–recuerdas, Erik,
ésos días caldeados,
recuerdas Aldecoa,
aquéllas noches cribadas, decantadas, hechas
/polvo finísimo de orbes,
y aquésas otras,
Proclo, aquésas otras jadeantes, eléctricas, densas
/noches de tempestad?–,
cuando vivía
en la híspida riba tórrida,
prófugo de las
ciudades y de los burgos y de la metafísica,
–mi espíritu
gozoso,
mi cuerpo impetuoso,
avasallantes
irrumpían como fuerzas sin rumbo.
“Relato del Skalde”
En la venta se
cruzan vientos duros
–la venta, en
la garganta de la sierra desnuda–.
Cantaba el viento,
cantaba el viento.
Allá en el fondo,
a lo hondo, la línea del río,
y el treno del
río.
“Relato de Claudio Monteflavo”
León de Greiff
llegó a Bolombolo en febrero de 1926. Venía de Bogotá, donde había vivido diez años,
durante los cuales había trabajado como estadígrafo en el Banco Nacional. Tenía
tres décadas cumplidas, buscaba el sueño de “la vida en bruto” y el silencio: huir
del mundo… Ese fue su sueño siempre: “la fuga”, el nirvana, el reino de Thulé; pero
quiso la suerte que allí su fuerza interior encontrara el vigor del río Cauca y
de la floresta tropical, la llama del sol que se había adormecido en la ausencia
del mar durante más de tres generaciones y que irrumpió en su voz como el canto
de las chicharras:
FANFARRIA EN SOL MAYOR
(Odecilla Estival)
Oh Bolombolo, país exótico y no nada utópico
en absoluto! Enjalbegado de trópicos
hasta donde no más! Oh Bolombolo de cacofónico
o de ecolálico nombre onomatopéyico y suave y retumbante, oh
Bolombolo!
Por aquí se atedia, en éste se atedia por modo
violento la fantasía: monótono
país de sol sonoro, de excesivas palmeras, de animalillos zumbadores,
de lagartijas vivaces, de salamandras y camaleones,
cigarras estridulantes, verdinegros sapos rugosos, y melados
escorpiones.
Por aquí refractan, en éste refractan luces blancas,
y todo reverbera como innúmeras estatuas
de sal, o como una falange elefantina recamada
de pulidos escudos, o como las trompetas en la bárbara
marcha de los dioses que entran al Walhalla,
o como la carga
de coraceros de Ney en la planicie desolada!
Y resécanse los prados de las colinas y llanadas
y de las vegas y lomas y abras,
e irradian los belígeros soles
dardos y flechas y virotes!
Y sólo en la noche la astral urdimbre
tiende su velo de Tánit inasible!
Oh Bolombolo, país de tedio
badurnado de trópicos, país de tedio,
país que cruza el río bulloso y bravo, o soñoliento;
país de ardores coléricos e inhóspítes,
de cerros y montes
mondos y de cejijuntos horizontes
despiadados. País de vida aventurera. País de rutilantes playas
de esmerilado cobre
–tortura de mis ojos zarcos y cuasi nictálopes–,
país de hastiados días y días turbulentos, y de noches
que alargan los recuerdos insomnes.
Y sólo en la noche azul la astral urdimbre
tiende su velo de Tánit, intangible.
Oh Bolombolo, país exótico y no nada utópico
en absoluto, seguramente! Enjalbegado de trópicos
hasta donde no más! Oh Bolombolo de cacofónico
o de ecolálico nombre onomatopéyico y suave y retumbante, oh
Bolombolo!
Por aquí se atedia, en éste se atedia por modo
violento la fantasía: antitético Polo!,
paraíso apenas para el “farniente” y el ocio
del obtuso bolonio,
como del soñador... País de vida aventurera! Cosa de cine! Caza
del oro!
¡Síntesis de los Saharas y summa de los Congos!
Monótono
país de sol sonoro.
Los días se siguen idénticos, iguales, uniformes.
Las sienes agóstanse como flores
efímeras. Por mal de amores,
por mal de ausencia los corazones
cargan cadena en el penal de tus soles!
Y los recuerdos alargan las noches insomnes
hondas de silencio y de constelaciones!
Y sólo en la noche azul la astral urdimbre,
sobre mi cansancio ilímite,
tiende su velo de Tánit, imposible!
