Los recuerdos juegan un papel fundamental
como fuente de inspiración en Carrington: “no inventa, recuerda”, afirma Gómez Haro
(2011) y, dado que vamos a aludir a hechos de su vida en relación con su obra a
lo largo del artículo, exponemos a continuación una breve biografía [1].
Leonora Carrington nació en Lancashire
en 1917 en el seno de una rica familia. Su padre, Harold Carrington, era un magnate
de la industria textil, y llegó a ser el principal accionista de Imperial Chemicals
Industries. Su madre, Mauri Moorhead, de origen irlandés, le contaba historias fabulosas
y leyendas célticas que influirán después en su imaginario. Ella era la única hija
de cuatro hermanos, y desde muy pequeña fue una niña rebelde que no se adaptaba
bien a la educación femenina de la época. Tras ser expulsada de varios colegios
católicos e internados, es enviada a estudiar a Florencia y después a París. En
1934, regresa a Inglaterra y ese año es presentada en la corte de George V, suceso
que recoge uno de sus cuentos (The debutante). En 1936 comienza a asistir a la prestigiosa
escuela de arte de Amédée Ozenfant, en Londres, cumpliendo su deseo de estudiar
pintura en contra de los designios paternos. Ese año se celebra la primera Exposición
Internacional del Surrealismo en Londres, y su madre le regala un libro que le impresiona
mucho, Surrealism, de Herbert Read, cuya portada con el cuadro de Max Ernst Two
Children Menaced by Nightingale impacta a la joven; casualmente conoce a este artista
alemán en una cena en casa de una compañera de la academia, Úrsula, casada con el
arquitecto Erno Goldfinger. En 1937 huye con Ernst a París, y esto le supone el
repudio de su padre. En Francia se relaciona con el círculo surrealista de André
Breton. Viaja a Cornwall con Ernst, Paul y Nush Éluard, Man Ray, Lee Miller y Roland
Penrose ese verano. En 1938, Carrington participa en la mítica Exposition International
du Surréalisme en París y después en Ámsterdam. Poco después Ernst se separa de
su esposa, Marie-Berthe, y se traslada con Leonora al sur de Francia, a Saint-Martin-d’Ardèche.
Es una época muy creativa para ambos; el autoritarismo paterno, la educación estricta
propia de su clase, la corte inglesa, así como los conflictos de su relación amorosa
presente, entre otros temas, inspiran las obras pictóricas y la escritura de Carrington.
En 1939 Ernst es detenido por su origen alemán y trasladado a un campo de concentración:
comienza la Segunda Guerra Mundial. En 1940, tras otro encarcelamiento de su pareja,
Carrington sufre un colapso nervioso a causa de la separación y del conflicto bélico.
Huyendo de la invasión alemana, se traslada a España con unos amigos, donde más
tarde es internada en una clínica psiquiátrica de Santander durante cuatro meses.
Por orden de sus padres, que nunca van a visitarla, aunque toman las decisiones
sobre su futuro, llega a Lisboa con rumbo a un sanatorio mental en Sudáfrica; pero
consigue escaparse y refugiarse en la embajada mexicana, donde se reúne con Renato
Leduc, diplomático y poeta mexicano, con quien se casará para poder huir a América.
Fruto de la traumática experiencia del psiquiátrico surgirá Down Below (1944). En
Lisboa vuelve a coincidir con los surrealistas refugiados, entre los que se encuentra
Max Ernst, quien ahora huye de los nazis por su origen judío, y está emparejado
con Peggy Guggenheim. Todos se exilian a Nueva York. Corre el año de 1942. La artista
publica relatos en las revistas surrealistas Viev y VVV, y expone su obra
en diferentes museos neoyorkinos. En 1943 Leonora Carrington y Leduc se mudan a
México, país donde ella residirá la mayor parte de su vida. Al poco tiempo el matrimonio
se separa. Vuelve a encontrarse con Remedios Varo, cuya amistad será muy importante
en su vida y durará hasta la inesperada muerte de la creadora española en 1963.
En D. F., forma parte de un grupo de artistas refugiados entre los que se hallan
Luis Buñuel, Kati y José Horna, Esteban Francés, Gunther Gerszo y el marido de Remedios,
Benjamin Péret, entre otros. En 1946 Carrington se casa con el fotógrafo judío de
origen húngaro Emerico Imri Weisz, Chiki, con quien tendrá dos hijos, Pablo y Gabriel.
En 1948 se hace la primera retrospectiva de su obra en solitario en la Galería Pierre
Matisse de Nueva York, con prólogo de su amigo Edward James. Sigue publicando escritos.
En los años sucesivos expone en prestigiosas galerías de México D. F., París, Nueva
York, Worthing, y en países como Brasil y Japón; publica teatro y narrativa, también
literatura infantil; diseña vestuario, escenografía y máscaras para las tablas;
pinta un mural para el Museo Antropológico de México D. F., El Mundo mágico de los
mayas (1962), que supone su reconocimiento gubernamental en este país; realiza esculturas,
cerámicas… Sus intereses son amplísimos: la cultura mexicana, el budismo, la alquimia,
la astrología, la magia, el ocultismo… En 1972 participa en la formación del Movimiento
Feminista de México D. F. Abandona su país de residencia en varias ocasiones como
protesta por los acontecimientos: en 1968, cuando el movimiento estudiantil fue
reprimido violentamente el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco,
y en 1985 por la pésima actuación por parte de las autoridades después del terremoto
que destruyó gran parte de la ciudad. Fuera vive en Nueva York y en Chicago, y regresa
definitivamente a México en 1990. Recibe numerosos premios; en el 2000 es nombrada
Ciudadana de Honor de México D. F. Muere de una neumonía en 2011 en su casa de la
Colonia Roma.
Su espíritu rebelde e inconformista, sus
cambios de humor y crisis puntuales, así como sus numerosas aventuras amorosas a
lo largo de su vida han creado una imagen de ella como mujer inestable y siempre
cercana a la subversión surrealista; sin embargo, ella aseguraba, en las entrevistas
que difícilmente concedía, que no acababa de comprender esta vanguardia. Germaine
Gómez Haro cita estas palabras de una Carrington ya muy mayor que se entrevistó
con Silvia Cherem, periodista judía, en las cuales se aprecia cómo estaba saturada
del interés despertado por su relación con Ernst y su vinculación a la última vanguardia
histórica:
Aunque me atraían las ideas de los surrealistas, no me gusta que hoy me encajonen
como surrealista –aclaró a Silvia Cherem–. Prefiero ser feminista. André Breton
y los hombres del grupo eran muy machistas, sólo nos querían a nosotras como musas
alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos. Además mi reloj no se detuvo
en ese momento, sólo viví tres años con Ernst y no me gusta que me constriñan como
si fuera tonta. No he vivido bajo el embrujo de Ernst: nací con mi vocación y mis
obras son sólo mías (Gómez Haro 2011).
