quinta-feira, 29 de dezembro de 2022

CAROLINA ZAMUDIO (Argentina, 1973)

LA CREACIÓN POÉTICA & SUS ESPEJOS

 


FM | Como creador, ¿eres un perseguidor de imágenes o simplemente mantienes abiertas las puertas de la percepción para que entren?

 

CZ | Tengo la sospecha de que va por el lado de la percepción, pero si algo no tengo en la vida son certezas. Sí me obsesiona intentar –infructuosamente– desentrañar el funcionamiento de la creación y de la mente. Como lectora, pero también escribiendo los diez libros que al momento tengo publicados, fundamentalmente aprendí que el mecanismo de la palabra escrita es un anzuelo para mantener viva la memoria, para lo que de sensible tiene la experiencia humana. Percepción y razón, al menos de la forma que intuyo funciona mi cerebro, caótico o muy ordenado, de acuerdo al momento y a la tarea, son indisolubles.

 

FM | ¿Tienes una esperanza de vida ideal? ¿Cuál? ¿De qué modo tu creación hace parte de ella?

 

CZ | Por algún motivo que desconozco, siempre, desde muy pequeña, tuve una relación muy natural con la muerte; todos los días, en cada respiración, coqueteamos con ella, la ponemos a prueba. Le vamos ganando casi siempre al mantenernos alertas y sabernos vivos, hasta que no. En un último libro inédito de poesía en prosa que tengo terminado incluyo un verso que dice algo así como que “la única verdad en la que creo es en la de los poetas que ya son árboles”. Quizá esa sea mi idea de esperanza de vida ideal, de trascendencia, que afortunadamente en muchos escritores se da.

 

FM | ¿Cómo percibes las diferencias entre lo que pretendías crear y lo que realmente creas? ¿Te molesta este abismo sutil de vez en cuando? Si se ha reducido (o incluso desaparecido) con el tiempo, ¿a qué atribuyes tal evidencia?

 

CZ | Me molesta muy a menudo ese abismo, tal vez siempre. Finalmente, a la vida y a la búsqueda de la obra hay que entrar sin ambiciones de perfección, sin pretensiones, con lo mejor que uno tiene para dar en cada instante vital. Afortunadamente, alguna que otra vez, también, encuentro algo escrito en un poema o un ensayo, una reseña, que aprecio como si fuera de otro. Y lo celebro. La perspectiva suficiente suele ser una gran aliada en esto de crear. Igual que en la existencia misma.

 

FM | Al visitar el templo de Zoroastro, Italo Calvino descubre que el fuego real es el fuego oculto. ¿Cómo alimentas el fuego de la creación en tu escritura? ¿Podríamos hablar de la existencia de algún rito?

 

CZ | Más que un rito, siento que el lugar indicado del poeta, del escritor, de cualquier artista, es una forma de estar en el mundo. Y, más allá del lugar común, esta es una característica muy personal que cada uno debe buscar y cultivar. Con el tiempo descubrí y acepté que el equilibrio es tan importante como el desborde y en mi caso, además, inevitables: desborde por acción, fruición creativa, desvelos por acabar un libro, corregirlo, leerlo, releer, oírlo. O los límites también hondos de la soledad, principalmente los de silencio. Hay que aquietar, o al menos intentarlo, los ruidos del mundo para llegar a uno y de allí sacar la esencia que nos hace únicos, aunque torpemente humanos.

 

FM | ¿Crees que hay un exceso de ideas en el mundo y que hay una especie de mal uso de esas ideas? ¿Es necesario minar constantemente nuevas ideas o lo que falta en el mundo es orden y perseverancia en las ideas existentes?

 

CZ | Ojalá fuera exceso de ideas. En este momento del mundo que nos toca transitar, siento, y no soy original, seguramente hay exceso de repetición, pseudo información o modelos de todo lo existente que se repiten sin ninguna conciencia de ello. Andamos automatizados o, peor aún, anestesiados. En el arte, posiblemente del orden no salga nunca nada trascendente. Por caso, que no te importe nada de la política o de ciertas instituciones es de por sí una postura política, pero el modelo reinante es estar a favor o en contra siempre de algo. No hay lugar para abstenerse, permanecer al margen o en silencio.

