La antipoesía es un subgénero o variante que practico junto
a otras. Nacida y acuñada en Chile, pero con presencia anterior, creo, y en otras
zonas culturales e idiomáticas, permite una operación de distanciamiento relativo
frente a la realidad social, cultural y política, mediante el ejercicio de la parodia,
la ironía y el humor, lo que nos parece pertinente en estos momentos en que las
afiliaciones ideológicas y religiosas parecen mostrar una gran impermeabilidad a
la crítica, la oposición o la autocrítica. No es raro que, en determinadas circunstancias
en Chile, por ejemplo, se haya reflotado uno de los artefactos —poemas
breves y concisos del creador de la antipoesía, Nicanor Parra —que
dice: “La izquierda y la derecha unidas/jamás serán vencidas”, que parodia a una
consigna corriente en 1972, fecha de publicación de los artefactos, en medio de
una situación casi pre golpe de estado, donde ese tipo de parodia e ironía no fue
muy apreciado.
Leí un poema que puede caber en lo que se denomina en general
poesía comprometida, cuyo tema son las luchas callejeras juveniles, que han estado
y siguen estando presentes no tan solo en América Latina, y que han adquirido relevancia
reciente, por ejemplo, en Chile, con el así llamado “estallido social” de 2019.
El actual mandatario chileno y parte de su equipo de gobierno entraron a la vida
política en las movilizaciones estudiantiles en otras décadas, y ya a mediados de
los sesenta del siglo pasado, las huelgas estudiantiles, las demostraciones por
las condiciones de desigualdad social, las tomas de las universidades en pro de
una reforma universitaria, etc., eran parte del surgimiento de una ebullición social
y política que culminó en el gobierno de Salvador Allende, quien asumió la presidencia
en 1970.
Por último, dentro del panorama de la poesía de los años
1960 y comienzos de los setenta, en Chile, y en el contexto de lo que Gonzalo Millán
llamó las “promociones emergentes” y se denomina más generalmente la generación
de los 1960, se dio la existencia de un grupo de poesía que se podría denominar
como neovanguardista, y al cual pertenecía: la “Escuela de Santiago”, que pese a
serlo estuvo cerca más bien de la izquierda revolucionaria en lo político.
Creo que estas tres vertientes que destaco en mi escritura
constituyen una elección válida para enfrentar o dar cabida a las instancias del
o los contextos actuales, y a las opciones que presentan los nuevos medios de comunicación
social. Entonces lo anterior es un poco a manera de validación, si se quiere autobiográfica,
de la aparición en un espacio virtual de quien escribe en estos tiempos de una eclosión
de los medios de la red cibernética global. Se habla cada vez menos de la autonomía
de la obra de arte o literaria con relación a sus productores fácticos, y uno puede
barruntar que esa concepción presentaba paralelamente, a nivel teórico, una característica
del producto literario material del libro, su carácter de objeto de consumo, su
solidez objetiva, de mercancía Stand Alone en el escaparate de la librería.
Porque los medios
sociales virtuales trajeron consigo no la vuelta—ya que siempre ha estado— sino
la consolidación y extensión del reino de la imagen, la presencia bidimensional
de los autores de variado perfil de los textos y el discurso oral—y en general de
todos los participantes de esas redes—que conlleva una coda biográfica que acompaña,
explica o justifica esa presencia. Pero no se trata exactamente, en el caso de los
autores de publicaciones literarias, de la reseña de la contraportada del libro,
sino que incorpora guiños, complicidades, insinuaciones de la situación y preferencias
en la vida concreta que apelan a un espectador/lector virtual que rebasa al público
puramente literario. Rostros ignotos y anónimos salieron a la pantalla—potencialmente
pública y de alcance universal—a la vez que las figuras consagradas multiplicaron
su presencia. Aquellos menos conocidos o emergentes, o de fama incipiente u acotada,
se revelaron en diversas fotos, videos. Surgieron instantáneas circunstanciales
de logros, tragedias personales, el auspicio o rechazo de variadas causas y posiciones.
Las presencias locales se extendieron instantáneamente a los cuatro extremos del
mundo, globalizando lo local y mostrando lo global operando en la localización remota.
Los grandes visajes históricos salieron de las bibliotecas y universidades, museos,
para musitar desde la pantalla sus citas más perogrullescas, sencillas y clichés.
