Por eso queremos circunscribir estas líneas a
una visión global sobre lo acontecido en parte del siglo XX y en lo que va del XXI,
ya que en última instancia lo que nos interesa es ver la proyección que el arte
puede tener como posibilidad de salida en un mundo que está manejado desde un poder
que cimenta su fuerza en lo económico. Sin embargo, será inevitable que por momentos
viajemos a un pasado algo más lejano para poder ejemplificar nuestra exposición.
El hoy
Cuando hablamos de arte, cuando hablamos de cultura, no podemos
hacerlo en forma univoca y autónoma, como si ambos (arte y cultura) estuviesen descontextualizados,
como ya dijimos, en todas las épocas los artistas han estado inmersos en situaciones
sociales, políticas, religiosas, y muchas veces (o casi siempre) influidos por procesos
bélicos que se daban en sus entornos, al punto que es muy difícil imaginar algún
momento histórico sin una guerra mediante, salvo que, en otros tiempos, esas guerras
podrían ser noticias lejanas y tardías de acuerdo al lugar del mundo en que ocurrieran
y hoy todo es instantáneo o mejor dicho On-line.
Cuando pensamos en el arte actual o en la cultura
actual (luego veremos diferencias) podemos preguntarnos qué quiere expresar la palabra
actual. Lo cierto es que en todos los tiempos convivieron una multiplicidad de generaciones
que de distintas formas plasmaron su visión del arte y representaron aspectos importantes
dentro de la cultura de un determinado lugar, por lo tanto, lo actual (si con ello
nos referimos a lo nuevo) convive con expresiones que ya se vienen manifestando
desde muchos años en este cruzamiento generacional al que hacemos referencia, solo
que podríamos suponer una diferencia, mientras en otros momentos era común que los
movimientos artísticos se agruparan, pensemos en los Románticos, Modernistas, Ultraístas,
Surrealistas, Creacionistas, si nos referimos a la literatura de finales del siglo
XIX hasta poco más de mediados del XX, o en las mismas segmentaciones en que los
estudiosos han dividido a la música comúnmente llamada clásica: Barroca, Clasicismo,
Impresionismo, etc. o en el caso de las artes visuales: Expresionismo, Cubismo,
Futurismo etc. Hoy en cambio hay una dispersión mayor que hace más difícil agrupar
la producción artística.
¿A qué se debe esta cierta dispersión y una tendencia
menor a las agrupaciones? Creemos que la rapidez de los cambios en los últimos años
fomenta estas búsquedas individuales, porque es más difícil, definir en grupo qué
es una expresión artística en particular o el arte en general, como se hacía en
otras épocas y elaborar un manifiesto, a raíz de que todo fluye y cambia a cada
momento.
Tratemos entonces de acercarnos al hoy y a qué
está ocurriendo en las formas o expresiones artísticas, que terminan conformando
parte de la cultura de un determinado lugar.
La modernidad ha representado una época de reglas
y de algún modo esperanza, esta esperanza estaba dada por lo que Françoise Lyotard
(filósofo francés (1924/1998) llamó “Los relatos emancipadores o metarelatos”, estos se podrían ejemplificar
bajo el siguiente enunciado:
Algo está aconteciendo en el presente que significará un cambio rotundo a
futuro.
El relato emancipador por excelencia fue el Marxista:
La burguesía sofocará tanto al proletariado que llegará el
momento en que este se levante y revolucione el orden social.
Aunque podemos suponer que el primer relato emancipador
fue el Cristianismo, a pesar de que ese relato refiera a una situación post mortem,
cuando San Pablo propone el cumplimiento de los mandamientos y la fe en Cristo para
tener a futuro una vida eterna junto al Dios padre todopoderoso, está realizando
un relato emancipador o metarelato.
Los metarelatos son los que han marcado la modernidad. Esos
metarelatos son la emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación
progresiva o catastrófica del trabajo (fuente del valor de alienación en el capitalismo),
enriquecimiento de la tecnociencia capitalista, e incluso en el cristianismo moderno,
con el amor al martirio. (F. Lyotard)
Qué lugar ocupa entonces lo posmoderno. Sin lugar
a dudas lo posmoderno pertenece a lo moderno. Para algunos una obra no puede ser
moderna si no es primeramente posmoderna. (F. Lyotard)
Ahora bien, en la década del 90, se produjeron
acontecimientos fundamentales que comienzan en Noviembre 1989, con: la caída del
muro de Berlín y el inicio de la globalización, que si bien tiene esa fecha como
hito, se da esencialmente por el desarrollo tecnológico y sobre todo por el de la
tecnología de comunicación que, con el correr del tiempo, llegará a su pináculo
con el auge de las redes sociales y las formas virtuales que adquirieron un posicionamiento
impensado; paralelamente aparecen grupos fundamentalistas que vuelven a imponer
un relato emancipador, no ya esperanzado sino plagado de terror y muerte, que coronó
con el ataque a las “Torres Gemelas”,
el 11 de septiembre de 2001 el fin de la posmodernidad.
