El collage surrealista es, fundamentalmente,
un escenario donde las imágenes son subvertidas en un espectáculo imaginario. Si
de acuerdo con la fe cristiana el verbo se
hizo carne, prosiguiendo con la surrealista, el ¡Hágase! del Génesis se liberó del logos divino, para
realizar una función humana: la poesía visual del collage. Como un acontecimiento
de lo maravilloso, el collage nos monta un espectáculo seductivo. ¿Cómo evitar la
tentación de penetrar en su espacio para continuar habitando dentro de él? Ese fue
el gran reto de Max Ernst: obligarnos a saltar hacia ese otro lado, donde infinitas
sorpresas poéticas nos aguardan.
Los surrealistas se nutrieron por tanto
de esas posibilidades, porque intuyeron no sin razón, que por la vía de lo maravilloso
podían continuar soñando con la vieja utopía de realizar un espacio habitable. Espacio
donde la imagen poética recuperara los poderes perdidos, que siempre han sido su
punto de mira. Lautréamont acercó objetos disímiles sobre una mesa de disección,
declarando que esa unión tan inesperada como insólita, creaba un vínculo con la
belleza. Antes que el autor de Maldoror, los
hermetistas habían afirmado que todo se encuentra en todo, creencia cuyo magnetismo
no se le escapó a Breton o a Max Ernst. Muchos emblemas alquímicos muestran ese
principio. Lautréamont y los alquimistas confluyendo por los caminos que iba trazando
la imaginación, cultivaron el terreno donde el collage vio la luz.
No fue por mera coincidencia entonces,
que M. E. Warlick escribiera un libro titulado Max Ernst and Alchemy: a magician in search of a myth (1). En el laboratorio mental de este pintor,
se inició una obra que combinaba toda suerte de elementos
entresacados de diversos libros de ilustraciones, para que aparecieran las proyecciones
visuales de los nuevos mitos (o “paramitos” como Max Ernst los llamara), que desde
temprana fecha los surrealistas comenzaron a elaborar. En otro hermoso libro (2),
Victoria Cirlot interpreta bajo una perspectiva atrayente, los misterios que se
esconden tras los procedimientos de Max Ernst, al acercarlos a las visiones de la
monja del siglo XII, Hildegard de Bingen. En ese libro queda trazada entonces una
línea ininterrumpida de comunicación que une diversas creencias y tradiciones, algunas
aparentemente opuestas entre sí. ¿Pero acaso no es esa unión o mestizaje, lo que
hace posible la existencia del collage?
En primer lugar, detrás de lo real siempre
se encuentra el atractivo de lo posible, como fuente de una polisemia que cuestiona
el conocimiento absoluto. Werner Heisenberg abrió la caja de Pandora de la indeterminación como principio que pone en
tela de juicio la lógica tradicional. Alfred Jarry por su parte, hizo que el Doctor
Faustroll inventara la Patafísica para explicar la ciencia de las soluciones posibles.
La miríada de personajes, objetos y animales con los cuales Ludwig Zeller compone
sus collages, nos remiten a la Patafísica y al cuestionamiento de Heisenberg. Contradicen
la lógica, aunque están confeccionados con una precisión matemática. Los collages
de Zeller le proporcionan al surrealismo la continuación de un proceso de investigación
sobre la realidad, iniciado desde que el automatismo verbal y visual hiciera su
aparición dentro del seno del movimiento surrealista.
El desmontaje del viejo inventario de la
realidad y su reconstrucción en otro nuevo, uniendo los elementos más dispares entre
sí, nos propone como consecuencia, una hermenéutica polisémica. Partiendo de sus
juegos aleatorios (cuya raíz podemos descubrir en una tradición tan lejana como
la que iniciara Raimundo Lulio), Ludwig Zeller nos brinda su conocimiento mágico,
sometiéndolo a una estimulante experiencia visual. La participación de todos los
reinos de la naturaleza en esas ambivalencias que nos trasmiten sus composiciones,
muchas de carácter erótico o anticlerical, nos hacen rastrear su origen en las analogías
que Breton situara como savia del surrealismo. El gesto surrealista –podemos decirlo con palabras de Victoria Cirlot
aplicándoselas a Zeller– es apocalíptico (porque)
socava lo que existe para crear lo nuevo.
Lo nuevo habría que añadir, partiendo de las analogías, le restaura a la realidad
su dimensión mágica. Cuando penetramos en el mundo de Zeller, nos damos cuenta que
pisamos un terreno donde los pueblos primitivos y los hermetistas han dejado sus
huellas.
