quinta-feira, 23 de fevereiro de 2023

BERTA LUCÍA ESTRADA | Migración y cultura

 

Si tú no emigraste, emigró tu padre.

JOSÉ SARAMAGO

 


Doy inicio a esta reflexión sobre la migración con esta frase de Saramago que pone de manifiesto la migración permanente de los pueblos y de las personas. Los desplazamientos humanos son tan antiguos como la especie humana a la que pertenecemos. Y si bien Lucy, nuestra posible antepasada africana, nos une a todos los seres humanos que poblamos hoy en día este planeta llamado Tierra, también es cierto que otro rasgo distintivo es que todos sus descendientes migramos desde épocas muy tempranas en busca de mejores condiciones de vida. El Homo Sapiens aparentemente se mezcló con el Neanderthal; y en el pozo profundo de nuestro ADN conservamos trazos de esa especie que vivía de la caza y que ya había inventado una herramienta tan fina como un escalpelo. Con esto pretendo explicar que los movimientos migratorios, lejos de ser una amenaza, son, posiblemente, la mejor de las condiciones que puede presentarse para una mejor adaptación al medio ambiente y por ende enriquecer desde todo punto de vista al pueblo que llega como al que ya estaba instalado anteriormente.

Las migraciones, al ser un flujo de gente que se mueve de un territorio a otro, llevan consigo su propia cultura, y cuando se dice cultura hay que pensar en herramientas, en cosmovisiones, en tradiciones; y por supuesto, en el aprendizaje para sobrevivir en ambientes diferentes y algunas veces bastante rudos. En otras palabras, podría decirse que “migrar” es un constructo sociocultural y a la vez práctico. Sin migraciones la sociedad que conocemos actualmente muy posiblemente no existiría.

Los griegos, con Alejandro Magno a la cabeza, conquistaron gran parte del mundo conocido en su época, y aunque arrasaron pueblos que se negaron a ser sus vasallos, también crearon bibliotecas. Los romanos sucumbieron a la cultura griega e hicieron de sus intelectuales y escritores los guardianes de sus propias bibliotecas, como Cicerón que tenía alrededor de veintitrés bibliotecarios, todos ellos griegos; sin olvidar que no eran hombres libres sino esclavos. El conocimiento ha sobrevivido a la barbarie; aunque muchas veces también ha sido vilipendiado, pisoteado y, por ende, exterminado.


Sin embargo, el Renacimiento no hubiese sido nunca posible sin ese pasado glorioso de Grecia y Roma. Incluso, si pensamos en el arte bidimensional nos damos cuenta que la pintura al óleo, que tanto enriqueció a los artistas italianos de dicha época, es producto de una investigación de la pintura flamenca; así inicialmente el secreto de esa técnica hubiese sido resguardado con mucho celo. Aunque también cabe decir que la técnica al óleo –del latín Oleum– ya se conocía en la antigüedad, e incluso fue muy usada a todo lo largo de la Edad Media; sin embargo, es Jan Van Eyck, en compañía de otros pintores, quien finalmente la da a conocer en toda Europa.

¿Y cómo desconocer los flujos migratorios impulsados por los monjes medievales para la construcción de sus catedrales góticas? Sin ese savoir-faire compartido de una región a otra, de un pueblo a otro, de una lengua a otra, así la lengua vehiculante hubiese sido el latín, las iglesias góticas no poblarían hoy en día una gran parte del territorio europeo. Ni los monjes ortodoxos del monasterio Biserica Domneasca de Curtea de Argès (Rumania) no habrían tenido comunicación con los monjes de los monasterios del Monte Athos (Grecia). Y por supuesto, está Marco Polo y los viajeros de los siglos XIII y XIV. A Marco Polo se le atribuye haber introducido en Occidente la pólvora, el papel moneda, el sistema postal, las pastas; entre otros hallazgos que él conoció en la China y la Mongolia de Kublai Kan. También es la primera persona en hablar de Cipango; el territorio japonés que los europeos descubrieron apenas en el s XVI. La ruta de la seda permitió el comercio y el intercambio cultural entre pueblos diametralmente opuestos. ¿Y cómo no hablar de la presencia árabe y judía en Al-Andaluz? Los árabes nos dejaron las joyas de Granada y Córdoba; así como su impronta en la lengua castellana; incluso los poemas más antiguos de la tradición castellana son de poetas árabes. He aquí uno de ellos:

 

DESPUÉS DE LA ORGÍA

(Ben Suhayd de Córdoba, 992-1034)

Cuando, llena de su embriaguez, se durmió, y se durmieron los ojos de la ronda.

