segunda-feira, 25 de julho de 2022

CARLOS M. LUIS | André Breton y la utopía surrealista

 


En mayo del año 2000, la revista Magazine Litteraire publicó un dossier bajo el título de “La renaissance de l’utopie” donde diferentes autores discutieron si era o no viable la utopía en el siglo XXI. Mucho de lo ocurrido desde entonces, nos lleva a creer que la renovación del pensamiento utópico no es un proyecto desatinado. A medida que los movimientos subversivos de las décadas de los sesenta y setenta, cedieron a un conformismo que comenzó a despuntar en los ochenta; el capitalismo continuó identificando su imagen con la democracia, desvirtuando, como consecuencia, el verdadero sentido de ésta. Después de los aplausos con que el mundo saludó en general la caída del régimen soviético, ha sucedido la constatación del peligro que significa una sociedad dominada por la visión estadounidense del orden y la felicidad. Este conformismo está siendo forzado cotidianamente, por una potencia que parece abrogarse la misión de “transformar el mundo” y “cambiar la vida” de acuerdo con su escala de valores. La crisis económica a nivel mundial, promovida por el derrumbe de muchas de las grandes corporaciones capitalistas, aunque no ha suscitado en los Estados Unidos un pensamiento crítico radical, al menos ha puesto en evidencia la naturaleza de un sistema que manipula a su conveniencia, los ideales de justicia social. Los movimientos de “indignados” surgidos en distintas partes del mundo, incluyendo los Estados Unidos, reflejan un estado de ánimo inconformista, pero sin articular aún un programa concreto de pensamiento y acción. Los medios que dispone la propaganda capitalista, ha cuidado de hacernos olvidar que los avances sociales que fueron alcanzados bajo ese régimen son en gran medida, el resultado de las luchas contestatarias de las izquierdas. Hay que aclarar de paso, que sus concesiones son hechas con vistas a una mayor eficacia en la productividad y en el consumo, y no inspiradas en la bondad inherente del sistema.

El ideal socialista, por otra parte, ha cesado de tener la misma fuerza liberadora de antaño. En vez de reflexionar acerca de sus fallas y promover la reforma de sus estructuras de pensamiento, el socialismo ha pasado a ser una especie de cómplice estratégico de los poderes establecidos, anquilosándose ahí donde ha tomado el poder. El imperativo ético que debe promover los valores del socialismo, con todas sus variantes, se encuentra pues en plena crisis. La izquierda ha perdido su ímpetu libertario, a pesar de ir dando muestras de un despertar esporádico por parte de algunos elementos jóvenes. No cabe duda que las nuevas técnicas de comunicación ponen al alcance de los rebeldes unos instrumentos subversivos, como parece que está ocurriendo en algunos países árabes (sobre todo por parte de las mujeres), o en el reciente movimiento de los “indignados”. Este hecho sin precedencia obliga a replantear los medios de los cuales puede valerse la izquierda para comunicar un mensaje renovador, sin renunciar al mismo tiempo a sus valores éticos. Frente a ese panorama nada prometedor y a ratos ambiguo, la utopía parece adquirir su actualidad. André Breton no se equivocó entonces cuando desilusionado por una izquierda inspirada en el marxismo que había renunciado a sus ideales, escogió el único camino que le quedaba: encontrar en el pensamiento utópico una fuente renovadora de las gastadas fórmulas del pensamiento revolucionario.

A partir de temprana fecha la tendencia de Breton a incorporar dentro de la corriente surrealista, un caudal de creencias ajenas y aún contrarias al marxismo preponderante, se hizo evidente. De acuerdo con Didier Ottinger, del comunismo a la utopía y a la anarquía (una evolución) del análisis social surrealista se desliza subrepticiamente de la dialéctica marxista a la polaridad de lo sagrado (1). Era inevitable que el poeta que había pactado con dementes y primitivos, dirigiera su pensamiento hacia unos derroteros que nada tenían que ver con las tradicionales ideologías imperantes. En definitiva, lo que Breton intentó de acuerdo con lo dicho por Didier Ottinger, lo aclara Herbert S. Gershman cuando nos afirma que el surrealismo estaba destinado a permanecer como una promesa milenarista y los surrealistas más como buscadores que como encontradores. Fue en su búsqueda sin embargo, donde radica su salvación (2). De acuerdo con esa frase todo parece indicar que la sombra de Joachim di Fiori llevado por los ángeles terribles que Breton cantara en su poema “Plein Marge”, parece planear sobre su pensamiento.

La frase de Breton que fue publicada en 1934 en su libro Point du JourEl surrealismo es lo que será, encierra dos principios fundamentales que habrían de convertirse en el norte del autor de Nadja. El primero mantiene su intención de hacer del surrealismo una búsqueda poética y no un mero mecanismo de acción política. El segundo principio basado en el significado simbólico del “oro”, inserto en el epitafio de su tumba, revela la inclinación de André Breton hacia el hermetismo y la alquimia en particular. La edad de oro para Breton se proyecta pues hacia el futuro, introduciendo en el concepto de la utopía una especie de mito-poesía que los románticos ya habían prefigurado. Saint Simon había afirmado que Los poetas antiguos, atormentados por los añoranzas del pasado, colocaron la edad de oro tras nosotros… y se equivocaron… lo juro por el eterno progreso, la edad de oro se encuentra ante nosotros (3). La utopía fue convertida en un objeto estético dentro de un proyecto de exploración que intentaba reconciliar ambas tendencias: la política y la poética, o sea, a la persistente aspiración de Breton de conciliar a Marx con Rimbaud. Ambos principios pues quedaron indisolublemente unidos en el destino que Breton quiso imprimirle al surrealismo. Octavio Paz pudo decir a este respecto que: (Breton) nunca pensó que hubiese una contradicción esencial entre los mitos y la utopía, la poesía y los programas revolucionarios. Leía a Fourier como podemos leer los Vedas o el Popol Vuh, y los poemas esquimales le parecían profecías revolucionarias (4). Un autor allegado al surrealismo, Michael Lowy, refiriéndose a Walter Benjamín, subraya que la utopía revolucionaria debe pasar por el redescubrimiento de una experiencia antigua, arcaica, prehistórica… el comunismo primitivo… la armonía originaria con la naturaleza, el paraíso perdido… Benjamín no propone una vuelta al pasado, sino más bien según una dialéctica propia del romanticismo revolucionario, un “desvío” a través de un pasado hacia un porvenir nuevo… (5). En otra de sus obras (6) nos dice acerca del pensador judeo/alemán que para Benjamín la idea de las correspondencias es la utopía gracias a la cual un paraíso perdido parece proyectado hacia el porvenir. Marcel Spada en su libro Erotiques du Merveilleux (6) indica que Cuando Péret afirma que todos los mitos contienen una aspiración a la felicidad unida al sentimiento de las posibilidades y obstáculos que se levantan entre los hombres y sus deseos, pone la edad de oro no detrás sino delante de nosotros. Las ideas de Walter Benjamín o las Péret no se encuentran alejadas de las que Breton propuso como parte vital de su búsqueda. Breton por muy próximo que estuviera a los ensueños de Rousseau o al pensamiento llamado “salvaje”, no se hacía ilusiones en cuanto a un regreso a un “estado natural” existente antes de la caída. La conciencia de haber perdido un paraíso primordial que yace en el pensamiento primitivo, lo impulsaba a rememorar lo que había sucedido en tiempos pasados, como bien lo explica Mircea Eliade. La propuesta bretoniana, en cambio, apuntaba no hacia el mero recuerdo de ese pasado sino a una revelación dentro de lo cotidiano, del “más allá de la existencia”, englobando su pasado y presente, que el surrealismo vislumbra como posible.

Breton aparenta contradecir, sin embargo, lo anteriormente expuesto cuando en uno de los poemas de Clair de Terre lamentó que todos los paraísos se habían perdido. No cabe duda por tanto, que el proyecto utópico surrealista se apoya en ideas enraizadas en las creencias de los primitivos y los hermetistas, los cuales intentaban el rescate de ese paraíso. El romanticismo hizo suyas esas ideas y durante la década de los sesenta, pensadores tan disímiles como Norman O. Brown, Murray Boockhin y Herbert Marcuse, las interpretaron bajo puntos de vista diferentes, pero que en gran medida convergían con los de Breton. Por su parte Ruth Benedict hace una crítica divergente con otra perspectiva: Usar las sociedades primitivas para discutir las formas sociales, tiene una conexión necesaria con el retorno romántico a lo primitivo… la utopía romántica que va en búsqueda de lo primitivo, por muy atractiva que sea, representa usualmente para los estudios etnológicos más un obstáculo que una ayuda… (7). Breton continuando los pasos del romanticismo, y a pesar de las objeciones de la etnóloga estadounidense, intentó pactar en un momento dado, con el milenarismo marxista que en gran medida sentía sobre su conciencia la pérdida de ese paraíso. El proyecto surrealista lo fue llevando pues por otros caminos, que a la larga resultaron en una serie de encuentros nada fáciles con el marxismo y el anarquismo. Ambas experiencias tuvieron consecuencias profundas en la formación del pensamiento surrealista, y eventualmente en su decisión de abandonar una militancia política de corte pragmático y oportunista, para refugiarse en los pensadores utópicos y en Fourier en particular.