Es una demanda, no siempre implícita, de que, en general, la presencia en los medios
virtuales se acompañe de una foto, y en general de una mini biografía de tamaño
y verosimilitud variables. Lo que va en el mismo sentido y acompaña a la presencia—no
tan solo en el mundo virtual, pero preferentemente—de ese imperativo, casi, por
el testimonio, el reflejo o representación fidedigna o por lo menos sentida—a lo
ya nos referíamos—pero auténtica, de la realidad concreta. Un neo realismo que,
en el caso de las letras, quiere y consume una literatura, seudo, para o autobiográfica,
es decir, una vuelta a “Lo visto y lo vivido”. Se efectúa un deslizamiento desde
la verosimilitud a la verdad a secas. La ficción no se tolera como antaño y la persona
expuesta y pública, sin importar el texto que produzca, se debe responsabilizar
y poder dar cuenta de cada instancia de su biografía, sujeta a un potencial escrutinio
universal de parte de los usuarios de la red. Ya incluso se ofrecen cursos y métodos
para aprender a escribir una biografía. Y quizás para validar la que se presenta.
Porque se hace imperativa la necesidad de validar, fundamentar, debido a la proliferación
de imágenes y textos, que proponen datos y noticias muchas veces muy o casi imperceptiblemente
distorsionados, o incomprobables o de frentón falsos, pero que apelan a pulsiones,
deseos y reivindicaciones casi atávicos, que a veces parecen ser la punta de un
iceberg que sobresale de un mar indistinto y caleidoscópico, en que acechan bestias
primigenias o post humanistas, como algunas que anidan por ejemplo en la dark web.
Esto como contexto,
situación y también, hebras y diseños en el tejido de estos medios, ya que si bien,
y como se apuntaba, el cliché y la extrema simplicidad patente en la comunicación
social virtual les parecen evidentes a muchas personas cultas, éstas también se
muestran un poco desconcertadas: las personalidades más destacadas en las humanidades
eran casi figuras públicas junto a las celebridades de otras esferas más institucionales
de la sociedad, la política y la cultura. Pero ahora son un elemento más—y no el
preponderante—en un mar de imágenes, personas y discursos. Hay otros actores sociales,
políticos y culturales, que, si bien eran reconocidos como el sujeto de los eventos
sociales y políticos, sobrellevaban la muerte y el trabajo posterior de construcción
de las revoluciones o sus intentos, ahora acceden al espectáculo inmediato y universal
en estos medios, saliendo rápida y definitivamente a la luz. Y hay muchas otras
alteridades que se despliegan en esta noósfera ambivalente de los nuevos medios,
con su vida cotidiana, sus variadas dimensiones y axiología. Proporcionan así un
tejido conectivo a comunidades virtuales, que tienen la posibilidad de proyectarse
de vuelta hacia la realidad fáctica social y material que las origina. Esto tiene
muchas veces consecuencias políticas—estallidos sociales, movimientos etnoculturales
y religiosos, campañas y actividades por diversas causas—no todas positivas según
los cánones humanistas del modernismo—a través de la aceleración e instantaneidad
de la difusión de la información. Comunidades y entidades virtuales, cuyas manifestaciones
en la pantalla abarcan desde lo que algunos considerarían el sentimentalismo craso
hasta las sofisticaciones ideológicas y filosóficas, y que no pueden evitar la formación
o desarrollo de aquellas prohibidas— justamente—aún hoy por la axiología consensuada
de corriente principal. Es así el espacio o territorio de un universo alternativo
referencial y revelador que ha llegado a acoger, e incluso posibilitar de hecho,
ya que no puede evitarlo, la expansión de nódulos antes restringidos a los márgenes
de la sociedad y la axiología humanista.
El Internet ha traído
la posibilidad de la comunicación instantánea, casi irrestricta y sin límites espaciales.
Esta ubicuidad es un regalo y una responsabilidad. El degenerado que se trasmuta
para asumir una personalidad atractiva y conquistar a la preadolescente en un salón
de chat encarna de alguna manera a Zeus, que se transportaba a grandes distancias
y asumía diversas formas para seducir a sus presas.
También el escritor,
como un usuario preferencial del internet, ha adquirido una fluidez de formato.