Con todo, en sus últimos años se hablaba
de ella como la última memoria viva del movimiento surrealista, junto con otra mujer
longeva, Dorothea Tanning (paradójicamente, última y definitiva esposa de Max Ernst).
El período en el que nos vamos a centrar
en este artículo es el comprendido entre los años 1936, en que conoce a Max Ernst
y entra en contacto con los surrealistas, hasta 1944, año en que se publica Down
Below (Memorias de Abajo), un texto de carácter autobiográfico donde relata su paso
por el psiquiátrico de Santander. Se trata, pues, de su primera juventud. Los episodios
de una infancia inadaptada a su clase social y la difícil relación con Ernst en
algunos momentos –ya que cuando se conocieron él tenía cuarenta y seis años y estaba
casado con Marie-Berthe, y ella solo diecinueve– abastecen los motivos de las pinturas
y de los relatos de aquella época. Más allá de lo anecdótico, el tema en común es
el conflicto que le genera ser una mujer joven en sus vínculos personales, bien
en una sociedad aristocrática, la rica familia inglesa donde se educó, bien en una
relación de dependencia amorosa. Como veremos más abajo, la pareja Ernst-Carrington
encaja en la atracción de los surrealistas por las mujeres jóvenes y bellas a quienes
se les asigna el papel de musas.
1. EL SURREALISMO Y LA MUJER
El surrealismo es la última y la más importante de las vanguardias
históricas. Como es bien sabido, estas fueron movimientos artísticos que se sucedieron
a un ritmo vertiginoso en Europa en las primeras décadas del siglo XX, hasta la
Segunda Guerra Mundial, caracterizados por su voluntad rupturista y experimental,
por el propósito de crear un arte nuevo y provocador y por la negación de todo valor
al pasado artístico. Fueron muy numerosas, pero entre las más conocidas están el
expresionismo, el cubismo, el futurismo, el constructivismo, el ultraísmo, el creacionismo,
el dadaísmo y el surrealismo. Según Félix de Azúa, “fueron agrupaciones de artistas
con manifiesto y autoconciencia en las cuales la producción aparecía como demostración
de la teoría” (Azúa 1995). El desarrollo del surrealismo (denominado en francés
surréalisme, y que podría traducirse como superrealismo o suprarrealismo) tiene
lugar entre los años veinte y treinta. El término es acuñado por Guillaume Apollinaire
en 1917, el cual lo utiliza por primera vez en el programa de ballet de Erik Satie
Parade. Los orígenes del surrealismo están vinculados al movimiento Dadá surgido
en Zúrich en 1916 a cargo de un grupo de poetas y artistas exiliados a causa de
la Primera Guerra Mundial, con el escritor rumano Tristan Tzara como principal figura;
en las veladas del Cabaret Voltaire nace esta vanguardia basada en la propensión
al absurdo, a lo espontáneo, a lo ilógico y azaroso, y en un afán de provocación
dirigido a la burguesía y a las convenciones. Cuando decae el dadaísmo, surge el
surrealismo como una nueva vanguardia en la que se integran antiguos miembros de
aquella, como el propio André Breton, Paul Éluard, Louis Aragon, que después serán
la cédula del nuevo ismo, e incluso el propio Ernst. André Breton propone el abandono
del movimiento dadaísta en la revista Littérature (fundada en 1919) y la creación
de otro que continúe siendo revolucionario pero constructivo y no destructivo (referido
al nihilismo de dadá). En el Primer Manifiesto Surrealista de 1924 se explican sus
principios:
Psychic automatism in its pure state, by which one proposes to express –verbally,
by means of the written word, or any other matter– the actual functioning of thought.
Dictated by thought, in the absence of any control exercised by reason, exempt from
any moral concern… Surrealism is based on the belief in the superior reality of
certain form of previously neglected associations, in the omnipotence of dream,
in the desinterested play of thought (Breton y otros
1924).
La influencia de las teorías de Sigmund
Freud y el interés por el subconsciente son decisivos. En literatura, a través de
técnicas como la escritura automática que propone Breton, o el cadáver exquisito
se intenta llegar al automatismo expresivo con el fin de que surjan de forma espontánea
los miedos y los pensamientos más profundos, liberados de cualquier represión, de
igual forma que en las sesiones de psicoanálisis el paciente habla sin parar y sin
restricciones para que el flujo de conciencia eluda cualquier tipo de control sobre
la mente. Por tanto, se presenta como un movimiento emancipador que pretende liberar
de las ataduras de lo racional y de las convenciones de todo tipo. [2].
No hay mujeres en el origen de esta vanguardia.
Como señala Caballero Guiral, ellas entran en el grupo de Breton a través de sus
relaciones personales con sus componentes y no por su talento, y se las reconoce,
sobre todo en un primer momento, por ser las musas e inspiradoras de sus mentores.
Y pone el ejemplo de Léonor Fini, Valentine Hugo, Jacqueline Lamba, Dora Maar, Valentine
Penrose, Alice Rahon, Remedios Varo y de la propia Carrington (Caballero 1995).
Celebran su belleza, su cuerpo femenino y les asignan el mágico poder de ser mediadores
entre ellos y lo desconocido. Esta idea de la dama como mediatriz entre el poeta
y el mundo de lo intangible o lo irracional, la musa que inspira y potencia las
capacidades del artista y le ayuda a transcender la experiencia empírica, aunque
antigua, es clave en el surrealismo (Rodríguez-Escudero 1989). Mujer-niña pero a
la vez mujer-fatal, esta dicotomía planteada por Caballero Guiral en otro de sus
artículos explica muy bien una consideración hacia ellas que, en un principio, no
valora el aspecto intelectual ni sus capacidades o desarrollo personal (2008).
Leonora Carrington es una escritora surrealista,
aunque después quisiera desvincularse de este movimiento. No solo estuvo con el
grupo en el París de los años treinta y participó en algunas de sus exposiciones,
sino que además fue una de sus mujeres, en un principio, por su relación con Ernst.