San Xoaquín de Bolombolo –Febrero 1926 “Cascamuela”, junio de
1926
RELATO DE RAMÓN ANTIGUA
En el alto de Otramina
ganando yá para el Cauca
me topé con Martín Vélez
en qué semejante rasca,
me topé con Toño Duque
montado en su mula blanca,
me topé con Míster Grey
el de la taheña barba:
los tres venían jumaos
como los cánones mandan,
desafiando al Olimpo
con horrísonas bravatas,
descomedidos clamores,
razones desconcertadas,
–los tres jumaos venían
y con tres jumas en ancas,
vale decir un repuesto
de botellas a la zaga.
Ellos cantaban canciones
un poco muy mucho báquicas,
donde era asunto de mozas
–a juro desdoncelladas–,
donde era asunto de mozas,
y de riñas y batallas
(con la “divina botella”
de Rabelais bien loada);
ellos corrían espuelas
si las mulas se quedaban,
ellos bajaban en todas
las ventas y las posadas,
bebían el aguardiente
de espumillas irisadas
–puro, dinámico, excelso–
y en las totumas de nácar;
y requerían de amores
con miel de finas palabras
a las chicas pizpiretas
y a las señoras casadas.
Cuando lleguen a la orilla
caliginosa del Cauca,
cómo andarán de borrachos!
(luego de parar en Lara
donde ordeñan el más límpido
anís las manos más blancas:
demoran allí las cinco
sirenas de La Cabaña);
cuando lleguen a la orilla
rїentes a carcajadas,
por el Paso de los Pobres
sobre la vetusta barca
tomarán el otro lado
–las seis ya serán llegadas–
y en lo de don Nuño Ansúrez
alto harán en la jornada;
allí venden aguardiente
de Concordia, cosa brava!,
whisky y brandy en ocasiones,
ron Negrita, ron Jamaica,
cigarrillos y tabacos,
machetes, pólvora, cápsulas
de revólver, aparejos,
atún, salmón y otras latas…;
Allí la cháchara es buena
cuando salen las muchachas:
si son las de Lara esquivas,
las de aquí son poco hurañas,
es decir, de no difícil
trato en lides sofaldadas,
–magüer con mil requisitos
que hacen más dulce la danza
venusina, en el recato
de las sendas enlunadas
–si hace luna–, o en las
sendas
tenebrosas, o en la playa
y a la vera del celoso
río, que hierve de rabia.
Después del postrero trago
–si no se concertó nada
de erótico esparcimiento
con las ninfas hamadriadas–,
después del último trago
montan de nuevo en volandas;
tuercen el rumbo hacia el
Norte;
la noche llegó de plata:
toda sembrada de estrellas;
y en el cielo y en el Cauca;
llegaron al señorío
feudal –erótica marca–
de Rosa de Bolombolo
la de pupilas estrábicas,
de muslos pluscuamperfectos
y de senos como cráteras
de corindón, cuyos vinos
antes queman que no embriagan;
llegaron a la Comiá,
crecida la muy quebrada;
para reforzar el ánimo
beberán otra vegada;
mojarán botas y breetches
y camisas coloradas,
metiéndose hasta los pechos
entre las túrbidas aguas;
siguieron la trocha, al
linde
de las sonadoras sábanas
turbulentas del Bredunco
que otros dicen río Cauca;
Llegaron a La Herradura,
palacio de zinc y guadua
(y de las Mil y Una Noches
de Xariar y Xeherazada
y de Aladino y Sindbad…);
viene la desensillada:
allí don Pipo, el arriero,
supercopa renombrada
de Amaga a Titiribí,
del Cangrejo a La Pintada,
desde Anzá hasta Cocojondo
y en Medellín y otras plazas;
allí don Pipo, el arriero,
y en éxtasis la mirada:
pues si se lleva las mulas
les deja las Dama Juana…
Pronto retorna don Pipo,
y en éxtasis la mirada:
yá se beben el primero
con él, en la decantada
casona de La Herradura
–casona de zinc y guadua,
de calor y de mosquitos,
de culebras y cigarras.
Bajaron al corredor,
subieron a las hamacas.
Ahora llegó el recuento
balance de la jornada;
mientras sirven el condumio
gozosamente se parla;
mientras se parla se fuma;
se bebe mientras se yanta;
se conversa en hiperbólico
cuasi mentir, mientras canta
la marmita en el fogón,
mientras sueña la montaña
–sueño de ceibos robustos
y de esbeltísimas palmas–,
mientras el río se fuga
y al son de su absorta cántiga
de leyendas y de mitos;
mientras la luna se apaga
para darle espacio al sol
–madrugón de mala gana–,
al sol con cara de jaque
muy mimado de su daifa
–levantado a contrapelo
tras de la incruenta batalla–,
para darle espacio al sol,
Caimacán de Xenufána,
Cacique de Bolombolo
–región salida del mapa–.
