NOVALIS, Fragmentos
“Yo no pinto para
salir, me encuentro ya afuera, más bien pinto para entrar” – Le dijo Víctor Brauner en una ocasión a
Sarane Alexandrian autor de un importante libro sobre el pintor (1). Para entrar
adónde es lo que trata de descubrir este
trabajo. En otras palabras, lo que intento es explorar los espacios interiores que
Víctor Brauner ha penetrado, para allí aprehender su mitología personal tal y como
se encuentra expresada en su pintura. Pero antes debemos abrir dos escenarios donde
el pintor experimentó los sincronismos secretos que lo llevaron a elaborar una pintura
de naturaleza mágica.
Primer escenario: En 1903 nace en Piatra-Neant un pequeño poblado de los Cárpatos, montañas
situadas al noreste de Rumanía. Fue en esas montañas donde se originó la leyenda
de Drácula (Dracul, en rumano significa el dragón o diablo), relacionada con la
existencia del Príncipe Vlad, llamado el empalador. En esas montañas también habitaban
los hombres-lobos. Hombres-lobos y nosferatus
merodeaban pues por aquellas regiones donde se encuentra la cuna de la brujería
medieval, según Mircea Eliade. De origen judío, su padre Herman fue ávido lector
de los textos cabalísticos a los cuales expuso a su hijo Víctor. Herman practicaba
además el espiritismo, invitando a médiums a dar sesiones en su casa, presenciadas
muchas veces por él a través del ojo de
una cerradura. Veremos que eventualmente el ojo habría de jugar un papel preponderante
en la confección de su mundo. Con respecto a las sesiones de espiritismo, Brauner
le confesó a Max Paul Fouchet en una entrevista que:
…ocurrían cosas extraordinarias…
en una ocasión vi a un personaje levitar y en otra a ese mismo personaje que era
un ignorante, cantar en estado de trance, como Caruso (2).
Esas experiencias mediúmicas marcaron indeleblemente la mirada del futuro pintor
sobre la surrealidad, infiltrando su mundo imaginario a medida que se adentraba
en el mundo de las artes.
Segundo escenario: Después de un primer intento fallido de vivir en Paris permanentemente entre
los años 1925 y 1927, Brauner regresa a Rumanía en plena pobreza. Durante esos años
mantuvo una estrecha relación con poetas rumanos, los cuales trabajaban en una dirección
no ajena al surrealismo naciente. El poeta Ilario Voronca fue uno de sus primeros
amigos. Bucarest se fue convirtiendo en un hervidero de actividades de la vanguardia
dando origen a las revistas “Contimporanul”, “75 HP y “Punct”, en las décadas de
los veinte a los treinta. Brauner participó en esas publicaciones las cuales acogieron
a poetas que eventualmente habrían de dejar sus nombres grabados en la historia
del Dadaísmo y el Surrealismo: Tristán Tzara, Gherasim Luca, Trost y Gello Naum,
entre tantos otros. En 1930 Brauner vuelve de nuevo a París, permaneciendo en esa
ciudad hasta su muerte, salvo durante el interregno de la Segunda Guerra Mundial.
Fue entonces que al fin se convirtió en unas de las figuras principales del movimiento
surrealista como lo atestiguan los entusiastas artículos que André Breton, Benjamín
Péret y Pierre Mabille, escribieran sobre su obra en el catálogo de su primera exhibición
que tuvo lugar en 1938.
El 27 de agosto de 1938, día clave en la vida de Brauner, nos va a mostrar hasta
qué límites su existencia estuvo sellada por acontecimientos que explican el trasfondo
“mágico” de su vida y de su pintura. El pintor, junto a otros compañeros surrealistas,
se encontraba festejando en el atelier de Oscar Domínguez cuando de pronto estalló
una trifulca entre éste y Esteban Francés. Furioso, Domínguez le lanzó un vaso a
su oponente al mismo tiempo que Brauner se interpuso, recibiendo en su ojo derecho
un golpe tal que se lo arrancó de cuajo. Hasta aquí el incidente. Pierre Mabille
elaboró a raíz de lo acontecido, una versión interpretativa de los mismos, analizando
las fuerzas ocultas que contribuyeron a que ese hecho se produjera. El resultado
fue su ensayo titulado “L’ Oeil du Peintre” (3) donde realiza el siguiente análisis,
expuesto aquí sucintamente:
1. Que toda la vida de Brauner convergió (siguiendo posiblemente la teoría junguiana
de los sincronismos), para que esa mutilación tuviese lugar. Mabille se basa en
una serie de cuadros pintados por Brauner con anterioridad al incidente. Entre éstos
uno titulado “Autorretrato” (1931), donde aparece el pintor con su ojo derecho desgarrado,
el mismo que años más tarde le sería mutilado. Otro cuadro no fechado, pero de la
misma época, muestra un personaje dentro de un paisaje lleno de signos herméticos,
con su ojo atravesado por un tallo en cuya punta aparece la letra D, o sea, la primera
letra del apellido de Oscar Domínguez. Numerosos cuadros pintados durante esa época
representan a personajes con ojos cercenados, lo cual indica diversas premoniciones
que tuvo Brauner acerca de lo que le habría de ocurrir.
2. En su estudio Mabille indaga en el pasado de Brauner, encontrando que durante
su adolescencia el pintor experimentó un trauma por el relato de una tragedia que
ocurriera cuando un joven de la alta sociedad le arrancó ambos ojos a su amante
en un rapto de ira. Mabille se remonta entonces, apoyándose en Jung y Freud, a la
infancia de Brauner para encontrar en ciertos aspectos de su desarrollo, una relación
de carácter edipiano que se manifiesta en un curioso dibujo fechado en 1927 donde
el pintor sitúa un ojo en el sitio que ocupa la vagina. Freud nos recuerda que una
de las angustias infantiles más terribles es la de la pérdida de los ojos o la de
quedarse ciego, angustia que, según él, es un substituto del complejo de castración.
La inevitable relación con el complejo de Edipo es el corolario de las investigaciones
freudianas. Para Didier Semin autor de un bello libro de arte sobre Brauner, la
clave para comprender en última instancia su obsesión con los ojos, no se encuentra
tanto en el padecimiento de ese complejo por el pintor sino en “su grado alucinante de conformidad con ese mito”…
hasta el punto de que Edipo no explica
a Víctor Brauner, sino que Víctor Brauner vuelve a representar para nosotros la
tragedia de Sófocles: mi pintura es autobiográfica escribió en 1962, he contado mi vida. Mi vida es ejemplar
porque es universal. Ella cuenta así los sueños primitivos en su forma y en su tiempo” (4).
Años después aparecen
en el escenario otras figuras con cuernos (símbolo fálico) brotando de sus ojos.
Esos cuernos son atributos del toro, animal cuya correspondencia zodiacal es la
luna, dominado por la figura de Afrodita y venerado por los egipcios como Apis,
ambas figuras herméticas que habrían de aparecer posteriormente en su obra. En todo
caso, la presencia del ojo en la pintura de Brauner se encuentra siempre bajo el
acto de la mutilación o desmembramiento, cuyas raíces mitológicas y alquímicas son
bien conocidas.
El escultor Brancusi, quien solía prestarle una cámara de fotografiar a los
jóvenes pintores que se le acercaban en búsqueda de consejos, hizo lo mismo con
el Brauner recién llegado de Rumanía. Después de su fallecimiento, se encontraron
en sus archivos una serie de fotos tomadas por él con la cámara que le prestara
Brancusi, durante su peregrinaje por las calles de Paris. Una de éstas fue la de
un personaje que guarda curiosa semejanza con Oscar Domínguez, vendándole el rostro
a una joven sentada precisamente de espaldas al edificio situado en el número 83
del Boulevard Montparnasse, donde ocho años después tuvo lugar el accidente. ¿Se
cumplió en él lo que Novalis había dicho acerca de que todas las cosas acontecían
dentro de uno mismo antes de que sucedieran en la realidad?
Pasando el tiempo el pintor, una vez recuperado del trauma físico y psíquico
que le causó la pérdida de su ojo, pudo escribir que si bien fue el hecho “más importante y doloroso que le haya ocurrido…
constituyó a través del tiempo la clave fundamental de mi desarrollo…” lo cual
hizo que Alain Jouffroy afirmara que se había “comprometido en vida a realizar una aventura de irresponsabilidad” (6),
que el azar objetivo tamizó bajo la égida surrealista. Por otra parte, en su Patafísica,
Alfred Jarry autor cercano a Brauner, enunciaba un nuevo causalismo que habría de
convertirse en una de las fuentes principales del pensamiento surrealista.
Hasta aquí estos dos escenarios que ubican a Brauner dentro de unas experiencias
que habrían de ir guiándole la mano durante toda su vida, para realizar algunas
de las obras más sorprendentes del Surrealismo.
