KWAME ANTHONY APPIAH
Hybridity
is the revaluation of the assumption of colonial identity through the repetition
of discriminatory identity effects. It displays the necessary deformation and displacement
of all sites of discrimination and domination.
It unsettles
the mimetic or narcissistic demands of colonial power but reimplicates its identifications
in strategies of subversion that turn the gaze of the discriminated back upon the
eye of power.
HOMI K. BHABHA
Desde los siglos XVI y XVII, la sed de riqueza y control del colonizador europeo
ha estado condicionada por la convicción de la inferioridad del otro no-blanco.
La lógica de la hegemonía colonial ha procurado fundamentar, justificar y legitimar
el racismo, los prejuicios y la xenofobia ancestral. Desde entonces se han conceptualizado
y racionalizado nociones ortodoxas verticales y rígidas de pureza y origen. Las
respuestas a ese autoritarismo cubren una gama que va desde la aceptación y el silencio
a la articulación de mecanismos alternativos de reelaboración cultural y resistencia
[1] tales como la hibridación.
A pesar del impulso
diferenciador y universalizante del poder hegemónico, debido al contacto de diferentes
grupos raciales y a la porosidad de las fronteras culturales, el ideal europeo de
raza y cultura pura e inmaculada no pudo sobrevivir. [2] Desde los inicios,
se produjo un maridaje al nivel de la praxis que fue y, aún en ciertos círculos,
hoy es concebido denigratoriamente como signo de contaminación y degradación regresiva.
La historia de
la humanidad se desarrolla en torno al encuentro de diferentes culturas. La cultura
constituye un sistema de símbolos, valores, patrones de pensamiento y de conducta
heredados que operan como mediadores entre los individuos y su entorno para procesar
y organizar los signos que encuentran. [3] Por medio de este sistema, los
individuos se desarrollan, transmiten y perpetúan sus conocimientos y actitudes
sobre la vida y el mundo.
Los pueblos obligados
a transmigrar traen consigo un bagaje cultural de costumbres, lenguaje, leyendas,
ideas, valores y religiones. Al encontrarse diferentes pueblos y culturas, se produce
una amalgama que se ha denominado al nivel biológico, hibridación, al nivel cultural,
transculturación [4] y, en cuanto al religioso, sincretismo. Proveniente
de las ciencias biológicas, la noción de hibridación se refería a la cruza de animales
pertenecientes a diferentes especies. Durante el siglo XIX, el término, aplicado
a los seres humanos, implicaba una amalgama de diversas razas. En una jerarquía
racial, primero estaba el indio, luego llegó el africano con sus descendientes a
ocupar el escalón más bajo de la familia humana junto a los simios. Se estimaba
que los africanos estaban destinados a servir a las razas superiores por pertenecer
a otra inferior y que debían ser tratados como animales domesticados. Cuando Darwin,
en The Origin of Species, llegó a la conclusión de que no había diferencias
esenciales entre las especies y sus variantes, se sustituyó la idea de animalización
por la de corrupción del original puro pues la mezcla constituía una amenaza al
vigor y la pureza racial. (Young)
En la última década, uno de los hitos del debate
cultural ha sido la hibridación, extendida metafóricamente a la cultura. Es una
noción fundamental para comprender la sociedad latinoamericana contemporánea constituida
por aluviones de razas, etnias y culturas, con múltiples y móviles identidades individuales
y colectivas. [5]
El abrazo de dos o más culturas activa un diálogo
transitivo de matrices culturales diferentes, contradictorias a veces. Con mecanismos
psíquicos de proyección e introyección, la cópula cultural yuxtapone espacios y
temporalidades y promueve la interacción de ideas y cosmovisiones dinamizando un
proceso de influencia recíproca. Ese diálogo se entabla en lo que Renato Rosaldo
designara espacios de invisibilidad cultural, zonas culturales fronterizas de encuentro
del discurso hegemónico con el subalterno. Con una heteroglosia lúdica e incesante,
este último proyecta y traduce sobre los códigos hegemónicos una cosmovisión periférica
que funciona como resistencia a los paradigmas conceptuales dominantes.
De acuerdo a
Michel de Certeau, en The Practice of Everyday Life, el subalterno encuentra
en su diario vivir modos de adaptar los sistemas culturales que le son impuestos.
Emplea una técnica de camuflaje: aparentemente acepta las leyes y prácticas de representación
hegemónica, pero las dirige a fines diferentes de los perseguidos por el orden dominante.
Sin rechazarlas ni transformarlas abiertamente, absorbe el empuje dominante y lo
altera subvirtiéndolo desde su interior. Recurriendo a tácticas de selección, adaptación
y adopción, entreteje las diferentes tradiciones a su alcance y metaforiza el orden
dominante en un registro diferente. En el proceso, van operando elementos de manipulación
y/o engaño característico de la resistencia de aquellos a quienes se les niega un
espacio propio necesario para sobrevivir dentro de una red de representaciones y
fuerzas hegemónicas limitantes y opresivas. (de Certeau) El marginado permanece
dentro del sistema que ha asimilado y que lo asimila externamente siendo siempre
el Otro, pero sin abandonar totalmente el sistema al que se ha visto obligado a
renunciar exteriormente. Creativamente resiste su papel cultural pasivo y constituye
un espacio propio entre los intersticios del poder hegemónico.
En el proceso,
se producen rupturas de códigos y se plantean desafíos entre las fronteras discursivas
y culturales que van desplazando perspectivas, territorios y fronteras sociales,
económicas, políticas y estéticas. Con un efecto generativo de transformación social,
[6] la hibridez establece nuevas formas de representación, de signos y símbolos.
Transforma el entorno semiótico. [7] En el contacto ni el dominador ni el
dominado se libran de algún tipo de contaminación, pero no llegan a resolver la
tensión entre las polaridades conceptuales.
El efecto del
proceso de hibridación no consiste en rescatar al subalterno sino en desequilibrar
y descentrar el factor hegemónico creando nuevos espacios y nuevas formas de poder,
de saber y de ser. La hibridación produce un contradiscurso que tiene efecto de
resistencia y antídoto contra el esencialismo, la univocidad y el control cultural,
a la vez que pone de manifiesto la vitalidad de los grupos marginados. [8]
En su misión
civilizadora, la autoridad colonial en América había impuesto junto con el orden
civil, el cristianismo. Había establecido universal y coercitivamente una tradición
monocultural con la Biblia como mito normalizador y significante de autoridad. (Bhabha)
Al enfrentarse a la evangelización, para sobrevivir y no desaparecer, el africano
en América se había refugiado en los lugares comunes con el catolicismo en una mímica
que no duplicaba una esencia sino una apariencia pues no renunciaba totalmente a
sus propios dioses. Los mantenía camuflados bajo las imágenes de los santos católicos.
Durante mucho tiempo la única libertad que gozaban los esclavos era la espiritual,
encubierta por la máscara de aceptación de los cánones cristianos. [9] Aunque
en las instancias de deculturación más intensa, la adopción del cristianismo fue
más sustantiva. Sin embargo, los elementos culturales reprimidos de la consciencia
colectiva no desaparecían totalmente y algunos eventualmente regresaban transformados.
En el caso uruguayo, por su historia de represión y asimilación, el afro ha sufrido
una intensa deculturación, proceso que paulatinamente se ha venido revirtiendo con
una escalada meteórica en el ámbito religioso durante los últimos diez años.