Las jóvenes atraían a los hombres surrealistas tanto desde el punto de vista físico
(femme-fatal) como por su inocencia y desconocimiento del mundo (femme-enfant),
eran sus perfectas musas inspiradoras. La llegada a París de una atractiva joven
de diecinueve años, de porte aristocrático, enamorada de un artista mucho mayor
que ella, que ha rechazado la clase alta de la que proviene y roto con su padre,
debió deslumbrar a todos. En palabras de Breton: “Tu belleza y tu talento nos tiene
mesmerizados. Eres la imagen misma de la femme-enfant” (Poniatowska 2011). La influencia
de Max Ernst en la joven Carrington es clave. El artista alemán, que antes había
sido expresionista y dadaísta, es una figura destacada del surrealismo, reconocida
por Breton por la fuerza y originalidad de sus creaciones, sus increíbles collages,
la invención de nuevas técnicas (frottage, grattage). Las referencias a la ignorancia
de ella aparecen en los textos de ambos escritos en esa época. En el Prefacio del
primer cuento de Carrington, escrito por Ernst utilizando su pseudónimo de Loplop,
the Superior Bird, se presenta a la artista con estas palabras:
Who is the Bride of the Wind? Can she read? Can she write French without
mistakes? What wood does she burn to keep warm? She warns herself with her intense
life, her mystery, her poetry. She read nothing, but drunk everything. She can’t
read. And yet the nightingale saw hee, sitting on the stone of spring, reading.
And thougt she was reading to herself, the animals and horses listened to her in
admiration (Carrington 1988) [3]
En una novelita de la autora de la misma
época, a la que volveremos después, Little Francis (1938), se dice: “Encontraba
(Ernst) a Francis (Carrington) muy ignorante, y le costó mucho desengañarlo respecto
de la luna: Francis había pensado siempre que aumentaba y disminuía de manera real”
(Carrington 2013).
Según Warner, sus
creaciones de entonces están dentro de la idea surrealista de la mujer, como señala
en el prólogo de la colección The House of Fear: “Migrating into the forms of horses,
hyenas, and other criatures of the wilds, mediating dreams of stranges and disquieting
desire, Leonora fulfilled the Surrealist fantasy of the child-medium who excites
the lover’s imagination and moves him to fresher, stronger visions” (1989). Justamente señala
Little Francis como un texto inspirado por el abandono que sufre Carrington y como
ejemplo de la comunicación de la experiencia de una mujer-niña desde dentro. Con
todo, a estos animales se les puede dar otra interpretación, como veremos más abajo.
Las artistas surrealistas, como muy bien
ha señalado Cabellero Guiral, se enfrentan a la tarea de expresar su identidad femenina
y buscar su independencia alejándose de las representaciones y asignaciones masculinas.
Dejar de ser objetos para convertirse en sujetos. No solo ninguna formó parte de
la cédula que da origen al movimiento, sino que ninguna apareció en la Primera Exposición
Surrealista, celebrada en la Galerie Pierre en 1925 (Caballero 1995). En los años
treinta, cuando llega Leonora Carrington a París, algunas artistas ya se habían
sentido atraídas por el movimiento, como Meret Oppenheim y la fotógrafa Claude Cahun.
En la exposición de 1938, Exposition International du Surréalisme en Galerie Beaux-Arts,
sí hay participación femenina, incluso de la propia Carrington.
En el caso de la autora que estudiamos,
desde un primer momento manifiesta a través de sus escritos y pinturas su protesta
por el papel secundario asignado a la mujer tanto en el mundo aristocrático del
que proviene como en el ambiente masculino con el que se relaciona en Francia, como
ya hemos señalado. Según Whitney Chadwick, especialista en Arte que ha estudiado
la obra pictórica de Carrington, la quest for autonomy de la autora es una constante
en su evolución. Durante la primera etapa surrealista, por ejemplo, su rebeldía
no es abstracta, sino que se refiere a su familia en concreto; Carrington no busca
sus fuentes de inspiración en el inconsciente y los sueños, sino que se inspira
en las imágenes que provienen de su infancia y realiza sátiras de la clase alta
–It– de la sociedad inglesa (1986). Se sirve tanto de su biografía como de un simbolismo
personal y legendario, formado a partir de los cuentos de hadas, las leyendas célticas
e historias bíblicas de su infancia, y de la imaginería alquímica por la que se
interesa desde su juventud, cuando estudia pintura en Londres. El surrealismo, además,
potencia esa inclinación al esoterismo. Chadwick cree que la originalidad de Carrington
radica a su vez en una conciencia feminista que ya está en sus primeras obras, pero
que empieza a hacerse más evidente en los años cuarenta en México, a partir de su
maternidad y también por su relación de amistad con otras mujeres y sobre todo con
Remedios Varo, con quien comparte técnicas y motivos pictóricos (en los cuales cobran
importancia las actividades domésticas, la cocina –una forma de alquimia–), así
como una fraternidad femenina que es también característica de las mujeres ligadas
al surrealismo.
También Chadwick explica cómo desde sus
primeros cuadros hay presencia de un camino para la fémina diferente al del hombre.
Analiza en dos pinturas de 1937-1938 complementarias, Self-Portrait (también
conocida como The Inn of the Down Horse) y Portrait of Max Ernst (en que aparece
su amante como un chamán), una simbología referente al esoterismo que fascinaba
a los surrealistas: “They offer evidence of Carrington’s early interest in the alchemical
transformation of matter and spirit and her response to the Surrealist culto of
desire as a source of creative inspiration” (1986). En la primera aparece
la pintora sentada en una silla de estilo victoriano con ropa de montar (su madre
y ella eran los únicos jinetes de la familia) y una salvaje melena suelta, rodeada
de dos tipos de animales: muy cerca de ella se encuentra una hiena con gesto humano,
los ojos azules de Ernst y las ubres repletas de leche; detrás, flotando, “a white
rocking horse” con la mandíbula rota, y, más alejado, otro caballo que galopa detrás
de la ventana del fondo. Las fronteras entre lo animado y lo inanimado se borran,
y la amazona y la hiena emergen como una misma figura. La fuente del caballo blanco
está en las leyendas celtas de su infancia, un caballo más rápido que el viento
y que puede volar. Los animales cumplen en Carrington la misma función mediadora
entre lo consciente y lo inconsciente que cumplen las mujeres para los hombres:
Insistiendo en esta idea vemos cómo en
Self-Portrait Carrington utiliza un recurso que los pintores surrealistas tomaron
del romanticismo, el encuadre de la escisión (Argullol 1987). El tema de la ventana
interiorizadora de las pinturas románticas aparece también en la pintura moderna:
una ventana o puerta separa un espacio interior de un espacio exterior, contraponiéndose
el mundo humano al mundo simbólico u onírico, representado por la Naturaleza, que
le es mostrado y vedado simultáneamente al hombre; o lo que es lo mismo, se muestra
la escisión entre la racionalidad, la conciencia y la irracionalidad del mundo de
los sueños. Cada uno de los caballos del retrato citado pertenece a una de estas
esferas: el “rocking horse” es un juguete usado, el caballo blanco vivo galopa en
medio de la naturaleza; realidad y deseo; consciente e inconsciente.
