Todo comenzó cuando Floriano
Martins entró en complicidad con la revista mexicana de poesía Alforja para trabajar un número
monográfico dedicado a Brasil. Junto con el artista plástico, Helio Rola, quien
acompañó las páginas de la publicación con sus dibujos y grabados, viajaron a
México en el año 2002 y navegaron por los canales bucólicos y estridentes de
Cuemanco y Xochimilco. Desde entonces no han cesado de colaborar en el mismo
afán de crear mecanismos de intercambio y conocimiento de nuestros poetas y sus
obras, de nuestras culturas y sus lenguas. Floriano regresó de nuevo a México
en el 2004 para participar en la cuarta Feria del Libro en el Zócalo, “la
Ciudad, un libro abierto”, con el resto de la delegación de Fortaleza, estado
de Ceará, Brasil, país invitado de honor del 8 al 17 de octubre, junto con
Guadalajara, en ese festival cultural en torno a la lectura, que he tenido la
fortuna y el honor de iniciar y dirigir.
JAL | Autor
de libros de poesía, de entrevistas literarias y de investigación sobre el
surrealismo en América Latina, es ahora sometido a las preguntas. En esa
perspectiva de la vanguardia pretérita, ¿qué significa novedad para Floriano?
FM | Una novedad
es una cosecha, es decir, hay que plantarla. Pero también es una cosecha de
espanto, pues lo que más me atrae de ella, es su capacidad de sorprender. Para
ello, se requiere estar conectado al mundo con todos los sentidos, y entregarse
a ese cambio de alto voltaje del espíritu que la vida nos enseña a vivir. Lo
curioso es que los media, los que más se interesan en la novedad, están
siempre amparados en lo establecido. Inclusive lo que allí se presenta como
nuevo es siempre una dilución, desde el punto de vista estético, siempre
un retroceso, una máscara, un fraude. Es evidente que navegar por la Internet
permite el encuentro con innumerables formas de novedades. Pero saber
navegar, siempre, saber navegar…
JAL | Reconoces en tu escritura poética
el embeleso por el discurso surrealista en lo que a la estética se refiere.
Muchos poetas influenciados por ese “ismo”
han negado su participación e influencia, incluso el haber pisado alguna vez
sus terrenos. Tú no sólo recorres dicho territorio, sino que exploras su
subsuelo en América Latina. ¿Puede decirse que insistes en cultivarlo? ¿Por
qué?
JAL | ¿Qué le
preocupa al poeta Floriano: la muerte o la palabra muerte?
FM | Me precocupa esta separación que tu
pregunta sugiere, como si acaso una cosa fuese la experiencia de vida y otro el
lenguaje. Ruina o pesar, esa entidad es parte de nuestra vida en el momento
mismo en que nacemos. Consciente o no, está presente en nosotros. Los niños no
tienen conciencia de la muerte en el lenguaje. ¿Cuál de los dos choques de
conciencia será más determinante en sus vidas? ¿No será un mismo abismo? ¿Los
poetas desafían a muerte la palabra muerte? ¿Y por dónde se arrastra el
concepto de muerte? Considerando cierta primacía de dominio del lenguaje,
descartando su relación intensa con el vivir, yo diría que nos estamos
desviando tanto de la muerte que un día no será más que una palabra. Entonces
estaremos demasiado muertos para percibir el equívoco en que nos metemos. Por
otro lado, ¿qué ha hecho el hombre por la palabra, en el sentido de que la
misma lo salve de sí mismo? Son cuestiones filosóficas en general, no libros de
registros de una delegación de policía, la situación es otra. En rigor el
hombre llegó a una dicotomía grosera: autor y víctima del mismo crimen. La
criminalidad se tornó un factor atemorizante de nuestras vidas –no me refiero
simplemente al juego pasional de los disparos, y sí más a una sofisticación que
envuelve tanto corrupción como pedofilia–. Nada más débil hoy en día que la
idea de un trasgresor. Evocar la trasgresión y no conocer los códigos en que
ese lenguaje actúa. Cómo es posible decir: “Ah, todo lo que quería era un poema
de amor”. Entonces no distingo una cosa de otra, porque puedo estar vivo o
muerto por la palabra. ¿Significa esto no crear sentido alguno?
JAL | ¿Qué
papel desempeñan en tu poesía la plástica y la música, ¿Cómo las incorporas o
las refieres?
