Hoy, tras fluidas horas de evocación y comentarios
plenos de lucidez, sé que a Enrique Gómez-Correa (Talca, 1915-Santiago, 1995) se
le estudia y conoce más en el extranjero, de hecho Octavio Paz le señaló en Los hijos del limo al momento de situar los
más importantes poetas de la vanguardia latinoamericana. También me enteré que siempre
le han estado publicando, tanto en inglés, alemán o francés, amigos desconocidos
y conocidos lejanos que le estiman por igual. Sus 22 títulos lucen las portadas
de los más connotados pintores del movimiento surrealista como Granell, Mayo, Herold,
Magritte etc. A propósito, cuando le visité la última sesión, le encontré muy alterado,
pero de indignación. Su texto más reciente (Las
cosas al parecer perdidas) esperaba su publicación para este año en Editorial
Universitaria, allí había señalado hasta la portada –un cuadro de Magritte titulado
“La memoria perdida”– el cual fue utilizado como portada de otro libro por los mismos
editores. ¡Y que esto pase en una de las editoriales más serias del país! Es para
indignar a cualquiera… Provocadores, visionarios e incansablemente lúdicos, detonaron
su poesía que retumbó en medio de la siesta talquina. Allí, Gómez-Correa fundó la
fracción chilena del surrealismo en los años 30, junto a Braulio Arenas y Teófilo
Cid –hoy, los tres fallecidos– manteniéndose fiel a su ideario estético-vital para
siempre. Amigo cercano de Huidobro, colaborador de Pablo de Rokha, contrincante
declarado de Neruda, fue un testigo privilegiado de uno de los períodos más bullentes
de la literatura nacional: la Generación del 38. Entre escritores socialistas, nazis,
un emergente Parra y un Gonzalo Rojas que no les perdía pisada, estos tres adelantados
intentaron llevar la poesía hasta las últimas
consecuencias, hasta donde el sueño y
la vida cotidiana dejen de oponerse contradictoriamente, como declarara Braulio
Arenas, interrogado sobre la impronta de La Mandrágora. Dejo constancia que sólo
el tema de su penosa enfermedad –que él declarara enigmáticamente como producto
de un contagio cósmico– y que aquí nos
hemos reservado para obviar cualquier sensacionalismo, no aparecen transcritas en
la presente entrevista, concedida por el poeta, un mes antes de su fallecimiento.
Algún día se desatará el nudo que perturba
el hilo de la memoria Algún día no habrán los extremos de sueño y vigilia y tú bella
desconocida podrás tenderte libremente sobre la yerba del placer… (“Alicia en
el país de las maravillas”)
MN | ¿Desde cuándo comenzó la poesía a habitar
en usted?
EGC | Empecé a escribir desde muy joven, muchos
poemas que después boté, porque antes del 40 tengo una gran actividad literaria
y cantidad de material publicado en los diarios y un gran contacto con los poetas
de Talca. Mire usted, siendo cabro chico, con no más de doce años, le escribí una
carta a Jorge González Bastías, el poeta de las tierras pobres, de Infiernillo.
Me responde que desea conversar conmigo y me invita que vaya a su casa. Me encuentro
con un comedor típico de casa campesina, allí bajo el parrón, muchos invitados que
no conozco esperan mi llegada. Él se sentó en la cabecera y a mí, todavía con pantalones
cortos, me hace sentar en la otra, de poeta a poeta, me dice. ¡Y nos pusimos a conversar
de lo lindo!
MN | ¿Cómo era la actividad literaria en
el Talca de los años 30?
