sábado, 25 de março de 2023

RUBÉN BALSEIRO | Reflexiones sobre arte y cultura en su entorno político, económico y social

 

Abordar una visión del arte y la cultura en el mundo actual y de cómo estas formas son afectadas por el entorno político, económico y social, es un trabajo arduo, ya que, por un lado, el arte siempre está inmerso en un entorno dado y es afectado por este, y por otro, la política, lo económico y lo social en sus distintos aspectos o manifestaciones, son parte integral de la cultura de un lugar.

Por eso queremos circunscribir estas líneas a una visión global sobre lo acontecido en parte del siglo XX y en lo que va del XXI, ya que en última instancia lo que nos interesa es ver la proyección que el arte puede tener como posibilidad de salida en un mundo que está manejado desde un poder que cimenta su fuerza en lo económico. Sin embargo, será inevitable que por momentos viajemos a un pasado algo más lejano para poder ejemplificar nuestra exposición.

 

El hoy

Cuando hablamos de arte, cuando hablamos de cultura, no podemos hacerlo en forma univoca y autónoma, como si ambos (arte y cultura) estuviesen descontextualizados, como ya dijimos, en todas las épocas los artistas han estado inmersos en situaciones sociales, políticas, religiosas, y muchas veces (o casi siempre) influidos por procesos bélicos que se daban en sus entornos, al punto que es muy difícil imaginar algún momento histórico sin una guerra mediante, salvo que, en otros tiempos, esas guerras podrían ser noticias lejanas y tardías de acuerdo al lugar del mundo en que ocurrieran y hoy todo es instantáneo o mejor dicho On-line.

Cuando pensamos en el arte actual o en la cultura actual (luego veremos diferencias) podemos preguntarnos qué quiere expresar la palabra actual. Lo cierto es que en todos los tiempos convivieron una multiplicidad de generaciones que de distintas formas plasmaron su visión del arte y representaron aspectos importantes dentro de la cultura de un determinado lugar, por lo tanto, lo actual (si con ello nos referimos a lo nuevo) convive con expresiones que ya se vienen manifestando desde muchos años en este cruzamiento generacional al que hacemos referencia, solo que podríamos suponer una diferencia, mientras en otros momentos era común que los movimientos artísticos se agruparan, pensemos en los Románticos, Modernistas, Ultraístas, Surrealistas, Creacionistas, si nos referimos a la literatura de finales del siglo XIX hasta poco más de mediados del XX, o en las mismas segmentaciones en que los estudiosos han dividido a la música comúnmente llamada clásica: Barroca, Clasicismo, Impresionismo, etc. o en el caso de las artes visuales: Expresionismo, Cubismo, Futurismo etc. Hoy en cambio hay una dispersión mayor que hace más difícil agrupar la producción artística.

¿A qué se debe esta cierta dispersión y una tendencia menor a las agrupaciones? Creemos que la rapidez de los cambios en los últimos años fomenta estas búsquedas individuales, porque es más difícil, definir en grupo qué es una expresión artística en particular o el arte en general, como se hacía en otras épocas y elaborar un manifiesto, a raíz de que todo fluye y cambia a cada momento.

Tratemos entonces de acercarnos al hoy y a qué está ocurriendo en las formas o expresiones artísticas, que terminan conformando parte de la cultura de un determinado lugar.

La modernidad ha representado una época de reglas y de algún modo esperanza, esta esperanza estaba dada por lo que Françoise Lyotard (filósofo francés (1924/1998) llamó “Los relatos emancipadores o metarelatos”, estos se podrían ejemplificar bajo el siguiente enunciado:

 

Algo está aconteciendo en el presente que significará un cambio rotundo a futuro.

 

El relato emancipador por excelencia fue el Marxista:

 

La burguesía sofocará tanto al proletariado que llegará el momento en que este se levante y revolucione el orden social.

 

Aunque podemos suponer que el primer relato emancipador fue el Cristianismo, a pesar de que ese relato refiera a una situación post mortem, cuando San Pablo propone el cumplimiento de los mandamientos y la fe en Cristo para tener a futuro una vida eterna junto al Dios padre todopoderoso, está realizando un relato emancipador o metarelato.