Como vemos, la posmodernidad fue un período de
corta duración, entre los años 1970 y 2001, pero caeríamos en un grave error si
suponemos que los postulados posmodernos han perdido totalmente su vigencia, como
coletazos de un animal moribundo, muchos rasgos de la posmodernidad siguen vigentes
en el mundo actual, (Caída de los liderazgos – Gran influencia de los medios de
comunicación – Mediatización de la política – Centralización de la actividad a través
de las redes sociales etc.)
En este contexto, como vemos, la política se ha
transformado en un show mediático, con políticos ya no como estadistas, cosa que
ocurrió en años anteriores, sino como figuras producidas por el marketing que terminan
posicionados en la apreciación popular, donde los medios de comunicación acaparan
el poder y donde las redes sociales son el nuevo y más efectivo “panóptico”.
“El panóptico”, desarrollado por el filósofo Jeremy
Bentham, (Inglaterra, 1748/1832) tenía como fin el poder controlar el comportamiento
de los presos en las cárceles de Inglaterra de ese periodo. Esencialmente estaba
conformado por una torre en cuya parte superior los guardias podían tener una visión
general y control de toda la población carcelaria y a su vez no eran vistos por
los presos.
Con todo, el efecto más importante del panóptico
era psicológico, es decir, los presos conscientes de que los guardias los vigilaban
constantemente mantendrían un comportamiento adecuado, al punto que, transformado
en regla o costumbre, el comportamiento de la población de presidiarios sería independiente
de que en la torre hubiese o no guardias.
Es interesante porque el concepto de panóptico
se utilizó con distintas estructuras no solo en cárceles, sino también en los manicomios
y hasta podemos decir que la verticalidad que aún perdura en algunas empresas parte
de esta idea.
Sin embargo, hoy, tecnología mediante, no hace
falta ninguna construcción panóptica, ni vigilantes armados controlando. A través
de las redes sociales estamos constantemente observados, saben nuestros gustos,
que es lo que miramos, que escuchamos, nos proponen artículos para consumir o películas
que serían de nuestro agrado, simplemente por los algoritmos que las computadoras
desarrollan en base a nuestras actividades en las redes. Estamos constantemente
vigilados y esto es parte integral de la cultura actual, y el arte como una manifestación
fundamental de la humanidad no puede quedar afuera.
Hoy todo forma parte de un mercado que nos exige,
que nos encuadra bajo un rotulo que poco tiene que ver con lo artístico, ese rotulo
es la “productividad”
¿Por qué decimos esto? Como primera medida el
arte (desde la creación o desde la apreciación) necesita de un espacio en el cual
desarrollarse, la quietud, el ensimismamiento, el retiro, un texto de Clarice Lispector
(Escritora Ucraniana-Brasileña) (1920-1977) lo ilustra excepcionalmente.
Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía,
únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí,
leí algunas líneas maravillosas, lo cerré de nuevo, me fui a pasear por la casa,
lo postergué aún más yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había
guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos
más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad.
Sin embargo, el mundo actual no da este espacio,
la “vida contemplativa”, forma ideal representada
en la Grecia clásica como el máximo exponente de la libertad, hoy ha quedado de
lado ya que la gran meta de todos o casi todos es la hiperactividad, producir para
consumir y volver a producir en esta secuencia infinita que genera la sociedad de
consumo y que fomenta el neoliberalismo.
Cuanta consciencia hay en la gente sobre todo
esto, diríamos que poca y en algunos casos ninguna. Una frase de Fiódor Dostoievski
es alusiva a lo que decimos:
La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse
de que nunca sepa que está en prisión”. (Fiódor Dostoievski (1821/1881) “El príncipe
idiota (1868)
En una sociedad en la que el mandato principal
es ser productivo y donde palabras como “autodesarrollo”
y “autodisciplina” son fórmulas habituales,
la “meritocracia” pasa a ser una idea
en la boca de todos. No obstante, la meritocracia deja afuera circunstancias sociales y culturales e iguala a todos suponiendo
que existen las mismas posibilidades cuando es sencillo poder ver que no es así,
aunque en verdad, se sabe perfectamente que no existen las mismas posibilidades,
solo que todo aquel que no está dentro del encuadre queda excluido, deja de importar
y no es considerado.
