El ideal socialista, por otra parte, ha cesado de tener la misma fuerza liberadora
de antaño. En vez de reflexionar acerca de sus fallas y promover la reforma de sus
estructuras de pensamiento, el socialismo ha pasado a ser una especie de cómplice
estratégico de los poderes establecidos, anquilosándose ahí donde ha tomado el poder.
El imperativo ético que debe promover los valores del socialismo, con todas sus
variantes, se encuentra pues en plena crisis. La izquierda ha perdido su ímpetu
libertario, a pesar de ir dando muestras de un despertar esporádico por parte de
algunos elementos jóvenes. No cabe duda que las nuevas técnicas de comunicación
ponen al alcance de los rebeldes unos instrumentos subversivos, como parece que
está ocurriendo en algunos países árabes (sobre todo por parte de las mujeres),
o en el reciente movimiento de los “indignados”. Este hecho sin precedencia obliga
a replantear los medios de los cuales puede valerse la izquierda para comunicar
un mensaje renovador, sin renunciar al mismo tiempo a sus valores éticos. Frente
a ese panorama nada prometedor y a ratos ambiguo, la utopía parece adquirir su actualidad.
André Breton no se equivocó entonces cuando desilusionado por una izquierda inspirada
en el marxismo que había renunciado a sus ideales, escogió el único camino que le
quedaba: encontrar en el pensamiento utópico una fuente renovadora de las gastadas
fórmulas del pensamiento revolucionario.
A partir de temprana fecha la tendencia de Breton a incorporar dentro de la
corriente surrealista, un caudal de creencias ajenas y aún contrarias al marxismo
preponderante, se hizo evidente. De acuerdo con Didier Ottinger, del comunismo a la utopía y a la anarquía (una
evolución) del análisis social surrealista se desliza subrepticiamente de la dialéctica
marxista a la polaridad de lo sagrado (1). Era inevitable que el poeta que había
pactado con dementes y primitivos, dirigiera su pensamiento hacia unos derroteros
que nada tenían que ver con las tradicionales ideologías imperantes. En definitiva,
lo que Breton intentó de acuerdo con lo dicho por Didier Ottinger, lo aclara Herbert
S. Gershman cuando nos afirma que el surrealismo
estaba destinado a permanecer como una promesa milenarista y los surrealistas más
como buscadores que como encontradores. Fue en su búsqueda sin embargo, donde radica
su salvación (2). De acuerdo con esa frase todo parece indicar que la sombra
de Joachim di Fiori llevado por los ángeles
terribles que Breton cantara en su poema “Plein Marge”, parece planear sobre
su pensamiento.
La frase de Breton que fue publicada en 1934 en su libro Point du Jour –El surrealismo es lo que será–,
encierra dos principios fundamentales que habrían de convertirse en el norte del
autor de Nadja. El primero mantiene su
intención de hacer del surrealismo una búsqueda poética y no un mero mecanismo de
acción política. El segundo principio basado en el significado simbólico del “oro”,
inserto en el epitafio de su tumba, revela la inclinación de André Breton hacia
el hermetismo y la alquimia en particular. La edad de oro para Breton se proyecta
pues hacia el futuro, introduciendo en el concepto de la utopía una especie de mito-poesía
que los románticos ya habían prefigurado. Saint Simon había afirmado que Los poetas antiguos, atormentados por los añoranzas
del pasado, colocaron la edad de oro tras nosotros… y se equivocaron… lo juro por
el eterno progreso, la edad de oro se encuentra ante nosotros (3). La utopía fue convertida en un objeto estético
dentro de un proyecto de exploración que intentaba reconciliar ambas tendencias:
la política y la poética, o sea, a la persistente aspiración de Breton de conciliar
a Marx con Rimbaud. Ambos principios pues quedaron indisolublemente unidos en el
destino que Breton quiso imprimirle al surrealismo. Octavio Paz pudo decir a este
respecto que: (Breton) nunca pensó que hubiese
una contradicción esencial entre los mitos y la utopía, la poesía y los programas
revolucionarios. Leía a Fourier como podemos leer los Vedas o el Popol Vuh, y los
poemas esquimales le parecían profecías revolucionarias (4). Un autor allegado
al surrealismo, Michael Lowy, refiriéndose a Walter Benjamín, subraya que la utopía revolucionaria debe pasar por el
redescubrimiento de una experiencia antigua, arcaica, prehistórica… el comunismo
primitivo… la armonía originaria con la naturaleza, el paraíso perdido… Benjamín
no propone una vuelta al pasado, sino más bien según una dialéctica propia del romanticismo
revolucionario, un “desvío” a través de un pasado hacia un porvenir nuevo… (5). En otra de sus obras (6) nos dice acerca
del pensador judeo/alemán que para Benjamín
la idea de las correspondencias es la utopía gracias a la cual un paraíso perdido
parece proyectado hacia el porvenir. Marcel Spada en su libro Erotiques du Merveilleux (6) indica que Cuando Péret afirma que todos los mitos contienen
una aspiración a la felicidad unida al sentimiento de las posibilidades y obstáculos
que se levantan entre los hombres y sus deseos, pone la edad de oro no detrás sino
delante de nosotros. Las ideas de Walter Benjamín o las Péret no se encuentran
alejadas de las que Breton propuso como parte vital de su búsqueda. Breton por muy
próximo que estuviera a los ensueños de Rousseau o al pensamiento llamado “salvaje”,
no se hacía ilusiones en cuanto a un regreso a un “estado natural” existente antes
de la caída. La conciencia de haber perdido un paraíso primordial que yace en el
pensamiento primitivo, lo impulsaba a rememorar lo que había sucedido en tiempos
pasados, como bien lo explica Mircea Eliade. La propuesta bretoniana, en cambio,
apuntaba no hacia el mero recuerdo de ese pasado sino a una revelación dentro de lo cotidiano, del “más
allá de la existencia”, englobando su pasado y presente, que el surrealismo vislumbra
como posible.
Breton aparenta contradecir, sin embargo, lo anteriormente expuesto cuando en
uno de los poemas de Clair de Terre lamentó
que todos los paraísos se habían perdido.
No cabe duda por tanto, que el proyecto utópico surrealista se apoya en ideas
enraizadas en las creencias de los primitivos y los hermetistas, los cuales intentaban
el rescate de ese paraíso. El romanticismo hizo suyas esas ideas y durante la década
de los sesenta, pensadores tan disímiles como Norman O. Brown, Murray Boockhin y
Herbert Marcuse, las interpretaron bajo puntos de vista diferentes, pero que en
gran medida convergían con los de Breton. Por su parte Ruth Benedict hace una crítica
divergente con otra perspectiva: Usar las
sociedades primitivas para discutir las formas sociales, tiene una conexión necesaria
con el retorno romántico a lo primitivo… la utopía romántica que va en búsqueda
de lo primitivo, por muy atractiva que sea, representa usualmente para los estudios
etnológicos más un obstáculo que una ayuda… (7). Breton continuando los pasos del romanticismo, y a pesar de las objeciones
de la etnóloga estadounidense, intentó pactar en un momento dado, con el milenarismo
marxista que en gran medida sentía sobre su conciencia la pérdida de ese paraíso.
El proyecto surrealista lo fue llevando pues por otros caminos, que a la larga resultaron
en una serie de encuentros nada fáciles con el marxismo y el anarquismo. Ambas experiencias
tuvieron consecuencias profundas en la formación del pensamiento surrealista, y
eventualmente en su decisión de abandonar una militancia política de corte pragmático
y oportunista, para refugiarse en los pensadores utópicos y en Fourier en particular.
Guste o no guste a las
grandes figuras que presiden los destinos del socialismo científico… los grandes
orujos no podrían hacernos despreciar los vinos claros. A través de sus exageraciones
y de lo que en ellos procede de la exaltación imaginativa, no podemos negarnos a
conceder a los escritores reformadores de la primera mitad del siglo XIX, en el
mismo grado que los artistas primitivos, el beneficio de la extrema lozanía… en el terreno social, como en lo demás, se puede esperar que de la confusión
ideológica sin precedentes que marcará el final de esta guerra, surgirán un gran
número de propuestas radicales fuera de los
encuadramientos y que… harán hablar
muy alto, ante la carencia provisional del lenguaje del espíritu, el lenguaje del
corazón y los sentidos… (8).