Africanía uruguaya
Más allá del Río de la Plata la
africanía racial y cultural uruguaya es prácticamente ignorada. [10] Sin
embargo, la presencia africana en lo que constituía la Banda Oriental, denominación
colonial del territorio al este del río Uruguay, se remonta a 1680, año de la fundación
de la Colonia del Sacramento, primer asentamiento europeo en esa zona, que más tarde
se habría de convertir en centro negrero. Una vez fundada la ciudad de Montevideo
(1726), alegando escasez de mano de obra, el Cabildo solicitó autorización para
comenzar la importación de esclavos. En 1743, llegó el primer embarque legal de
africanos. Cincuenta años después, Montevideo fue declarada único puerto de entrada
y distribución de esclavos para el virreinato del Río de la Plata, extendiéndose
a los territorios actuales de Chile y Perú. Los esclavos que entraban a Montevideo
provenían de diversas áreas de África y eran comercializados y distribuidos en otras
zonas del virreinato. Los que habían de permanecer en el territorio, provenientes
de Bahía y Río de Janeiro, ingresaban a la Banda Oriental por la frontera abierta
del norte con la colonia portuguesa. Llegaban habiendo sufrido ya en África diferentes
grados de hibridación entre otras culturas africanas, y, en América, con los portugueses
y los indios aborígenes del territorio lusitano.
En la Banda Oriental,
bajo un régimen de relativa benevolencia, los esclavos soportaban las injusticias
y los abusos propios del sistema. Cuando la esclavitud fue totalmente abolida en
1853, los descendientes de africanos entraron a una sociedad teóricamente abierta
con posibilidades educativas y laborales que, debido a una legislación crecientemente
liberal, potenciaba la movilidad vertical. En la práctica, su situación era y continuó
siendo muy precaria. Con pequeñas variantes y desde siempre, los afro-uruguayos
han integrado, los estratos sociales inferiores que los relegan a la periferia social
abundante en restricciones tácitas. [11] Sus antiguos amos nunca les dejaron
olvidar su situación de inferioridad.
Pero aún en ese
clima, los descendientes de africanos participaron en la formación de la nacionalidad
y pusieron su fuerza creadora y vital al servicio de la sociedad con valiosos aportes
culturales. Los afro-uruguayos se sienten tan uruguayos como cualquier otro hijo
del país y se identifican con la nación. Sin embargo, aún no han tenido ni espacio
ni instancia que les permita ser agentes de su propia historia. Inconscientemente
imbuidos de la mentalidad colonial, los afro-uruguayos deseosos de asimilarse al
caucásico frecuentemente han adoptado un papel pasivo y se identifican culturalmente
con el resto de la sociedad uruguaya encarnando así al subalterno absorbido por
el sistema cultural hegemónico que lo subestima.
Por otra parte, el uruguayo medio se autodefine
y hace alarde de europeísmo y homogeneidad étnica. Respondiendo a una doxa colectiva
de largo arraigo, aun cuando es consciente del componente africano de la población,
lo ignora. Como consecuencia de una mentalidad colonizada aún no extirpada y siempre
latente, las relaciones interraciales en el Uruguay están marcadas por un eurocentrismo
común en las naciones americanas. Desde los albores de la Ilustración con Hume y
Kant, los europeos y sus descendientes han estado imbuidos de un racismo ancestral
con actitudes que asocian al afro con los seres más inferiores y lo encuentran repulsivo
frente al angelical caucásico. La representación del afro creada por el europeo
y sostenida por el español, quien privilegia la importancia de la pureza de la sangre,
goza de más permanencia que cambio con lo cual contribuye a perpetuar la situación
discriminadora.
A pesar de sus
contribuciones a la formación de la nación y a la cultura popular urbana, en su
trayectoria cultural e histórica el afro-uruguayo ha permanecido marginado. Hasta
nuestros días, vive en una situación de alienación, subalternización y exclusión
de las oportunidades sociales, culturales y laborales, de las fuentes de poder,
y, por supuesto, de todo tipo de reconocimiento que no sea la benevolencia y tolerancia
del caucásico. Esa tolerancia está teñida de una condescendencia y subestimación
en cuya raíz subyace un paternalismo racista benevolente [12] que infantiliza,
ridiculiza y finalmente denigra al afro-uruguayo llegando a hacerlo invisible. [13]
De modo que dentro de un contexto social eurocéntrico donde la normatividad universalizadora
está fundada y controlada por el caucásico, el afro con su cultura, sus preocupaciones
y problemática particular, permanece en la oscuridad de la periferia.
Paradójicamente,
el uruguayo ha buscado institucionalmente erradicar las desigualdades e injusticias
sociales. En defensa de los derechos humanos, se ha adherido tradicionalmente a
un ethos democrático, igualitario y libertario que está inscrito en el sistema legislativo
a partir la constitución de la República. Abrazando este mito y persuadido de su
universalidad, el uruguayo se resiste a admitir o aceptar la existencia de ningún
tipo de discriminación. Desde el momento del ingreso de los africanos al suelo oriental
(uruguayo), sus relaciones con los caucásicos fueron reguladas por jerarquías piramidales
maniqueas y excluyentes. El uruguayo no reconoce el delirio maniqueo que casi ancestralmente
informa y configura la difusa y no verbalizada normatividad de su doxa. El delirio
maniqueo, según Franz Fanon en The Wretched ot the Earth, caracteriza la mentalidad
colonial. Adjudica a un nivel moral, intelectual y socio-cultural, la superioridad,
la razón, la cultura y la civilización al colonizador/blanco, y la inferioridad,
el instinto, la naturaleza y la barbarie, al colonizado/afro con quien asocia imágenes
de impureza y contaminación. [14]
En el Uruguay,
se da un doble discurso: el legal, por un lado, y, por otro, el de la praxis, generado
por el habitus, o sea el sistema de disposiciones duraderas y transponibles que
funciona como matriz de percepción y acción del individuo. [15] El habitus
del uruguayo medio está permeado de un determinismo racial esencialista que revela
y perpetúa los estereotipos negativos del afro.
Durante siglos
y en oleadas sucesivas, el africano fue transplantado forzadamente a América. Los
europeos habían venido voluntariamente plenos de ambiciones e ímpetu realizador
para ser amos de tierras e individuos. Por su parte los esclavos, agobiados y tratados
como bestias de trabajo, para sobrevivir, operaban defensivamente con disimulo y,
de acuerdo a las circunstancias, se adaptaban a la nueva cultura.
Su relación con
el amo blanco fue de víctima/opresor. El amo sin consideraciones humanas ni morales
arrancó al africano de raíz de su cultura madre. El europeo creía poseer el cetro
de la verdad y la imponía sobre la consciencia del esclavo quien, sin otras alternativas,
retrocedía, se sometía, y quedaba en silencio. Para el blanco, el cuerpo afro valía
solamente como bien de trabajo. Su mente era anulada, o sea que, metafóricamente
se le decapitaba.
En un proceso
inherente a la explotación colonial y neo-colonial, [16] el amo desmantelaba
la identidad original del afro y le devolvía una imagen negativa y distorsionada.
Arrancado de la experiencia de totalidad y plenitud en su cultura/madre donde su
identidad era confirmada, el africano fue víctima de una castración cultural. [17]
Entraba a un nuevo orden social marcado por una carencia primordial, la de un paraíso
perdido.
La intensidad de ese asalto cultural dependía de
las circunstancias propias de la economía local, del empleo específico de la mano
de obra esclava, ya fuera en agricultura, ganadería, minería, artesanía o servicio
doméstico. [18] En Uruguay, no se dio una economía de plantación como en
Brasil o en el Caribe donde los esclavos trabajaban juntos y convivían en habitaciones
en común, lo cual permitía el cultivo secreto de tradiciones compartidas. En Uruguay,
el esclavo raramente era empleado en trabajos camperos, trabajaba en pequeños grupos
de menos de diez individuos en el servicio doméstico y convivía con sus amos. Debido
a estas circunstancias el africano allí, sufrió un proceso de desculturación más
radical que en otros países. [19] Perdido el vínculo con su cultura y su
historia, eclipsó de su memoria sus propios medios de expresión, su ethos, su cultura,
aunque no total ni definitivamente.