En el alto de Otramina,
ganando yá para el Cauca,
–me topé con Martín Vélez
en qué semejante rasca,
me topé con Toño Duque
montado en su mula blanca,
me topé con Míster Grey
el de la taheña barba...
Región de Bolombolo
1926-1927
RELATO DE ERIK FJORDSSON
A Ramón Antigua
Yo río
de tus cóleras inútiles,
oh Río,
oh tú, Bredunco, oh Cauca,
de fragoroso
peregrinar por chorreras
y rocales
–atormentado, indómito y
bravío–
y de perezas infinitesimales
en los remansos de absintias
aguas quietas, y de lento girar en espirales,
y de cauce limoso!
Oh
Cauca, oh Cauca Río!
Yo río
–Yo, Río–
de mi pequeña inmensitud
ante la enorme pequeñez, Naturaleza,
Naturaleza, de tu símbolo!
Naturaleza. . ., oh Tú:
¡sólo, sólo eres grande,
sólo, cuando en aleaciones
tus vastas masas fundes
con las irradiaciones,
con las irradiaciones diminutas
de los cerebros y de los
corazones!
¡sólo, sólo en alquimias
por fábricas del cerebro
–con ácidos del corazón
y con sales intelectuales–
Naturaleza, vales…
Naturaleza…, oh Tú:
pues sola, o con las necias
Muchedumbres,
otra cosa no eres,
otra cosa no eres diferente
al paisaje de cromo,
relamido –decoración patética
del idilio barato–,
otra cosa no eres
sino la dulzarrona hidromiel
vertida por azumbres,
pretexto a describientes
fluencias del mulato
(mulato intelectual, o cuarterón
letrado) en un soneto
o en cien sonetos, o en
un tomo
–de inspiración y de emoción,
o flato,
desde la boca hasta la fin
repleto… –
Y aquí –donde se sigue–
dudo que entienda el romo
(ni acullá):
¡síga, síga la danza, síga
la zarabanda, la tarantela,
síga la giga!
¡borbolle
su risota la gente abderitana:
Don
Ruin, Don Babilano, Don Zascandil, Don Pingüino, Don Zote...!
¡chille hasta reventar pan-beocia
enemiga!:
¡la tribu de azagaya y de
garrote,
de boomerang, de chuzo y
cerbatana!
¡trinca de tomahawk y de
virote!
Yo río
–Yo, Río–
yo río de tus cóleras inútiles,
oh tú, Bredunco, oh Cauca!
y río de tus odiseas siempre
iguales,
y río de tu clamoroso vocerío,
y río de tu vozarrón medrosa
y rauca!
Yo río
de tus cóleras inútiles
y de tus odiseas siempre iguales
―y sin Calypso y Circe y Nausicaa y las Sirenas y
sin el mismo Odiseo:
apenas con Penélope paciente
hilando y rehilando tu monótona
corriente…–
Yo río
Yo...! –fallido Odiseo,
fracasado Sindbad, víking de río–
(Erik Fiúrson, nieto de
Leif –hijo del Roso
Erik, que descubrió Vinlandia
un día!–)
Yo río. Yo!, de tus odiseas
siempre iguales…:
mas no del canto maravillante,
maravillado, maravilloso,
que concierta tu deslizar
saudoso
con mis saudades monotonales,
con mi caliginosa monodía,
y con el áspero y monótono
zumbar del viento por los matorrales,
por las palmeras, y contra
mi pecho velloso
–Erik, nieto de Leif, nieto
del Roso
Erik, que descubrió Vinlandia
un día!–
cuando, sobre el esquife,
rompo tu veste, rompo tu veste, undoso
Cauca, (undoso, undoso y
ávido de mi cuerpo, delante mi ominoso
sacrílego surcar tus aguas
virginales
inducido por fuerzas ancestrales,
yo, –muy venido a menos
zarco víking tedioso...!)
Yo río
–Yo, Río–,
yo río de tus cóleras inútiles,
oh tú, Bredunco, oh Cauca!
y río de tus odiseas siempre
iguales,
y río de tu clangoroso vocerío,
y de tu vozarrón medrosa
y rauca!
Pero tu canto, pero tu canto!,
pero el maravilloso,
maravillado, maravillante,
pero el maravilloso
canto!
–como dos temas que se entretejen
y se esquivan
y se huyen y eluden y luego
se alían: noble Fuga–.