En el fondo el problema de la historia se traduce para los surrealistas, en
un arcano que la razón sola no elucida, siendo el deseo y el amor en tanto que motores
de la poesía, otros factores que ayudan a explicarla. Existe dentro de este concepto,
la vieja aspiración gnóstica, que Karl Jung reviviera, de enfatizar la fuerza “ardiente”
del deseo, frente a la “creciente” del progreso. El eje axiológico donde descansa
ese punto de vista, encamina necesariamente a la utopía surrealista por otros senderos,
liberándola de la férula dogmática de esencia totalitaria que el marxismo soviético,
el fascismo y las religiones organizadas, llegaron a implantar en sus respectivas
zonas de poder.
Fue así entonces que, a pesar de una atmósfera aún influida por Marx, que André
Breton decidió no abrirle la puerta y dejarlo pasar. Tampoco los jóvenes rebeldes
obedientes al lenguaje del corazón y los sentidos,
que comenzaron a despuntar durante aquella época lo hubieran hecho. Otros miembros
del grupo se mostraron en su mayoría indecisos, aunque algunos como Wolfang Paalen
fueron tajantes en sus respuestas: “No, porque
su doctrina ha engendrado la religión más opresiva”. Paalen fue en ese sentido
como veremos, uno de los críticos más agudos que tuvo el surrealismo, en cuanto
a su entrega a la dialéctica hegeliana y a la praxis política que se desprendía
de la misma adoptada por el marxismo, y llevada a cabo por el leninismo.
A pesar de que se trataba de un juego, lo cierto es que esas respuestas fueron
reveladoras de una actitud que se remontaba a los comienzos mismos de la formación
del grupo, cuando aún el nihilismo de los dadaístas continuaba haciéndose sentir.
Antonin Artaud que siempre fue en el fondo un surrealista herético, se alejó del
movimiento cuando algunos de sus miembros decidieron entrar en el partido comunista.
Luis Mario Schneider escribe con relación a esto que:
Es revelador observar que
el fracaso que para la mayoría de los surrealistas significó el ingreso al Partido
Comunista se traduce, en muchos, en la caída dentro de un mundo primitivo que los
antropólogos se han encargado de exaltar, es el caso de Bataille, de Mabille, el
del propio Breton y, a su manera alucinada y errabunda, el de Artaud. Lo que equivale
a decir que aún en esto se mantiene la congruencia del movimiento. (9)
A pesar de ello, tanto Breton como otros surrealistas, decidieron a la larga
entrar en el Partido Comunista hacia fines de los años veinte, aunque sin renunciar
a sus actividades de carácter puramente poéticas. Ni el pasado de los surrealistas
ni sus experimentos con el automatismo y los sueños bajo el influjo del psicoanálisis,
se avenían con las tácticas de un partido obediente a las estrategias de la URSS.
Para los surrealistas que escogieron militar en el aparato dogmático del partido,
el prestigio de la revolución rusa permanecía vivo, lo cual justificaba según él,
su membrecía en el mismo. Ya desde temprana fecha, los surrealistas se habían agrupado
en torno a una serie de publicaciones de tendencia marxista como Clarté (1926). En esa revista la actitud
rebelde de los surrealistas, se hizo sentir en contra de algunos de los dómines
del partido como Henri Barbusse, al mismo tiempo que L’Humanité su órgano oficial, no tenía reparos en atacar la poesía surrealista
representada en libros como Capitale de la
Douleur de Paul Éluard. Pierre Naville uno de los surrealistas de primera hora
identificado con “Clarte”, y posteriormente militante del trotskismo, publicó en
1926 un libro titulado La Revolution et les
Intellectuelles: Que peuvent faire les surrealistes?, donde planteó las contradicciones
internas que existían entre los comunistas y los surrealistas, criticando la negatividad
radical del éstos a favor de una militancia concreta dentro del partido. La respuesta
de Breton fue inmediata: en ese mismo año publicó su panfleto Legitime Defense, donde declaró: “La llama revolucionaria arde donde quiere y
no le incumbe a un pequeño número de hombres, en el período de espera en que
vivimos, de decidir si es aquí o allá donde debe arder” (10). Esa respuesta
contundente no brindó espacio para un futuro entendimiento entre los que ostentaban
“la verdad revolucionaria” representaba por el partido comunista, y los que creían,
prosiguiendo por otros derroteros, en la apertura del ideal revolucionario a variadas
influencias.
Para ayudar a transformar
el mundo, era preciso pensarlo de modo distinto a como habíamos hecho hasta entonces,
y, particularmente, suscribir sin reservas la famosa primacía de la materia sobre
el espíritu. Esta era una necesidad a la que nos resignábamos pero que implicaba
apreciables sacrificios por parte de muchos de nosotros (11).
Esa confesión dicha por él durante las entrevistas que André Parinaud le hiciera
para la radio francesa, aclara la encrucijada en que los surrealistas se encontraban
durante la época de su militancia comunista. En otra de las respuestas que le diera
a las preguntas de Parinaud, Breton añadió:
“… aún cuando la actividad
surrealista propiamente dicha continuaba desarrollándose en su propio plano –el
de la experiencia y la aventura interiores– no por ello dejaba de hallarse mediatizada
por la preocupación de evitar un conflicto a fondo con el marxismo… en materia de
transformación social del mundo, las consideraciones urgentes prevalecían por encima
de todas las demás. El instrumento requerido para esta transformación existía y
ya había dado pruebas de ello: se llamaba marxismo-leninismo. No teníamos aún ninguna razón para suponer que su punta estuviera envenenada (12).
En el fondo lo que continuaba siendo la piedra de toque de las relaciones entre
los marxistas y los surrealistas, era una concepción divergente de la síntesis a
que debería conducir el proceso dialéctico. En ese sentido Bruce Baugh en el libro
French Hegel From Surrealism to Postmodernism
(13) señala que Breton afirmaba que la negación
y la contradicción no se limitaba sólo a la esfera económica-política… es por ello
que la revolución surrealista es un aditamento necesario a la revolución marxista…
Pero ¿cómo podría verificarse ese aditamento sin romper la estructura en la
cual se sostenía el edificio racional del dogma marxista? En ese mismo libro este
autor añade que Lo que separa el surrealismo
del marxismo no es la valorización de una síntesis total que este proclama y que
corresponde en muchas formas al sueño surrealista del punto supremo o fusión de
los contrarios, la diferencia yace en la actitud de los surrealistas acerca de la
razón y del trabajo, que los marxistas valoran y de la cual los surrealistas buscan
escaparse (14). Ferdinand Alquie en su conferencia “Humanisme Surrealiste et
Humanisme Existencialiste” (15) respondió a ese dilema cuando dijo que Los surrealistas interpretaron poéticamente la
filosofía de la síntesis que el hegelianismo y el marxismo adoptaran. Clifford
Browder en su libro André Breton Arbitrer
of Surrealism (16), ahonda en ese concepto: El segundo manifiesto (surrealista)
escrito años después de la adhesión al marxismo, presenta al surrealismo como un
intenso esfuerzo espiritual desarrollando el concepto, prestado del ocultismo, del
punto supremo… una posición como ésta pone de manifiesto la tendencia instintiva
del surrealismo hacia la trascendencia… la actitud materialista ponía en peligro
la esencia de la experiencia surrealista: la intuición de lo maravilloso.
El conflicto entre ambas posiciones fue posiblemente planteado en el primer
número de la revista Acephale, fundada
en 1936 por George Bataille y André Masson donde aparece una cita de Kierkegaard:
Lo que parece como político y se imagina a
sí mismo de esa manera, un buen día mostrará que no es más que un movimiento religioso.
Si substituimos “lo religioso” por “lo maravilloso” veremos que la aspiración
se encaminaba por senderos que los surrealistas comenzaban a recorrer y que los
marxistas nunca quisieron transitar. La acusación que le hicieran a Breton de querer
estetizar la política y viceversa parte de ese hecho que marcó una separación definitiva
con la ideología marxista. En el fondo Breton no hizo sino seguir a Schiller, quien
proclamara que era a través de la belleza cómo se llegaba a la libertad.