Sin embargo, la trayectoria cultural afro-uruguaya
no ha sido sólo de pérdida, ruptura y discontinuidad. A pesar de la desculturación
sufrida, en su fuero íntimo el afro-uruguayo conservó elementos africanos que, como
las represiones de la consciencia, pujarían por re-aflorar en fluctuaciones de recuperación
y renovación. Tales empujes se han manifestado en esfuerzos de rescate de elementos
culturales africanos con la fundación de órganos de prensa afro y de organizaciones
sociales y culturales y el surgimiento de valores intelectuales en diferentes momentos
de este siglo. El momento de oro de la intelectualidad afro-uruguaya se dio durante
la década de los treinta y parte de los cuarenta, período que coincide con los años
de gran dinamismo y desarrollo intelectual en toda la diáspora africana, en Estados
Unidos, el Renacimiento Negro de Harlem, con escritores de la talla de Langston
Hughes y W.E.B. Dubois, Nicolás Guillén en Cuba, Juan Pablo Sojo en Venezuela. Todos
buscaban recuperar y afirmar su africanía, su historia y su cultura mientras que
se liberaban de los estereotipos y del estigma que los había plagado.
En el Uruguay,
los intelectuales afro se nuclearon alrededor del periódico Nuestra Raza, fundado
en 1917, primera época que durara hasta diciembre de ese año. Luego continuó en
su segunda época con mayor brío desde 1933 a 1950, liderado por Pilar y Ventura
Barrios, Elemo Cabral, Lino Suárez Peña e Isabelino José Gares. De ese núcleo surgió
la iniciativa del Partido Autónomo Negro que infructuosamente incursionara en el
territorio político y que hubiera de disolverse por falta de apoyo entre los propios
corrazáneos. [20]
Los intelectuales
afro-uruguayos mancomunados alrededor de Nuestra Raza constituyeron una minoría
que no se extendió hacia todos los corrazáneos. Cuando desapareció esta generación,
se produjo un gran vacío intelectual entre los afros en Montevideo. A fines de los
años cincuenta, Francisco Merino intentó llenar ese hiato. Creó el Teatro Negro
Independiente de Montevideo. [21] Promoviendo el rescate de auténticos valores
africanos en vías de desaparición, Merino aspiraba a desarrollar una expresión dramática
auténticamente afro-uruguaya. Con aliento netamente popular, postulaba múltiples
objetivos sociales: conducir al afro-uruguayo hacia la superación personal, socio-económica
y cultural, y hacia una cohesión comunitaria que, en pos de un espacio social digno,
lo encauzara más allá de la indigencia y la marginación. Lamentablemente, los enaltecedores
planteos que impulsaron la iniciativa de Merino fueron escasamente logrados. Cuando
Merino falleció en 1982, el Teatro Negro Independiente, falto de líder, de recursos
económicos y del respaldo de una comunidad unida, se desintegró concluyendo un momento
único para la africanía y el teatro uruguayo. [22]
En pos y en defensa
de la africanía, se han fundado varias organizaciones negras en Montevideo. Desde
1941, funciona la “Asociación Cultural y Social Uruguay (A.C.S.U.) que promueve
el rescate de tradiciones africanas, la unión y cooperación de los afro-uruguayos,
además de actividades sociales y culturales. En 1954, Manuel Villa organizó la “Sociedad
Amigos de África en el Uruguay” que publica el periódico Bahía Hulan-Yack, órgano
de denuncia de la discriminación y de difusión de la cultura de la diáspora africana.
En los últimos
quince años se están dando en Uruguay otros empujes reafricanizadores. Están surgiendo
nuevos valores literarios, particularmente en poesía con Cristina Rodríguez Cabral,
Tamara de la Cruz, Agapito Carrizo y Jorge Emilio Cardoso, quien también ha incursionado
en otros géneros. [23] En 1987, se fundó la Organización Mundo Afro que,
con ambiciosos objetivos educativos y de investigación en artes y letras, incentiva
estudios sobre el protagonismo afro en el Uruguay, así como proyectos de desarrollo
y cooperativismo. Provee varios servicios sociales que atrae estudiantes afro que
están empezando a ocupar las aulas universitarias. Convoca seminarios y otras actividades
culturales para auspiciar la valoración de la identidad afro-uruguaya. Además, la
organización tiene una casa editorial que divulga la literatura afro y estudios
sobre la experiencia africana en el Uruguay y publica un periódico, Mundo Afro,
que sirve de foro a la crítica y a la reflexión.
Africanización religiosa
Las culturas africanas que llegaron
a la Provincia Oriental desaparecieron como tales. No así algunas de sus tradiciones
que sobrevivieron transformadas y adaptadas a otras formas culturales: la música,
la danza, la comida, el lenguaje y la religión.
A pesar del canibalismo
cultural sufrido, por su inherente vitalismo, los afro-uruguayos se refugiaron en
su música, danzas y ceremonias, y reelaboraron algunos elementos propios de su religiosidad.
Arraigados en la cultura uruguaya y residualmente ocultos en el folclor, el candombe,
danza de origen ritual afro-uruguaya, y la curandería, práctica curativa popular,
revelan profundas huellas religiosas africanas.
De 1760 datan las primeras danzas públicas de las
comparsas de esclavos en Montevideo quienes desfilaron en la procesión de Corpus
Christi. Luego ante las protestas de otros participantes blancos, los africanos
dejaron de desfilar. Sin embargo, les fue permitido reunirse los domingos y fiestas
de guardar a extramuros de la ciudadela de Montevideo, sobre la costa, donde se
entregaban a sus propios ritmos y ritos.
Durante la colonia,
los afro-uruguayos se agruparon en naciones según el lugar de procedencia. Con el
tiempo, se organizaron en cabildos que reflejarían los caracteres culturales de
las naciones. [24] Ante el despojo cultural, el esclavo fue buscando satisfacciones
ocultas. Encontró en los cabildos un espacio privado para el afianzamiento y difusión
de algunas tradiciones religiosas y folclóricas secretas (Bottaro). Allí realizaban
celebraciones que revelaban el vitalismo de las religiones africanas con sus rituales
agrícolas, de iniciación o transición. Mientras que rendían culto a sus propias
tradiciones y entidades sobrenaturales, iban aceptando y/o adaptando las creencias,
los santos y el calendario de los festivales católicos, como el Día de Reyes de
especial interés por el rey mago africano, Baltasar. [25]
En un principio
en Montevideo, las celebraciones de los cabildos eran privadas. Luego esas sociedades
africanas se fueron abriendo al público. Se volvieron más vulnerables a las influencias
foráneas resultando en un blanqueamiento que aceleró la deculturación a la vez que
el aliento de la cultura afro iba permeando la caucásica. En 1874, un grupo de jóvenes
de la alta burguesía montevideana, se embetunaron y disfrazaron de lubolos con vestuario
de esclavos para desfilar en carnaval bailando música africana y cantando en lenguaje
bozal. Pocos años después los afro-montevideanos entraran a participar directamente
en esos desfiles africanizando irreversiblemente el carnaval uruguayo.
La comparsa lubola
siempre se ha organizado con personajes definidos que bailan el candombe. Procedente
de danzas dramáticas religiosas de antiguos ritos bantúes que invocaban y suplicaban
a los dioses africanos, esta danza fue asimilando algunos elementos del ritual católico,
así como figuras de la contradanza europea. Su apogeo fue entre 1875 y 1890, cuando
empezó a perder algunas de sus características más acendradamente africanas (Moro
y Ramírez) para llegar hasta nuestros días convertido en un híbrido baile popular.
