quarta-feira, 7 de setembro de 2022

MARITHELMA COSTA | David Cortés Cabán y la presencia de lo efímero

 


Hay que celebrar la reciente publicación del magnífico libro de poemas en prosa y mini cuentos Presencia de lo efímero del autor puertorriqueño afincado en Nueva York, David Cortés Cabán. El libro, de tono intimista y atmósfera onírica, se divide en tres partes. En la primera aparecen veintiséis poemas en prosa, escritos en un lenguaje sencillo y accesible, que exploran diferentes temas, pero producen sensaciones de alucinación o ensueño análogas. Llevan títulos como “Arboles”, La sed”, El eco”, “La razón” o “El anciano”. La segunda sección: “Cuál es el orden? ¡Todo esto es tan gracioso!” agrupa quince mini cuentos que, partiendo de argumentos relativamente definidos, se hacen cada vez más abstractos. Esta imprecisión, que domina a partir del tercer texto, cede parcialmente hacia el final, pues los tres relatos que preceden el espléndido mini cuento que cierra el libro, están enmarcados en escenarios y experiencias neoyorquinas. La tercera parte ya no pertenece a la pluma de Cortés Cabán sino a la del crítico Ernesto Alvarez, quien presenta un extenso estudio sobre su obra.

Presencia de lo efímero está enmarcado por los temas del orden y su anulación: el desorden. Se inicia con “Problema de perspectiva”, donde se presenta un insólito diálogo entre “el poeta mayor” (que podría coincidir con el Jorge Luis Borges cuyos versos lo anteceden como epígrafe) y la voz poética, sobre el espacio que deben ocupar los objetos en el mundo: “Entonces este poema es un desorden? Le pregunté al poeta mayor. / Cierto, explicó: la máquina de coser debe ir en la esquina y el pavo real debe estar en el centro”./ Sentí que había un problema de perspectivas… La perspectiva no lo es todo, pensé, además la máquina de escribir está debajo de la mesa y debería estar sobre la mesa donde he puesto la máquina de coser…” Este cuestionamiento sobre tres objetos representativos en la vida –la escritura, el trabajo fabril y la belleza–, establece el tono onírico de la colección a la vez que apunta indirectamente a la importancia de la ordenación de los textos en el libro.


El problema del orden y su negación se combina con el tema de la vejez, y reaparece de forma impactante en el mini cuento final. En efecto, en “Cuál es el orden” se desglosan algunas de las razones por las cuales un hijo ingresa a su padre en un asilo de ancianos debido a la incapacidad del padre, que figura como narrador del relato, de mantener el mundo en orden. El texto se inicia de forma dramática: “No dije nada, Sabía que vendrían a buscarme. Habían decidido llevarme a un asilo porque mi ancianidad les perjudicaba”. Más adelante, la misma voz poética explica: “Hay un orden para todas las cosas. Debí haber pensado que había un tiempo para todas las cosas, pero nunca comprendí la palabra orden. Es posible que mi vejez sea el desorden. Soy un verdadero desorden…”

Pero volvamos al principio. En los poemas en prosa iniciales también se exploran temas como el tiempo, las dificultades del regreso a la patria y el amor. Aparecen a menudo elementos de la naturaleza (el bosque, el abedul, el gallo) y obras emblemáticas de poetas y pintores de los siglos XIX y XX. Como se declara en “Voces que no tienen edad”, domina la sensación de haber entrado en un sueño: “No siento el peso de la realidad. Mis vecinos tampoco la sienten”.


Este desprenderse de lo real se manifiesta en “Hojas y tiempos”, un poema circular, donde se reflexiona sobre el paso del tiempo: “El viejo y el muchacho trabajan en el patio. Mientras leo a Whitman recogen las hojas que el viento arremolina. El viento despeina sus cabellos y lleva sus voces…/ Estamos en un mismo lugar. Ahora el viejo y el muchacho leen un poema de Walt Whitman. Para no avergonzarlos yo sigo su labor, recojo las hojas secas del patio mientras el viento desprende un remolino de hojas rojas detrás de mis pasos”. Por otro lado, “Hay más opciones” nos presenta a una muchacha aristócrata que pide escuchar, en una fiesta imposible, la sonata “Claro de Luna” y en “Estamos tratando de soñar”, de título especialmente significativo, se incorporan al tejido poético las aldeas de Marc Chagall y los icónicos girasoles de Vincent Van Gogh.

Poco antes de pasar a los mini cuentos, en el conmovedor “Los enamorados” la voz poética dialoga con un interlocutor y le describe un espacio natural por donde pasa una pareja de jóvenes: “No te avergüences del leve soplo sobre el pasto seco. Sobre el azul más profundo la luz brilla y se disipa. No estás en el jardín, no estás donde pudiste estar. La luz es igual. Inclínate y escucha el viento”. El texto, de apenas media cuartilla, incluye una magnífica definición de la vida anclada en el desorden: “La vida es lo que alcanzamos cuando corremos sin rumbo”.