Me acerqué a ella tímidamente, como el amigo que busca el contacto furtivo con disimulo.

Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño; me elevé hacia ella dulcemente como el aliento.

Besé el blanco brillante de su cuello; apuré al rojo vivo de su boca.

Y pasé con ella mi noche deliciosamente, hasta que sonrieron las tinieblas, mostrando los blancos dientes de la aurora. [1]

 

Es imprescindible nombrar a otros poetas: Ben Farach de Jaén (?-976), Marwan Ben Abd Al-Radhman (?-1009), Ben Jafacha de Alcira (1058-1138), y al judío Yehuda Halevy (1075-1161). Incluso hay que aclarar que en la España de 1948 se creía todavía que su literatura había surgido con la épica, me refiero al Cantar del Mío Cid (s XII); y sin embargo, estudios posteriores a esta fecha arrojaron que antes de la épica ya estaba la lírica castellana -incluso antes que los poemas provenzales-; más conocidas como jarchas mozárabes españolas.

 

Cultos poetas hebreos y árabes (los más antiguos del s XI) pusieron en cierto tipo de composiciones una jarcha o estrofilla final no en hebreo o en árabe, como el resto del poema, sino en el dialecto español que hablaban los mozárabes. Tales estrofillas, evidentemente, las tomaban de una tradición oral, cantada y viva. [2]

 

Y en este trabajo, que yo llamo de arqueología literaria, Dámaso Alonso hace alusión a un poema, y aunque anónimo, parece haber sido escrito por una mujer:

 

Vayse meu corazón de mib,

Ya, Rab, si me tornarád?

¡Tan mal mi doled li-l-habid!

Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?

 

Obsérvese que en el 3º verso “la poeta mezcla una expresión árabe li-l-habid; o sea, por el amado”. [3]

 

Y Martín De Riquer y José María Valverde, en su soberbia obra Historia de la Literatura Universal, aunque de “universal” tiene muy poco, lo digo porque básicamente es una investigación sobre la literatura europea propiamente dicha –o sea, un claro ejemplo de eurocentrismo literario– puede leerse:

 

Con la irrupción musulmana entró la poesía árabe en la Península ibérica, ya que entre los mismos invasores había poetas que tan pronto cantaban sus hazañas como sus amores. Los temas de la poesía árabe, tanto los tradicionales como los de los líricos modernistas se trasplantaron, pues, a España que no quedó aislada de las novedades poéticas islámicas en los tiempos del emirato independiente ni del califato gracias a la constante llegada de poetas, de cantores y de esclavas, portadores de las poesías de más boga en las cortes de Oriente… la poesía clásica árabe, en su aspecto más afiligranado y más recargado de imágenes y metáforas perduró durante siglos en tierras españolas; pero al propio tiempo, la convivencia con una población de lengua romance y de tradición cultural occidental, tan celosamente mantenida por los mozárabes, dio lugar a que en España apareciera una curiosa modalidad popular de la poesía árabe en la que rastrea, si no una clara imitación, por lo menos una notabilísima actitud de simpatía hacia estilos primitivos de poesía en lengua vulgar española. Ello da una fisonomía curiosa y peculiar a la poesía árabigoespañola. [4]

 

Y por supuesto, habría que recordar que los números que hoy utilizamos son árabes, y que la geometría y la aritmética nos llegaron gracias a que los árabes conocían a los griegos; de igual forma ellos salvaron del olvido a los filósofos griegos. El concepto de 0 (cero) si bien fue descubierto por los matemáticos de la India son los árabes los que lo difunden y lo hacen conocer en Europa. No obstante, el concepto es mucho más antiguo y se remonta a Babilonia donde la representación del 0 significaba el vacío, le néant, la nada. Esto es lo que puede leerse en Wikipedia:

 