De igual forma que hemos visto en la pintura,
los relatos que Carrington escribe paralelamente “están dentro de la experimentación
surrealista, en íntima relación con la obra de otros artistas que crearon la posibilidad
de un simbolismo de lo irracional tanto en las artes plásticas como en la pintura”
(Domenella 1993). Los primeros cuentos de The House of Fear se basan en recuerdos
de su adolescencia en Inglaterra, a la vez que parodian la alta sociedad inglesa.
En concreto, la hiena y el caballo del autorretrato, como sus álter ego, aparecen
también en dos relatos en donde la protagonista está aún ligada a la infancia, como
podemos observar por la presencia coartadora de sus padres: The Oval Lady y The
Debutant. Una narradora en primera persona (testigo o protagonista) nos sitúa en
un ambiente donde el trato con animales que hablan o las transformaciones en caballo
o la aparición de una hiena que hace de doble alivian a la protagonista de su inadaptación
a las normas e incluso a las relaciones sociales, a la vez que reflejan un extrañamiento
ante una situación desagradable que la sitúa fuera del mundo de los humanos. Así,
en The Oval Lady, asistimos a la metamorfosis
en caballo de Lucretia (álter ego de la autora con diecisiete años) en medio de
la nieve (motivo recurrente en la pintura de Carrington asociado a los caballos
y a la magia, es el lugar donde es posible el contacto o el tránsito a otra dimensión)
como parte de un juego en que “We are all horses!”. La narradora-testigo ha entrado
en una “stately home” atraída por la figura de una alta lady con una pluma en el
pelo que permanece en el balcón. Una vez dentro, esta mujer resulta ser una teenager de increíble altura, con quien es
difícil hablar por la distancia. En la “nursery” de esta mujer-niña, en medio de
cientos de juguetes rotos esparcidos por la habitación, se encuentra el caballo
de madera del cuadro, Tartar, su juguete preferido (el mismo del que habla Carrington
en sus recuerdos). De nuevo nos encontramos con una ventana que separa el espacio
interior y el exterior: fuera está nevando, y Lucretia abre la ventana después de
haber estado llorando a causa del odio que siente por su padre (“I’d like to starve
myself to death just to annoy him. What a pig”). Entonces la nieve entra en la habitación
cubriendo el “rocking horse” y, a su vez, Lucretia se lanza a la nieve de la calle
y emerge convertida en caballo, iniciando un juego frenético. No obstante, su padre
le ha prohibido jugar con Tartar, por ello una vieja señora interrumpe la escena
y regaña a la joven (“You aren’t a child anymore”); después la conduce ante su padre,
un viejo y solitario señor sentado al final de una larga mesa, ante quien se presenta
bajo su forma de caballo. Su progenitor la reprende duramente y finalmente la amenaza
con un terrible castigo: quemar a Tartar (un hecho traumático para la joven Leonora).
El carácter simbólico del cuento se manifiesta en la superposición de realidad y
fantasía (los hechos fantásticos no producen extrañeza en las personas ajenas al
mundo mágico), en las imágenes oníricas (proliferación de juguetes, alargamiento
de las figuras) y en el empleo de una numerología simbólica (la repetición de las
cifras tres y siete) [4]
En The Debutante, Carrington recrea otro
acontecimiento frustrante del final de su adolescencia, su presentación en sociedad
en la corte de George V en 1934. De nuevo a un ambiente familiar y con detalles
realistas se superpone uno fantástico, la narradora-protagonista relata su amistad
con una hiena en sus habituales visitas al zoo y cómo llega a un acuerdo con ella
para que la sustituya en el baile organizado por su madre en su honor. La hiena
la acompaña a su casa a primera hora de la mañana, para no ser descubiertas, y se
viste con su ropa. Para ocultar su cara, al animal se le ocurre la idea de matar
a la criada y ponerse su rostro; para hacer desaparecer el cadáver, decide comérselo,
pero se deja los pies, y los guarda en una bolsa bordada con flores de lis. Finalmente,
no puede disimular su olor durante la cena y es descubierta por la madre, quien
sube furibunda a reprender a su hija absentista. Los recursos del humor y el extrañamiento
en este relato muestran el deseo de Carrington de evitar el compromiso mandando
a un álter ego salvaje (su verdadera naturaleza rebelde) y quedándose tranquilamente
leyendo un libro, Gulliver’s Travels, hasta que la llegada de la noche le da miedo.
Vemos cómo sigue siendo una niña.
En ambos cuentos podemos hacer la misma
interpretación: frente a la realidad visible y desagradable, existe otra dimensión
mágica y liberadora. La autora manifiesta su rebeldía al no estar de acuerdo con
unas convenciones familiares y sociales que hubiera preferido no sufrir. Ambos textos
muestran el interior de la escritora, sus temores infantiles y sus deseos ocultos
de evadir las normas impuestas.
Otros cuentos de The House of Fear hacen
una parodia de la alta sociedad inglesa: el del título homónimo, The Royal Summons
y Uncle San Ca rrington; la autora se burla de la importancia dada a las apariencias,
de la hipocresía, de las reuniones sociales… En ellos de nuevo aflora su deseo,
por ejemplo, en el asesinato de la soberana británica en The Royal Summons. Otra
crítica a la intransigencia paterna y a la clase alta aparece plasmada en su pintura
de 1938, Lord Candlestick’s meal (pseudónimo de Harold Carrington), en la que un
grupo de aristócratas con cabezas equinas devoran niños en un festín. El caballo
es una figura recurrente: aparece también en el Prefacio antes citado de Ernst;
es el guía de la narradora a lugares habitados por caballos personificados o vegetales
con vida. Por último, en el último cuento de esta colección que nos queda por comentar,
A man in love, la aguda burla va dirigida a la idea del amor de los surrealistas;
un viejo lleva cuidando el cuerpo de su mujer cuarenta años, un cuerpo que parece
muerto pero que permanece caliente; en el viaje de novios ella le dijo: “I loved
you so much I live only for you”, y al poco tiempo cayó enferma quedándose en un
estado vegetativo. Ese cuerpo vivo pero dependiente del hombre es el símbolo de
la mujer enamorada que ha perdido su voluntad.