FASE MEDIUMICA:
ESPECTROS, LICANTROPOS, QUIMERAS, CREPUSCULOS | Brauner realiza su gran entrada
en el Surrealismo con una serie de cuadros pintados entre 1938 y 1939 que reflejan
sus experiencias iniciales en Rumanía, bajo la influencia de las prácticas mediúmicas
de su padre. La atmósfera crepuscular que rodea la mayoría de esas pinturas nos
pone, de inmediato, en contacto con lo que Freud llamó en un ensayo: unheimlich. En español está traducido como lo siniestro y en inglés como
uncanny. De acuerdo con Freud dicho concepto “está próximo de lo espantable, angustiante,
espeluznante…” (7). Si la traducción
al español no aclara el sentido de ese término, la versión en inglés resulta más
fiel a las intenciones que Freud quiso darle. Uncanny posee una cualidad aterradora porque denota una experiencia
difícil de explicar, de ahí que ese tipo de experiencia sea mejor interpretada a
través de visiones oníricas o de desdoblamientos que lo acompaña (8). De acuerdo
con algunos pensadores medievales como Vincent de Beauvois autor de una inmensa
suma de conocimiento titulada “Speculum Maius”, toda cosa posee además de su cualidad
aparente, otra oculta que se le opone y viceversa. Ese pensamiento enraizado en
viejas tradiciones pre-cristianas, conjura la presencia de lo uncanny que en el caso particular de Brauner,
se remonta a sus experiencias en el mundo de leyendas rumanas, así como su inclinación
a ver en el hermetismo un fundamento para su creatividad.
Las apariciones que sorprendemos en sus cuadros de esa época, se encuentran
situadas dentro de un espacio en el cual hay que penetrar mediante un proceso de
iniciación. En gran medida su pertenencia al grupo surrealista requería ese mismo
proceso en tanto que constituyeron una especie sociedad secreta, cuyos ritos y ceremonias
se practicaban bajo la atracción de los encuentros fortuitos y sesiones mediumicas.
El azar objetivo pues, es el espacio gnóstico que se abre como resultado de esa
iniciación. Al iniciarnos en la obra de Brauner, específicamente las del período
que venimos analizando, tenemos que regresar a Freud citando a E. Jentsch quien
nos dice que la condición de uncanny puede surgir de las dudas acerca de si
un ser animado está realmente vivo o al revés, si un objeto sin vida en realidad
lo está. Frente a las apariciones espectrales de los cuadros pintados por Brauner
durante la época llamada de las quimeras o de los crespúsculos, (apelaciones que
por cierto, Brauner nunca utilizó para las series), nos hacemos la misma pregunta.
De ahí entonces que puedan atribuir a los mismos ese sentimiento de incertidumbre
que se aplica a la definición de lo uncanny. El espacio espectral que abren, lo enlaza
con otros que los románticos abrieron durante su tiempo. De las apariciones de Fusseli
y de Goya, pasando por las que merodean en las aguadas de Víctor Hugo, en los dibujos
de Alfred Kubin y los pasteles de Odilon Redón, los fantasmas comenzaron a habitar
el ámbito surrealista. A esas manifestaciones espectrales, habría que sumar las
que formaron parte de las novelas góticas que comenzaron a publicarse a partir de
los finales del siglo XVIII, cuya presencia fue decisiva dentro del surrealismo.
LAS QUIMERAS | La
Quimera fue una criatura mítica con cabeza y pecho de león, el vientre y el trasero
como un chivo y cola de serpiente. De acuerdo con el mito fue hija de Tifón y Echidna.
Belerofonte fue enviado a matarla, lo cual hizo con ayuda de Pegaso. Brauner hará
uso, a su manera, de ese mito para introducirlo en su obra bajo diferentes aspectos
como veremos en uno de sus cuadros más emblemáticos “Nacimiento de la Materia” (1940).
La pincelada que Brauner utiliza para estos cuadros le permite el uso de las transparencias,
creando en torno a los mismos una dimensión que ya no pertenece a la realidad inmediata,
sino más bien a una fantasmagoría poblada de seres híbridos y de apariencia amenazadora.
La realidad o la surrealidad, se encuentra en este caso, hipostasiada en un espacio
ambiguo proclive a crear estados de angustia, descrito por Freud como parte del
sentimiento de lo unheimliche. En un cuadro especialmente paradigmático
titulado “Au Crepuscule” (1938), vemos en primer plano, a una figura animal y en
su interior a una especie de muñeca fantasmal con grandes ojos y senos, enfrentarse
a una serie de apariciones ectoplasmáticas que amagan con atacarlo. El cuadro posee
todas las características de una pesadilla no ajena a las que sufriera la imaginación
romántica, cuya mejor expresión es el conocido cuadro de Fusseli “La Pesadilla”
que sin duda influyó sobre Brauner. ¿Cae esta pintura dentro del dominio de lo maravilloso
o del misterio, o en este caso de lo uncanny?
Tsvetan Todorov en su ensayo sobre lo fantástico (9) refiriéndose a ejemplos literarios,
nos dice que si el lector de una obra fantástica decide que “cuando las leyes de la realidad se mantienen
intactas y permiten una explicación de los fenómenos descritos en la obra, decimos
que ésta pertenece al género de lo uncanny.
Si por otra parte, el lector decide que debemos acudir a otras leyes naturales
para explicarlo, entramos entonces en el género de lo maravilloso”. Esto mismo
podríamos aplicárselo al cuadro de Brauner pero teniendo en cuenta a André Breton
y lo que dijo acerca de lo maravilloso. Bretón siempre sospechó de la lucidez manipulada
“a priori”. En su ensayo “Lo Maravilloso Contra el Misterio”, (10) afirma que “la lucidez es la gran enemiga de la revelación.
Sólo cuando ésta ya se ha producido puede autorizarse a aquella a hacer valer sus
derechos” añadiendo en el mismo ensayo: “el
misterio buscado por sí mismo, introducido voluntariamente –a todo trance– en el
arte, como en la vida, no sólo no podría tener un valor irrisorio, sino que además
aparece como la confesión de una debilidad, de un desfallecimiento”.
La pintura de Brauner obedece, por tanto, a una experiencia auténtica traducida
a la surrealidad. Es decir que el misterio que la rodea no fue fabricado por él
con la intención de crear un estado artificial, sino inducir “a posteriori” una
atmósfera mágico/poética. Por otra parte lo uncanny se manifiesta, en mi opinión, como un resultado
del azar objetivo que a su vez produce la fulguración de lo maravilloso. Sin poseer
una definición precisa, los surrealistas le han asignado una sustancia luminosa
(Benjamín Peret), un movimiento vital que compromete la afectividad entera (Andre
Breton) o como pensaba Pierre Mabille: que lo maravilloso encontraba su origen en los conflictos permanentes que oponen los deseos
del corazón a los medios que uno dispone para satisfacerlos. Toda la época llamada
de las quimeras representa una lucha entre la luz y las sombras, donde las extrañas
figuras femeninas aparecen bañadas con un resplandor crepuscular. En un cuadro titulado
“Chimere” (1939), una de esas figuras femeninas cuyo cuerpo termina en una especie
de probeta, sostiene en su pecho un rectángulo en forma de piedra preciosa. A la
derecha del escenario se encuentran unas figuras nebulosas saliendo de una puerta
en forma de arco (¿reminiscencia de Chirico?) envueltas en una luz intensa. El escenario
se torna numinoso, llevándonos a creer que el drama que allí se desarrolla aunque
nos sugiera un caos primigenio, hace surgir para decirlo con palabras de Novalis,
el astro que saldría de él. De ahí que
exista en el alma romántica como afirmara Alfredo de Paz en su libro “La Revolución
Romántica (11) “el culto al misterio y lo
nocturno, a lo extravagante y grotesco, de lo inquietante y de lo espectral, de
lo diabólico y de lo macabro, de lo patológico y de lo perverso”. Ese culto
que Brauner cultivó, lo condujo a la reproducción de toda una legión de seres ambiguos
(íncubos y súcubos, entre tantos otros), que de acuerdo con el “Dictionnaire Géneral
du Surrealisme” (12), Brauner tomó de un tratado escrito por el sacerdote franciscano
Sinistrari d’Ameno (1632-1701) consagrado al demonismo y que fue muy leído en su
tiempo. Fabrice Flahutez hace mención de una carta que Breton le enviara a Brauner
donde le comunicaba que le había propuesto al editor de la Skira un número dedicado
al diablo, exaltando en todo lo posible (a
su cortejo de sonámbulos, videntes, convulsionarios y demonios de todo género)…
invistiéndolo dentro de una perspectiva de reverso de los valores y de una trayectoria
revolucionaria… (13). Entre las décadas de los cuarenta y los cincuenta, Wifredo
Lam y Kurt Seligmann respondieron a esa llamada, plasmando en algunos de sus cuadros
y grabados diversas interpretaciones del príncipe de las tinieblas.
