ANDRE BRETON, Entretiens avec Parinaud et Alban
El campesino
de París de Louis Aragon, publicado
en 1926, es quizás la más compleja y sistemática apología de la ciudad de París
que encontramos a lo largo de las letras francesas del siglo XX. Lo que Aragon no
solamente se propuso, sino que cumplió fue encumbrar el París cotidiano hacia una
categoría mitológica. No lo hacía equiparándola con la clásica, divina en sus atributos
y portadora de los secretos de los dioses, sino al alcance de quien, con ojos atentos,
camina el gran templo profano de la modernidad del siglo XX: la ciudad. La capacidad
reveladora de la ciudad, ente forjador de nuevos mitos humanos, se proclama como
un espacio a partir del cual el hombre no solamente conoce su mundo circundante,
sino también su propia interioridad.
Si bien el texto es una especie de oda de la ciudad de París,
por su capacidad reveladora (una idea que asimismo forjaron, por esos mismos años,
André Breton, Phillipe Soupault y Robert Desnos), también es una teoría epistemológica
acerca del conocimiento personal y físico del mundo. El “Prefacio” de El campesino
de París se encarga de la sustentación teórica de la nueva mirada y capacidad
de comprensión que el naciente surrealismo propone, mientras que “El pasaje de la
Ópera” y “El sentimiento de la naturaleza en el Buttes-Chaumont” son la puesta en
escena, a manera de paseo urbano, de aquellas facultades cognoscitivas que permiten
una nueva elaboración y comprensión de la realidad circundante. Así como Breton
dos años atrás había sustentado en su Manifiesto del surrealismo que la lógica
no podía ser el único e irreparable camino hacia la comprensión de la interioridad
y de la realidad, Aragon confiaba en su Campesino la gran invitación hacia
la vivencia de un mundo evocador y lleno de elementos maravillosos que sugieren
imágenes poéticas que surgen de una interioridad libre de los yugos y cadenas de
la lógica y la razón. Esto se lleva a cabo en el mundo sensorial, en el mundo concreto,
es decir, en la ciudad. La gran defensa epistemológica que lidera Aragon es la de
la comprensión del mundo a partir de los sentidos (herramientas únicas para percibir
ese “concreto”), y no había mejor lugar para esto que la ciudad de París.
El campesino de París trata, pues, de una serie de paseos urbanos en esta ciudad,
que se convierte, como lo hizo para todo el grupo surrealista, en el laboratorio
donde llevar a cabo los experimentos hacia la expresión real del pensamiento, tal
como declaró Breton en el Manfiesto. En oposición a la comprensión de la
vida a partir de la razón, Aragon proclama a los sentidos como los verdaderos partícipes
en la experiencia vital que define al sujeto:
Le sens ont enfin établi leur hégémonie sur la terre. Que viendrait désormais
faire ici la raison ? Raison, raison, ô fantôme abstrait de la veille […] En vain
la raison me dénonce la dictature de la sensualité (Aragon, 2007).
En la medida en que los sentidos, y no la razón, son la puerta
de entrada hacia la realidad, permitiendo la irrupción de imágenes y latidos internos
que surgen de la conciencia súbitamente despertada, Aragon reconoce en la inmediatez
de la calle el entorno idóneo para la creación de nuevos mitos urbanos que se generan
constantemente, en la medida en que la calle misma es un lugar pasajero y de tráfico
desconocido. Así, dirá que “des mythes nouveaux naissent sous chacun de nos pas. Là où l’homme
a vécu commence la légende, là où il vit”. Ante la irrupción de nuevas formas de
experimentar la ciudad, Aragon se propone ser testigo de estas nuevas pulsaciones
internas: “Je ne veux plus occuper ma pensée que de ces transformations méprisées.
Chaque jour se modifie le sentiment moderne de l’existence. Une mythologie se noue
et se dénoue” (Aragon, 2007, p. 149). Esta mitología
surge del reconocimiento de determinados espacios urbanos activadores de la imaginación,
que encuentra una de sus máximas representaciones en el “Pasaje de la Ópera”.
