LA CREACIÓN POÉTICA & SUS ESPEJOS
MAF | ¿Perseguir? Nunca. Es un acto de violencia. El trato con la imagen debe estar
marcado por la armonía y la paz para que pueda expandirse, mostrarse plena. Las
imágenes me encuentran, yo las aguardo con paciencia, con paciencia espero que fragüen
adentro. La imagen es una espera. Siempre mantengo entreabierta la puerta que separa
el adentro del afuera. Una puerta o una ventana totalmente abierta puede ser algo
devastador para el mundo interior. Hay mucha violencia y agresividad en el afuera,
mucho dolor en el cual puedes disolverte, perderte. También hay mucha superficialidad
y el culto por lo banal. Elijo protegerme.
FM | ¿Tienes una esperanza de vida ideal? ¿Cuál? ¿De qué modo tu creación hace parte
de ella?
MAF | ¿Vida ideal, muerte ideal? No. Menos en este momento histórico. Me detengo en
la sencillez de las menudas rutinas diarias llevadas en paz y con paciencia, la
claridad.
FM | ¿Cómo percibes las diferencias entre lo que pretendías crear y lo que realmente
creas? ¿Te molesta este abismo sutil de vez en cuando? Si se ha reducido (o incluso
desaparecido) con el tiempo, ¿a qué atribuyes tal evidencia?
MAF | Hace mucho acepté lo que logro cuajar en el papel, ni siquiera pienso que estoy
creando algo, lo cual es muy pretencioso. Realmente, no pretendo (salvo que hablemos
de cortejo), voy sin expectativas ante la pantalla o al papel si el poema aparece
como urgencia. Después me toca ir hilando y estar atenta cuando aparecen los otros
poemas que se hermanan bajo un sentido. Nunca me propuse ni me propongo un proyecto
estético a priori. Siempre he privilegiado la inducción sobre la deducción, el hallazgo
por encima de la búsqueda. Reconozco los elementos que conforman mi estética, mi
mirada, a posteriori porque poseo unas pocas herramientas para hacerlo, las que
adquirí gracias al estudio sistemático de teorías y métodos cuando estudié en el
Pedagógico de Caracas, también porque puedo reconocer mis propios cambios interiores
gracias a años de diálogo bajo la guía de la psicología profunda. Freud y Jung.
Lacan y yo no nos queremos mucho que se diga. Y respondiendo esta pregunta, me doy
cuenta de que el año próximo se cumplirán treinta años de haber empezado este diálogo
marcado por la psicología profunda. Pero volviendo a la pregunta inicial, siempre
le he dejado esa responsabilidad al inconsciente y a la intuición, incluso en los
textos ensayísticos, y a mí me reservo el asombro.
FM | Al visitar el templo de Zoroastro, Italo Calvino descubre que el fuego real
es el fuego oculto. ¿Cómo alimentas el fuego de la creación en tu escritura? ¿Podríamos
hablar de la existencia de algún rito?
MAF | Estoy consciente de la importancia del rito —lo aprendí vivencialmente, soy
católica—, de
la necesidad de propiciar ciertos procesos a través de gestos repetidos, pero no
dependo exclusivamente de ellos. Antes me acompañaba el vino blanco, rara vez el
tinto cuya atmósfera es diferente y ofrece otras texturas discursivas. Lamentablemente,
por la situación que se vive donde resido, el vino se ha convertido en un bien de
difícil acceso para una profesora jubilada. También me acompañaba la música. Así
lograba un lugar casi sagrado para mi escritura, sin embargo y gracias a que Dios
está en todas partes, puedo escribir sin vino y sin música, sin preferencias de
hora ni de luz, sin flores alrededor. El silencio y la lentitud, la contemplación,
alimentan mi fuego interior. Para que aparezca un poema, un libro, un ensayo es
necesario un lugar cóncavo, receptivo, vacío. De ahí, la necesidad de contemplar.
Por supuesto, como tengo oficio, cuando es necesario, sé cómo apresurar estos estados
necesarios para mi escritura aun sin recurrir a rituales externos.
FM | ¿Crees que hay un exceso de ideas en el mundo y que hay una especie de mal uso
de esas ideas? ¿Es necesario minar constantemente nuevas ideas o lo que falta en
el mundo es orden y perseverancia en las ideas existentes?
