Si tú no emigraste, emigró tu padre.
JOSÉ
SARAMAGO
Las migraciones, al ser un flujo de gente que se mueve
de un territorio a otro, llevan consigo su propia cultura, y cuando se dice cultura
hay que pensar en herramientas, en cosmovisiones, en tradiciones; y por supuesto,
en el aprendizaje para sobrevivir en ambientes diferentes y algunas veces bastante
rudos. En otras palabras, podría decirse que “migrar” es un constructo sociocultural
y a la vez práctico. Sin migraciones la sociedad que conocemos actualmente muy posiblemente
no existiría.
Los griegos, con Alejandro Magno a la cabeza, conquistaron
gran parte del mundo conocido en su época, y aunque arrasaron pueblos que se negaron
a ser sus vasallos, también crearon bibliotecas. Los romanos sucumbieron a la cultura
griega e hicieron de sus intelectuales y escritores los guardianes de sus propias
bibliotecas, como Cicerón que tenía alrededor de veintitrés bibliotecarios, todos
ellos griegos; sin olvidar que no eran hombres libres sino esclavos. El conocimiento
ha sobrevivido a la barbarie; aunque muchas veces también ha sido vilipendiado,
pisoteado y, por ende, exterminado.
¿Y cómo desconocer los flujos migratorios impulsados por
los monjes medievales para la construcción de sus catedrales góticas? Sin ese savoir-faire
compartido de una región a otra, de un pueblo a otro, de una lengua a otra, así
la lengua vehiculante hubiese sido el latín, las iglesias góticas no poblarían hoy
en día una gran parte del territorio europeo. Ni los monjes ortodoxos del monasterio
Biserica Domneasca de Curtea de Argès (Rumania) no habrían tenido comunicación con
los monjes de los monasterios del Monte Athos (Grecia). Y por supuesto, está Marco
Polo y los viajeros de los siglos XIII y XIV. A Marco Polo se le atribuye haber
introducido en Occidente la pólvora, el papel moneda, el sistema postal, las pastas;
entre otros hallazgos que él conoció en la China y la Mongolia de Kublai Kan. También
es la primera persona en hablar de Cipango; el territorio japonés que los europeos
descubrieron apenas en el s XVI. La ruta de la seda permitió el comercio y el intercambio
cultural entre pueblos diametralmente opuestos. ¿Y cómo no hablar de la presencia
árabe y judía en Al-Andaluz? Los árabes nos dejaron las joyas de Granada y Córdoba;
así como su impronta en la lengua castellana; incluso los poemas más antiguos de
la tradición castellana son de poetas árabes. He aquí uno de ellos:
DESPUÉS DE LA ORGÍA
(Ben Suhayd de Córdoba, 992-1034)
Cuando, llena de su embriaguez, se durmió, y se durmieron
los ojos de la ronda.
Me acerqué a ella tímidamente, como el amigo que busca
el contacto furtivo con disimulo.
Me arrastré hacia ella insensiblemente como el sueño; me
elevé hacia ella dulcemente como el aliento.
Besé el blanco brillante de su cuello; apuré al rojo vivo
de su boca.
Y pasé con ella mi noche deliciosamente, hasta que sonrieron
las tinieblas, mostrando los blancos dientes de la aurora. [1]
Es imprescindible nombrar a otros poetas: Ben Farach de
Jaén (?-976), Marwan Ben Abd Al-Radhman (?-1009), Ben Jafacha de Alcira (1058-1138),
y al judío Yehuda Halevy (1075-1161). Incluso hay que aclarar que en la España de
1948 se creía todavía que su literatura había surgido con la épica, me refiero al
Cantar del Mío Cid (s XII); y sin embargo, estudios posteriores a esta fecha
arrojaron que antes de la épica ya estaba la lírica castellana -incluso antes que
los poemas provenzales-; más conocidas como jarchas mozárabes españolas.
Cultos poetas hebreos y árabes (los más antiguos del s
XI) pusieron en cierto tipo de composiciones una jarcha o estrofilla final no en
hebreo o en árabe, como el resto del poema, sino en el dialecto español que hablaban
los mozárabes. Tales estrofillas, evidentemente, las tomaban de una tradición oral,
cantada y viva. [2]
Y en este trabajo, que yo llamo de arqueología literaria,
Dámaso Alonso hace alusión a un poema, y aunque anónimo, parece haber sido escrito
por una mujer:
Vayse meu corazón de mib,
Ya, Rab, si me tornarád?