La lanza envenenada del marxismo a la que Breton se refería, despuntó a la postre
a pesar de las formulaciones tempranas del joven Marx como Erich Fromm o Maximilian
Rubel lo habían probado. Ferdinand Alquie en su libro Philosophie du surrealisme (17) nos dice que:
Los trabajos de Maximilian
Rubel establecieron que Marx antes de construir una filosofía marxista, ya había
concebido al socialismo como una llamada patética al individuo, sin nada de doctrinal
o de especulativo… el marxismo que le sucede a Marx parece por la lógica de sus
postulados materialistas, absolutamente rebelde a toda dimensión propiamente moral
o metafísica… de ahí que aquellos que como Breton fueron conducidos al marxismo
por una exigencia ética, se vieron ante una situación diferente a la que conoció
Marx, encontrándose frente a una doctrina ya constituida y defendida por instituciones
poderosas y tiránicas que han codificado todas las cuestiones filosóficas… las obras
surrealistas se resisten a la opresión del dogmatismo materialista…
Esa opresión fue percibida por Eduard Bernstein, uno de los fundadores de la
social-democracia, que Marx y Engels anatemizaron, y por Proudhon cuando se negó
a participar en la invitación que le hiciera Marx a sumarse a la Internacional.
La negativa del autor de “¿Qué es la Propiedad?”, facilitó a la postre, el paso
a otras alternativas, entre éstas el cooperativismo anarquista, que los surrealistas
saludaron con entusiasmo décadas más tarde.
Marx cerraba un camino que los surrealistas emprendieron con pasión, camino
que Freud había sembrado con sus teorías de la represión y del inconsciente que
llevaban directamente –como bien lo viera Norman O. Brown– al misterio del corazón
humano. De ahí que tanto Marcuse (más allegado al marxismo), y Brown no renunciaran
a la tradición del romanticismo alemán que Marx a la larga abandonara. Ambos autores
coinciden –como Breton– que el camino de la liberación también pasa por la libido
y una asimilación erótica de la realidad coincidente con la poética de Breton. La
palabra deseo como nos recordara Octavio Paz, no aparece en el vocabulario de Marx,
y esa ausencia cortó los vínculos que durante un cierto período de tiempo mantuvo
a los surrealistas al lado de los marxistas. De acuerdo con Roger Picard El socialismo romántico francés lejos de mostrarse
materialista como el marxismo alemán, es idealista y sentimental, como la poesía
de su tiempo. Es más fraternitario que comunitario, uniendo la reforma moral, incluso
religiosa, con las soluciones económicas y sociales que preconiza, en una palabra
los problemas espirituales con las mejoras materiales… (18). En ese sentido la línea romántica bretoniana
escoge la vía francesa de interpretar los cambios sociales bajo otra óptica, afín
a la utopía de un Saint Simon o Fourier, que al materialismo dialéctico de Marx.
Pero al mismo tiempo que lo hace, se mantiene fiel al romanticismo alemán allegado
a otras concepciones poéticas y metafísicas. No en balde Marx llamara con sorna
a los blanquistas y otros reformistas sociales, alquimistas de la revolución, lo
cual Breton nunca hubiese aceptado.
Dadas las precarias condiciones en que los surrealistas se encontraban dentro
del partido y las concesiones ideológicas que tuvieron que hacer, se hacía inevitable
la ruptura, la cual ocurrió en 1932 tras numerosas crisis internas. La historia
detallada de todo ese proceso puede leerse en libros como los de Maurice Nadeau,
Gerard Durozoi o Helena Lewis. (19). La ruptura entre Breton y otros surrealistas
arrastró eventualmente a Aragon, Éluard y Sadoul del lado estalinista mientras que
se sumaban nuevos nombres en las filas del grupo. Una vez que esa ruptura se hizo
oficial, Breton y Péret gravitaron hacia la disidencia naciente encarnada en la
figura de Leon Trotsky que a la sazón había encontrado refugio en México en 1937.
Fue Hegel quien me situó
en las condiciones requeridas para percibir ese punto (el supremo), para tender
todas mis fuerzas hacia él y para hacer de esa misma tensión el objeto de mi vida…
allí donde no puede funcionar la dialéctica hegeliana no hay, para mí, pensamiento
ni esperanza de verdad… cuando todas las compuertas de esa dialéctica estuvieron
abiertas en mi, creí constatar que no había tanta distancia entre el “lugar” en
que afloraba el llamado pensamiento “tradicional”. Ambos tendieron a convertirse
en mí en un único e idéntico lugar (21).
Para Martin Jay la aproximación de los surrealistas a la dialéctica hegeliana
comenzaba “con un rechazo del racionalismo
logocentrista que estaba en el núcleo del pensamiento de Hegel. La síntesis que
(los surrealistas) esperaban alcanzar tenía que incluir lo racional y lo irracional,
cordura y locura, conciencia despierta y dormida” (22). Ferdinand Alquié en
su conferencia ya citada sobre “El Humanismo Existencialista y Humanismo Surrealista”
nos dice algo semejante: ¿Con qué filosofía
se identificaban los surrealistas? Era al hegelianismo y al marxismo… pero es poéticamente
cómo los surrealistas interpretan esta filosofía de la síntesis” (23). Si bien
es cierto que Breton creía en el poder esclarecedor de la dialéctica, era porque
percibía en ella un instrumento de exploración poética, y no un reduccionismo racionalista
del pensamiento, latente en la filosofía del pensador alemán. Basta –como nos explica Juan-Eduardo Cirlot–
(24) que el surrealismo advierta la realidad
de una contradicción, de un dualismo cualquiera, para que se aferre frenéticamente
a él, intentando hacer suyos los dos principios enemigos, siendo ahí donde radica
su misticismo de origen germánico, que puede hacerse remontar al Meister Eckhart
o a Jacob Boheme.
La “Filosofía del Espíritu” contiene en su programa una estética de la razón
que Hegel define como mitología. El proyecto de Hegel continúa pues dentro de una
línea de pensamiento que Vico inaugurara en el siglo XVIII. En su prefacio a “Reason
and Revolution” (25) Herbert Marcuse afirmó que la dialéctica y el lenguaje poético se encuentran en un terreno común… el
elemento común es la búsqueda de un lenguaje auténtico, el lenguaje de la negación
como el gran rechazo para aceptar las reglas de un juego donde los dados están cargados…
la poesía es el poder de negar las cosas, el poder que paradójicamente Hegel reclama
para todo el pensamiento auténtico… El peso que los surrealistas pusieron sobre
la idea de la totalidad fue según Martin Jay (26) una variante de la de Hegel, al
incluir en la misma la síntesis entre lo racional y lo irracional, la conciencia
despierta y lo sueños, la locura y la cordura, que preparó el camino para el rescate
de Hegel llevado a cabo por Alejandro Kojeve. En otras palabras, que la “totalidad”
surrealista era en el fondo, el espacio utópico de lo maravilloso. Para Bruce Baugh
(27) los surrealistas podrían ser considerados como precursores del postmodernismo
en la medida que su práctica resiste la síntesis
totalitaria… la oscilación surrealista entre los polos subjetivos y objetivos, establece
una conexión entre ambos sin abolir su oposición. Como en un campo magnético, la
fuerza surrealista no se encuentra en el uno o en el otro sino entre ambos. Nada
de esto sin embargo, satisfizo a Wolfgang Paalen como ya habíamos señalado. En su
famoso artículo “Farewell au Surrealisme”, aparecido en el primer número de la revista
Dyn (28) que el pintor y teórico publicara
en México entre 1942-1943, Paalen le reprocha a Breton adherirse a un sistema de
pensamiento que anidaba una práctica cuyo fracaso se demostró en la Unión Soviética.
Para este pintor se trataba de mantener en vivo lo que el surrealismo siempre defendió:
la poesía en todas sus manifestaciones. Paalen entonces según Luis Mario Schneider,
(29) replantea el surrealismo en un momento
histórico que destruye toda posibilidad de cercanía con una salvación política.
¿Acaso no fue lo que Breton escogiera, en definitiva, al saludar la utopía de
Fourier?