Sin embardo, a pesar de lo dicho, es válida la
aclaración de Osvaldo Rossi, poeta y ensayista argentino (1953) quien dice:
La valoración
exclusiva al mérito genera el error de causa, porque la causa es la diferencia preexistente
de las posibilidades. Pero el rechazo exclusivo al mérito genera la desmotivación
que conduce a la chatura y a la burocracia ineficiente. Podemos llamar a este extremo
“error de efecto.
En una sociedad donde ya no rendimos cuentas a
otros, sino que nos rendimos cuenta a nosotros mismos, ya que el “Vigilar y Castigar” que postulara Michael
Foucault ha quedado en desuso, para transformarse en una sociedad del “Si, se puede”, donde cada uno es responsable
de su propio desarrollo y responsable también de su fracaso, la consecuencia final
no puede ir mucho más allá de la angustia.
Esta angustia no es “El vértigo de la libertad” como lo pensara Soren Kierkegaard, no es
una angustia existencial, a la manera de ese ser arrojado al mundo y que se busca,
como lo postulaban Heidegger o Sartre, sino una angustia frente a la desigualdad
económica, la polarización del poder, la marginación y también la destrucción del
planeta y todo esto generado por nuestra propia mano.
Y entonces ¿cómo encaja el arte en este encuadre,
y que podemos decir de la cultura actual?
Para ello, propongamos dos preguntas ¿a qué llamamos
arte? Y ¿a qué llamamos cultura?
La RAE (Real Academia de la Lengua Española) entre
otras definiciones de “Arte” expresa:
Manifestación de la actividad humana mediante
la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos
o sonoros.
Como vemos, la definición es considerablemente
amplia y ubica en la categoría de artístico toda manifestación en donde una o más
personas plasmen bajo una forma sonora (musical), lingüística (distintos géneros
literarios) o a través de recursos plásticos, aunque ahora prefiere hablarse de
“formas visuales”, su apreciación del
mundo que lo rodea o de su propio interior.
En cuanto a cultura, aquí también tomaremos una
de las definiciones que proporciona la RAE:
Conjunto de modos de vida, costumbres, conocimientos
y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social,
etc.
Podemos asumir entonces que la cultura comienza
desde el momento mismo en que nuestro más lejano antepasado hizo un primer instrumento
que de algún modo le facilito su existencia.
¿Pero qué ocurre cuando miramos la sociedad en
la que nos ha tocado vivir? Particularmente en mi país, Argentina, desde hace años
vivimos una profunda crisis económica y social que excede a las banderías políticas
y que ha generado un importante índice de pobreza, esta pobreza no es solo económica
sino también intelectual, educativa y cultural y esto no solo acontece en Argentina
sino en muchos países del mundo.
De modo que ya no podemos hablar de la cultura
sino de un abanico de formas culturales que se dan en una región, ya no podemos
hablar de arte, sino de las distintas manifestaciones artísticas que se presentan
ya que cada estrato social buscará y encontrará su forma de expresarse y esto nos
lleva a una idea central, es hora de dejar de lado cierta apreciación “Culturosa” (entendemos por tal, a la tan
mentada idea de que el arte se asocia a una refinada y pulcra visión de un segmento
o clase privilegiada por un determinado nivel cultural) y ver el arte desde un lugar
más amplio. En estas mismas líneas, hablamos de segmentaciones en la literatura,
en la música o en las artes visuales y nos mantuvimos en un nivel por decirlo de
algún modo ortodoxo, pero qué ocurre con otras formas, pensemos por ejemplo desde
lo musical en el “Rock”, que ha significado
acaso uno de los movimientos revolucionarios más importantes del siglo XX, como
olvidarnos de la cultura y el arte “Pop” o
el “Beatnik”, pero aun así, en nuestro país, no alcanza eso, y muchos jóvenes
se encuentran representados por formas como el “Reggaetón”, el “cuarteto” o
la “Cumbia”, y a nadie puede pasar desapercibido
el desarrollo del “Rap” ya que representa
una de las pocas manifestaciones donde se busca una forma poética/musical que denuncie
lo que ocurre en la actualidad.
De modo
que preferimos ver el arte como una expresión muy amplia en la que se producen distintas
manifestaciones, más allá de que todas ellas no sean plausibles para muchos críticos,
e inclusive no entren en los gustos de quien escribe estas líneas, pero eso no nos
limitará en la apreciación y en la aceptación de nuevas formas.