Sin embargo, el mismo Lyotard dice que esos grandes relatos murieron al no cumplirse, por un lado, la revolución proletaria no se produjo sino en espacios segmentados y tuvo poca duración o se desvirtuó en su esencia y por otro, el relato cristiano es difícil de ser corroborado. Por otro lado, el metarelato científico, pilar de la modernidad, que se presentaba como un desarrollo de absoluta positividad en el provenir de la humanidad, también tuvo su lado negativo y de destrucción. Sobrevino entonces lo que el mismo filósofo llamó “Posmodernidad”, que desarrolló en un libro titulado “La condición Posmoderna” de 1979 y que a raíz de la dificultad de entendimiento que generó el texto, profundizó en otro libro llamado (acaso irónicamente) “La posmodernidad explicada a los niños”.

 

Los metarelatos son los que han marcado la modernidad. Esos metarelatos son la emancipación progresiva de la razón y de la libertad, emancipación progresiva o catastrófica del trabajo (fuente del valor de alienación en el capitalismo), enriquecimiento de la tecnociencia capitalista, e incluso en el cristianismo moderno, con el amor al martirio. (F. Lyotard)

 

Qué lugar ocupa entonces lo posmoderno. Sin lugar a dudas lo posmoderno pertenece a lo moderno. Para algunos una obra no puede ser moderna si no es primeramente posmoderna. (F. Lyotard)

 

Ahora bien, en la década del 90, se produjeron acontecimientos fundamentales que comienzan en Noviembre 1989, con: la caída del muro de Berlín y el inicio de la globalización, que si bien tiene esa fecha como hito, se da esencialmente por el desarrollo tecnológico y sobre todo por el de la tecnología de comunicación que, con el correr del tiempo, llegará a su pináculo con el auge de las redes sociales y las formas virtuales que adquirieron un posicionamiento impensado; paralelamente aparecen grupos fundamentalistas que vuelven a imponer un relato emancipador, no ya esperanzado sino plagado de terror y muerte, que coronó con el ataque a las “Torres Gemelas”, el 11 de septiembre de 2001 el fin de la posmodernidad.

Como vemos, la posmodernidad fue un período de corta duración, entre los años 1970 y 2001, pero caeríamos en un grave error si suponemos que los postulados posmodernos han perdido totalmente su vigencia, como coletazos de un animal moribundo, muchos rasgos de la posmodernidad siguen vigentes en el mundo actual, (Caída de los liderazgos – Gran influencia de los medios de comunicación – Mediatización de la política – Centralización de la actividad a través de las redes sociales etc.)

En este contexto, como vemos, la política se ha transformado en un show mediático, con políticos ya no como estadistas, cosa que ocurrió en años anteriores, sino como figuras producidas por el marketing que terminan posicionados en la apreciación popular, donde los medios de comunicación acaparan el poder y donde las redes sociales son el nuevo y más efectivo “panóptico”.

“El panóptico”, desarrollado por el filósofo Jeremy Bentham, (Inglaterra, 1748/1832) tenía como fin el poder controlar el comportamiento de los presos en las cárceles de Inglaterra de ese periodo. Esencialmente estaba conformado por una torre en cuya parte superior los guardias podían tener una visión general y control de toda la población carcelaria y a su vez no eran vistos por los presos.

Con todo, el efecto más importante del panóptico era psicológico, es decir, los presos conscientes de que los guardias los vigilaban constantemente mantendrían un comportamiento adecuado, al punto que, transformado en regla o costumbre, el comportamiento de la población de presidiarios sería independiente de que en la torre hubiese o no guardias.

Es interesante porque el concepto de panóptico se utilizó con distintas estructuras no solo en cárceles, sino también en los manicomios y hasta podemos decir que la verticalidad que aún perdura en algunas empresas parte de esta idea.