La reciente publicación de un libro acerca de Hegel (30) que trata a fondo sobre
la influencia que ejerciera sobre su pensamiento la tradición hermética, hubiese
aclarado aún más para estos autores la naturaleza de la aproximación de Breton al
autor de “La Fenomenología del Espíritu”. Lo que los surrealistas asimilaron en
la filosofía hegeliana venía ya cargado de una tradición que se remonta a la mística
alemana y a la Cábala. ¿Cómo era posible entonces que éstos pudieran haber militado
dentro de una organización como la del Partido Comunista cuyos fines eran totalmente
opuestos a esa tradición? Quizás porque como observara Maurice Blanchot “el servicio que los surrealistas esperaban del
marxismo era que le preparara para ellos una sociedad en la cual todos fueran surrealistas
(31) Es decir en una sociedad donde de acuerdo con Clifford Browder “la actitud materialista no pusiera en peligro
la esencia de la experiencia surrealista: la intuición de lo maravilloso” (32).
El paso siguiente a seguir para Breton transitaba pues por otros caminos, como quedó
demostrado en lo que expuso en su “Segundo Manifiesto del Surrealismo” y en sus
“Prolegómenos a un Tercer Manifiesto”. Cualquier lector de ambos escritos, encontrará
en sus páginas la creciente afición de Breton hacia las doctrinas esotéricas, como
veremos durante el transcurso de otros ensayos publicados en este libro.
La independencia de pensamiento que Breton defendía celosamente tenía que llevarlo
a conclusiones ajenas a los principios materialistas del marxismo. En el Segundo
Manifiesto Breton expresó lo siguiente: “Verdaderamente
no comprendo por qué razón, aunque ello desagrade a revolucionarios de limitados
horizontes, debemos de abstenernos de propugnar la revolución, de aplicarnos a los
problemas del amor, del sueño, de la locura, del arte y de la religión, siempre
y cuando lo enfoquemos desde el mismo punto de vista de aquellos –y también nosotros–
lo enfocan. (33) Años más tarde, en 1973, en el Bulletin de Liason Surrealiste,
Vincent Bounoure afirmó: “Lo que está en causa
es una poetización radical del mundo o más precisamente una transvaloración sin
retorno de las relaciones sensibles que el espíritu mantiene” (34) O sea, que
más de treinta años después que Breton formulara sus puntos de vista, la cuestión
continuaba planteándose con el mismo sentido de urgencia, dentro del seno del movimiento.
Y era que no podía haber un compromiso con una doctrina cuya finalidad era esencialmente
política mientras que la surrealista se basaba en otra escala de valores. Jacques
Abeille otro surrealista que surgiera en tiempos post-bretonianos, expuso en el
mismo “Bulletin” que “no podía haber una política
surrealista posible, pues ningún poder podría darle satisfacción al Surrealismo”
(35).
La revelación de lo maravilloso, que sólo puede ser obtenida conjurando la poesía
que se encuentra latente en el mismo, posee sus propias reglas de juego, que nada
tienen que ver con un proceso dialéctico encaminado a la toma del poder, por muy
anclado que se encuentre en Hegel. Es por eso que él no compromiso surrealista,
afectó su militancia en las filas del Partido Comunista. Pero la tendencia de los
surrealistas a saludar en el rebelde o supuesto rebelde la encarnación del verdadero
revolucionario, los incitó a percibir en la figura de León Trotsky como al héroe
de una revolución que para ellos no había perdido su atractivo.
TROTSKY | El encuentro
entre Trotsky y Breton se produjo en México en 1938. Para esa época los procesos
de Moscú y la Guerra Civil Española habían marcado decisivamente la conciencia revolucionaria
mundial. Los surrealistas no fueron ajenos a las conmociones que ambos hechos provocaron
en el plano revolucionario, denunciando los primeros y apoyando los movimientos
de izquierda que luchaban contra el fascismo en España. Benjamín Péret pasó a formar
parte primero de las filas del POUM (trotsquista) como lo hiciera Eugenio Granell,
y de los anarquistas después, mientras que Breton con una hija recién nacida, se
quedó en Paris. Cuando Breton llegó a México fue recibido por Diego Rivera quien
le proporcionara albergue. Pocos días después visitó a Leon Trotsky entablándose
entre ambos una relación que no siempre fue cordial. Mientras que Trotsky desconfiaba
en el fondo de las ideas de Breton (y no sin razón desde su perspectiva), creyendo
que éstas “abrían una ventana que iba a dar
al más allá”, Breton se sintió conmovido hasta la adoración, ante la presencia
del viejo militante revolucionario convertido en el gran disidente del estalinismo.
La historia de ese momento ha sido relatada bajo distintos puntos de vista. Gerard
Roché cuenta el incidente que tuvo lugar entre ambos con relación a la “personalidad”
de los perros que Trostsky defendía y Breton rechazaba. (36). De todas esas lecturas
lo que se pone en evidencia son las diferencias fundamentales que separaban la concepción
marxista de Trotsky, y los conceptos que formaban la base del pensamiento de Breton.
Nada más distante de lo que Trotsky tenía en mente, que esos conceptos que postulaban
la encarnación de la poesía en la historia. Es curioso que dos de los personajes
que atrajeran apasionadamente a Breton, Freud y Trotsky se encontraran alejados
de una experiencia poética (entendida a la manera surrealista), que para Breton
era esencial. A pesar de ello, la lectura que hiciera Breton en 1925 del “Lenin”
de Trotsky (escrito en 1924) fue crucial para la orientación de muchos surrealistas
hacia el materialismo dialéctico. Arturo Schwarz en su libro Breton/Trotsky (37) menciona que
La diferencia entre ambos mantuvo su vigencia en la medida en que el poeta pensaba
en términos utópicos, mientras que el revolucionario menchevique creía en la necesidad
de cambios sociales concretos, a través de un instrumento (el partido) cuya acción
era exclusivamente política. Acción que defendía el principio, rechazado con vehemencia
por Breton, de que el fin justifica los medios. Benjamín Péret por su parte, siempre
mantuvo un difícil equilibrio entre su militancia política (mucho más activa que
la de Breton), y sus creencias poéticas. Eso no le impidió que saludara en la revista
Médium (38) la autobiografía de Trotsky,
haciendo un análisis detallado de su pensamiento. En su largo ensayo Péret destacó
en el mismo, algunas contradicciones que de acuerdo con él había incurrido Trotsky.
En el fondo todo parecía indicar que el estancamiento de la revolución rusa en el
terror estalinista, se debía en gran medida al pensamiento filosófico que la sustentaba,
pensamiento que tanto Lenin como Trotsky habían adoptado sin reservas, y del cual
los surrealistas terminarían alejándose.
Lo que quedó de tangible de la visita de Breton fue la redacción entre el líder
menchevique y Breton de un manifiesto: “Por un Arte Revolucionario Independiente”.
Las tensiones que se suscitaron entre Trotsky y Breton en torno a la confección
final del manifiesto, también ha sido relatado con detalles por algunos autores
testigos de los hechos. (39) Aunque Trotsky no lo firmó (Diego Rivera lo hizo como
substituto), la esencia del mismo se debe a su mano. La conclusión de ese manifiesto
condujo a la fundación de una Federación Internacional
del Arte Revolucionario Independiente (FIARI) que tuvo corta vida. Una lectura
del manifiesto nos sitúa de nuevo en la coyuntura en que los surrealistas se encontraron
a raíz de su adhesión al Partido Comunista. Existen, en el mismo de una parte y
la otra, concesiones evidentes, si no ¿cómo es posible explicar sus referencias
al anarquismo o al psicoanálisis? En ambas la mano de Breton aparece cuando habla
de los “mecanismos de sublimación… que el
psicoanálisis ha puesto de manifiesto y que tienen por objeto restablecer el equilibrio
roto entre el “yo” coherente y los elementos reprimidos” o cuando afirma que
“para el desarrollo de las fuerzas productivas
materiales, la revolución está en la obligación de erigir un régimen socialista de plan centralizado, para la creación intelectual
debe desde el principio mismo establecer y asegurar un régimen anarquista de libertad individual” (40).
Escrito bajo el espíritu de la época, hoy mucho de lo que este manifiesto dice
nos parece anacrónico. Pero lo que sí revela es una tensión entre el proyecto de
Breton de alcanzar la libertad por otras vías (abriendo como Trotsky sospechaba,
una ventana hacia el más allá), y la estrategia política de éste para conseguir
la misma mediante los métodos clásicos expuestos en el marxismo-leninismo. Por otra
parte, no podemos olvidar que los anarquistas siempre condenaron al organizador
del ejército rojo como uno de los responsables de la masacre perpetrada contra los
marinos que se rebelaron en Cronstadt en 1922. Los escritos de Emma Goodman no dejan
lugar a dudas al respecto. A pesar de ello, Breton siempre mantuvo en vivo su espíritu
de solidaridad con Trotsky aún cuando expresara sus dudas sobre el contenido de
su panfleto “Su Moral y la Nuestra”. Péret por su parte compartió con Breton su
admiración, continuando su militancia trotsquista al mismo tiempo que su naturaleza
rebelde lo condujo hacia el anarquismo.