 


PRIMER ENCUENTRO: EL MARXISMO | En el primer número de la revista Médium (noviembre, 1953), apareció una de las tantas encuestas que los surrealistas gustaban de hacer. Su tema se basaba en la siguiente pregunta: “¿Le abriría usted la puerta a:”? Entre los personajes a quienes los surrealistas deberían abrirle la puerta o no, se encontraba Carlos Marx. Al tocarle el turno a Breton este respondió: “No, por cansancio”. Antes de continuar tengamos en cuenta en qué año esa pregunta fue respondida: 1953, o sea, ya en plena década de los cincuenta. Esa década presenció la consolidación del “American way of life”. En 1951 apareció El Hombre Rebelde de Albert Camus, lo que le valió su ruptura con Sartre y las críticas acérrimas de los surrealistas. Ni el Mito de Sísifo que le antecedió, ni El Hombre Rebelde, podían ser leídos con un espíritu neutral, pues ambas obras promovían un pensamiento pesimista que no dejaba satisfechas ni a las izquierdas, ni a las derechas, como años más tarde lo hiciera el largo poema del portavoz de los “Beatnicks”: Howl de Allen Ginsberg publicado en 1956 y que causara escándalo en ciertos círculos intelectuales y judiciales. En otro plano, el existencialismo sartriano continuó jugando con el marxismo y la potencia que decía representarlo, La Unión Soviética, a pesar de que ya había mostrado su rostro totalitario décadas atrás. El famoso informe de Nikita Kruschev, y el alzamiento de los húngaros en 1956, abrió los ojos a la nueva generación de intelectuales acerca de la naturaleza represiva del régimen soviético. La guerra de Algeria que habría de dejar una huella duradera en la conciencia francesa, comenzó en 1954. Los surrealistas se encontraron entre los firmantes del famoso “Manifiesto de los 121” que acusaba al imperialismo francés. Dos obras que influyeron en el pensamiento surrealista también aparecieron en esa década: Eros and Civilization de Herbert Marcuse (1955) y Life Against Death (1959) de Norman O. Brown. Los años cincuenta terminaron con el comienzo de la revolución cubana, que dio paso a una serie de íconos y mitos revolucionarios, de los cuales se nutrió la década de los sesenta. Tampoco olvidemos que el Breton que decidió no abrirle las puertas a Marx ya había escrito en su libro más utópico y hermético: Arcane XVII, las siguientes palabras que resultaron ser proféticas:

 

Guste o no guste a las grandes figuras que presiden los destinos del socialismo científico… los grandes orujos no podrían hacernos despreciar los vinos claros. A través de sus exageraciones y de lo que en ellos procede de la exaltación imaginativa, no podemos negarnos a conceder a los escritores reformadores de la primera mitad del siglo XIX, en el mismo grado que los artistas primitivos, el beneficio de la extrema lozanía… en el terreno social, como en lo demás, se puede esperar que de la confusión ideológica sin precedentes que marcará el final de esta guerra, surgirán un gran número de propuestas radicales fuera de los encuadramientos y que… harán hablar muy alto, ante la carencia provisional del lenguaje del espíritu, el lenguaje del corazón y los sentidos(8).

 

En el fondo el problema de la historia se traduce para los surrealistas, en un arcano que la razón sola no elucida, siendo el deseo y el amor en tanto que motores de la poesía, otros factores que ayudan a explicarla. Existe dentro de este concepto, la vieja aspiración gnóstica, que Karl Jung reviviera, de enfatizar la fuerza “ardiente” del deseo, frente a la “creciente” del progreso. El eje axiológico donde descansa ese punto de vista, encamina necesariamente a la utopía surrealista por otros senderos, liberándola de la férula dogmática de esencia totalitaria que el marxismo soviético, el fascismo y las religiones organizadas, llegaron a implantar en sus respectivas zonas de poder.

Fue así entonces que, a pesar de una atmósfera aún influida por Marx, que André Breton decidió no abrirle la puerta y dejarlo pasar. Tampoco los jóvenes rebeldes obedientes al lenguaje del corazón y los sentidos, que comenzaron a despuntar durante aquella época lo hubieran hecho. Otros miembros del grupo se mostraron en su mayoría indecisos, aunque algunos como Wolfang Paalen fueron tajantes en sus respuestas: “No, porque su doctrina ha engendrado la religión más opresiva”. Paalen fue en ese sentido como veremos, uno de los críticos más agudos que tuvo el surrealismo, en cuanto a su entrega a la dialéctica hegeliana y a la praxis política que se desprendía de la misma adoptada por el marxismo, y llevada a cabo por el leninismo.

A pesar de que se trataba de un juego, lo cierto es que esas respuestas fueron reveladoras de una actitud que se remontaba a los comienzos mismos de la formación del grupo, cuando aún el nihilismo de los dadaístas continuaba haciéndose sentir. Antonin Artaud que siempre fue en el fondo un surrealista herético, se alejó del movimiento cuando algunos de sus miembros decidieron entrar en el partido comunista. Luis Mario Schneider escribe con relación a esto que:

 

Es revelador observar que el fracaso que para la mayoría de los surrealistas significó el ingreso al Partido Comunista se traduce, en muchos, en la caída dentro de un mundo primitivo que los antropólogos se han encargado de exaltar, es el caso de Bataille, de Mabille, el del propio Breton y, a su manera alucinada y errabunda, el de Artaud. Lo que equivale a decir que aún en esto se mantiene la congruencia del movimiento. (9)

 

A pesar de ello, tanto Breton como otros surrealistas, decidieron a la larga entrar en el Partido Comunista hacia fines de los años veinte, aunque sin renunciar a sus actividades de carácter puramente poéticas. Ni el pasado de los surrealistas ni sus experimentos con el automatismo y los sueños bajo el influjo del psicoanálisis, se avenían con las tácticas de un partido obediente a las estrategias de la URSS. Para los surrealistas que escogieron militar en el aparato dogmático del partido, el prestigio de la revolución rusa permanecía vivo, lo cual justificaba según él, su membrecía en el mismo. Ya desde temprana fecha, los surrealistas se habían agrupado en torno a una serie de publicaciones de tendencia marxista como Clarté (1926). En esa revista la actitud rebelde de los surrealistas, se hizo sentir en contra de algunos de los dómines del partido como Henri Barbusse, al mismo tiempo que L’Humanité su órgano oficial, no tenía reparos en atacar la poesía surrealista representada en libros como Capitale de la Douleur de Paul Éluard. Pierre Naville uno de los surrealistas de primera hora identificado con “Clarte”, y posteriormente militante del trotskismo, publicó en 1926 un libro titulado La Revolution et les Intellectuelles: Que peuvent faire les surrealistes?, donde planteó las contradicciones internas que existían entre los comunistas y los surrealistas, criticando la negatividad radical del éstos a favor de una militancia concreta dentro del partido. La respuesta de Breton fue inmediata: en ese mismo año publicó su panfleto Legitime Defense, donde declaró: “La llama revolucionaria arde donde quiere y no le incumbe a un pequeño número de hombres, en el período de espera en que vivimos, de decidir si es aquí o allá donde debe arder” (10). Esa respuesta contundente no brindó espacio para un futuro entendimiento entre los que ostentaban “la verdad revolucionaria” representaba por el partido comunista, y los que creían, prosiguiendo por otros derroteros, en la apertura del ideal revolucionario a variadas influencias.


A principios pues del 1927, algunos surrealistas pidieron su adhesión al Partido Comunista, no sin antes provocar una seria disensión dentro del grupo: Jacques Baron, Robert Desnos, Max Morise, y Artaud entre otros, se negaron a hacerlo, mientras que Breton, Paul Éluard, Louis Aragon, Jacques Prévert, Ives Tanguy, Pierre Unik, Michel Leiris, y George Sadoul recibieron su carnet del partido. Pero esa adhesión no significó una suspensión de las actividades surrealistas, por lo que nunca se ganaron la confianza de una organización que seguía las consignas de Moscú, llamada despectivamente por Aragon “la gateuse” (la chocha). Entre sus directivas se encontraba la nueva política cultural, que iba aceleradamente hacia una ruptura radical contra la creación artística independiente, y a favor de un sometimiento al llamado “realismo socialista” que Breton eventualmente denunció como un medio de degradación moral. Más por el momento de acuerdo con éste:

 

Para ayudar a transformar el mundo, era preciso pensarlo de modo distinto a como habíamos hecho hasta entonces, y, particularmente, suscribir sin reservas la famosa primacía de la materia sobre el espíritu. Esta era una necesidad a la que nos resignábamos pero que implicaba apreciables sacrificios por parte de muchos de nosotros (11).