EGC | Todavía no existía una Sociedad de Escritores,
pero los poetas se reunían en torno a los diarios como La Mañana, que sacaba un
suplemento dominical, donde nos publicaban. También estaba el Liceo de Talca, con
excelentes profesores. Así llegó el hermano de Braulio Arenas, quien había sido
compañero con Neruda en el 10 Pedagógico, también escribía sus poemas, pero muy
parecidos al otro, (yonecaraburlesca). Yo creo que desde allí me empezó a cabrear
esa poesía para enamorar a la novia … (risas). Por ejemplo, este profesor Arenas
nos hacía clases de Castellano y Filosofía, le digo que quiero hablar del Teatro
español, pero que ¡necesito dos horas! ¡Y me las dio! Por otro lado, Braulio daba
conferencias sobre Goethe, y Teófilo Cid estaba más cargado hacia Ortega y Gasset.
MN | ¿Cómo se conocieron los tres? ¿Estudiaban
juntos desde antes?
EGC | Braulio llegó con su hermano desde La
Serena, Teófilo lo expulsaron por mala conducta de Concepción. Hicimos muchas cosas,
una adaptación moderna de Romeo y Julieta,
tradujimos poemas de Goethe y Hölderlin. Empezamos a producir una irradiación muy
grande en el liceo. Teófilo era un orador encendido y llegó pidiendo que lincháramos
al rector, claro que después se retractó …
MN | ¿Qué autores les motivaban en ese entonces?
EGC | Ahí surgió el nombre de la Mandrágora.
Leímos un libro de Heine que le contaba a Madame Stael quiénes eran los románticos
alemanes. Le describía a Novalis y Arnim que nosotros después buscábamos y leíamos.
Sobre todo libros raros. El libro más canallesco que se conoce, Degeneración de
Max Lordau, me sirvió mucho. Allí el planteaba quiénes eran los poetas degenerados. ¡Y así conocí a Baudelaire,
Mallarmé, Wilde, Verlaine! ¡Pero a todos los grandes! Los conocí como dicen los
que juegan cacho, pidiendo poto, donde
afirmaba él lo contrario, yo leía con más interés … (risas) Me acuerdo que Teófilo
con Braulio estaban en la biblioteca cuando pedí un libro de Mallarmé, Teófilo se
largó a reír: Ja! Ja! Ja! … Después se lo recordé, pero le echó su arreglada, se
justificó diciendo que se reía porque era un soñador si pensaba encontrar a Mallarmé
en la biblioteca de Talca.
MN | Por lo que usted me cuenta, eran excelentes
lectores desde temprano…
EGC | Teófilo era un gran lector de la literatura
española, mientras que Braulio y yo leíamos mucha literatura de los románticos ingleses
y alemanes, después los franceses y así sin parar. Nuestra formación era sólida.
En Santiago, nos permitieron bajar a la sección prohibida de la biblioteca Nacional,
al infierno, allí nos pasamos tardes enteras
leyendo de todo…
MN | Y los románticos españoles, ¿no entraban en esas lecturas? ¿Espronceda, Cadalso, Bécquer?
EGC | ¡Es que eran muy malos! Eran simples
rimadores, como Bécquer, que mataba entre las niñitas enamoradas, pero de contenido,
no había mucho. De los libros españoles, me interesaron los libros de caballerías,
esos de antes del Quijote, que es el último
libro de caballería contra la caballería. Me acuerdo de El caballero Invisible.
Allí escarbábamos para encontrar la magia. Incluso, practicamos las ciencias ocultas
por nuestra cuenta.
MN | ¿No fueron acusados de satanismo, como
hoy que está tan de moda?
EGC | Imagínese que Talca era una ciudad feudal.
Cualquiera que fuese distinto se lo señalaba con el dedo. Nosotros hicimos época,
sacudimos Talca. Teófilo coronó una reina, Arenas a otra y yo, para no ser menos,
me coroné a la reina del portón, porque su padre tenía una casa con un portón grande
… (sonríe pícaro). Todas estas niñitas eran muy de sociedad y nosotros nos reíamos
de todo eso. Pero era difícil la cosa. Dividían la calle por donde podían pasar
los rotos, los de medio pelo y los seudo aristócratas. Y si alguno invadía ese terreno,
el caballazo que le daban, tú no eres de aquí, eres de otro lado … Contra eso nos
rebelábamos. 12
MN | ¿Cómo fue ese primer encuentro de los
futuros mandragóricos?