El formar parte de, el descubrir esos mitos, es formulado
por Aragon bajo la categoría del quotidien merveilleux: la posibilidad de
asistir o participar de la eclosión de las imáganes poéticas, maravillosas en sí
mismas, en un entorno cotidiano; esto es, inmediato y circundante, accesible a un
conocimeinto libre de la razón. Estar atento a la percepción de lo insólito que
resulta ser el desencadenante: de eso se trata el paseo por la ciudad. “Aurai-je longtemps le sentiment du merveillex quotidien?”
(Aragon, 2007, p. 149), se pregunta Aragon terminando el prefacio. En la medida en que es una experiencia efímera de la modernidad,
siempre se corre el riesgo de que se escape por entre los dedos.
***
La entrada al pasaje de la Ópera implica la inserción absoluta
al mundo de la imaginación y de la imagen. Abogando irremediablemente por el mundo
de lo concreto, el campesino de París intentará, a toda costa, encontrar los elementos
en un mundo cambiante que determinen y prueben la nueva mitología que se ha venido
creando a partir del cambio de pensamiento engendrado en el seno mismo del surrealismo.
Tal como indica Jean Decottignies
(1994) :
C’est donc dans les rues d’un certain Paris que le Paysan s’aventure à la découverte
du concret. Dans ce regard porté sur le paysage urbain s’active ce que nous pourrions
appeler une poétique des rues et des jardins. Poétique à travers laquelle s’élabore,
au dire de l’écrivain, une métaphysique des lieux […] La disparition de Dieu n’entraîne
nullement l’impossibilité de la métaphysique. C’est au contraire ce silence des
religions qui ouvre la voie à une connaissance différente […] A cette métaphysique
nouvelle préside une faculté qu’on ne s’attendait guère à rencontrer dans les parages
de la philosophie: l’imagination. (Decottignies 99)
La imaginación es la gran facultad que ha hecho posible
que la mitología moderna encuentre su lugar en las calles de París, ya no en los
dioses de las alturas o en los lugares sagrados. El templo de Salomón, emblema del templo religioso, ya no
acoge el culto religioso: estos se llevan a cabo en otros lugares : “où les hommes
vaquent sans souci à leur vie mystérieuse, et qui peu à peu naissent à une religion
profonde” (Aragon, 2007, p. 151). El lugar
donde se engendra esta mitología, no obstante, ha pasado desapercibida para gran
cantidad de paseantes callejeros. Es trabajo del poeta buscarlos y prestarse a las revelaciones que de estos surgen:
“Ces plages de l’inconnu et du frisson, toute notre matière mentale les borde […],
pour la première fois me venait la conscience d’une cohérence inexpliquée et de
ses prolongements dans mon cœur” (Aragon, 2007, p. 151). Este tipo de espacios se caracterizan por la conjunción
de un espacio exterior (exterior al sujeto, en este caso el pasaje) y del espacio
interior (allí donde transcurren las revelaciones y transformaciones). Allí mismo
será donde el campesino de París tendrá las revelaciones de un conocimiento sensible
a través del escalofrío, ese momento de súbita revelación que sacude el pensamiento
y que “signifie l’intermittence de ces révélations, leur force sensuelle ainsi que
l’effroi qu’elles peuvent susciter, chez qui ne peut douter de pouvoir qu’il découvre,
tout en sachant qu’il est plus fort que celui de la raison” (Piegay-Gros, 1997,
p. 117). La razón, pues, se ve expulsada del proceso de pensamiento. Tal como establece el yo poético, estos espacios llamados
pasajes
méritent pourtant d’être regardés comme les recéleurs de plusieurs mythes modernes,
car c’est aujourd’hui seulement que la pioche les menace, qu’ils sont effectivement
devenus les sanctuaires d’un culte de l’éphémère, qu’ils sont devenus le paysage
fantomatique des plaisirs et des professions maudites, incompréhensibles hier et
que demain ne connaîtra jamais (Aragon, 2007).
Situados en la ciudad, como apunta Piegay-Gros (1994), las imágenes míticas, diseminadas por doquier, crean una nueva poética que
toma como centro generador a la imaginación como principio creativo así como principio
de conocimiento.
