quinta-feira, 29 de dezembro de 2022

CÉSAR BISSO (Argentina, 1952)

LA CREACIÓN POÉTICA & SUS ESPEJOS

 


FM | Como creador, ¿eres un perseguidor de imágenes o simplemente mantienes abiertas las puertas de la percepción para que entren?

 

CB | Siempre estoy dispuesto a perseguir imágenes. Soy un poeta de río, islas y humedales. Es decir, atravesado por la naturaleza. Pero mi mundo no termina allí, porque estoy seguro que esas imágenes se sostienen desde la percepción de todo lo que me rodea cotidianamente, como las vicisitudes de vivir en una ciudad cosmopolita. En la experiencia de contemplar, descubrir, imaginar o comparar, no importa tanto la diferencia entre lo que percibo y lo que escribo, sino la escritura que deviene del pensamiento, es decir, la que propone ideas, que interpela realidades, que elabora fantasías, que enfatiza sobre el hábitat, que construye nuevos escenarios simbólicos. Siempre apoyado en los cuatro elementos: agua, aire, tierra, fuego. Y enfocado en los grandes temas existenciales: vida, muerte, amor, destino, soledad, autonomía, reparación. La escritura poética, ya sea desde las imágenes o la percepción, trasciende cuando impone su idea de libertad, es decir, cuando logra hablar por sí misma.

 

FM | ¿Tienes una esperanza de vida ideal? ¿Cuál? ¿De qué modo tu creación hace parte de ella?

 

CB | Como creador, siempre. Hay un axioma de Jacques Lacan que sirve para medir y resignificar el lugar y el tiempo de un autor frente a su obra. Dice: los poetas no saben lo que dicen, pero lo dicen antes. Creo que esa recurrencia permanente por encontrar en la vida algo distinto es lo que nos conmueve como creadores y nos lleva a explicar desde cualquier estilo o forma poética todo aquello que nos resulta palpable en la realidad, pero parece inalcanzable en la percepción de nuestros semejantes. Es por eso que tal vez uno crea estar siempre un paso adelante, con un verso o un concepto capaz de transformar al mundo. Pero esto no le sucede al hombre que debe reinventarse todos los días para enfrentar las vicisitudes de una sociedad cada vez más fragmentada, más díscola, más anómica y más anónima. Más allá de convivir dentro de una familia integrada y plena de buenas intenciones y afectos, no es fácil arrogarse la esperanza de alcanzar el bienestar y menos aún la felicidad.

 

FM | ¿Cómo percibes las diferencias entre lo que pretendías crear y lo que realmente creas? ¿Te molesta este abismo sutil de vez en cuando? Si se ha reducido (o incluso desaparecido) con el tiempo, ¿a qué atribuyes tal evidencia?

 

CB | Pienso que, si una mariposa puede ocasionar un terremoto, una sombrilla puede sostener al mundo. En la escritura poética, como en la vida, no habita la certeza, sino la permanente sensación de duda, de incertidumbre. Desde ese lugar comienzo a elaborar un poema, donde el decir, el significar, tiene más sentido que la trama o la elaboración de una historia. Recuerdo un poema que escribí hace tiempo, titulado La faena, que representa, para mí, el derrotero de un poeta en el momento de la creación, donde todo se transforma en una gran tormenta y frente a ella aparecen todas las angustias, todos los temores, hasta que lo inesperado se nos revela. Creo que allí reside la diferencia entre lo que uno pretende crear y lo que realmente crea, cuando se anima atravesar la tormenta, a buscar desde la escritura nuevas sendas para decir algo diferente, dejar que el lenguaje lo preceda.

 

FM | Al visitar el templo de Zoroastro, Italo Calvino descubre que el fuego real es el fuego oculto. ¿Cómo alimentas el fuego de la creación en tu escritura? ¿Podríamos hablar de la existencia de algún rito?

 

CB | Nunca he sido rutinario con mi trabajo de escritor. Tampoco lo tomo como un pasatiempo, porque mentalmente estoy siempre a la espera de una nueva revelación, por eso intento descubrir en cada instante ese fuego oculto que arde en el templo de Zoroastro. Puedo mencionar que mi ritual es leer y escribir en cualquier momento del día, sobre todo cuando encuentro relajamiento y compenetración. Reconozco que todo proceso de escritura requiere de una técnica y un cierto orden temático donde deberían forjarse las ideas, las imágenes, las metáforas. Escribir parece un oficio que se practica sistemáticamente, aunque estoy convencido que el poema se concibe como una pulsión, cuando el poeta está solo y en total desnudez, por más que se halle arriba de un ómnibus repleto de gente.