‘’NAISSANCE DE LA MATIERE”. Este cuadro terminado en 1940, después del desplome
de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, representa según Alain Jouffroy: “el fin de una pintura obsesiva y el comienzo
de una pintura de investigación” (14).
Para brindarle un sentido más poético al término “investigación” yo diría de
búsquedas. Búsquedas que lo ayudaron a penetrar en esos espacios de adentro a los
que aludía Henri Michaux. En este cuadro, así como en los otros tres restantes,
Brauner encuentra un lenguaje pictórico que le sirve como excusa para representar
los elementos con los cuales fue componiendo su visión muy personal de los “mensajes”
que según su interpretación, se hallan encerradas en las tradiciones esotéricas.
El título del cuadro nos pone, de entrada, en contacto con algunas de éstos. Centrado
en un personaje hermafrodita, (cuya importancia en la Alquimia es bien conocida),
su lado derecho pintado de rojo es el masculino, y el izquierdo en azul es el femenino.
Con cabeza posiblemente de quimera, (que nos recuerda al demonio llamado Patazu
de las leyendas Asirias y Babilonias), surge de su boca abierta una flecha disparada
hacia un espacio nebuloso. En la mitología Sumeria la diosa Innana fue muerta (de
una forma semejante a la quimera de la mitología griega), por un flechazo dirigido
a su garganta. En el cuadro de Brauner la flecha no penetra sino sale hiriendo el firmamento. El personaje
sujeta además en ambas manos dos flores: la solar en la derecha dirigida hacia lo
alto, la lunar en la izquierda hacia la tierra arrojando un raudal de luminosidad.
De una serpiente verde ¿Evocación de la narración esotérica de Goethe?, enroscada
en el cuerpo del personaje, brota un tallo azul coronado por una hoja en forma de
corazón, pero a su vez ese mismo tallo es el que termina en la flor lunar. El simbolismo,
como todo el simbolismo de la obra de Brauner, es polisémico. Pero de lo que no
cabe duda es que refleja su influencia alquímica, y sus lecturas de Jacob Boheme
autor que debió de haber conocido. La alquimia y los emblemas que aparecen relacionados
con las obras del místico alemán, habrían de ofrecerle numerosos recursos simbólicos
para elaborar su mitolología personal. En lo que respecta a la androginia Brauner,
como nos afirma Emanuel Rubio, parece haber
abierto el horizonte de una reconciliación andrógina, con todo conocimiento de causa.
(15)
MYTHOTOMIE. Pintado cuando Brauner se encontraba en los Alpes habitando en el
pequeño poblado de Celliers de Rousset, huyendo de la persecución nazi, su imaginería
continúa el mismo camino que el anterior. El cuadro está dividido en dos espacios:
a la derecha dentro de una extensión que se abre como una ventana, una diosa con
los ojos vendados se encuentra de espaldas a un paisaje cuyo trasfondo contiene
una serie de pirámides con obvia referencia al Egipto. La diosa de pie sobre un
lago, exhibe los siguientes atributos: ropaje de maga color morado, (la Iosis de acuerdo con los alquimistas simboliza
el final de la obra. El cristianismo utiliza este color durante la Pasión en la
Semana Santa). En la manga de la derecha aparece un sol rojo y en la de la izquierda
pintado en azul, lo que podría ser la luna. En la parte inferior pueden observarse
varios signos esotéricos posiblemente de la invención del pintor. El cuerpo muestra
los dos senos al descubierto y el sexo deja aparecer la Y sagrada. En su mano derecha la diosa sostiene el Tau egipcio y en
la otra una serpiente. Una doble cabeza ciclópea (mitad animal mitad humana) aparece
encima de su cabeza, (rodeada por un halo azul), mientras que unas llamas la coronan.
En el espacio de la izquierda una figura femenina que el pintor reproducirá
eventualmente en distintas esculturas influidas por el arte egipcio, posee tres
cabezas: dos de las cuales forman parte de su cuerpo mientras que la tercera se
encuentra flotando. Los ojos de la primera cabeza (pintados en reverso) están cerrados,
los de las otras dos abren sus inmensas órbitas. En este segundo cuadro las alusiones
a los misterios egipcios (origen de las creencias herméticas) combinado con otros
aspectos entresacados de símbolos de diversas culturas, Brauner va madurando su
progresión mitológica al mismo tiempo que sus lecturas poéticas (sobre todo la de
Novalis), lo llevaban a la confección de una “pictopoesía” tomada de la fórmula
de Horacio.
LES AMOUREUX MESSAGERS DU NOMBRE. Los próximos dos
cuadros pintados en 1947, pertenecen a una época especialmente rica en el Surrealismo.
El año 1947 presenció una de las exposiciones más importantes de este movimiento
consagrada en términos generales a las artes ocultas, donde Brauner jugó un papel
preponderante. Ambos cuadros utilizan los Arcanos del Tarot, arcanos que ya habían
tentado a André Breton cuando en 1944 publicara su último libro: “Arcane 17”. El
primero de los dos, “Les Amoureux…” utiliza a dos de los arcanos mayores: El número
1, llamado “El Juglar” y el número 2, “La Papisa”. De nuevo hallamos como en todos
los demás cuadros suyos, una ambigüedad de símbolos producto de un estado de autosugestión
alucinatoria y no tanto de una investigación precisa acerca del significado de los
mismos. En esta obra vemos dos grandes figuras en un primer plano: a la derecha
la Papisa sentada dentro de lo que parece ser un triángulo cuya parte frontal se
encuentra dividido en tres paneles: los de la mano derecha e izquierda con escrituras
tomadas de grimorios, mientras que el panel central reproduce la fecha 1713, fecha
que Bretón inscribe en uno de sus poemas-objetos realizado en 1941 titulado “Portrait
de L’Acteur A.B.”. La referencia al poeta es, pues evidente, aún más si tomamos
en cuenta (como lo hiciera el propio Breton) que si juntamos el 1 con el 7 y el
1 con el 3 pueden resultar las dos iniciales de su nombre: AB.
La Papisa tiene cabeza de águila (identificada por los alquimistas al Mercurio
después de su sublimación), sosteniendo en sus manos un libro abierto por la mitad
con unas tijeras dibujadas entre ambas páginas. Un manto azul cubre su vestido rojo.
En el fondo, y al igual que la lámina del Tarot, una tiara con ideogramas ocultistas
protege su cabeza. La figura de la derecha pertenece al Juglar (L’Amoreaux). Este
personaje lleva colgando (en lugar de la mesa reproducida en la lámina del Tarot)
un tablero y sobre el mismo la copa, las monedas de oro y la espada. Dibujadas sobre
la camisa cuatro serpientes enroscadas entre sí. Una figura antropomórfica y volcánica
con forma de torso femenino cubre su cabeza, dentro de la misma el ocho acostado
(símbolo del infinito) y el Aleph, una de las letras madres del alfabeto hebreo,
cuyo poder numérico es el 1 de acuerdo con el Sefer Yetzirah. En su mano izquierda
el Juglar, sostiene la varita mágica, como en la lámina del Tarot, pero con una
diferencia: en la pintura de Brauner la punta de arriba termina con el sol y la
de abajo con la luna, o sea, los dos principios conciliadores femenino y masculino
que forman el Andrógino primordial. Su pie izquierdo está cubierto por una flor
roja. Como telón de fondo pintado con colores tierras oscuros aparecen escritas
seis palabras, tres a cada lado del cuadro en correspondencia o fuerza de atracción
entre los unos y los otros. Junto al juglar: destin, magie, liberté y
junto a la papisa: passé, presente, avenir.