Si bien la entrada al pasaje es la inserción en el reino
de la imaginación, esto nos lleva directamente al imperio de los sentidos, tal como
pudimos observar en el “Préface”. Ahora bien, resulta fundamental hacer una aclaración
desde el momento mismo en que comenzamos la búsqueda de lo quotidien merveilleux
caminando las galerías del pasaje de la Ópera. Desde un principio resulta necesario
entender la manera como se adhiere la realidad a la noción imaginativa, y para esto
no hay mejor manera que traer a colación una idea de Gindine (1966):
C’est dans le cadre urbain contemporain, accessible à tous, reconnaissable dans
sa topographie, qu’elle décèle toute une mythologie moderne. Et le quartier banal,
la boutique modeste, le parc municipal se chargeront de merveilleux car ce sont
des lieux où se célèbre le rite occulte en transfiguration du Désir.
Uno de los casos más emblemáticos, precisamente por ser
la primera experiencia visionaria a la vez que sensual (que, como hemos visto, en
Aragon no implica diferencia alguna) resulta del momento en que el narrador está
caminando frente a la tienda de bastones. Luego de describir la organización de
la vitrina, estará sujeto, súbitamente, a una visión producto de la imaginación.
Los bastones ceden a una luz verdecina, de tonalidades marítimas, y de un momento
al otro el personaje cree estar al frente de peces fosforescentes entre algas marinas.
Y repentinamente logrará reconocer un viejo rostro femenino que creía olvidado:
J’aurais cru avoir affaire à une sirène […] je reconnus soudain cette personne
malgré l’émaciement de ses traits et l’air égaré dont ils étaient empreints […]
Que pouvait-elle bien venir faire ici, parmi les cannes, et elle chantait encore
si j’en jugeais par le mouvement de ses lèvres car le ressac de l’étalage couvrait
sa voix et montait plus haut qu’elle vers le plafond de miroir au-delà duquel on
n’apercevait ni la lune ni l’ombre menaçante des falaises: “L’idéal !” m’écriai-je,
ne trouvant rien de mieux à dire dans mon trouble (Aragon, 2007).
Se trata del mismo rostro de una prostituta que había conocido
en las provincias renanas, que cantaba canciones en la Sofienstrasse aprendidas
de su padre. ¿Cuáles eran las posibilidades de que precisamente ese rostro surgiera
en mitad de un paseo urbano? La presencia de la prostituta, emblema absoluto de
la mitología moderna, encarna la sensualidad como herramienta para conocer el mundo
(y ella va a más, en la medida en que lo lleva a cabo a través de uno de los máximos
emblemas para Aragon de la modernidad: lo efímero). Decottignies (1994), haciendo
alusión al “encantamiento” que la prostituta ejerce en el caminante, explica de
una manera certera la relación e importancia entre el amor y la prostituta, mujer
efímera por excelencia. Nos dirá, pues :
La poétique de l’éphémère participe de ce qui Nietzsche appelait la sagesse
dionysiaque. Elle s’inscrit contre le sens apollinien de la beauté, fondé sur la
croyance en “l’éternité du phénomène” […] L’amour même, trop aisément contenté par
la prostituée, la femme d’un moment, témoigne de cette “basse recherche de l’éphémère
sans illusion de durée”, atteste le goût du “saccage de ce qu’on respecte”. L’éphémère,
le polymorphe este le premier caractère de la beauté moderne.
Este tipo de encuentros (el de la prostituta), tal como
indica Bougnoux, resultan fundamentales en la estética surrealista, puesto que determina
los “rencontres improbables et pourtant nécessaires” (Bougnoux, 1974). El
encuentro con la prostituta renana surge, a todas luces, del azar. André Breton,
en su L’amour fou, rememora la manera como para la década de 1920 los surrealistas
contemplaban el azar, y lo define como “la forme de manifestation de la nécessité
extérieure qui se fraie un chemin dans l’insconsient humain” (Breton, 1992,
690; las cursivas son del texto original). En la medida en que el azar configura
una necesidad interior, que reside en el inconsciente, este se activa a partir del
deseo, como vimos en la cita anterior de Gindine. En la medida en que Aragon está
caminando por un pasaje que dispara la actividad de la imaginación, esta a su vez
produce imágenes forjadas por el deseo. Se trata de la fusión plena entre un exterior
y un interior, en la medida en que Aragon propone una mirada que no solamente transforme
el exterior circundante, sino que el propio ser, su interioridad, forme parte activa
en él.