¡Tan mal mi doled li-l-habid!
Enfermo yed, ¿cuándo sanarád?
Obsérvese que en el 3º verso “la poeta mezcla una expresión
árabe li-l-habid; o sea, por el amado”. [3]
Y Martín De Riquer y José María Valverde, en su soberbia
obra Historia de la Literatura Universal, aunque de “universal” tiene muy
poco, lo digo porque básicamente es una investigación sobre la literatura europea
propiamente dicha –o sea, un claro ejemplo de eurocentrismo literario– puede leerse:
Con la irrupción musulmana entró la poesía árabe en la
Península ibérica, ya que entre los mismos invasores había poetas que tan pronto
cantaban sus hazañas como sus amores. Los temas de la poesía árabe, tanto los tradicionales
como los de los líricos modernistas se trasplantaron, pues, a España que no quedó
aislada de las novedades poéticas islámicas en los tiempos del emirato independiente
ni del califato gracias a la constante llegada de poetas, de cantores y de esclavas,
portadores de las poesías de más boga en las cortes de Oriente… la poesía clásica
árabe, en su aspecto más afiligranado y más recargado de imágenes y metáforas perduró
durante siglos en tierras españolas; pero al propio tiempo, la convivencia con una
población de lengua romance y de tradición cultural occidental, tan celosamente
mantenida por los mozárabes, dio lugar a que en España apareciera una curiosa modalidad
popular de la poesía árabe en la que rastrea, si no una clara imitación, por lo
menos una notabilísima actitud de simpatía hacia estilos primitivos de poesía en
lengua vulgar española. Ello da una fisonomía curiosa y peculiar a la poesía árabigoespañola. [4]
Y por supuesto, habría que recordar que los números que
hoy utilizamos son árabes, y que la geometría y la aritmética nos llegaron gracias
a que los árabes conocían a los griegos; de igual forma ellos salvaron del olvido
a los filósofos griegos. El concepto de 0 (cero) si bien fue descubierto por los
matemáticos de la India son los árabes los que lo difunden y lo hacen conocer en
Europa. No obstante, el concepto es mucho más antiguo y se remonta a Babilonia donde
la representación del 0 significaba el vacío, le néant, la nada. Esto es
lo que puede leerse en Wikipedia:
Cero es una cifra y un número. Su nombre fue dado en Italia
en 1485, como una contracción de zefiro, del latín medieval zephirum, que representa
una transcripción del árabe ṣĭfr, el vacío. [5]
¿Quién iría a decir que el concepto del cero (0) –vacío, du vide, du néant–, iba a ser el ejemplo más
Cabe mencionar el gran aporte de la medicina árabe en la
Península ibérica; y por ende, en Europa. ¿Y cómo no nombrar a dos eminentes filósofos
de Al-Andaluz? Me refiero a Averroes (Córdoba, Al-Ándalus 1126 - Marrakech 1198)
y a Maimónides (Córdoba, Al-Ándalus 1138 – El Cairo 1204). El primero de origen
bereber y el segundo judío sefardita. Dos hombres prominentes y respetados por sus
contemporáneos; incluso ellos se leían entre sí y se respetaban y admiraban. Se
dice incluso que “Maimónides tuvo una gran influencia de Avicena y de Averroes;
y a su vez influenció a varios pensadores musulmanes. Estos dos vivieron
el “destierro”; de ahí que Fernando Arrabal se remonte a ellos para hablar de la
importancia que tiene ser “desterrado” (que se arranca de la tierra. Por lo tanto,
desterrado no se opone a la palabra “exilio”; del latín exilium, vocablo que viene
de exsul (desterrado); y que era explicado como arrancado del suelo. Por su parte,
el vocablo exul significa el que se ha ido; en otras palabras, exilio. No hay que
olvidar que en griego exó significa allá y edó significa aquí.” [6] La comunicación entre los pueblos, y su consecuente migración, hace posible
la supervivencia del patrimonio cultural y científico; eso es lo que parece olvidarse
en estos momentos de cataclismos climatológicos, de pandemia, guerras y hambrunas.
