En el primer caso el policial tiene la estructura de un thriller
sofisticado y dotado de un mecanismo literario puntual apto para desentrañar el
contubernio; en el segundo, la armazón del mismo coincide con la mera epistemología
del protagonista, a pesar de que esta falle en el criterio de cientificidad hasta
parecer un delirio. [5]
Como Jastrzębska, Pezzé
también presenta al Estado como el ente conspiratorio contra el cual luchan los
personajes en estos textos. Utilizando estos estudios como punto de partida, este
ensayo explora la producción cultural reciente sobre crimen en Honduras. Estos ensayos
se enfocan en los países que vivieron guerras civiles y conflictos armados: Guatemala,
Nicaragua y El Salvador. Estudiar la narrativa policial de Honduras, un país que
no tuvo una fuerte presencia de grupos militantes de izquierda, pero que participó
en la lucha anticomunista en la región, presenta una visión diferente en cuanto
a trayectorias históricas, espacios, ideologías, y subjetividades. [6] En la producción cultural hondureña que
examinaré en este ensayo, la paranoia deja de ser un fenómeno subjetivo o un medio
para investigar el poder del Estado para adquirir una dimensión espacial que ilumina
la posición del país en procesos globales. En este ensayo analizo dos tratamientos
diferentes de esta paranoia y representación espacial, primero en la narrativa de
Ernesto Bondy y luego en el arte de Alma Leiva. La novela negra de Bondy presenta
narrativas inverosímiles y espectaculares. En Caribe Cocaine publicada en el 2006
la trama se teje alrededor de un envío, a través de Honduras, de mil toneladas de
droga de América del Sur a Estados Unidos. En La mitad roja del puente. Nacaome
Aktion del 2015 Honduras se convierte en un lugar crucial para el desarrollo de
la Segunda Guerra Mundial, abasteciendo de municiones y sangre tanto a los aliados
como al Tercer Reich. Como mostraré más adelante la narrativa de Bondy presenta
una visión totalizadora animada por la interacción entre espacio e historia. El
ejercicio cognitivo de imaginar a Honduras como centro de conspiraciones globales,
como eje de transacciones con efectos mundiales es poderoso, pero la paranoia que
activa esta práctica nunca es desactivada. El arte de Alma Leiva sirve como contrapunto
a esta visión paranoica totalizadora. Como Bondy, Leiva está interesada en la presión
que el crimen ejerce sobre el espacio. Un tema constante en su trabajo es el efecto
de la violencia en la percepción espacial: la forma en que el crimen nos desorienta,
nos hace volver sobre nuestros pasos, o nos condena a una (in)movilidad incesante
y nerviosa. Estas dos versiones de paranoia y espacio ilustran diferentes formas
del afecto generado por el crimen y la violencia. La ficción de Bondy se puede considerar
a través del concepto de “mapeo cognitivo” elaborado por Fredric Jameson. Para Jameson
los thrillers y las narrativas de conspiración elaboran una versión “degradada”
de las estructuras sociales a nivel global. Estas narrativas constituyen para Jameson
intentos fallidos de representar relaciones económicas en el capitalismo tardío.
[7] En el contexto de la novela negra
latinoamericana, Glen Close utiliza el concepto de Jameson para argüir que este
proceso de cognición se presenta de una forma “más local y urbana”. [8] Bondy, como mostraré en mi análisis,
es ambicioso en este mapeo, centrando la narrativa en Honduras, pero moviéndola
por todo el mundo. Por otro lado, Leiva toma la misma temática de Bondy, como la
violencia y el narcotráfico, pero su enfoque se limita a escenas domésticas o espacios
separados de las imágenes tradicionales del crimen urbano. Propongo que el enfoque
reducido de Leiva presenta una alternativa a la paranoia, lo que Eve Sedgwick llama
una “práctica crítica reparativa”. [9]
El enfoque espacial en los textos se puede contextualizar a través de los cambios
forjados por la globalización en la novela negra. Eva Erdmann apunta a la dinámica
entre forma literaria y globalización al teorizar sobre el énfasis puesto en el
espacio en la ficción de crimen contemporánea, que funciona como un tipo de turismo.
Erdmann arguye que el enfoque de estas narrativas no es el crimen en sí, sino el
espacio en el que ocurre. [10] Erdmann
explica que los espacios exóticos y aislados son preferidos a las antiguas urbes
de la ficción policial como Londres o Paris y por eso la popularidad de series ancladas
en contextos locales como la novela negra de Escandinavia. Las formas que toma el
crimen bajo el neoliberalismo también han puesto presión en los espacios tradicionalmente
representados en este tipo de narrativa. Por ejemplo, en un contexto anglófono Andrew
Pepper utiliza el término “novelas híbridas de crimen y espionaje” para expresar
como la transnacionalización del crimen tras los ataques del 11 de septiembre del
2001 modifican las dinámicas de seguridad, donde espía y policía se vuelven indistinguibles
el uno del otro. [11]
Una reciente colección
sobre la interacción entre estado y globalización en la novela negra contemporánea
postula la necesidad de profundizar sobre el tratamiento del crimen y seguridad
transnacional en un momento en que la fórmula del detective clásico (limitado a
la nación-estado) es insuficiente o “como la novela negra puede mapear e interrogar
este nuevo paisaje; en efecto que tanto puede pensar más allá del estado”. [12] Este ensayo propone que la producción
cultural hondureña presenta maneras interesantes de responder a estos fenómenos
e interrogantes.