Pero ese canto maravilloso
que concierta tu deslizar
saudoso
con mis saudades lentas
(que su morbo cultivan
y paséanlo a lomo de tortuga),
con mis saudades lentas,
con mi locura (es ésto,
Baruch?) y con el signo fatal que unció al hastío
mis audacias violentas,
mis ambiciones irredentas,
y ese abolido Imperio Fabuloso
que yo soñara…, que sueño
aún…, y que no será mío…
–ni de nadie!–
¡ése canto, nuestro canto
enatío,
nuestro canto es la Música,
oh Río,
y lo demás es sólo vocerío,
es sólo vocerío,
vocerío... !
Río Cauca – La
Herradura marzo de 1926
Rev. 1930-1931
La fuga rimbaudiana
de León de Greiff en Bolombolo
La época de Bolombolo,
años 1926 y 1927, constituye uno de los momentos trascendentales en la vida y en
la obra de León de Greiff. Está definida por la “fuga rimbaudiana”, la “reforma
poética” y su matrimonio con Matilde Bernal Nicholls. En su caso, no cabe separar
la vida de la poesía para hacer un estudio de esta, debido a que vida y obra suceden
tan estrechamente ligadas que una y otra son manifestación del mismo fenómeno existencial,
aunque la vida, al sucederse, se desvanezca para dejar la obra como registro de
su acontecer y de su preguntarse.
Si esto mismo
lo dijéramos de otro modo, deberíamos empezar anotando que León de Greiff vive para
componer una obra que sea el registro de su pesquisa. El autor es el alquimista
que transforma la sangre en verbo, o el vocablo en síntesis del sentir y del pensar,
cuya sustancia es lo vivido en verdad o lo anhelado para ser vivido, en el orden
de la comprensión o de la realización del ser.
Empecemos entonces
por descifrar qué significa eso de “fuga rimbaudiana”. Dejemos de lado, por ahora,
la tesis central de que la obra (es decir, la vida) de León de Greiff es una fuga.
Allí el término “fuga” está cargado de todo su potencial significativo, pues incluye
además la definición del concepto musical que tanto enaltece su dignidad.
La fuga rimbaudiana
consiste, pues, en profanar el recinto de la poesía con un destello de genialidad
y después abandonarlo para sumirse en el silencio, lejos del mundo visible. En el
caso de León de Greiff es concebida como principio de solución del engrama básico
de su existencia: su relación con los demás, su incapacidad de soportar a los impertinentes;
es decir, su tendencia autista que, finalmente, se erige en motor de todas sus empresas,
tanto en la obra como en la vida, y como marca de su personalidad, además de sello
de su estilo y causa de su imagen del mundo. [1]
En alguna página
de la Obra Dispersa narra un momento de 1914 cuando, teniendo por testigos
a varios de sus amigos: Ricardo Rendón, Pepe Mexía, Jorge Villa Carrasquilla, entre
otros, con quienes fundaría más tarde la revista Panida, realiza el bautizo de Gaspar
de la Noche en el café “El Globo”; [2]
pero ¿quién es Gaspar de la Noche? Es uno de los primeros álter egos de León de
Greiff, casi siempre acompañado de Matías Aldecoa y Leo Le Gris, con quienes representaba
en esa primera parte de su vida lo que hasta entonces conocía de su personalidad,
además de una de las tendencias de su poesía, caracterizada por la composición de
poemas en prosa. El nombre de Gaspar de la Noche es un homenaje a Aloysius Bertrand,
quien con su libro Gaspar de la Nuit dio origen a la llamada poesía en prosa,
gracias a la repercusión que esta obra sui géneris tuvo en Baudelaire y en el mismo
Rimbaud. Seguramente de esta época y tendencia proviene la concepción del libro
que León de Greiff publicaría en 1937 con el título de Prosas de Gaspar.
Este Gaspar, también llamado el errabundo o el cantor de paradojas, se convertirá
luego en el protagonista de uno de los episodios más inquietantes, maravillosos
y alucinados de la vida de León de Greiff y de la poesía colombiana. De él podemos
decir que es una novela viva, un extraño juego de seducción entre la realidad y
la fantasía que va mucho más allá de la simple comprensión racional y que, cuando
se conozca en toda su dimensión, alimentará la alegría y el asombro de los afortunados
lectores a quienes sorprenda con su explosión de resonancias metafísicas.
En el siguiente
soneto de 1916 aparece el motivo de la fuga, expresado como aquello que es objeto
de admiración:
TERGIVERSACIONES
Asaz versos urdía
el raro Cenobiarca,
el hosco macabraico
que a los búhos cantó,
y que, después,
cansado de todo lo que vio,
rumbo puso al
Leteo y en su vetusta barca.
En la Estigia
serena o en ominosa charca
con él están
los Bardos que jamás conoció;
su indecible
tristeza con su vida murió,
y ahora siempre
ríe su faz burlona y zarca.