Nana, la mujer-esponja-prostituta, hará su aparición en
el momento en que el campesino de París nos otorga uno de sus episodios más líricos
y apasionantes de todo el relato: la oda a la peluquería femenina, precedida a su
vez de la oda a las prostitutas que no solamente frecuentan, sino que prácticamente
habitan el pasaje. El objeto de visión del caminante recae sobre las prostitutas, en la medida
en que ellas generan en él la noción de la aventura y del acto imaginativo: en todos los placeres denominados “bajos”, dice Aragon:
Il y a quelque chose de merveilleux qui me dispose au plaisir […] tout en elles
permet de redouter les périls ignominieux de l’amour, tout en elles, en même temps,
me montre l’abîme et me donne le vertige, je leur pardonnerai, c’est sûr, tout à
l’heure, de me consumer.
Estas percepciones sobre el sujeto femenino encaminan, asimismo,
una posibilidad poética del personaje urbano que terminará desarrollando una explosión
de imágenes en el momento en que el narrador pasa al frente de una peluquería para
mujeres. La pulsión que surge
a partir de la presencia de la prostituta abarca en su totalidad la interioridad
del caminante, en la medida en que aviva su imaginación, enardece el corazón amoroso,
conlleva al placer a raíz de lo maravilloso y postula la posibilidad de una vida
consagrada al azar. La prostituta, además, recuerda los peligros del amor y, por
último —pero no único—, es portadora del abismo y produce en sí misma el vértigo.
Sin más, la prostituta en este episodio se ha convertido en una imagen poética,
predominantemente controlada por la imaginación, el deseo y el delirio. Tal como establece Piégay-Gros (1994).
L’image poétique, si elle n’apparaît pas dans ce réel abstrait qui juge de l’existence
d’une chose à l’aune de la perception normative, contrôlée par la raison, est ce
qu’il y a de plus concret: elle est le réel en tant qu’il est enrichi et travaillé
par l’Imagination, le désir et le délire.
Desde el
comienzo mismo del recuento, encontramos un ejemplo sobre el reconocimiento mágico
de cualquier evento o labor cotidiana, tal como lo dice el narrador refiriéndose
al peluquero para mujeres. Aquello que el narrador sustraerá de una simple actividad
de un corte del pelo rubio (blond) encarna las posibilidades del quotidien
merveilleux, en la medida en que sugieren un encuentro con una imagen poética,
en este caso llevada a cabo a partir de la famosa frase de Isidore Ducasse (1997),
Conde de Lautréamont, presente en su Chants de Maldoror: “bello […] como
el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y de
un paraguas!” Lo blond de la cabellera de las damas funciona, pues,
a manera de motor poético que se dispersa no únicamente a través del pasaje, sino
a través del recuerdo poético del caminante, en la medida en que se trata de un
“espíritu de un color” que encamina hacia la ensoñación amorosa:
Blond comme l’hystérie, blond comme le ciel, blond comme la fatigue, blond comme
le baiser. Sur la palette des blondeurs, je mettrai l’élégance des automobiles,
l’odeur des sainfoins, le silence des matinées, les perplexités de l’attente, les
ravages des frôlements. Qu’il st blond le bruit de la pluie, qu’il est blond le
chant des miroirs ! Du parfum des gants au cri de la chouette, des battements du
cœur de l’assassin à la flamme-fleur des cytises, de la morsure à la chanson, que
de blondeurs, que de paupières : blondeur des toits, blondeur des vents, blondeur
des tables, ou des palmes, il y a des jours entiers de blondeur, des grands magasins
de Blond, des galeries pour le désir, des arsenaux de poudre d’orangeade. Blond
partout : je m’abandonne à ce pitchepin des sens, à ce concept de la blondeur qui
n’est pas la couleur même, mais une sorte d’esprit de couleur, tout marié aux accents
de l’amour (Aragon, 2007).
La traversée de l’imaginaire engendre la mise en liberté des sens et du désir
le plus primitif: le déroulement des chevelures blondes sous les peignes enviés
du coiffeur se prolonge en un théâtre sauvage, la vision cupide et désordonnée d’une
jungle d’instincts bruts déployés sans foi ni loi.