Cero es una cifra y un número. Su nombre fue dado en Italia en 1485, como una contracción de zefiro, del latín medieval zephirum, que representa una transcripción del árabe ṣĭfr, el vacío. [5]

 

¿Quién iría a decir que el concepto del cero (0) –vacío, du vide, du néant–, iba a ser el ejemplo más


significativo de la migración y de la trasmisión cultural y científica de los pueblos? ¿Un concepto que los hindúes comenzaron a utilizar en matemáticas nada menos que en el s IV a.C.? Muy a menudo los hombres contemporáneos, que se atribuyen inventos proverbiales, suelen ignorar que una aparente minucia, como es el cero, permitió los avances matemáticos de una gran parte de la historia de la humanidad. Nos olvidamos entonces que somos seres infinitamente pequeños, nos olvidamos que somos solo un grano de arena del desierto; y que solo somos alguien en la medida en que ese grano de arena se suma a todos los demás granos de arena del desierto; y eso gracias a las tormentas de arena cuyos granos son diseminados en el norte de Europa, parte de Asia e incluso llegan hasta el continente americano.

Cabe mencionar el gran aporte de la medicina árabe en la Península ibérica; y por ende, en Europa. ¿Y cómo no nombrar a dos eminentes filósofos de Al-Andaluz? Me refiero a Averroes (Córdoba, Al-Ándalus 1126 - Marrakech 1198) y a Maimónides (Córdoba, Al-Ándalus 1138 – El Cairo 1204). El primero de origen bereber y el segundo judío sefardita. Dos hombres prominentes y respetados por sus contemporáneos; incluso ellos se leían entre sí y se respetaban y admiraban. Se dice incluso que “Maimónides tuvo una gran influencia de Avicena y de Averroes; y a su vez influenció a varios pensadores musulmanes. Estos dos vivieron el “destierro”; de ahí que Fernando Arrabal se remonte a ellos para hablar de la importancia que tiene ser “desterrado” (que se arranca de la tierra. Por lo tanto, desterrado no se opone a la palabra “exilio”; del latín exilium, vocablo que viene de exsul (desterrado); y que era explicado como arrancado del suelo. Por su parte, el vocablo exul significa el que se ha ido; en otras palabras, exilio. No hay que olvidar que en griego exó significa allá y edó significa aquí. [6] La comunicación entre los pueblos, y su consecuente migración, hace posible la supervivencia del patrimonio cultural y científico; eso es lo que parece olvidarse en estos momentos de cataclismos climatológicos, de pandemia, guerras y hambrunas.

Incluso en el continente que más tarde se llamaría América ya había comunicación entre los pueblos disímiles que lo poblaban. Y no hablo solo de guerras entre ellos. Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de los Aztecas, puede verse en una escultura de San Agustín (Colombia); lo que prueba que antes de los españoles había un intercambio sociocultural y artístico entre pueblos muy alejados geográficamente como los aztecas y los indígenas que vivían en el territorio que hoy se conoce como Huila (Colombia). Incluso el pueblo Inca, como el Azteca, fue también invasor; a la llegada de los españoles ya estaban instalados en los territorios que serían luego el sur de Colombia y el norte de Chile. Precisamente en el sur colombiano tenemos una laguna que lleva un nombre quechua, Cocha. Y como anécdota puedo contar que el nombre de la laguna es una redundancia, ya que cocha significa asentamiento de agua, puede ser un charco o una pequeña quebrada o una laguna; en otras palabras, la Laguna de la Cocha se llama en realidad Laguna Laguna o Laguna de agua.

Y con esta introducción paso a la 2ª parte de mi ensayo.