FM | Tal vez podría decir que se trata de
una cuestión de oportunidad, considerando el hecho de que mis padres escuchaban
mucha música y que era igualmente intenso el acceso a las ediciones de obras
plásticas. Lo que resultaba más impresionante para un niño era la cantidad de
libros de la biblioteca de mi padre. Entonces supongo que la diversidad con que
las cosas se presentaban delante de mí haya sido determinante. Claro, todo eso
encajaba en cierta naturaleza insaciable, algo que caracteriza aún todo lo que
hago. El hecho es que el mundo no nos absorbe a través de lo que leemos, sino
de lo que oímos, vemos, tocamos, olemos, degustamos. La lectura –comprendida en
su aspecto habitual– no es uno de los sentidos humanos, pero si una
consecuencia de la actuación plena de esos sentidos. En gran parte la fijación
de los intelectuales por la lectura viene de su temor de fundirse en la materia
quemante de la existencia. Cuando escribo –aquí es necesario decir que
raramente pienso el poema como un hecho aislado-- estoy siempre imaginando toda
la plasticidad, la dinámica, el argumento, etcétera. Es como si me sintiese más
un dramaturgo que propiamente un poeta. Imagino el poema-libro como algo
tridimensional.
JAL | Entre
una poesía del lenguaje y una poesía inquieta aún por el hecho mismo de la
vida, más preocupada por conmover, tocar al lector, es que advierto se mueve tu
poesía. Quiero decir que no es experimental hasta sus últimas consecuencias, no
pretende el balbuceo, el juego fonético o la segmentación semántica, sino que
se desliza por una lógica más o menos incluyente. ¿Qué opinaría un surrealista
de ello?
FM | Muchos surrealistas decían, dicen aún,
que la poesía está en otro lugar. Pero ¿cuál sería otro lugar? ¿Cuántas veces
el estado de verdad inmediata, defendido por Tristan Tzara fue más que las
obras de circunstancias a que se refería André Breton? El primer lector que un
poeta debe arriesgarse a tocar es él mismo. Es impresionante la cantidad de
poetas que andan por la vida sin dejarse tocar por la poesía. No obstante, el
surrealismo, la poesía continúa siendo percibida apenas como un juego de
palabras. Para mí lo experimental no disocia instrumento y sensación. Cuando
digo que lo que nos impresiona se imprime en nuestro espíritu no estoy haciendo
un juego del lenguaje. Mas es necesario que haya verdad en esto. En caso
contrario la conmoción se vuelve panfleto, regla. El instrumento es un recurso.
Entendemos bien esto cuando el asunto se refiere a un piano. Ah, sí, se trata
de música... ¿pero cuando el verbo está en cuestión? Es mi vida la que supera
el escrito y nunca al contrario, por más que yo tenga pleno dominio del
lenguaje.
FM | No cabe esa diferenciación. No veo en
que circunstancia la poesía no se identifique con lo lírico. Claro que no me
refiero al panteón, sino a los actos simples de la crítica. Vamos a conversar
–el poema es una forma de diálogo, ¿no? – con lo que pasa delante (o dentro) de
nosotros. Tuvimos una sobrecarga en lo que se ha dicho respecto del término
vanguardia y esto generó a menudo un mal entendimiento en lo que puede ser
sustantivo. El concepto vanguardia fue tan explorado que hoy sufre un desgaste
excepcional. Hay que entender que una cosa es el recurso, el diálogo, la caja
de pandora, y otra la manera como el objeto final, emergido de ese diálogo, se
presenta. Volviendo a tu pregunta. Hay una distinción fundamental en términos
del carácter del escrito y lo que dice respecto a su estricta relación con
quien lo escribe.
JAL | Para
darle paso a otra temática, evoco la pregunta que te haces en un verso de tu
poemario Alma en chamas (Alma en llamas): “¿Qué hombre habita en mí?” ¿Tiene
respuesta esa cuestión? ¿Hay alguien diferente a Floriano que ocupa su
existencia y dicta su poesía?
FM | Hay innumerables. No diría que
propiamente distinto de mí o al que dice, en solitario, lo que escribo. No creo
en la voz propia que no sea la consonancia de una multitud de voces. Algún
crítico ya observó la condición sinfónica de mi poética y debo estar de acuerdo
con tal juicio. Somos, al menos en parte, aquello que nos consume. Poner en
duda al hombre que lo habita es lo mínimo que un poeta puede exigir de sí antes
de pretender declararse antena de la raza.
JAL
| Me has dicho, en nuestras largas conversaciones por las
calles y las playas de Fortaleza, que Brasil sólo mira a Brasil, asombrado,
quizás, por su propio gigantismo geográfico o quizás confuso por su enorme y
bello mestizaje. Tú mismo eres una muestra de que hay búsquedas para tocar y
ser tocado en y por el exterior. ¿Excepción o regla?