 

FM | ¿Crees que hay un exceso de ideas en el mundo y que hay una especie de mal uso de esas ideas? ¿Es necesario minar constantemente nuevas ideas o lo que falta en el mundo es orden y perseverancia en las ideas existentes?

 

CB | Las ideas abundan, desde siempre, pero es evidente que hoy están mal administradas por la conciencia humana. El tirano le tiene más recelo al poema que al poeta, porque percibe que la palabra se vuelve pensamiento, construye valores, identidad, compromiso. Erróneamente, prefiere culpar al mensajero, que es quien adopta la responsabilidad social y política ante la realidad. Porque el problema sigue siendo el poema, que tiene la virtud de viajar por todos los sentidos y abarcar de diferentes maneras la idea de crear algo nuevo. La poesía, como cualquier manifestación del arte, cualquier revelación de la belleza, siempre ha sido un acto subversivo. Y debemos aceptar su mandato, más allá de la otra verdad imperante, que se sostiene a través del uso y abuso de un supuesto orden sistémico que abruma y corrompe los ideales de cualquier sociedad civilizada.

 

FM | ¿Cómo has contribuido a mejorar el mundo?

 

CB | Como poeta me siento influenciado por la armonía del cosmos fluvial, aunque advierto que, en un hipotético campo simbólico, el hombre común no se tiende al borde del curso del agua, sino que prefiere aferrarse a la firmeza de la tierra. Teme que, si pierde ese equilibrio terrenal, deja de ser lo que es. Yo creo que nuestra virtud como seres humanos -tan poco explorada- es saber que se puede encontrar equilibrio en la naturaleza social, como lo hace la garza mora en su humedal: apoyar una pata en el agua sabiendo que debajo de ella hay tierra firme, pero tener incorporado el instinto de despegar y la sabiduría de volar; de estar siempre frente a la perspectiva de hacer algo diferente. Si todos copiáramos a la garza mora la realidad sería menos problemática y nosotros seríamos un poco más sensatos. Esta es mi pequeña contribución en la búsqueda de un mundo mejor.

 

FM | ¿Existe una realidad hispanoamericana o el conjunto de sus 19 países aún no ha descubierto sus verdaderas perspectivas culturales para la acción conjunta? ¿Cómo cree que debería funcionar esa América tan deseada y a veces imposible?

 

CB | América está viviendo un proceso de reconversión de paradigmas. Asoma un propósito generalizado de los líderes políticos de buscar otro tipo de sociedad, pero esto no significa involucrarse en una verdadera transformación cultural, porque dicho propósito aún se apoya en estructuras endebles. Nuestros países están conformados en la actualidad por sociedades fragmentadas y banalizadas, donde la exacerbación del individualismo y el hedonismo de los cuerpos sobresalen ante cualquier quehacer colectivo, por más integral que intente ser la acción conjunta. Por el momento, no observo un cambio profundo. Creo que prevalece una cultura del vacío. Habría que dejar de enfocarse en ese falso paradigma de integración social, que nos hace creer que debemos desarrollarnos como sociedad dentro de un escenario virtual, donde la televisión, la cibernética y el auge desenfrenado de las redes sociales constituyen el único camino de comunicación entre los ciudadanos. Cada vez estoy más convencido que el verdadero lazo social se construye por medio de las palabras. Así lo fue desde siempre, todo lo demás son chácharas, como dijo alguna vez Ionesco. Frente a este fenómeno de frivolización que imponen los medios masivos tal vez nos sintamos acorralados como sociedad. Además, mucha gente se ha desilusionado con las apuestas mesiánicas de sus líderes, que desde la demagogia solo lograron acrecentar la ignorancia, la especulación y la hipocresía. ¿Qué hacer al respecto? Empezaría por volver a valorar la educación, porque la escuela, el aula, el maestro, siguen siendo los verdaderos forjadores de la condición humana. Se vive un presente en que todos contemplamos un espectáculo tenebroso, que avizora un futuro cada vez más incierto. Mientras tanto, habrá que sobrevivir con el deseo y la imposibilidad. Aunque aún nos queda la palabra y, por ella, el pensamiento y la creación.

 

FM | ¿Qué sueles leer fuera del español? No me refiero sólo a la literatura, porque aquí me interesa evocar tu entorno de lectura. ¿O crees que leer poetas es el único material imprescindible para tu creación?