Fiesta popular
originalmente europea, el carnaval les abrió a los afros un espacio propicio para
la reactivación y reafirmación de elementos culturales propios que el poder hegemónico
inferiorizaba. Los afro-uruguayos habían ido acaparando paulatinamente el carnaval
y territorializando la cultura popular uruguaya para llegar hasta nuestros días
a ser un componente fundamental. Componente que, de acuerdo a Abril Trigo, arriesgó
su continuidad en la década de los 70. Durante el Proceso militar uruguayo (1972-1984),
la dictadura atacó toda manifestación popular que no se adhiriera a su ideología.
[26] El candombe y otras expresiones afro fueron blanco de ese ataque. Sin
embargo, bajo la autoridad panóptica del Proceso y desde su marginalidad, por entre
los intersticios los afro-uruguayos continuaron ejerciendo su creatividad e integrando
subrepticiamente elementos culturales negados dentro del discurso dominante.
Otra manifestación de cultura popular que lleva
inscritas huellas religiosas africanas es la curandería, sistema alternativo que
comparte espacios curativos con la medicina tradicional (Romero). [27] Ejercida
generalmente por mujeres de la periferia social, la curandería [28] en Uruguay
constituye una práctica de curación que conjuga lo somático y lo psíquico con creencias
mágico-religiosas, lo cual le ha valido la marginación, la persecución y el escarnecimiento
del poder hegemónico. Ello no ha obstado para que los propios médicos recomienden
para ciertos males el tratamiento de una curandera. [29] Descendiente de
antiguas tradiciones etnográficas, españolas, indígenas y africanas, la curandera
tiene acceso a fuerzas cósmicas invisibles pero vitales que facilitan el tratamiento
ritual. Se trata de un ser transicional con capacidad de éxtasis que promueve el
vuelo mágico para mediar entre lo profano y lo sagrado y acceder a la esencia del
mal. (Porzecanski, Curanderos…)
Durante la segunda
mitad del siglo XX, la curandería ha empezado a compartir esa función curativa con
las religiones afro-brasileñas que están ganando terreno en Uruguay. Entre sus prácticas,
incluyen la curación de enfermedades tanto físicas como mentales, gracias a la capacidad
del sacerdote de comunicarse con las entidades divinas y con los ancestros reveladores
de misterios y conocimientos de carácter curativo. La función de dispensadora de
salud contribuye al afianzamiento social y a la captación de adeptos para estas
religiones, aunque es claro que la curación de males somáticos en el terreiro [30]
no es su función central de sus sacerdotes como en el caso de las curanderas. Provenientes
de todas las clases sociales, los consultantes y clientes acuden a estos templos
buscando cura a todo tipo de dolencia, física o espiritual.
Las religiones
afro-brasileñas fueron infiltrándose al Uruguay por la frontera norte con el Brasil,
al principio clandestinamente en un contrabando cultural, reflejo y continuación
del contrabando que desde siempre ha vinculado la economía de ambos países. Los
uruguayos descubrieron como resultado de esa pacífica y silenciosa invasión la magia
de estas religiones, con sus teologías, rituales y prácticas, producto de una hibridación
con elementos predominantemente africanos: Candomblé, Umbanda, Batuque y Quimbanda,
estas dos últimas derivadas de la Macumba carioca. Candomblé es la religión afro
de mayor arraigo en Brasil, mientras que Umbanda es la más difundida en Uruguay
motivo por el cual concentraremos nuestra atención en esta última. [31]
Con varios grados
de intensidad, el sincretismo religioso se produjo en América como un bricolage.
El afro-latinoamericano, escaso de recursos y con espíritu improvisador, combinó
creativamente los materiales y recursos que encontró a su alcance para producir
formas culturales que pudieran satisfacer sus necesidades. Según Michel de Certeau,
el bricolage es una estrategia que emplea el marginado para crear una cultura propia
de los remanentes del grupo dominante. Constituye una práctica de evasión y resistencia
que cuando se refiere a una creación visual la hegemonía cultural designa artesanía
y no arte y cuando se aplica a las religiones afro-americanas, designa culto y no
religión. [32] Con ello se justifica y fortalece la arrogante subestimación
de los blancos mientras que se despoja de valores trascendentales la cultura africana.
Iniciada en 1908
en Niteroi, Río de Janeiro por Zelio Fernandez de Moraes, Umbanda surge del trasplante
y convivencia de diferentes pueblos y linajes religiosos: el africano, el católico,
el amerindio, el kardecista, el islámico, el hinduísta y el budista. [33]
Siempre con predominio africano, esta religión amalgama los diferentes aportes culturales
estableciendo un proceso dialéctico entre las cosmovisiones y los ethos de las diferentes
etnias y culturas, densas en significación racial, social y política.
Para poder moverse
en dos mundos, el europeo y el africano, el sagrado y el profano, y disimular su
propio ritual, el esclavo tomó elementos de la liturgia, el culto y el santoral
católico. Asimiló a los orixás, [34] divinidades africanas menores, con los
santos católicos. [35]
Del kardecismo,
Umbanda adoptó el espiritismo, la incorporación y la reencarnación. [36]
Del amerindio, llegó a asimilar la creencia en los espíritus de los antepasados,
los caboclos, y a compartir el amor y la veneración por las fuerzas de la naturaleza.
Del islámico, tomó algunos aspectos rituales y de vestimenta. Mientras que del hinduísta
y del budista, adoptó la meditación, el espiritualismo y el misticismo.
Cosmovisión africana
Bajo una aparente diversidad cultural
los varios grupos africanos que llegaron a América compartían principios provenientes
de ancianos orígenes con similitudes en la gramática cultural. Todas las religiones
afro-americanas mantuvieron casi intactos el principio de su propia identidad y
una esencia mítica, ritual y ética, originada de culturas ricas en espiritualidad
y tradición. (Moro y Ramírez) Se pueden identificar núcleos filosóficos, espirituales
y religiosos compartidos que configuran una cosmovisión africana esencial, imbuída
de la presencia mágica de lo sobrenatural. [37]
La cosmovisión
de las religiones africanas vincula a los hombres con los espíritus de los muertos
y la naturaleza proyectando un vitalismo, panteísmo y animismo esenciales. Como
Jorge Castellanos e Isabel Castellanos observaran respecto a las religiones afro-cubanas,
lo que caracteriza a las religiones afro-brasileñas, es la riqueza y la heterogeneidad
de hierofanías. [38] Para estas religiones “todo es sagrado: el cielo, la
tierra, el sol y la luna, las aguas y las piedras… Todo objeto tiene un costado
material y otro numinoso. Pero lo espiritual lo domina todo. La vida cotidiana consiste
en un contacto constante con lo sagrado…” Todo el universo -la naturaleza, los seres
humanos, los ancestros, los orixás- es habitado por una energía o fuerza primordial
que lo dota de espíritu y voluntad y que busca orden, equilibrio y armonía cósmica.
[39] Cada orixá habita un elemento de la naturaleza. Al animar la naturaleza,
los espíritus le dan consciencia y la invisten de un carácter sagrado. De modo que
cada punto en el espacio natural puede ser un santuario.