Sin embargo, hoy, tecnología mediante, no hace falta ninguna construcción panóptica, ni vigilantes armados controlando. A través de las redes sociales estamos constantemente observados, saben nuestros gustos, que es lo que miramos, que escuchamos, nos proponen artículos para consumir o películas que serían de nuestro agrado, simplemente por los algoritmos que las computadoras desarrollan en base a nuestras actividades en las redes. Estamos constantemente vigilados y esto es parte integral de la cultura actual, y el arte como una manifestación fundamental de la humanidad no puede quedar afuera.

Hoy todo forma parte de un mercado que nos exige, que nos encuadra bajo un rotulo que poco tiene que ver con lo artístico, ese rotulo es la “productividad”

¿Por qué decimos esto? Como primera medida el arte (desde la creación o desde la apreciación) necesita de un espacio en el cual desarrollarse, la quietud, el ensimismamiento, el retiro, un texto de Clarice Lispector (Escritora Ucraniana-Brasileña) (1920-1977) lo ilustra excepcionalmente.

 

Al llegar a casa no empecé a leer. Simulaba que no lo tenía, únicamente para sentir después el sobresalto de tenerlo. Horas más tarde lo abrí, leí algunas líneas maravillosas, lo cerré de nuevo, me fui a pasear por la casa, lo postergué aún más yendo a comer pan con mantequilla, fingí no saber dónde había guardado el libro, lo encontraba, lo abría por unos instantes. Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad.

 

Sin embargo, el mundo actual no da este espacio, la “vida contemplativa”, forma ideal representada en la Grecia clásica como el máximo exponente de la libertad, hoy ha quedado de lado ya que la gran meta de todos o casi todos es la hiperactividad, producir para consumir y volver a producir en esta secuencia infinita que genera la sociedad de consumo y que fomenta el neoliberalismo.

Cuanta consciencia hay en la gente sobre todo esto, diríamos que poca y en algunos casos ninguna. Una frase de Fiódor Dostoievski es alusiva a lo que decimos:

 

La mejor manera de evitar que un prisionero escape, es asegurarse de que nunca sepa que está en prisión”. (Fiódor Dostoievski (1821/1881) “El príncipe idiota (1868)

 

En una sociedad en la que el mandato principal es ser productivo y donde palabras como “autodesarrollo” y “autodisciplina” son fórmulas habituales, la “meritocracia” pasa a ser una idea en la boca de todos. No obstante, la meritocracia deja afuera circunstancias sociales y culturales e iguala a todos suponiendo que existen las mismas posibilidades cuando es sencillo poder ver que no es así, aunque en verdad, se sabe perfectamente que no existen las mismas posibilidades, solo que todo aquel que no está dentro del encuadre queda excluido, deja de importar y no es considerado.

Sin embardo, a pesar de lo dicho, es válida la aclaración de Osvaldo Rossi, poeta y ensayista argentino (1953) quien dice:

 

 La valoración exclusiva al mérito genera el error de causa, porque la causa es la diferencia preexistente de las posibilidades. Pero el rechazo exclusivo al mérito genera la desmotivación que conduce a la chatura y a la burocracia ineficiente. Podemos llamar a este extremo “error de efecto.

 

En una sociedad donde ya no rendimos cuentas a otros, sino que nos rendimos cuenta a nosotros mismos, ya que el “Vigilar y Castigar” que postulara Michael Foucault ha quedado en desuso, para transformarse en una sociedad del “Si, se puede”, donde cada uno es responsable de su propio desarrollo y responsable también de su fracaso, la consecuencia final no puede ir mucho más allá de la angustia.

Esta angustia no es “El vértigo de la libertad” como lo pensara Soren Kierkegaard, no es una angustia existencial, a la manera de ese ser arrojado al mundo y que se busca, como lo postulaban Heidegger o Sartre, sino una angustia frente a la desigualdad económica, la polarización del poder, la marginación y también la destrucción del planeta y todo esto generado por nuestra propia mano.

Y entonces ¿cómo encaja el arte en este encuadre, y que podemos decir de la cultura actual?