Las figuras antropomórficas, las metamorfosis,
la mezcla de humor y terror, las imágenes oníricas se repiten en otros relatos y
pinturas de Carrington. Dentro de esta característica fusión de lo maravilloso y
lo cotidiano [5] estaría la presencia
de los animales y los vegetales parlantes, que, como en Alicia en el País de las
Maravillas y su viaje al otro lado del espejo, son conductores a otro espacio. Por
otra parte, la coexistencia de dos mundos es característica del Celtic World, como
ha sido estudiado por Manuel Aguirre en The Closed Space: “Most or all myths define
the world in spatial symbols” (1990). Según este autor, en los textos irlandeses
se da la paradoja de los dos hearths, the Side y the Other Side, opuestos, pero
a la vez complementarios. En el mundo celta siempre está presente el Otherworld,
y son muy variadas las formas de pasar las fronteras, de lo natural a lo sobrenatural.
Otro espacio recurrente en Carrington es
la mansión familiar en Lancashire, Crookney Hall, donde vivieron hasta que ella
cumplió diez años, dejando atrás un lugar señorial. Según Marina Warner,
“it has provided the principal stuff os Carrington’s art” (1989, 3). El trasunto
literario es Crackwood, espacio con características góticas, con jardineros, criadas
y distinguidos muebles y objetos. Muchos de sus relatos comienzan llegando la protagonista
a una misteriosa mansión, o siendo conducida por alguien a una casa con un sorprendente
interior, unas veces por su riqueza y otras por la suciedad y el desorden. En este
caso, el simbolismo del espacio está en relación con el interior de los personajes,
como veremos abajo.
Todas estas características se encuentran
asimismo en los cuentos recogidos en la colección The Seventh Horse, algunos escritos
durante los años a que nos venimos refiriendo y otros más tarde. Estos textos, que
estudiaremos en otra ocasión, pueden clasificarse atendiendo al tono predominante:
relatos de terror son Pigeon, Fly and The sisters (el tema del vampirismo y el doble);
el humor destaca en The Skeleton’s Holidays and The Three Hunter (una burla a la
religión); la angustia, en textos como Cast down by sadness, White Rabbits y Waiting
(cuento que comentaremos a continuación); por último, el misterio en The Seventh
Horse.
2. LE ROMANS À CLEF
Sus años con Ernst cobran protagonismo en Little Francis o
en Waiting, dos relatos de carácter autobiográfico donde la autora utiliza la técnica
del roman à clef (novel with a key) [6]
para describir tanto la plenitud de su relación amorosa en su mejor momento como
el sufrimiento a causa de la aparición de otras mujeres relacionadas con el artista
alemán.
En la novelita Little Francis (1938), la
autora relata los sucesos ocurridos cuando Ernst deja a su mujer y se marcha con
ella al sur de Francia en el verano del 38. La felicidad de esos meses se ve enturbiada
por los celos de la esposa y sus constantes demandas de Max Ernst. Las personas
y los lugares reales tienen su doble ficcional: Saint-Martin d’Ardèche es Saint-Roc
y Carcassonne, Sansnom; el triángulo amoroso formado por Ernst, MarieBerthe y ella
misma se transforma en una relación de parentesco entre el tío Ubriaco, su hija
Amelia, de quince años, y su sobrino Francis, de trece.
La gran diferencia de edad entre ellos
explica que en la ficción sean tío y sobrino; a su vez, la rivalidad entre las mujeres
se traslada a dos primos celosos el uno del otro. Algunos personajes secundarios
están inspirados en habitantes de la zona o en personas conocidas de Leonora; Marina
Warner reconoce al poeta Joë Bousquet en Jerome Jones, que aparece en efecto como
un paralítico que fuma opio, y Pfoebe Pfadade está basado en una estudiante húngara
de Ozenfant Academy “who energetically courted Max Ernst”, así como Egres Lepereff,
el Gran Arquitecto, en Serge Chermayeff, un arquitecto amigo de los padres de Leonora
de quien la escritora se habría vengado en esta novela a través de una parodia de
su pedantería y clasismo (Warner 1989).
En cuanto a la trama, algunos diálogos
y acciones de este texto parecen acercarse a los hechos vividos por la escritora
en París y en Saint-Martin d’Ardèche en esos años, ya que si los comparamos con
algunos capítulos de la biografía de Elena Poniatowska, el 18 y el 19 concretamente,
coinciden literalmente. La originalidad de Carrington estriba en que esta roman
à clef no todo es realista, sino que la fantasía irrumpe durante el sueño o después
de tomar una droga, fundiéndose los dos planos en la última parte, cuando Francis
regresa a Saint-Roc con cabeza de caballo y se convierte en la atracción del pueblo.
Las disputas de la enamorada pareja por culpa de Amelia/Marie-Berthe, la huida a
Sansnom/Carcassonne, el sufrimiento de Francis/Leonora al sentirse abandonado o
los sentimientos descritos; como, por ejemplo, “Francis, al observarle, sintió un
poco de tristeza; pensó que jamás querría a nadie tanto como quería a tío Ubriaco”
(2013), son motivos inspirados en su propia biografía; en cambio, gracias a la inclusión
de la fantasía pasamos al otro lado del espejo, a un mundo onírico poblado por unas
piedras, una urraca y un erizo muy locuaces, que le recuerdan a Francis lo absurdo
de la existencia: “Sabéis que la suerte no significa nada en realidad; estáis al
corriente sobre la Nada y la tremenda idiotez del destino”. Cuando se queda solo,
ingiere una planta alucinógena y emerge en un mundo fantástico con Rizosdemiralda
(Miraldalocks), la hierba transformada en persona, presidiendo un banquete absurdo
y desenfrenado; esta escena irreal termina con la contemplación de una ejecución
en la guillotina de un niño en quien Francis, ya con cabeza de caballo, se reconoce
a sí mismo. Esta muerte anticipa la muerte del protagonista en manos de su rival
Amelia; las dos simbolizan el deseo de morir de la autora en unas circunstancias
donde vive el abandono y la pérdida. Sin embargo, en la vida real el desenlace fue
diferente pues Ernst regresó con Carrington. Szulakowska interpreta la escena del
banquete en términos alquímicos, como un sacrificio ritual en el que se tortura
y mata a diferentes animales y a un niño, presidido por Rizosdemiralda como si se
tratara de una diosa a la que se ofrenda la sangre de seres vivos, del mismo modo
que se ofrecían sacrificios a la diosa madre Cibeles.