A pesar de que, en este cuadro, Brauner utiliza las dos figuras de los dos primeros
arcanos: El Juglar y la Papisa, no están reproducidas enteramente de acuerdo con
su simbolismo tradicional. La interpretación del Juglar es múltiple. Muchas veces
llamado el escamoteador o el engañador, (Hieronimus Bosch en su cuadro “el Mago”
lo muestra de esa manera), su exégesis alquímica puede estar relacionada con el
impulso mercurial que da comienzo a la obra. Por otra parte, la varita mágica nos
indica que puede realizar toda suerte de prodigios. En el caso del óleo de Brauner,
el principio masculino y femenino (activo y pasivo), están simulados en la varita
por el sol y la luna. La Papisa (femenina), por su parte, continúa pasivamente la
obra del Juglar (masculino) quien asume una posición activa mientras que aquella
se mantiene sentada. Muchos estudiosos de la Alquimia la identifican con Virgo en
el cual los hermetistas reconocen el signo de la gestación (16). En otros casos
la comparan con la diosa Cibeles. De acuerdo con el mito, la diosa nació como producto
del semen de Zeus que cayó en la tierra mientras éste dormía. De ahí nació la deidad
que originalmente poseía ambos sexos hasta que los dioses la castraron. El mito
es extenso ramificándose en diversas direcciones: Cibeles fue considerada por Hesíodo
madre del cielo e identificada con Isis, Ceres y Proserpina, llevando sobre su cabeza
una corona (semejante a la que luce la Papisa en la suya), con una llave en la mano
y sentada en un carro alado por cuatro leones. Pero como diosa que posee todos los
secretos del mundo lleva como en el arcano del tarot, un libro (¿el libro de la
sabiduría o del destino?) sobre su regazo. Brauner se acerca a ese arcano añadiéndole
elementos de su propia cosecha. ¿Qué significado, por ejemplo, poseen las tijeras
en el libro? Dom Pernety nos dice que las tijeras son:
El fuego de los Filósofos, al igual que la lanza, la espada etc.
(17)
Juan Eduardo Cirlot en su Diccionario de los Símbolos le da el siguiente significado:
Símbolo de la conjunción
como la cruz, pero también atributo de las místicas hilanderas que cortan el hilo
de la vida de los mortales. Por ello, símbolo ambivalente que puede expresar la
creación y la destrucción, el nacimiento y la muerte (18).
Por su parte Brauner inscribe de arriba hacia abajo al lado de la Papisa, los
tres términos temporales: porvenir, presente,
pasado a los cuales el Juglar le
responde con otros tres: libertad, magia,
destino. Brauner desarrolla, a partir
de las fuentes que le proporcionan las tradiciones ocultas su propia tradición imaginaria,
tradición que comenzó a formarse desde sus primeros cuadros, asentándose a través
de todo el resto de su obra.
LE SURREALISTE. El último de los cuadros mencionados se lo dedica Brauner al
Surrealista como si éste fuera una lámina más del Tarot. Brauner utiliza de nuevo
para su versión al juglar aunque con diversas modificaciones. El Juglar de “Le Surrealiste”
también posee en su mano izquierda la vara mágica pero sin los símbolos del sol
y la luna que tenía el de “Les Amoureux…” mientras que encima de su cabeza vemos
un gran tocado y dentro del mismo el símbolo del infinito y la letra Aleph. En vez
de la mesa donde en el Arcano I del Tarot, el Juglar, dispone sus instrumentos de
trabajo, Brauner pinta una extraña figura híbrida de pez, insecto alado y algún
tipo de mamífero. En su cabeza aparecen dos inmensos ojos de perfil, saliendo una
lengua bífida, la primera enroscada y la segunda hendiéndose en una flor posada
encima de unas llamas flotando en las aguas, posiblemente como referencia al Zohar
donde se menciona al “río de llamas”. El fondo es un paisaje boscoso bajo un cielo
crepuscular.
La intención de Brauner de identificar al arquetipo surrealista con el Juglar,
puede prestarse a diversas interpretaciones. La creciente inclinación de los surrealistas
hacia las actividades esotéricas tuvo que ver, sin dudas, con esa intención. Otras,
sin embargo, aparecen a la vista. La más importante, en mi opinión, tiene que ver
con la naturaleza misma del movimiento surrealista. En efecto siempre existió dentro
del grupo una voluntad lúdica que en más de una ocasión confundió a sus críticos.
En gran medida los surrealistas se ocultaban
tras el juego dando la impresión de ser unos escamoteadores de la realidad. Los
críticos que visitaron la exposición de 1947 mencionada, debieron de haberse quedado
algo atónitos ante la serie de “altares” que los miembros de ese grupo confeccionaron,
dándole a la muestra un carácter iniciático. La entrada a la exposición se hacía
a través de un laberinto con piso arenoso, tomado según Eugene Canseliet de “Le
Triomphe Hermetique” de Alexander Limojon de Saint Didier que hablaba de la práctica
alquimista como un camino en las arenas. Ese laberinto iba a dar a una sala
llamada de “las supersticiones” indicativa del interés que demostraban los surrealistas
hacia toda forma de manifestación herética de las religiones. En medio de un ambiente
intelectual dominado por la izquierda marxista y los existencialistas sartrianos,
la apuesta surrealista por el ocultismo hizo escándalo. En el ensayo que abre el
catálogo a la exposición titulado “Ante el Telón”, André Breton escribe que:
“…no fue un azar que unas
recientes investigaciones hayan llegado a revelar, en los nudos de las líneas del
pensamiento poético y de anticipación social… la persistente vitalidad de una concepción
esotérica del mundo – Mar-tinés (de Pasqually), Saint Martin, Fabre d’Olivet, el
abate Constant… Resulta así que los grandes movimientos emocionales que aún nos
conmueven… procederían quiérase o no, de una tradición totalmente distinta de la
que se enseña…” (19).
Teniendo esto presente, me parece que “Le Surrealiste” de Brauner funciona como
una respuesta emblemática a las objeciones del racionalismo imperante de esa época.
No era sorprendente, entonces, que Breton y sus seguidores vieran a Heidegger como
un caso aparte dentro de la corriente existencialista sartriana inclinada hacia
el pensamiento positivista. Independientemente de que el filósofo alemán nunca quiso
ser encerrado dentro de esa definición, su tendencia a basar su pensamiento en las
revelaciones poéticas de un Holderlin, Trakl o Rilke, le valió un reconocimiento
favorable por parte de los surrealistas. En ese sentido Breton subraya en esa misma
introducción, las palabras de Jean Wahl acerca del autor del “Ser y el Tiempo’’
y de su intento de edificar una filosofía mítica a partir de Holderlin cuyo extenso
ensayo titulado “Holderlin y la esencia de la poesía”, fue muy apreciado por Breton.
LA PINTURA A LA
CERA | La caída de Francia en manos de los nazis, obligó a Brauner a tomar refugio
en la zona desmilitarizada. En Marsella se reunió con otros compañeros surrealistas
(entre éstos Breton, Herold, Domínguez, Lam, Max Ernst, Masson, Peret, Duchamp etc.)
con la idea de marcharse a los Estados Unidos. Todos sus esfuerzos resultaron infructuosos
por ser de origen rumano, y estar agotada la cuota de visas a los emigrantes de
ese país. Esto no le impidió de participar en diversas actividades de los surrealistas,
sobre todo en la confección de dos de las láminas de un Tarot ideado por éstos.
A Brauner le tocó las láminas que llevaban el signo de la cerradura (que es un emblema
del conocimiento) y reproducir en las mismas, las figuras de Hegel y Helen Smith.
Es decir, el filósofo del idealismo romántico alemán, y de la médium que en sus
seances aseguraba estar en contacto con
el espíritu de Víctor Hugo, poeta por lo demás muy conectado a la pintura de Brauner.
Los surrealistas le tuvieron gran estima por sus relatos y dibujos automáticos acerca
de los viajes astrales que hiciera al planeta Marte, estudiados por el psicoanalista
Theodore Flournoy en su libro “De las Indias al Planeta Marte”. Brauner proseguía,
pues, por el camino iniciado tras sus experiencias con su padre. Ese camino lo condujo
a refugiarse en un pequeño pueblo de los Alpes, Celliers de Rousset, por donde corre
el río La Durance cuyo torrente arrastraba unas piedras que pronto se convertirían
en objeto de su atención. Dadas las exiguas condiciones de vida que tuvo que afrontar,
escaseaban los medios para realizar su pintura. Fue entonces que un campesino le
sugirió el uso de la cera, abundante en esa región.
“Durante mis caminatas
al borde de la Durance… me sentí atraído por las piedras que en gran cantidad arrastraba
el torrente. Esas piedras poseían de particular unos diseños en líneas blancas sobre
el fondo gris-negro-pizarra, que se acoplaba bien a la materia. El deseo de apoderarme
de ese efecto de gran belleza se impuso de inmediato sobre mí, comenzando de inmediato
la búsqueda experimental de las leyes que regían en ese extraordinario conjunto.
Fue entonces que la idea del uso de la vela me vino a la mente…”
PROCEDIMIENTO:
“Sobre una hoja de papel
en blanco frotar fuerte y libremente la cera de una vela, pasando enseguida sobre
la superficie una capa de tinta china diluida en agua. Una vez que el líquido esté
seco, raspar ligeramente con un objeto puntiagudo, el diseño que uno desea obtener.
Después se repite la operación,
esta vez raspando con un cuchillo el resto de la cera hasta dejar al descubierto
un diseño original y desconocido’’ (20).
