El Ulises homérico es, por sobre todo, el arquetipo del sobreviviente; encarna, entre otros valores, la dignidad y la generosidad,
la inteligencia y la mordacidad, pero más es el héroe errante que sale airoso de la muerte y del roñoso corazón de
los dioses y los humanos
Y ésa es la impronta de la vida de Ulises
Estrella. Peregrino de sí mismo, viajero contumaz del corazón humano, infatigable
transeúnte por ciudades y libros, genuino contradictor de las convenciones sociales, soñador empedernido, recio y tierno, serio y risueño, libre
y noble, insobornable y leal. Sí, Ulises es
uno de los pocos sobrevivientes de ese amasijo de utópicos valores que caracterizaron
a la generación de los años sesenta.
Por otro lado, Ulises es un crítico, pero más un maestro. El maestro es quien procura
frecuentar la razón de ser y la esencia de las cosas en su infinidad y del mismo
ser en especial. Léanse sus páginas sobre cine, pero también sobre otras artes:
poesía, música, pintura -allí están sus estupendas
prosas poéticas sobre el Quito colonial-,
erigiéndose en un creador de prontuarios
de apuntes sobre variados enigmas, y
en cuanto a las vertientes artísticas, autor de enunciados cuya génesis se
asienta en el principio de la vida y cuyo final
posiblemente se sitúe en ese mismo lugar.
Por lo demás, de las pródigas manos de
este maestro han salido mujeres y hombres talentosos y perspicaces, autores de textos trascendentes de cine, música, artes visuales.
Los tzántzicos, un referente
indispensable
Por 1962 aparece en Quito
el movimiento Tzántzico. Su principal mentor,
Ulises Estrella. Los jóvenes poetas y escritores
que lo fundan reniegan de la tradición
literaria y sus iconos sagrados, y cuestionan,
enardecidos, la irresolución de los partidos políticos de izquierda. Una levadura ideológico-política, cuya sustancia cardinal era la libertad,
agitaba esta corriente. Más allá de los dogmas,
tituló Fernando Tinajero, otro de los ideólogos del Tzantzismo, un ensayo cuyo solo título me releva
de cualquier comentario. Izquierda antidogmática,
entonces, en la que militaron -y han seguido haciéndolo- las dos cifras mayores de este movimiento: Estrella y Tinajero.
Los recitales tzántzicos eran piñatas donde estallaban banderitas
tricolores -aludiendo a la ecuatoriana-,
que iban a las manos de los concurrentes con el lema de “ésta es su patria, cómansela, si quieren”, o se resolvían en papeluchos
con versos escritos a mano. Un tiempo y un sitio. Quito, beata y novelera, cabía en el cuenco de una mano. Mito,
provocación y leyenda. Historia de una revuelta, de una eclosión intelectual
más bien, que convulsionaría a una generación (Convulsionario tituló Ulises
a uno de sus libros en 1974), pero que no cambió la faz de un sistema de oprobio y de explotación, tampoco transformó
las convenciones sociales que, en vez de atenuarse
al menos, se han raigalizado más en el
vacío que vivimos. Iracundia espectacular,
explosión de coraje represado, de rebelión contra el statu quo que hastía hasta la rabia, que condena
a la estupidez de por vida. Vivir es combatir a la sociedad burguesa, contestar, desde una actitud antidogmática, sus valores,
métodos y objetivos.
La figura mayor del Tzantzismo fue, sin duda, Ulises Estrella. Infatigable
trabajador de la cultura, fundador
de la Asociación de Escritores y Artistas Jóvenes
del Ecuador, del Frente Cultural, de la Escuela de Educación Sindical, de la Asociación de Cineastas del
Ecuador, de grupos de teatro y talleres de cine y literatura; poeta, cinéfilo, ensayista, instigador, dirigente sindical, ¿qué más…? La avasalladora personalidad de este maestro arranca desde
el decenio de los sesenta y se mantiene
enhiesta, inclaudicable -¡qué difícil empresa humana conservarse así!- incesante, “objetora”, creativa. De acerado y altivo carácter, Estrella es un formidable sus-citador,
complejo y sensible, fanático de la honestidad y el esfuerzo creador y constante,
perpetuo fustigador de postizajes y puerilidades,
cáustico con todo lo que le parece obstáculo a la edificación de una nueva sociedad, crítico inflexible
de él mismo, única práctica que autoriza
a los seres humanos a ejercer esa grave
tarea con los demás.
“Lo peor que puede pasarle al hombre es el vacío”, dice Ulises
en uno de sus memorables poemas. Él superó
desde hace rato ese trance, pues su vida está colmada de empresas y realizaciones
culturales, en pertinaz beneficio de nuestro
destino histórico inmediato. Sin embargo, jamás
está inmóvil, siempre el paso siguiente, el otro, el otro. Agustín Cueva
sentenció: “Mucho le debemos a Ulises Estrella, algún día tendremos que hacerle
justicia”. Ojalá la publicación de su Antología poética esencial y mi palabra,
que no trata de ser sino un modesto prefacio de la misma, hayan contribuido en algo
al llamado de Cueva.