Los orixás, los
pretos velhos, espíritus de los negros viejos que fueron esclavos, los antepasados
muertos e incluso los espíritus de la naturaleza responden y guían las acciones
de los vivos con diferentes signos que son interpretados por la adivinación. Por
otra parte, se les rinde culto a los muertos quienes encarnan la moral colectiva
y tienen un papel activo entre los vivos. [40]
Un aspecto esencial
en los rituales afro-brasileños es la incorporación. Durante un ritual deslumbrante
que crea un ambiente extraordinario de múltiples experiencias sensoriales con aromas
de inciensos y hierbas, siguiendo un ritmo mántrico casi hipnótico de canciones,
tambores y danzas, los sacerdotes umbandistas, el pai o la mãe-de-santo, acompañados
de otros iniciados invocan a sus espíritus protectores. El espíritu baja y posee
el cuerpo del participante quien, en un trance, se transforma y transmite el mensaje
de ese espíritu. [41] Se trata de un rito de pasaje de experiencias del universo
consciente hacia la otredad del inconsciente que facilita la verosimilitud de lo
extraordinario. Los adeptos acceden así a un intangible universo espiritual y participan
directamente de una experiencia dionisíaca progresiva de acceso y absorción de esencias
místicas. Las ceremonias están condicionadas a la “vibración” de la sesión y de
los participantes.
En pos de la
armonía continua en la relación hombre/naturaleza, Umbanda promueve una dinámica
de mutuo apoyo, de solidaridad humana y de caridad que atrae a sus templos adeptos
de toda la gama social, incluso la más privilegiada, aunque sus fieles practicantes
vienen mayoritariamente de sectores de la clase media pauperizada y de los desocupados
y subempleados de los cinturones de la ciudad. Se trata de una religión igualitaria
que no admite diferencias sociales dentro del terreiro y que potencia nuevas solidaridades.
(Brown) En una de sus primeras incorporaciones, el fundador de Umbanda, Zelio de
Moraes proclamó: “Umbanda será una religión que hablará a los humildes simbolizando
la igualdad que debe existir en todos los hermanos encarnados y desencarnados.”
(Saidenberg) Umbanda predica la práctica del bien con una filosofía de paz, fraternidad
humanitaria y armonía que en su aspecto totalizador elabora y proyecta principios
de conservación y defensa del medio ambiente llegando a autodesignarse la religión
de consciencia más ecologista. (Leirós)
Expansión de Umbanda
El ingreso y adopción de las religiones
afro-brasileñas en Uruguay es un fenómeno inusitado. Como los esclavos africanos
que, luego permanecieran en el Uruguay, entraran al territorio por la porosa frontera
uruguayo-brasileña, la africanía religiosa contemporánea ingresó por la misma ruta.
La penetración se dio a partir de los años 40 y 50 por las ciudades brasileñas de
la frontera y ha continuado crecientemente hasta hoy día.
El incremento de estas religiones neo-mágicas carece
de precedentes en la cultura uruguaya. En la actualidad Umbanda representa la segunda
fuerza religiosa del país llegando a cifras muy próximas a la hasta ahora indiscutida
religión mayoritaria, el catolicismo. (Bayce “Cultos afro-brasileños …”) Nominalmente
la población uruguaya es católica, aunque sólo una ínfima minoría asiste a la iglesia
con regularidad y toma los sacramentos. [42] La iglesia católica se ha desvigorizado
y ha perdido su monopolio y hegemonía religiosa sin por ello eclipsar su impronta
en el ethos uruguayo. [43]
En conjunción
con el avance de otras religiones esotéricas, orientalistas, pentecostales protestantes,
así como con otras prácticas religiosas populares -el Señor de la Paciencia, la
Virgen de la Gruta de Lourdes, San Cono, San Benito, San Pancracio, el florecimiento
de las religiones afro-brasileñas constituye un síntoma de cambios socio-culturales
en la espiritualidad. El Uruguay no sólo ha sido y es un país laico sino también
anticlerical, donde se ha cultivado una cultura de descreimiento teñida de un agudo
excepticismo que, trivializando la fe, la devoción religiosa y sus prácticas, raya
en el cinismo. [44] Las ideas liberales y positivistas del siglo XIX fueron
propagadas en el Uruguay [45] y tomaron vuelo con la prédica ideológica del
presidente José Batlle y Ordóñez. [46] Con acendrado liberalismo y anticlericalismo,
Batlle abogó por el laicismo y la secularización total del estado desde principios
del siglo XX logrando exiliar la religión al espacio privado.
Es sorprendente
que, en una sociedad con un habitus religioso [47] marcado por la impronta
del positivismo liberal, de tibia religiosidad y de antigua tradición racionalista
y laica como la uruguaya, se hayan empezado a propagar las religiones afro-brasileñas.
Tanto en Brasil como luego en Uruguay, inicialmente esas religiones eran desdeñadas
y demonizadas. Por su orientación totalmente ajena al racionalismo y asociada con
la magia, [48] eran consideradas un atentado bárbaro y depravado contra la
civilización europea y la moralidad pública y sólo se practicaban clandestinamente
en las periferias sociales. El cuestionamiento y la explicación del arraigo de estas
religiones en el Uruguay han motivado encuestas, entrevistas y múltiples estudios
académicos.
De acuerdo al
Dr. Roberto Campos, los adeptos acuden al terreiro principalmente para hacer consultas
acuciados por problemas del aquí y el ahora, situaciones personales, laborales,
económicas, sentimentales y de salud que no han podido solucionar por otras vías
seculares (Fernández). El poder de invocar las fuerzas sobrenaturales de los orixás
para actuar rápida y mágicamente es el principal atractivo de Umbanda, lo cual por
otra parte constituye una carencia del catolicismo. La promesa de las religiones
cristianas de recompensa por los sufrimientos en el más allá, no alcanza para aliviar
ni superar sufrimientos, privaciones ni penurias en este mundo. El uruguayo ya no
espera sacrificar hoy para disfrutar en el mañana de un más allá dudoso e incierto.
[49] La insuficiencia de los parámetros lógicos para satisfacer deseos y
necesidades cotidianas, ha desencadenado una reacción contra los sistemas y cosmovisiones
racionales eurocéntricos. Los cultos afro-brasileños ofrecen con su magia una nueva
esperanza, una respuesta a necesidades inmediatas, con lo cual atrae muchos adeptos.
En pos de esa esperanza, la gente recurre a alternativas sobrenaturales. Regresa
a cultos, rituales y ofrendas mágicas, produciendo un “retorno de los brujos”, afirma
Bayce en “Uruguay hoy: La explicable explosión de religiones y sectas.” Desde el
interior de un proceso que inicialmente fuera de secularización positiva en el cual
la magia/tabú le cedió el paso a la religión/pecado, y ambos a la ciencia, el uruguayo
se ha desencantado respecto del racionalismo positivista y la cosmovisión secular
materialista, pero ha vuelto a reencantarse a partir de su propia dinámica de desencantamiento.
(Bayce “Uruguay…”)
Iniciados por
pais y mães-de-santo umbandistas de Porto Alegre que viajaban regularmente a Montevideo,
así como por los pais y mães-de-santo uruguayos que iban a Brasil para continuar
con su formación religiosa, en la década de los sesenta, empezaron a aparecer en
la periferia urbana montevideana terreiros muy pequeños y modestos. Durante los
setenta comenzó un lento proceso de expansión (Pierri), constreñido por el Proceso
militar (1973-1984) que acosó a estas religiones con prohibiciones de reuniones
y allanamientos ilegales de sus templos. Sin embargo, la expansión continuó clandestinamente.
En los ochenta
estas religiones se fueron consolidando. El retorno a la democracia de 1984 encontró
a Umbanda insertada irreversiblemente en la sociedad uruguaya. [50] Para
fines de la década, la eclosión de Umbanda se aceleró. En 1983, en Montevideo había
700 templos afro-brasileños registrados ante las autoridades del estado y otros
tantos clandestinos. En la actualidad, hay 2.000 terreiros y uno de cada seis uruguayos
practica esta religión.