EGC | Teófilo y Braulio iban un curso antes, en quinto humanidades. Yo sacaba una revista que era muy característica. Para poder colaborar en ella tenían que demostrar que habíanleído a Nietzclie y Schopenhauer … ¡De lo contrario, no entraban! Ellos sacaron otra, tirada más hacia la Revista de Occidente. Y cada uno costeaba su edición. Entonces el rector nos dijo que los esfuerzos se estaban perdiendo y nos propuso sacar una sola revista que el Liceo financiaría. Nunca nos pusimos de acuerdo. Ahí comenzamos a ser amigos, realizamos un sin fin de actividades. Nos tocó el Centenario de Goethe, tradujimos textos, los declamábamos. Braulio escribió un ensayo sobre el poeta que lo leía muy a la Espinoza (sesea imitándolo y uno tiende a imaginar al Braulio mozalbete, con grandes ojos saltones y el cabello al rape, en una reconcentrada pose romántica) … Cuando terminamos las humanidades en Talca, viajamos a Santiago. Arenas siguió Leyes, Teófilo se fue al Pedagógico y después me vine yo. ¿Sabe usted cuánto duró Braulio en la universidad? ¡Una hora! Porque le preguntaron en la clase de economía que hablara de los fisiócratas, que es una escuela que fundamenta los principios de economía en la naturaleza. Braulio tomó su sombrero y no volvió nunca más…
MN | ¿Ahí apareció el nombre de la Mandrágora?
EGC | Ah, gran discusión sobre el nombre.
Descubrí en un libro de románticos alemanes a la mandrágora. También, cuando hice
la adaptación de Romeo y Julieta, allí aparece. Julieta va a tomar el narcótico
entre las tumbas y dice: ¡si yo me muero y encuentro a todos mis antepasados y escucho
los terribles aullidos de la mandrágora! (se entusiasma y eleva su índice hacia
el cielo raso). Después la encontré en las partes más inusitadas, en la Biblia,
en el Cantar de los Cantares, donde dice: ya se sienten los olores de la mandrágora
… En esa misma época, exhibieron un film alemán titulado El Golem, que trataba de la mandrágora. Entonces les dije que hiciéramos
una revista con ese nombre, de grandes connotaciones mágicas, pero Braulio se obstinó
en que le llamáramos en alemán… ¿Pero, por qué, si la revista está escrita en castellano
porfiaba yo? (se pasa la mano por los escasos cabellos, como si volviese a estar
en medio de la intrincada discusión). Nadie cedía un ápice. Llevamos la discusión
donde Huidobro. Este miró a Braulio, ¡su perfil era de diaguita puro! (se sonríe
burlón) y le dijo, ¡señor Arenas, por qué se quiere hacer el alemán? … y salió la
discusión (risas)
MN | Pero la idea de la Mandrágora, el germen
surrealista lo traían desde antes, ¿no?
EGC | En Talca se produce una reunión alquímica.
Allí donde nací, con ese olor de los viñedos, el orujo que va quedando, nace el
alcohol. Y llegaba del norte Arenas que eran los metales. Y del Sur, Teófilo que
era el agua. Allí se conforma la mandrágora, esta cosa alquímica muy fundamental,
de creación pura … (su voz se torna misteriosa, bajando hasta casi el susurro inaudible).
También me fascinaba subir a la cordillera y encontrarme con peces petrificados,
fósiles antiquísimos. Había allí un estero con aguas calcáreas, uno metía un zapato
de mujer y se convertía en piedra, ¡era la transformación, la creación total desde
las mismas entrañas de la tierra!
MN | ¿Qué escritores o pintores de ese primer
minuto podemos rescatar aquí?