 

Esa confesión dicha por él durante las entrevistas que André Parinaud le hiciera para la radio francesa, aclara la encrucijada en que los surrealistas se encontraban durante la época de su militancia comunista. En otra de las respuestas que le diera a las preguntas de Parinaud, Breton añadió:

 

“… aún cuando la actividad surrealista propiamente dicha continuaba desarrollándose en su propio plano –el de la experiencia y la aventura interiores– no por ello dejaba de hallarse mediatizada por la preocupación de evitar un conflicto a fondo con el marxismo… en materia de transformación social del mundo, las consideraciones urgentes prevalecían por encima de todas las demás. El instrumento requerido para esta transformación existía y ya había dado pruebas de ello: se llamaba marxismo-leninismo. No teníamos aún ninguna razón para suponer que su punta estuviera envenenada (12).

 

En el fondo lo que continuaba siendo la piedra de toque de las relaciones entre los marxistas y los surrealistas, era una concepción divergente de la síntesis a que debería conducir el proceso dialéctico. En ese sentido Bruce Baugh en el libro French Hegel From Surrealism to Postmodernism (13) señala que Breton afirmaba que la negación y la contradicción no se limitaba sólo a la esfera económica-política… es por ello que la revolución surrealista es un aditamento necesario a la revolución marxista… Pero ¿cómo podría verificarse ese aditamento sin romper la estructura en la cual se sostenía el edificio racional del dogma marxista? En ese mismo libro este autor añade que Lo que separa el surrealismo del marxismo no es la valorización de una síntesis total que este proclama y que corresponde en muchas formas al sueño surrealista del punto supremo o fusión de los contrarios, la diferencia yace en la actitud de los surrealistas acerca de la razón y del trabajo, que los marxistas valoran y de la cual los surrealistas buscan escaparse (14). Ferdinand Alquie en su conferencia “Humanisme Surrealiste et Humanisme Existencialiste” (15) respondió a ese dilema cuando dijo que Los surrealistas interpretaron poéticamente la filosofía de la síntesis que el hegelianismo y el marxismo adoptaran. Clifford Browder en su libro André Breton Arbitrer of Surrealism (16), ahonda en ese concepto: El segundo manifiesto (surrealista) escrito años después de la adhesión al marxismo, presenta al surrealismo como un intenso esfuerzo espiritual desarrollando el concepto, prestado del ocultismo, del punto supremo… una posición como ésta pone de manifiesto la tendencia instintiva del surrealismo hacia la trascendencia… la actitud materialista ponía en peligro la esencia de la experiencia surrealista: la intuición de lo maravilloso.

El conflicto entre ambas posiciones fue posiblemente planteado en el primer número de la revista Acephale, fundada en 1936 por George Bataille y André Masson donde aparece una cita de Kierkegaard: Lo que parece como político y se imagina a sí mismo de esa manera, un buen día mostrará que no es más que un movimiento religioso. Si substituimos “lo religioso” por “lo maravilloso” veremos que la aspiración se encaminaba por senderos que los surrealistas comenzaban a recorrer y que los marxistas nunca quisieron transitar. La acusación que le hicieran a Breton de querer estetizar la política y viceversa parte de ese hecho que marcó una separación definitiva con la ideología marxista. En el fondo Breton no hizo sino seguir a Schiller, quien proclamara que era a través de la belleza cómo se llegaba a la libertad.

La lanza envenenada del marxismo a la que Breton se refería, despuntó a la postre a pesar de las formulaciones tempranas del joven Marx como Erich Fromm o Maximilian Rubel lo habían probado. Ferdinand Alquie en su libro Philosophie du surrealisme (17) nos dice que:

 

Los trabajos de Maximilian Rubel establecieron que Marx antes de construir una filosofía marxista, ya había concebido al socialismo como una llamada patética al individuo, sin nada de doctrinal o de especulativo… el marxismo que le sucede a Marx parece por la lógica de sus postulados materialistas, absolutamente rebelde a toda dimensión propiamente moral o metafísica… de ahí que aquellos que como Breton fueron conducidos al marxismo por una exigencia ética, se vieron ante una situación diferente a la que conoció Marx, encontrándose frente a una doctrina ya constituida y defendida por instituciones poderosas y tiránicas que han codificado todas las cuestiones filosóficas… las obras surrealistas se resisten a la opresión del dogmatismo materialista…

 

Esa opresión fue percibida por Eduard Bernstein, uno de los fundadores de la social-democracia, que Marx y Engels anatemizaron, y por Proudhon cuando se negó a participar en la invitación que le hiciera Marx a sumarse a la Internacional. La negativa del autor de “¿Qué es la Propiedad?”, facilitó a la postre, el paso a otras alternativas, entre éstas el cooperativismo anarquista, que los surrealistas saludaron con entusiasmo décadas más tarde.

Marx cerraba un camino que los surrealistas emprendieron con pasión, camino que Freud había sembrado con sus teorías de la represión y del inconsciente que llevaban directamente –como bien lo viera Norman O. Brown– al misterio del corazón humano. De ahí que tanto Marcuse (más allegado al marxismo), y Brown no renunciaran a la tradición del romanticismo alemán que Marx a la larga abandonara. Ambos autores coinciden –como Breton– que el camino de la liberación también pasa por la libido y una asimilación erótica de la realidad coincidente con la poética de Breton. La palabra deseo como nos recordara Octavio Paz, no aparece en el vocabulario de Marx, y esa ausencia cortó los vínculos que durante un cierto período de tiempo mantuvo a los surrealistas al lado de los marxistas. De acuerdo con Roger Picard El socialismo romántico francés lejos de mostrarse materialista como el marxismo alemán, es idealista y sentimental, como la poesía de su tiempo. Es más fraternitario que comunitario, uniendo la reforma moral, incluso religiosa, con las soluciones económicas y sociales que preconiza, en una palabra los problemas espirituales con las mejoras materiales… (18). En ese sentido la línea romántica bretoniana escoge la vía francesa de interpretar los cambios sociales bajo otra óptica, afín a la utopía de un Saint Simon o Fourier, que al materialismo dialéctico de Marx. Pero al mismo tiempo que lo hace, se mantiene fiel al romanticismo alemán allegado a otras concepciones poéticas y metafísicas. No en balde Marx llamara con sorna a los blanquistas y otros reformistas sociales, alquimistas de la revolución, lo cual Breton nunca hubiese aceptado.

Dadas las precarias condiciones en que los surrealistas se encontraban dentro del partido y las concesiones ideológicas que tuvieron que hacer, se hacía inevitable la ruptura, la cual ocurrió en 1932 tras numerosas crisis internas. La historia detallada de todo ese proceso puede leerse en libros como los de Maurice Nadeau, Gerard Durozoi o Helena Lewis. (19). La ruptura entre Breton y otros surrealistas arrastró eventualmente a Aragon, Éluard y Sadoul del lado estalinista mientras que se sumaban nuevos nombres en las filas del grupo. Una vez que esa ruptura se hizo oficial, Breton y Péret gravitaron hacia la disidencia naciente encarnada en la figura de Leon Trotsky que a la sazón había encontrado refugio en México en 1937.

 


PARENTESIS HEGELIANO | Pero antes de entrar en el período trotskista, valdría la pena citar a algunos autores que han reflexionado sobre el tema de la relación entre Hegel, el marxismo ortodoxo y el surrealismo. Hegel fue para Breton, una piedra de toque en la evolución de su pensamiento. En su ensayo sobre “La Situación surrealista del objeto” (20) Breton fue explícito cuando afirmó: Es a Hegel a quienes debemos de recurrir para averiguar si la actividad surrealista en materia artística está o no sólidamente fundada… Posteriormente en una de las entrevistas que le hicieran declaró que

 

Fue Hegel quien me situó en las condiciones requeridas para percibir ese punto (el supremo), para tender todas mis fuerzas hacia él y para hacer de esa misma tensión el objeto de mi vida… allí donde no puede funcionar la dialéctica hegeliana no hay, para mí, pensamiento ni esperanza de verdad… cuando todas las compuertas de esa dialéctica estuvieron abiertas en mi, creí constatar que no había tanta distancia entre el “lugar” en que afloraba el llamado pensamiento “tradicional”. Ambos tendieron a convertirse en mí en un único e idéntico lugar (21).

 

Para Martin Jay la aproximación de los surrealistas a la dialéctica hegeliana comenzaba “con un rechazo del racionalismo logocentrista que estaba en el núcleo del pensamiento de Hegel. La síntesis que (los surrealistas) esperaban alcanzar tenía que incluir lo racional y lo irracional, cordura y locura, conciencia despierta y dormida” (22). Ferdinand Alquié en su conferencia ya citada sobre “El Humanismo Existencialista y Humanismo Surrealista” nos dice algo semejante: ¿Con qué filosofía se identificaban los surrealistas? Era al hegelianismo y al marxismo… pero es poéticamente cómo los surrealistas interpretan esta filosofía de la síntesis” (23). Si bien es cierto que Breton creía en el poder esclarecedor de la dialéctica, era porque percibía en ella un instrumento de exploración poética, y no un reduccionismo racionalista del pensamiento, latente en la filosofía del pensador alemán. Basta –como nos explica Juan-Eduardo Cirlot– (24) que el surrealismo advierta la realidad de una contradicción, de un dualismo cualquiera, para que se aferre frenéticamente a él, intentando hacer suyos los dos principios enemigos, siendo ahí donde radica su misticismo de origen germánico, que puede hacerse remontar al Meister Eckhart o a Jacob Boheme.