Comenzaron a
presentarse y publicarse serios estudios académicos sobre Umbanda que iban profundizando
en el tema, a la vez que ubicaban su significación en el contexto uruguayo. Continuaron
actos públicos, conferencias, cursos y seminarios. En 1988, se realizó el Primer
Congreso de Caciques y Jefes Umbandistas donde los antropólogos declararon públicamente
que Umbanda no era una secta sino una religión. (Salinas/Porzecanski)
Auspiciado por
el Ministerio de Turismo y la Intendencia de Montevideo, en enero de 1994, se realizó
en Montevideo un Congreso Internacional de la Religión Afro-Umbandista, con delegados
del Brasil, Argentina, México y Nigeria, y la adhesión diplomática de Cuba y Brasil.
Concurrieron dirigentes políticos y participaron destacados cientistas sociales
uruguayos. Allí se propuso fundar una Federación Internacional para codificar, institucionalizar
y defender los principios religiosos y representar orgánicamente las religiones
afro-americanas, iniciativa que aún no ha cristalizado a nivel internacional ni
nacional.
Culminando largos
esfuerzos, el dos de febrero de ese mismo año, se inauguró el monumento a Yemanyá
en una rambla céntrica de Montevideo. Este acto convocó un amplio público que contó
con profesionales y personalidades políticas notorias. Esa celebración se repite
anualmente con un público crecientemente multitudianario e internacional, y se ha
ido extendiendo de Montevideo a otras playas del país. [51]
Una vez recuperada
la democracia liberal, Umbanda entró a ganar espacios públicos con gran poder de
convocatoria. Apuntando hacia la divulgación, la consolidación y la unificación
de la religión, así como la documentación de los temas que preocupan a Umbanda y
a sus líderes espirituales, empezó a aparecer la prensa umbandista: Nuestra Umbanda,
[52] Quimbanda Palmares y Atabaque. También se organizaron programas de difusión
radial y televisiva, proyecciones de películas y mesas redondas.
La expansión
de Umbanda escaló niveles sin precedentes. Muchos individuos con fines comerciales
y sin escrúpulos ni formación ni base doctrinal empezaron a establecer templos donde
mercenariamente desvirtuaban los fundamentos de la religión. Surgieron varias iniciativas
para dar coherencia a la religión, renovar la doctrina y recuperar la autenticidad
confrontando la corrupción, el engaño y la mistificación. “La Corriente de Plata,”
fundada en 1987, sentó como uno de sus objetivos detener e impedir la corrupción
de la acción religiosa.
Los órganos de la prensa escrita, oral y visual,
empezaron a ocuparse del tema y han llegado a darle una atención y difusión sin
precedentes. Esa conquista de nuevos espacios públicos, junto con la iniciativa
de formar una federación, constituyen un esfuerzo por salir de los márgenes, una
búsqueda de reconocimiento socio-cultural, de legitimación y de control social.
A la vez, representa un empuje hacia la racionalización de Umbanda. Esfuerzos aparentemente
justificados pero que inevitablemente tienden a limitar la flexibilidad inherente
a esta religión mientras que la hace más vulnerable a influencias culturales hegemónicas
orientándola hacia un mayor blanqueamiento y burocratización.
De acuerdo a mi investigación de campo de junio
y julio de 1998, es evidente que en Uruguay a consecuencia de la rivalidad y competencia
entre los líderes religiosos y diversos grupos umbandistas, hay luchas intestinas
por la validación y expansión de la religión. El arduo camino de Umbanda desde la
clandestinidad, la alteridad y el estigma, hacia el reconocimiento, la legitimación
y la afirmación de su identidad, está plagado de división y la fragmentación, de
luchas por el poder y el monopolio del control de las prácticas religiosas. [53]
En otro nivel, Umbanda está experimentando una
gradual transformación. Hasta 1985, el discurso religioso se limitaba a la conservación
y la reproducción del ritual sin cambios tal como había sido recibido del Brasil.
(Salinas/Porzecanski) Una vez terminado el proceso dictatorial y con mayor independencia,
la religión comenzó a proyectarse más allá del reflejo de las prácticas brasileñas.
Con iniciativas de renovación y de autorreflexión, se empezó a promover el análisis
y el estudio de la religión con cursos, mesas redondas y publicaciones antropológicas
y sociológicas.
Continuando con
un proceso de hibridación cultural que la ha marcado desde sus orígenes, en Uruguay
Umbanda sigue reelaborando liturgias y transformando nociones religiosas heredadas.
(Salinas/Porzacanski) Los líderes religiosos han entrado en contacto con la Umbanda
del exterior, incluso con sacerdotes de Nigeria: un pai de santo montevideano fue
a Ifé, Nigeria, y de allí un representante fue a visitar los templos y los fieles
umbandistas de Montevideo. Además, algunos líderes religiosos umbandistas han empezado
a tomar iniciativas hacia la purgación del sincretismo con el catolicismo, la religión
dominante, separando el panteón yoruba del cristiano, aunque no así respecto a los
elementos sincretizados de otras culturas no hegemónicas. Ese retorno a las raíces
africanas se manifiesta también en la parafernalia de los templos, la música, las
canciones y la coreografía de las danzas. Incluso se han empezado a dar clases de
yoruba, idioma que, en muchos templos, se emplea como lenguaje de culto entretejido
con el portugués y también el español. Asimismo, varios adeptos y sacerdotes, han
manifestado interés en lograr producir rituales auténticamente afro-uruguayos. En
algunos terreiros, se incluyen ya en los rituales la música y el tamboril afro-uruguayo.
[54]
Al entrar en
contacto con el contexto uruguayo, Umbanda, paulatinamente, ha empezado a experimentar
cambios que fortalecen su identidad religiosa. Además, se ha difundido y ha ofrecido
alternativas de reelaboración cultural que potencian la reorganización y alteración
del marco conceptual dentro del cual se determina y legitima el poder. De ese modo
ha inscrito un gestus socio-político que la proyecta como práctica contra-cultural
de resistencia. (Bhabha “Signs…”) Sin sustituir el foco de un centro por otro, se
proyecta más allá de la dicotomía centro/margen para desarticular críticamente la
polarización maniquea y las nociones epistemológicas y religiosas heredadas (Ashcroft).
Al insertar alternativas religiosas heterogéneas, Umbanda desmantela las bases rígidas
de la legitimidad, la autoridad y la universalidad del catolicismo dominante y homogeneizador.
Así como la civilización greco-romana y también
la colonia española se difundieron entre otros factores, gracias a la religión,
la diáspora africana recuperó, desarrolló y reelaboró sus propias tradiciones culturales
por medio de este mismo vehículo. [55] Todas las prácticas culturales del
africano hasta las más profanas están imbuidas de la religión, elemento fundamental
de cohesión cultural, que ha permitido e incentivado “el reagrupamiento institucionalizado
de los africanos y sus descendientes.” (Dos Santos) Propiciada por elementos culturales
subyacentes, Umbanda ha logrado activar en Uruguay un componente africano desplazado
y sumergido a la vez que ha rehabilitado una cultura familiar. [56] A diferencia
del candombe que ha reafricanizado la cultura uruguaya desde su fundación, desde
sus propias raíces históricas, las religiones afro-brasileñas la han fertilizado
contemporáneamente desde el exterior para recuperar por entre los intersticios una
africanía eclipsada y subyacente.
Interesa señalar
que la mayoría de los asistentes a los terreiros tanto como los pais y las mães-de-santo
son blancos, hecho que provoca cierto malestar entre algunos afro-uruguayos por
lo que perciben como apropiación y usurpación de un legado cultural africano en
manos de caucásicos. Si bien es evidente que se trata de un blanqueamiento de Umbanda,
aunque desde su concepción ésta ha sido una religión blanqueada, no se puede ignorar
que este fenómeno de hibridación no es unilateral.