Cuando el caminante llega a los “Baños” del pasaje, un local
que es en realidad un prostíbulo, contamos finalmente con una reflexión acerca de
las distintas maneras en que la prostituta, en cuanto emblema de modernidad y de
imaginación poética, incide directamente en la naturaleza humana a partir de la
voluptuosidad:
On m’acusse assez volontiers d’exalter la prostitution, et même, car on m’accorde
certains jours un curieux pouvoir sur le monde, d’en favoriser les voies. Et cela
ne va pas sans que l’on soupçonne l’idée qu’au fond je pourrais me faire de l’amour. (Aragon, 2007).
La aventura que implica visitar a una prostituta, “qui est
pourtant encore une aventure de moi-même” (Aragon, 2007), es sometida a una defensa
clara y contundente. Aquello
que encuentra en el burdel o casa de citas implica tanto la libertad personal como
el conocimiento de un mundo:
Rien ne me sert plus alors de ce langage, de ces connaissances, de cette éducation
même par lesquels on m’apprit à m’exercer au cœur du monde. Mirage ou miroir, un
grand enchantement luit dans cette ombre et s’appuie au chambranle des ravages dans
la pose classique de la mort qui vient de laisser tomber son suaire. O mon image
d’os, me voici: que tout se décompose enfin de dans le palais des illusions et du
silence (Aragon, 2007).
Si la prostituta es el emblema de la interacción sensual
entre dos cuerpos, ella misma resulta un método de conocimiento sensible, concreto
e imaginativo del mundo. Tal como apunta la anterior cita, es la necesidad de un
lenguaje sensual únicamente disfrutado, en su caso, por la visita a aquella que
implica la otredad moral, como lo es la prostituta. Ya páginas atrás Aragon nos había dicho que la naturaleza
del pasaje ayuda a las “fuites posibles, pour masquer à un observateur superficiel
les rencontres qui, derrière le bleu du ciel passé des tentures, étoufferont un
grand secret dans un décor de lieu commun”, de la misma manera que, una vez termina
el encuentro con la mujer dadora de placer infinito, “un bonheur se défait, des
doigts se délacent, et un pardessus descend vers le jour anonyme, vers le pays de
la respectabilité” (Aragon, 2007). De allí,
precisamente, que la oda a la prostituta sea también la acusación de un mundo burgués
que no ha conseguido comprender buenamente las poéticas implícitas en la prostitución
y las posibilidades de conocimiento que esta implica (Aragon, 2007).
Tal como venimos estableciendo, es la facultad de la imaginación
la que permite la sucesión e irrupción o eclosión de imágenes en el pasaje. No en
vano el campesino de París, durante su travesía por el pasaje, participa de un diálogo
entre el hombre y sus facultades, en el cual la Imaginación tomará la palabra y,
a través suyo, establecerá una de las más grandes defensas de la gestión de imágenes
a partir del pensamiento surrealista. Una vez entra en escena, la Imaginación se
dirige a la Inteligencia, a la Voluntad y al Hombre enunciando que trae “un stupéfiant
venu des limites de la conscience, des frontières de l’abîme”. Se trata de un producto que “dépasse vos désirs, les suscite,
vous fait accéder à des désirs nouveaux, insensés”. Este nuevo producto no es nada más ni nada menos que el “vicio
Surrealismo”:
L’emploi déréglé et passionnel du stupéfiant image, ou plutôt de la provocation sans contrôle de l’image pour
elle-même et pour ce qu’elle entraîne dans le domaine de la représentation de perturbations
imprévisibles et de métamorphoses: car chaque image á chaque coup vous force à réviser
l’Univers (Aragon, 2007).
Mediante la aplicación del nuevo vicio, tal como apunta
Decottignies (1994), se “pone en práctica la metafísica”: se lleva a cabo una búsqueda
insólita en las zonas mágicas de la ciudad, que, a partir de las figuras de lo concreto
(es decir, del mundo real), revela el otro lado de la realidad a partir de un elemento
efímero y que se establece bajo las coordenadas de lo mágico.