“Caribe Cocaine” La
novela Caribe Cocaine de Bondy se puede situar en la larga tradición que toma al
Caribe como epicentro de conspiraciones internacionales, a la cual pertenecen escritores
como Ian Fleming y Graham Greene. La novela dramatiza las conexiones de este país
centroamericano con el mundo tratando de mostrar como son sentidas y vividas esas
relaciones. Caribe Cocaine trata sobre el espectacular envío de un cargamento de
drogas desde América del Sur, pasando por la costa hondureña en el Caribe, a Estados
Unidos. La novela sigue a tres personajes principales: Michael Schiller, un alemán
encargado de organizar el movimiento de la droga; Labella Proaño, la mujer ecuatoriana
que lo ayuda en la coordinación del traspaso de las drogas, y Tony Orellana, el
agente de la DEA encargado de parar el envío. A través de estos personajes se elabora
un drama de proporciones globales. Schiller es contratado por una asociación indígena
denominada Clan Cápac Condorcanqui, que quiere restaurar el honor escondido, pero
no perdido, de los incas. Este grupo es apoyado por el Cártel de Washington, formado
por inmigrantes latinos que buscan poder en los Estados Unidos. Para cumplir su
trabajo Schiller recluta un grupo heterogéneo de personas, entre ellas un hombre
yugoslavo, dos gemelas rusas, y un antiguo miembro de la contra nicaragüense. Por
su lado, Orellana vigila los pasos del alemán gracias a la tecnología avanzada de
las agencias estadounidenses como la DEA, la CIA y el FBI. La novela termina con
la victoria del grupo de Schiller, cuando Orellana derrumba el avión equivocado
y la droga llega exitosamente a Estados Unidos. Aunque la novela se mueve vertiginosamente
entre varias ubicaciones geográficas como San Petersburgo, Londres, Quito y Washington,
el centro de la trama es el Caribe, en específico la isla Barbareta en el archipiélago
de las Islas de la Bahía en la costa norte de Honduras. La novela comienza en este
punto geográfico, con los bandos de Schiller y Orellana en zozobra, vigilando el
avión con la droga en su vuelo sobre aguas caribeñas. En su embarcación, Orellana
presenta a sus subalternos lo que considera una ventaja para su lado:
La novela deja al espectador
en suspenso en la vigilia en el Caribe para retomar este momento de nuevo al final
de la narrativa. Después del establecimiento del suspenso narrativo y la centralidad
del espacio caribeño, la historia se enfoca en Schiller y en la obtención de su
asignación. Cuando es reclutado para el espectacular traspaso de la droga la importancia
del Caribe es señalada de nuevo por su contacto: “Centroamérica era muy importante.
Treinta años atrás, los grandes carteles colombianos lograron armar en estos países
una tupida red de tráfico de drogas, operada por miles de personas que se movilizaron
para tal fin y acapararon las posiciones necesarias”. La exposición termina con
la imagen sugestiva de Centroamérica como “un embudo infernal” donde el tráfico
y tránsito de mercancías, dinero y personas es rutinario. En las descripciones de
las dos facciones rivales sobresale la atención a la trayectoria histórica del espacio.
Por un lado, Orellana compara la transformación del Caribe del contexto de la Guerra
Fría al momento contemporáneo. El enfoque de Orellana recae sobre las nuevas formas
en que la tecnología se conecta a la violencia (radares, bioterrorismo, etc). La
mención de la Isla del Cisne subraya de nuevo la importancia de la guerra fría para
el imaginario espacial de la novela. Durante la guerra fría, en la isla operó una
radio clandestina de la CIA. [14] Por
otro lado, el contacto de Schiller enriquece la visión histórica de la región que
el lector ha recibido por medio de Orellana. Aquí el énfasis es en la incorporación
de Centroamérica en el mercado global de sustancias ilícitas. La guerra fría aparece
también como referencia personal de los personajes. El ayudante local de Schiller,
Obdulio, es un producto del conflicto, “un exmercenario de la contra nicaragüense”.