Esos dibujos a la cera, que posteriormente fueron perfeccionados con tintas
de color y otros métodos técnicos, se encuentran cercanos a los procedimientos que
se utilizan para realizar los grabados. Los resultados obtenidos alejaron su pintura
de los efectos brumosos que pudo conseguir al óleo en sus etapas anteriores, para
entrar en un nuevo estilo donde el hieratismo aprendido de los egipcios y del arte
precolombino, se impuso. Creo que fue en ese momento cuando la obra de Brauner,
al dar un vuelco de 90 grados, se introdujo de lleno en una dimensión que albergaba
culturas tan lejanas las unas de las otras como la egipcia, la azteca y la inca,
así como la medioeval, partiendo de su observación
de las piedras hecho que no podemos pasar por alto tratándose de un espíritu
como el de Brauner, cargado de fuerzas mágicas. André Breton que fue altamente susceptible
a ese mundo, llegó a decir que búsqueda “Posee
un singular poder alusivo, si es verdaderamente apasionada, determina el rápido
paso de los que a ella se entregan a un estado segundo, cuya característica esencial es la extra lucidez…” (21). Más adelante Breton añade que las piedras
continúan hablando a los que quieran oírlas.
¿No fue acaso eso lo que precisamente hiciera Brauner poniendo atención, como decía
Claude de Saint Martin citado por Breton en el mismo trabajo “más que a lo que vemos en los objetos sensibles,
hacia lo que no vemos”? El resultado
fue la transferencia que hizo Brauner de la piedra a la cera, o sea, de la materia
fija de la obra a la materia de los sabios elevada al blanco. Breton comentando
sobre sus pinturas a la cera dice
…
Que su mensaje… le confiere a la mirada el poder de los pentaclos… de ahí que
ante la pintura de Víctor Brauner mi alegría
participa de lo sagrado, surgido del fuego de la más fastuosa aurora, un pájaro
admirable púrpura se deja seducir por una mujer cuyo doble perfil se conjuga con
la cabeza de un león… La imaginación que se desata en sus pinturas no es domesticable. Al punto de haber establecido
después de algunos años en el corazón del paisaje peligroso, en pleno dominio alucinatorio…
donde se tienden los hilos de las correspondencias fulgurantes y de las premoniciones
(22).
La deslumbrante producción de Brauner durante el tiempo que estuvo escondido,
así como la que realizó posteriormente una vez de regreso a Paris, va más allá de
su militancia surrealista. Sin dejar de serlo (aunque en 1948 fuera expulsado del
grupo para ser readmitido en 1959), Brauner creó en torno a sí una interpretación
personal de sus relaciones entre su mundo interior y el exterior. Todo lo que pintó
responde a una “autobiografía imaginaria” definida así por Sarane Alexandrian, al
punto de que cuando fue interrogado por éste acerca del significado de ciertas figuras,
el pintor le respondió “soy yo bajo otra apariencia
y otra condición” (23). ¿Tuvo acaso en mente el siguiente dístico de Novalis
cuando le diera su respuesta a Alexandrian Alguien
consiguió levantarle el velo a la diosa de Sais/pero ¿a quién vio? –Maravilla de
maravillas– a sí mismo. Esa autobiografía
se alimentó de seres que entresacó de diversas culturas mezclándolos entre sí o
convirtiéndoles en híbridos. Vamos a destacar algunos de los principales elementos
que entraron a formar parte de sus obras.
LA CULTURA EGIPCIA: Egipto fue una fuente inagotable de saber esotérico y desde
ese punto de vista Brauner mantuvo una conexión directa con sus arcanos. Pero el
Egipto reprodujo mediante sus jeroglíficos y las innumerables representaciones de
sus creencias, un lenguaje pictórico de cuya riqueza no se le escapó al pintor rumano.
El poder que ejerciera sobre Brauner, se encuentra patente en muchos de sus cuadros
y esculturas. Las referencias a Isis y a los símbolos tradicionales de la religión
egipcia, se encuentran repartidos (y en muchos casos modificados) a través de sus
obras de diferentes períodos. Nicolás Calas, por ejemplo, ve en uno de sus cuadros
“Concience du Choc” (1951) dos temas egipcios: el de la barca del sol y el de la
bóveda celestial. En este cuadro, realizado a la cera, dos figuras híbridas entre
humana y ave, se encuentran integradas a una barca, que flota sobre un río que sugiere
los textos que acompañan al Libro de los Muertos. Es muy probable que Brauner haya
conocido el famoso libro “Los Jeroglíficos Egipcios” de Horapollo el mago egipcio
del siglo IV, descubierto en el siglo XVI. Breton poseía un ejemplar de ese libro
en su biblioteca que Brauner pudo haber consultado. Artemidoro de Efeso en sus comentarios
acerca de esta obra, habló de que el libro alentaba a quienes lo leían ver en los
animales, plantas o partes del cuerpo como símbolos de las ideas. Otro ejemplo,
entre los tantos que podemos citar, se encuentra en la copia que Brauner ejecutara
de una de las figuras que aparecen en la bóveda de la cámara mortuoria de Sety I
dedicada a reproducir fenómenos astronómicos. Ejecutadas a gran escala, una de las
reproducciones consiste en lo que aparenta ser un animal andrógino en posición erguida
con un cocodrilo inclinado sobre su espalda. Brauner en más de una ocasión se inspiró
en esas figuras para pintar una serie de cuadros a la cera.
La inclusión de figuras estatuarias en algunos de sus cuadros, le brinda a los
mismos un escenario donde se desarrolla algún tipo de ceremonia secreta. Esas mismas
figuras cobraron otra suerte de materialidad cuando Brauner se decidió a crear sus
esculturas. Las esculturas poseen una semejanza con las figuras que los egipcios
utilizaron para representar a sus dioses o acompañantes, aunque poseen asimismo
como parte de la amalgama que el pintor realiza con diversas tradiciones una presencia
totémica.
LAS CULTURAS AMERICANAS: Los surrealistas siempre se sintieron atraídos por
el arte de los pobladores de las Américas: desde Alaska hasta el Perú. Los tótems
y máscaras de la Columbia Británica entraron a formar parte de su poesía, sea escrita
o plástica. El sincretismo le sirvió a Brauner para incorporar en sus cuadros diversos
elementos de esas culturas. Durante la década de los sesenta, Brauner rompió con
el molde tradicional del cuadro con el fin de incorporarlo morfológicamente a los
temas de sus composiciones. El resultado fueron una serie de pinturas anamórficas
de significados polisémicos, aunque cercanos a la fecunda mitología de los Inuits
de Alaska, (ver “La Mere Des Reves” 1965). La imaginería de los códices aztecas
fue objeto de su atención, así como la de las culturas Paracas.
El tótem, por su parte, devino para Brauner
un objeto propicio para ser recreado en sus cuadros y esculturas, como también lo
hicieran Max Ernst, Wilfredo Lam, Wolfang Paalen o Jacques Herold. Con respecto
a los mismos Brauner le confió a Alain Jouffroy su creencia acerca de un tropismo totémico, fuerza que de
una manera absolutamente inconsciente nos empuja a obrar en el arte precisando
llamo totémico esa continua imitación que
se hace en homenaje-recuerdo a fuerzas ancestrales (24). El arte de los indios
Pueblo, (Zuñi, Navajo y Hopi), que formara parte de la concepción surrealista de
lo maravilloso, se transformó en la pintura de Brauner, en seres pertenecientes
a su mitología personal. Las culturas indoamericanas produjeron una rica variedad
de estilos: desde las estelas hasta las cerámicas, desde los tejidos hasta la estatuaria
y las ilustraciones de los códices. En ese mundo cargado de toda suerte de representaciones
mágicas, Brauner encontró en primer lugar, unas imágenes que se adaptaban a la nueva
técnica de la cera, y en segundo lugar una extensa diversidad de referencias a mitos
y leyendas que le sirvieron para enriquecer las suyas. Esa profusión de “apariciones”
fueron “ocultadas” tras las máscaras. La presencia de la máscara en la pintura de
Brauner no puede ser descartada. Brauner recogió de todas esas culturas lo que le
convino, como siempre hizo, creando sus propias máscaras, en su mayoría de confección
más simple.
EL MEDIOEVO Y EL RENACIMIENTO. Quizás el aspecto menos estudiado de su obra,
es la deuda que la imaginación de Brauner tiene con la Edad Media y el Renacimiento.