MAF | Las ideas son siempre las mismas, las visten de novedad, acuñan nuevos términos
para nombrarlas y desarrollarlas, pero eso es una ilusión. El rey está desnudo.
La novedad y la actualización son mecanismos de distracción y pertenecen al mundo
de las apariencias. Deseamos ser nuevos con desesperación y seguimos siendo los
mismos. De allí la importancia de conocer la tradición. Cuántas teorías no han surgido
como nuevas ideas y son simples relecturas de la retórica de Aristóteles, para mencionar
apenas un caso.
FM | ¿Cómo has contribuido a mejorar el mundo?
MAF | Nunca me he preguntado eso y no deseo contestarlo. Solo pienso en los frutos,
pero eso lo aprecian otros.
FM | ¿Existe una realidad hispanoamericana o el conjunto de sus 19 países aún no
ha descubierto sus verdaderas perspectivas culturales para la acción conjunta? ¿Cómo
cree que debería funcionar esa América tan deseada y a veces imposible?
MAF | Para hablar de acción conjunta, prefiero detenerme en lo mínimo: ¿logra una
familia una acción conjunta, lo logran los vecinos de un edificio o un salón de
clases? La atomización es una fuerza viva y actuante en relación con la unificación
de los elementos: las fuerzas centrífuga y centrípeta actuando al mismo tiempo.
Creo que esa dinámica es inacabable y que las aspiraciones de unidad y transformación
son discursos que han sido manejados muy convenientemente para lograr satisfacer
intereses que favorecen a pequeños círculos de poder que buscan perpetuarse. Hoy
en día, la cultura se extiende como una red que se replica y se replica y disuelve
fronteras. La tecnología y la virtualidad exigen redefiniciones y no condenas. Hay
una dinámica muy fuerte en lo virtual, en los diálogos que se pueden establecer
al margen del poder institucional. Ahora, sobre esa América tan deseada, me pregunto:
¿deseada por quién? Me parece una perspectiva patriarcal y heróica.
FM | ¿Qué sueles leer fuera del español? No me refiero sólo a la literatura, porque
aquí me interesa evocar tu entorno de lectura. ¿O crees que leer poetas es el único
material imprescindible para tu creación?
MAF | Nunca me ha gustado ni interesado la especialización, lleva a la atrofia.
Poetas
leyendo a poetas, novelistas a novelistas y así, todos especializados en un género
y esto en un momento cuando lo transgenérico busca romper ese límite rígido que
estableció Aristóteles en su Poética.
Allá en la segunda mitad del siglo pasado, era natural la convivencia entre creadores
de distintas disciplinas. Un ejemplo de ello es el libro Reticularias del poeta venezolano Alfredo Silva Estrada, en diálogo
con la obra de Gego. Era un proceso muy vivo y normal. Sobrevive con mucho menos
intensidad en este siglo, pero es algo necesario.
Me parecen
perjudiciales las lecturas horizontales, aquellas que se dan exclusivamente entre
escritores de la misma generación. Son necesarias tanto la lectura vertical y la
horizontal no solo para alcanzar una visión integral, sino para encontrar un punto
de intersección. Todo aquello que delimite áreas específicas de lectura, te apresa
y te aprisiona. Por supuesto, hay preferencias y es entendible, pero siempre hay
que desplazarse hacia otras zonas sin estar buscando espejos. Frecuento otras expresiones
del arte, en especial la música, el cine; me detengo a leer la naturaleza: es una
gran maestra. También me dedico a leer a las personas, hay mucha información en
sus conductas.
FM | ¿Crees en la existencia de la sociedad?
MAF | No es un asunto de fe. Está ahí, formo parte de eso. Es un hecho. Probablemente
no es una idea muy amable, pero nuestras acciones y libertades están determinadas
por la sociedad. Es como si me preguntaran si existe el día y la noche. Existe el
individuo y la sociedad. No se es solo masa o individualidad, se es ambas cosas.
Pensarse como un ser aislado exclusivamente es un poco ingenuo, especialmente cuando
te tropiezas con el totalitarismo.
FM | ¿Quién eres de todos modos?
MAF | Una duda y una afirmación. Son difíciles las certezas.
FM | ¿Qué te
parece la idea de incluir un poema propio, comentando algo que motivó su creación?