EGC | Eugenio Ivaudurrazaga, pintor que se
quedó en Talca. Estaba Fernando Onfré que después se perdió. Estuvo Rosemblat, que
nunca fue surrealista, pero presenció muchos actos nuestros. Juan Sánchez Peláez,
un venezolano. Y por supuesto, Jorge Cáceres. En ese entonces tenía quince años
y se integró de inmediato con nosotros. Omar Cáceres que era un excelente poeta,
pero muy trágico. Lo encontraron muerto, botado junto al Mapocho, parece que lo
asesinaron. Se juntaba con gente muy peligrosa, vivía el lado oscuro de la vida.
Carlos de Rokha nos adoraba, mientras su padre nos renegaba diciéndole (imita la
voz aguardentosa y tronante del poeta de Licantén) ¡No seai guebón, tú coi mucho más grande que esos mandrigora que son unos
canallas! (risas). Y eso que él escribía una poesía muy fina, llena de adjetivos,
a diferencia de De Rokha que sacó su nombre de un poeta llamado Almafuerte, donde
todo tenía que ser grande, colosal. Nos decía, ¡tráiganse un poema bueno, pero que sea largo!
MN | Es sabido que ustedes eran más cercanos
a Huidobro, ¿qué relación sostenían con De Rokha?
EGC | Nos convidaba a comer a su casa que
quedaba por La Cisterna. El pan no se traía en panera, no, se traía en uno de esos
canastos de lavandera y se dejaba caer en medio de la mesa, ¡una piráinidedepaii!
Asíalo grandioso … Y el vino lo tenía en un chuico debajo de la mesa entre sus piernas
… Una vez convidó a Braulio y a mí a una comilona y empezamos a imaginar qué iría
a pasar, así nos fuimos hablando y riéndonos, desde la estación Mapocho hasta La
Cisterna, ¡pero no sabíamos que detrás de nosotros venía Carlitos de Rokha! Al llegar
donde Pablo, que estaba sentado al medio, le dice, este parcito se ha venido mofando
de usted todo el camino… Se hizo un silencio, eso que la casa estaba repleta y una
cabrita chica con una de esas primeras radios portátiles metía una bulla (risas),
Pablo se empezó a curvar como araña y nos dice: ¡angelitos, gusanos, ustedes son unos gusanos, yo soy un genio! ¡Usted
lo dice y nadie más! le contestamos y empezamos a agarrarle para el chuleteo, porque
Pablo era muy lento para contestar. Estaba Julio Barrenechea que dijo: ¿por qué no hay paz y serenidad (imitándolo
con la misma voz nasal de Neruda)?, y nosotros contestábamos, ¡qué habla usted que
se ha pasado toda la vida entre Pablos y medianoche! Gran carcajada y silencio del
aludido. Pablo de Rokha entonces me dice, ¡usted es un insolente, lo desafío a un
duelo!¡ y si no tiene pistola, yo se la presto! Conteste: para que sea un verdadero
duelo, hay que hacerlo al amanecer y entonces De Roba dijo, voy al matadero, no
se mueva nadie. Volvió con un cordero, lo asaron y seguimos comiendo … Nadie se
acordó del famoso duelo.
MN | Más famosas fueron sus disputas con
Neruda. ¿Hicieron alguna vez las paces?
EGC | Nunca. Nosotros nunca quisimos acercarnos,
mandó muchos emisarios. Hasta ahora, Jorge Edwards niega que fue uno de esos correos…
Una vez me invitó con ocasión de la visita del novelista brasilero Jorge Amado,
que iba a cocinar unos platos típicos y me aseguró que no iba a ver nada de chimuchina,
que así llamaba a los obreros. Le dije que no, porque se va a prestar para habladurías.
Si grabáramos, estaría de acuerdo. No, me dijo, por ningún motivo. Y no fui.
MN | ¿Cuál era la principal diferencia con
Neruda?