SEGUNDO ENCUENTRO:
EL ANARQUISMO | Oficialmente los Surrealistas no se acercaron a los anarquistas
hasta los años cincuenta cuando ya Breton había formulado su inclinación hacia el
Socialismo Utópico. Prefiero, sin embargo, continuar con el proceso de alejamiento
de Breton del materialismo dialéctico, para cerrar este trabajo con la utopía como
respuesta final que hiciera al mismo. En un escrito suyo incluido en La Llave de los Campos titulado “La Clara
Torre” Breton confesó que “Donde el surrealismo
reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo y cuando no era sino
asociación libre entre individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las
coacciones sociales y morales de su tiempo, fue en el anarquismo” a continuación
en ese mismo escrito se pregunta “Por qué
no pudo operarse en aquel momento una fusión orgánica entre elementos anarquistas
propiamente dichos y elementos surrealistas? Yo aún me lo pregunto veinticinco años
después” (41), A guisa de justificación la respuesta que de inmediato da Breton
refleja las contradicciones internas a que hemos venido aludiendo: “No es dudoso que la idea de la eficacia, que
había de ser el señuelo de toda esa época, lo decidiera de modo muy distinto” (42).
En la época a que alude Breton, la eficacia consistía en la militancia dentro de
un partido específico: el comunista. Pero esa militancia llevaba el sello de las
tácticas y estrategias oportunistas del partido, como lo reflejara Arthur Koestler
en el “Cero y el Infinito”, libro que según Breton poseía un carácter inquietante,
por la forma que revelaba el maquiavelismo estalinista y al mismo tiempo su eficacia
para aplicarlo. Pero la cuestión se planteaba también en otro plano: aquel del espíritu
que era donde los surrealistas podían responder con otra “eficacia” dada la naturaleza
de sus ideales. De ahí que entre el 12 de octubre de 1951 y el 8 de enero de 1953
los surrealistas participaran con unos llamados “billets” en la publicación anarquista
Libertaire. La inclinación refractaria
que guiaba a los surrealistas a acercarse al movimiento anarquista, se encontraba
plenamente justificada por la conciencia del fracaso que significó para ellos el
comunismo soviético, pero además por la confianza que siempre tuvo en el poder del
hombre de ir libremente contra la corriente. En ese sentido los surrealistas se
opusieron al pesimismo que Camus manifestara en su Mito de Sísifo. Contrariamente a los postulados de Camus, Breton pensó
que algún día el hombre podría llegar a la cima. Existía desde luego el Marx anterior,
el de los manuscritos y los “Grundrisse” que expresaban unos imperativos éticos
que los surrealistas podían aún adoptar, como de hecho lo hicieron alentados en
parte por los escritos de Herbert Marcuse. Pero en el fondo un poema o un collage
reflejaban mejor lo que el surrealismo entendía como el sentido anárquico de la
creación, y la apertura que significaba.
El anarquismo entonces pudo ofrecerle a los surrealistas un puente entre su
visión utópica y la necesidad que alimentaban de “cambiar al mundo” y “transformar
la vida” al revés de lo que pidieron Marx y Rimbaud. Un escritor anarquista Murray
Bookchin, que conocía el surrealismo aunque no tengo datos si los surrealistas habían
oído hablar de él, expuso en su libro Post
Scarcity Anarchism “que los medios existen
para el desarrollo del hombre total, liberado de la culpa y las manipulaciones de
los modos autoritarios del entrenamiento, entregándose al deseo y a la aprehensión
sensual de lo maravilloso” (43). Estas palabras tan cercanas a las que Péret
le escribiera a Breton, revelan que dentro de la corriente anarquista existen puntos
de contacto con la búsqueda surrealista de lo maravilloso a través del deseo. Para
Bookchin el elemento surreal en el proceso revolucionario formaba parte de su dinámica
interior, lo cual lo conecta con lo que otros autores citados en este trabajo habían
dicho.
La confianza en la creación que se produce espontáneamente, fuera del control
de la razón, como había pedido Breton en su Primer Manifiesto, se traduce en el
automatismo. Tanto la escritura automática como los diversos juegos a que los surrealistas
se entregaron, reflejan esa necesidad de construir una realidad a partir de un acto
libre por excelencia. La libertad pues, es la llama que enciende el proceso creativo,
proceso que pone de manifiesto la importancia del impulso anarquista: La creencia en la acción espontánea forma parte
de una creencia mucho más amplia: la creencia en el desarrollo espontáneo” (44).
Un mismo puente une el automatismo de los surrealistas y el de los anarquistas.
Ese puente va a ser construido en parte por otras dos tradiciones caras al pensamiento
de Breton: la utópica y la hermética. Con respecto a la tradición hermética Van
Lennep nos dice en su libro sobre la Alquimia (45) que: Para Víctor Hugo el alquimista representaba la encarnación misma del espíritu
libertario y de la emancipación social… esa opinión que los surrealistas habrían
de adoptar, tiende a representar al alquimista bajo los trazos de un anarquista
o por lo menos a un defensor de la libertad de expresión… El alquimista que
Marx viera en Louis Auguste Blanqui, cobra a partir de lo dicho por Van Lennep toda
su relevancia a los ojos del surrealismo.
FOURIER | En una
de las tesis que Herbert Marcuse expuso en su libro Counter-Revolution and Revolt (50) éste afirmaba que la realización
del sueño mediante la revolución era posible y que en ese sentido el programa surrealista
continuaba siendo válido. Quien le abriera esa dimensión a André Breton fue, sobre
todo, Charles Fourier. El descubrimiento de la obra del autor del Nuevo Mundo Amoroso por Breton, se produjo
durante su exilio en los Estados Unidos en los momentos en que se aprestaba a visitar
el Oeste y especialmente a las naciones de los Hopi y los Navajos. Esos encuentros
engendraron una eclosión final en el pensamiento de Breton con respecto a las ideologías
de corte marxista. El resultado fue su “Oda a Charles Fourier”. Poema temático único
en su obra, fue escrito después que Breton tomara conocimiento de la poesía de Aimé
Césaire durante su estancia en la Martinica
La Oda a Fourier continúa los trazos del largo poema de Césaire, usando varias
narrativas, entre las cuales se encuentra la presencia de los Hopis como reconocimiento
del parentesco entre el utopista francés y el pensamiento de los indios Pueblo.
Si para el pensador francés las pasiones humanas reflejan las propiedades de un
animal, vegetal o mineral, para los indios del suroeste la naturaleza ofrece un
cuadro de coordenadas entre lo animado y lo inanimado: nada se mueve sin que el
uno afecte al otro. Esa homología se convirtió para Breton en una poética que llevaba
sus rizomas hasta el ordenamiento social. El poeta pues saluda a Fourier en su Oda:
“Fourier
te saludo desde el Gran Cañón del Colorado/ veo el águila que se escapa de tu cabeza/…
Te saludo desde el instante en que acaban de llegar a su término las danzas indígenas…
Te saludo desde lo bajo de la escala que se hunde con gran misterio en la kiwa hopi la cámara subterránea y sagrada hoy 22
de agosto de 1945 en Miishongnovi a la hora en que las serpientes con un gran nudo
último señalan que están listas a operar su conjunción con la boca humana”… (51).
En ese poema, la tradición del socialismo francés muy mezclada al idealismo
romántico, vuelve a encontrar su camino. Por debajo de la Oda corre un río que arrastra
los nombres de Saint Simon, Enfantin, Fabre D’Olivet, Saint Martin, Martínez de
Pasqually, Eliphas Levi, y tantos otros que ingresaron en el mundo de Breton. Breton
descubre tras una mirada retrospectiva a Fourier, y dentro del nuevo mundo americano,
el anhelo utópico de un porvenir donde puedan convivir el mundo de los Hopis y las
visiones utópicas de Fourier. En ese sentido Gerard Schaefer expresó
Que Breton incline sus
propias convicciones metafísicas a la visión de Fourier como a la de los Indios
es evidente, ¿toda gestión surrealista no consiste precisamente en una lectura apasionada
y subjetiva de las obras del espíritu como las del cosmos?…discípulo de un eterno
y viviente romanticismo, el poeta saca del pasado y de lo real la imagen brillante,
deseable, del futuro. (52).