La “Filosofía del Espíritu” contiene en su programa una estética de la razón que Hegel define como mitología. El proyecto de Hegel continúa pues dentro de una línea de pensamiento que Vico inaugurara en el siglo XVIII. En su prefacio a “Reason and Revolution” (25) Herbert Marcuse afirmó que la dialéctica y el lenguaje poético se encuentran en un terreno común… el elemento común es la búsqueda de un lenguaje auténtico, el lenguaje de la negación como el gran rechazo para aceptar las reglas de un juego donde los dados están cargados… la poesía es el poder de negar las cosas, el poder que paradójicamente Hegel reclama para todo el pensamiento auténtico… El peso que los surrealistas pusieron sobre la idea de la totalidad fue según Martin Jay (26) una variante de la de Hegel, al incluir en la misma la síntesis entre lo racional y lo irracional, la conciencia despierta y lo sueños, la locura y la cordura, que preparó el camino para el rescate de Hegel llevado a cabo por Alejandro Kojeve. En otras palabras, que la “totalidad” surrealista era en el fondo, el espacio utópico de lo maravilloso. Para Bruce Baugh (27) los surrealistas podrían ser considerados como precursores del postmodernismo en la medida que su práctica resiste la síntesis totalitaria… la oscilación surrealista entre los polos subjetivos y objetivos, establece una conexión entre ambos sin abolir su oposición. Como en un campo magnético, la fuerza surrealista no se encuentra en el uno o en el otro sino entre ambos. Nada de esto sin embargo, satisfizo a Wolfgang Paalen como ya habíamos señalado. En su famoso artículo “Farewell au Surrealisme”, aparecido en el primer número de la revista Dyn (28) que el pintor y teórico publicara en México entre 1942-1943, Paalen le reprocha a Breton adherirse a un sistema de pensamiento que anidaba una práctica cuyo fracaso se demostró en la Unión Soviética. Para este pintor se trataba de mantener en vivo lo que el surrealismo siempre defendió: la poesía en todas sus manifestaciones. Paalen entonces según Luis Mario Schneider, (29) replantea el surrealismo en un momento histórico que destruye toda posibilidad de cercanía con una salvación política. ¿Acaso no fue lo que Breton escogiera, en definitiva, al saludar la utopía de Fourier?

La reciente publicación de un libro acerca de Hegel (30) que trata a fondo sobre la influencia que ejerciera sobre su pensamiento la tradición hermética, hubiese aclarado aún más para estos autores la naturaleza de la aproximación de Breton al autor de “La Fenomenología del Espíritu”. Lo que los surrealistas asimilaron en la filosofía hegeliana venía ya cargado de una tradición que se remonta a la mística alemana y a la Cábala. ¿Cómo era posible entonces que éstos pudieran haber militado dentro de una organización como la del Partido Comunista cuyos fines eran totalmente opuestos a esa tradición? Quizás porque como observara Maurice Blanchot “el servicio que los surrealistas esperaban del marxismo era que le preparara para ellos una sociedad en la cual todos fueran surrealistas (31) Es decir en una sociedad donde de acuerdo con Clifford Browder “la actitud materialista no pusiera en peligro la esencia de la experiencia surrealista: la intuición de lo maravilloso” (32). El paso siguiente a seguir para Breton transitaba pues por otros caminos, como quedó demostrado en lo que expuso en su “Segundo Manifiesto del Surrealismo” y en sus “Prolegómenos a un Tercer Manifiesto”. Cualquier lector de ambos escritos, encontrará en sus páginas la creciente afición de Breton hacia las doctrinas esotéricas, como veremos durante el transcurso de otros ensayos publicados en este libro.

La independencia de pensamiento que Breton defendía celosamente tenía que llevarlo a conclusiones ajenas a los principios materialistas del marxismo. En el Segundo Manifiesto Breton expresó lo siguiente: “Verdaderamente no comprendo por qué razón, aunque ello desagrade a revolucionarios de limitados horizontes, debemos de abstenernos de propugnar la revolución, de aplicarnos a los problemas del amor, del sueño, de la locura, del arte y de la religión, siempre y cuando lo enfoquemos desde el mismo punto de vista de aquellos –y también nosotros– lo enfocan. (33) Años más tarde, en 1973, en el Bulletin de Liason Surrealiste, Vincent Bounoure afirmó: “Lo que está en causa es una poetización radical del mundo o más precisamente una transvaloración sin retorno de las relaciones sensibles que el espíritu mantiene” (34) O sea, que más de treinta años después que Breton formulara sus puntos de vista, la cuestión continuaba planteándose con el mismo sentido de urgencia, dentro del seno del movimiento. Y era que no podía haber un compromiso con una doctrina cuya finalidad era esencialmente política mientras que la surrealista se basaba en otra escala de valores. Jacques Abeille otro surrealista que surgiera en tiempos post-bretonianos, expuso en el mismo “Bulletin” que “no podía haber una política surrealista posible, pues ningún poder podría darle satisfacción al Surrealismo” (35).

La revelación de lo maravilloso, que sólo puede ser obtenida conjurando la poesía que se encuentra latente en el mismo, posee sus propias reglas de juego, que nada tienen que ver con un proceso dialéctico encaminado a la toma del poder, por muy anclado que se encuentre en Hegel. Es por eso que él no compromiso surrealista, afectó su militancia en las filas del Partido Comunista. Pero la tendencia de los surrealistas a saludar en el rebelde o supuesto rebelde la encarnación del verdadero revolucionario, los incitó a percibir en la figura de León Trotsky como al héroe de una revolución que para ellos no había perdido su atractivo.

 

TROTSKY | El encuentro entre Trotsky y Breton se produjo en México en 1938. Para esa época los procesos de Moscú y la Guerra Civil Española habían marcado decisivamente la conciencia revolucionaria mundial. Los surrealistas no fueron ajenos a las conmociones que ambos hechos provocaron en el plano revolucionario, denunciando los primeros y apoyando los movimientos de izquierda que luchaban contra el fascismo en España. Benjamín Péret pasó a formar parte primero de las filas del POUM (trotsquista) como lo hiciera Eugenio Granell, y de los anarquistas después, mientras que Breton con una hija recién nacida, se quedó en Paris. Cuando Breton llegó a México fue recibido por Diego Rivera quien le proporcionara albergue. Pocos días después visitó a Leon Trotsky entablándose entre ambos una relación que no siempre fue cordial. Mientras que Trotsky desconfiaba en el fondo de las ideas de Breton (y no sin razón desde su perspectiva), creyendo que éstas “abrían una ventana que iba a dar al más allá”, Breton se sintió conmovido hasta la adoración, ante la presencia del viejo militante revolucionario convertido en el gran disidente del estalinismo. La historia de ese momento ha sido relatada bajo distintos puntos de vista. Gerard Roché cuenta el incidente que tuvo lugar entre ambos con relación a la “personalidad” de los perros que Trostsky defendía y Breton rechazaba. (36). De todas esas lecturas lo que se pone en evidencia son las diferencias fundamentales que separaban la concepción marxista de Trotsky, y los conceptos que formaban la base del pensamiento de Breton. Nada más distante de lo que Trotsky tenía en mente, que esos conceptos que postulaban la encarnación de la poesía en la historia. Es curioso que dos de los personajes que atrajeran apasionadamente a Breton, Freud y Trotsky se encontraran alejados de una experiencia poética (entendida a la manera surrealista), que para Breton era esencial. A pesar de ello, la lectura que hiciera Breton en 1925 del “Lenin” de Trotsky (escrito en 1924) fue crucial para la orientación de muchos surrealistas hacia el materialismo dialéctico. Arturo Schwarz en su libro Breton/Trotsky (37) menciona que

 


Breton encuentra un eco de sus propias preocupaciones… cuando Trotsky habla de destruir los valores culturales del pasado para crear otros, infinitamente más bellos… Trotsky escribe que “el interés de la vida de Lenin no consistía en lamentarse sobre la complejidad de la existencia, sino de reconstruirla de otra manera” esa misma noción la encontramos en la creencia de Breton “que el poeta por venir rebasará la idea deprimente del divorcio irreparable entre la acción y el sueño”…

 

La diferencia entre ambos mantuvo su vigencia en la medida en que el poeta pensaba en términos utópicos, mientras que el revolucionario menchevique creía en la necesidad de cambios sociales concretos, a través de un instrumento (el partido) cuya acción era exclusivamente política. Acción que defendía el principio, rechazado con vehemencia por Breton, de que el fin justifica los medios. Benjamín Péret por su parte, siempre mantuvo un difícil equilibrio entre su militancia política (mucho más activa que la de Breton), y sus creencias poéticas. Eso no le impidió que saludara en la revista Médium (38) la autobiografía de Trotsky, haciendo un análisis detallado de su pensamiento. En su largo ensayo Péret destacó en el mismo, algunas contradicciones que de acuerdo con él había incurrido Trotsky. En el fondo todo parecía indicar que el estancamiento de la revolución rusa en el terror estalinista, se debía en gran medida al pensamiento filosófico que la sustentaba, pensamiento que tanto Lenin como Trotsky habían adoptado sin reservas, y del cual los surrealistas terminarían alejándose.