Incluso en el continente que más tarde se llamaría América
ya había comunicación entre los pueblos disímiles que lo poblaban. Y no hablo solo
de guerras entre ellos. Quetzalcóatl, la serpiente emplumada de los Aztecas, puede
verse en una escultura de San Agustín (Colombia); lo que prueba que antes de los
españoles había un intercambio sociocultural y artístico entre pueblos muy alejados
geográficamente como los aztecas y los indígenas que vivían en el territorio que
hoy se conoce como Huila (Colombia). Incluso el pueblo Inca, como el Azteca, fue
también invasor; a la llegada de los españoles ya estaban instalados en los territorios
que serían luego el sur de Colombia y el norte de Chile. Precisamente en el sur
colombiano tenemos una laguna que lleva un nombre quechua, Cocha. Y como
anécdota puedo contar que el nombre de la laguna es una redundancia, ya que cocha
significa asentamiento de agua, puede ser un charco o una pequeña quebrada o una
laguna; en otras palabras, la Laguna de la Cocha se llama en realidad Laguna
Laguna o Laguna de agua.
Y con esta introducción paso a la 2ª parte de mi ensayo.
Yo misma no existiría sin esta historia
de flujos migratorios; y si hay un continente que los ha conocido desde hace siglos
es América; no hablo de los Estados Unidos de América, ese es uno más de los países
que conforman un continente que abarca desde el Polo Norte hasta la Antártida, conformado
por más de treinta y cinco países y donde se hablan infinidad de lenguas; muchas
de ellas de origen indígena, como el quechua, el náhuatl, el guaraní, el mapuche,
el wayúu; otras de origen europeo, como el portugués, el inglés, el francés, el
holandés y el castellano; otras que tuvieron como origen la mezcla de idiomas europeos
y africanos, como el papiamento; o el créole que se habla en Guadalupe y Martinica
o el kreyòl ayisyen
en Haití; entre muchas otras
lenguas, algunas de ellas en peligro de extinción. Solo en Colombia se hablan alrededor
de 60 lenguas indígenas y dos de origen africano: el créole en las islas de San
Andrés y Providencia y la palenquera en San Basilio de Palenque. “No hay que
olvidar que dos de los principales pueblos africanos que llegaron a América, en
esa diáspora infame que fue la Trata de Esclavos, fueron los pueblos Yoruba y Lucumí;
escuchémoslo de la voz del gran poeta cubano Nicolás Guillén:
Son número 6
Yoruba soy,
lloro en yoruba
lucumí.
Como soy un
yoruba de Cuba,
quiero que
hasta Cuba suba mi llanto yoruba,
que suba el
alegre llanto yoruba
que sale de
mí.
Yoruba soy,
cantando voy,
llorando estoy,
y cuando no
soy yoruba,
soy congo,
mandinga, carabalí”. [7]
Debo comenzar por decir que conozco ocho apellidos que
me nombran y me identifican y los ocho son judíos sefarditas; en realidad, soy descendiente
de judíos conversos que poblaron el sur de Antioquia a finales del s XIX, y que
tan bien cuenta Héctor Abad Faciolince en su novela La Oculta. Debo decir
que algunos de los miembros de mi familia ya tienen la nacionalidad española gracias
al reconocimiento tardío que hizo el Estado español a los descendientes de esa diáspora
que tuvo que huir de la península ibérica para poder sobrevivir y alejarse de la
persecución de la que eran objeto; incluso ahora hay algunos otros familiares que
están haciendo los trámites para obtener la ciudadanía portuguesa; también por el
mismo motivo.
Mi relación con la historia del pueblo judío es cuasi
visceral puesto que comencé a leer sobre La Shoah (Holocausto)
cuando aún estaba en el colegio; en ese entonces aun no sabía nada de mis orígenes
sefarditas, ni siquiera conocía la palabra; y sin embargo, el horror me habitó y
nunca más pude desprenderme de él. La película Un violinista en el tejado me hizo
conocer los pogromos: otro horror que se sumaba al que ya habitaba en el fondo de
mi alma. Más recientemente lecturas sobre La 2ª Guerra Mundial, o novelas como las
de Primo Levi o Jorge Semprún, o el poemario Oficios en clave de Atenea, de Clara
Schoenborn, [8] se sumaron a esta íntima sensación de desamparo y orfandad que he sentido
por ejemplo en una visita que hice a Varsovia, y donde fui a buscar inútilmente
el que fuera el Gueto Judío; y digo inútilmente porque fue arrasado por los soviéticos;
así que recorrí una parte del barrio que anteriormente estaba dentro de las murallas
y donde sus habitantes vivían en condiciones muy difíciles. Lo hice con un sentimiento
de dolor inimaginable; como si el dolor fuese parte de mi ADN. Pocos años después
visité Lisboa, y allí me paseé como en una especie de peregrinación por las dos
plazas donde decenas –en
realidad centenas–, de judíos sefarditas fueron quemados en la hoguera por
el fanatismo religioso de los católicos que los querían exterminar de una vez por
todas. Y nuevamente ese dolor milenario volvió a quemarme las entrañas.