La Cinemateca Nacional
Una de las realizaciones culturales
de mayor trascendencia de los últimos años en nuestro país es la Cinemateca Nacional.
Todo empezó por 1964 cuando Ulises fundó el primer cineclub en el cine Granada en
la plaza de La Merced y, a partir de 1967, en la Universidad Central: los dos, raigones
históricos de la Cinemateca Nacional. En 1980 Ulises llegó con su proyecto a la Casa
de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión, presidida
por Edmundo Ribadeneira, a quien se debe la construcción del complejo de
la Institución, el más significativo de América.
Ulises organizó la Sección de Cine de la Casa y un inolvidable encuentro
de cineastas andinos. Este hecho aceleró la creación de la Cinemateca Nacional, en la cual se ha escrito lo mejor de la historia del cine nacional: la integración del archivo fílmico
ecuatoriano, su difusión en el cineclub, el desarrollo de una revista especializada,
festivales del más alto nivel sin fines de lucro,
y, quizá lo más fecundo, la formación de un público le todas las edades-, que se inició en el buen cine como vehículo de cultura. Hablar de la Cinemateca Nacional es hablar de uno de los segmentos culturales que más beneficios sigue dando a
Ecuador. Esa Cinemateca Nacional de Ulises
Estrella resuma historia y ha puesto en
alto el nombre de nuestro país en el mundo.
La obra literaria
Ulises Estrella publica su primer poemario en 1966: Ombligo del mundo.
Dueño de un poderoso acervo cultural, el
poeta, en toda su travesía literaria, mira y remira el mundo para rehundirse
en él, y desde ese espacio elucidar sobre otros
temas, incluida su Quitología, entrañable y hondo ensayo sobre nuestra ciudad
-historia y personajes-. “Hemos sido esperados
aquí en la tierra”, exclama Walter Benjamín. Así es. Precedencia del mundo
y advenimiento del ser. Ulises contempla el
mundo y delata su crueldad o desbroza portillos de luz a sus zonas ominosas. Intimidad del tiempo y alfabeto
del espacio. Compromiso, encarnación del tiempo y poesía del espacio abierto: “No
es la vida que te espera / sino que se esperanza
la voz, / se columpia la canción, / te
entusiasma el sendero pleno de primates…”. Pero hemos sido esperados y hallamos
un mundo devastado, Ulises revela y acusa:
“Hay niños que juegan juntos / entre mil y cien,
/ pero juegan a la guerra; / se esconden
de sí mismos, / buscan bajo tierra la paz, / cavan y no hallan sino el miedo…”
Los pasos iniciantes de la poesía tzántzica tienden al manifiesto
efectista, al discurso
arrebatado, al panfleto político, obturador
de la validez estética. Ulises sale bien librado
de esta propensión. Ombligo del mundo
es una conclusiva separación de usos y pretextos. Crepitación de palabras fraguadas desde el asombro. Sacrificio del ritmo por versos largos, morosos, inacabables, para configurar exhortaciones urgentes. Desligadura de las impresiones. Exacerbado juego entre el poeta y el mundo.
Fuera de juego, 1983, es otro punto alto de su poesía. Cada perplejidad
tiene su coartada y la palabra surge
desnuda y limpia para desentrañar los pensamientos.
El lenguaje explora los abismos, los nexos
que a veces inventamos los mortales para separarnos del continente de los otros. “El infierno son los demás”,
dijo Sartre. No existen los excesos; sólo el verbo noble y libre para la confesión y el aviso. Hombre y poesía
caminando hacia la libertad -ficción y acaso
epopeya-. “Antes / tendido al sol / dudosos
pensamientos / estallaban en mí / lo desconocido / hincaba en las alturas
/ el más allá / surcaba entre el aire puro / ahora, / encontrando al sol / tras
un tajo en la montaña, / sustento el empeño / de tomar por asalto / el cielo presente,
/ con rumor y grito / del mundo futuro”. Refrendario
de su época. Obstinado y tenaz portador de la esperanza, registrador de las fundaciones
del ser humano, negador de determinismos, intrépido recreador de fábulas donde imperan la paz y la justicia, conjurador de
soledades, la escritura de Ulises Estrella es un testimonio vivo de su tiempo. La única manera de rescatar el pasado
e inventar el porvenir es vivir un presente cambiante y perpetuo, pero en ininterrumpido
movimiento.
Interiores, el lado oculto de la verdad
En 1986 Ulises Estrella publica
Interiores. Como en ningún otro libro anterior, en éste, la verdad restalla,
nítida, soberana, y la poesía aparece, como “la verdad del arte”, y ésta, para los seres humanos, no es sino la reciedumbre
ante el dolor de ser y estar aquí en la tierra durante la vida cumplida. Cada quien
con su verdad a cuestas. Pero ésta -sin excepción- es la hebra inasible e
inaudible del tiempo que teje sin pausa lo que vemos: lo tangible, real, objetivo;
sin importar que sea nítido o nebuloso. Por esto,
la creación poética no se concibe en la conciencia del poeta, sino en su
brío para encarar el tiempo y subordinarlo o, al menos, soportarlo y cruzarlo. Y la verdad en este libro reluce,
más que como un fulgor, como un reflejo -los bordes de una herida abierta, originaria,
inalterable, fundacional-. Única raíz de la
historia personal y colectiva, la verdad nace, crece y discurre en el dolor.