La utilización “déréglé et passionnel” camina de la mano
de la noción maldoroniana del encuentro furtivo sobre una mesa de disección. No
existe tipo alguno de control sobre el producto que se genera (es decir, la “lluvia
de imágenes”), puesto que este, de la mano de la imaginación y de la búsqueda, encuentra
su plano poético. Dicha búsqueda de encuentros (en el sentido maldoroniano) implica
necesariamente la conciencia de estar habitando un espacio mágico que se presta
a la irrupción de imágenes, de la misma manera que este espacio (el pasaje) se contrasta
con el mundo exterior. Aragon establece en la interioridad del pasaje una metáfora
hacia la comprensión del mundo: si se camina dentro del pasaje, se está viviendo
y comprendiendo el mundo a partir de la imaginación y de la poesía, mientras que
si se camina de nuevo las calles fuera del pasaje, se estaría regresando al mundo
de la lógica y de la razón, al mundo cuadriculado que no permitiría de manera alguna
el afloramiento de las imágenes provenientes del inconsciente:
Je reviens sur mes pas : la lumière à nouveau se décompose à travers le prisme
de l’imagination, je me resigne à cet univers irisé. Qu’allais-tu faire, mon ami,
aux confins de la réalité ? Voici ton royaume de sal gemme, tes astéries et tes
fameux gisements. Tu sais bien, plaisanterie anodine, que tu es l’Aladin du Monde
occidental. Jamais tu ne sortiras de cette grande tache de couleur que tu traînes
au fond de tes rétines. Débat ridicule qu’une flamme dans le feu. Tu ne quitteras
pas ton navire d’illusions, ta villa de pavots au joli toit de plumes. Tes geôliers
d’yeux passent et repassent en aiguant leurs trousseaux de reflets. C’est en vain
que, creusant depuis vingt-six années avec un morceau de raison brisée un souterrain
qui part de ta paillasse, tu crois aboutir au bord de la mer. Ta mémoire ouvre sur
une oubliette. Là tu retrouveras toujours les mêmes désastres de caresses (Aragon, 2007).
Esta reflexión la vemos en el momento en que el campesino
tiene la posibilidad de salir del pasaje descendiendo las escaleras. Situado al
frente de estas, que no son más que la posibilidad de descender a un mundo racional,
se reconoce en un espacio fronterizo, ajeno a cualquier producto subjetivo de su
propia imaginación. Desde dentro del pasaje, con la mirada hacia el exterior, prevalece
un sentimiento de extrañeza, en la medida en que allí afuera no coexiste, de manera
alguna, la noción imaginativa del nuevo sistema de pensamiento. Ante el imperio
de la razón no hay posibilidad alguna de una interioridad imperante, como sí sucede
dentro del pasaje, olvidándose de salir a ese otro mundo donde absolutamente nada
contempla en sí mismo el poderío de la voz poética.
Laberinto de voluptuosidad, el pasaje se convierte en el
habitáculo del caminante surrealista, que ya tan solo puede ver y comprender
gracias a la luz descompuesta por el prisma de la imaginación (“Jamais tu ne sortiras de cette grande tache de couleur que
tu traînes au fond de tes rétines”: esa
mancha de color es precisamente la imaginación). No hay motivo alguno para salir
del pasaje, para escapar del laberinto como lo harían muchos otros luego del encuentro
con la prostituta. No hay necesidad alguna de salir al otro mundo, al orden plano,
lógico y racional. Imbuido en un mundo cuyo conocimiento traspasa invariablemente
las profundidades de su propio ser a través de sus rasgos imaginativos, toda percepción
del mundo exterior, entendido ya sea a través de sus objetos o a través de sus sujetos,
se permea y legitima a través de su propia interioridad, tal como el paysan
nos indica en un momento dado:
J’aime à me laisser traverser par les vents et la pluie: le hasard, voilà toute
mon expérience. Que le monde m’est donné, ce n’est pas mon sentiment. Cette marchande
de mouchoirs, ce petit sucrier que je vais vous décrire si vous n’êtes pas sages,
ce sont des limites intérieures de moi-même, des vues idéales que j’ai de mes lois,
de mes façons de penser, et je veux bien être pendu si ce passage est autre chose
qu’une méthode pour m’affranchir de certaines contraintes, un moyen d’accéder au-delà
de mes forces à une domaine encore interdit. Qu’il prenne enfin son véritable nom
et que M. Oudin vienne en poser la plaque:
En la medida en que el pasaje se convierte en terreno onírico,
la interioridad brota sin remedio alguno: es mediante una interioridad, mediante
la tache de couleur que tu traines au fond de tes retines, que se conoce
el mundo: en vez de funcionar desde fuera, en un intento de reconocimiento lógico
y racional, funciona desde la percepción creativa misma de aquel que adquiere la
mirada surrealista.