En un trabajo sobre la literatura denominado “Sobre la forma poética” (aunque como sabemos
la forma poética excede lo puramente literario), Santiago Sylvester, poeta argentino nacido en Salta en 1942, hace referencia
a las características del poema y dice:
No hay placer por ver siempre lo mismo en arte. Ni es posible
buscar sorpresas donde ya todo es conocido; tal vez por eso, la forma poética encuentra
un sentido en la mutación y cada tanto propone versos todavía extraños al oído.
Y esa última expresión “versos todavía extraños al oído” es tal vez la clave de la negación
y cerramiento de muchos frente a formas artísticas que están ocurriendo en la actualidad.
Lo que sí podemos notar es que en muchos casos
las manifestaciones artísticas están siendo más “Livianas”, es decir, en términos generales ya no buscan perturbar,
generar un quiebre y esto es una característica de la cultura de este tiempo.
En la música, el rock fue una ruptura perturbadora
(es importante aclarar que hablamos de Rock y no de Rock and roll, que fue simplemente
un estilo musical bailable). En literatura, ciertos movimientos, pensemos en el
Surrealismo, por ejemplo (aunque el mismo tuvo incidencia en prácticamente todas
las manifestaciones artísticas y más allá de lo artístico), significó un quiebre
con las formas de expresión del momento y una apertura nunca antes lograda a través
de lo inconsciente y es interesante ver como el surrealismo incorpora elementos
absolutamente vigentes en un mundo donde los desarrollos de la psicología eran fundamentales.
En el marco de las artes visuales, el postimpresionismo, tomemos a Vincent Van Gogh,
es un ejemplo claro de un quiebre que ni siquiera fue aceptado en su momento y se
reconoció tardíamente.
Acaso, hacer arte sea una búsqueda de algo nuevo,
de ciertas rupturas, búsqueda por otra parte infructuosa, ya que nunca llegaremos
a lo buscado y acaso esa infructuosidad de la búsqueda es lo que hace maravillosa
a la aventura artística.
Hoy en día el arte, como dijimos, es más liviano,
todo es más “Pulido” al decir del filósofo
Sur Coreano Byung Chul Han (1969), ya que no se pretende de algún modo quebrar una
estructura sino simplemente gustar y para ello nada mejor que la suavidad y lo homogéneo.
¿Por qué lo pulido nos resulta hoy hermoso? Más allá de su
efecto estético, refleja un imperativo social general; - encarna la actual sociedad
positiva - Lo pulido, lo impecable no daña. Tampoco ofrece ninguna resistencia.
Sonsaca los “Me gusta” El objeto pulido anula lo que tiene de algo puesto enfrente.
Toda negatividad resulta eliminada. (Byung Chul
Han “La salvación de lo Bello”)
Por otra parte, el proceso que ha generado Internet
a través de sus redes es muy importante y esto ha producido una simbiosis entre
lo público y lo privado, donde la diferenciación es casi nula, se unifica la vida
privada y la pública, los gustos de cada uno, el hacer cotidiano de cada uno y también
obviamente las manifestaciones artísticas.
Hoy todo se expone, todo es parte de un show o
espectáculo, como bien lo expresa Paula Sibilia, (1967) antropóloga argentina residente
en Brasil, en un libro titulado “La intimidad
como espectáculo” donde dice:
Hoy vemos como los medios de comunicación sin pretensiones
artísticas están más y más atravesados por el imperativo de lo real, con una proliferación
de narrativas que tratan la vida tal como es en todos los circuitos de la comunicación.
Mientras tanto, la propia vida tiende a ficcionalizarse recurriendo a códigos mediáticos,
especialmente los recursos dramáticos de los medios audiovisuales, en cuyo uso hemos
sido persistentemente alfabetizados a lo largo de las últimas décadas.
Un nuevo Narciso se ha desarrollado, no ya mirando
en un estanque su propia imagen, sino viéndose en la pantalla de un ordenador y
donde Eco no es una ninfa enamorada, sino otro Narciso que responde positivamente
con un pulgar hacia arriba o un corazoncito, retroalimentando así el círculo.
Como juega la política en esto y tengamos en cuenta
que cuando hablamos de política hablamos también de economía. Creemos que el estado
de las cosas es funcional a un mejor manejo, cuanto menos piense la gente más fácilmente
puede ser conducida, pero ahí, precisamente ahí, es donde el arte puede generar
el gran cambio en la cultura, escritores, músicos, escultores, pintores, bailarines,
actores, cantantes u otros tienen (tenemos) la gran oportunidad de manifestarnos
de poder mostrar lo que hacemos, pero sin caer en lo que el mandato social nos impone.