Para ello, propongamos dos preguntas ¿a qué llamamos arte? Y ¿a qué llamamos cultura?

La RAE (Real Academia de la Lengua Española) entre otras definiciones de “Arte” expresa:

 

Manifestación de la actividad humana mediante la cual se interpreta lo real o se plasma lo imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros.

 

Como vemos, la definición es considerablemente amplia y ubica en la categoría de artístico toda manifestación en donde una o más personas plasmen bajo una forma sonora (musical), lingüística (distintos géneros literarios) o a través de recursos plásticos, aunque ahora prefiere hablarse de “formas visuales”, su apreciación del mundo que lo rodea o de su propio interior.

En cuanto a cultura, aquí también tomaremos una de las definiciones que proporciona la RAE:

 

Conjunto de modos de vida, costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

 

Podemos asumir entonces que la cultura comienza desde el momento mismo en que nuestro más lejano antepasado hizo un primer instrumento que de algún modo le facilito su existencia.

¿Pero qué ocurre cuando miramos la sociedad en la que nos ha tocado vivir? Particularmente en mi país, Argentina, desde hace años vivimos una profunda crisis económica y social que excede a las banderías políticas y que ha generado un importante índice de pobreza, esta pobreza no es solo económica sino también intelectual, educativa y cultural y esto no solo acontece en Argentina sino en muchos países del mundo.

De modo que ya no podemos hablar de la cultura sino de un abanico de formas culturales que se dan en una región, ya no podemos hablar de arte, sino de las distintas manifestaciones artísticas que se presentan ya que cada estrato social buscará y encontrará su forma de expresarse y esto nos lleva a una idea central, es hora de dejar de lado cierta apreciación “Culturosa” (entendemos por tal, a la tan mentada idea de que el arte se asocia a una refinada y pulcra visión de un segmento o clase privilegiada por un determinado nivel cultural) y ver el arte desde un lugar más amplio. En estas mismas líneas, hablamos de segmentaciones en la literatura, en la música o en las artes visuales y nos mantuvimos en un nivel por decirlo de algún modo ortodoxo, pero qué ocurre con otras formas, pensemos por ejemplo desde lo musical en el “Rock”, que ha significado acaso uno de los movimientos revolucionarios más importantes del siglo XX, como olvidarnos de la cultura y el arte “Pop” o el “Beatnik”, pero aun así, en nuestro país, no alcanza eso, y muchos jóvenes se encuentran representados por formas como el “Reggaetón”, el “cuarteto” o la “Cumbia”, y a nadie puede pasar desapercibido el desarrollo del “Rap” ya que representa una de las pocas manifestaciones donde se busca una forma poética/musical que denuncie lo que ocurre en la actualidad.

 De modo que preferimos ver el arte como una expresión muy amplia en la que se producen distintas manifestaciones, más allá de que todas ellas no sean plausibles para muchos críticos, e inclusive no entren en los gustos de quien escribe estas líneas, pero eso no nos limitará en la apreciación y en la aceptación de nuevas formas.

En un trabajo sobre la literatura denominado “Sobre la forma poética” (aunque como sabemos la forma poética excede lo puramente literario), Santiago Sylvester, poeta argentino nacido en Salta en 1942, hace referencia a las características del poema y dice:

 

No hay placer por ver siempre lo mismo en arte. Ni es posible buscar sorpresas donde ya todo es conocido; tal vez por eso, la forma poética encuentra un sentido en la mutación y cada tanto propone versos todavía extraños al oído.

 

Y esa última expresión “versos todavía extraños al oído” es tal vez la clave de la negación y cerramiento de muchos frente a formas artísticas que están ocurriendo en la actualidad.

Lo que sí podemos notar es que en muchos casos las manifestaciones artísticas están siendo más “Livianas”, es decir, en términos generales ya no buscan perturbar, generar un quiebre y esto es una característica de la cultura de este tiempo.

