el
costo de los estudios y me ayudaba con mis otros gastos. Al graduarme me obsequiaron
con el único premio anual que ofrece la Escuela de Música por excelencia en composición.
EP-T | En Panamá todavía no hemos tenido un movimiento
musical nacionalista de importancia. Hasta donde sé, no hay nada documentado sobre
el debate de incluir material folclórico en la música académica, como se hizo por
ejemplo a principios del siglo XX en Cuba, con la figura de Alejandro García Caturla,
quien no sólo utilizó los ritmos afrocubanos en sus composiciones, sino que embelesó
a muchos compositores modernos con timbres nuevos, y desde entonces el güiro, las
maracas y las claves cubanas son parte de la sección de percusión en las orquestas
sinfónicas del mundo. En México Carlos Chávez, con su “Sinfonía India”, incluye
no sólo los instrumentos y las escalas pentatónicas de los indios Yaqui del estado
de Sonora, sino también la simplicidad de sus texturas orquestales—un instrumento
de viento acompañado por un tambor.
En Panamá, Roque Cordero
es el único que se cuestiona el problema del maridaje de lo folclórico con lo clásico,
y admite que su música es “netamente panameña,
sin ser nacionalista o cutarrista”. Pero, ¿cuánto hay de material panameño y
cuánto de técnica europea en la producción madura de nuestro compositor? Desde mi
punto de vista, la hibridación de la música académica con la folclórica, sólo es
honesta si se va a los sitios donde se fragua ésta última, se habla con el músico
rural, se le siente; y luego, en solitario, con esas vivencias en la memoria, se
transcribe y analiza el material colectado. Sólo así se descubren los elementos
esenciales de esa música, para que se transformen, como dice Béla Bartók, en nuestra
segunda lengua materna.
EG
| ¿Cuáles son los nichos panameños del mundo ecológico,
folklórico y campesino que has indagado para tus producciones?
EP-T | Como estudiante del doctorado
en composición me gané el premio Presser de la Universidad Temple, por un proyecto
de investigación sobre la música para la mejorana. Fue así como en el año 2002,
equipado con una cámara de vídeo, me instalé en Guararé por la semana que dura el
Festival de la Mejorana. En una casa que alquilé en el centro del pueblo, fueron
desfilando ante el lente cuanto mejoranero me encontraba en las calles y hasta en
las cantinas, porque para las cosas del folclore no se puede ser ni muy abstemio
ni muy parco.
Toñito Rudas, que lleva
ejecutando el instrumento por más de 50 años, me hizo unas grabaciones preciosas
de toques y bailes de mejorana. Cuando voy a Santiago visitó a José Augusto Broce
y le escucho hablar de la mejorana. A veces sigo a los músicos a los toques. Una
vez fui a dar a Mariato, y por casualidad me encontré con el gritador ocueño Apolinar
Ureña, que tiene una forma de gritar sui géneris y muy virtuosa. También Raúl Vital,
con Efraín González acompañándolo en la mejorana, me grabó unas salomas que cuando
las presenté en una conferencia en La Sorbona, me abrieron las puertas del Laboratorio
Acústico Musical de París. Allí, Michèle Castellengo, reconocida investigadora de
la voz humana, se interesó en la forma como Raúl Vital cambia tan rápido de la voz
de pecho a la de falsete, que es una característica intrínseca del grito y parece
ser única de Panamá.
EG
| Háblanos del proyecto denominado OJAUA.
EP-T | OJAUA, es la descripción
onomatopéyica que hacen del grito los esposos Zárate en el libro Tambor y Socavón.
En la composición, que es para orquesta sinfónica, ocho cantantes y electrónica,
utilizo el grito como motivo. Hay además varios momentos reminiscentes del folclore,
como cuando los violines y violas tocan el instrumento como si fueran mejoranas,
y utilizan púas de guitarra para darle mayor resonancia a los acordes. O cuando
el oboe y el corno francés se enfrascan a “puro grito” en mitad de la obra. El tema
principal es la transformación de una saloma en torrente de gallino, que le grabé
a uno de los concursantes del Festival de la Mejorana. Los cantantes sólo utilizan
vocablos como texto (jeu, ay, iorelé, ayombe, euja, nonai), y hasta zapatean imitando
la danza del gallino. La parte electrónica utiliza un control remoto Wii de nintendo,
para ejecutar sonidos originales o transmutados, sacados de grabaciones de la música
para la mejorana.
EG
| ¿Cuál ha sido la recepción del público panameño e internacional
frente a tus proyectos?
EG
| Los maestros son importantes, los maestros que por el
pénsum te son asignados, los que uno mismo busca y los que hacemos nuestros por
su gran legado a la historia de la música. Háblanos de esos maestros.
EP-T | Aquí en Filadelfia mi
maestro de composición, Maurice Wright, es una de las personas más brillantes que
he conocido. Ahora somos amigos y él me sigue apoyando. El último año que viví en
España lo pasé en Alcoy, un valle entre Alicante y Valencia, hasta allí fui a buscar
al maestro de guitarra José Luis González, que ya falleció. Las clases con José
Luis eran muy empíricas, el no tenía la mejor metodología para enseñar, sino que
demostraba su manera de hacer, lo que a veces funcionaba y otras no, pero daba gusto
escucharle tocar. A Alcoy venían muchos guitarristas profesionales de Japón a estudiar
con José Luis González, con ellos aprendí sobre música y disciplina. Con otros maestros,
como los cubanos Leo Brouwer y Manuel Barrueco, sólo sería necesario escucharlos
una vez porque cada vez repiten el mismo argumento, y con ésto no quiero decir que
lo que enseñan es simple, sino que son consistentes. A ambos los he seguido en sus
clases maestras de Martinica, Córdoba y Baltimore.