Por lo general se menciona, y con razón, al Romanticismo como su fuente de inspiración,
olvidándose que los románticos abrevaron en una Edad Media que ellos percibieron
como saturada de misterio. Las creencias ocultas de la Edad Media no pudieron ser
encerradas en Sumas que intentaban racionalizar la fe. La Edad Media fue fundamentalmente
herética y mística, y lo suficientemente pagana, como para mantener latente viejas
tradiciones esotéricas que provenían de otras fuentes ajenas y hasta hostiles al
cristianismo. Dentro de esas tradiciones que sobrevivieron a la imposición del
cristianismo, lo carnavalesco se ha mantenido en vivo hasta nuestros días. Su mezcla
entre lo sagrado y lo profano, su apetito por la parodia y lo grotesco, se convirtió
en la Edad Media y después en el Renacimiento, como un instrumento de transgresión,
que a la Iglesia no le quedó otro remedio que aceptar. Dentro de ese mundo confuso
y fascinante, surgieron formas eróticas y fantásticas que de una forma o de otra
fueron a encontrar su sitio en la pintura de Brauner. Me refiero sobre todo a dos
aspectos esenciales de una imaginación que navegaba libremente por regiones cargadas
de visiones terroríficas que se manifestaban bajo formas teratológicas. Esto último,
a su vez, no dejó de tener su costado pornográfico y humorístico. Las imágenes lujuriosas
tan habituales en las tallas que se encuentran en las catedrales de la Edad Media
o en sus fachadas, subrayan la fealdad y el horror, al mismo tiempo que se complacen
en reproducir una gestualidad erótica, nada ajena a la que Brauner reprodujera en
muchos de sus dibujos y cuadros. En los diseños realizados en los márgenes de los
libros llamados “droleries”, o en las numerosas representaciones de diversos tipos
de monstruos que vemos en las catedrales, hallamos esa misma profusión de figuras
de un humor transgresor.
Los románticos, por su parte, vieron al diablo como el gran humorista (Jean-Paul)
mientras que Víctor Hugo se refirió a lo grotesco como algo que se encuentra en
todas partes. Baudelaire y Nerval continuaron por ese mismo camino. Mientras que
crea lo terrible, lo diabólico y lo macabro producen de paso lo cómico y lo bufonesco.
Holbein en su “Danza de la Muerte” introduce esos elementos ligados por lo demás,
a una corriente esotérica cuya imaginería podemos encontrar en el Tarot y la Alquimia.
El prefacio a la exposición que Jorge Camacho le dedicara a ese tema, estuvo a cargo
de un reconocido estudioso de la alquimia: René Alleau. Los grabados en madera de
Giovanni Battista Nazari “Il metamorfosi metallico
et humano” (1564) muestran escenarios grotescos con fines moralizantes. Los
de de Francois Desprez para Rabelais, autor versado en la Alquimia y el Tarot, titulado
“Les Songes Drolatiques de Pantagruel”, reproducen unas figuras extravagantes que
eventualmente pasaron al lenguaje de muchos surrealistas. Brauner tuvo que haberse
sentido allegado al mundo carnavalesco de Rabelais tan minuciosamente estudiado
por Mikhail Bakhtin en su libro “Rabelais and his World”, de manera que esas xilografías
no debieron de haberle sido ajenas. En los grabados de Hans Holbein (el joven) publicados
en 1543 “Historiarum Veteris Testamenti Icones”,
las imágenes de monstruos infernales nos dan una idea de cuán lejos llegó la
imaginación de los pintores renacentistas, herederos de los medioevales, en sus
visiones apocalípticas. Todas esas visiones forman parte de varias facetas de una
realidad que encontramos reinventada en la pintura de Brauner.
Brauner fue un iluminador como lo expresara Sarane Alexandrian, sobre todo durante
su época de la cera, y no hizo otra cosa sino reproducir una diversa serie de figuras
emparentadas con las medioevales y renacentistas. Por otra parte, no podemos olvidar
que las catedrales y los palacios de esa era, como lo demostró Fulcanelli y posteriormente
autores como Eugene Canseliet, Bernard Roger o Jorge Camacho, le deben a la alquimia
un lenguaje que se manifestó a la par con las reproducciones de escenas bíblicas
o de santos de la fe cristiana. Brauner hereda esa gran tradición que, si por un
lado desemboca en Rabelais, continua viva durante el Romanticismo hasta el Surrealismo
pasando por Alfred Jarry creador de uno de los últimos monstruos grotescos tan al
gusto de la Edad Media, del Romanticismo y después del surrealismo: Ubu. Las variaciones
que Brauner pintara basándose en otro personaje víctima de un mundo pesadillesco:
K, poseen una semejanza indiscutible con el inventado por Jarry.
BRAUNER Y NOVALIS. Después de un recorrido por algunas áreas de su producción,
queda resumir lo que la pintura de Brauner (si es que en última instancia puede
llamársele pintura y no objetos mágicos) contiene. En primer lugar y con respecto
a su relación con la poesía, eje principal de su obra, habría que mencionar a Novalis
poeta con el cual mantuvo íntima relación espiritual, y a continuación con el Surrealismo.
En 1954 Brauner pintó un cuadro a la encáustica, titulado “Preludio a una Civilización”.
La técnica de la encáustica era ya conocida por Plinio el Viejo, siendo utilizada
por los romanos y por pintores como Sir Joshua Reynolds quien manipuló la cera quemándola,
un procedimiento que le dio su definición al término de acuerdo con Plinio. El cuadro
de Brauner representa a un gran animal, posiblemente un caballo de Troya, mostrando
en su interior una multitud de figuras antropomórficas y bestiarios que proseguían
la misma iconografía de sus pinturas a la cera. En sus “Prolegómenos a un Tercer
Manifiesto Surrealista o No” (1942) André Breton habla de un nuevo mito: el mito
de los “Grandes Transparentes”, y en el mismo cita a Novalis diciendo: “En realidad vivimos en un animal del que somos
parásitos, la constitución de este animal determina la nuestra y viceversa” (25)
El mito de los “Grandes Transparentes” enunciado en su Tercer Manifiesto, fue expuesto
por Breton dentro de ese contexto; mito que pudo haber sido también inspirado por
otro de los fragmentos de Novalis: “Todo cuerpo
transparente se halla en un estado superior, parece que tuviera algo semejante a
una conciencia” (26) y que nos trae a la memoria una bella intuición
poética de Lezama Lima: “La luz, ese único
animal visible de lo invisible”. (27)
Cuando años más tarde Bretón emprende junto a Gerard Legrand, su estudio sobre
el Arte Mágico, es a Novalis a quien acude, a un Novalis leído y releído por Brauner
que al igual que Breton, viera en el poeta romántico un precursor de la conciencia
poética surrealista.
Las primeras líneas de los “Discípulos en Sais” trazan una vía que tanto Brauner
como los surrealistas exploraron: “los hombres
marchan por distintos caminos: quien los siga y compare, verá surgir extrañas figuras,
figuras que parecen pertenecer a aquella escritura difícil y caprichosa que se encuentra
en todas partes…” (28). Brauner encontró esas extrañas figuras en las piedras
del torrente de la Durance, mientras que Breton, Matta, Toyen y tantos otros surrealistas
en las ágatas. Novalis por su parte, fue un apasionado de las flores y las piedras,
donde vio una interrogación espiritual en el poder oculto que poseen. Los chinos,
por su parte, creyeron en su poder evocativo. Las piedras se convirtieron para todos
estos poetas en una fuerza, que en definitiva era la misma que los
alquimistas utilizaron para su obra. La atracción que ejercen sobre aquellos que
las quieran ver, presiente como afirmaba Novalis “la clave y la gramática de esa escritura singular…” (29). La experiencia
que se desprende de esos encuentros sólo puede
explicarse mágicamente” (30), de acuerdo
con el poeta. La pintura de Brauner comienza
a revelarse entonces como una pintura iniciática
al igual que lo fuera la extraña obra de Philipp Otto Runge, pintor que cayó también
bajo el influjo de Novalis. Jean Moncelon señala que la obra de Runge es “una tentativa de representación del Mysterium
Mágnum (de Jacob Boheme) …por una simbólica
interior, elaborada por el pintor, a lo largo de su camino iniciático hacia el interior,
comparable al del poeta romántico alemán Novalis” (31). Este autor pudo haber
dicho lo mismo acerca de Brauner cuyos mitos elaboran toda una concepción de lo
sagrado, a la manera que los surrealistas lo entendieron. La relación de este pintor
con las ciencias ocultas se hace obvia. Como señala Fabrice Flahutez:
Numerosas obras de Brauner
trabajan la materia esotérica con el cuidado meticuloso de hacer disponibles signos,
elementos, pictogramas, surgidos de los más célebres grimorios… Brauner personifica
el símbolo spagírico del mercurio. Sus pequeños personajes poseen una estructura
alquímica conduciéndonos a su búsqueda… En un manuscrito del pintor dirigido a Breton éste le comunica que Nos encontramos en las grandes bodas químicas
de la ciencia y de la poesía.