En la música, el rock fue una ruptura perturbadora (es importante aclarar que hablamos de Rock y no de Rock and roll, que fue simplemente un estilo musical bailable). En literatura, ciertos movimientos, pensemos en el Surrealismo, por ejemplo (aunque el mismo tuvo incidencia en prácticamente todas las manifestaciones artísticas y más allá de lo artístico), significó un quiebre con las formas de expresión del momento y una apertura nunca antes lograda a través de lo inconsciente y es interesante ver como el surrealismo incorpora elementos absolutamente vigentes en un mundo donde los desarrollos de la psicología eran fundamentales. En el marco de las artes visuales, el postimpresionismo, tomemos a Vincent Van Gogh, es un ejemplo claro de un quiebre que ni siquiera fue aceptado en su momento y se reconoció tardíamente.

Acaso, hacer arte sea una búsqueda de algo nuevo, de ciertas rupturas, búsqueda por otra parte infructuosa, ya que nunca llegaremos a lo buscado y acaso esa infructuosidad de la búsqueda es lo que hace maravillosa a la aventura artística.

Hoy en día el arte, como dijimos, es más liviano, todo es más “Pulido” al decir del filósofo Sur Coreano Byung Chul Han (1969), ya que no se pretende de algún modo quebrar una estructura sino simplemente gustar y para ello nada mejor que la suavidad y lo homogéneo.

 

¿Por qué lo pulido nos resulta hoy hermoso? Más allá de su efecto estético, refleja un imperativo social general; - encarna la actual sociedad positiva - Lo pulido, lo impecable no daña. Tampoco ofrece ninguna resistencia. Sonsaca los “Me gusta” El objeto pulido anula lo que tiene de algo puesto enfrente. Toda negatividad resulta eliminada. (Byung Chul Han “La salvación de lo Bello”)

 

Por otra parte, el proceso que ha generado Internet a través de sus redes es muy importante y esto ha producido una simbiosis entre lo público y lo privado, donde la diferenciación es casi nula, se unifica la vida privada y la pública, los gustos de cada uno, el hacer cotidiano de cada uno y también obviamente las manifestaciones artísticas.

Hoy todo se expone, todo es parte de un show o espectáculo, como bien lo expresa Paula Sibilia, (1967) antropóloga argentina residente en Brasil, en un libro titulado “La intimidad como espectáculo” donde dice:

 

Hoy vemos como los medios de comunicación sin pretensiones artísticas están más y más atravesados por el imperativo de lo real, con una proliferación de narrativas que tratan la vida tal como es en todos los circuitos de la comunicación. Mientras tanto, la propia vida tiende a ficcionalizarse recurriendo a códigos mediáticos, especialmente los recursos dramáticos de los medios audiovisuales, en cuyo uso hemos sido persistentemente alfabetizados a lo largo de las últimas décadas.

 

Y en esta ficcionalización mostramos a través de Facebook, Instagram, etc.…nuestra intimidad, donde de algún modo se desdibujan el actor y el personaje, al punto que muchas veces el personaje termina comiéndose al actor, pero también a través de estos medios mostramos nuestras expresiones artísticas, sin filtro, sin aprendizaje, sin maestros que nos guíen, ya que generalmente nunca se busca un debate, una opinión enriquecedora que ayude a crecer, a pensar, sino que nos contentamos con un “me gusta”.

Un nuevo Narciso se ha desarrollado, no ya mirando en un estanque su propia imagen, sino viéndose en la pantalla de un ordenador y donde Eco no es una ninfa enamorada, sino otro Narciso que responde positivamente con un pulgar hacia arriba o un corazoncito, retroalimentando así el círculo.

Como juega la política en esto y tengamos en cuenta que cuando hablamos de política hablamos también de economía. Creemos que el estado de las cosas es funcional a un mejor manejo, cuanto menos piense la gente más fácilmente puede ser conducida, pero ahí, precisamente ahí, es donde el arte puede generar el gran cambio en la cultura, escritores, músicos, escultores, pintores, bailarines, actores, cantantes u otros tienen (tenemos) la gran oportunidad de manifestarnos de poder mostrar lo que hacemos, pero sin caer en lo que el mandato social nos impone.