[15] Obdulio carga en su cuerpo los restos
de la guerra. Un mecanismo para destruir documentos con ácido le es familiar a través
de su trabajo en la contra. En otro momento Obdulio explica que los objetos que
carga (reloj, pistola y hamaca) son todas reliquias de la época dejadas por los
estadounidenses que han circulado en el mercado negro. Como los espacios, estos
objetos encierran la historia de una forma velada: “El arma es una escuadra automática
con un grabado de la ‘US Army’, pero se lo borré en un taller y le cambié el mango
de hule por una cacha nacarada con la figura de la cabeza de una cobra”, explica
Obdulio sobre su pistola. La incorporación de este registro histórico contribuye
al sentimiento de paranoia en la trama de la novela donde la violencia nunca termina,
simplemente se transforma. Sin embargo es importante notar que la referencia a la
guerra fría no lleva consigo un tratamiento crítico como sucede con los textos estudiados
por Kokotovic, Jastrzębska y Pezzé. Aquí la guerra fría se utiliza como otro mecanismo
narrativo que añade textura a la dimensión conspirativa de la novela. La transformación
de la paranoia en el momento contemporáneo se cristaliza en varias formas en la
novela. El fenómeno del terrorismo está al origen de una sofisticada red de sistemas
de vigilancia estadounidenses que persiguen a Schiller y su grupo. La novela presenta
estos sistemas como algo ubicuo, pero también con una marcada materialidad. El centro
de este poder no está ofuscado en el texto, que posiciona a Estados Unidos como
el ente que ve y registra con un alcance mundial:
La guerra contra el terrorismo mundial había permitido al
gobierno de Estados Unidos organizar un colosal sistema de identificación de individuos.
Se registraba en computadoras gigantescas las características esenciales del rostro
y cuerpo de las personas y la información de cómo viajaban y vivían, la cual se
ingresaba en un colosal banco de datos que, además, registraba cada compra con tarjeta
de crédito, visita a Internet, correos, llamadas telefónicas, visitas médicas, etcétera.
La paranoia también
se registra en las varias conspiraciones que se tejen alrededor del tráfico de droga.
El grupo de poderosos indígenas que contrata a Schiller combina la mitología inca
con negocios ilícitos. Los planes del grupo establecen una conexión entre el tráfico
de drogas y el mundo de las finanzas ya que su plan es invertir el dinero de la
venta del envío en los sistemas de beneficios sociales de Estados Unidos con el
objetivo de ser “uno de los principales accionistas del sistema financiero social
de Estados Unidos”. La conexión que la novela establece entre finanzas y narcotráfico
ilumina la borrosa distinción entre negocios lícitos e ilícitos. Como le explican
a Schiller: “Se hizo necesaria una fachada empresarial principal ubicada en Roatán,
muy cercana al continente, o sea, en el principal corredor de transporte de cocaína
en el mundo”. La proliferación de conspiraciones, las sociedades secretas, y las
tecnologías de vigilancia permiten el alcance global y totalizador de la novela.
Aunque este proceso de revelación nos puede mostrar conexiones valiosas, por ejemplo,
en la incorporación del campo financiero, la visión global de la novela resulta
frustrante para el lector. Como reflexiona un Orellana exasperado frente a la magnitud
de su investigación: “el exceso de información en vez de ayudar provocaba confusión”.
En su próxima novela negra Bondy continua dramatizando las conexiones entre Honduras
y el mundo a través de la conspiración.
“La mitad roja del puente.
Nacaome Aktion” En La mitad roja del puente. Nacaome Aktion el enfoque se desplaza
del Caribe al Pacífico, y del momento contemporáneo a los años cuarenta. La trama
es similarmente sensacional que Caribe. La novela comienza en 1941 cuando Honduras
es gobernada por el caudillo Tiburcio Carías Andino. En Alemania el Tercer Reich
está a punto de atacar Rusia. Estados Unidos tiene que apoyar las fuerzas aliadas
y Honduras es presionada para tomar una posición en el conflicto. En este trasfondo
histórico se desenvuelve una intriga internacional que comienza con la muerte de
dos extranjeros en el sur de Honduras: un ingeniero estadounidense y un doctor alemán.
Estas muertes son investigadas por Abelardo Martínez, jefe de la policía nacional,
Carlota Camacho, profesora de instituto y pariente de Carías, y Freytag, un militar
alemán. Alrededor de ellos se entrelazan varias intrigas que coinciden en la estructura
del título. El puente es una obra pública en construcción que conectaría Honduras
con el puerto al Pacífico. Los estadounidenses financian el proyecto con el fin
de mover municiones a los aliados en Europa. Por otro lado, los alemanes planean
utilizar el puente para transportar un cargamento masivo de sangre para los soldados.