No proponemos una revolución, ya que dudamos que
una revolución pueda ocurrir en las condiciones actuales, pero sí proponemos que
por un momento cada uno de nosotros, cada uno de quienes tratamos en mayor o menor
medida de mostrar lo que producimos en materia artística lo hagamos desde la más
absoluta autenticidad y no en función de lo que los mandatos sociales nos imponen
o en función de una exposición narcisista que poco tiene que ver con la calidad
de lo expuesto sino con la cantidad de los seguidores que tengamos.
Primer interludio
En diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan, provincia china
de Hubei, se reportó el primer caso de una enfermedad identificada en primera instancia
como una forma de la neumonía y que después derivaría en una pandemia a nivel mundial
de un virus hoy conocido como “SARS-Co V- 2.56”, causante de una patología denominada
“Covid -19”, aunque vulgarmente se lo conoce como “Coronavirus”; y por qué hacemos
esta referencia, simplemente porque la situación pandémica que se ha vivido en los
últimos años, ha cambiado profundamente el comportamiento de la gente y ha sumido
en la incertidumbre y la angustia a gran parte de la población, al punto que hoy
en día, cuando a pesar de los repetidos contagios que aun afectan, se acepta que
el periodo pandémico ha concluido, muchos no pueden salir de su encierro y viven
bajo el temor y el miedo frente a una enfermedad de la que nosotros mismos podemos
ser los responsables al propagarla e infectar a otros.
Esta pandemia modificó nuestros modos de vida,
interfirió en nuestras libertades individuales, modifico de algún modo nuestros
tiempos y generó un nuevo comportamiento bajo el título de “Nueva normalidad” aunque indudablemente a cualquier mente atenta, la
sola palabra “normalidad” debería de inquietar,
ya que ¿quién es el que define qué es normal y qué no? Bajo el esquema de lo normal
y lo no normal, es mucho más fácil manejar a la gente ya que todo aquello que no
encuadre en la norma es excluido, y así durante años se excluyeron, enfermos, homosexuales,
gente de color etc.
Por otra parte, y esto no es menor, el encuadre
pandémico ha dado oportunidad a todos los manejos políticos que podamos imaginar,
ya que bajo el manto del cuidado de la ciudadanía se han producido dictámenes regulatorios
con total impunidad.
La política y el poder
Michael Foucault establecía tres formas de ejercer el poder:
“El poder de la soberanía” – Es un poder vertical descendente
con poca intermediación.
“El poder de la legislación” – Establece
la ley como certeza y tiene mucha intermediación.
“El poder disciplinario” – Se automatiza y se transforma
en una costumbre, y no se reflexiona sobre
ello.
Sin embargo, el desarrollo máximo del poder disciplinario
lo ha logrado la sociedad actual que, como dijimos, nos instala en una situación
donde cada uno es responsable de sí mismo y no llega a darse cuenta del mandato.
Y en este aparente distanciamiento del mandato
social y la instalación de una libertad casi absoluta, es cuando más sujetos estamos
a las reglas que ya han dejado de ser reglas para transformarse en hábito.
Ahora bien ¿cuál es el modelo que esta sociedad
instala o pretende instalar? La respuesta es sencilla, y bastaría observar en cualquier
publicidad televisiva, donde el fenotipo es un hombre o una mujer, atlético, “bello/a”,
tiene que tener un buen automóvil y obviamente desarrollarse o utilizando la jerga
vigente, ser un “emprendedor”.
Es extraño pensar que, en un mundo con tantas
disparidades, con tanta heterogeneidad, se pretenda instalar un modelo tan homogéneo
de cómo debemos ser. De allí la importancia de tantos movimientos que intentan mostrar
otras variables donde la diversidad es la constante. Esta diversidad o el aceptar
esta diversidad será una de las posibles salidas para una sociedad nueva en donde
no nos ahoguemos en los mandatos que la misma sociedad esconde y podamos buscar
cómo ser, cómo vivir, y cómo mostrarnos a los demás.
Por eso nuevamente, el arte puede ser el vehículo
para esta diversidad y las distintas manifestaciones de diversidad pueden ser y
deben ser, el inicio de una nueva cultura donde lo distinto sea el rasgo más representativo,
sin encasillamientos, sin decir entre otras cosas, “Esto es arte y esto no”.