She was like a familiar ghost, but she was strange looking; her clothes were
too long and her hair much too untidy, like those of a person barely saved from
drowning. Somebody, a litlle earlier, had quickened his step and looked away because
a winged creature was clinging to her mouth and she had not stirred.
Now the creature had flown away on its own mysterious business, leaving the
red on her mouth slightly smudged.
She wondered how it was that the people in the Street were not dancing, dancing
to monotonous rhythm in her head. It was loud and dangerous and it made wonderful
music (1988).
Mientras la protagonista espera por la
noche, durante mucho tiempo, frente a una casa, presencia la pelea entre dos viejecitas,
hecho que anticipa, no sin ironía, lo que va a pasar después: “Nobody know how the
quarrel had begun”. Al fin llega una sofisticada mujer rubia acompañada de dos perros
y se extraña de que ella esté a esas horas fuera. Margaret le explica que está esperando
a Fernando, y Elisabeth le pregunta si no ha sufrido ya bastante (“And you have
no tears left?”) y si no debe olvidar el pasado (“Do you believe that the past dies?”),
a lo cual la joven le responde: “Yes, if the present cuts its throat”. La amenaza
en la aparentemente poderosa mujer está tanto en sus palabras como en los enormes
perros que la acompañan. Su fuerza se manifiesta también en su melena, como veremos
luego.
Como ocurre en Little Francis, los diálogos
tienen visos de ser transcripción de la conversación que ocurrió en la realidad,
mostrando la dureza y la superioridad de Elisabeth frente a una sufriente Margaret,
que se resigna ante la evidencia de la otra relación. Ante la imposición del presente,
el pasado ya no ha lugar, parece ser la reflexión de Carrington en Waiting. En opinión
de Chadwick, en este cuento, junto con otro publicado en 1942 en la revista neoyorkina
View, titulado The Bird Superior Max Ernst, la escritora transmite directamente
el fin de su relación con su antiguo amor y el dolor que esto le causa, y, podríamos
concluir, la liberación final. Este último narra la fusión de Ernst y un caballo
blanco en un laboratorio alquímico, y termina con la transformación física de Ernst
en un pájaro que se sube al caballo desatado de las llamas del fuego mágico. “The presence
of the horse and the alchemical language of transmutation provide stunning metaphors
for the symbolic unión of the lovers (now parted forever), the liberation of the
imagination, and the release of the spirit” (1989).
El espacio simbólico juega un papel importante
en estos relatos. En Little Francis, la tristeza le hace evocar a Francis su felicidad
pasada en Crackwood, el lugar de su infancia. Toda la alucinación con Rizosdemiralda
transcurre en un espacio gótico inundado por el agua, escenario de un banquete surrealista.
El interior de la casa de Elisabeth en Waiting manifiesta un caos que contrasta
con el elegante edificio en el que se encuentra: el musgo crece en la cocina, sobre
los utensilios y el suelo, los ratones saltan entre las sábanas de la cama deshecha,
y la anfitriona presume de su dejadez. La suciedad interior de la casa representa
el verdadero interior de una mujer que se siente triunfante frente a la otra, que
ha perdido al amante en común. Los diferentes cabellos muestran a cada uno: los
cabellos desordenados de Margaret, su bajo estado anímico; la fuerza del pelo, a
Elisabeth: “Itself like a separate animal sitting on her head”, y la atracción los
del hombre que se disputan: “His hair is so long and straight and almost blue, blue
grey, I love it so much”.
3. DOWN BELOW (MEMORIAS DE ABAJO), EL CIERRE DEL
CICLO
Down Bellow se ha publicado en algunas ocasiones junto al
libro de relatos The House of Fear a pesar de que desde la voz narrativa en primera
persona de la propia autora hasta la forma de diario nos sitúan ante un género textual
distinto, cuya clasificación, como texto literario autobiográfico, resulta polémica:
“Exactly three years ago, I was interned in Dr. Morales’s sanatorium in Santander,
Spain”. [7] Además, la autora se dirige
a un narratario en quien confía y a quien pretende ser útil contándole sus recuerdos:
Since I fortuituously met you, whom I consider the most clear-sighted of
all, I began gathering a week ago the threads which might have led me across the
initial border of Knowlegde. I must live through that experience all over again,
because, by doing so, I believe that I must be of use to you, just I believe that
you will be of help in my journey beyond that frontier by keeping me lucid (Carrington
1988).
Podemos pensar en Pierre Mabille como posible
destinatario de estas palabras, un amigo médico, también del círculo surrealista,
que le recomendó la escritura de la experiencia traumática de su internamiento en
un sanatorio mental. Antes, en Nueva York, ya la había animado a ello André Breton,
[8] pero esta primera versión se perdió
cuando la escritora se trasladó a México. Según Warner, la mujer de Mabille, Jeanne
Megnen, ayudó a Carrington a escribir el relato oral que hizo a lo largo de cinco
días, desde el lunes 23 de agosto hasta el viernes 27 de agosto de 1943 (1989).
La forma de diario corresponde, por lo tanto, al momento de escritura, el presente
de la narración. Estos recuerdos siguen un orden cronológico, pero no están secuenciados
de una manera lógica, es decir, parece que la autora habla o escribe hasta quedar
agotada al final del día. Consecuencia de esta escritura convulsa, casi automática,
es que, aunque el orden del discurso es lineal, el tiempo interno resulta borroso,
y la imprecisión aumenta al llegar a lo sucedido en Santander porque revive, en
cierta manera, la confusión de no saber dónde está ni el tiempo transcurrido desde
que salió de Madrid, en parte por efecto de las drogas que le suministraron.
En este diario Carrington relata sus vivencias
entre mayo y diciembre de 1940, desde que arrestan a Ernst por segunda vez en Sant-Martin
hasta que ella se marcha del centro de los doctores Morales. Desde la primera semana
en soledad entra en un delirio constante: come muy poco y bebe vino sin parar, trabaja
intensamente en el campo, sorprendiéndose de su propia fuerza, y duerme en la cocina
sobre un montón de patatas; siente que su cuerpo es un microcosmos donde se reproducen
los males de la sociedad, por ello quiere purgarlo vomitando o sudando; le parece
que los soldados alemanes que empiezan a invadir el país son robots descerebrados.
Así la encuentran su amiga Catherine y su novio tres semanas después. La convencen
para que se vaya con ellos a España, con el argumento de que allí podrá encontrar
un visado para Ernst. Durante el trayecto en coche se repiten las interpretaciones
hiperbólicas: se identifica con el vehículo averiado, cree que la culpa es suya.