Las muertes se originan en estas conspiraciones: el ingeniero estadounidense descubre
que los planes de la construcción se han alterado (se han ampliado las medidas del
puente para que los contenedores de sangre puedan pasar), mientras que el científico
alemán descubre el plan de transportar sangre contaminada. Como Caribe Cocaine el
clímax ocurre en el mar, cuando Freytag descubre las dos conspiraciones y logra
detener el envío de la sangre en el Golfo de Fonseca. De nuevo la trama de la novela
pone en escena la cognición global. En este caso son los alemanes que son puestos
a prueba al quedar perplejos con las múltiples apariciones de Honduras en sus registros
y documentos. En una escena cómica los militares alemanes comienzan a investigar
más sobre este desconocido territorio, consultando un atlas en un intento infructuoso:
El superior claramente perturbado, observó el texto que le
alargaba el muchacho y enmudeció meditativo por un tiempo indeterminado. Era solamente
una página que contenía la narración técnica del país mencionado, en idioma español,
con algunas cifras estadísticas y diversas estampas, en las que se apreciaba una
playa solitaria repleta de cocoteros, un vagón repleto de racimos de banano, grupos
de bailarines de origen africano con tambores y caracoles, extrañas imágenes autóctonas
de tallados en piedra, un indígena con taparrabo y carcaj y una pirámide truncada
con gradas. También se adjuntaba un sencillo mapa del mencionado país, con puntos
de localización para algunas ciudades, incluyendo la población de Nacaome. [16]
Por muchos años Carías se había acostumbrado a mandar férreamente
sobre sus funcionarios y sobre sus empleados, así como a oprimir a la oposición
política, pero solo sobre cuestiones locales y más de algún zipizape fronterizo.
Pero ahora el conflicto era internacional, y su experiencia cosmopolita era escasa,
lo hacía vivir momentos cruciales en su mandato, se veía incapaz de negociar asuntos
de envergadura internacional como le correspondía a un buen estadista en tiempos
de una guerra mundial. Similar a lo que le ocurría cuando le tocaba tratar los asuntos
con las compañías bananeras, lo que evidenciaba su dificultad para tomar las decisiones
correctas. [17]
Bondy coloca a Carías
Andino y a Adolf Hitler como caras opuestas de una moneda. Con la elección de este
período histórico en Honduras, Bondy referencia un estatus quo represivo a nivel
local. La presencia y poder de la policía secreta complica las redes de vigilancia
y poder, pero aunque el texto revele la violencia y la represión del gobierno, el
autoritarismo se vuelve caricaturesco cuando se compara a la versión globalizada
y racista de Adolf Hitler. El nazismo en sí es tratado en la novela con la misma
ligereza: la palabra judío nunca se menciona, por ejemplo. Como ocurre con Schiller,
las simpatías del lector residen con el “enemigo”, con Freytag, presentado como
un héroe que logra enamorar a la profesora Camacho. [17] A través de las dos imágenes del gobierno del Cariato y el Nazismo,
Bondy logra una coherencia narrativa y afectiva donde la paranoia y el miedo en
sus dimensiones locales y globales puede ser fácilmente localizados y ser asignados
a un ente visible, legible e imputable. [18]
Que el centro de la presión ejercida por la “guerra tan globalizada”, como la llama
un personaje estadounidense, sea el sur de Honduras, resulta curioso. [19] La ciudad de Nacaome y los otros puntos
de interés de la novela se localizan en el departamento de Valle. El puerto de Amapola,
y el golfo de Fonseca son puntos geográficos fuera de los espacios conectados al
imaginario de crimen y turismo hondureño, los dos enlaces más fuertes del país con
el mundo. Los puntos geográficos en Estados Unidos también resultan sugestivos y
a primera vista insignificantes. Son dos los que resaltan: el estado de Utah al
oeste y la ciudad de Chicago. En estas dos referencias geográficas se conectan las
compañías constructoras del puente. La primera en Utah representa la primera constructora
que diseña el plan. El ingeniero mormón a cargo de la construcción es asesinado
cuando descubre que una compañía en Chicago, manejada por la mafia griega, es ahora
la encargada del proyecto. Chicago se presenta en su imagen estereotípica de gánsteres
y corrupción. Es en esta ciudad donde se fabrican las municiones de guerra secretas
para las fuerzas aliadas. La referencia a Utah se puede interpretar como un guiño
a la primera aventura del personaje Sherlock Holmes titulado Estudio en escarlata,
otro texto transnacional donde los circuitos globales de violencia de Utah, Estados
Unidos a Europa son desencadenados por el detective y su compañero Watson. En las
palabras de Holmes: “Existe una roja hebra criminal en la madeja incolora de la
vida, y nuestra misión consiste en desenredarla, aislarla, y poner al descubierto
sus más insignificantes sinuosidades”. [20]
Para Bondy en el contexto contemporáneo esta hebra criminal, muy acertadamente,
se extiende a través de varios espacios e historias volviendo el acto de deshilachar
infinitamente complejo. Tal vez también sea interminable para la crítica, una lectura
paranoica del texto podría hacer infinitas conexiones: el rojo del título y el sur
de Honduras como espacio en la lucha de la contra nicaragüense, el paralelismo,
imposible de ignorar, entre el traspaso de municiones y sangre y el momento contemporáneo
con el tráfico de drogas, hasta la reciente discusión de utilizar la isla Amapala
en el Golfo de Fonseca como “ciudad modelo” o “zona de empleo y desarrollo económico”
(ZEDE) destinada a la inversión de capital extranjero.