De esa manera socialismo utópico y primitivismo se unen en una de esas síntesis
a la cual el pensamiento surrealista encaminaba sus pasos, verificando a su vez,
como había apuntado Gerard Schaefer, “la validez
del mundo de Fourier (al mismo tiempo que) el nuevo mundo americano aportaba una
confirmación por el antiguo en la ideología india, a las promesas de Fourier” (53). Jean Gaulmier en esa misma obra cita a
Claude Levi-Strauss donde expone: (54)
Para un Hopi todo se encuentra
unido: un desorden social, un incidente doméstico ponen en peligro el sistema del
universo, cuyos niveles se encuentran unidos por múltiples correspondencias, los
desordenes sobre un plano no son inteligibles y moralmente tolerables sino como
una proyección de otros desórdenes que afectan otros niveles.
Para los Hopis, todos los niveles del universo se encuentran enlazados por múltiples
correspondencias que los llevaba a respetar su armonía, como obedeciendo la frase
de Goethe: Hay protofenómenos que no debemos
perturbar ni lesionar en su divina sencillez. En la vida de estos pueblos, regida
por esos principios, se produce un fenómeno semejante al que Fourier soñara para
sus falansterios. La teoría de las correspondencias le trasmite a Fourier su concepto
de las analogías y la creencia en la “atracción apasionada”, estimulando la concepción
que Breton desarrollara del surrealismo. En la oda a Fourier se verificó entonces
la convergencia “surrealista” entre el arte y mitología de los indios, y el pensamiento
del utopista francés influido por el hermetismo. Ana Balakian apunta en su libro
sobre Breton: (55)
Cuando en “Los Estados
Generales” Breton mencionó a Fabre d’Olivet, no estaba consciente de que su último
gran poema (La Oda a Fourier), estaría dedicado al filósofo que le debía tanto a
Olivet… Sin entrar en los meandros del sistema filosófico de Fourier, podemos notar
que existe un claro paralelo entre lo que Eliphas Levi hizo con la filosofía de
Swendenborg y lo que Fourier hiciera con el socialismo utópico. Levi se apartó de
la noción dualista de las correspondencias entre el mundo espiritual y material,
transformando el sistema de analogías en un sistema monista y materialista regulados
por los poderes naturales del magnetismo…
En su discurso preliminar a la “Teoría de los Cuatro Movimientos” citado por
Octavio Paz (56), Fourier declara que La primera
ciencia que descubrí fue la teoría de la atracción apasionada… pronto me di cuenta
de que las leyes de la atracción apasionada se conformaban en todos sus puntos a
las leyes de la atracción material explicadas por Newton, el sistema de movimiento
del mundo material era el del mundo espiritual. Sospeché que esa analogía podía
extenderse de las leyes generales a las leyes particulares, y que las atracciones
y propiedades de los animales, vegetales y los minerales quizás estaban coordinadas
de la misma manera que la de los hombres y los astros…así fue descubierta la analogía
de los cuatro movimientos: material, orgánico, animal y social… Ambas citas
aclaran la importancia que tuviera para Breton el descubrimiento de Fourier, como
el que creó las precondiciones para una teoría de la liberación total y no parcial
de los poderes sujetos aún dentro de la humanidad.
Lo que subyace en el pensamiento utópico de Fourier es la creencia –cara para
los románticos-, que no puede existir un estado de libertad sin que la poesía, con
toda la amplitud que implica, se encuentre en la raíz de cualquier actividad humana.
A ese respecto Patrick Tacussel nos dice:
La analogía vislumbra una
totalidad universal de orden estético, siendo una forma de pensamiento que se aparta
de los encadenamientos causales estrechos, como los que operan en la psicología
o en el modelo mecanicista de las ciencias. Podemos notar su parentesco, y hasta
su participación efectiva con un sistema del lenguaje apoyado de entrada sobre el
signo iconográfico, abandonándolo a ratos a la inseguridad del sentido (el hieroglífico)…
Sobre esta base la analogía es a su vez una forma de razonamiento y el punto de
partida de una hermenéutica de las mediaciones discretas que nos permite leer el gran texto de lo viviente. Fourier, impregnado del
espíritu romántico, hereda una tradición espiritual que se remonta a Horapollus
y sus “Hieroglíficas” (1419) y por sus alegorías al universalismo propio del gnosticismo…
(57)
La exuberante imaginación de Fourier tenía mucho que ver con su concepción erótica
la cual coincidía con las aspiraciones surrealistas de Breton. En los comentarios
que Jean Gaulmier hiciera a la edición de la “Oda a Fourier” (58), éste nos dice
que Al igual que Fourier, André Breton es
un gran poeta del amor feliz para quien la felicidad consiste en tener suficientes
pasiones y numerosos medios para satisfacerla… Pero además Fourier proclamó
dos principios que también formaron parte del proyecto surrealista: la necesidad
de rehacer el entendimiento humano y el de la “separación absoluta” tema que inspiró
la última exposición surrealista dirigida por Breton.
El error de numerosos exégetas de Fourier, como pensaba Jean Gaulmier en sus
comentarios a la Oda de Breton, consiste en considerarlo meramente como un filósofo,
mientras que en tanto que detector de la ‘atracción apasionada”, estuvo más cerca
de la poesía en el sentido surrealista del término. Octavio Paz percibió con claridad
todas las ramificaciones poéticas de la obra de Fourier:
“… La creencia en la analogía
universal está teñida de erotismo: los cuerpos y las almas se unen y separan regidos
por las mismas leyes de atracción y repulsión que gobiernan las conjunciones y disyunciones
de los astros y de las sustancias materiales. Un erotismo astrológico y un erotismo
alquímico… la alquimia erótica –unión de los principios contrarios, lo masculino
y femenino, y su transformación en otro cuerpo– es una metáfora de los cambios,
separaciones, uniones y conversiones de las sustancias sociales (las clases) durante
una revolución… (59).
En los sueños de algunos románticos, como Víctor Hugo o en Novalis, y en las
cosmogonías de los pueblos primitivos, la imaginación encarna lo ideal en lo sensible,
–la “fantasia sensible exacta” de Goethe– dando lugar a un lenguaje metafórico donde
la analogía juega un papel preponderante. Lo que Octavio Paz nos dice forma parte
de la sustancia del surrealismo concebido por André Breton. Cualquier lector podrá
entonces concluir que la utopía tenía que encontrar su sitio dentro de una visión
como la suya. Pero una utopía, hay que añadir, muy lejana a las estrictas regulaciones
que a la larga malogran todo proyecto utópico, convirtiéndolo en un ensayo coreográfico
para alcanzar la felicidad. Lo que salva a Fourier es que su mundo amoroso está
regido por un erotismo cuyas raíces –según lo viera Octavio Paz– se nutren del hermetismo
del siglo XVIII, como aflora en las novelas de Restiff de la Bretonne: “Del misticismo erótico de un Restiff de la Bretonne
a la concepción de una sociedad por el sol de la atracción apasionada no había sino
un paso. Ese paso se llama Fourier” (60).
Federic Jamenson en su libro Marxism and Form (61) piensa algo semejante cuando
expresa que Fourier se distingue porque fue
el primero que aplicó la noción de estructura, de la sociedad racional, a la actividad
sexual.
Posiblemente Octavio Paz tomó esa idea de un libro revelador: Fire in the Minds of Man, de James H. Billington,
libro que traza los vínculos que existieron entre las ceremonias que ciertas sociedades
secretas practicaban, y los movimientos revolucionarios de los siglos XVIII y XIX.