MAF | Selecciono con prisa y al azar un poema. Es un tanto extraño —aún hoy lo siento
así—, pertenece a los gozos del sueño,
libro editado en 2021 por Oscar Todtmann editores en Caracas. Logra condensar varios
estados de contemplación de la realidad: doméstico, simbólico, alquímico, histórico.
El primer verso que es, a la vez, el título, se refiere a un acto doméstico y rutinario:
hervir el agua para beberla, acción propia de lugares donde el agua no ofrece garantías
en su tratamiento. Este acto repetido desata una asociación acerca de las propiedades
de los elementos, el fuego y el calor, su acción sobre el metal y el agua. Las camas
de hierro es una referencia a inmensas parrillas donde se quemaban seres humanos,
una imagen de la época del imperio romano y del cristianismo primitivo. Con claridad
sé que las cabezas fritas y las estacas se refieren a hechos ocurridos en la época
de la independencia y que conocí cuando era niña, a través de la asignatura historia
de Venezuela. A lo largo del texto están los cuatro elementos (aire, fuego, tierra
y agua, más un quinto, el metal, se podría pensar que aparecen en clave simbólica
y astrológica). Los tres últimos versos hablan de cómo ha habido una transformación
en mí: me cuido de lo que me pueda herir. El verso final “me dio el cielo un mapa
sin tierra”, tiene una doble lectura. Una de esas dos lecturas apunta al desarraigo
y al exilio interior.
¿Cómo se juntaron todos esos
elementos y dialogaron entre ellos? El agua hirviendo tiene la respuesta.
mientras el agua hierve y cuento
quince minutos
rozo leve el metal
el calor que su naturaleza atrapa
breve
no así el agua que lo mantiene
porque es más fuerte su esperanza
nos acuestan sobre camas de
hierro
rápidas dejan sus marcas
pero en el agua quedaríamos
cocidos
cómo aquellas cabezas que fritas
en grandes calderos adornaban
el final
de las estacas
no sabemos nada de la naturaleza
ni de sus propiedades
aunque la química es un arte
antiguo
precedido por la alquimia
ese arte de la transformación
el fuego todo lo consume
si el aire está a su favor
el destino me asignó un astro
que sin pausa
mantiene caliente el agua
pero yo conservo a salvo mi
cabeza
y las marcas del hierro lejos
de mi piel
me dio el cielo un mapa sin
tierra
MARÍA ANTONIETA FLORES (Venezuela, 1960). Poeta. Magister en Literatura Latinoamericana. Ha publicado en poesía: El señor de la muralla (1991), Canto de Cacería (1995), Presente que no en ausencias (1995), Agar (1996), criba de abril (1998), Los trabajos interminables (1998), índigo (2001), limaduras (2005), la voz de mis hermanas (2005, 2022), regresaba a las injurias (2009), madera de orilla (2013, 2018), temples (2014), deletérea (2015), las conductas discretas (2020), los gozos del sueño (2021). En ensayo, Sophia y mythos de la pasión amorosa (1997, Premio Municipal de Literatura "Rafael Angel Insausti" mención Ensayo 1996). Premio de Ensayo Literario de la IV Bienal de Literatura Mariano Picón Salas 1997 con Espiral sonora. Lectura de Ida Gramcko. Autora del monólogo Como una mariposa, estrenado en 2018. Recibió el Honor prizes (for complete work) Naji Naaman’s Literary Prizes (Líbano), en 2016; y el Botón FILUC 2022, concedido por la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (Venezuela), por su trabajo como poeta y editora de la revista de poesía digital el cautivo (http://elcautivo.net/) que creó en 2004. Entre otros reconocimientos de carácter nacional, destaca el Premio Anual Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana 2001. Finalista del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador en 2020 y en 2022. Traducida a seis idiomas, su poesía está incluida en más de veinte antologías nacionales e internacionales; entre ellas, Rasgos comunes. Antología de la poesía venezolana del siglo XX (Pre-Textos, 2019). Presencialmente, ha participado como poeta invitada en distintos festivales y encuentros internacionales en Colombia, Brasil, Argentina, México, Rumania, Austria, Costa Rica, Nicaragua, Panamá, Perú y también en diversos encuentros virtuales.
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