EG
| ¿Crees que la historia del aporte de los panameños a
la música está ordenada, escrita o siquiera en proceso de hacerse?
EP-T | Hasta ahora, la contribución
más importante de la música panameña académica, se centra en la producción del maestro
Roque Cordero, y aún no se ha escrito un libro sobre su obra. El compositor panameño
de más renombre sigue siendo desconocido en su país. He dicho antes que, para un panameño desconocer la música de Roque
Cordero es equivalente a ignorar la poesía de Demetrio Herrera Sevillano.
EG
| Tu tiempo está dividido entre Panamá y el extranjero,
cuéntanos qué significa esto y cuál es el impacto.
EP-T | Resido en Filadelfia desde
1992, y viajo a Panamá cada año. Cuando voy a Panamá llevo proyectos de investigación
o trabajo en alguno de los eventos que he fundado, como el Encuentro Internacional
de Guitarra, que es uno de los festivales musicales de mayor relevancia en el país.
También, con la ayuda de otros colegas y el apoyo de la Biblioteca Nacional, empecé
el 'Ciclo musical de vanguardia' SONANCIAS, que pretende dar a conocer los clásicos
de la música contemporánea que nunca se han tocado en Panamá, por medio de recitales,
seminarios para estudiantes y profesionales de la música y conferencias abiertas
a todo el público. A Europa viajo con frecuencia, especialmente a España, que es
donde grabo y edito mis discos.
EG
| Sintetízanos
brevemente cómo definirías y describirías el contenido de cada una de tus producciones
publicadas: “Comtemporary Chamber Music from Panama?”, “Hecho en Salamanca”, “Classical
Guitar Journey / Viaje a través de la guitarra clásica” ...
EG
| También
expones ensayos sobre tu trabajo musical en distintos foros y universidades... ¿qué
procuras sustentar a través de ensayos y conferencias? ¿se publica este material?
¿tienen acceso e interés sobre estos temas los panameños comunes? ¿y los especializados?
EP-T | En las conferencias muestro
las conclusiones que saco de mis análisis sobre la música para la mejorana y la
forma como uso y transformo los elementos originales en mis composiciones. Me sirven
para poner a prueba razonamientos a veces provocativos, y escuchar las reacciones
y comentarios de una audiencia especializada. En un año he dado conferencias en
La Sorbona de París, La UNAM en Ciudad de México y la Universidad Oxford. Recientemente
publiqué el artículo “Digitalizando la Música para la Mejorana Panameña: Nuevos
Instrumentos MIDI para Compositores”, en la revista de la Conferencia Interdisciplinaria
de Musicología, que se celebra en Europa cada año. Además, el artículo “El Torrente
de Mesano en la Música para la Mejorana Panameña: Transcripción y Análisis” es considerado
para su publicación en la Revista de Música Latinoamericana de los Estados Unidos.
Mis análisis sobre el “Cuarteto para el Fin de los Tiempos” de Olivier Messiaen,
están disponibles en español en la Internet.
EG
| Compartes
tu tiempo también con la docencia ¿hacia dónde enfocas este esfuerzo? ¿qué buscas,
qué quieres provocar en los estudiantes?
EP-T | Aunque mis primeros trabajos
cuando regresé de España no fueron los mejores (me destinaron al Primer Ciclo Santa
Librada y luego al I.P.T. Angel Rubio), de ambos salí curado y, hay que decirlo,
con vida. Después de esas experiencias todo ha sido más fácil. En Filadelfia enseño
teoría de la música en la universidad donde me gradué y en Nueva York composición
e interpretación. Además, trabajo en un curso que analiza las composiciones de arte
latinoamericanas por medio de sus orígenes folclóricos. América Latina no está bien
representada en los currículos de las universidades en Estados Unidos, y mi intención
es mostrar el valor de nuestra música de arte; que todo no es salsa, guaro y campana.
El gusto por la docencia
me viene de familia: mi abuela y mi madre eran educadoras, y el esposo de mi madre,
Tomás Garibaldi, fue decano de la facultad de educación y toda su vida trabajó en
diferentes niveles de la docencia. Mi madre me dio consejos simples pero efectivos
y Tomás siempre está dispuesto a hablar de educación, porque aún jubilado le sigue
apasionando el tema.
A los estudiantes me interesa
motivarlos, que se obsesionen de forma positiva con el aprendizaje. Que aprendan
a ser curiosos y que busquen la información hasta agotar los medios. Mis clases
son muy activas, les pregunto bastante y los invito a pensar y a responder con claridad.
Procuro que se sientan cómodos preguntando y expresando sus ideas, por medio de
resaltar lo que considero más valioso en sus argumentos. En pocas palabras, trato
de ser el profesor que a mi me gustaría tener, y como no, con ellos aprendo mucho.
NOTA
Esta entrevista fue hecha en el año 2010.
Emma Gómez es Académica de Número de la Academia
Panameña de la Lengua, crítica literaria y Coordinadora General del Patrimonio Cultural
Inmaterial del Ministerio de Cultura.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 193 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidado: Ela Urriola (Panamá, 1971)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
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