No obstante, lo último que hemos expresado puede
tener su objeción, y es que en una amplitud tal, va a ser muy difícil la delimitación
y cualquier expresión podría ser tomada como artística, pero esto en verdad no nos
debería preocupar, ya que en última instancia, “el tiempo”, que es el gran juez, será quien dictamine que prevalecerá
y que se borrará del recuerdo, y no nos olvidemos que una obra artística se proyecta
a la infinitud, como lo manifiesta el filósofo francés Alain Badiou (1937), en su
libro “Lo finito y lo infinito”:
Pienso que el arte tiene que ver con lo infinito, porque en
mi opinión todo lo que tiene relación con la creación del pensamiento tiene que
ver con lo infinito. […] Si dos mil años después de la muerte de alguien todavía
hablamos de él, entonces en algún sentido sigue viviendo en el pensamiento. Lo mismo
sucede con las obras de arte. Son creaciones que van a subsistir, permanecer y que
los hombres consideran como más fuertes que la muerte.
De ahí que los elogios y triunfos circunstanciales,
los me gusta, los pulgares hacia arriba de internet o los bellos corazoncitos, pueden
ser una caricia para el ego de algunos y un alimento para el narcisismo de otros,
pero son solo eso, circunstanciales y factibles de olvido, el tiempo dirá que es
lo perdurable.
Por otra parte, podemos preguntarnos si la política
y la economía son catalizadores de estos cambios que apuntan a la diversidad, desgraciadamente
creemos que en la mayor parte de los casos obstaculizan o cuando los promueven,
muchas veces no lo hacen desde una verdadera integración con la idea sino desde
una posición que los favorece, es decir buscando el rédito correspondiente.
Pero la política nos quiere modelar, por eso como
dice Paul Preciado refiriéndose a Foucault:
[…] el cuerpo no es para Foucault un organismo biológico dado
sobre el que después actúa el poder. La tarea misma de la acción política es fabricar
un cuerpo, ponerlo a trabajar, definir sus modos de reproducción, prefigurar las
modalidades del discurso a través de las que ese cuerpo se ficcionaliza hasta ser
capaz de decir “yo.
Hoy tenemos que ser capaces de decir “Yo” sin que ese yo sea lo que otro define
que debo ser.
Segundo interludio
La comunicación es la clave, y el arte como parte de la cultura
del mundo y como una de las formas de comunicación, debe ser una constante oposición
a nuestro entorno, no oposición por la oposición misma, sino por la búsqueda de
algo que cuestione y ponga en duda lo que nos rodea.
La humanidad se ha caracterizado por el surgimiento
de grandes cuestionadores que pusieron en tela de juicio lo que las formas (paradigmas)
dictaban. Hoy debemos romper paradigmas y tal vez los paradigmas comunicacionales
en los que vivimos deberían ser revisados.
Los acontecimientos del Covid -19, citados en
las líneas precedentes, fueron durante más de dos años titular y primera noticia
en internet, en la televisión y en todos los medios de comunicación, donde la estadística
de las muertes pasó a ser casi un juego macabro, entre un lugar y otro como si se
compitiera por quien tenía índices más bajos de contagios o muertes, olvidándose
muchas veces del dolor que eso provocaba, pero no olvidando la tendencia política
que se quería mostrar. Sin embargo, de la noche a la mañana todo eso desapareció
frente a una noticia que ocupó las primeras planas “Rusia había invadido Ucrania”.
La guerra con su saldo de destrucción y muerte
ocultaba bajo su mayor impacto todos los titulares desplazando a lo que durante
años fue el tema principal. Y aquí no estamos poniendo en duda, la importancia de
la noticia, ni haciendo un análisis sociológico o geopolítico del hecho, ya que
eso excedería las pretensiones de estas notas, sino viendo o intentando mostrar
como una noticia sepulta a otra dado su mayor impacto sobre el oyente, televidente
o lector, transformándose esto en una característica de la comunicación actual.
La guerra hoy sigue golpeando no solo una parte
de Europa, nos referimos a Ucrania específicamente, sino que, desde otro lugar,
desde otro modo, a todo el mundo ya que la amplitud de la comunicación hace que
con la más cruda realidad se nos muestren las cosas que ocurren y, sin embargo,
ni esto escapa a los cánones de la comunicación actual ya que la guerra también
fue desplazada, esta vez por algo mucho más lábil, “El mundial de futbol de Qatar 2023”. Durante más de un mes, todo quedo
en el olvido, en suspenso y de lo único que se ocuparon las noticias (por lo menos
en Argentina) fue de lo que acontecía en ese lejano país de las Repúblicas Árabe
Unidas y de los resultados de los partidos y el desempeño de figuras que pasaron
casi de la noche a la mañana al nivel de próceres nacionales. Y aquí entonces vemos
otra manifestación de la cultura, “el futbol”,
ya que sin dudas es una forma cultural de increíble peso en gran parte del mundo
y sin embargo denostada por muchos de los integrantes de la “Alta” cultura o de la intelectualidad, lo
que nos muestra una vez más lo necesario de poner en un plano más amplio nuestra
apreciación de los fenómenos que de algún modo cimentan lo que somos.