Están muy bien descritas las sensaciones de la angustia: el agarrotamiento de sus
músculos, la falta de control sobre sus pasos, incluso llega a quedarse inmovilizada.
En Madrid, su comportamiento es estrafalario, desconcertando a los encargados de
vigilarla por encargo de sus padres, el holandés Van Ghent y el cónsul británico.
Los médicos, incapaces de controlarla, la conducen drogada a la clínica de los doctores
Morales en Santander con el consentimiento paterno. Los meses que pasa allí son
una verdadera pesadilla, no sabe dónde está ni qué está ocurriendo. Cree que el
viejo psiquiatra Morales es Dios y su hijo Luis, Jesucristo, y ella, el Espíritu
Santo. Descubre mensajes cifrados en toda clase de objetos; se obsesiona con la
hija muerta del doctor, Covadonga, y con llegar al Pabellón de Abajo, desde donde
ve más cerca su salida. La escritora presenta los hechos como si los estuviera reviviendo
al describir los terribles efectos de las inyecciones de Cardiazol, que funcionan
como un brutal electroshock, los sueños, las alucinaciones, los lapsus de la memoria,
las interpretaciones erróneas de la realidad.
Con todo, aunque el texto puede ser visto
como un testimonio interesante de los síntomas de un trastorno mental y cumplir
una misión de denuncia, el propósito de la autora va mucho más allá, como señala
Katherine Conley, ya que Carrington realmente está contestando a la idea que Breton
había dado de la locura femenina en algunas de sus obras, como Nadja, desde una
voz femenina que ha vivido la experiencia desde dentro y la ha superado (Conley
1996). En la edición de Warner de 1987, se añade un Epílogo escrito por Leonora
Carrington donde se resumen los sucesos posteriores a su salida del sanatorio: el
reencuentro con Renato Leduc en Madrid y la estrategia para escaparse de los planes
de ser enviada a un centro mental en Sudáfrica; los días en Lisboa, cuando vuelve
a ver a Max, pero ya todo ha cambiado; el viaje con los refugiados a Nueva York.
Según la psiquiatría actual, Leonora Carrington
atraviesa un estado transitorio de locura, un brote de histeria. Aunque sale muy
debilitada del trance, el hecho de que pueda zafarse de los crueles planes paternos
y huir a América demuestra que era una persona mentalmente sana además de inteligente.
La representación pictórica del sanatorio (Down Below, 1941), así como la atención
que presta al espacio en el diario, nos llevan de nuevo a Crackwood, el espacio
mítico de la autora. Desde el punto de vista simbólico, la experiencia de la locura
representa la bajada a los infiernos que hace posible el encuentro consigo misma
y la liberación final. [9] La autora
explica al principio de su discurso cómo está en otro nivel de comprensión:
I want to say that the sentence passed on me by society at that particular
time was probably, surely even, a godsend, for I was not aware of the importance
of having a healthy body to avoid disaster in the liberation of the mind. More important
yet, the necessity that others be with me that we feed each other with our knowledge
and thus constitute the Whole. I was not sufficiently conscious at the time of your
philosophy to understand. The time has not come for me to understand. What I am
going to endeavor to express her with yhe atmost fidelity was but an embryo of knowlegde (1988).
CONCLUSIÓN
Tras el análisis de algunas obras de la joven Leonora Carrington,
podemos ver su vinculación al surrealismo en los ambientes fantásticos y visionarios
que retrata, alejados de una representación realista del mundo y en busca del descubrimiento
interior. Logra unas increíbles atmósferas que sugieren otras percepciones y unas
dimensiones no empíricas. Sus obras han de contemplarse con la mirada interior,
no con los códigos regidos por la razón y el orden. Se trata de una painting of
ideas, opuesta al realismo, así como de una literatura fantástica, aunque enraizada
en la realidad. Su originalidad está en que se abastece de la memoria más que de
otros procedimientos para indagar en su psique, en sus miedos y deseos más profundos.
Estos se muestran explícitamente en las creaciones juveniles. Además, es clave en
su obra la influencia del Celtic World, en la coexistencia de un mundo real (cercano
a su biografía) y de otro mundo fantástico conectado con su inconsciente, poblado
por animales y seres maravillosos. Sus obras de madurez van adquiriendo un significado
más críptico relacionado con las ciencias ocultas y la alquimia, disciplinas por
las que siempre estuvo interesada. En este sentido Down Below es un punto de inflexión
que marca su paso de una época todavía inmadura y dependiente de las figuras masculinas
(su padre, su amante, los doctores de Santander) a la emancipación y el fortalecimiento.
El espacio cerrado culmina en el psiquiátrico que aparece en esta obra autobiográfica.
Carrington toca fondo en la verdadera bajada a los infiernos que le supone el internamiento
a causa de su crisis mental. Como en las narraciones célticas, la heroína consigue
superar todas las pruebas y sobrevivir ante la adversidad, y finalmente liberarse
y salir transformada. Down Below es más que el testimonio de la locura, es la forma
en la que la autora manifiesta su alejamiento de Breton y de la imagen de la mujer
como objeto que este había desarrollado en alguna de sus obras. Aunque esta dura
experiencia será recordada siempre por ella a lo largo de su vida.
La evolución de su conciencia femenina,
de la que habla Chadwick, empieza en sus primeras obras a través de la búsqueda
de una identidad femenina, crítica y diferenciada del mundo clasista del que proviene
y del machista en el que cae, que se va configurando después en una asunción positiva
de la maternidad y en la amistad con otras mujeres artistas. Finalmente culmina
con su compromiso con el movimiento feminista y una vida independiente y creativa
hasta el final de sus días.
NOTAS
1. Para esta biografía
nos hemos basado en las obras de E. PONIATOWSKA (2011), J. SALMERÓN (2002) y M.
WARNER (1988).
2. Hay que añadir que,
desde sus inicios, el surrealismo fue mucho más que un estilo artístico. Bajo el
liderazgo de André Breton el grupo llegó a ser un organizado movimiento social que
opinaba sobre todos los temas, desde políticos a científicos. El primer periódico
del movimiento, La Révolution surréaliste, creado a finales de 1924 sustituyendo
a Littérature, explora temas considerados tabúes en la sociedad de la época como
el suicidio o la estricta moral de la Iglesia católica, además de publicar las últimas
subversivas creaciones de los artistas del movimiento. La expansión internacional
del surrealismo y el aumento de artistas complican la vida interna del grupo francés,
ya de por sí conflictiva. Políticamente, la cédula surrealista se adscribe a las
ideas de Marx, y el compromiso político se convierte en uno de los principales puntos
de fricción, ya que no todos están de acuerdo en formar parte del Partido Comunista.