FM | En buena hora esta mención al
mestizaje. En rigor siempre cargamos con la mirada de los obcecados por la
pureza, los temerosos de todo tipo de mezcla, racistas que buscan eliminar la
fusión, el encuentro, el encantamiento que solamente se sumerge en lo que otro
propicia, y lo hacen por incompetencia, por apego a una condición mezquina que
nada tiene que ver con el argumento de la defensa de una cultura. Lo más fuerte
de la cultura brasileña está en su mixtura, lo que acaba por atropellar a
muchos a quienes simplemente falta aliento para comprender un mundo en pleno
torbellino de experiencias inagotables. No tenemos problema de arritmia. Lo que
tenemos es un exceso, de ritmos y dioses, cuya mezcla es intempestiva y a veces
aturdidora. Somos una tierra plena de desbordamiento. La idea de un gigantismo tiene una doble
connotación: por un lado, nos ciega en relación con las afinidades culturales
evidentes y por otro lado despierta cierta envidia en lo tocante a lo que nos es
aparentemente superior. No es que eso veamos para nosotros mismos. Todo lo
contrario: somos ciegos de todo, inclusive de nosotros mismos. Todo lo que era
más visceral y sofisticado en las imágenes poéticas de autores como Celso Luiz
Paulini, Claudio Willer, Rodrigo de Haro y, sobre todo, Roberto Piva –poetas
identificados como de la generación de los 60, por ejemplo–, no fue percibido
por la crítica, y esto se dio porque esa poesía rompía con cierto padrón de
formalismo, sobre todo considerando entonces el paso de estafeta de la
Generación del 45 hacia el Concretismo. Entonces no es nuestro mestizaje lo que
suscita una confusión, sino la línea dura del positivismo que hemos entrañado
en nosotros.
JAL | Además de poeta, traductor,
ensayista y editor electrónico eres un fuerte crítico de la poesía en tu país,
el cual, hay que reconocerlo, posee una rica tradición poética ¿Qué rescatas de
esa herencia?
FM | La idea de una tradición implica una
transmisión, un reconocimiento. En este sentido, no se puede hablar de
tradición lírica en Brasil, excepto si pensamos en la gran línea parnasiana que
define toda nuestra trayectoria poética. Tenemos que pensar bien en esto. El
formalismo ornamental y edulcorado, ¿sería entonces nuestra tradición? En las
últimas décadas tuvimos unos rapaces que acuchillaban la sintaxis, pugnaban por
la incomprensión, simpatizantes de la ruptura a toda costa, inclusive a costa
del entendimiento de la propia (literatura). Aún están por ahí algunos de esos
rapaces. No, no poseemos una rica tradición poética. Lo que se pasa es que en
algunos casos la poesía brasileña es mejor conocida en el exterior que en casa.
Tenemos una tradición otra, un río subterráneo que ha sido groseramente
despreciado. Tal vez los mexicanos recuerden aún a José Santiago Naud (1935),
cuyo libro Piedra Azteca tiene únicamente una edición mexicana (Papeles
Privados, 1985). Lo mismo Jorge de Lima, para muchos la mayor expresión poética
del país, es un nombre de poca circulación. Al contrario, abundan las
valoraciones a poetas nítidamente de segunda línea, como Mário y Oswald de
Andrade. La mejor herencia por ser rescatada no es aquella que se detiene en
nombres, sino en el carácter que la determina. La cultura brasileña está muy
peligrosamente contaminada –lo que se acentúa más y más en estos días– por un
sentido muy particular de descomposición. No se trata apenas de esa avalancha
de corrupción que los media anuncian a cada instante. Se trata de una
depravación del sentido ulterior, nos estamos deshaciendo por falta de creer
más en nosotros mismos. Estamos recogiendo ahora el fruto de toda una historia
de falta de atención para lo que verdaderamente somos. Hacer la defensa ahora
de una identidad cultural –desechando toda la instancia retrógrada que envuelva
el tema– es de un cinismo, de un oportunismo descarado, asunto de gente que no
quiere sino seguir descarnando el cadáver de esta cultura. Hasta el último
instante, sin drama o carnaval, cuando entonces se muden todos a otro paraíso
fiscal.
FM | Toda casta intelectual se organiza
siempre en el sentido de cooptación con el poder. Tal concubinato hace de
nuestra república de las letras una joven señora muy dedicada a los placeres de
la carne, reticente a considerar la existencia del espíritu. La ausencia de una
tradición crítica –y me refiero no a la crítica de circunstancias, sino a
aquella área de la percepción interesada en evidenciar eventuales equívocos de
un texto, proponiéndose iluminar sus zonas oscuras, sin una determinación
judicial que venga a eliminar la obra en cuestión por discordia estilística u
cualquier otra enfermedad existencial–; pues bien, esa ausencia, ya clásica
entre nosotros los brasileños, contribuye a la persistencia pasmada de los
mismos errores, en muchos casos los más primarios.
JAL | Sin ánimo de competencia y de
comparación, pero tomando en cuenta tu trabajo editorial y tu larga experiencia
como entrevistador ¿Cómo percibes el desarrollo de la poesía en tu país con
respecto al resto de Iberoamérica (incluyendo a Portugal y a España)?
