La araña
El erotismo y la transgresión habitaron
la infancia de Unica Zürn (1916-1970) en la gran casa de Grünewald, Berlín, como
se desprende de Primavera sombría y El hombre jazmín, los dos recuentos autobiográficos
en tercera persona que la sitúan como una autora injustamente olvidada de la vanguardia
europea. El padre, por quien ella profesaba total devoción, con frecuencia se ausentaba
para solucionar cuestiones de trabajo. Durante esos periodos, los amantes de su
madre desfilaban por la casa con muy poca discreción. En cierto momento, su padre
volvió acompañado por una mujer que se instaló con ellos. Vivían todos bajo el mismo
techo sin disimular sus relaciones y Unica, con la poca experiencia de su recién
iniciada vida, tuvo que explicarse a sí misma las nuevas reglas del juego. El día
que Zürn fue herida, se abalanzó sobre ella la imagen de “una montaña de carne tibia”
que encerraba a su madre. La ha sorprendido en la cama con uno de sus amantes; ha
visto esos dos cuerpos formar uno solo con ocho extremidades –su fantasía infantil
dibuja así la posición conocida como 69–. Ella que, desesperada por percibir la
punzante insistencia del deseo sexual sin poder darle un lugar en su mente, buscaba
a su madre para volver al origen, para no ver nada más, ahora huye de ella, de la
monstruosa araña que le ha dejado ver todavía más de lo que podía soportar y que
la ha herido. Minutos después, en el jardín, podrá desplegar la imagen y separar
a la mujer poseída de su poseedor, el hombre jazmín. Él le dará invaluables lecciones
que le permitirán sobrevivir más tarde a otro acto violento, cuando su hermano,
siete años mayor, se meta en su habitación para hundir por la fuerza su “cuchillo”
entre sus piernas.
Tenir au frais
Alguien que viaja en mí me atraviesa.
Me he convertido en su casa. Afuera, en el paisaje negro de la vaca que muge, alguien
pretende existir. Visto desde esta perspectiva el círculo se estrecha a mi alrededor.
Atravesada por él desde adentro, ésa es mi nueva situación. Y me gusta.
Hace años, mientras estudiaba la
carrera, encontré algunas imágenes de las Poupées de Hans Bellmer (1902-1975),
producidas en Berlín a principios de los años treinta, antes de que el nazismo (que
lo catalogó como parte de los “artistas degenerados”) lo obligara a exiliarse en
París, donde se uniría a las filas del movimiento surrealista. Sin entender muy
bien por qué, aquellos maniquíes dislocados o rotos me generaban un placer perverso.
Por un lado, sentía una excitación que sabía abyecta y, por otro, una profunda tristeza
al reconocer algo de mí en esos cuerpos manipulados y reconfigurados desordenadamente.
Durante un tiempo seguí buscando piezas de Bellmer en cada museo al que iba, en
internet o en catálogos de su obra. Así fue como di con la fotografía de una mujer
de espaldas, desnuda, atada con tanta fuerza por una delgada cuerda que su cuerpo
quedaba deformado, vuelto una masa de carne desbordada. Esa imagen, a diferencia
de los maniquíes, me hirió profundamente. “Tenir au frais” (“Manténgase en refrigeración”)
se titulaba la foto que, en 1958, sirvió como portada al número cuatro de la revista
Le surréalisme, même, dirigida por André Breton. Dejé de buscar obras de
Bellmer, pero la imagen de aquella mujer-embutido me venía a la cabeza de tanto
en tanto; al principio con cierta frecuencia, después cada vez menos, hasta olvidarla.
El hombre jazmín
Sobre el suspenso de una boca abierta
incapaz de gritar, en el espacio que cruza una mirada de horror fija en un punto;
ahí donde las palabras se fugan, Unica instala la imagen del hombre jazmín. Justo
después de huir de la habitación de su madre aquella mañana en que fue herida, lo
ve sentado en una silla de ruedas en el jardín. “¡Es paralítico! ¡Qué suerte! Nunca
dejará el asiento que ocupa en su jardín […] La presencia inmóvil de ese hombre
le proporciona dos lecciones que ella no olvidará jamás: Distancia. Pasividad”.
A diferencia de la imagen que la hirió, esa visión es suya y puede alejarla o acercarla
a su gusto. Esa visión inofensiva se convierte, dice Zürn, en la imagen del amor.
“Más tarde, giran en ella llaves, una después de otra, pero Unica no se abrirá.