Gloria a los
que fugaron del mundo atrabiliario
y otra región
habitan, cualquiera sea su nombre;
gloria mejor
a aquellos que fueron a la muerte:
que ya no son
los súbditos del inflexible horario
ni los siervos
del lógico capricho de la suerte,
y –acaso– ni
vestigios guardan de lo que es hombre!
1916
Con lo cual,
podemos concluir que la aparición de Gaspar coincide con la gestación de ese anhelo
en presencia de una identificación con Rimbaud que va más allá de la simple admiración,
puesto que quiere volverse obra. En la página 260 de la Obra Dispersa I,
refiriéndose al silencio de Rimbaud, dice que la autocrítica de este fue superior
a la capacidad crítica de sus lectores, porque no esperó a que la obra llegara hasta
ellos y la cercenó antes de que apareciera. [3] De paso, y aunque aquí suene prematuro, se nos ocurre que León de
Greiff nunca pudo realizar este sueño porque, a diferencia de Rimbaud –quien pudo
sobrevivir a su fuga como comerciante y traficante de armas en el desierto de Abisinia–,
su caso hubiera sido extremo, ya que León de Greiff habitó el mundo poéticamente;
es decir, para él la vida era posible en la medida en que sucedía para ser registrada
en su obra, lo cual se emparenta con ese otro mito de los hombres antiguos, manifiesto
en la historia marco de Las mil y una noches, que nos permite afirmar que
la poesía era la Dinarzada de León de Greiff pues, al pedirle su realización, lo
salvaba de la muerte.
Con esto hemos
sugerido que la fuga rimbaudiana era una idea que rondaba la cabeza de León de Greiff
desde su adolescencia y que se fue gestando hasta la obligatoriedad de los hechos.
En el libro Mitos,
sueños y misterios, Mircea Elíade define el mito del “buen salvaje” como la
revalorización de uno más antiguo: el mito del “Paraíso terrestre” y sus habitantes
en los tiempos fabulosos que precedieron a la Historia y, en un hermoso recorrido
por las obras y los autores de la civilización occidental, muestra cómo ésta “experimentaba
la nostalgia de una existencia simple y sana en el seno de la Naturaleza”; para
concluir que el mito del buen salvaje no es más que una prolongación del mito de
la Edad de Oro, es decir de la perfección de los comienzos, y que el estado
actual del hombre es el resultado de la caída, de la pérdida de ese estado de inocencia
primigenia que se expresaba como la beatitud espiritual del mito paradisíaco. Luego,
esta sensación de caída no es propia solo del hombre que pertenece a la religión
cristiana o del hombre actual, sino que corresponde también al hombre primitivo,
perteneciente a remotas o alejadas civilizaciones.
León de Greiff
asocia esta imagen de un “estado de pureza, de libertad y de beatitud del hombre
ejemplar en medio de una naturaleza maternal y generosa” a sus dos maneras de interpretar
la fuga rimbaudiana: el regreso a la vida en bruto y la ilusión del silencio definitivo.
Dejemos de lado,
por ahora y para los intereses del presente ensayo, la ilusión de Thulé, que es
otro de los interesantes mitos degreiffianos, pues –en él– conduce a la gran paradoja
del absurdo como punto de salida del sentimiento, del pensamiento o de la fuga misma:
Pues si el amor
huyó, pues si el amor se fue...
Dejemos al amor
y vamos con la pena…
Vayamos al Nirvana
o al reino de Thulé,
entre brumas
de opio y aromas de café,
y abracemos la
vida con ansiedad serena!
Y lloremos un
poco por lo que tanto fue … [4]
Y continuemos
entonces con la fuga rimbaudiana: fue en el año de 1926 cuando se le presentó la
oportunidad de realizar o de intentar la realización de este sueño. El hecho ocurrió
justo diez años después de estar trabajando en el Banco Central de Bogotá como contador,
y no es casual que hubiera coincidido con el cumplimiento de un ciclo en el proceso
de creación de su obra, marcado por la publicación de Tergiversaciones en
1925 y el inicio de otro ciclo, definido por la aparición de la revista y del grupo
Los nuevos, también en 1925.
Cuando le ofrecieron
el puesto de administrador en la construcción del trayecto Bolombolo-La pintada
de los Ferrocarriles Nacionales, aunque el hecho de que el sueldo triplicaba el
anterior y esto constituyera una razón muy poderosa para dejarse seducir por la
propuesta, era la ilusión de la fuga rimbaudiana:
Después de tantas
y de tan pequeñas
cosas, –busca
el espíritu mejores aires,
mejores aires.