En su obra Billington señala que: “La etiqueta
revolucionaria en el mundo contemporáneo surgió de la imaginación erótica de un
escritor excéntrico, Restiff de la Bretonne… (este autor) condujo (su investigación)
a oscuros corredores de la imaginación que los positivistas y los marxistas han
preferido ignorar (62). Esa ignorancia es precisamente la que Breton y los surrealistas
lograron superar a través de Fourier, prosiguiendo lo que Marx había dicho de éste
cuando lo calificara como “uno de los patriarcas del Socialismo”, al mismo tiempo
que Engels afirmaba que Fourier manejaba la dialéctica con la misma destreza que
Hegel. El mundo armónico de Fourier, mundo donde el elemento lúdico se encontraba
presente, ofrecía para Breton una alternativa de poetizar el socialismo. Pues de
eso se trataba en última instancia: de rescatar a un socialismo secuestrado por
sistemas opresivos, reivindicando su naturaleza humanista. Pienso al mismo tiempo,
que Breton nunca se hubiera sentido libre dentro de un falansterio ideado por Fourier,
donde las regulaciones del tiempo obedecían a una coreografía bien planificada.
La utopía de Fourier, en lo que poseía de imaginaria y de fuerza liberadora de las
pasiones, con sus geniales intuiciones acerca de las mismas era una cosa, su aplicación
en tanto que un mecanismo para llevar a cabo la felicidad, era otra.
CONCLUSION: ¿EL
ORO DEL TIEMPO? | El proceso evolutivo de Breton hacia la utopía como un lugar donde
pudieran resolverse las contradicciones que afectan al hombre, fue el resultado
obvio de su ideal surrealista. Comenzando con las páginas del Primer Manifiesto Surrealista hasta las últimas
que Breton escribiera, todo en su obra respira un aire utópico. A través de múltiples
desengaños con las izquierdas convertidas en instrumentos de oscurantismo y represión,
Breton siempre sostuvo la apertura surrealista hacia la naturaleza libertaria de
lo maravilloso. Si durante la época del Segundo Manifiesto pidió el ocultamiento
profundo de éste (con la idea de convertirlo en una especie de sociedad secreta:
un “egregore” de acuerdo con Pierre Mabille o un “set” estudiado por Jules Monnerot),
Breton situó la última exhibición que él presidiera bajo el rótulo de L’Ecart Absolu, siguiendo el pensamiento
de Fourier.
Partiendo de ese principio, podemos preguntarnos entonces: ¿Es viable la utopía
surrealista? y ¿En qué consiste su viabilidad? Paradójicamente consiste en su no
viabilidad, es decir, en continuar siendo una utopía sobre la utopía. En su perpetua
búsqueda de lo maravilloso, el Surrealismo no se propuso encontrar soluciones fuera
del alcance de la poesía. De ahí que Breton haya acogido a un número de pensadores
marginados para fundamentar su propia herejía revolucionaria. En las páginas de
Arcane 17, Breton saludó a Sade y a Paracelso,
a Flora Tristán, Fourier y a Pére Enfantin con el mismo entusiasmo que anteriormente
había saludado a Trotsky. Pero como el hermetismo no es ajeno a esas corrientes,
también la tradición de los heterodoxos y heréticos le resultó favorable, en cuanto
abrían una ventana hacia un espacio donde las “soluciones posibles” podrían ser
alcanzadas, soluciones que Breton vio como realizables durante el transcurso de
nuestras vidas. La clave se encuentra precisamente en esa especie de “utopía cotidiana”
que los surrealistas intentaron vivir mediante sus excursiones poéticas alentadas
por el azar objetivo, en los diversos dominios de la imaginación. Durante las revueltas
en Francia, en la década de los sesenta, si los estudiantes exigieron que “la imaginación
tomase el poder”, fue porque reivindicando a Breton, pensaron que lo imaginario
es lo que tiende a devenir real. Los sesudos análisis que se hicieron en aquella
época de las condiciones materiales que sirvieron como estructuras de las rebeldías,
no tomaron en cuenta que la desvalorización de la sociedad provenía de otras fuentes.
En el número 13 (Hors serie) que el Magazine
Litteraire le dedicara a los acontecimientos que sacudieron a la Francia durante
los sesenta, Pascal Bruckner escribió que Pensado
tradicionalmente como movimiento político, Mayo del 68 fue de entrada y sobre todo,
una insurrección de tipo libertario fiel a su doble tradición anarquista y surrealista… habíamos amado a los surrealistas y situacionistas
por haber tomado la llamarada sadista y fourierista de la satisfacción del deseo
contra todos los aguafiestas de la abnegación… En todo el mundo y contrariamente
al pensamiento meramente materialista, era la valorización del juego, del deseo
y de lo maravilloso lo que se encontraba en el centro de las esperanzas revolucionarias,
o sea, su costado utópico.
El entusiasmo que muchos surrealistas demostraron por la revolución cubana,
se desvaneció cuando los tanques del bloque comunista aplastaron la Primavera de
Praga en el 68 que Fidel Castro justificó. Muchos surrealistas y ex surrealistas
(Breton –habría que notar– declinó gentilmente a participar), acudieron a la llamada
que hicieran en La Habana en el 67, los dirigentes del aparato cultural de la isla.
Pero el retorno a la realidad del 68, los llevó a repensar su compromiso con esa
revolución cuya raíz represiva había comenzado a manifestarse desde sus comienzos.
El fracaso del comunismo y de sus variantes socialistas, ¿no llevaba acaso como
temía Trotsky citado por Breton, a una nueva utopía? ¿O quizás si hacia el fin de
toda utopía? Si el marxismo como apuntara Maximilian Rubel en su antología sobre
los escritos de Marx, perece a la larga por la rigidez de su lógica, el socialismo
concebido por él en sus primeras etapas, continuaba siendo una llamada a la emancipación
de la persona. Pero esa emancipación, como lo creyera Breton, no era un monopolio
exclusivo del marxismo, sino que le pertenecía a una nutrida línea de pensadores
aparentemente dispares, que encontraron en el Surrealismo un espacio común. Esa
puerta abierta por donde entraba un aire no enrarecido por los dogmas que a la larga
hicieran abortar los ideales libertarios del socialismo, salvó a la utopía a desaparecer
junto a esos ideales. El sincretismo surrealista que abarca corrientes que aparentemente
no coinciden entre sí, pone entonces en el mismo pie de igualdad al Marx de sus
primeros escritos, con los sueños de Fourier o Enfantin. Visto desde ese punto de
vista es posible entonces entender la frase sibilina de Breton: la historia cae afuera como la nieve. Para
verla caer hace falta una ventana, como esas que Magritte nos pintara dejando que
el espectador descubra lo que ocurre o lo que pudiera ocurrir, al abrirse frente
al espectador. Esa historia que cae afuera es la historia enrarecida por siglos
de opresión e injusticias. Es la historia que hay que hacer entrar de nuevo en la
habitación donde el vidente se encuentra contemplándola caer. Eso parecía decir
Heidegger en sus Sendas Perdidas (62):
Somos acaso los últimos llegados a una historia
que ahora se acerca rápidamente a su fin la cual acabará poniéndolo todo en un orden
de uniformidad cada vez más insípido. Los surrealistas con su utopía cotidiana
introducen, mediante la magia, el desorden en la uniformidad que la racionalidad
del mundo impone. Adorno y Horkheimer en su libro “La Dialéctica de las Luces” habían
predicho que, si la magia espiritualiza las cosas, la industrialización ha cosificado
al espíritu. Terrible alternativa que nos impulsa a buscar otras avenidas que lo
salvaguarde.
Si toda gestión libertaria actual apunta hacia un porvenir lejano, nos parece
entonces que la utopía surrealista es viable en tanto que limite su campo de acción
a lo imaginario. El Surrealismo no es un partido político, ni un culto religioso,
dirigido hacia la toma del poder. Es y continuará siendo una lectura apasionada
de lo real para revelar la “surrealidad” que yace en su seno. Dentro de ese proceso
el Surrealismo mantendrá ardiendo su fuego creador pudiendo aún abrir caminos exploratorios.
En la apertura de esos caminos se encuentra el espíritu innovador de la utopía,
vislumbrando el horizonte a sabiendas que nunca podrá alcanzarlo.
NOTAS
1.– “Surrealisme et Mythologie Moderne”, Gallimard, Paris,
2002.
2.– Herbert Gershman: “Surrealist Revolution in France”
University of Michigan Press, 1961.
3.– Citado en Roger Picard “El Romanticismo Social” Fondo
de Cultura Económica, Versión española de Blanca Chacel.
4.– Octavio Paz: “Corriente Alterna”, Siglo XX, México, 1967.
5.– Malcom Lowy: “La Estrella de la Mañana: Surrealismo y
Marxismo”. Ediciones El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 2006.