Alma Leiva
El trabajo de Alma Leiva toma el espacio
como método de organización, pero elabora alternativas a la paranoia de la narrativa
conspiratoria que sigue Bondy. En su trabajo de instalación, video y fotografía
Leiva dramatiza los cambios forjados por la violencia en las estructuras espaciales
y afectivas del ciudadano hondureño. Leiva emigra de su natal San Pedro Sula a Estados
Unidos a los catorce años, viviendo en carne propia estos desplazamientos. En este
ensayo me enfocaré en dos exhibiciones de Leiva donde propongo a través del aparato
crítico de Eve Sedgwick que la violencia se visualiza espacialmente de una forma
no paranoica: Object of My Affection (Objeto de Mi Afecto): San Pedro Nos Ve y su
proyecto Celdas. La exhibición Object of My Affection (Objeto de Mi Afecto): San
Pedro Nos Ve fue presentada en el Museum of Art + Design del Miami Dade College
en marzo del 2015. El título de la exhibición pone énfasis en la vigilancia y paranoia,
y en las corrientes afectivas entre ciudadanos y espacio urbano. De este modo la
ciudad se convierte en objeto, pero también un ente que vigila y registra. Los asistentes
a la exhibición son invitados a regresar el gesto paranoico, a ser testigo y registrar
la violencia sampedrana. La artista desplegó códigos QR en la exposición que los
asistentes podían escanear en sus teléfonos celulares para acceder a información
actualizada sobre crímenes en San Pedro Sula. La exhibición era conformada por videos
e instalaciones que incorporan una diversidad de discursos y fuentes. El video “Through
The Looking Glass 3 (Night Stroll/ Paseo Nocturno)” utiliza material de cámaras
de vigilancia y televisión que registran una emboscada y asesinato en una calle
en la ciudad. [21] Con un sonido disonante,
el video presenta la deconstrucción del acto criminal repitiendo insistentemente
los segundos previos a la irrupción de violencia. En su manipulación del material
de video, Leiva no muestra el asesinato, intensificando la carga afectiva del momento:
el miedo, la tensión, la certeza que la muerte es inminente para los protagonistas
anónimos del video. La evasión del momento de violencia, y las alteraciones al video
apuntan a un tratamiento diferente de la violencia. Otro video titulado “Conversaciones
desde el otro lado” presenta una conversación entre Leiva y un joven artista en
un barrio de San Pedro Sula. Ya el título del trabajo presenta el espacio como método
organizador. Tanto la voz como la cara de ‘José’ han sido editadas para prevenir
su identificación. El video, de aproximadamente 8 minutos, comienza con una discusión
del trabajo voluntario del entrevistado como facilitador de arte. El define los
objetivos y la base de este trabajo de forma espacial, explicando que el propósito
de su trabajo voluntario es “romper las fronteras” entre los vecindarios de la ciudad.
Cuando se le pregunta por San Pedro Sula, ‘José’ discute su relación con el espacio
urbano: su movilidad en la ciudad, y el conocimiento adquirido sobre los lugares
peligrosos. El video “Mapa de supervivencia para un forastero” encapsula la dimensión
afectiva espacial que elabora ‘José’ con la paranoia y el miedo de “Paseo nocturno”.
El video comienza con información técnica de la ciudad: los kilómetros cuadrados
de su superficie, el número de habitantes y su posición geográfica. Esta información
es seguida por estadísticas sobre la violencia urbana. Esta presentación también
es enmarcada en el contexto personal de la artista: “la ciudad que dejé de adolescente
se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del planeta”, lee la imagen.
Luego se nos explica el proceso de creación del mapa, el cual es el resultado de
investigaciones sobre crímenes y las propias experiencias de Leiva en la ciudad.
La animación comienza lentamente: trazos de la ciudad comienzan a poblar la imagen,
dibujando el mapa. Al mismo tiempo, una línea roja (más gruesa que la línea negra
con que ha comenzado el mapa) comienza a delinear, en forma de palimpsesto, otra
ciudad. Al contrario de la forma ordenada del mapa tradicional con que comienza
la animación, este hilo rojo se esparce en todas direcciones. Luego, un acercamiento
al mapa hace visibles sus leyendas haciendo posible la apreciación de nombres de
avenidas, colonias, bulevares, y monumentos de la ciudad. A estas indicaciones tradicionales
se le suman dos con carácter de advertencia: “proceda con cautela” y la más amedrentadora,
“por aquí no”. Estas dos leyendas comienzan a aparecer rápidamente llenando el mapa.