No proponemos una revolución, ya que dudamos que una revolución pueda ocurrir en las condiciones actuales, pero sí proponemos que por un momento cada uno de nosotros, cada uno de quienes tratamos en mayor o menor medida de mostrar lo que producimos en materia artística lo hagamos desde la más absoluta autenticidad y no en función de lo que los mandatos sociales nos imponen o en función de una exposición narcisista que poco tiene que ver con la calidad de lo expuesto sino con la cantidad de los seguidores que tengamos.

 

Primer interludio

En diciembre de 2019, en la ciudad de Wuhan, provincia china de Hubei, se reportó el primer caso de una enfermedad identificada en primera instancia como una forma de la neumonía y que después derivaría en una pandemia a nivel mundial de un virus hoy conocido como “SARS-Co V- 2.56”, causante de una patología denominada “Covid -19”, aunque vulgarmente se lo conoce como “Coronavirus”; y por qué hacemos esta referencia, simplemente porque la situación pandémica que se ha vivido en los últimos años, ha cambiado profundamente el comportamiento de la gente y ha sumido en la incertidumbre y la angustia a gran parte de la población, al punto que hoy en día, cuando a pesar de los repetidos contagios que aun afectan, se acepta que el periodo pandémico ha concluido, muchos no pueden salir de su encierro y viven bajo el temor y el miedo frente a una enfermedad de la que nosotros mismos podemos ser los responsables al propagarla e infectar a otros.

Esta pandemia modificó nuestros modos de vida, interfirió en nuestras libertades individuales, modifico de algún modo nuestros tiempos y generó un nuevo comportamiento bajo el título de “Nueva normalidad” aunque indudablemente a cualquier mente atenta, la sola palabra “normalidad” debería de inquietar, ya que ¿quién es el que define qué es normal y qué no? Bajo el esquema de lo normal y lo no normal, es mucho más fácil manejar a la gente ya que todo aquello que no encuadre en la norma es excluido, y así durante años se excluyeron, enfermos, homosexuales, gente de color etc.

Por otra parte, y esto no es menor, el encuadre pandémico ha dado oportunidad a todos los manejos políticos que podamos imaginar, ya que bajo el manto del cuidado de la ciudadanía se han producido dictámenes regulatorios con total impunidad.

 

La política y el poder

Michael Foucault establecía tres formas de ejercer el poder:

“El poder de la soberanía” – Es un poder vertical descendente con poca intermediación.

“El poder de la legislación” – Establece la ley como certeza y tiene mucha intermediación.

“El poder disciplinario” – Se automatiza y se transforma en una costumbre, y no se reflexiona sobre ello.

Sin embargo, el desarrollo máximo del poder disciplinario lo ha logrado la sociedad actual que, como dijimos, nos instala en una situación donde cada uno es responsable de sí mismo y no llega a darse cuenta del mandato.

Y en este aparente distanciamiento del mandato social y la instalación de una libertad casi absoluta, es cuando más sujetos estamos a las reglas que ya han dejado de ser reglas para transformarse en hábito.

Ahora bien ¿cuál es el modelo que esta sociedad instala o pretende instalar? La respuesta es sencilla, y bastaría observar en cualquier publicidad televisiva, donde el fenotipo es un hombre o una mujer, atlético, “bello/a”, tiene que tener un buen automóvil y obviamente desarrollarse o utilizando la jerga vigente, ser un “emprendedor”.

Es extraño pensar que, en un mundo con tantas disparidades, con tanta heterogeneidad, se pretenda instalar un modelo tan homogéneo de cómo debemos ser. De allí la importancia de tantos movimientos que intentan mostrar otras variables donde la diversidad es la constante. Esta diversidad o el aceptar esta diversidad será una de las posibles salidas para una sociedad nueva en donde no nos ahoguemos en los mandatos que la misma sociedad esconde y podamos buscar cómo ser, cómo vivir, y cómo mostrarnos a los demás.