La africanía
a través de la magia de Umbanda, al principio clandestinamente y sin un plan previo,
ha invadido el territorio cultural del Uruguay. Desde zonas culturalmente fronterizas,
Umbanda, ha traducido y proyectado su cosmovisión africana sobre y por debajo de
los códigos culturales uruguayos. Con sus cosmologías y su manera de comprender
y enfrentar el universo, Umbanda se ha infiltrado y propagado con ímpetu por toda
la gama social. La ha impregnado, creando nuevos espacios y formas de poder, de
saber y de ser. Como agente de hibridación, esta religión subalterna de origen “espúreo”
ha inscrito una impronta de africanía, una reterritorialización/neo-africanización
que afecta profundamente la cultura uruguaya resultando en transformaciones de espiritualidad
y cosmovisión de alcances futuros imprevisibles.
NOTAS
1. Véase “Autoritarismo o inhibición
crítica,” de Mabel Moraña.
2. En The Birth of African-American
Culture: An Anthropogical perspective, Sidney W. Mintz y Richard Price indican que
esa interpenetración presenta uno de los planteamientos más importantes de la sociedad
criolla/creole.
3. Mi conceptualización de cultura
es informada por el pensamiento de Juri M.Lotman, en The Universe of the Mind.
4. Fernando Ortiz acuñó el término
transculturación para reemplazar “aculturación” de la academia de los Estados Unidos.
Por transculturación, entendía una neo-cultura, una nueva realidad surgida de ese
tráfico intercultural que, con un ethos igualitario, no privilegiaba ni el poder
hegemónico del colonizador ni del desplazado colonizado. Más tarde Nancy Morejón,
en Nación y mestizaje en Nicolás Guillén, y Angel Rama en Transculturación narrativa
en América Latina, han elaborado este concepto seguidos de toda una pléyade de críticos
y teóricos latinoamericanos contemporáneos.
5. Para un desarrollo de estas
implicaciones en la conceptualización de hibridación, consúltese a Robert J.C. Young.
6. Para conceptos sobre la hibridación
en la colonia relacionados con efecto generativo, véase: “Tracing Hybridity in Theory,”
de Nikos Papastergiadis.
7. Estamos aludiendo a la transformación
de la semiósfera mencionada por Juri L. Lotman.
8. Un caso de hibridación e inscripción
de un contradiscurso se manifiesta en América con los indígenas que constituían
la mano de obra más barata durante el período barroco y churriguresco. Se las ingeniaban
para inscribir camuflados en las construciones elementos de su propia cultura y
de la fauna y flora autóctona americana.
9. Para una elaboración más extensa
del empleo de la máscara por el colonizado, véase: “The Negro and Psychopatholgy,”
en Black Skins, White Masks, de Fanon, y en referencia a la aceptación religiosa
de parte del subalterno, véase de Certeau. La antropóloga urguaya Mónica Olaso afirmaba,
en una entrevista realizada el 19 de junio de 1998 en Montevideo, que los esclavos
africanos llegaban a colocar dentro de las esculturas que representaban a los santos
católicos una imagen del orixá con el cual se había sincretizado ese santo en particular.
10. El porcentaje de africanos
en su época culminante durante la colonia fue de un 26 a un 30%. En el momento actual
queda aproximadamente un 4% de sus descendientes identificados exclusivamente como
afro-uruguayos en base a rasgos fenotípicos. Sin embargo como resultado de la misceginación,
en el Uruguay hay un número indeterminado de mulatos/pardos.
11. Parte de esta información se
origina en el Capítuo I de ¿Teatro negro uruguayo? Texto y contexto del teatro afro-uruguayo
de Andrés Castillo, de Cordones-Cook.
12. Como ejemplo de esa benevolencia
y condescendencia, léase Cosas de negros, de Vicente Rossi, obra que a pesar de
presentar estudios pioneros en varios aspectos de la cultura afro desde el título
mismo revela una tácita subestimación hacia ese grupo étnico.
13. En cuanto a estos aspectos
del racismo, véase el capítulo I de Black Skin, White Masks, de Franz Fanon.
14. Para un desarrollo lúcido y
contemporáneo de la proyección de esa polaridad blanco/negro en metáforas socio-culturales,
véanse “The Economy of the Manichean Allegory: The Function of Racial Difference
in Colonialist Literature” y Manichean Aesthetics: The Politics of Literature in
Colonial Africa, de Abdul R. JanMohamed.
15. De acuerdo a Pierre Bourdieu,
el habitus constituye una clasificación internalizada de esquemas mentales y corporales
que fungen como matriz simbólica las actividades prácticas, conductas, pensamientos
y juicios de los individuos actuando en sociedad (Bourdieu/Wacquant).
16. Para un desarrollo más amplio
del tema, consúltese “Aportes culturales y deculturación,” de Manuel Moreno Fraginals.
17. Para una explicación lacaniana
de la castración cultural sufrida por los esclavos africanos, véase “Desafricanización,”
en ¿Teatro negro uruguayo? Texto y contexto del teatro afro-uruguayo de Andrés Castillo,
de Cordones-Cook.
18. Sobre el impacto de la economía
en la deculturación del esclavo, véanse Los afro-uruguayos, de Carlos Rama, ¿Teatro
negro uruguayo? Texto y contexto del teatro afro-uruguayo de Andrés Castillo, de
Cordones-Cook, y El candombe: Sus orígenes, su historia, sus proyecciones, de Tomás
Olivera Chirimini y Juan Antonio Varese.
19. Como otros estudiosos del tema,
Abril Trigo sostiene que si los afro-uruguayos hubieran sido segregados y hubieran
convivido en grandes grupos como en otros países, podrían haber desarrollado y cultivado
una cultura menor.
20. Interesa recordar que en la
misma década se estaba produciendo un fenómeno similar en Brasil. Se había fundadoun
partido político afro-brasileño que en poc tiempo se desmanteló.
21. Para una historia de ese teatro,
consúltese “El Teatro Negro Independiente,” en ¿Teatro negro uruguayo?, de Cordones-Cook.
22. Del Teatro Negro Independiente
sólo ha llegado hasta nosotros un excelente grupo de baile folclórico, “Bantú,”
bajo la dirección de uno de los miembros del elenco de Merino, Tomás Olivera Chirimini,
y la participación de algunos de sus actores. Interesa señalar que, en Brasil y
en la misma época, Abdias do Nacimento también había fundado un grupo de teatro
afro-brasileño que tuvo corta vida, menos de dos décadas.
23. Véanse las antologías de poesía
afro-uruguaya contemporánea del Profesor Alberto Britos.
24. Los cabildos y las naciones
mantenían vivas muchas de esas tradiciones haciendo así el proceso de deculturación
más lento. En los países en que este tipo de organización subsistió como en Cuba
y Brasil la desafricanización fue menos intensa que en Uruguay.
25. Para una descripción extensa
de las ceremonias y rituales afros en la colonia rioplatense, consúltense: Apuntes
y datos referentes a a la raza negra a los comienzos de su vida en esta parte del
Plata, de Lino Suárez Peña y Cosas de negros, de Vicente Rossi.
26. Además, durante ese período
el estado hizo demoler los pocos edificios que, siendo joyas arquitectónicas, representaban
la cultura afro con toda su miseria económica, tales como el conventillo Medio Mundo
y el barrio Ansina, desplazando a sus habitantes a los cinturones de la ciudad (Trigo).
27. Además se practican otros sistemas
medicinales alternativos, entre ellos la filoterapia y la herboristería, que están
vinculados en algunos aspectos a la curandería y las religiones de origen africano.
28. Sobre la curandería véanse:
Curanderos y caníbales…, de Porzecanski; “Antropóloga analiza…,” de Romero; “Brujos,
científicos, medicina…,” de Armando de Oxalá, y “Cuerpo, mente y espíritu: Dioses,
salud y enfermedad.”