EGC | Mire, en primer lugar, su calidad de
plagiario. Desde chico fue bueno para copiar, desde la escuela en Temuco cuando
se sentaba al lado de Juvencio Valle. A él le pregunté después si le copiaba allá
y me dijo que no tanto como yo le inventaba… (risas). Empezó copiándole a Sabat
del Casi (?) en El Hondero Entusiasta (Desconozco
la referencia, pero no quiero interrumpir su entusiasmo), después a Tagore lo copia
a rajatabla, en Rangún traduce a Blake
y saca versos para Residencia en la Tierra,
lee Piedra y Cielo del poeta argentino
Rainponi y sale con Alturas de Machu-Pichu.
¡Buenazo para el plagio! Lautréamont dice que el plagio es necesario, pero no hay
que abusar… (se ríe largamente, celebrando su ocurrencia). Por otro lado, también
fueron sus concesiones al partido comunista, desde Canto General en adelante, le pedían un poema sobre los chinos y lo
hacía, después se peleaban con Mao y tenía que escribir uno en contra. Mucho cambio
de escenario… no era bueno para el poeta, menos para su poesía.
MN | En ese sentido, los surrealistas franceses
también.
EGC | Hay una parte marxista del movimiento
y algunos quedaron, como Aragon o Soupault, para siempre dentro. Magritte que era
del movimiento surrealista belga y comunista de toda la vida, nunca trancó su pintura
con los dictámenes de la pintura socialista, esa del puño levantado. Aquí en Chile,
Arenas partió siendo marxista-leninista-stalinista ¡todo junto! (risas) y después
terminó escribiendo para los militares… Recuerdo que después de un Primero de Mayo,
Huidobro se hizo coronar en su casa. Esto coincidía con que Santos Chocano se había
hecho coronar por el presidente peruano en un acto carnavalesco. Llegué a su departamento
y estaba todo arreglado con las banderas del partido, con la hoz y el martillo por
todos lados. Entonces veo avanzar a Volodia Teitelboim con unas coronas de laureles
hacia Vicente y coronarle como gran poeta revolucionario, libertario y no sé cuántas
huifas más. No lo podía creer, estuvieron cerca de los comunistas …
MN | En cambio, su postura política ha sido
siempre la…
MN | ¿Cómo se conocieron con Huidobro? ¿Por
separado o como agrupación surrealista?
EGC | Le conocíamos ya corno escritor. En
el año 35, después de un acto en la Universidad de Chile, nos fuimos para su casa
y allí empezamos una larga amistad. Él siempre fue contrario al surrealismo. En
Vientos Contrarios dedica como cuatro
páginas a hablar mal y por eso en París nunca le aceptaron. Ahora la familia inventa
que poco menos que Francia le bendijo. Ninguno de los que están en la Fundación
le conoció directamente, incluso, se va a reír usted, los nietos no conocieron a
Huidobro … Una vez, frente al Crillon, iba entrando Vicente a tomar un aperitivo,
cuando le mostraron un niño y le dijeron que ese era uno de sus nietos. Era la oveja
negra de la familia. Conocí a sus hermanos, a Domingo que tenía una plantación de
claveles que él misino cuidaba como maniático, nadie le podía tocar sus flores.
Entonces fuimos con Vicente a visitarle, mientras le iba hablando, yo iba escondiendo
los claveles que él me iba pasando. ¡Robando flores como niños! Sus hermanos le
estimaban, le visitaban, pero no le tomaban muy en serio.
MN | ¿Y los surrealistas franceses, qué opinión
tenían de Huidobro?
EGC | Los franceses no lo tragaban, porque
se inventó un autosecuestro para llamar la atención, pero se supo que era un embuste
y nunca se lo perdonaron. Por eso mismo, después se portó mal con ellos. Los intelectuales
franceses durante la ocupación nazi se fueron a Marsella, pensando en emigrar a
Chile. Le escribieron a Huidobro y él pudiendo ayudarles, pues su primo era el Ministro
de Relaciones Exteriores, dijo que no, que ya teníamos suficientes judíos en nuestro
país. Imagínese usted lo que habría sido este país, cómo estaría Santiago ahora.