Lo que quedó de tangible de la visita de Breton fue la redacción entre el líder menchevique y Breton de un manifiesto: “Por un Arte Revolucionario Independiente”. Las tensiones que se suscitaron entre Trotsky y Breton en torno a la confección final del manifiesto, también ha sido relatado con detalles por algunos autores testigos de los hechos. (39) Aunque Trotsky no lo firmó (Diego Rivera lo hizo como substituto), la esencia del mismo se debe a su mano. La conclusión de ese manifiesto condujo a la fundación de una Federación Internacional del Arte Revolucionario Independiente (FIARI) que tuvo corta vida. Una lectura del manifiesto nos sitúa de nuevo en la coyuntura en que los surrealistas se encontraron a raíz de su adhesión al Partido Comunista. Existen, en el mismo de una parte y la otra, concesiones evidentes, si no ¿cómo es posible explicar sus referencias al anarquismo o al psicoanálisis? En ambas la mano de Breton aparece cuando habla de los “mecanismos de sublimación… que el psicoanálisis ha puesto de manifiesto y que tienen por objeto restablecer el equilibrio roto entre el “yo” coherente y los elementos reprimidos” o cuando afirma que “para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución está en la obligación de erigir un régimen socialista de plan centralizado, para la creación intelectual debe desde el principio mismo establecer y asegurar un régimen anarquista de libertad individual” (40).

Escrito bajo el espíritu de la época, hoy mucho de lo que este manifiesto dice nos parece anacrónico. Pero lo que sí revela es una tensión entre el proyecto de Breton de alcanzar la libertad por otras vías (abriendo como Trotsky sospechaba, una ventana hacia el más allá), y la estrategia política de éste para conseguir la misma mediante los métodos clásicos expuestos en el marxismo-leninismo. Por otra parte, no podemos olvidar que los anarquistas siempre condenaron al organizador del ejército rojo como uno de los responsables de la masacre perpetrada contra los marinos que se rebelaron en Cronstadt en 1922. Los escritos de Emma Goodman no dejan lugar a dudas al respecto. A pesar de ello, Breton siempre mantuvo en vivo su espíritu de solidaridad con Trotsky aún cuando expresara sus dudas sobre el contenido de su panfleto “Su Moral y la Nuestra”. Péret por su parte compartió con Breton su admiración, continuando su militancia trotsquista al mismo tiempo que su naturaleza rebelde lo condujo hacia el anarquismo.

 

SEGUNDO ENCUENTRO: EL ANARQUISMO | Oficialmente los Surrealistas no se acercaron a los anarquistas hasta los años cincuenta cuando ya Breton había formulado su inclinación hacia el Socialismo Utópico. Prefiero, sin embargo, continuar con el proceso de alejamiento de Breton del materialismo dialéctico, para cerrar este trabajo con la utopía como respuesta final que hiciera al mismo. En un escrito suyo incluido en La Llave de los Campos titulado “La Clara Torre” Breton confesó que “Donde el surrealismo reconoció por primera vez, mucho antes de definirse a sí mismo y cuando no era sino asociación libre entre individuos que rechazaban espontáneamente y en bloque las coacciones sociales y morales de su tiempo, fue en el anarquismo” a continuación en ese mismo escrito se pregunta “Por qué no pudo operarse en aquel momento una fusión orgánica entre elementos anarquistas propiamente dichos y elementos surrealistas? Yo aún me lo pregunto veinticinco años después” (41), A guisa de justificación la respuesta que de inmediato da Breton refleja las contradicciones internas a que hemos venido aludiendo: “No es dudoso que la idea de la eficacia, que había de ser el señuelo de toda esa época, lo decidiera de modo muy distinto” (42). En la época a que alude Breton, la eficacia consistía en la militancia dentro de un partido específico: el comunista. Pero esa militancia llevaba el sello de las tácticas y estrategias oportunistas del partido, como lo reflejara Arthur Koestler en el “Cero y el Infinito”, libro que según Breton poseía un carácter inquietante, por la forma que revelaba el maquiavelismo estalinista y al mismo tiempo su eficacia para aplicarlo. Pero la cuestión se planteaba también en otro plano: aquel del espíritu que era donde los surrealistas podían responder con otra “eficacia” dada la naturaleza de sus ideales. De ahí que entre el 12 de octubre de 1951 y el 8 de enero de 1953 los surrealistas participaran con unos llamados “billets” en la publicación anarquista Libertaire. La inclinación refractaria que guiaba a los surrealistas a acercarse al movimiento anarquista, se encontraba plenamente justificada por la conciencia del fracaso que significó para ellos el comunismo soviético, pero además por la confianza que siempre tuvo en el poder del hombre de ir libremente contra la corriente. En ese sentido los surrealistas se opusieron al pesimismo que Camus manifestara en su Mito de Sísifo. Contrariamente a los postulados de Camus, Breton pensó que algún día el hombre podría llegar a la cima. Existía desde luego el Marx anterior, el de los manuscritos y los “Grundrisse” que expresaban unos imperativos éticos que los surrealistas podían aún adoptar, como de hecho lo hicieron alentados en parte por los escritos de Herbert Marcuse. Pero en el fondo un poema o un collage reflejaban mejor lo que el surrealismo entendía como el sentido anárquico de la creación, y la apertura que significaba.

El anarquismo entonces pudo ofrecerle a los surrealistas un puente entre su visión utópica y la necesidad que alimentaban de “cambiar al mundo” y “transformar la vida” al revés de lo que pidieron Marx y Rimbaud. Un escritor anarquista Murray Bookchin, que conocía el surrealismo aunque no tengo datos si los surrealistas habían oído hablar de él, expuso en su libro Post Scarcity Anarchism “que los medios existen para el desarrollo del hombre total, liberado de la culpa y las manipulaciones de los modos autoritarios del entrenamiento, entregándose al deseo y a la aprehensión sensual de lo maravilloso” (43). Estas palabras tan cercanas a las que Péret le escribiera a Breton, revelan que dentro de la corriente anarquista existen puntos de contacto con la búsqueda surrealista de lo maravilloso a través del deseo. Para Bookchin el elemento surreal en el proceso revolucionario formaba parte de su dinámica interior, lo cual lo conecta con lo que otros autores citados en este trabajo habían dicho.

La confianza en la creación que se produce espontáneamente, fuera del control de la razón, como había pedido Breton en su Primer Manifiesto, se traduce en el automatismo. Tanto la escritura automática como los diversos juegos a que los surrealistas se entregaron, reflejan esa necesidad de construir una realidad a partir de un acto libre por excelencia. La libertad pues, es la llama que enciende el proceso creativo, proceso que pone de manifiesto la importancia del impulso anarquista: La creencia en la acción espontánea forma parte de una creencia mucho más amplia: la creencia en el desarrollo espontáneo” (44). Un mismo puente une el automatismo de los surrealistas y el de los anarquistas. Ese puente va a ser construido en parte por otras dos tradiciones caras al pensamiento de Breton: la utópica y la hermética. Con respecto a la tradición hermética Van Lennep nos dice en su libro sobre la Alquimia (45) que: Para Víctor Hugo el alquimista representaba la encarnación misma del espíritu libertario y de la emancipación social… esa opinión que los surrealistas habrían de adoptar, tiende a representar al alquimista bajo los trazos de un anarquista o por lo menos a un defensor de la libertad de expresión… El alquimista que Marx viera en Louis Auguste Blanqui, cobra a partir de lo dicho por Van Lennep toda su relevancia a los ojos del surrealismo.

 


TERCER ENCUENTRO: LA UTOPIA | En un discurso que pronunció en “La Mutualité” a raíz del revuelo que causara Garry Davis con su movimiento mundialista en la década de los cincuenta, Breton planteó claramente su posición: “Para quienes consideran –y yo me encuentro entre ellos-que en cada época hay algo de esencial que hay que rescatar de la herencia cultural y que ese algo puede ayudar a la emancipación del hombre, nosotros reivindicamos a Fourier y Proudhon, y con reservas a Marx y Lenin, y reivindicamos a Sade y Freud como también a Rimbaud y Lautréamont” (46). Por su parte Murray Bookchin escribió: “El gnosticismo comparte con los cultos mistéricos de la antigüedad así con la cristiandad, la necesidad de alcanzar un desarreglo de los sentidos… ahí yace el gran poder de la imaginación que ha revitalizado a los movimientos radicales por siglos… El sueño de Schiller de un mundo estéticamente encantado o el de Breton de la hipóstatesis de lo maravilloso… es limítrofe con la experiencia gnóstica de la Iluminación extática(47). De manera que la relación entre una tradición libertaria que piensa en términos políticos-sociales, y la tradición hermética y gnóstica que busca en lo espiritual una dimensión donde se pueda producir la epifanía de lo maravilloso, es posible dentro del esquema que Breton elaboró en torno al surrealismo. La crítica surrealista de la sociedad no se encuentra alejada de la concepción romántica, que exige una revalorización espiritual de otro orden. Breton en su manifiesto denuncia que, en nombre de la cultura, bajo el pretexto del progreso, se ha llegado a desterrar del espíritu todo lo que, con razón o sin ella, pueda tacharse de superstición, de quimera, llegando a proscribir cualquier búsqueda de la verdad que no sea la usual (48). Estas palabras de Breton encuentran su eco en Alfredo de Paz cuando afirmara: Frente a tan falsas y peligrosas alternativas, la utopía social del primer romanticismo, dirigida como estaba hacia la unión de sentimiento y reflexión, cuerpo y espíritu, análisis e imaginación, aparece sobremanera reveladora (49).