La animación termina con el reverso de lo que hemos visto: el mapa desaparece de
la imagen. Si el mapa se considera una invitación al viaje o una guía, las amonestaciones
y la insistente línea roja que cubren el mapa de Leiva lo alejan de este propósito
para convertirlo en un documento caótico de muerte y miedo. La figura a la cual
se dirige esta representación es el “forastero”, señalando el interés de la artista
por la movilidad espacial y sus posibilidades y límites. La figura del “forastero”
parece estar menos conectada a la subjetividad del turista en tiempos neoliberales,
que a los sampedranos como ‘José’ que han perdido su ciudad al crimen modificando
sus trayectorias, o como la propia artista, forzada al exilio. La pérdida del espacio
toma varias formas, desde la apropiación de territorio por las pandillas y el narcotráfico,
a los cambios en el paisaje urbano, a la nueva arquitectura forjada por el miedo,
donde las clases altas comienzan a resguardarse en edificios. El movimiento de la
línea roja, primero lento y luego vertiginoso, mapa esa transformación de la pérdida
de la ciudad, que en su ausencia, es todavía de forma espectral un “objeto de afecto”.
En Celdas Leiva representa de forma magistral la relación entre crimen y espacio.
Celdas es parte de la exhibición Contra-archivos de la ciudad del narco, en la que
Leiva y la artista mexicana Adriana Corral reflexionan sobre los efectos del narcotráfico
en San Pedro Sula y Ciudad Juárez respectivamente. En el ensayo introductorio al
catálogo de la exhibición, los curadores de la muestra presentan el proyecto como
una respuesta ante la violencia como espectáculo, definiendo el “contra-archivo”
como “los registros menos tangibles de lo afectivo, a las experiencias y memorias
colectivas (menos estructuradas e inconscientes) que se transmiten como parte del
tejido social de los que habitan las ciudades del narco y afectan a los que experimentamos
colateralmente sus efectos”. [22] Para
Celdas la artista diseñó instalaciones de (en su mayoría) espacios domésticos como
salas de estar y dormitorios para luego fotografiarlos. Estas ‘celdas’ (17 en total,
9 parte de la exposición) [23] representan
la condición carcelaria que rige la vida sampedrana: Leiva comenta que las entrevistas
que condujo para el proyecto fueron todas realizadas a través de cercas y barras.
En un ensayo sobre la exhibición, Tatiana Reinoza hace un análisis crítico extraordinario
de las ‘celdas’ de la artista. Reinoza explica:
Celdas nos muestra lo que hay del otro lado del miedo, los
interiores que no figuran en las noticias y que proponen un contra-archivo al espectáculo
de la violencia y sus rituales. A diferencia del sensacionalismo, el cual provoca
desinterés y distanciamiento, Leiva fuerza al espectador a mirar hacia adentro para
que de esta forma pueda habitar la experiencia sensorial de quienes han convivido
con la violencia.
Leiva le niega al espectador cualquier forma de experiencia
directa y en el peor de los voyerismos, tampoco le permite del todo observar la
instalación. Su obra requiere cierto tipo de encuadre. Al hacer uso de la cámara
como herramienta crítica manipula la experiencia del espectador mediante formas
concretas y bien definidas que capturan la afectividad de un lugar.
Es en esta visión limitada
o “experiencia indirecta” donde Leiva contrasta con el proyecto literario de Bondy
y donde reside, a mi parecer, su intervención crítica más importante. Ahora exploraré
está intervención crítica a través de un análisis de la Celda # 16 para mostrar
como Leiva introduce una alternativa a la paranoia que domina la discusión del crimen
en y sobre Honduras en general, y San Pedro Sula en particular. Leiva comenta que
esta ‘celda’ en específico fue inspirada por una masacre en las afueras de San Pedro
Sula en el 2013, donde fueron asesinadas cinco personas, y por los múltiples asesinatos
de niños (entre 7 y 12 años) acontecidos en el 2014 en esa misma área. [27] Como ya fue mencionado, este contexto
histórico no se registra directamente en la celda. El espacio nos presenta esta
referencia a través de íconos de escuela como una pizarra, y un escritorio, y varias
fotografías de niños. La falta de niños da a la imagen una cualidad melancólica
sentida a través de sus rastros: la palabra “no” escrita insistentemente en la pizarra
y las fotografías. Como mencione antes, Reinoza comenta sobre como la artista obliga
al espectador a “habitar” el espacio. Esto constituye una experiencia radical de
perspectiva que tiene consecuencias para la relación que el artista crea entre crimen
y ciudadanía. En lugar de llevarnos por un recorrido paranoico desde los barrios
periféricos de San Pedro Sula mostrando todas las fuerzas globales que han determinado
la vida y muerte de estos niños como violencia, deportaciones, migraciones, pandillas
transnacionales, tráfico de drogas, corrupción institucional y golpes de estado,
Leiva nos obliga a quedarnos en estos espacios. Aquí se puede ver en práctica en
práctica lo que Eve Sedgwick llama una “práctica crítica reparativa”, u “otras formas
del saber, caminos menos orientados a la sospecha”. [28] Para Sedgwick la paranoia se ha convertido en el método crítico
predominante frente a la opresión. Una de las características que le atribuye a
la paranoia es la “confianza en la revelación”, es decir, la creencia que la exposición
conllevará a una acción inminente. En el contexto de la novela negra centroamericana,
Pezzé propone que la conspiración como epistemología en autores como Horacio Castellanos
Moya y Rodrigo Rey Rosa se debe a que,
en el imaginario centroamericano las dinámicas reales y eficientes
de la política y el poder se conciben siempre como ocultas. Esta sensación social,
sumada a la condición de violencia generalizada (representada repetidas veces por
la serie negra), lleva a la conclusión de que dichas dinámicas secretas son inexorablemente
funestas y necesitan ser develadas. [29]
Sedgwick advierte sobre
como el proceso de “develación” en que se empeña el método paranoico depende de
la especificidad del contexto, referenciando la Guerra Sucia en Argentina como ejemplo
de una violencia no soterrada sino concebida desde el espectáculo y la visibilidad.