29. Me refiero específicamente
a los casos de una eccema, la culebrilla.
30. El terreiro o terreira, templo
y lugar de consulta de las religiones afro-brasileñas, representa la hibridación
religiosa con una iconografía que conjuga el catolicismo con la religión afro. Allí
coexisten la virgen, el corazón de Jesús y otras imágenes de santos católicos con
las de orixás, budas y diablos envueltos en aromas peculiares con música de tambores,
bailes y canciones.
31. En Montevideo, hay más de 2.000
terreiros de Umbanda y uno de Candomblé.
32. Juana Elbain Dos Santos y Deoscoredes
M. Dos Santos, refiriéndose al sistema místico y las prácticas religiosas heredadas
de los africanos, señalaban que los grupos hegemónicos las denominaban despectivamente
magia, superstición, brujería, fetichismo, superchería, lo cual constituía una manifestación
de actitudes culturales valorativas que les negaba la categoría religiosa.
33. Según Brown, esa influencia
se extiende también a la teosofía y a los rosacruces.
34. Los orixás son deidades intermediarias
energéticas que participan en la vida de los hombres y los ayudan a solucionar situaciones
problemáticas. Están por debajo del Dios Creador Supremo, Olorum, quien se mantiene
alejado del mundo cotidiano.
35. Oxalá, el orixá supremo, se
sincretiza con Jesucristo; Yemanjá, orixá de la armonía, con la Virgen María o Stella
Maris; Ogún, orixá de la guerra y la demanda, con San Jorge o San Antonio; Xangó,
orixá de la justicia, con San Gerónimo o San Juan Bautista; Oxosse, orixá de las
enfermedades, con San Sebastián.
36. Nos referimos a la teoría de
la reencarnación de Allan Kardec del siglo XIX.
37. Sobre la cosmovisión africana,
véanse: Santería from Africa to the New World: The Dead Sell Memories, de George
Brandon; “La religión fuerza de cohesión de los esclavos,” de María Eugenia Castillo
de Amstrong; The Birth of African-American Culture: An Anthropological Perspective,
de Sidney W. Mintz y Richard Price; Iemanjá, la diosa del mar, y Los secretos de
la UMBANDA, de Ettore Pierri; “Antropóloga analiza Umbanda,” de Sonia Romero; Myth,
Literature and the African World, de Wole Soyinka; y Las claves mágicas de América.
(Raza, clase y cultura), de Manuel Zapata Olivella.
38. Jorge e Isabel Castellanos
adoptan el término de Mircea Elíade entendiendo por hierofanía” [c]ada una de las
manifestaciones de lo sagrado, cada uno de los innumerables vehículos que lo sagrado
utiliza para expresarse en la mente de los creyentes… Todo aquello con que el hombre
ha entrado en contacto… manipulado, sentido o amado puede convertirse en una hierofanía.”
39. Véanse: “Relaciones humanas
dentro del terreiro de Roberto de Oxalá,” de Olaso.
40. Véanse: “Otra vida en esta
vida,” de Mauro Estévez, y Umbanda, de María I. Pallavicino.
41. Según el Pai Ayala, a diferencia
del kardecismo que por la incorporación recibía espíritus de personalidades socialmente
notables, Umbanda recibe espíritus de caboclos o pretos velhos (Salles y
Ramos).
42. Hace tres décadas, el 80% de
la polación se declaraba católica. Hoy en día, sólamente el 58%.
43. Un análisis de la religiosidad
contemporánea en Uruguay se encontrará en “La nueva filosofía religiosa uruguaya,”
de Julio C. Elizaga, y, sobre la proliferación de cultos y sectas, en “Uruguay hoy:
La explicable explosión de religiones y sectas,” de Rafael Bayce.
44. Para un estudio sobre el descreímiento
y la trivialización de la religión, véase: The Culture of Disbelief: How American
Law and Politics Trivialize Religious Devotion, de Stephen L. Carter.
45. La primera constitución de
la República (1830) proclamaba al catolicismo apostólico romano la religión oficial
el estado. Sin embargo, en 1875 la legislación uruguaya comenzó la secularización
cuando el Código Civil dictó la separación del Registro Civil de la Iglesia Católica.
Tal secularización quedó inscrita en la constitución de 1917 con la separación total
de la iglesia y el estado.
46. Batlle tuvo dos ciclos presidenciales:
1903-1907 y 1911-1915.
47. Según Pierre Bourdieu, en “Legitimation
and Structured Interests in Weber's Sociology of Religion,” la religión provee a
sus practicantes con un habitus religioso, una disposición interna perdurable,
un esquema para actuar y pensar de acuerdo a los principios de una quasi-sistemática
visión del mundo y de la existencia humana.
48. Pierre Bourdieu distingue entre
el interés religioso y el mágico (“Legitimation and Structured Interest…,”). Originalmente,
la magia se daba en sociedades primitivas. Se halla en la raíz de la religión de
sociedades más complejas. El interés mágico es de carácter esencialmente parcial
e inmediato y se da principalmente entre clases sociales populares, en sociedades
rurales donde los individuos, poco orientados hacia la sistematización racional
están íntimamente ligados a la naturaleza y dependen del acontecer natural. Bourdieu
sostiene que a mayor tradición campesina ha de darse mayor incidencia de religiones
mágicas. Por otra parte, las poblaciones urbanas, en general, se inclinan hacia
la racionalización. En contraste con el carácter temporal del trabajo agrícola que,
inherentemente, está en contacto y expuesto a las fuerzas tangibles, inesperadas
e incontrolables de la naturaleza, el burgués, desprendido del entorno inmediato
y del contacto directo con la naturaleza y dependiendo para su sustento de un trabajo
continuo y racional, transforma lo concerniente a los fenómenos naturales en un
problema intelectual.
49. Según Felipe Arocena, tal situación
es el motivo que ha llevado a algunas iglesias cristianas a actualizar sus rituales
para hacerlos más adecuados a la vida y a las demandas cotidianas.
50. Appratto de acuerdo a cita
de Pastor en “¿Quién le teme a los Umbandistas?”
51. En 1998, de casi dos millones
de habitantes en Montevideo, 26% de los montevideanos declararon que asistirían
a esa celebración, en una encuesta auspiciada por el periódico El País del 1o. de
febrero de ese año. Por supuesto, ello no significa necesariamente que todos los
asistentes fueran umbandistas, pues se debe estimar que entre ellos hay un porcentaje
de curiosos.
52. Este periódico, abierto a todo
tipo de consulta incluso jurídica, ha tenido dos épocas, en 1988 primero, luego
en 1994, y ahora se dispone a iniciar una tercera.
53. Según Bourdieu, al rivalizar
por el poder religioso se compite por el monopolio del legítimo ejercicio del poder
de modificar de modo duradero la práctica y la cosmovisión de los concurrentes a
los templos. (“Legitimation…,”) La legitimidad se logra como resultado de luchas
intestinas por el monopolio del ejercicio aceptado del poder religioso.
54. El Pai Roberto de Xangó, en
entrevista personal de julio de 1998, y Juan Antonio Machado, en “¿Una religión
afro-uruguaya?” abogan por la recreación de Umbanda adoptando elementos culturales
uruguayos.
55. Para una lúcida conceptualización
de este paralelo en el contexto cubano, véase el capítulo I, de Afro-Cuban Religious
Experience. Cultural Reflections in Narrative, de Matibag.
56. Para una perspectiva profunda
del retorno de una cultura reprimida, véase: “Tracing Hibridity in Theory,” de Papastergiadis.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 196 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidada: Cecilia Vignolo (Uruguai, 1971)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
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