(…)
el acudir al
llamado de la vida en bruto (mito del buen salvaje) [5] lo que lo impulsaba con mayor fuerza. Pero si a estas razones les
sumamos la idea subyacente de realizar unos ahorros para acudir al matrimonio…
Otra de las tesis
que seguramente tendremos la oportunidad de sustentar más adelante nos presenta
la obra de León de Greiff como el registro de la vivencia a la luz del fabulador.
Fabulador este cuyos instrumentos para la criba son el pensamiento, la poesía y
la ficción “egocéntrica”. [6] La vida
entonces es la sustancia que el fabulador convierte en música y poesía: quintaesencia
del sentir y del pensar. Por lo tanto, había que realizar esa fuga rimbaudiana y,
para ello, había nacido Gaspar, doce años atrás, en el ritual de los adolescentes
bohemios.
Fue así como
en Bolombolo, el 2 de febrero de 1926, apareció León de Greiff en compañía de Leo
Legrís y Matías Aldecoa, pero sin Gaspar de la Noche, quien había errado el camino,
en tanto que el “múltiple yo” había encontrado una manera de asumir los dos senderos
simultáneamente en el juego de los planos de la realidad y la ficción del fabulador,
quien muchos años más tarde alcanzaría la identidad de álter ego, al nombrársele
“Fabulador Paradislero”.
De este modo,
Matías Aldecoa y Leo Legrís asumieron la fuga rimbaudiana bajo la forma del retorno
a la vida en bruto, en tanto que Gaspar asumía la forma del silencio definitivo.
Obviamente ambos intentos fracasaron. El primero, porque a León de Greiff no le
fue posible sobrevivir en Bolombolo sin la poesía:
El
obscuro poeta, en Bolombolo del Bredunco pensó dejar de lado la anterior poetería
y darse a la vida en bruto. Pensó dejarla y aún la dejó por unas lunas, pero la
poetería no lo dejó totalmente –al obscuro poeta– sino que se le aposentó, taimada
y renovada, silenciosa y latente y en espera y acecho, en el más recóndito de los
desvanes de su caletre. Luego irrumpió, y el viaje rimbaldiano se convirtió en desbordada
secuencia de trovas, coplillas, baladerías y otros sones y sonajas, más tarde todo
esto núcleo de tal y cual y otros librejos: núcleo adicionado con verseares de la
poetería anterior y verseares pósteros ya no exclusivamente bolombólicos/ Lo de
la “reforma poética”, ya vendrá, ya vendrá, con su Manifiesto “póstumo”: compendio
de la doctrina, ilustrada (la doctrina) con ejemplos asaz convincentes “a rebours”,
a contrapelo además. Ya se leerá (abril 6 de 1946. Obra
Dispersa I).
Y el segundo,
porque treinta y tres años después, cuando León de Greiff viajó a Estocolmo en 1959
para asumir sus funciones como secretario segundo de la Embajada de Colombia en
Suecia, se presentó la oportunidad de reunir a sus álter egos en torno al despertar
de la momia congelada de Gaspar, que había sido recuperada en Korpilombolo, nada
menos que por una misión encomendada al Fabulador Paradislero. [7]
Devino entonces
como resultado de este intento la “reforma poética”. Sucedió que, en vez de alcanzar
el silencio, la poesía de León de Greiff se llenó de vigor, de luz y colorido. Es
como si realmente hubiera desaparecido de su poética, la franja simbólica de la
noche que estaba representada por Gaspar y, en su lugar, se hubiera llenado del
canto ensordecedor de las chicharras que chillan hasta reventarse, se hubiera calcinado
en la reverberación del sol sobre el río, se hubiera poblado de plantas, vegetación
y se hubiera bañado de la sensualidad de las mujeres de la tierra caliente y, en
ese paraíso tropical, hubieran despertado los faunos, los silfos, las sirenas… la
orgía toda de los dioses lúbricos de las mitologías venidos a la música. El canto
monótono de los búhos estáticos y el simbolismo seco de los pingüinos peripatéticos
se embriagaron en la espumilla irisada del aguardiente cristalino y en las carnes
sonrosadas de Rosa, la del Cauca, montañas y hembras, astros y río para el sátiro
que aprendió el delirio de la estrellada comba y que, al volverse uno con el Bredunco
y con el trópico, encontró la lujuria sinestésica del país del sol sonoro.
NOTAS
1.