Se cansan rápido de esa pequeña caja inservible y la tiran”. Sólo muchos años después
volverá a ser afectada por un hombre, justo antes de abandonar París, después de
dejar a Hans Bellmer por primera vez. Ahí, en una habitación del Hotel Minerva,
encuentra a quien cree el doble del hombre jazmín. La versión “en carne y hueso”
de aquel con los ojos azules “más hermosos que cualquiera que haya visto jamás”
es el poeta Henri Michaux. “La impresión que sufre en ese encuentro es tan violenta
que no lo superará. A partir de ese día, lentamente, muy lentamente comienza a perder
la razón.” A él va a atribuir, además, el poder de la hipnosis a distancia. Será
la voz de Michaux –o mejor dicho, la voz de Michaux que ella había incorporado–
la que guíe sus delirios, el eje rector de sus actos y representaciones. ¡Ping!
¡Ping! ¡Ping! –escucha antes de entrar en trance–. Los surrealistas llamaron amour
fou al encuentro fortuito entre dos personas, a un tiempo dichoso y funesto,
que genera en sus vidas un vuelco irrevocable. Pero el amor de ella es loco,
porque en ese encuentro da lo que no tiene: le da cuerpo a la imagen. Así, lo que
antes sólo era una visión, adquiere cuerpo y con el cuerpo se entromete la voz:
él dicta y ella ejecuta; él dice y ella hace. En el cumplimiento de esas órdenes,
se juega el más grande amor posible: ¡El hombre jazmín tiene vida propia! ¿Y ella?
Ella parece estar, como ningún otro surrealista, sobre lo real.
La mañana en que fue herida en
su jardín vio, por primera vez, al hombre jazmín. El contrato amoroso que silenciosamente
firmó con él le permitió, en adelante, mirar impávida por encima del hombro de sus
amantes, con los ojos fijos en aquel, inaccesible. La tarde en que ella encontró
en París al doble real del hombre jazmín, también se volvió real la posibilidad
de consumar sus nupcias infantiles. Entonces escribirá “En la casa de los enfermos”:
“Todo deseo es prohibido, le dice el doctor Mortimer, médico de esta casa. El deseo
abisma la salud. Se lo prohíbo. La historia del cumplimiento de los votos no es
más que un cuento de hadas. Usted está muy enferma pues alguien le ha quitado con
violencia los luceros de sus ojos. No es de extrañar que ahora se vean obligados
a mirar siempre en la dirección de la izquierda, donde está su asesino”. Al aparecer
el hombre jazmín real, los muros de pasividad y distancia que ella había levantado
para resguardar su frágil estabilidad, se derrumban. La herida, por tanto tiempo
disimulada, queda expuesta otra vez. A través de los ojos, al verlo, vuelve a sentirse
vulnerada, como aquella vez de la incursión en el cuarto de su madre. Una y otra
vez actualizará esa escena de todas las formas posibles, tal vez en un esfuerzo
nuevo, cada vez, de decir lo que no pudo entonces, lo que no puede ahora. Su universo
queda dado vuelta: “¿Qué dice el hombre que, nacido en 99, se despierta una mañana
del año 66? Su bello 99 se ha puesto patas arriba con el paso del tiempo y él mismo
sabe mejor que nadie lo que eso significa. El 66 está listo para aventarse con él,
de cabeza, en la eternidad.” Cuando la visión del hombre jazmín se vuelve real,
ella desarrolla una elaborada numerología delirante: “Cuando el 9 encuentra al 9,
ella los hace girar uno frente al otro hasta que –bajo el efecto de un mutuo sobrecogimiento–
sus frentes se apoyan una sobre la otra mientras abajo sus pies ya se unen. Juntos
forman ahora un corazón.” Los signos se materializan y los números dejan de ser
sólo cifras: “por primera vez, toda la belleza de las matemáticas le es revelada.”
El trazo de cada signo adquiere realidad del mismo modo en que la visión del hombre
jazmín encarnó en Henri Michaux; del mismo modo, también, en que el 69 que se lanzó
sobre ella la mañana en que se le hirió dibuja el contorno de la herida: “Me siento
como en un círculo”, declaró a otro. Y éste le respondió: “Yo no creo en el círculo”.
La bailarina
Una noche, dice Zürn, se encuentra
de pronto en un escenario vacío que “aparece no como producto de una alucinación,
sino como una imagen nítida que se forma al fondo de su ser. Entonces escucha una
música desconocida, los sonidos de instrumentos de un país extranjero retumban en
ella y se siente obligada a realizar el viejo deseo, sin esperanza, de su infancia:
ser bailarina. […] Ella no conoce todavía el primer movimiento que debe ejecutar,
pero sabe que en algún lugar de la oscuridad esta él y es él quien la va a dirigir
como un maestro a su alumna”. Ella se deja guiar por la voz de él y, bajo sus órdenes,
observa cómo sus piernas se alargan y entrecruzan, cómo su cuello se estira sobre
los dedos, los brazos se enredan… Luego de una serie de movimientos, “su cabeza
ha desaparecido en un inextricable nudo de miembros. Ella ha perdido la cabeza.