Por eso nuevamente, el arte puede ser el vehículo para esta diversidad y las distintas manifestaciones de diversidad pueden ser y deben ser, el inicio de una nueva cultura donde lo distinto sea el rasgo más representativo, sin encasillamientos, sin decir entre otras cosas, “Esto es arte y esto no”.

No obstante, lo último que hemos expresado puede tener su objeción, y es que en una amplitud tal, va a ser muy difícil la delimitación y cualquier expresión podría ser tomada como artística, pero esto en verdad no nos debería preocupar, ya que en última instancia, “el tiempo”, que es el gran juez, será quien dictamine que prevalecerá y que se borrará del recuerdo, y no nos olvidemos que una obra artística se proyecta a la infinitud, como lo manifiesta el filósofo francés Alain Badiou (1937), en su libro “Lo finito y lo infinito”:

 

Pienso que el arte tiene que ver con lo infinito, porque en mi opinión todo lo que tiene relación con la creación del pensamiento tiene que ver con lo infinito. […] Si dos mil años después de la muerte de alguien todavía hablamos de él, entonces en algún sentido sigue viviendo en el pensamiento. Lo mismo sucede con las obras de arte. Son creaciones que van a subsistir, permanecer y que los hombres consideran como más fuertes que la muerte.

 

De ahí que los elogios y triunfos circunstanciales, los me gusta, los pulgares hacia arriba de internet o los bellos corazoncitos, pueden ser una caricia para el ego de algunos y un alimento para el narcisismo de otros, pero son solo eso, circunstanciales y factibles de olvido, el tiempo dirá que es lo perdurable.

Por otra parte, podemos preguntarnos si la política y la economía son catalizadores de estos cambios que apuntan a la diversidad, desgraciadamente creemos que en la mayor parte de los casos obstaculizan o cuando los promueven, muchas veces no lo hacen desde una verdadera integración con la idea sino desde una posición que los favorece, es decir buscando el rédito correspondiente.

Hoy en día ya no se puede establecer la regla, la norma, el mandato, la prohibición (aunque se intenta) no se puede coaccionar sobre el otro, por lo menos en gran parte de lo que representa el mundo occidental, pero si se puede y de hecho se hace, trabajar desde la comunicación para imponer verdades, si asumimos que la verdad es la interpretación que logra proyectarse globalmente, entonces entenderemos la importancia que tienen para los políticos los medios de comunicación y lo importante que debería ser para los artistas tratar de estar fuera del “establishment”.

Pero la política nos quiere modelar, por eso como dice Paul Preciado refiriéndose a Foucault:

 

[…] el cuerpo no es para Foucault un organismo biológico dado sobre el que después actúa el poder. La tarea misma de la acción política es fabricar un cuerpo, ponerlo a trabajar, definir sus modos de reproducción, prefigurar las modalidades del discurso a través de las que ese cuerpo se ficcionaliza hasta ser capaz de decir “yo.

 

Hoy tenemos que ser capaces de decir “Yo” sin que ese yo sea lo que otro define que debo ser.

 

Segundo interludio

La comunicación es la clave, y el arte como parte de la cultura del mundo y como una de las formas de comunicación, debe ser una constante oposición a nuestro entorno, no oposición por la oposición misma, sino por la búsqueda de algo que cuestione y ponga en duda lo que nos rodea.

La humanidad se ha caracterizado por el surgimiento de grandes cuestionadores que pusieron en tela de juicio lo que las formas (paradigmas) dictaban. Hoy debemos romper paradigmas y tal vez los paradigmas comunicacionales en los que vivimos deberían ser revisados.

Los acontecimientos del Covid -19, citados en las líneas precedentes, fueron durante más de dos años titular y primera noticia en internet, en la televisión y en todos los medios de comunicación, donde la estadística de las muertes pasó a ser casi un juego macabro, entre un lugar y otro como si se compitiera por quien tenía índices más bajos de contagios o muertes, olvidándose muchas veces del dolor que eso provocaba, pero no olvidando la tendencia política que se quería mostrar. Sin embargo, de la noche a la mañana todo eso desapareció frente a una noticia que ocupó las primeras planas “Rusia había invadido Ucrania”.