 

FM | ¿Cómo has contribuido a mejorar el mundo?

 

CZ | No creo estar en condiciones de afirmar algo semejante. En todo caso, voy por intentar cada día el camino de la honestidad, la libertad y la transparencia. Por elección u oportunidades por eso de los ciclos vitales o laborales, llegué a la maternidad bastante tarde, como así también a publicar poesía y ejercerla, digamos, profesionalmente. Y fue cuando sentí que había un lugar de respeto hacia ambas. La maternidad y la escritura se parecen bastante en ese sentido, nadie nos obliga (o no debería) a hacerlo. El respeto y la honestidad cuestan a menudo bastante caro y, lamentablemente, son ‘bienes’ cada vez más escasos.

 

FM | ¿Existe una realidad hispanoamericana o el conjunto de sus 19 países aún no ha descubierto sus verdaderas perspectivas culturales para la acción conjunta? ¿Cómo cree que debería funcionar esa América tan deseada y a veces imposible?

 

CZ | Existen grandes falacias sobre las que se construyeron grandes fraudes colectivos. Estamos hastiados de nosotros mismos, a nivel global, y cada vez somos menos particulares, menos únicos. Sistemas corruptos de solapan o azuzan entre sí. Es un gran misterio la humanidad, ni un gran sociólogo, investigador e historiador como Yuval Noah Harari pudo desentrañarlo; en casi lo único que acertó es en que el hambre sigue siendo el gran flagelo. Mantener la postura de no opinar es un acto revolucionario que en tiempos en que cualquiera opina de cualquier cosa sin fundamento está muy mal visto. No soy al momento una intelectual –quizá pueda serlo de viejita, si llego–, sino apenas una mujer que escribe, lee todo lo que puede, guía a sus hijas tanto como aprende de ellas, e intenta mantenerse cerca de buenos amigos y grandes maestros, que no necesariamente son gente formada académicamente. No obstante, considero que los países de América latina son tan jóvenes que, igual que lo que pasa hoy con las personas, están anclados en una adolescencia extendida. Europa se derrumba y todavía nuestras sociedades la miran como el padre proveedor –pobre– que debe resolver sus problemas.

 

FM | ¿Qué sueles leer fuera del español? No me refiero sólo a la literatura, porque aquí me interesa evocar tu entorno de lectura. ¿O crees que leer poetas es el único material imprescindible para tu creación?

 

CZ | Cada vez más, por momentos leo poesía como los abogados deben estar al tanto de las leyes. Y lo lamento, pero así es. Porque también el camino siempre desafiante de encontrar la propia voz requiere de alejarse de la tradición o las tendencias, y descubrir por una reseña que se tiene mucho en común con un poeta al que casi no visitamos. Entonces, o los críticos necesitan encasillar y colocarnos a todos en un linaje o nadie en realidad es tan original. Seguramente ambos. De vez en cuando, también, me deslumbro con alguna poética, y vivo un amor intenso y fugaz. O eterno: con Orozco o Merini, por caso, aunque mañana puede cambiar. Soy tan curiosa como dispersa y me falta tiempo para hacer todo lo que quisiera. Lucho por dejar de hacer para ser y también allí entra la lectura. Aun así, leo principalmente narrativa y ensayo, o lo que me llame la atención en su momento. Dejo de leer muchos más libros de los que quisiera, porque si no me tocan una fibra vital, casi erótica, los abandono sin que me dé pena alguna. Leo sobre neurociencia y me apasiona, sobre tradición o religiones orientales y aunque seguramente logre –desde mi cultura de nacimiento y capacidad– captar un porcentaje ínfimo de ese universo, de todos modos, picoteando, lo siento movilizador. Leo sobre botánica, biografía, filosofía, correspondencia, psicología. Leo. Y oigo audiolibros mientras tejo a crochet, conduzco, camino o me tomo un trago de noche mientras chateo con amigos de mi círculo de confianza de la tribu poética. Leo. Leo con lápiz e intervengo a veces cada página de un libro intercalando ideas, dudas, disparadores. Lo importante, considero, es mantener el hambre y el asombro, respetando nuestro propio ritmo y atajo particular de cada ciclo.