Un aire de frescura se desprende de esas
constantes modificaciones de los elementos que Zeller utiliza para realizar sus
collages, inducido por la aparición de seres híbridos o de armazones fabulosas.
Si nos remontamos a siglos anteriores, veremos cómo en plena Edad Media, la imaginación
de los iluministas de Libros de Horas o de tratados apocalípticos, elaboraron todo
un bestiario fantástico llamados droleries,
en los márgenes de sus incunables. Esos
seres que aparecen haciendo toda suerte de acrobacias grotescas y eróticas, pudieran
ser los antepasados que pueblan ahora los collages de Zeller. Su alfabeto imaginario
también nos remonta a las iniciales con las cuales los iluministas ornaban sus libros.
En los Ars Memorandi que se popularizaron
durante el siglo XVI, descubrimos unas composiciones mnemotécnicas que se encuentran
cercanas a los montajes de Zeller.
El silencio acorrala a quien vea demasiado. Es el llamado silentium post clamores que místicos y algunos alquimistas cultivaron, después de haber sido cegados por la luz de sus visiones. Como ejemplo de ello se encuentra la negativa de Santo Tomás de Aquino de continuar su Suma Teológica, porque según le dijera a su amanuense, todo lo que había escrito le parecía como un montón de paja después de lo que había visto. Esas experiencias nos enseñan también, que lo que aparece como lo posible en el horizonte, merece ser vivido y expresado. Artistas como Max Ernst o Ludwig Zeller, escogieron la vía de una creación donde un elemento esencial los ayudaba a realizar sus exploraciones: el juego. Nada más asociado a la naturaleza del surrealismo que la actividad lúdica. Entre éstos se encuentra uno que me parece que define los collages de Ludwig Zeller: Los “cadáveres exquisitos”. Si observamos su estructura, veremos las afinidades que guardan con el mundo del poeta. En términos generales, los collages de Max Ernst están concebidos como un “campo magnético” donde se funden en un solo espectáculo, los diferentes componentes de los mismos. De ahí que el pintor prefiriera que fueran reproducidos, evitando de esa manera que los contornos de sus recortes quedasen al descubierto. Los de Ludwig Zeller en cambio, están diseñados en su mayoría verticalmente, sugiriendo el procedimiento
NOTAS
1. M.
E, Warlick: Max Ernst and Alchemy, a magician
in search of a myth. University of Texas, Austin, 2001. Foreword by Franklin
Rosemont.
2. Victoria
Cirlot: Hildergard Von Bingen y la Tradición
Visionaria del Occidente, Herder, Barcelona, 2005.
CARLOS M. LUIS | (1932-2013) Escritor, crítico de arte e curador cubano atuante na cena artística de seu país, tanto na ilha quanto no exílio. Durante as décadas de 1940 e 1950, Luis foi uma figura notável do mundo da arte cubana, colaborando com contemporâneos como Jorge Camacho. Seus trabalhos posteriores no exílio são caracterizados por pinturas abstratas, muitas vezes incorporando texto em suas peças. Deixou Cuba em 1962 e se estabeleceu em Nova York, onde trabalhou na editora Doubleday e fundou a revista Exilio, com artistas e escritores cubanos Julián Orbón, Alfredo Lozano, Jesse Fernández e Eugenio Florit. Em 1974, mudou-se para Miami, onde fundou o Museu Cubano de Artes e Cultura, sendo seu diretor até o fechamento do museu em 1999. Luis é autor de um livro sobre cultura e arte cubana, El oficio de la mirada (1998), e escreveu extensivamente sobre surrealismo.
NICOLAU SAIÃO (Portugal, 1946) | Poeta, ensaísta, tradutor e artista plástico, com atividades ligadas ao Surrealismo desde o princípio, quando participou de várias mostras internacionais de arte postal. Em 1984, juntamente com Mário Cesariny (1923-2006) e Fernando Cabral Martins (1950), organizou a exposição O Fantástico e o Maravilhoso. Estudioso e tradutor da obra de H. P. Lovecraft, em 2002 organizou a primeira edição integral em todo o mundo de Fungi From Yuggoth (1943), tendo também a ilustrado. Dentre seus livros: Os objetos inquietantes (1992), Flauta de Pan (1998) e Olhares perdidos (2006).
Agulha Revista de Cultura
Série SURREALISMO SURREALISTAS # 15
Número 214 | agosto de 2022
Artista convidado: Nicolau Saião (Portugal, 1946)
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