Y veamos que dice Antonio Dumetz Sahér:
Habré experimentado todo
el dolor de la Shoah y comprendido el secreto del Muntù. (Poema Vetas del pasado en presente, de
Antonio Dumetz Sahér).
Por eso este hermoso y profundo poemario, titulado Voces
desde mi exilio, me ha llegado tan hondo; al encontrar allí pasajes de La Shoah
y de los pogromos, así como ese sentido de orfandad –¿por qué, qué es el exilio sino una especie de orfandad?–.
En sus versos pude establecer con él un diálogo íntimo en el que nos reconocemos
el uno al otro como eternos viajeros que tienen como único equipaje el desamparo
y la soledad que dan el desarraigo y la pérdida violenta de una tierra a la que
ya no podemos regresar.” [9]
Y si hago referencia a este poemario de Antonio Dumetz
Sahér, es porque también es un hermoso reconocimiento a la cultura y a la lengua
árabe. Voces desde mi exilio es, pues, una obra necesaria para hurgar en los orígenes
y sobre todo para mostrar a las nuevas generaciones colombianas esta parte de nuestra
historia escondida, relegada al olvido, e incluso vilipendiada. Siempre insisto
en que para entender el presente tengo que conocer el pasado; si no es imposible
proyectarme a un futuro.
Voces en el exilio y El oficio en Clave de Atenea también
tienen en común que los dos poemarios relatan, aunque sea en una mínima parte, la
historia del pueblo judío. En este caso preciso la diáspora, el desarraigo, el exilio
permanente, la huida en la oscuridad, el miedo ancorado en la memoria colectiva,
ya que no se sabe que habrá al final del túnel. No en vano Primo Levi nos recuerda
que Heimweh es la palabra en alemán que nos habla de este dolor, y quiere decir
dolor de hogar. [10]
Y nadie mejor para describir este Heimweh que Antonio Dumetz
Saher:
IDENTIDAD
No te creas por tus conversas con Narciso el Espejo, ni te alegres en el confort de su pertenencia fanática.
Porque soy mucho más de lo que tus ojos y los de él pudieran enfocar. Soy el tejido humano con miles de raíces culturales que se cruzan en mi ser como vasos comunicantes que me hacen hablar, reír, pensar y sentir...
Soy los cedros milenarios de Fenicia y los
olivos inmortales de Judea, soy el ciprés de Persia y el baobab donde las almas
de mis ancestros africanos reposan seguras. Soy la extensa Abya Yala donde Caribes,
Zenúes y Urabaes cruzaron su sangre. Soy Mediterráneo sefardí y árabe comerciante.
Mi sangre, es tan roja como la tuya, como
la de Nelson Mandela y Jorge IV.
Soy la Minka que trae en su marcha la paz.
Soy la suma de todos mis viajes, libros y lecturas, risas y amores, llanto y desamor,
soy la suma de todos los poetas y poemas, letras y escritores, amigos y hermanos.