Agrega: “¿Qué dice una hermenéutica de sospecha y revelación frente a formaciones
sociales en donde la visibilidad misma constituye mucha de la violencia?”. [30] Esta pregunta resuena con el trabajo
de Bondy y Leiva, pero mientras Bondy se enfoca en la “develación”, Leiva demuestra
que tal vez ese esfuerzo sea en vano en el clima de impunidad y violencia que impera
en Honduras, que tal vez se necesitan otras formas de luchar contra la violencia.
A pesar de la diferencia
en los trabajos presentados aquí es importante señalar que tanto Bondy como Leiva
parten del espacio pequeño, el cual se puede considerar como una especie de “cuarto
cerrado” neoliberal. Como nos recuerdan David Schmid y otros críticos, el cuarto
cerrado en los textos de detectives clásicos no está cerrado. A través de los conceptos
de Gilles Deleuze y Manuel Castells Schmid propone que el espacio en la ficción
policial y crimen es “rizomático”, “una serie de puntos nodales conectados que forman
una gran red”. [31] En efecto, las islas
en las novelas de Bondy demuestran precisamente, aunque de forma fantástica y elaborada,
como estos espacios pequeños son atravesados por flujos y movimientos de dinero,
mercancías, y personas. Los textos investigan estos movimientos y transacciones
trazando vertiginosamente los enlaces que se crean entre espacios, y el lugar primordial
de la “periferia” para el neoliberalismo global. El proyecto de Leiva contrasta
con el de Bondy en términos espaciales y de escala. Bondy amplifica el espacio pequeño
(Honduras, islas) para llevar al lector en un viaje que intenta abarcar todo el
mundo. Leiva, por el contrario, rechaza esta perspectiva totalizadora. El espacio
reducido del contexto doméstico descarta una ilusión de totalidad y de dominio espacial.
En el caso de Celdas el rechazo del morbo, del espectáculo, presenta una nueva ética
hacia la víctima y la representación de la violencia, donde la paranoia es desactivada.
La cognición de fuerzas globales parte de un contexto hiperlocalizado, un barrio
en San Pedro Sula, un espacio a través del cual el espectador no solamente es invitado
a trazar sino también sentir de una forma diferente esa línea roja que conecta esa
esquina sampedrana a otras en el mundo.
NOTAS
1. R. PIGLIA, Blanco nocturno, Anagrama, Barcelona 2009.
2. ID., “La ficción paranoica”, en E. DE ROSSO (ed.), Retóricas del Crimen.
Reflexiones latinoamericanas sobre el género policial, Alcalá Grupo Editorial, Alcalá
la Real 2011.
3. M. KOKOTOVIC, “Neoliberalismo y novela negra en la posguerra centroamericana”,
en B. CORTEZ – A. ORTIZ WALLNER – V. RIOS QUESADA (eds.), Hacia una historia de
las literaturas centroamericanas. Vol. III: (Per)versiones de la modernidad. Literaturas,
identidades y desplazamientos, F&G Editores, Guatemala 2012.
4. A.S. JASTRZĘBSKA, “De historia a paranoia: dos novelas negras centroamericanas”,
Centroamericana, 2012.
5. A. PEZZÉ, “El género policial en Centroamérica: entre peculiaridad local
y episteme latinoamericano”, Boletín AFEHC.