No podemos bajo ningún punto de vista negar el
valor que tienen aquellas manifestaciones que representan al pueblo o a la mayoría
de la gente de un determinado lugar, pero tampoco podemos permitir que los medios
de comunicación y la política oculten tras este manto otras cosas que están ocurriendo
en simultaneo, ni podemos nosotros mismos escondernos tras eso para no mirar esas
otras cosas, porque mientras todos estábamos ocupados en los resultados de los partidos,
en las jugadas de algunos brillantes jugadores etc. muchos habían muerto en la construcción
de los estadios de Qatar, y poco o nada se decía al respecto, el mundo seguía su
ronda, con muchísima gente padeciendo hambre y abandono, una guerra continuaba generando
muertes y destrucción, refugiados pedían asilo y muchas veces eran rechazados por
los grandes países, y la lista sería demasiado extensa como para seguir enunciando.
Saber lo que somos, con aquellas cosas que nos
gustan y lo que no, tal vez sea una de las búsquedas que debemos encarar para poder
definirnos, para poder tener en claro qué lugar ocupamos en el mundo. Y ese lugar
signará nuestra cultura y el arte será uno de los vehículos más importantes para
cimentar nuestro futuro, en una humanidad mucho más heterogénea, donde la diversidad
sea totalmente aceptada.
Conclusiones
La sociedad actual es compleja, dispar, la más de las veces
polarizada entre los que mucho tienen y aquellos que ya perdieron todo o casi todo,
una sociedad atravesada por la tecnología con toda la carga de positividad y negatividad
que esto implica.
La humanidad está avanzando a pasos agigantados
que, así como nos posibilitan grandes logros, también, por momentos, nos ponen en
el filo del abismo.
Alguna vez un antepasado muy lejano, se irguió
y miró el horizonte, un horizonte lleno de posibilidades, plagado de factibles búsquedas.
Alguna vez ese antepasado trabajó con cuidado y dedicación los restos de un hueso,
un cuerno o un diente y creo el primer instrumento, había nacido la cultura. Más
tarde, trazó signos propiciatorios en una caverna para favorecer la caza y dio origen
al arte. Un nuevo horizonte había surgido, esta vez simbólico.
Pero la humanidad paso de las cavernas a pequeñas
aldeas y de estas a ciudades, reinos e imperios, se desarrolló la escritura, la
estratigrafía social dificulto las relaciones y fue preciso establecer reglas, jerarquías,
nacieron el rey, el sacerdote, el escriba, el filósofo, y también el esclavo, el
mundo ya no sería igual.
Ese horizonte que había mirado aquel antepasado
acaso lleno de temor y dudas, paso a ser un objetivo de conquista, y la palabra
poder adquirió un peso nunca visto.
La cultura tomo formas distintas de acuerdo al
lugar del mundo al que nos refiramos y en todos los lugares fue, en mayor o menor
medida, determinada por los circuitos de poder. Desde momentos en que la Religión
dominaba las formas artísticas y era el ojo censor de estas formas, hasta situaciones
políticas que generaron artistas alineados y propagandistas de una ideología determinada
o bien la persecución o la muerte de otros que no se mostraron a favor ellas.
El arte trato de plasmar que ocurría en el mundo,
y también desde un lugar más psicológico que ocurría en la interioridad de cada
ser humano frente a lo que vivía, pero a medida que ese mundo se complejizaba, se
complejizó y llegó a transformarse en algo de difícil acceso.
Hoy la tecnología impera y no podemos pensar el
arte fuera de ese encuadre, el horizonte, pasó en muchos casos de ser esa línea
inalcanzable en la lejanía de nuestros ojos, a una pantalla (Computadora, Notebook,
Tablet, Celular) y gran parte de la sociedad se aferró a ello con una dependencia
casi patológica y es válido aclarar que no creemos que la tecnología sea negativa
en sí misma, sino todo lo contrario, pensamos que la tecnología es un instrumento
vital para nuestro desarrollo en tanto la utilicemos con el criterio necesario como
para no transformarnos en esclavos de la misma.
El filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein (1889/1951),
expreso:
Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.