Aunque este es un estudio de otro orden, cabe mencionar aquí el fragmento del Diario
de lectura III, León de Greiff: quintaesencia de la poesía, al que se
tituló: El autismo filosófico de León de Greiff, como punto de
referencia; así como recomendar la lectura de los poemas: Admonición a los
impertinentes, Balada de las asonancias consonantes, de las consonancias
disonantes o de las simples disonancias, y el Relato de Gaspar cuyo
comienzo es: “Después de tantas y de tan pequeñas cosas...”, en los que se puede
advertir esa relación de León de Greiff con el entorno como uno de los motivos
recurrentes en su poesía (apéndice 13, 14, 15).
2.
Y ahora resulta que el Fabulador Paradislero dio –al fín– con Gaspar von der
Nacht (o Gaspar de la Noche) bautizado por Nos, el Padre de los Búhos, como
Gaspar de la Nuit, en homenaje a Aloïsius Bertrand, en 1914, en el Café de El
Globo, en Medellín. Fueron testigos Tisaza, Rendón, Jovica, Pepe Mexía y Rafael
Jaramillo Arango. Matías Aldecoa le recitó el Credo, en vascuence (como era
obvio) ya que Aldecoa es de Azpeitia. Por doce años vagó y divagó con Nos y con
Matías, como consta en muchos papeles impresos. Léase, si no, el Primer
Mamotreto (1925): Tergiversaciones de Leo, Aldecoa y Gaspar. (Obra
Dispersa III).
3.
Estoy con Denis Saurat: “Por qué renunció Rimbaud? No se tiene razón alguna
para creer que a los veinte años perdiera súbitamente su genio. Pienso que,
simplemente, decidió intuir que ya no podía hacer nada nuevo. Pienso que
Rimbaud creyó haber hecho una experiencia que le falló. Rimbaud debió tener un
sentido crítico igual a su sentido poético, lo que es fatal en demasía. Dicho
de otro modo, Rimbaud tenía mayor sentido crítico que nosotros sus lectores.
Situándose en un punto de vista literario muy cimero, debió reconocer, con
mayor fuerza aún, lo que yo pretendía expresar antes: que no había nada de
nuevo, en el sentido que quería darle a “nuevo”, en su obra; y que por
consiguiente no valía la pena continuar…/…/ Y desde nuestro punto de vista,
estimamos que Rimbaud se equivocó al condenar sus “Vocales” y su “Navío Ebrio”,
y se equivocó al renunciar. Pero nuestro punto de vista no es el suyo/ Y fue,
posiblemente, al llegar a esta renunciación, a este juicio sobre sí mismo,
cuando logró Rimbaud, por la primera vez, la grandeza…” (Obra Dispersa I:
260). Esta cita aparece en los mismos términos en la obra de Julián Vásquez El
gran viaje atávico, Suecia y León de Greiff. La traigo aquí, gracias a su
referencia.
4.
(Obra Completa, volumen I, Primer mamotreto, Tergiversaciones, Rondeles,
p. 57.) Compárese así mismo este rondel con la Balada de la fórmula
definitiva y paradojal y con el Relato de Gaspar (15), especialmente
cuando afirma: “todo derecho lógicamente hacia el absurdo”.
5.
Podemos asociar este mito con su expresión en otros dos escritores antioqueños,
de un lado Fernando González con la descripción de “la mirada simple” en La
tragicomedia del padre Elías y Martina la velera, es decir, la mirada de
antes del pecado; y de otro lado, Elkin Restrepo, quien dedica un hermoso poema
a su regodeo fantasioso:
EL DON
Ningún lugar mejor / que la ciudad para / pensar en ciervos
/ y bosques, // para hacer del momento una pura ensoñación, // la vida que
queremos / y no existe, / o existe en otra parte. // Venados, osos, perros, / montes
y lagos, / y en el camino que traza / el candil / de una luna de hielo, / un
hombre / con la pieza de caza / a cuestas. // Por un instante / soy aquel / que,
primitivo, / se libra al destino / de un mundo naciente y áureo. // Y pacta
acuerdos / con la ruda Ley / que le ofrece por sueño / la vida. // La vida
salvaje y bella, / donde copular, cazar, pescar, / cambiar con el tiempo
nómada, / es suficiente, / y donde no cabe / ilusión distinta / a la labor de
cada día, / y el sueño es el simple / descanso, / el dios que vela tus fatigas.
/ Y vivir, el don.
6.
Pido al lector eliminar de este término el matiz peyorativo que lo hace ver
como un defecto de la personalidad. No es este el caso de León de Greiff ni de
muchos grandes creadores que, como él, encuentran en el “Yo” el objeto de
estudio y preocupación, así la introspección de los occidentales tenga un
carácter mundano del que carece el camino interior de las doctrinas de oriente.