Si les profondeurs de notre esprit recèlent d’étranges forces capables d’augmenter
celles de la surface, ou de lutter victorieusement contre elles, y y a tout intérêt
à les capter, à les capter d’abord, pour les soumettre ensuite, s’il y a lieu, au
contrôle de notre raison (Breton, 1988).
En esta medida, la percepción de los impulsos poéticos deberá
contar con la razón únicamente para poder ser comprendidas en un orden general en
el cual carece un criterio lógico, a su vez siendo utilizada para hacer de las imágenes
y de la imaginación aquello que la razón poseía exclusivamente: la percepción y
experiencia del mundo. Tal como explica Piégay-Gros (1997) :
La toute puissance de l’imagination, décrétée dans Le Paysan de Paris, ne se limite donc pas à une critique formelle
de la raison et de la logique : plus radicalement, l’image peut prendre la place
du concept et devenir un instrument de connaissance. L’image n’est donc pas seulement
une figure poétique, au demeurant au centre de la définition du surréalisme : outil
cognitif, elle doit être placée au centre de la démarche épistémologique comme des
enjeux esthétiques du surréalisme. L’image est au cœur d’une esthétique du concret
et d’une quête d’un nouveau mode de connaissance.
***
En las últimas páginas del texto, surge la idea directa
del pasaje como laberinto, en la medida en que se convierte en un espacio libre
de un orden racional y participativo del azar y la imaginación. Pero no resulta
ser un laberinto en imagen y semejanza al clásico laberinto cretense, puesto que
Aragon comprende la ciudad de París como “le labyrinthe sans Minotaure”. Tal como
apunta Didier Ottinger en su Surreálisme et mythologie moderne. Les voies du
labyrinthe: D’Ariane à Fantômas, la figura del Minotauro es para el surrealismo
el guardián y portador de los secretos del laberinto, la encarnación de las fortalezas
de lo irracional; por esto, “est devenu l’emblème du surréalisme, son allié le plus
sûr dans son combat contre les excès du rationalisme” (Ottinger, 2002). Pero comprender
el laberinto del pasaje de la Ópera, en la medida en que carece de esta figura mitológica,
no significa de manera alguna que se excluya, sino que se utiliza por contraste
con su significado clásico. Ya no existe la figura fatídica que arremete contra
quien está caminando el laberinto, o que por lo que se creía desde Ovidio aniquilaba
a manera de homenaje a los vírgenes dados en sacrificio. En la medida en que Aragon
contempla el laberinto de París sin Minotauro, establece la pérdida de un sentido
clásico-mítico, ya que no se contempla la figura del Minotauro como el guardián
temible de un centro. El centro es accesible a todos, en la medida en que no hay
guardián que lo vigile y cele. Bancquart (2004) reconoce el espacio como vacío de divinidades y, por lo tanto,
de juicios morales: “Un monde sans unité possible ne connaît pas de désunisseur:
sans Dieu, il est sans diable: sans Minos, il ne combat pas de Minotaure”.
A través, pues,
de los rasgos de la imaginación, del deambular a partir del azar y de la reconfiguración
de elementos míticos como el laberinto, Aragon establece un “pasaje de la ópera onírico”, porque
no solamente demuestra los objetos en su realidad incipiente y cotidiana, sino que
se permite asimismo vislumbrar las mismas interioridades del poeta. En otras palabras,
a través de la ciudad, accede a su propio pensamiento y a su nueva manera de contemplar
el mundo a partir de la mirada:
Le monde moderne est celui qui épouse mes manières d’être […] Ce que me traverse
est un éclair moi-même. Et fuit. Je ne pourrai négliger, car je suis le passage
de l’ombre à la lumière, je suis du même coup l’occident et l’aurore. Je suis une
limite, un trait. Que tout se mêle au vent, voici tous les mots dans ma bouche.