 

FOURIER | En una de las tesis que Herbert Marcuse expuso en su libro Counter-Revolution and Revolt (50) éste afirmaba que la realización del sueño mediante la revolución era posible y que en ese sentido el programa surrealista continuaba siendo válido. Quien le abriera esa dimensión a André Breton fue, sobre todo, Charles Fourier. El descubrimiento de la obra del autor del Nuevo Mundo Amoroso por Breton, se produjo durante su exilio en los Estados Unidos en los momentos en que se aprestaba a visitar el Oeste y especialmente a las naciones de los Hopi y los Navajos. Esos encuentros engendraron una eclosión final en el pensamiento de Breton con respecto a las ideologías de corte marxista. El resultado fue su “Oda a Charles Fourier”. Poema temático único en su obra, fue escrito después que Breton tomara conocimiento de la poesía de Aimé Césaire durante su estancia en la Martinica

La Oda a Fourier continúa los trazos del largo poema de Césaire, usando varias narrativas, entre las cuales se encuentra la presencia de los Hopis como reconocimiento del parentesco entre el utopista francés y el pensamiento de los indios Pueblo. Si para el pensador francés las pasiones humanas reflejan las propiedades de un animal, vegetal o mineral, para los indios del suroeste la naturaleza ofrece un cuadro de coordenadas entre lo animado y lo inanimado: nada se mueve sin que el uno afecte al otro. Esa homología se convirtió para Breton en una poética que llevaba sus rizomas hasta el ordenamiento social. El poeta pues saluda a Fourier en su Oda:

 

 “Fourier te saludo desde el Gran Cañón del Colorado/ veo el águila que se escapa de tu cabeza/… Te saludo desde el instante en que acaban de llegar a su término las danzas indígenas… Te saludo desde lo bajo de la escala que se hunde con gran misterio en la kiwa hopi la cámara subterránea y sagrada hoy 22 de agosto de 1945 en Miishongnovi a la hora en que las serpientes con un gran nudo último señalan que están listas a operar su conjunción con la boca humana”… (51).

 

En ese poema, la tradición del socialismo francés muy mezclada al idealismo romántico, vuelve a encontrar su camino. Por debajo de la Oda corre un río que arrastra los nombres de Saint Simon, Enfantin, Fabre D’Olivet, Saint Martin, Martínez de Pasqually, Eliphas Levi, y tantos otros que ingresaron en el mundo de Breton. Breton descubre tras una mirada retrospectiva a Fourier, y dentro del nuevo mundo americano, el anhelo utópico de un porvenir donde puedan convivir el mundo de los Hopis y las visiones utópicas de Fourier. En ese sentido Gerard Schaefer expresó

 

Que Breton incline sus propias convicciones metafísicas a la visión de Fourier como a la de los Indios es evidente, ¿toda gestión surrealista no consiste precisamente en una lectura apasionada y subjetiva de las obras del espíritu como las del cosmos?…discípulo de un eterno y viviente romanticismo, el poeta saca del pasado y de lo real la imagen brillante, deseable, del futuro. (52).

 

De esa manera socialismo utópico y primitivismo se unen en una de esas síntesis a la cual el pensamiento surrealista encaminaba sus pasos, verificando a su vez, como había apuntado Gerard Schaefer, “la validez del mundo de Fourier (al mismo tiempo que) el nuevo mundo americano aportaba una confirmación por el antiguo en la ideología india, a las promesas de Fourier” (53). Jean Gaulmier en esa misma obra cita a Claude Levi-Strauss donde expone: (54)

 

Para un Hopi todo se encuentra unido: un desorden social, un incidente doméstico ponen en peligro el sistema del universo, cuyos niveles se encuentran unidos por múltiples correspondencias, los desordenes sobre un plano no son inteligibles y moralmente tolerables sino como una proyección de otros desórdenes que afectan otros niveles.

 

Para los Hopis, todos los niveles del universo se encuentran enlazados por múltiples correspondencias que los llevaba a respetar su armonía, como obedeciendo la frase de Goethe: Hay protofenómenos que no debemos perturbar ni lesionar en su divina sencillez. En la vida de estos pueblos, regida por esos principios, se produce un fenómeno semejante al que Fourier soñara para sus falansterios. La teoría de las correspondencias le trasmite a Fourier su concepto de las analogías y la creencia en la “atracción apasionada”, estimulando la concepción que Breton desarrollara del surrealismo. En la oda a Fourier se verificó entonces la convergencia “surrealista” entre el arte y mitología de los indios, y el pensamiento del utopista francés influido por el hermetismo. Ana Balakian apunta en su libro sobre Breton: (55)

 

Cuando en “Los Estados Generales” Breton mencionó a Fabre d’Olivet, no estaba consciente de que su último gran poema (La Oda a Fourier), estaría dedicado al filósofo que le debía tanto a Olivet… Sin entrar en los meandros del sistema filosófico de Fourier, podemos notar que existe un claro paralelo entre lo que Eliphas Levi hizo con la filosofía de Swendenborg y lo que Fourier hiciera con el socialismo utópico. Levi se apartó de la noción dualista de las correspondencias entre el mundo espiritual y material, transformando el sistema de analogías en un sistema monista y materialista regulados por los poderes naturales del magnetismo…

 

En su discurso preliminar a la “Teoría de los Cuatro Movimientos” citado por Octavio Paz (56), Fourier declara que La primera ciencia que descubrí fue la teoría de la atracción apasionada… pronto me di cuenta de que las leyes de la atracción apasionada se conformaban en todos sus puntos a las leyes de la atracción material explicadas por Newton, el sistema de movimiento del mundo material era el del mundo espiritual. Sospeché que esa analogía podía extenderse de las leyes generales a las leyes particulares, y que las atracciones y propiedades de los animales, vegetales y los minerales quizás estaban coordinadas de la misma manera que la de los hombres y los astros…así fue descubierta la analogía de los cuatro movimientos: material, orgánico, animal y social… Ambas citas aclaran la importancia que tuviera para Breton el descubrimiento de Fourier, como el que creó las precondiciones para una teoría de la liberación total y no parcial de los poderes sujetos aún dentro de la humanidad.

Lo que subyace en el pensamiento utópico de Fourier es la creencia –cara para los románticos-, que no puede existir un estado de libertad sin que la poesía, con toda la amplitud que implica, se encuentre en la raíz de cualquier actividad humana. A ese respecto Patrick Tacussel nos dice:

 

La analogía vislumbra una totalidad universal de orden estético, siendo una forma de pensamiento que se aparta de los encadenamientos causales estrechos, como los que operan en la psicología o en el modelo mecanicista de las ciencias. Podemos notar su parentesco, y hasta su participación efectiva con un sistema del lenguaje apoyado de entrada sobre el signo iconográfico, abandonándolo a ratos a la inseguridad del sentido (el hieroglífico)… Sobre esta base la analogía es a su vez una forma de razonamiento y el punto de partida de una hermenéutica de las mediaciones discretas que nos permite leer el gran texto de lo viviente. Fourier, impregnado del espíritu romántico, hereda una tradición espiritual que se remonta a Horapollus y sus “Hieroglíficas” (1419) y por sus alegorías al universalismo propio del gnosticismo… (57)

 

La exuberante imaginación de Fourier tenía mucho que ver con su concepción erótica la cual coincidía con las aspiraciones surrealistas de Breton. En los comentarios que Jean Gaulmier hiciera a la edición de la “Oda a Fourier” (58), éste nos dice que Al igual que Fourier, André Breton es un gran poeta del amor feliz para quien la felicidad consiste en tener suficientes pasiones y numerosos medios para satisfacerla… Pero además Fourier proclamó dos principios que también formaron parte del proyecto surrealista: la necesidad de rehacer el entendimiento humano y el de la “separación absoluta” tema que inspiró la última exposición surrealista dirigida por Breton.

El error de numerosos exégetas de Fourier, como pensaba Jean Gaulmier en sus comentarios a la Oda de Breton, consiste en considerarlo meramente como un filósofo, mientras que en tanto que detector de la ‘atracción apasionada”, estuvo más cerca de la poesía en el sentido surrealista del término. Octavio Paz percibió con claridad todas las ramificaciones poéticas de la obra de Fourier:

 

“… La creencia en la analogía universal está teñida de erotismo: los cuerpos y las almas se unen y separan regidos por las mismas leyes de atracción y repulsión que gobiernan las conjunciones y disyunciones de los astros y de las sustancias materiales. Un erotismo astrológico y un erotismo alquímico… la alquimia erótica –unión de los principios contrarios, lo masculino y femenino, y su transformación en otro cuerpo– es una metáfora de los cambios, separaciones, uniones y conversiones de las sustancias sociales (las clases) durante una revolución… (59).