(Indignado) ¿No ve que se fueron a Nueva York, con Duchamp y los demás! (Se pone más serio).
Él pensó que le iban a hacer sombra. Pues era megalómano, había batido los records
en todo orden de cosas. No lo hubiera resistido. La Mandrágora proclamó los fueros del mal Y lo negro invadió sus habitaciones
Donde la magia reinaba a sus anchas La Mandrágora fue desinteresada hasta las lágrimas
Ahora lo recuerdo Había demasiado mal en el mundo Para seguir insistiendo Y nos
recluimos en el silencio… (“El peso de los años”, fragmento VIII)
MN | De los poetas fundadores de la Mandrágora,
Teófilo Cid resultó ser la figura trágica, admirado por los poetas más jóvenes.
¿Podría contarnos algo acerca de él?
EGC | Era un chorro de agua, siempre fluyendo,
siempre llamando a la revuelta. Pero, también, un gran sentimental. Cierta vez fue
expulsado de La Mandrágora, me siguió en tren y pidió de rodillas que lo dejáramos
volver. Era exaltado, pero no tenía el valor para seguir hasta las últimas consecuencias.
MN | ¿Y su transformación tan radical de
dandy a mendigo, usted la vivió?
EGC | Cuando hablé en su funeral, allí quedó
subrayada mi frase, Teófilo Cid, máster de
la noche, en el doble sentido de maestro y profesor de la bohemia. (Su voz suena
melancólica) Se le encontraba en los bares, viviendo en forma arrastrada y así fue
como terminó en la inopia. Durmiendo en las escalinatas del Club de la Unión, las
cuales antes subía como Jefe del Protocolo. ¿Puchas! Cada vez que lo recogían, había
incluso que despiojarlo y volvía a la misma vida. En Estados Unidos iba a visitar
a Rosamel del Valle y pasaba lo mismo… Tenía una inclinación masoquista. Algunos
dicen que terminó así por culpa de un gran amor, la famosa Flor, que se murió. La
llamábamos la flor azul de los románticos
y parece que quedó para siempre con ese amor perdido, no realizado.
MN | ¿El renegó públicamente del surrealismo?
EGC | Teófilo renegó más por conveniencia
que por convicción. El surrealismo no le daba para vivir, no le producía dividendos.
Ahora, él nunca nos atacó directamente. En “Hasta Mapocho, no más”, él roza a la
Mandrágora. Nos trata bien, pero desabridamente. Acomodado por el lado oficialista,
de Ibañez del Campo. Se dejó estar, pero casi desde joven. Se farreó toda su herencia.
Mientras estuve en Francia, desde el 49 al 51, en esos tres años, Teófilo se gastó
una pequeña fortuna que le había dejado SLI padre, incluso con una isla, la cual
quería yo que la transformáramos en la isla-mandrágora. ¿Se imagina usted? Íbamos
a sacar su traducción del Marqués de Sade, hasta hice el prefacio. Pero ahí quedó
y se perdió para siempre. Mientras estábamos con él, lo aconsejábamos, pero nos
alejábamos y se echaba para atrás. ¡Se arrepentía de todo! … Entonces empezó a declinar.
Le rogaban para que le hiciera los discursos a los ministros, como me oye, le rogaban
que fuera a firmar siquiera, hasta que lo echaron del consulado. Se curaba y vendía
todo, el abrigo por un trago de vino … Hasta el último estuve con él, pero siempre
estaba cayendo.
MN | ¿Él era el aristócrata de la Mandrágora?
EGC | No, quizás el que tenía más plata. Su
papá que fue funcionario de ferrocarriles, le dejó propiedades y bastante dinero.
Recuerdo que el año 49 se encachó con la hermana de Pablo de Rokha [se ríe de mi
cara de asombro] y ambos se gastaron todo ese plata1 y después cuando quedó en cero,
para más remate, ¡ella lo pateó!