La segunda parte de Presencia de lo efímero combina en su título el del último relato, “Cuál es el orden” y el octavo “Todo es tan gracioso”. Se inicia con dos cuentos espléndidos narrados en primera persona que recrean, siempre dentro de la lógica de la ensoñación, una experiencia infantil (un niño que se hace amigo de un misterioso perro) y un viajero, en este caso un poeta, que se enfrenta a las autoridades por llevar en el fondo de la maleta un gallo de pelea.


“El exiliado regresa de Nueva York”, tercer mini cuento, indaga sobre la formación identitaria del que se va de su país, explorando cómo se forja el personaje del exiliado. Y en los relatos que siguen se suceden temas abstractos como la soledad o el amor que habían aparecido en la primera sección del libro. Frente a los dos cuentos iniciales, en la mayoría de estos textos los hilos argumentales ceden y también se impone el tono abstracto que dominaba en los poemas en prosa. El libro va cerrando con tres relatos que se desarrollan en un marco neoyorquino: “El río Hudson” ambientado en el otoño, “Desde un hospital de Manhattan” que explora la vida y la muerte en un hospital de la ciudad y “No hay nadie en Battery Park” donde figuran un grupo de niños junto a su maestra en un parque del Bajo Manhattan que se halla muy cerca de los antiguos muelles. En este último mini cuento se escinden las líneas que separan la realidad de la literatura y el presente del pasado, dejando en el lector una sensación de inseguridad y extrañamiento. Y esta perplejidad sirve magníficamente de prólogo a “Cuál es el orden” reflexión final sobre la vejez y el desorden que cierra el poemario.

David Cortés Cabán ha publicado más de media docena de libros de poesía a lo largo de cuatro décadas. Para aquellos familiarizados con su obra, esta nueva entrega redondeará su visión sobre la poética de su autor. Y para los que leen por primera vez a este fascinante poeta boricua, Presencia de lo efímero constituirá una experiencia sorprendente y transformadora.

 


MARITHELMA COSTA (Puerto Rico, 1955). Poeta, ensayista. Es autora de los poemarios Diario oiraiD (1997), De tierra y de agua (1988) y De Al’vión (1987); del libro de cuentos El metro y otras historias (en prensa) y de las novelas Era el fin del mundo (1999) y Los papeles de Bea. También ha publicado Las dos caras de la escritura. Conversaciones con M. Benedetti, M. Corti, U. Eco, et al. (1988), Kaligrafiando. Conversaciones con Clemente Soto Vélez (1990) y Enrique Laguerre. Una conversación (2000). Es autora de varios libros sobre la literatura española y caribeña (Bufón de palacio y comerciante de ciudad. La obra del poeta cordobés Antón de Montoro (2001), Antón de Montoro. Poesía completa (1990); y ediciones de La llamarada (2002) y La resaca de Enrique Laguerre (2009), y La carreta de René Marqués (2013). Ha participado en múltiples encuentros internacionales de poesía en Latinoamérica y publicado poemas y cuentos en innumerables revistas literarias. Desde 1988 enseña literatura en Hunter College de la City University of New York.

 

 


Nossa artista convidada nesta edição da Agulha Revista de Cultura é a fotógrafa francesa Agnès Geoffray. Uma valiosa leitura crítica de Eva Wittocx situa sua obra como um ideal equilíbrio entre realidade e ficção, entre situações cotidianas e impensáveis. Suas fotografias, instalações e vídeos combinam o desconhecido com o aterrorizante, como nos contos de fadas populares. Um fascínio pelos vestígios visíveis e invisíveis de desordem, ou mesmo desastre, em situações e eventos cotidianos está subjacente aos textos, fotografias, vídeos e apresentações de slides em STUK. Em fotografias quase inteiramente brancas, composições horríveis inspiradas em imagens da mídia, ou composições com as quais estamos familiarizados da iconografia tradicional, escapam aos olhos do público. Outra importante voz crítica, a da curadora belga Katerina Gregos, destaca que todas as fotografias de Geoffray podem ser vistas como lugares latentes de devir e equivalentes espaciais que representam nossos medos infantis ou nossos piores pesadelos adultos. Mas, além de seu impacto visual sinistro e imersivo, as fotografias de Geoffray acabam abrindo um espaço para a imaginação e para a ficção e, nesse espaço, as possibilidades de interpretação são ilimitadas. Agradecemos à fotógrafa sua imediata aceitação de participar da presente edição.




Agulha Revista de Cultura

Número 216 | setembro de 2022

Artista convidada: Agnès Geoffray (França, 1973) 

editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com

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