Et ce qui m’entoure est une ride, l’onde apparente d’un frisson (Aragon, 2007).
En la irrupción de lo
maravilloso en el mundo cotidiano, la imaginación cumple con toda la labor de orfebre:
será a partir de la imagen provenientes de la interioridad del sujeto que se demostrará
cómo lo maravilloso reside en una nueva mirada y percepción del universo. Siendo
El campesino de París una obra escrita entre 1924 y 1926, resulta una de
las más claras apologías no solamente a los sentidos (estandarte del surrealismo
en el momento de comprender la realidad), sino a la posibilidad de arremeter contra
las categorías opuestas que de alguna manera no permitieron el pleno conocimiento
del mundo. No hubo mejor manera para Aragon de establecerlo que al crear un espacio
regentado por la imaginación, y que a través de sus creaciones iluminaba la oscuridad
reinante en el interior del sujeto aún perteneciente a un mundo lógico y racional.
A partir de los impulsos del deseo y de la necesidad, bajo compañía de la mujer
prostituta que invita al deleite de lo efímero y a la sensualidad de la carne, Aragon
no solamente exaltó la ciudad de París como el gran laboratorio de investigaciones
surrealistas, sino que invitó a una nueva comprensión del mundo desligada de las
nociones morales y racionales de la época. Invitó, como siempre lo supo hacer el
surrealismo, a una nueva existencia: aquella en la que la razón perdiera algo de
su protagonismo, cediéndole a la imaginación de los sentidos el papel protagonista.
Porque únicamente a partir de la unión de un microcosmos y de un macrocosmos es
que el humano, en su dimensión poética y humana, puede acceder a un nuevo pensamiento
epistemológico.
NOTA
El presente artículo de investigación científico-literaria
surge de un capítulo de la tesis doctoral titulada La imagen literaria de París.
Desde Mercier, Baudelaire y el surrealismo, hasta Rayuela de Julio Cortázar,
dirigida por Victoria Cirlot Valenzuela, con la cual obtuve el título de doctor
en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra. El trabajo fue realizado gracias
a una beca predoctoral otorgada por la Generalitat de Catalunya (2005-2009). La tesis no ha sido publicada.
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CAMILO HOYOS GÓMEZ | Doctor en Humanidades por la Universitat Pompeu Fabra y Literato de la Universidad de los Andes). Ha sido profesor de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, Universidad de los Andes, Universidad Javeriana e Instituto Caro y Cuervo de Bogotá, entre otros. Fue Subdirector Académico del Instituto Caro y Cuervo, centro de altos estudios adscrito al Ministerio de Cultura de Colombia. Director y cofundador de la Fundación Gratitud. Dirige el podcast Paredro, que es un espacio de entrevistas a autores, editores y otros actores del campo literario.
FLORIANO MARTINS (Fortaleza, 1957). Poeta, editor, ensaísta, artista plástico e tradutor. Criou em 1999 a Agulha Revista de Cultura. Curador dos projetos Atlas Lírico da América Hispânica, da revista Acrobata, e Conexão Hispânica, da Agulha Revista de Cultura. Realizou inúmeras capas de livros. Curador da Bienal Internacional do Livro do Ceará (Brasil, 2008), e membro do júri do Prêmio Casa das Américas (Cuba, 2009), Concurso Nacional de Poesia (Venezuela, 2010) e Prêmio Anual da Fundação Biblioteca Nacional (Brasil, 2015). Professor convidado da Universidade de Cincinnati (Ohio, Estados Unidos, 2010). Tradutor de livros de César Moro, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Vicente Huidobro, Hans Arp, Alfonso Peña, Juan Calzadilla, Enrique Molina, Jorge Luis Borges, Aldo Pellegrini e Pablo Antonio Cuadra. Entre seus livros mais recentes se destacam Antes que a árvore se feche (poesia completa, Brasil, 2020), 120 noites de Eros - Mulheres surrealistas (ensaio, Brasil, 2020), Naufrágios do tempo (novela, com Berta Lucía Estrada, 2020), Las mujeres desaparecidas (poesia, Venezuela, 2021), e Un día fui Aurora Leonardos (poesia, Ecuador, 2022).
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 09
Número 208 | maio de 2022
Artista convidado: Floriano Martins (Brasil, 1957)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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