MN | ¿Y Braulio Arenas?
EGC | Nos unió una gran amistad. ¿Sabe? Hacia
el final, cuando anduvo en todo eso tan vergonzoso, ¡él mismo con los papeles del
premio nacional a cuestas! [Se nota que el tema es doloroso, aún de recordar siquiera].
Vino a mi casa y me dijo: Enrique, tú tienes tu profesión, familia, tus hijos, casa,
todo … ¡Yo no tengo nada! … Le tenía horror a la pobreza … [Se interrumpe y ya no
quiere hablar del tema].
MN | “Una vez el azar se llamó Jorge Cáceres”,
escribió Gonzalo Rojas. Háblenos de él …
EGC | Él se nos acercó después de una conferencia
y nos dijo, estoy totalmente de acuerdo con ustedes, quiero que lean mis textos
y si quieren los publican. Él nos había visto antes, en un momento en que nosotros
estábamos en la Universidad de Chile insultando a Neruda, en el año 39. Ahí armamos
esa pelotera y él se unió a nosotros sin restricciones. ¡Y era casi un niño! Jorge
Cáceres estaba interno en el Barros Arana, donde era inspector Gonzalo Rojas, el
inspector Rojas le decía, porque lo odiaba, no lo podía ver … Un jovencito extremadamente
fino y elegante. Paralelamente era bailarín, lo vinimos a descubrir en el Teatro
Municipal bailando en el ballet de Uthof. ¡Como primera figura! … Su padre, nos
enteramos después, porque su vida era un misterio, tenía una gran sastrería. Entonces
él aprovechó mucho para sus collages los maniquís y los moldes, todo ese ambiente,
lo mismo que el primer surrealismo de Chirico, Ernst y muchos otros. Después en
el 48 realizó un viaje a Francia y tuvo gran aceptación, incluso la portada de ese
número de la Revista Surrealista la hizo
él. Regalón de Breton, todos le querían mucho, le llamaban ¡el gran Jorge Cáceres!
Al año siguiente, yo estaba en París y me enteré de su muerte por un cable de Arenas.
En su escritorio se encontró una carta que me estaba escribiendo, donde me preguntaba
por París, por sus calles, lo que estaba viviendo…
MN | Su muerte aún sigue siendo un misterio…
EGC | Totalmente. Vivía solo en un departamento
y lo encontraron apuñalado. Nunca se supo si lo asesinaron para robarle o fue una
venganza entre homosexuales. Busqué en todos los archivos, durante meses, apenas
volví a Chile y no encontré ningún proceso en ningún juzgado del crimen. Misterio
absoluto. Gran pesar por su pérdida, aquí y en París.
MN | ¿Otros poetas que estaban cercanos
al surrealismo, como Rosamel del Valle y Díaz-Casanueva, mantenían ustedes vinculaciones
literarias con ellos?
MN | Pasando a su poesía, en ella predomina
lo visual. Háblenos de este aspecto.
EGC | Existe una gran correspondencia entre
el pintor y el poeta. Lo que él va viendo, el otro lo va trasponiendo a la palabra.
Mi texto sobre Magritte (Me obliga a buscarlo entre sus papeles. Me entusiasmo con
títulos de surrealistas franceses y latinoamericanos inencontrables. Pero no quiere
que me distraiga, me apura. Da indicaciones certeras, parece conocer de memoria
su biblioteca). “El espectro” de René Magritte (1948) aparece como bibliografía
obligada para entender su obra pictórica y va comentando cada pintura a través de
un poema. Ce van reflejando las equivalencias entre lo visual y el lenguaje, como
en la arquitectura del poema, el ritmo y la imagen.
MN | Otra vertiente de su escritura es más
bien fantasmagórica, con apariciones y desapariciones, ¿de dónde proviene esta imaginería?
EGC | Proviene directamente del inconsciente.