Yo misma no existiría sin esta historia de flujos migratorios; y si hay un continente que los ha conocido desde hace siglos es América; no hablo de los Estados Unidos de América, ese es uno más de los países que conforman un continente que abarca desde el Polo Norte hasta la Antártida, conformado por más de treinta y cinco países y donde se hablan infinidad de lenguas; muchas de ellas de origen indígena, como el quechua, el náhuatl, el guaraní, el mapuche, el wayúu; otras de origen europeo, como el portugués, el inglés, el francés, el holandés y el castellano; otras que tuvieron como origen la mezcla de idiomas europeos y africanos, como el papiamento; o el créole que se habla en Guadalupe y Martinica o el kreyòl ayisyen en Haití; entre muchas otras lenguas, algunas de ellas en peligro de extinción. Solo en Colombia se hablan alrededor de 60 lenguas indígenas y dos de origen africano: el créole en las islas de San Andrés y Providencia y la palenquera en San Basilio de Palenque. “No hay que olvidar que dos de los principales pueblos africanos que llegaron a América, en esa diáspora infame que fue la Trata de Esclavos, fueron los pueblos Yoruba y Lucumí; escuchémoslo de la voz del gran poeta cubano Nicolás Guillén:

 

Son número 6

Yoruba soy, lloro en yoruba

lucumí.

Como soy un yoruba de Cuba,

quiero que hasta Cuba suba mi llanto yoruba,

que suba el alegre llanto yoruba

que sale de mí.

Yoruba soy,

cantando voy,

llorando estoy,

y cuando no soy yoruba,

soy congo, mandinga, carabalí. [7]

 



Yo misma me reconozco como mestiza; suelo decir que tengo un 80% de sangre indígena y un 20% de sangre negra; aunque esos porcentajes pueden cambiar en la medida en que desee provocar a mis interlocutores; lo digo porque Colombia es un país muy racista e inmensamente clasista y xenófobo. Pues bien, los colombianos somos una mezcla de diferentes grupos étnicos, tanto europeos, como africanos y como americanos; incluso en otros países, como Brasil, EEUU y Perú hubo una fuerte migración japonesa hace poco más de un siglo. EEUU y los países del Caribe tuvieron una fuerte migración china; Chile la tuvo con la migración alemana; Argentina principalmente con la italiana; y por supuesto la migración libanesa (Brasil, países del Caribe, Colombia, entre otros); o judía sefardita en el caso colombiano; sefardí y ashkenasi en Argentina y EEUU, principalmente. Y aquí es dónde se entronca mi historia personal con respecto a la migración entre continentes; en este caso el europeo con el americano.

Debo comenzar por decir que conozco ocho apellidos que me nombran y me identifican y los ocho son judíos sefarditas; en realidad, soy descendiente de judíos conversos que poblaron el sur de Antioquia a finales del s XIX, y que tan bien cuenta Héctor Abad Faciolince en su novela La Oculta. Debo decir que algunos de los miembros de mi familia ya tienen la nacionalidad española gracias al reconocimiento tardío que hizo el Estado español a los descendientes de esa diáspora que tuvo que huir de la península ibérica para poder sobrevivir y alejarse de la persecución de la que eran objeto; incluso ahora hay algunos otros familiares que están haciendo los trámites para obtener la ciudadanía portuguesa; también por el mismo motivo.

Mi relación con la historia del pueblo judío es cuasi

 

visceral puesto que comencé a leer sobre La Shoah (Holocausto) cuando aún estaba en el colegio; en ese entonces aun no sabía nada de mis orígenes sefarditas, ni siquiera conocía la palabra; y sin embargo, el horror me habitó y nunca más pude desprenderme de él. La película Un violinista en el tejado me hizo conocer los pogromos: otro horror que se sumaba al que ya habitaba en el fondo de mi alma. Más recientemente lecturas sobre La 2ª Guerra Mundial, o novelas como las de Primo Levi o Jorge Semprún, o el poemario Oficios en clave de Atenea, de Clara Schoenborn, [8] se sumaron a esta íntima sensación de desamparo y orfandad que he sentido por ejemplo en una visita que hice a Varsovia, y donde fui a buscar inútilmente el que fuera el Gueto Judío; y digo inútilmente porque fue arrasado por los soviéticos; así que recorrí una parte del barrio que anteriormente estaba dentro de las murallas y donde sus habitantes vivían en condiciones muy difíciles. Lo hice con un sentimiento de dolor inimaginable; como si el dolor fuese parte de mi ADN. Pocos años después visité Lisboa, y allí me paseé como en una especie de peregrinación por las dos plazas donde decenas en realidad centenas, de judíos sefarditas fueron quemados en la hoguera por el fanatismo religioso de los católicos que los querían exterminar de una vez por todas. Y nuevamente ese dolor milenario volvió a quemarme las entrañas.