 

En los sueños de algunos románticos, como Víctor Hugo o en Novalis, y en las cosmogonías de los pueblos primitivos, la imaginación encarna lo ideal en lo sensible, –la “fantasia sensible exacta” de Goethe– dando lugar a un lenguaje metafórico donde la analogía juega un papel preponderante. Lo que Octavio Paz nos dice forma parte de la sustancia del surrealismo concebido por André Breton. Cualquier lector podrá entonces concluir que la utopía tenía que encontrar su sitio dentro de una visión como la suya. Pero una utopía, hay que añadir, muy lejana a las estrictas regulaciones que a la larga malogran todo proyecto utópico, convirtiéndolo en un ensayo coreográfico para alcanzar la felicidad. Lo que salva a Fourier es que su mundo amoroso está regido por un erotismo cuyas raíces –según lo viera Octavio Paz– se nutren del hermetismo del siglo XVIII, como aflora en las novelas de Restiff de la Bretonne: “Del misticismo erótico de un Restiff de la Bretonne a la concepción de una sociedad por el sol de la atracción apasionada no había sino un paso. Ese paso se llama Fourier” (60). Federic Jamenson en su libro Marxism and Form (61) piensa algo semejante cuando expresa que Fourier se distingue porque fue el primero que aplicó la noción de estructura, de la sociedad racional, a la actividad sexual.

Posiblemente Octavio Paz tomó esa idea de un libro revelador: Fire in the Minds of Man, de James H. Billington, libro que traza los vínculos que existieron entre las ceremonias que ciertas sociedades secretas practicaban, y los movimientos revolucionarios de los siglos XVIII y XIX. En su obra Billington señala que: “La etiqueta revolucionaria en el mundo contemporáneo surgió de la imaginación erótica de un escritor excéntrico, Restiff de la Bretonne… (este autor) condujo (su investigación) a oscuros corredores de la imaginación que los positivistas y los marxistas han preferido ignorar (62). Esa ignorancia es precisamente la que Breton y los surrealistas lograron superar a través de Fourier, prosiguiendo lo que Marx había dicho de éste cuando lo calificara como “uno de los patriarcas del Socialismo”, al mismo tiempo que Engels afirmaba que Fourier manejaba la dialéctica con la misma destreza que Hegel. El mundo armónico de Fourier, mundo donde el elemento lúdico se encontraba presente, ofrecía para Breton una alternativa de poetizar el socialismo. Pues de eso se trataba en última instancia: de rescatar a un socialismo secuestrado por sistemas opresivos, reivindicando su naturaleza humanista. Pienso al mismo tiempo, que Breton nunca se hubiera sentido libre dentro de un falansterio ideado por Fourier, donde las regulaciones del tiempo obedecían a una coreografía bien planificada. La utopía de Fourier, en lo que poseía de imaginaria y de fuerza liberadora de las pasiones, con sus geniales intuiciones acerca de las mismas era una cosa, su aplicación en tanto que un mecanismo para llevar a cabo la felicidad, era otra.

 

CONCLUSION: ¿EL ORO DEL TIEMPO? | El proceso evolutivo de Breton hacia la utopía como un lugar donde pudieran resolverse las contradicciones que afectan al hombre, fue el resultado obvio de su ideal surrealista. Comenzando con las páginas del Primer Manifiesto Surrealista hasta las últimas que Breton escribiera, todo en su obra respira un aire utópico. A través de múltiples desengaños con las izquierdas convertidas en instrumentos de oscurantismo y represión, Breton siempre sostuvo la apertura surrealista hacia la naturaleza libertaria de lo maravilloso. Si durante la época del Segundo Manifiesto pidió el ocultamiento profundo de éste (con la idea de convertirlo en una especie de sociedad secreta: un “egregore” de acuerdo con Pierre Mabille o un “set” estudiado por Jules Monnerot), Breton situó la última exhibición que él presidiera bajo el rótulo de L’Ecart Absolu, siguiendo el pensamiento de Fourier.

Partiendo de ese principio, podemos preguntarnos entonces: ¿Es viable la utopía surrealista? y ¿En qué consiste su viabilidad? Paradójicamente consiste en su no viabilidad, es decir, en continuar siendo una utopía sobre la utopía. En su perpetua búsqueda de lo maravilloso, el Surrealismo no se propuso encontrar soluciones fuera del alcance de la poesía. De ahí que Breton haya acogido a un número de pensadores marginados para fundamentar su propia herejía revolucionaria. En las páginas de Arcane 17, Breton saludó a Sade y a Paracelso, a Flora Tristán, Fourier y a Pére Enfantin con el mismo entusiasmo que anteriormente había saludado a Trotsky. Pero como el hermetismo no es ajeno a esas corrientes, también la tradición de los heterodoxos y heréticos le resultó favorable, en cuanto abrían una ventana hacia un espacio donde las “soluciones posibles” podrían ser alcanzadas, soluciones que Breton vio como realizables durante el transcurso de nuestras vidas. La clave se encuentra precisamente en esa especie de “utopía cotidiana” que los surrealistas intentaron vivir mediante sus excursiones poéticas alentadas por el azar objetivo, en los diversos dominios de la imaginación. Durante las revueltas en Francia, en la década de los sesenta, si los estudiantes exigieron que “la imaginación tomase el poder”, fue porque reivindicando a Breton, pensaron que lo imaginario es lo que tiende a devenir real. Los sesudos análisis que se hicieron en aquella época de las condiciones materiales que sirvieron como estructuras de las rebeldías, no tomaron en cuenta que la desvalorización de la sociedad provenía de otras fuentes. En el número 13 (Hors serie) que el Magazine Litteraire le dedicara a los acontecimientos que sacudieron a la Francia durante los sesenta, Pascal Bruckner escribió que Pensado tradicionalmente como movimiento político, Mayo del 68 fue de entrada y sobre todo, una insurrección de tipo libertario fiel a su doble tradición anarquista y surrealista… habíamos amado a los surrealistas y situacionistas por haber tomado la llamarada sadista y fourierista de la satisfacción del deseo contra todos los aguafiestas de la abnegación… En todo el mundo y contrariamente al pensamiento meramente materialista, era la valorización del juego, del deseo y de lo maravilloso lo que se encontraba en el centro de las esperanzas revolucionarias, o sea, su costado utópico.

El entusiasmo que muchos surrealistas demostraron por la revolución cubana, se desvaneció cuando los tanques del bloque comunista aplastaron la Primavera de Praga en el 68 que Fidel Castro justificó. Muchos surrealistas y ex surrealistas (Breton –habría que notar– declinó gentilmente a participar), acudieron a la llamada que hicieran en La Habana en el 67, los dirigentes del aparato cultural de la isla. Pero el retorno a la realidad del 68, los llevó a repensar su compromiso con esa revolución cuya raíz represiva había comenzado a manifestarse desde sus comienzos. El fracaso del comunismo y de sus variantes socialistas, ¿no llevaba acaso como temía Trotsky citado por Breton, a una nueva utopía? ¿O quizás si hacia el fin de toda utopía? Si el marxismo como apuntara Maximilian Rubel en su antología sobre los escritos de Marx, perece a la larga por la rigidez de su lógica, el socialismo concebido por él en sus primeras etapas, continuaba siendo una llamada a la emancipación de la persona. Pero esa emancipación, como lo creyera Breton, no era un monopolio exclusivo del marxismo, sino que le pertenecía a una nutrida línea de pensadores aparentemente dispares, que encontraron en el Surrealismo un espacio común. Esa puerta abierta por donde entraba un aire no enrarecido por los dogmas que a la larga hicieran abortar los ideales libertarios del socialismo, salvó a la utopía a desaparecer junto a esos ideales. El sincretismo surrealista que abarca corrientes que aparentemente no coinciden entre sí, pone entonces en el mismo pie de igualdad al Marx de sus primeros escritos, con los sueños de Fourier o Enfantin. Visto desde ese punto de vista es posible entonces entender la frase sibilina de Breton: la historia cae afuera como la nieve. Para verla caer hace falta una ventana, como esas que Magritte nos pintara dejando que el espectador descubra lo que ocurre o lo que pudiera ocurrir, al abrirse frente al espectador. Esa historia que cae afuera es la historia enrarecida por siglos de opresión e injusticias. Es la historia que hay que hacer entrar de nuevo en la habitación donde el vidente se encuentra contemplándola caer. Eso parecía decir Heidegger en sus Sendas Perdidas (62): Somos acaso los últimos llegados a una historia que ahora se acerca rápidamente a su fin la cual acabará poniéndolo todo en un orden de uniformidad cada vez más insípido. Los surrealistas con su utopía cotidiana introducen, mediante la magia, el desorden en la uniformidad que la racionalidad del mundo impone. Adorno y Horkheimer en su libro “La Dialéctica de las Luces” habían predicho que, si la magia espiritualiza las cosas, la industrialización ha cosificado al espíritu. Terrible alternativa que nos impulsa a buscar otras avenidas que lo salvaguarde.