6. Para un panorama histórico del desarrollo de la novela policiaca centroamericana
que no toma como eje los conflictos armados de la región e incluye producción de
países como Panamá y Costa Rica ver U. QUESADA, “¿Por qué estos crímenes? Literatura
policiaca en Centroamérica”, en CORTEZ – ORTIZ WALLNER – RIOS QUESADA (eds.) Hacia
una historia de las literaturas centroamericanas. Vol.III: (Per)versiones de la
modernidad. literaturas, identidades y desplazamientos.
7. Vale repetir la frase conocida de Jameson en su totalidad: “Conspiracy,
one is tempted to say, it is the poor person’s cognitive mapping in the postmodern
age; it is a degraded figure of the total logic of late capital, a desperate attempt
represent the latter’s system, whose failure is marked by its slippage into sheer
theme and content”. F. JAMESON, “Cognitive Mapping”, en C. NELSON (ed.), Marxism
and the Interpretation of Culture, University of Illinois Press, Urbana 1988.
8. G. CLOSE, Contemporary Hispanic Crime Fiction. A Transatlantic Discourse
on Urban Violence, Palgrave Macmillan, New York 2008.
9. El término en inglés es “reparative critical practices”. E. SEDGWICK,
Touching Feeling. Affect, Pedagogy, Performativity, Duke University Press, Durham
2003.
10. E. ERDMANN, “Nationality International. Detective Fiction in the Late
Twentieth Century”, en M. KRAJENBRINK – K.M. QUINN (eds.), Investigating Identities.
Questions of Identity in Contemporary International Crime Fiction, Rodopi, Amsterdam
2001.
11. A. PEPPER, “Policing the Globe: State Sovereignty and the International
in the Post-9/11 Crime Novel”, Modern Fiction Studies, 2011.
12. A. PEPPER – D. SCHMID, “Introduction”, en A. PEPPER – D. SCHMID (eds.),
Globalization and the State in Contemporary Crime Fiction, Palgrave Macmillan, London
2016.
13. E. BONDY, Caribe Cocaine, Letra Negra, Guatemala 2006.
14. Ver C.H. STERLING (ed.), Encyclopedia of Radio. Routledge, London 2004.
15. BONDY, Caribe Cocaine, Letra Negra, Guatemala 2006.
16. E. BONDY, La mitad roja del Puente. Nacaome Aktion, Libros en red, Buenos
Aires 2015.
17. El tratamiento de la mujer en las dos novelas está fuera del alcance del
argumento de este ensayo, pero indudablemente merece más atención; en particular
la fetichización de la virginidad en los dos textos.
18. En Beyond Bolaño. The Latin American Global Novel, Héctor Hoyos estudia
un grupo de novelas de los años noventa que toman el Nazismo como marco. Hoyos analiza
esto como una forma literaria de lidiar con la globalización y reflexionar sobre
el lugar de América Latina en ella: “Taken as a whole “Nazi Literature” from Latin
America takes advantage of such effects to imagine a different present, challenging
dominant narratives of globalization and their assumptions about centrality, periphery
and the directionality of cultural exchange”. H. HOYOS, Beyond
Bolaño. The Latin American Global Novel, Columbia University Press, New York 2015.
19. BONDY, La mitad roja del Puente. Nacaome Aktion.
20. A.C. DOYLE, Estudio en escarlata.
21. Todos los videos analizados aquí se pueden visualizar en el sitio web de
la artista www.almaleiva.net.
22. T. REINOZA – L. VARGAS-SANTIAGO, “Introducción,” en T. REINOZA – L. VARGASSANTIAGO
(eds.), Contra-archivos de la ciudad del narco, Copilot Press, California 2015.
23. T. REINOZA, “Del otro lado del miedo: las celdas de Alma Leiva”, en REINOZA
– VARGAS-SANTIAGO, Contra-archivos de la ciudad del narco.
24. M. MORENO, “El acto de recordar y la lucha contra la historia en las Celdas
de Alma Leiva”, en REINOZA – VARGAS-SANTIAGO, Contra-archivos de la ciudad del narco.
25. Reproducciones de las celdas en REINOZA – VARGAS-SANTIAGO (eds.), Contra-archivos
de la ciudad del narco.
26. MORENO, “El acto de recordar”.
27. En línea: <counterarchives.org/2015/05/16/from-celdas-prison-cells-celda16/.
28. SEDGWICK, Touching Feeling.
29. PEZZÉ, “El género policial en Centroamérica”.
30. SEDGWICK, Touching Feeling, p. 140. Mi traducción. Para un análisis entre
violencia política y espectáculo ver D. TAYLOR, Disappearing Acts. Spectacles of
Gender and Nationalism in Argentina’s “Dirty War”, Duke University Press, Durham
1997.
31. D. SCHMID, “From the locked room to the globe. Space in Crime Fiction”,
en V. MILLER – H. OAKLEY (eds.), Cross-Cultural Connections in Crime Fictions, Palgrave
Macmillan, London 2012.
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Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 195 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidada: Scarlett Rovelaz (Honduras, 1987)
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