FM | Sería irresponsable la comparación. Una
cosa es una selección de grandes poetas –y esto se puede hacer en España, en
Portugal, en Brasil y en América Hispánica (no olvidar que allí la aventura
tendría que caminar por 19 países, con sus magníficas peculiaridades). Es bien
probable que los nombres sean desconocidos también en su restringida área de
actuación. Aunque de generaciones distintas, no creo que gocen del
reconocimiento internacional que merecen, poetas como José Ángel Valente
(¿España?), Luís Miguel Nava (¿Portugal?), Roberto Piva (¿Brasil?) y Ludwig
Zeller (¿Chile?). Otra cosa es reconocer que esa resplandeciente minoría pueda
llegar a constituir una competencia. Una característica que marca el espíritu
de los poetas brasileños, en líneas generales, es el provincianismo, y digo
esto en el sentido de que juegan mucho con las apariencias –del escrito y del
carácter, puesto que separan una cosa de otra--. Esto hace que se conviertan en
rehenes de una compulsiva novedad, que muden de ropa (el lenguaje, ¡ah, ese
garfio y daga del lenguaje!), al sabor del convite que reciben para el evento
en turno. Hay otros que no, sí, hay otros que no. Ahora recuerdo que antes de
que iniciáramos nuestra conversación yo había decidido no citar nombres. Esto
causa una confusión pavorosa, porque somos propensos a identificarnos con los
personajes equivocados. Imagine si digo aquí un nombre, por ejemplo, Hilda
Hilst (uff!, esta por suerte ya murió), y ella misma, sí, ella misma, no
entiende que esa afirmación mía es una manera de preocuparme con algo que me es
afín… Basta de citar nombres. Todos son los brillantes poetas que se imaginan
ser.
JAL | Por último. ¿Estás convencido de
que el proyecto Agulha, además de poner en contacto a los escritores de
América Latina y el mundo, pueda ser un factor de calidad y avance en nuestras
letras, digamos ¿una aguja sobre el globo de la complacencia y la endogamia?
FM | No tengo duda alguna en cuanto a esto.
Una lectura conjunta de los editoriales de Agulha Revista de Cultura apunta
en este sentido, confirmando la pauta abarcadora que hemos propiciado en cuatro
años de actuación. Es cierto que tenemos un número de lectores que debe ser
considerado. Con todo, pertenecemos a un mundo virtual, con sus rechazos de
parte de una realidad impresa que aún no percibió que se hiere a sí misma al
refutarnos. Es evidente que lo que Internet propicia, posee en sí la misma
carga de ambigüedad de cualquier otro instrumento (soporte). Siempre será
posible salvar o segar una vida con la misma arma.
JOSÉ ÁNGEL LEYVA (México, 1958). Poeta, narrador, ensayista, editor y promotor cultural. Realizó estudios de maestría en Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue codirector de la revista Alforja, es coordinador general de Publicaciones de la Universidad Intercontinental y director general de la revista La Otra. Fue subdirector de Literatura, Artes Plásticas y Artes Escénicas, Director de Vinculación Cultural y Coordinador de Vinculación Cultural de la Secretaría de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México, de 2001 a diciembre de 2005. Ha sido jurado de numerosos concursos nacionales e internacionales de literatura, y de las becas que otorga el Fondo Nacional Para la Cultura y las Artes y la Fundación para las Letras Mexicanas, en diversas ediciones (2004, 2006).
LUIZ SÁ (Brasil, 1907-1979). Nosso artista convidado. Caricaturista brasileiro, criador dos personagens Reco-Reco, Bolão e Azeitona que, durante anos, apareceram na revista infantil O Tico-Tico. Foi também responsável pela criação de uma série de curtas de animação que ficou perdida por anos, As Aventuras de Virgulino. Seu desenho é caracterizado pelo uso quase exclusivo de linhas curvas, tendo quase todos os seus personagens os rostos bastante arredondados. Por volta de 1950 Luiz Sá muito contribuiu ilustrando panfletos educativos e relacionados com a saúde publicados pelo então Ministério de Educação e Saúde no Rio de Janeiro, como uma ilustração abaixo do texto “Quem come a galope, o intestino entope”. É um dos mais originais, significativos e emblemáticos artistas de toda a história do desenho de humor nacional, tendo sido o primeiro cartunista brasileiro com características de artista popular a conquistar visibilidade nacional. Desde os primeiros desenhos publicados ainda na imprensa cearense em 1927, passou pelos cartuns, ilustrações e histórias em quadrinhos produzidos para os mais diversos meios a partir de 1930.
Agulha Revista de Cultura
Número 219 | dezembro de 2022
Artista convidada: Luiz Sá (Brasil, 1907-1979)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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