Hoy, en muchos segmentos de la población, el lenguaje
ha decaído y la falta de lectura lo empobrece cada vez más. Este empobrecimiento
al decir de Wittgenstein delimita el mundo, debemos como representantes de las distintas
formas artísticas, tratar de llegar a la gente para que esta pueda abrir sus mentes
a una instancia superadora del hoy y ahora. Pero también debemos asumir que las
formas artísticas tienen que representar o acercarse a las necesidades de nuestro
entorno y no permanecer como una realización elitista para un segmento determinado.
Si pensamos el arte como un espejo donde nos miramos
embelesados a nosotros mismos, nunca generaremos nada positivo para la cultura de
nuestro tiempo. Por eso creemos necesario entender que cuando hablamos de cultura
hablamos de todo lo que nos rodea, de lo que somos, y lo que somos está constituido
por aquellas formas más genuinas de nuestra interioridad y nuestro terruño, pero
también por todo lo externo que hemos incluido en nuestras vidas y sin lo que hoy
en día no podríamos vivir.
El futbol (individualizado, porque fue tratado
en este trabajo, pero también otros deportes), la literatura, las distintas expresiones
musicales o visuales, son y serán las formas en que nuestras sociedades se manifiesten
con mayor o menor furor y entusiasmo, con mayor o menor abstracción o linealidad,
la comunicación, y los medios que la difunden, la política (ya que de algún modo
todo es política) y la religión forman parte de este conjunto heterogéneo en el
que vivimos y que designará nuestra cultura y solo una genuina deconstrucción de
estos elementos podrá darnos una salida.
La diversidad tiene que signarnos, como la nueva
forma de ver el mundo, el respeto por el otro, revolución profunda generada entre
otros por los movimientos feministas, muestran el deseo de cambiar una sociedad
que durante años agobió y discriminó a muchos de sus integrantes y también como
algo fundamental, el cuidado a nuestro planeta, fomentado por tantos movimientos
ecologistas, serán sin duda uno de los legados más importantes que podamos dejar
a la sociedad que nos continúe.
Bibliografía
Bauman, Sigmund. –“La Modernidad Líquida”- Ed. Fondo de Cultura económica,
Buenos Aires, 1980.
Badiou, Alain: “Lo finito y lo infinito” Ed. Capital intelectual, Bs. As. 2016.
Barthes, Roland. –“El susurro del lenguaje”- Ed. Paidos – Buenos Aires, 1987.
Lyotar, Francoise. –“La postmodernidad explicada a los niños”- Ed. Gedisa,
Barcelona, 1994.
Meillassoux, Quentin: “Después de la finitud” Ed. Caja Negra, España, 2015.
Rossi, Osvaldo. –“Las palabras que conmueven”- Ed. Vinciguerra, Buenos Aires,
2007.
Russell, Bertrand. – “Historia de la filosofía”- Ed. Aguilar, Buenos Aires,
1973.
Sartre, Jeam Paul –“El ser y la nada”- Ed. Losada, Buenos Aires, 2006.
Sylvester, Santiago – “Sobre la forma poética” Eudeba, Buenos Aires 2019.
CHRISTINE BOUMEESTER (Indonésia, 1904-1971). Nossa
artista convidada se expressou através de colagens, óleos, litografias, desenhos,
aquarelas. O ritmo de sua plástica define a presença de modulações sugestivas, delicadas
passagens de cores e formas, em atmosfera quase onírica. Casada com o gravador Henri
Goetz – que ela conheceu em Paris, para onde se mudou, em meados dos anos 1930,
após residência em Amsterdã, cidade onde realizou sua primeira individual–, o casal
descobre no Surrealismo uma significativa afinidade que definiria sua linguagem.
As relações resplandeciam: Picasso, Breton, Éluard, Wilfredo Lam, Hans Arp. Com
a chegada da 2ª Guerra Mundial, Christine e Henri se recolhem na pequena Carcassonne,
ao sul da França, e ali se encontram com alguns integrantes do grupo surrealista
belga (Raoul Ubac, René Magritte, Louis Scutenaire) e, juntos, fundam a revista
La main à plume, que resistirá de 1941
a 1944. Após este período Christine realiza uma série de exposições e é celebrada
pela crítica como uma relevante artista abstrata, embora essa abstração seja fruto
não de uma evasão de sentido, mas antes do recorte de uma paisagem onírica onde
a artista busca precisar novos valores imaginários.
Agulha Revista de Cultura
Número 226 | março de 2023
Artista convidada: Christiane Boumeester (Indonésia, 1904-1971)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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