 

CB | Tengo una formación académica relacionada con la sociología, que me ha brindado un aprendizaje conceptual de las relaciones sociales y humanas, por lo tanto, necesito aprehender cada escena, reconocer al otro y transformar esa experiencia de vida en lenguaje. Mis lecturas frecuentaron entre textos sociológicos, políticos y filosóficos. Los temas fueron variando, siempre encausados en el uso de la memoria y la condición humana. No manejo con fluidez otros idiomas, es por eso que he leído autores de distintos países y culturas en español. Ahora bien, esta experiencia contribuyó a fortalecer mi escritura poética. Y desde esos aprendizajes afloró la necesidad de escribir sobre las pérdidas, las ausencias, los giros del amor, los miedos, la injusticia, la violenta perversidad del poder, los enigmas del universo, la intimidación de las grandes urbes, la irreverencia de la muerte. Y nunca he dejado de lado la infancia y sus lejanas resonancias o el viaje del río por el cielo verde de las islas. Pero, indudablemente, el mayor aporte proviene de la lectura de una vasta cofradía de poetas, que motivan a que uno siga escribiendo. Es una fuente inagotable de conceptos, metáforas e imágenes. La poesía es el lenguaje de la eternidad.

 

FM | ¿Crees en la existencia de la sociedad?

 

CB | Sí, por supuesto. Como sociólogo he estudiado a la sociedad en todas sus variables y condiciones. Hay una existencia histórica y un devenir cultural que le otorga identidad a los pueblos del mundo a través del lenguaje. Y es desde la escritura propiamente dicha que la sociología interpreta con mayor profundidad las relaciones sociales y humanas, más allá de todas las contradicciones económicas, sociales, políticas, étnicas o religiosas. Y también conjeturo que existe una sociedad de la palabra, que es la que mueve las agujas de la creación, como una especie de fe metafísica cuya misión apunta a resignificar lo social a través de la poesía.

 

FM | ¿Quién eres de todos modos?

 

CB | Soy un poeta que cree, todavía en la búsqueda de la palabra, en el sentido de encontrarme con el lenguaje en su más profundo refugio. Y disfruto de lo verdadero, una dimensión más trascendental que la verdad absoluta que impera desde el Poder. Lo verdadero está en la mirada, en los sentimientos, en la reciprocidad de los afectos. Y en la poesía, sin duda alguna.

 

FM | ¿Qué te parece la idea de incluir un poema propio, comentando algo que motivó su creación?

 

CB | Elijo un poema escrito cuando era muy joven. Obviamente, el tema de la muerte siempre representó uno de los mayores misterios existenciales. Por entonces, se lo di a leer al poeta Raúl Gustavo Aguirre, quien fue uno de los faros literarios que me orientó para cruzar el mar de la incertidumbre, bajo la oscura tormenta de lo desconocido. En 1974, él lo incluyó con otros poemas en el tercer tomo de una minuciosa antología de la poesía argentina. Años más tarde, aquel breve texto poético lo incorporé a mi primer poemario, como humilde homenaje al gran maestro y amigo.



LA SALVACIÓN

 

Sólo me justifica

el obstinado esfuerzo

de recoger poesía

y amor

entre escombros de vida

 

hasta que las esferas de mis ojos

se derrumben.

 

a Raúl Gustavo Aguirre 

 

 


CÉSAR BISSO (Argentina, 1952). Poeta, sociólogo, periodista independiente y ex profesor universitario. Entre sus distinciones literarias, obtuvo los premios José Cibils y José Pedroni, el segundo premio municipal de la Ciudad de Buenos Aires y la Faja de Honor de la ASDE (Asociación Santafesina de Escritores). Coordinó los talleres de escritura del Rectorado de la Universidad Tecnológica Nacional. Fue coorganizador del Primer Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de Buenos Aires (1999) e invitado a participar en tres oportunidades en el Festival Internacional de Poesía de Rosario, como así también en los festivales internacionales de poesía de Nicaragua y Perú y en encuentros literarios de Chile, Cuba, Uruguay, Venezuela, Bolivia, Bélgica y España, entre otros. Publicó los siguientes libros de poesía: Poemas del taller, La agonía del silencio, El límite de los días, El otro río, A pesar de nosotros, Contramuros, Isla adentro, De lluvias y regresos, Permanencia, Un niño en la orilla, Andares, De abajo mira el cielo, La jornada, y Haikus felinos. La Universidad Nacional del Litoral ha editado Las trazas del agua, antología de su obra poética y la editorial Arquitrave (Bogotá, Colombia) publicó otra antología con el título Coronda. En ensayo editó el libro Cabeza de Medusa. Trabajó en diarios, radios y revistas de su país. Actualmente es colaborador con notas de opinión, artículos periodísticos y literarios en diversos medios del país y del exterior.
 

 

 


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