Pero sobre todo, soy la suma indescriptible de la humanidad. [11]
Y ya para terminar la lectura de este poema me lleva a
hablar sobre la gran tragedia del pueblo venezolano. Recuérdese que Venezuela es
un país inmensamente rico y que posee, nada menos que las reservas de petróleo más
importantes del planeta; sin embargo, su Estado se difuminó y con él todas las garantías
que puede ofrecer a su población: educación, víveres, bienestar, salud, vivienda,
trabajo, una vida digna y sin violencia. Las carreteras y ciudades latinoamericanas
han visto como alrededor de cinco millones de venezolanos las recorren como se recorre
el averno; son los parias de la otrora opulencia, son fantasmas que se miran los
unos a los otros sabiendo que no hay esperanza, que no hay futuro; son zombis que
perdieron hasta su sombra, erran y piden clemencia, erran y piden un mendrugo de
pan incluso a personas que son igualmente pobres, como es el caso de miles, millones
de colombianos. Solo en Colombia, un país que lleva sesenta años de guerra fratricida,
han llegado cerca de 2’000.000 de venezolanos; la mayoría de ellos sin papeles y
sin preparación académica ni técnica. Tampoco hay que olvidar que Venezuela absorbió
alrededor de cinco millones de colombianos; la diferencia es que lo hizo en más
de cuatro décadas; y cuando la opulencia, y muchas veces el despilfarro, corrían
como ríos por sus calles y ciudades. Colombia no solo ha recibido a cerca de 2’000.000
ciudadanos venezolanos solo en escasos seis años sino que en el 2021 lanzó la ley
más ambiciosa que se conoce hasta ahora en el mundo para legalizar su estadía en
este territorio que trata inútilmente de salir del horror de la guerra. Una guerra
que dejó la triste e infernal cifra de 5’000.000 de desplazados que recorren su
propio país, Colombia, como si fuese una tierra extranjera. No en vano un senador
fascista los llamó hace algunos años “migrantes internos”. En otras palabras, los
colombianos sabemos muy bien que es ser “migrante”; así que no tenemos ningún derecho
a ignorar esta tragedia ni a banalizarla. ¿Será capaz de hacer frente a este reto
para el que no estaba preparada? No lo sé, solo el tiempo lo dirá. Y si me hago
esta pregunta es porque Colombia nunca había sido un país receptor de inmigrantes;
en cambio expulsaba a sus ciudadanos como si fuesen alimañas que hay que tirar por
el retrete del olvido y de la anti-historia, por decirlo de alguna forma.
NOTAS
1. Poesía erótica
castellana. Círculo de Lectores, por cortesía de Ediciones Júcar, Barcelona, 1975.
Página 18.
2. Cancionero y romancero
español. Dámaso Alonso, Biblioteca
Básica Salvat, 1970. Página 12.
3. Idem, página 12
4. Martín de Riquer y José
María Valverde, Historia de la Literatura Universal. Tomo 1. Editorial Planeta S.A.
2ª edición 1968. Página
46
5. https://fr.wikipedia.org/wiki/Zéro (Traducción de la autora del presente ensayo)
6. El poeta está en las catacumbas, de Berta Lucía Estrada Estrada, Agulha Revista de Cultura,
julio 2020. https://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2020/07/berta-lucia-estrada-fernando-arrabal-el.html
7. América-África. Diálogo con el otro lado del espejo, Berta Lucía Estrada Estrada. Revista Aleph, No 193, abril
2020.
8. La shoah en clave de Atenea, de Clara Schoenborn, por Berta Lucía Estrada Estrada, Agulha, revista de
cultura, julio de 2020.
9. Voces desde mi exilio, Berta Lucía Estrada Estrada, Agulha revista de cultura,
abril 2021.
10. Idem
11. Este poema lo
publico con la autorización escrita de su autor, el poeta Antonio Dumetz Sahér.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…; Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.
JULIA MARGARET CAMERON (Índia, 1815-1879). Um dos melhores exemplos de acaso objetivo encontramos na biografia desta fotógrafa, a quem sua filha lhe presenteia uma câmara quando Julia completa 48 anos. Era a sua primeira máquina e até o momento ela não havia despertado o mínimo interesse pela fotografia. Curioso prenúncio de sua filha, o fato é que sua imediata dedicação, ajudada por um amigo, a levou rapidamente ao domínio do processo do colódio úmido – clássico processo fotográfico que se encontra nos primórdios da fotografia –, começando assim a sua carreira fotográfica. De imediato ela transformou um galinheiro em improvisado laboratório e em estúdios algumas dependências da sua casa. O resultado dessa sua identificação foi a criação de um estilo muito próprio baseado em longos tempos de exposição, na falta de nitidez provocada por um rápido desfoque, assim como na supressão de detalhes, nas manchas provocadas pelo modo irregular de como aplicava o colódio úmido e na utilização do simbolismo da iluminação. Caracterizou-se então por sua escolha de trabalhar com retratos – em especial os retratos de mulheres – e as cenas alegóricas, o que a situa como uma precursora da recriação de cenas vivas aplicadas à fotografia. Acerca de seu trabalho ela mesma diria: Eu ansiava por prender toda a beleza que viesse até mim, e por fim o desejo foi satisfeito. Nossa homenagem a essa brilhante fotógrafa, que é nossa artista convidada.
Agulha Revista de Cultura
Número 224 | fevereiro de 2023
Artista convidado: Julia Margaret Cameron (Índia, 1815-1879)
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