Recuérdese además la fórmula de Rimbaud “yo es otro”.
7.
Para un seguimiento más detallado de este aspecto de la “novela de Gaspar”,
recomiendo la lectura del Capítulo III del libro de Julián Vásquez El gran
viaje atávico, Suecia y León de Greiff, titulado: “De Bolombolo en Colombia
a Korpilombolo en Suecia”.
LUIS FERNANDO MACÍAS (Medellín, Colombia, 1957). Narrador, poeta, ensayista y autor de obras para niños. Profesor de la Universidad de Antioquia, donde dirige el taller de creación literaria. Codirector de la revista de poesía Esteros. Fue Editor de la colección Palabras rodantes de Comfama y El Metro de Medellín; director de la Editorial y de la Revista Universidad de Antioquia, codirector de la revista Poesía y fundador de la Editorial El propio bolsillo, la Corporación ideas y palabras, y la editorial Arlequín Editores. Ha publicado las siguientes novelas: Amada está lavando (1979); Ganzúa (1989); Eugenia en la sombra (2003); Gambito de rey aceptado (2012); Morir Juntos (2019) y Las muertes de Jung (2019). Los siguientes libros de poemas: Del barrio, las vecinas (1987); Una leve mirada sobre el valle (1994); La línea del tiempo (1997); Vecinas (1998); Los cantos de Isabel (2000); Memoria del pez (La Habana, 2002); Cantar del retorno (2003); El jardín del origen (2009); Callado canto (2010); El libro de las paradojas (2015), Memoria del pez (Poesía reunida 1977-2017) y Todas las palabras reunidas consiguen el silencio // All the words together attain de silence (2017). Los siguientes libros infantiles: La flor de lilolá (1986); La rana sin dientes (1988); Casa de bifloras (1991) Alejandro y María (2000); Así lo escuché (2014); Valentina y el teléfono mostaza (2017) y los libros de adivinanzas Quien no la adivina bien tonto es (2004); Señor, señora… adivine ahora (2015) y No es tan gallina porque adivina (2018). Los siguientes libros de ensayo: Diario de lectura I: Manuel Mejía Vallejo (1994); Diario de lectura II: El pensamiento estético en las obras de Fernando González (1997); Busca raíz (1999); El juego como método para la enseñanza de la literatura a niños y jóvenes (2003); Glosario de referencias léxicas y culturales en la obra de León de Greiff (2007); El taller de creación literaria, métodos ejercicios y lecturas (2008) y Diario de lectura III, León de Greiff quintaesencia de la poesía (2015); los libros de cuentos Los relatos de La Milagrosa (2000); Los guardianes inocentes (2003) y Los animales del cielo (2020); las antologías León de Greiff en el mítico país del sol sonoro (2007) y El cuento es el rey de los maestros (2007).
Nossa artista convidada nesta edição da Agulha Revista de Cultura é a fotógrafa francesa Agnès Geoffray. Uma valiosa leitura crítica de Eva Wittocx situa sua obra como um ideal equilíbrio entre realidade e ficção, entre situações cotidianas e impensáveis. Suas fotografias, instalações e vídeos combinam o desconhecido com o aterrorizante, como nos contos de fadas populares. Um fascínio pelos vestígios visíveis e invisíveis de desordem, ou mesmo desastre, em situações e eventos cotidianos está subjacente aos textos, fotografias, vídeos e apresentações de slides em STUK. Em fotografias quase inteiramente brancas, composições horríveis inspiradas em imagens da mídia, ou composições com as quais estamos familiarizados da iconografia tradicional, escapam aos olhos do público. Outra importante voz crítica, a da curadora belga Katerina Gregos, destaca que todas as fotografias de Geoffray podem ser vistas como lugares latentes de devir e equivalentes espaciais que representam nossos medos infantis ou nossos piores pesadelos adultos. Mas, além de seu impacto visual sinistro e imersivo, as fotografias de Geoffray acabam abrindo um espaço para a imaginação e para a ficção e, nesse espaço, as possibilidades de interpretação são ilimitadas. Agradecemos à fotógrafa sua imediata aceitação de participar da presente edição.
Agulha Revista de Cultura
Número 216 | setembro de 2022
Artista convidada: Agnès Geoffray (França, 1973)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
concepção editorial, logo, design, revisão de textos & difusão | FLORIANO MARTINS
ARC Edições © 2022
∞ contatos
Rua Poeta Sidney Neto 143 Fortaleza CE 60811-480 BRASIL
https://www.instagram.com/floriano.agulha/
https://www.linkedin.com/in/floriano-martins-23b8b611b/
Nenhum comentário:
Postar um comentário