El texto enviado electrónicamente puede resultar en un producto “duro”, es decir
publicado en papel, en otro continente. Su voz y su imagen pueden ser reproducidas
en diversas instancias y puede atravesar las fronteras. Frente a la solicitación
de una información disponible en proporción geométrica y a las múltiples posibilidades
de expresión frente a ella, el escritor puede incursionar en múltiples formas de
comunicación, recurriendo a la crónica, la nota, el testimonio breve, el llamado,
la nota editorial, el comentario, llegando a adquirir otra, u otras personalidades.
El periodista se hace poeta al intentar finiquitar un artículo de manera impresionista,
y el poeta se hace periodista al tener que dar en forma inmediata y explícita su
opinión frente a un determinado estado de cosas que exige respuesta inmediata, que
no deja tiempo para la “inspiración”. Incluso se revive la forma del poema circunstancial,
lo que Kapuściński bautizó como “cronipoema”,
una respuesta instantánea frente a un hecho determinado, y que idealmente presupone
la inmediatez y una difusión potencialmente universal.
Es reflexionando un poco en mi caso personal que nace esta nota, muy preliminar, y que es un intento de conciliar en un espacio textual estas variantes—no tan solo en el mundo virtual—y que, en mi quehacer personal, implican una dimensión política, pero además un intento de acoger la pluralidad de discursos poético y literarios, que se ofrecen contiguos, y que se referencian unitariamente por el así llamado “mundo”. Pero está además la posibilidad de relativizar todo lo anterior y quizás lograr una mayor claridad desde un cierto distanciamiento.
JORGE ETCHEVERRY ARCAYA (Chile). Vive en Ottawa, Canadá. Es profesor de filosofía, tiene una maestría en lengua y literatura hispánica y un doctorado en literatura comparada. Perteneció al Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas chilenas de fines de los 1960. Textos suyos de poesía, prosa y crítica han sido publicados en diversos países en revistas y libros impresos y virtuales, en castellano y traducciones al inglés, francés, italiano y portugués. Sus últimos libros son Clorodiaxepóxido, poemas, Chile, 2017; Los herederos, novela de ciencia ficción, 2018; Canadografía, antología de prosa hispanocanadiense, Chile, 2017; Samarkanda, poemas, Canadá, 2019; Outsiders, narraciones en inglés, 2220. Recientemente aparece en las antologías Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena, Chile, 2018; Antología de la Revista Entre Paréntesis, de Chile, 2018; Antología de la poesía chilena de la última década, (Chile, 2018), Antología mundial de poesía; La papa, seguridad alimentaria, Bolivia, 2019; Anthologie de la poésie chilienne, 26 poètes d’aujourd’hui (France 2021). Es colaborador y miembro del comité editorial de la revista Entreparéntesis, de Chile y Embajador en Canadá de Poetas del Mundo.
JEAN GOURMELIN (Francia, 1920-2011). Magnífico diseñador cuya línea abarcó desde el absurdo y el humor negro hasta un enfoque metafísico. En todo momento, sin embargo, su obra se caracterizó por un intenso espíritu rebelde. Trabajó con dibujos animados, historietas, vestuario y escenografías, además de embarcarse incansablemente en el grabado, el dibujo técnico, la escultura, los vitrales, el diseño de papel tapiz, en cualquiera de estas motivaciones por el brillo de su inquietud creativa siempre encontró un lugar para el reconocimiento, y cerca de su muerte, fue honrado con una gran retrospectiva de su obra en la Biblioteca del Centro Pompidou de París en 2008, titulada “Los mundos de los dibujos de Jean Gourmelin”. Y de eso se trataba, pues de su pluma saltaban a la realidad infinidad de personajes, formando un mundo único propio de su visión fantástica, sin que en modo alguno pudiera enmarcarse en una línea plástica determinada. Entre lo erótico y lo bizarro, el surrealismo visionario y lo fantástico, especialmente en su dibujo en blanco y negro, Gourmelin fue un auténtico artista del siglo XX cuya obra evoca un universo personal donde se mezclan el horror y la belleza, en cuyas formas a veces imágenes distorsionadas interpelan conceptos de tiempo y espacio. Tenerlo como nuestro artista invitado, siguiendo la hermosa sugerencia del periodista João Antonio Buhrer, trae a Agulha Revista de Cultura una grandeza que ilumina mucho esta primera edición de 2023.
Agulha Revista de Cultura
Número 221 | janeiro de 2023
Artista convidado: Jean Gourmelin (França, 1920-2011)
editor | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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