6.– Malcom Lowy: “Walter Benjamín: Aviso de Incendio”, Fondo
de Cultura Económica, 2002. Traducción Horacio Pons.
7.– Marcel Spada: “Erotiques du merveilleux”, Jose Corti,
Paris, 1983.
8.– Ruth Benedict: “Patterns of Culture” Houghton Mifflin,
New York, 2005.
9.– André Breton: “Arcano 17”, Al Borak editores versión castellana
de Ramón Mayrata y Carlos Pert.
10.– Luis Mario Schneider: “México y el Surrealismo, 1925-1950”,
Arte y Libros, México 1978.
11.– André Breton: “Point du tour”, Editions NRF, Paris 1934.
12.– André Breton: “Puntos de Vistas y Manifestaciones”, Barral
Ediciones, Barcelona, 1972.
13.– Ibid. Página 137-138. El subrayado es mío.
14.– Routdledge New York, 2003.
15.– Ibid.
16.– Cahiers du College Philosophique, Arthaud, Paris, 1948.
17.– Librairie Droz Geneve, 1967.
18.– Roger Picard, O. C.
19.– Ferdinand Alquié: “Philosophie du surréalisme”, Flammarion,
Paris, 1955.
20.– Helen Lewis: “Politics of Surrealism”, Paragon House,
New York, 1988. Gerard Durozoi: “Histoire du mouvement surrealiste”, Hazan
Editeurs, Paris, 1977. Maurice Nadeau: “Histoire du Surrealisme”, Editions du Seuil,
Paris, 1964.
21.– Incluido en André Breton: “Manifiestos del Surrealismo”,
Guadarrama, Madrid 1969. Traducción de Andrés
Bosch.
22.– Entrevistas.
23.– Martin Jay: “Marxism and totality”, University of
California Press, 1984.
24.– Juan Eduardo Cirlot: “Introducción al Surrealismo”,
Revista de Occidente, Madrid, 1951.
25.– Ferdinand Alquié: “Humanisme existencialiste et humanisme
surrealiste”, Cahiers du College Philosophique, Arthaud, Paris, 1948.
26.– Martin Jay
27.– Herbert Marcuse: “Reason and Revolution”, Beacon Press,
Boston, 1969.
28.– Martin Jay, ibid.
29.– Bruce Baugh: “French Hegel”, Routledge, New York,
2003.
30.– “Dyn”, reprint Springer Wein, New York.
31.– “México y el Surrealismo” ibid.
32.– Glenn Alexander Magee: “Hegel and the hermetic tradition”,
Cornell University Press, 2001.
33.– “Segundo Manifiesto del Surrealismo”, en Guadarrama
Ediciones, Madrid 1969. Traducción de Andrés Bosch.
34.– Clifford Browder: “André Bretón: Arbiter of surrealism”,
Librairie Droz, Geneve, 1967.
35.– “Manifiestos del Surrealismo” ibid.
36.– Vincent Bounoure: “L’Autre Rime”, BLS # 6, Abril, 1973.
37.– Jacques Abeille: “Reponse a Herbert Marcuse”, BLS # 7.
38.– Gerard Roché: El encuentro entre el águila y el león:
Trostsky, Breton y el Manifiesto de México. Estrategia Internacional No. 8 Mayo/Junio 1998.
39.– Citada en Fabrice Flahutez: “Noveau monde et noveau mythe”,
Les presses du réel, Dijon, 2007.
40.– Arturo Schwarz: “Breton/Trotsky”, Union General des Editions,
Paris, 1974.
41.– “Sa Vie” en “Medium” # 3, Mai 1954.
42.– Ver Jean van Heijenoort: “Con Trotsky de Prinkipo a Coyoacán”
Editorial Nueva Imagen, México 1979. Traducción de Tununa Mercado.
43.– Incluído en “André Breton, antología 1913-1966. Selección
y Prólogo de Marguerite Bonnet. Traducción de Tomás Segovia. Siglo XXI Editores.
44.– André Breton: “La Clara torre” en “La Llave de los campos”.
Libros Hiparión, Madrid. Traducción Ramón Cuesta y Ramón García Fernández.
45.– Ibid.
46.– Murray Bookchin: “Post-Scarcity Anarchism”. Rampart
Press, Berkley, California, 1971.
47.– Ibid.
48.– Van Lennep: “L’Alchimie”, Credite Communal, Bruxelles,
1985.
49.– Reproducido en Maurice Joyeux: “el anarquismo y la rebelión
de la juventud”. Editorial Freeland, Buenos Aires
1972.
50.– “Ecology of Freedom”, Chesire books, California, 1982.
51.– Beacon Press, Boston, 1972.
52.– Gerard Schaeffer “André Breton” Ed, A la Baconniere,
Neuchatel, 1970.
53.– Ver “Manifiestos del Surrealismo”, Guadarrama, Madrid,
1969. Traducción de Andrés Bosch.
54.– “La Revolución Romántica”, Tecnos, Madrid, 1992. Traducción
de Mar García Lozano.
55.– Incluido en “André Breton, Antología”, siglo XXI. Ibid.
56.– Gerard Schaefer: “André Breton”, Editions La Bacconiere,
Neuchatel.
57.– Patrick Tacussel: “L’Imaginaire Radical”, Les Presses
du Réel, Dijon, 1907.
58.– Librairie C. Klincksieck, Paris, 1961
59.– Ibid.
60.– Ana Balakian: “André Breton: Magus of surrealism”,
Oxford University Press, 1971.
61.– Princeton U. P. 1971.
62.– Ed. Losada, Traducción de
José Roviera Armengol.
63.– Octavio Paz: “Fourier y la analogía” en “Aproximaciones a Fourier”, Miguel Castellote Editor.
Madrid 1973.
64.– Ibid.
65.– Ibid.
66.– James H. Billington: “Fire in the minds of men”, Basic
Books, Harper, 1980.
CARLOS M. LUIS | (1932-2013) Escritor, crítico de arte e curador cubano atuante na cena artística de seu país, tanto na ilha quanto no exílio. Durante as décadas de 1940 e 1950, Luis foi uma figura notável do mundo da arte cubana, colaborando com contemporâneos como Jorge Camacho. Seus trabalhos posteriores no exílio são caracterizados por pinturas abstratas, muitas vezes incorporando texto em suas peças. Deixou Cuba em 1962 e se estabeleceu em Nova York, onde trabalhou na editora Doubleday e fundou a revista Exilio, com artistas e escritores cubanos Julián Orbón, Alfredo Lozano, Jesse Fernández e Eugenio Florit. Em 1974, mudou-se para Miami, onde fundou o Museu Cubano de Artes e Cultura, sendo seu diretor até o fechamento do museu em 1999. Luis é autor de um livro sobre cultura e arte cubana, El oficio de la mirada (1998), e escreveu extensivamente sobre surrealismo.
HÉLIO ROLA | (Brasil, 1936). Pintor, desenhista, escultor, gravador. Estudou na Sociedade Cearense de Artes Plásticas em 1949. Formado em medicina em 1961, cinco anos depois finaliza curso de pós-graduação em Bioquímica pela USP. Entre 1967 e 1970, estuda pintura com Joseph Tobin e Agnes Hart no Art Student’s League, em Nova Iorque (Estados Unidos), período em que aproveita para frequentar a Liga de Estudantes de Arte da cidade e trabalhar como pesquisador no The Public Health Research Institute. Como membro do Grupo Aranha realiza diversos painéis de pintura mural coletiva em Fortaleza e São Paulo. Artista inventivo e destacado no panorama da Arte Postal, que soube transpor para o ambiente digital. Entre suas mais importantes exposições, encontram-se as retrospectivas “Cidades” (Centro Dragão do Mar de Arte e Cultura, Fortaleza, 2005) e “Um Atlas para Hélio Rola” (Museu de Arte Contemporânea, Fortaleza, 2021), sob a curadoria, respectivamente de Floriano Martins e Flávia Muluc.
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 14
Número 213 | julho de 2022
Artista convidado: Hélio Rola (Brasil, 1936)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS
ARC Edições © 2022
∞ contatos
Rua Poeta Sidney Neto 143 Fortaleza CE 60811-480 BRASIL
https://www.instagram.com/floriano.agulha/
https://www.linkedin.com/in/floriano-martins-23b8b611b/
Nenhum comentário:
Postar um comentário