Si toda gestión libertaria actual apunta hacia un porvenir lejano, nos parece entonces que la utopía surrealista es viable en tanto que limite su campo de acción a lo imaginario. El Surrealismo no es un partido político, ni un culto religioso, dirigido hacia la toma del poder. Es y continuará siendo una lectura apasionada de lo real para revelar la “surrealidad” que yace en su seno. Dentro de ese proceso el Surrealismo mantendrá ardiendo su fuego creador pudiendo aún abrir caminos exploratorios. En la apertura de esos caminos se encuentra el espíritu innovador de la utopía, vislumbrando el horizonte a sabiendas que nunca podrá alcanzarlo.

 

NOTAS

1.– “Surrealisme et Mythologie Moderne”, Gallimard, Paris, 2002.

2.– Herbert Gershman: “Surrealist Revolution in France” University of Michigan Press, 1961.

3.– Citado en Roger Picard “El Romanticismo Social” Fondo de Cultura Económica, Versión española de Blanca Chacel.

4.– Octavio Paz: “Corriente Alterna”, Siglo XX, México, 1967.

5.– Malcom Lowy: “La Estrella de la Mañana: Surrealismo y Marxismo”. Ediciones El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 2006.

6.– Malcom Lowy: “Walter Benjamín: Aviso de Incendio”, Fondo de Cultura Económica, 2002. Traducción Horacio Pons.

7.– Marcel Spada: “Erotiques du merveilleux”, Jose Corti, Paris, 1983.

8.– Ruth Benedict: “Patterns of Culture” Houghton Mifflin, New York, 2005.

9.– André Breton: “Arcano 17”, Al Borak editores versión castellana de Ramón Mayrata y Carlos Pert.

10.– Luis Mario Schneider: “México y el Surrealismo, 1925-1950”, Arte y Libros, México 1978.

11.– André Breton: “Point du tour”, Editions NRF, Paris 1934.

12.– André Breton: “Puntos de Vistas y Manifestaciones”, Barral Ediciones, Barcelona, 1972.

13.– Ibid. Página 137-138. El subrayado es mío.

14.– Routdledge New York, 2003.

15.– Ibid.

16.– Cahiers du College Philosophique, Arthaud, Paris, 1948.

17.– Librairie Droz Geneve, 1967.

18.– Roger Picard, O. C.

19.– Ferdinand Alquié: “Philosophie du surréalisme”, Flammarion, Paris, 1955.

20.– Helen Lewis: “Politics of Surrealism”, Paragon House, New York, 1988. Gerard Durozoi: “Histoire du mouvement surrealiste”, Hazan Editeurs, Paris, 1977. Maurice Nadeau: “Histoire du Surrealisme”, Editions du Seuil, Paris, 1964.

21.– Incluido en André Breton: “Manifiestos del Surrealismo”, Guadarrama, Madrid 1969. Traducción de Andrés Bosch.

22.– Entrevistas.

23.– Martin Jay: “Marxism and totality”, University of California Press, 1984.

24.– Juan Eduardo Cirlot: “Introducción al Surrealismo”, Revista de Occidente, Madrid, 1951.

25.– Ferdinand Alquié: “Humanisme existencialiste et humanisme surrealiste”, Cahiers du College Philosophique, Arthaud, Paris, 1948.

26.– Martin Jay

27.– Herbert Marcuse: “Reason and Revolution”, Beacon Press, Boston, 1969.

28.– Martin Jay, ibid.

29.– Bruce Baugh: “French Hegel”, Routledge, New York, 2003.

30.– “Dyn”, reprint Springer Wein, New York.

31.– “México y el Surrealismo” ibid.

32.– Glenn Alexander Magee: “Hegel and the hermetic tradition”, Cornell University Press, 2001.

33.– “Segundo Manifiesto del Surrealismo”, en Guadarrama Ediciones, Madrid 1969. Traducción de Andrés Bosch.

34.– Clifford Browder: “André Bretón: Arbiter of surrealism”, Librairie Droz, Geneve, 1967.

35.– “Manifiestos del Surrealismo” ibid.

36.– Vincent Bounoure: “L’Autre Rime”, BLS # 6, Abril, 1973.

37.– Jacques Abeille: “Reponse a Herbert Marcuse”, BLS # 7.

38.– Gerard Roché: El encuentro entre el águila y el león: Trostsky, Breton y el Manifiesto de México. Estrategia Internacional No. 8 Mayo/Junio 1998.

39.– Citada en Fabrice Flahutez: “Noveau monde et noveau mythe”, Les presses du réel, Dijon, 2007.

40.– Arturo Schwarz: “Breton/Trotsky”, Union General des Editions, Paris, 1974.

41.– “Sa Vie” en “Medium” # 3, Mai 1954.

42.– Ver Jean van Heijenoort: “Con Trotsky de Prinkipo a Coyoacán” Editorial Nueva Imagen, México 1979. Traducción de Tununa Mercado.

43.– Incluído en “André Breton, antología 1913-1966. Selección y Prólogo de Marguerite Bonnet. Traducción de Tomás Segovia. Siglo XXI Editores.

44.– André Breton: “La Clara torre” en “La Llave de los campos”. Libros Hiparión, Madrid. Traducción Ramón Cuesta y Ramón García Fernández.

45.– Ibid.

46.– Murray Bookchin: “Post-Scarcity Anarchism”. Rampart Press, Berkley, California, 1971.

47.– Ibid.

48.– Van Lennep: “L’Alchimie”, Credite Communal, Bruxelles, 1985.

49.– Reproducido en Maurice Joyeux: “el anarquismo y la rebelión de la juventud”. Editorial Freeland, Buenos Aires 1972.

50.– “Ecology of Freedom”, Chesire books, California, 1982.

51.– Beacon Press, Boston, 1972.

52.– Gerard Schaeffer “André Breton” Ed, A la Baconniere, Neuchatel, 1970.

53.– Ver “Manifiestos del Surrealismo”, Guadarrama, Madrid, 1969. Traducción de Andrés Bosch.

54.– “La Revolución Romántica”, Tecnos, Madrid, 1992. Traducción de Mar García Lozano.

55.– Incluido en “André Breton, Antología”, siglo XXI. Ibid.

56.– Gerard Schaefer: “André Breton”, Editions La Bacconiere, Neuchatel.

57.– Patrick Tacussel: “L’Imaginaire Radical”, Les Presses du Réel, Dijon, 1907.

58.– Librairie C. Klincksieck, Paris, 1961

59.– Ibid.

60.– Ana Balakian: “André Breton: Magus of surrealism”, Oxford University Press, 1971.

61.– Princeton U. P. 1971.

62.– Ed. Losada, Traducción de José Roviera Armengol.

63.– Octavio Paz: “Fourier y la analogía” en “Aproximaciones a Fourier”, Miguel Castellote Editor. Madrid 1973.

64.– Ibid.

65.– Ibid.

66.– James H. Billington: “Fire in the minds of men”, Basic Books, Harper, 1980.

 

 


CARLOS M. LUIS | (1932-2013) Escritor, crítico de arte e curador cubano atuante na cena artística de seu país, tanto na ilha quanto no exílio. Durante as décadas de 1940 e 1950, Luis foi uma figura notável do mundo da arte cubana, colaborando com contemporâneos como Jorge Camacho. Seus trabalhos posteriores no exílio são caracterizados por pinturas abstratas, muitas vezes incorporando texto em suas peças. Deixou Cuba em 1962 e se estabeleceu em Nova York, onde trabalhou na editora Doubleday e fundou a revista Exilio, com artistas e escritores cubanos Julián Orbón, Alfredo Lozano, Jesse Fernández e Eugenio Florit. Em 1974, mudou-se para Miami, onde fundou o Museu Cubano de Artes e Cultura, sendo seu diretor até o fechamento do museu em 1999. Luis é autor de um livro sobre cultura e arte cubana, El oficio de la mirada (1998), e escreveu extensivamente sobre surrealismo.
 

 

 


HÉLIO ROLA | (Brasil, 1936). Pintor, desenhista, escultor, gravador. Estudou na Sociedade Cearense de Artes Plásticas em 1949. Formado em medicina em 1961, cinco anos depois finaliza curso de pós-graduação em Bioquímica pela USP. Entre 1967 e 1970, estuda pintura com Joseph Tobin e Agnes Hart no Art Student’s League, em Nova Iorque (Estados Unidos), período em que aproveita para frequentar a Liga de Estudantes de Arte da cidade e trabalhar como pesquisador no The Public Health Research Institute. Como membro do Grupo Aranha realiza diversos painéis de pintura mural coletiva em Fortaleza e São Paulo. Artista inventivo e destacado no panorama da Arte Postal, que soube transpor para o ambiente digital. Entre suas mais importantes exposições, encontram-se as retrospectivas “Cidades” (Centro Dragão do Mar de Arte e Cultura, Fortaleza, 2005) e “Um Atlas para Hélio Rola” (Museu de Arte Contemporânea, Fortaleza, 2021), sob a curadoria, respectivamente de Floriano Martins e Flávia Muluc.
  




Agulha Revista de Cultura

Série SURREALISMO SURREALISTAS # 14

Número 213 | julho de 2022

Artista convidado: Hélio Rola (Brasil, 1936)

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS

ARC Edições © 2022

 






                


 

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