Pero la verdad de Ulises -su dolor- no invalida, no petrifica, no anula, sino que
se torna una y otra vez horizontes, aflictivos
sí, pero remozados, distintos, que devienen en una sucesión de armisticios.
“CÓMO / agarrar el mundo / con las dos manos
/ si la premura / desgarra / y estando
separados y juntos / las manos nos delatan / ante nosotros mismos. / Comamos
pues, / maíz, / ahora, / y retrocedamos el tiempo.”
Para el retorno hacia nosotros mismos es
preciso el éxodo y el refugio liberador en los distintos. La poesía de Ulises:
búsqueda de todos y de todo, hallazgo de la otredad.
Ulises sale de él y apremia la verdad, tornándola en guía y raíz de su palabra. En Interiores la extrema: demuele los signos heredados, se confiesa a sí mismo, se purifica, se
redime -sin nada que se parezca a ritual religioso alguno-. Y en ese ámbito forja
una conciencia, y ahí donde empieza la conciencia de un lenguaje, se inicia la recreación de una nueva escala de sentidos y pulsaciones, preludio del silencio, es
decir, de la más alta poesía.
La mayor virtud de la poesía se resuelve en la convocación del propio
ser. La conciencia
de un discurso poético conduce
a la esencialidad de uno mismo, a su reconocimiento, a su despertar conmovedor y
único. La palabra del poeta, permutada
por su conciencia, lo transfigura en espejo de su entorno.
Toda señal suya -conflagración o ventisca-, por fecundada que sea en los meandros
más escondidos de su ser, pertenece a los demás.
“TODA TIMIDEZ / es voluntad / quebrada”.
O esto otro: “EN / un abrir / y cerrar
/ de ojos, / transcurrimos. / Los cuerpos
conocidos / envejecen. / Las ideas /
desconocidas / afloran. / Asidos / a la tierra, / quedamos, apenas entreabiertos”.
O, por fin, de su Vientre del tiempo: “¿estos
techos, / paredes, / camas, / mesas y ventanas, / serán / en verdad, / nuestras casas? / o, / quizás / tan sólo / vivimos / la sombra / de esas cosas?”
Otros titulos
En 2001
Estrella publica Digo, mundo. A este título, deben agregarse otros, al menos, los más importantes: Cuando el sol se mira de frente, 1989;
Poemas del Centenario, 1895-1995 -que consta en esta antología,
al igual que su Quitología y Vientre del
tiempo-. Pero sería absurdo
no referirnos, si quiera de paso, a su ensayo, y en este género, a dos de sus mejores logros: Reflexiones de
fin de siglo, 2000 y La revolución necesaria,
2003. En ambos, la densidad reflexiva
y la fuerza creadora de Ulises, intrínsecamente imbricadas, ajustan un riguroso instrumento en la divulgación de la sustancia misma de los asuntos sobre los cuales versan. En la línea crítica
que sugería Barthes, es decir, incluyendo en el discurso, aunque sea del modo más velado y púdico, un discurso implícito,
Ulises resuelve estos sugestivos materiales.
Pero ésta es la hora de su poesía. Juicio
y reconocimiento no exentos de estupor.
Soberbio testimonio -nunca despojado de fidelidad- de su insumisa disidencia.
Proclama de un espíritu que, con proverbial e incorruptible pertinacia, no ha dejado
de afirmar su oposición al status quo, la obra
poética de Ulises Estrella, una de las
más vitales de su generación en América Latina, es, por sobre todo, exploración y demanda de su verdad. Aproximarse
a la histórica figura de Ulises Estrella, por tanto, no puede consistir en
aplicarle una parda capa de elogios, sino en
excavar en esa verdad suya, diversa y múltiple, y arrastrarla a la nuestra.
Sólo así su esencia, divergente y discorde, nos aproxima -¿fusiona?- a la nuestra.
No digo que sea ineludible convenir con él;
declaro que, si de verdad apreciamos la poesía de la mejor ley, debemos oír lo que Ulises nos dice. Su
palabra no nos conmina a una ferviente mediación, aguarda lo único perentorio: nuestro juicio.
*****
Agulha Revista de Cultura
UMA AGULHA NA MESA O MUNDO NO PRATO
Número 197 | dezembro de 2021
Curadoria: Floriano Martins (Brasil, 1957)
Artista convidada: Helena García Moreno (Equador, 1968)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
logo & design | FLORIANO MARTINS
revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS | MÁRCIO SIMÕES
ARC Edições © 2021
Visitem também:
Atlas Lírico da América Hispânica
Nenhum comentário:
Postar um comentário