 

Y veamos que dice Antonio Dumetz Sahér:

 

Habré experimentado todo el dolor de la Shoah y comprendido el secreto del Muntù. (Poema Vetas del pasado en presente, de Antonio Dumetz Sahér).

Por eso este hermoso y profundo poemario, titulado Voces desde mi exilio, me ha llegado tan hondo; al encontrar allí pasajes de La Shoah y de los pogromos, así como ese sentido de orfandad ¿por qué, qué es el exilio sino una especie de orfandad?. En sus versos pude establecer con él un diálogo íntimo en el que nos reconocemos el uno al otro como eternos viajeros que tienen como único equipaje el desamparo y la soledad que dan el desarraigo y la pérdida violenta de una tierra a la que ya no podemos regresar. [9]

 

Y si hago referencia a este poemario de Antonio Dumetz Sahér, es porque también es un hermoso reconocimiento a la cultura y a la lengua árabe. Voces desde mi exilio es, pues, una obra necesaria para hurgar en los orígenes y sobre todo para mostrar a las nuevas generaciones colombianas esta parte de nuestra historia escondida, relegada al olvido, e incluso vilipendiada. Siempre insisto en que para entender el presente tengo que conocer el pasado; si no es imposible proyectarme a un futuro.

 

Voces en el exilio y El oficio en Clave de Atenea también tienen en común que los dos poemarios relatan, aunque sea en una mínima parte, la historia del pueblo judío. En este caso preciso la diáspora, el desarraigo, el exilio permanente, la huida en la oscuridad, el miedo ancorado en la memoria colectiva, ya que no se sabe que habrá al final del túnel. No en vano Primo Levi nos recuerda que Heimweh es la palabra en alemán que nos habla de este dolor, y quiere decir dolor de hogar. [10]

 

Y nadie mejor para describir este Heimweh que Antonio Dumetz Saher:

 

IDENTIDAD

No te creas por tus conversas con Narciso el Espejo, ni te alegres en el confort de su pertenencia fanática.

Porque soy mucho más de lo que tus ojos y los de él pudieran enfocar. Soy el tejido humano con miles de raíces culturales que se cruzan en mi ser como vasos comunicantes que me hacen hablar, reír, pensar y sentir...

Soy los cedros milenarios de Fenicia y los olivos inmortales de Judea, soy el ciprés de Persia y el baobab donde las almas de mis ancestros africanos reposan seguras. Soy la extensa Abya Yala donde Caribes, Zenúes y Urabaes cruzaron su sangre. Soy Mediterráneo sefardí y árabe comerciante.

Mi sangre, es tan roja como la tuya, como la de Nelson Mandela y Jorge IV.

Soy la Minka que trae en su marcha la paz. Soy la suma de todos mis viajes, libros y lecturas, risas y amores, llanto y desamor, soy la suma de todos los poetas y poemas, letras y escritores, amigos y hermanos. Pero sobre todo, soy la suma indescriptible de la humanidad. [11]

 