A veces quería escribir una cosa y se me iba para otros lados. Casi toda mi escritura
proviene del automatismo psíquico. Es una coherencia interior. Si uno lee en voz
alta, carece de sentido, pero si los va juntando, aparecen relaciones totalmente
insólitas. Y este proceso no es único de mi poesía, también está en Braulio Arenas.
Aunque, por supuesto, lo recorren los grandes autores de la poesía romántica como
una influencia constante.
MN | El tema del amor, en todas sus variantes,
desde el erotismo a la alquimia, está siempre presente en su obra. Recordemos algunos
títulos suyos: La noche al desnudo (1945),
El calor animal y Zonas eróticas (1973), La pareja real’ (1985). ¿No es ésta una traición
a la vanguardia al usar un tema tan trillado?
EGC | El amor es uno de los grandes temas
de la metafísica occidental. Están las bodas alquímicas. Todos los elementos reuniéndose.
Primero estaba el uno que era la perfección, luego la dualidad que es el amor, pero
con la trinidad aparece la energía intangible, que yo llamo la potencia poética,
esa que es representada por una llama sobre las cabezas. Algo intangible pero que
existe, es real …
MN | ¿Usted consumó el amor alquímico?
EGC | Yo no sé si lo consumé. Pero en el fondo
creo que así fue … Porque uno intenta, intenta alcanzar el límite del ser. Siempre
más cercano al amor místico. Por ahí va la cosa ¿no?
MN | ¿Cómo Enrique Gómez-Correa compatibilizó
la poesía con las leyes?
EGC | Siempre ha habido casos de poetas-abogados.
Goethe, sin ir más lejos. §Y era buen abogado! (risas). Traté de poetizar lo árido.
Porque el poeta todo lo que toca lo transforma en oro filosofal, al igual que los
alquimistas. Siempre la intención es acercarse más y más al misterio. ¡Acuérdese
que mi memoria de titulación fue sobre la locura! Yo llevé una duplicidad de vida.
Los otros abogados me preguntaban sobre esos poemas tan raros, les decía que los
escribía mi hijo, que se llama igual que yo y se quedaban muy tranquilos …
MN | ¿Luego, con la diplomacia pasó lo mismo?
EGC | Recuerde que Saint-John Perse era diplomático
de carrera. Y claro que viajé, también. Durante mis quince años siendo funcionario
consular, no conocí tanto inundo como en mis anteriores viajes particulares. Desde
el Extremo Oriente hasta el África. (Recuerdo haber visto fotos suyas vestido de
monje Zen, luego, junto a la Mezquita de Darnasco, siempre como viajero incansable,
siempre a punto de partir…). Y cuando me quedaba sin dinero, volvía a ejercer, reunía
lo suficiente y vuelta a partir. ¡En un día, ganaba más como abogado que con el
mes de sueldo del Ministerio de Relaciones! … Tenía un abrigo negro elegantísimo
y cuando entraba a alegar a la Corte, me veía impresionante, como un príncipe (risas)
y eso provocaba un gran efecto teatral. Ganaba al tiro los pleitos. ¿Sabe? Me di
la gran vida, ¡pero la gran vida! No me arrepiento de nada …
MN | ¿Qué le diría Enrique Gómez-Correa
a aquellos que piensan que el surrealismo ha muerto?
EGC | Siguen existiendo poetas surrealistas,
incluso en Chile hay nuevas generaciones interesadas en la experiencia límite del
surrealismo. Mire usted, el surrealismo es la libertad extrema. Es la revuelta permanente.
Ahora que han caído todas las utopías, que el hombre se quedó sin misterios. Y recuerde
que el acto surrealista por excelencia fue desatar a la imaginación ¿me comprende
usted? Allí donde sea que se esté gestando un cambio radical, las futuras revoluciones,
seguirá siendo necesario el surrealismo. Santiago, 10, 13 y 22 de junio de 1995.
Agulha Revista de Cultura
Número 226 | março de 2023
Artista convidada: Christiane Boumeester (Indonésia, 1904-1971)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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