Un nuevo periódico sustituye al anterior: Le Surréalisme au service de la révolution.
En el Segundo Manifiesto del Surrealismo, en 1930, Breton, que ejercía como jefe
y admitía o expulsaba a sus integrantes como si fuera una secta, reafirma los principios:
fidelidad a los presupuestos surrealistas, desinteresadamente, y despreciando el
riesgo.
3. Las citas de las
obras de Leonora Carrington están tomadas de ediciones actuales.
4. Ana Rosa Domenella
analiza el empleo de estos números en La Dama Oval como cifras vinculadas a la cábala
y los estudios esotéricos. El tres es el número de la trinidad cristiana, los primeros
números sefirath o la numeración del árbol cabalístico de la vida. Según ella, en
este cuento representa el orden patriarcal. En cuanto al otro número, siete son
los días de la semana, siete los colores del arco iris, siete las puertas de Tebas,
siete los nombres de Buda y siete las ramas del árbol cósmico de chamanismo, además
de estar vinculado al culto de Apolo en Grecia (DOMENELLA 1993, 25-33).
5. Siguiendo la clasificación
que hace Antonio Risco de las distintas formas de la literatura fantástica, la narrativa
de Carrington entraría dentro de la “fusión de la ficción con la realidad”, característica,
por ejemplo, de Cortázar: “En esta modalidad, sueño y realidad, fantasía y realidad,
literatura y realidad borran sus fronteras y mezclan sus sustancias, conduciendo
al lector a las más sobresaltadas perplejidades. Porque entonces se le socavan sus
bases lógicas tradicionales: todas las dimensiones del ser se le muestran niveladas”.
Y añade algo que nos interesa especialmente: “La temática de esta modalidad IV se
resumen entonces en el conflicto y confusión de dos niveles de realidad, el mental
y el físico. Por ello, en su aplicación como en sus implicaciones referenciales
compromete todos los campos y planos de la cultura (metafísico, epistemológico,
cosmológico, psíquico, histórico, etc.) que la crítica ha de dilucidar en cada caso
concreto. Se comprende que no tiene por qué ser tratado este tema fantástica o maravillosamente”
(RISCO 1987, 347-353).
6. El término de roman
à clef proviene de la literatura francesa del siglo XVII, a partir de las obras
de Madeleine de Secudèry, Safo, una célebre representante del preciosismo. Se define
como una novela en la cual personas o acontecimientos reales aparecen con nombres
inventados, es decir, una novela que representa hechos y caracteres históricos bajo
la forma de la ficción.
7. En “Autoficción y
enunciación autobiográfica”, Alicia MOLERO diferencia tres categorías dentro de
la amplia variedad de realizaciones discursivas de lo autobiográfico: “Aquellos
textos que pretenden narrar hechos de la vida de quien escribe y cuyo interés radica
exclusivamente en el contenido de esa existencia”; otros que buscan, además, “hacer
una narración artística de lo vivido”, y, el último, “las novelas cuyo personaje
representa al escritor” dentro del ámbito de la autoficción. Situamos a las romans
à clef en este último apartado, y a Down Below, dentro del segundo. Según Molero,
las dos últimas modalidades se diferencian también porque la segunda es un enunciado
serio y la tercera sería un acto literario no serio (términos de los filósofos del
lenguaje).
8. Los surrealistas
se sentían atraídos por el tema de la locura y sus distintos estadios, unido al
mundo femenino. André Breton escribió Nadja, una obra de carácter autobiográfico
sobre su experiencia con una joven que acaba perdiendo la cabeza cuando él la abandona,
ejemplo de la femme-enfant y el amour fou. El caso de Leonora, quien logra sobrevivir
a la traumática experiencia, debió parecerle un testimonio inigualable. Bonnie Lander
ha estudiado el diálogo entre Nadja y Down Below (LANDER 2007).
9. Aguirre explica el
significado del descensus ad inferos en las romans artúricas, dentro de una búsqueda
espiritual que enfrenta al héroe consigo mismo y que tiene consecuencias positivas
tanto para él mismo como para los demás (AGUIRRE 1993, 19).
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MERCEDES JIMÉNEZ DE LA FUENTE | Doctora en Literatura Española por la Universidad Complutense de Madrid (1998) y profesora de Lengua Castellana y Literatura de Enseñanza Secundaria en la misma ciudad. Desde 2011 forma parte del grupo de investigación SIIM (Studies of Intermediality and Intercultural Mediation), dirigido por Asunción López-Varela, y actualmente colabora con el grupo de investigación de mitocrítica AGLAYA, dirigido por José Manuel Losada, ambos de la UCM. Ha contribuido en el volumen Cityscapes. World Cities and Their Cultural Industries (Common Ground, 2014) y ha publicado artículos sobre literatura modernista en la revista digital Ángulo Recto (2011, vol. 3) y sobre las vanguardias en diferentes revistas (1616, SELGYC), centrándose sobre todo en la autora intermedial Leonora Carrington.
LUIZ SÁ (Brasil, 1907-1979). Nosso artista convidado. Caricaturista brasileiro, criador dos personagens Reco-Reco, Bolão e Azeitona que, durante anos, apareceram na revista infantil O Tico-Tico. Foi também responsável pela criação de uma série de curtas de animação que ficou perdida por anos, As Aventuras de Virgulino. Seu desenho é caracterizado pelo uso quase exclusivo de linhas curvas, tendo quase todos os seus personagens os rostos bastante arredondados. Por volta de 1950 Luiz Sá muito contribuiu ilustrando panfletos educativos e relacionados com a saúde publicados pelo então Ministério de Educação e Saúde no Rio de Janeiro, como uma ilustração abaixo do texto “Quem come a galope, o intestino entope”. É um dos mais originais, significativos e emblemáticos artistas de toda a história do desenho de humor nacional, tendo sido o primeiro cartunista brasileiro com características de artista popular a conquistar visibilidade nacional. Desde os primeiros desenhos publicados ainda na imprensa cearense em 1927, passou pelos cartuns, ilustrações e histórias em quadrinhos produzidos para os mais diversos meios a partir de 1930.
Agulha Revista de Cultura
Número 219 | dezembro de 2022
Artista convidada: Luiz Sá (Brasil, 1907-1979)
editor geral | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editor assistente | MÁRCIO SIMÕES | mxsimoes@hotmail.com
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