Y ya para terminar la lectura de este poema me lleva a hablar sobre la gran tragedia del pueblo venezolano. Recuérdese que Venezuela es un país inmensamente rico y que posee, nada menos que las reservas de petróleo más importantes del planeta; sin embargo, su Estado se difuminó y con él todas las garantías que puede ofrecer a su población: educación, víveres, bienestar, salud, vivienda, trabajo, una vida digna y sin violencia. Las carreteras y ciudades latinoamericanas han visto como alrededor de cinco millones de venezolanos las recorren como se recorre el averno; son los parias de la otrora opulencia, son fantasmas que se miran los unos a los otros sabiendo que no hay esperanza, que no hay futuro; son zombis que perdieron hasta su sombra, erran y piden clemencia, erran y piden un mendrugo de pan incluso a personas que son igualmente pobres, como es el caso de miles, millones de colombianos. Solo en Colombia, un país que lleva sesenta años de guerra fratricida, han llegado cerca de 2’000.000 de venezolanos; la mayoría de ellos sin papeles y sin preparación académica ni técnica. Tampoco hay que olvidar que Venezuela absorbió alrededor de cinco millones de colombianos; la diferencia es que lo hizo en más de cuatro décadas; y cuando la opulencia, y muchas veces el despilfarro, corrían como ríos por sus calles y ciudades. Colombia no solo ha recibido a cerca de 2’000.000 ciudadanos venezolanos solo en escasos seis años sino que en el 2021 lanzó la ley más ambiciosa que se conoce hasta ahora en el mundo para legalizar su estadía en este territorio que trata inútilmente de salir del horror de la guerra. Una guerra que dejó la triste e infernal cifra de 5’000.000 de desplazados que recorren su propio país, Colombia, como si fuese una tierra extranjera. No en vano un senador fascista los llamó hace algunos años “migrantes internos”. En otras palabras, los colombianos sabemos muy bien que es ser “migrante”; así que no tenemos ningún derecho a ignorar esta tragedia ni a banalizarla. ¿Será capaz de hacer frente a este reto para el que no estaba preparada? No lo sé, solo el tiempo lo dirá. Y si me hago esta pregunta es porque Colombia nunca había sido un país receptor de inmigrantes; en cambio expulsaba a sus ciudadanos como si fuesen alimañas que hay que tirar por el retrete del olvido y de la anti-historia, por decirlo de alguna forma.

 

NOTAS

1. Poesía erótica castellana. Círculo de Lectores, por cortesía de Ediciones Júcar, Barcelona, 1975. Página 18.

2. Cancionero y romancero español. Dámaso Alonso, Biblioteca Básica Salvat, 1970. Página 12.

3. Idem, página 12

4. Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la Literatura Universal. Tomo 1. Editorial Planeta S.A. 2ª edición 1968. Página 46

5. https://fr.wikipedia.org/wiki/Zéro (Traducción de la autora del presente ensayo)

6. El poeta está en las catacumbas, de Berta Lucía Estrada Estrada, Agulha Revista de Cultura, julio 2020. https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2020/07/berta-lucia-estrada-fernando-arrabal-el.html

7. América-África. Diálogo con el otro lado del espejo, Berta Lucía Estrada Estrada. Revista Aleph, No 193, abril 2020.

8. La shoah en clave de Atenea, de Clara Schoenborn, por Berta Lucía Estrada Estrada, Agulha, revista de cultura, julio de 2020.

9. Voces desde mi exilio, Berta Lucía Estrada Estrada, Agulha revista de cultura, abril 2021.

10. Idem

11. Este poema lo publico con la autorización escrita de su autor, el poeta Antonio Dumetz Sahér.

 

 


BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.

 

 

JULIA MARGARET CAMERON (Índia, 1815-1879). Um dos melhores exemplos de acaso objetivo encontramos na biografia desta fotógrafa, a quem sua filha lhe presenteia uma câmara quando Julia completa 48 anos. Era a sua primeira máquina e até o momento ela não havia despertado o mínimo interesse pela fotografia. Curioso prenúncio de sua filha, o fato é que sua imediata dedicação, ajudada por um amigo, a levou rapidamente ao domínio do processo do colódio úmido – clássico processo fotográfico que se encontra nos primórdios da fotografia –, começando assim a sua carreira fotográfica. De imediato ela transformou um galinheiro em improvisado laboratório e em estúdios algumas dependências da sua casa. O resultado dessa sua identificação foi a criação de um estilo muito próprio baseado em longos tempos de exposição, na falta de nitidez provocada por um rápido desfoque, assim como na supressão de detalhes, nas manchas provocadas pelo modo irregular de como aplicava o colódio úmido e na utilização do simbolismo da iluminação. Caracterizou-se então por sua escolha de trabalhar com retratos – em especial os retratos de mulheres – e as cenas alegóricas, o que a situa como uma precursora da recriação de cenas vivas aplicadas à fotografia. Acerca de seu trabalho ela mesma diria: Eu ansiava por prender toda a beleza que viesse até mim, e por fim o desejo foi satisfeito. Nossa homenagem a essa brilhante fotógrafa, que é nossa artista convidada.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 224 | fevereiro de 2023

Artista convidado: Julia Margaret Cameron (Índia, 1815-1879)

editor | FLORIANO MARTINS | floriano.agulha@gmail.com

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023

 


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