La observación voluptuosa de la naturaleza que los surrealistas llevaron a cabo,
tuvo en Novalis a un vidente que descubría la forma poética del mundo, de un mundo
cuya civilización futura parecía estar encerrada en el Arca de Noé, donde sus seres
esperaban su momento propicio para repoblar la tierra. Un nuevo mito sin duda, un
mito que Brauner llevó a su pintura mediante un elaborado concierto de seres que
representaban diversos componentes de su imaginación. Brauner debió de haber leído
con atención el fragmento 1697 de la Enciclopedia de Novalis, donde éste expuso
sus ideas acerca de la magia:
Concepto de contagio.
Magia (lingüística, mística)
Simpatía del signo con
el significado. (Una de las ideas fundamentales
de la Kaballah).
La magia es fundamentalmente
distinta de la filosofía etc. y un mundo aparte –una ciencia aparte– un arte aparte.
Astronomía mágica, gramática
mágica, filosofía mágica, religión mágica, química mágica etc.
Doctrina de la representación de los cambios recíprocos en el universo.
Doctrina de la emanación.
(Emanaciones personificadas).
En la magia los espíritus
sirven.
Vida contemplativa. Platón nombra la magia de Zoroastro un servicio de los dioses.
Teúrgia. El sabio. Mediador entre
Dios y el hombre, con los cuales el sabio debe unirse. Sistema de clasificación
de los demonios. Amuleto. Talismanes. Conjuros.
Religión egipcia del calendario. (33)
La manera simbólica que se manifiesta ante la mirada de Brauner para ir componiendo
su pintura, se asemeja al contacto espiritual que el Surrealista, pintado por él,
realizara sobre los instrumentos de su arte. En el fondo lo que Brauner hace es
investigar, como lo hacen los alquimistas, una naturaleza oculta, que mantiene viva
dentro de sí una serie de potencias que pueden ser liberadas mediante la magia.
Es lo que Breton aludía como el “más allá” que se encuentra encerrado en el “más
acá” de las cosas.
La noción de la realidad incluye no sólo la participación de la inteligencia
sino además de la imaginación, asunto que Novalis ya había tratado y que los surrealistas
continuaron indagando. Esa noción es la que los surrealistas con el pensamiento
de los primitivos, de los locos y de todos los que de una forma u otra han pasado
a ese “otro lado del espejo” donde les espera lo maravilloso, como le ocurriera
a Alicia.
Novalis pudo haber dicho de éstos lo que escribiera en uno de sus fragmentos:
“El sentido poético tiene estrecha relación
con el sentido profético y religioso; con la locura en general” (33). Tanto el racionalismo como las religiones
institucionalizadas son objeto del rechazo surrealista por ser instrumentos opresivos.
La pintura de Brauner elige emplear a voluntad el mundo sensible mediante la magia
como aconsejaba Novalis. Creando puentes entre un simbolismo colectivo y el suyo
propio, el pintor sale de sus cuadros como ya le había confesado a Sarane Alexandrian,
utilizando una serie de conjuros que le fueron abriendo las puertas de lo desconocido.
EL DOMINIO ONIRICO
| Los románticos, al igual que los primitivos, habían visto en los sueños un lenguaje
revelador. Freud desde otro punto de vista, los interpretó pensando en lo mismo,
mientras que los surrealistas recogieron esa tradición haciéndola suya. El filósofo
romántico Ignaz Troxler citado por Albert Beguin en otro libro de cabecera de los
surrealistas, “El Alma Romántica y el Sueño”, pensaba que “el sueño es lo serio que hay en el fondo de todos los juegos a que se entrega
la vida” (34). La seriedad del juego y del sueño no son puestos en dudas: ambos
requieren una especie de estado de gracia disponible para que puedan efectuar sus
respectivas ceremonias. Los surrealistas se entregaron durante su primer período
formativo a la práctica del sueño, bien provocado por estados de trance o bien relatados
“a posteriori” como materia prima de su poesía. La pintura surrealista reflejó esas
mismas visiones en una forma mucho más dramática: desde Dalí hasta Magritte, Chirico,
Max Ernst, Toyen o Víctor Brauner, las imágenes oníricas fluían de sus pinceles
o collages como testimonios de sus creencias en el estado de videncia. Como, de
acuerdo con Breton, la poesía debería llevar
a alguna parte, los sueños sirvieron como puentes o vasos comunicantes para
facilitar un trasiego entre el mundo de lo real y de lo surreal.
Los cuadros de Brauner de su primera etapa hasta que concluyeran con sus quimeras
y crepúsculos, representan un lenguaje aleatorio entre sueños y símbolos esotéricos.
En muchos casos obedecieron a la distinción que Artemidoro de Efeso hiciera entre
dos tipos de sueños: el oneiron y el enhypnion. Mientras que los segundos representaban
las cosas tal y como eran, los primeros eran especies de alegorías que podían predecir
el futuro. El incidente de la pérdida de su ojo derecho se vio reflejado en esos
cuadros pesadillescos antes de que ocurriera, como ya hemos relatado. La raíz romántica
de esa pintura suya está bien documentada al mismo tiempo que sus creencias esotéricas.
Lo que el pintor pensaba acerca de todo esto ha sido menos estudiado, ya que se
encuentra disperso en catálogos difíciles de obtener. Poseo algunos, de los cuales
entresaco declaraciones hechas por él durante épocas diversas:
“Mi obra fantástica detenta
el secreto de la visión de un mundo por venir, de una mitología heterogénea y libre
que existe en nuestro subconsciente y que presentamos oscuramente”. (1942)
“Los Seres se encuentran dispersos violentamente
en el espacio, navegando a través del aire, replegados sobre ellos mismos como para
encontrar en ellos mismos la sustancia que los hará vivir”. (1952)
“Es en la magia, esa rebelión
de la voluntad contra el destino, donde el arte siembra la simulación regeneradora
de su inadaptación permanente.” (1966)
“Mi pintura es autobiográfica.
Yo cuento mi vida. Mi vida es ejemplar porque es universal. Ella cuenta también
los sueños primitivos en su forma y en su tiempo…” (1962)
“Sumergido en un estado de ensoñación ante los
objetos familiares, me encuentro transformado en esa dimensión onírica como también
en todo lo que me rodea, en otro espacio y en otro sitio. El universo de mi evidencia,
que me era tan real, se modifica y todo se convierte en un nuevo significado” (1961)
Estas citas aclaran la posición de Brauner con respecto a una pintura que refleja
más que un trabajo puramente plástico, una palingenesia en un espacio llamado “cuadro”.
Esos espacios disponibles rubricados como “pictopoéticos”, son en realidad lugares
que el pintor previamente sacramenta con sus visiones. No podemos analizar un cuadro
de Brauner como un psicoanalista analiza un sueño, pero sí es permisible verlos
como la encarnación de los mismos con todo su bagaje simbólico. Los surrealistas
creyeron firmemente, como los románticos también lo creyeron, que la sintaxis de
los sueños correspondía en última instancia, a un lenguaje destinado a ser descifrado
exclusivamente por la poesía. La fuerza liberadora de ésta iba más allá de sus meras
interpretaciones racionales a pesar de Freud y de algunos de sus seguidores. Esta
creencia los identificaba más con los primitivos y los adeptos a las corrientes
ocultas. Freud rechazó con vehemencia cualquier hermeneútica que se apartase de
su interpretación de los sueños, asunto que lo distanció de muchos de sus colaboradores,
como Jung cuya inclinación hacia la alquimia, y sus estudios de los sueños en relación
con esa ciencia, provocó en Freud violentos rechazos. A pesar de ello, y de las
distancias que tomara con respecto al Surrealismo (menos con Dalí), Freud fue objeto
de un culto apasionado por Breton y los demás surrealistas quienes vieron en él
y a pesar de él, quien cerrara con broche de oro la búsqueda romántica de lo irracional.
Brauner fue uno de los herederos de esa coyuntura de ahí que en su pintura se encuentren
reflejadas todo un lenguaje visual, continuando en la línea de los grandes videntes.
En un cuadro pintado en 1938 “Objet que Reve”, Brauner expuso lo siguiente acerca
del mismo:
“Sueño diurno, en homenaje
a la mujer representada como una llama en movimiento-vida; la rana es la mutación
de los grandes caudales húmedos que comunica a la existencia efímera la inmortalidad
del pensamiento. Es así como a la vez la mujer puede ser la gran iniciadora” (35).
Con estas palabras Brauner resume su deuda al romanticismo y a la alquimia.
CONCLUSION | Para
los que hayan leído este trabajo dos términos pueden resumir el mundo de Brauner:
íconos mágicos. Lo que San Juan Damasceno, el teólogo que defendió el uso de los íconos
en medio de la famosa polémica iconoclasta del siglo VIII, llamó comunicación de propiedades, puede ser aplicado
a los procedimientos que Brauner utilizara para crear su iconografía. Su característica
principal consistía en la transmutación de unas imágenes en otras, hasta llegar
a formar unos íconos que Nicolás Calas llamó mágicos.