 

FM | ¿Crees en la existencia de la sociedad?

 

CZ | Creo en la gente. Y creo que hay una sobrevaloración de las personas en tanto seres gregarios. Eso produjo grandes desgracias, junto con la ignorancia que es la mayor injusticia social. Esta es una época de un falso valor de lo social, lo sensorial cuasi vacío, la exposición vacua. Un like no es un abrazo, nada como mirar a alguien sostenidamente a los ojos; cada fin de año no acaba el mundo, cierta gente pasa fugazmente por nuestras vidas y parte del camino de crecimiento es aceptarlo. Es conveniente de vez en cuando quedarse en una habitación a oscuras o en medio de un bosque en soledad, dejando de oír incluso los propios pensamientos. Organizarse una fiesta personal del silencio.

 

FM | ¿Quién eres de todos modos?

 

CZ | Una mujer con conciencia de haber venido al mundo a aprender.

 

FM | ¿Qué te parece la idea de incluir un poema propio, comentando algo que motivó su creación?

 

LETANÍA DEL SAUCE

 

Aquí vive un sauce llorón

que ha inventado un río,

el jardín quiere renacer

a las seis de la tarde

cuando los habitantes

pisan la casa vacía.

 

Aquí abunda el abrigo de un vergel

rosas, madreselvas y un tero

que inaugura en paso y duda

nuevo comienzo.

Partido en tres colores

vibrante late el cielo,

aroma de abuelos evoca el jazmín,

estoicas las tunas rompen

la perfección del agua.

 

Aquí el mundo es inmenso,

tiene la dulzura curva

de las pestañas de una niña,

la enredadera ya no vive

enamorada del muro,

la quietud y el silencio

bailan melodía antigua,

las almas temblorosas

de las plantas secas

recuerdan caricias de agua,

la huerta otras manos

sueñan y esperan.

 

Aquí algo tenue baja

marejada y redil,

es de tarde lo saben

los relojes, las ramas.

Los recién llegados salen

tenacidos, podría decirse

en ronda, a celebrar

la caída del día.

Van camino de la corriente

ellos mismos son el río.

 

Este es el primer poema que escribí al llegar a la casa en la que vivo ahora en Uruguay, hace seis años, luego de haber residido y trabajado antes, en unos pocos años, en cuatro países y tres continentes. Es muy especial para mí por eso: es la foto de un momento que se intuye y se desea para siempre, una búsqueda de enraizarse a algo, a un sitio, a sabiendas también de que todo es finalmente transitorio y hay que permanecer siempre ligeros de equipaje, como a punto de irse.

 

 


CAROLINA ZAMUDIO (Argentina, 1973). Poeta y ensayis ta argentina (1973). Es una de las referentes de la poesía argentina de su generación en el mundo. Publicó: «Seguir al viento», 2013 (Argentina); «La oscuridad de lo que brilla», español/inglés 2015 (Estados Unidos); antología «Doble fondo XII», 2016 (Colombia); «Rituales del azar», español/francés, 2017 (Francia); «Teoría sobre la belleza», 2017 (Argentina); «La timidez de los árboles», 2018/2022 (Colombia/Uruguay); «Vértice», 2020, español/italiano (Italia); «Las certezas son del sol», summa poética, 2021 (España) y «El propio río», 2022 (Ecuador). Incluida en más de una veintena de antologías en diversos países. Magíster en Comunicación Institucional y Asuntos Públicos, y Periodista. Creó y dirige la Fundación Cultural Esteros, la Revista y el Encuentro Esteros. www.esteros.org.

 

 




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