Es verdaderamente grotesco y angustiante.” De a poco consigue identificar sus brazos
y sus manos que forman un ave cuyo pico está formado por sus dedos. Luego del aplauso
de un auditorio silente, la voz dice: “El tigre, el tigre viene”. Tras un momento
de concentración, ella consigue identificarse con el tigre a tal punto que se siente
temible. Sin embargo, ella sabe que para conseguir la perfección debe poder representar
también la huida aterrorizada de los animales ante el tigre. Esta vez con pantomima,
reproduce los pasos del tigre que avanza con la intención de destruir a los animales
inocentes. El solo espectáculo de su cuerpo, dice Zürn, del poder para convertirse
en toda clase de animal en fuga, es suficiente para reconocer que se trata del mejor
mimo del mundo. “Ella pregunta si, para finalizar brillantemente la representación,
debe, ella el tigre, abalanzarse sobre el público.” Ella persigue una forma total:
ser al mismo tiempo la bestia terrible y quien huye atemorizada. No, responde
la voz. Finalmente, representa un escorpión y el aguijón con el que se da muerte
a sí mismo: “Sus piernas y sus pies crecen y se unen para formar un largo y peligroso
aguijón, punzante y afilado como una daga. Se curva lentamente hacia arriba en un
arco elegante hasta que su punta se coloca exactamente sobre el centro de su plexo
solar. […] ¡Qué crueldad, qué diabólica maquinación la de presionarla a hundir su
propio aguijón en esa brillante blancura!” Ninguna de estas visiones son alucinaciones,
ni estas metamorfosis son meras representaciones. La bailarina en que se convierte
repite ritualmente las fases opuestas de un ciclo, el contorno del abismo: el monstruo
que la hirió y ella herida.
Juego de dos
La figura simbólica del juego de
dos es el círculo; es decir que la duración de un juego no tiene ni principio ni
fin.
Unica Zürn se
arrojó desde la ventana del apartamento donde vivía con Hans Bellmer. El día de
su entierro, él escribió en una corona de flores: “Amor mío, te seguiré por la eternidad”.
A la muerte de Bellmer, su cuerpo fue enterrado junto al de Unica en una tumba con
la misma inscripción.
ANA NEGRI | (México, 1983). Es escritora, editora y doctora en Estudios Hispánicos por McGill University, Montreal. Fue becaria del programa Jóvenes Creadores del Fonca en la categoría de Novela en la generación 2017-2018. Forma parte de la antología de relatos Mexicanas II (Fondo Blanco) que se publicará próximamente y ha colaborado con ensayos, crónicas y relatos en publicaciones como Oculta Lit, La Tempestad, Latin American Literature Today, Revista de la Universidad de México, Reporte Sexto Piso, entre otras. Los eufemismos, su primera novela, fue publicada en Chile (Los Libros de la Mujer Rota) en 2020 y en México (Ediciones Antílope) en 2021.
TRAVIS SMITH (Estados Unidos, 1970) | Artista gráfico conocido por diseñar carátulas de álbumes para bandas de heavy metal. El periódico Chronicles of Chaos lo considera sin duda uno de los artistas gráficos más talentosos del heavy metal actual. Entre 1998 y 2022 ha realizado más de 100 proyectos gráficos completos (no solo las portadas) para varias bandas de heavy metal, incluyendo Devin Townsend, Katatonia, Nevermore, Opeth, Anathema, Black Crown Initiate, Soilwork, King Diamond, Novembre, Avenged Sevenfold, Strapping. Young Lad, Perséfone, Riverside y Overkill. La base de su trabajo consiste principalmente en la creación completa del arte de cada álbum. Es conocido por un estilo oscuro e introspectivo que se basa en gran medida en la fotografía, compuesta digitalmente con varios otros medios. También se utilizan texturas acrílicas, así como acuarelas, pasando por un proceso de digitalización y posterior superposición sobre matrices fotográficas. Tenerlo con nosotros como artista invitado es una forma de reconocer la belleza de su creación. En una breve conversación, nos autorizó a utilizar todo este material.
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 13
Número 212 | julho de 2022
Artista convidado: Travis Smith (Estados Unidos, 1970)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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