Víctor Brauner comienza produciendo imágenes
que toma prestadas de todo un extenso muestrario visual que se aprovecha de culturas
como la Egipcia o la Maya, o de la imaginería medioeval y renacentista donde se
encuentra inserta la de los alquimistas. Con todo ese conjunto Brauner compone,
ya lo hemos señalado, su mitología, mitología que su vez encuentra en la corriente
medioeval, romántica y surrealista un apoyo poético. De ahí que la imagen surja
primero mediante toda una elaboración mental de los elementos que el pintor ha escogido
de cada fuente, para irlas plasmando en sus cuadros. Ese collage primordial le ofrece
la posibilidad de presentar lo que con palabras de Lezama Lima podríamos llamar el
súbito de unas apariciones de carácter
inquietante en su mayoría. Lo inquietante de su obra –sobre todo la de su primera
etapa– se encuentra vinculado a sus experiencias mediúmicas y oníricas. Tal parece
que Brauner al pintar los cuadros de esa época, exploraba los restos de sus sueños
que iban quedaban rezagados en su subconsciente. Ese magma onírico tomaba cuerpo,
como tomaban cuerpo los espíritus que su padre conjuraba, en los extraños seres
ectoplasmáticos que aparecen en su obra. La resultante era un espacio de configuración
imaginaria, donde gravitaban híbridos que el mismo Brauner pudo calificar de “mitos
sensitivos”.
Durante su etapa de la cera, Brauner fue adquiriendo otro dominio sobre la materia. Obligado por las circunstancias, el pintor metido de lleno en la lectura de Novalis (a quien le dedicó dos “retratos” simbólicos), fue haciéndose de otra suerte de imaginería la cual llegó a transformar en íconos. Lo que ocurrió fue uno de esos momentos excepcionales que aparecen en la vida de un creador bajo la confluencia de lo que ocurre en el exterior y lo que se cuece en el interior de éste. De esa manera Brauner descubrió un nuevo mundo, el mundo de sus íconos, que fue configurando a medida que se impuso la necesidad de trabajar con nuevas técnicas. Lo imaginado comienza entonces en convertirse en materia prima de donde proceden unas formas que fueron transfigurándose en íconos. Ese mecanismo visionario producto de un constante trabajo sobre la materia, logró que salieran a la luz unos seres fantásticos que fueron poblando su pintura. ¿De dónde procedían esos seres? De un arte que los iba conjurando en su laboratorio mental. En otras palabras, Brauner pudo alcanzar en esos cuadros una proyección de carácter visual que los alquimistas, por su parte, hicieron con su polvo de proyección sobre el mercurio. Si la finalidad de éstos consistía en la transmutación en oro, el oro de Brauner se manifestaba por la transmutación de meras imágenes en íconos mágicos.
NOTAS
1.– Sarane Alexandrian: “Víctor Brauner, L’Iluminateur”, Editions
Cahiers d' Art, Paris 1954.
2.– Publicado en “Conscience Lumineuse, Conscience Picturale”
Jose Corti, Paris, 1989. Inicialmente apareció en
“Minotaure”, 1939, Skira.
3.– Citado en Didier Semin, “Víctor Brauner”, Editions Filipacchi,
Paris, 1990.
4.– Alain Jouffroy, “Víctor Brauner” Le Musée de Poche, Ed.
George Fall, Paris, 1959.
5.– Citado en Didier Semin, ibid.
6.– Didier Semin, ibid.
7.– Sigmund Freud, “Lo Siniestro” en “Obras Completas”, traducción
de Luis López Ballesteros Tomo III, Biblioteca Nueva, Madrid.
8.– He tomado algunos de estos conceptos del artículo sobre
lo “Uncanny” que aparece en el Internet.
9.– Ibid.
10.– André Breton: “Lo Maravilloso contra el Misterio” en
la “Llave de los Campos” Libros Hiperión, Madrid, 1976, traducción de Ramón Cuesta
y Ramón García Fernández.
11.– Alfredo de Paz: “La Revolución Romántica”, Editorial
Tecnos, Madrid, 1984.
12.– René Passeron et Adam Biro: “Dictionnaire du Surrealisme”
artículo sobre las quimeras, Presses Universitaires de France, 1982.
13.– Melusina, # 26 Editions “L’Age D’Or”, Laussane. “Androgynie
et Kabbalah chez Bellmer, Brauner, Molinier et Svanberg”.
14.-Alain Jouffroy, ibid.
15.-Tomado de las páginas del Internet.
16.-Dom Pernety: “Dictionnaire Mitho-Hermetique”, Editions
Denoel, Paris.
17.-Juan Eduardo Cirlot: “Diccionario de los Símbolos” Editorial
Labor, Barcelona, 1959.
18.-André Breton: “La Llave de los Campos”. Ibid.
19.– Didier Semin, ibid.
20.-André Breton: “Langue des Pierres” en “Le Surrealisme,
meme” # 3, Otoño 1957, reproducido en Andre Breton “Magia Cotidiana” Editorial Espinal,
Madrid, 1970.
21.-Sarane Alexandrian, ibid.
22.– André Breton: “Le Surrealisme et la Peinture” Gallimard,
Paris, 1965.
23.-André Breton: “Manifiestos del Surrealismo”, traducción
de Andres Bosch, Editorial Guadarrama, Madrid, 1969.
24.-Jean Claude Blachere: “Les Totems de Andre Breton”, Editions
L’Hartmattan, Paris, 1996.
25.-Novalis, “Fragmentos” Editorial “El Ateneo”, Buenos Aires,
1948.
26.-Novalis, ibid.
27.– Le debo a Lorenzo García Vega el conocimiento de esa
frase.
28.-Novalis, ibid.
29.-Novalis, ibid.
30.-Jean Mancelon “Phillipe Otto Runge et Novalis” Cahiers
Boheme-Novalis, Paris, 2005.
31.-Novalis: “L’Encyclopedie” Editions du Minuit, Paris, 1966,
la traducción es mía.
32.– Frabrice Flahutez : “Noveau Mondes et Noveau Mythes”
Editions du Reel, Dijon, 2007.
33.– Novalis, ibid.
34.– Citado en Alfredo de la Paz, ibid.
35.– Albert Beguin, “El Alma Romántica y el Sueño” Fondo de
Cultura Económica, México, 1954, traducción de Mario Monteforte.
36.– Citado en Didier Semin ibid.
CARLOS M. LUIS | (1932-2013) Escritor, crítico de arte e curador cubano atuante na cena artística de seu país, tanto na ilha quanto no exílio. Durante as décadas de 1940 e 1950, Luis foi uma figura notável do mundo da arte cubana, colaborando com contemporâneos como Jorge Camacho. Seus trabalhos posteriores no exílio são caracterizados por pinturas abstratas, muitas vezes incorporando texto em suas peças. Deixou Cuba em 1962 e se estabeleceu em Nova York, onde trabalhou na editora Doubleday e fundou a revista Exilio, com artistas e escritores cubanos Julián Orbón, Alfredo Lozano, Jesse Fernández e Eugenio Florit. Em 1974, mudou-se para Miami, onde fundou o Museu Cubano de Artes e Cultura, sendo seu diretor até o fechamento do museu em 1999. Luis é autor de um livro sobre cultura e arte cubana, El oficio de la mirada (1998), e escreveu extensivamente sobre surrealismo.
FLORIANO MARTINS (Fortaleza, 1957). Poeta, editor, ensaísta, artista plástico e tradutor. Criou em 1999 a Agulha Revista de Cultura. Curador dos projetos Atlas Lírico da América Hispânica, da revista Acrobata, e Conexão Hispânica, da Agulha Revista de Cultura. Realizou inúmeras capas de livros. Curador da Bienal Internacional do Livro do Ceará (Brasil, 2008), e membro do júri do Prêmio Casa das Américas (Cuba, 2009), Concurso Nacional de Poesia (Venezuela, 2010) e Prêmio Anual da Fundação Biblioteca Nacional (Brasil, 2015). Professor convidado da Universidade de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos, 2010). Tradutor de livros de César Moro, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Vicente Huidobro, Hans Arp, Alfonso Peña, Juan Calzadilla, Enrique Molina, Jorge Luis Borges, Aldo Pellegrini e Pablo Antonio Cuadra. Entre seus livros mais recentes se destacam Antes que a árvore se feche (poesia completa, Brasil, 2020), 120 noites de Eros - Mulheres surrealistas (ensaio, Brasil, 2020), Naufrágios do tempo (novela, com Berta Lucía Estrada, 2020), Las mujeres desaparecidas (poesia, Venezuela, 2021), e Un día fui Aurora Leonardos (poesia, Ecuador, 2022).
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 09
Número 208 | maio de 2022
Artista convidado: Floriano Martins (Brasil, 1957)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS
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