La guerra con su saldo de destrucción y muerte ocultaba bajo su mayor impacto todos los titulares desplazando a lo que durante años fue el tema principal. Y aquí no estamos poniendo en duda, la importancia de la noticia, ni haciendo un análisis sociológico o geopolítico del hecho, ya que eso excedería las pretensiones de estas notas, sino viendo o intentando mostrar como una noticia sepulta a otra dado su mayor impacto sobre el oyente, televidente o lector, transformándose esto en una característica de la comunicación actual.

La guerra hoy sigue golpeando no solo una parte de Europa, nos referimos a Ucrania específicamente, sino que, desde otro lugar, desde otro modo, a todo el mundo ya que la amplitud de la comunicación hace que con la más cruda realidad se nos muestren las cosas que ocurren y, sin embargo, ni esto escapa a los cánones de la comunicación actual ya que la guerra también fue desplazada, esta vez por algo mucho más lábil, “El mundial de futbol de Qatar 2023”. Durante más de un mes, todo quedo en el olvido, en suspenso y de lo único que se ocuparon las noticias (por lo menos en Argentina) fue de lo que acontecía en ese lejano país de las Repúblicas Árabe Unidas y de los resultados de los partidos y el desempeño de figuras que pasaron casi de la noche a la mañana al nivel de próceres nacionales. Y aquí entonces vemos otra manifestación de la cultura, “el futbol”, ya que sin dudas es una forma cultural de increíble peso en gran parte del mundo y sin embargo denostada por muchos de los integrantes de la “Alta” cultura o de la intelectualidad, lo que nos muestra una vez más lo necesario de poner en un plano más amplio nuestra apreciación de los fenómenos que de algún modo cimentan lo que somos.

No podemos bajo ningún punto de vista negar el valor que tienen aquellas manifestaciones que representan al pueblo o a la mayoría de la gente de un determinado lugar, pero tampoco podemos permitir que los medios de comunicación y la política oculten tras este manto otras cosas que están ocurriendo en simultaneo, ni podemos nosotros mismos escondernos tras eso para no mirar esas otras cosas, porque mientras todos estábamos ocupados en los resultados de los partidos, en las jugadas de algunos brillantes jugadores etc. muchos habían muerto en la construcción de los estadios de Qatar, y poco o nada se decía al respecto, el mundo seguía su ronda, con muchísima gente padeciendo hambre y abandono, una guerra continuaba generando muertes y destrucción, refugiados pedían asilo y muchas veces eran rechazados por los grandes países, y la lista sería demasiado extensa como para seguir enunciando.

Saber lo que somos, con aquellas cosas que nos gustan y lo que no, tal vez sea una de las búsquedas que debemos encarar para poder definirnos, para poder tener en claro qué lugar ocupamos en el mundo. Y ese lugar signará nuestra cultura y el arte será uno de los vehículos más importantes para cimentar nuestro futuro, en una humanidad mucho más heterogénea, donde la diversidad sea totalmente aceptada.

 

Conclusiones

La sociedad actual es compleja, dispar, la más de las veces polarizada entre los que mucho tienen y aquellos que ya perdieron todo o casi todo, una sociedad atravesada por la tecnología con toda la carga de positividad y negatividad que esto implica.

La humanidad está avanzando a pasos agigantados que, así como nos posibilitan grandes logros, también, por momentos, nos ponen en el filo del abismo.

Alguna vez un antepasado muy lejano, se irguió y miró el horizonte, un horizonte lleno de posibilidades, plagado de factibles búsquedas. Alguna vez ese antepasado trabajó con cuidado y dedicación los restos de un hueso, un cuerno o un diente y creo el primer instrumento, había nacido la cultura. Más tarde, trazó signos propiciatorios en una caverna para favorecer la caza y dio origen al arte. Un nuevo horizonte había surgido, esta vez simbólico.

Pero la humanidad paso de las cavernas a pequeñas aldeas y de estas a ciudades, reinos e imperios, se desarrolló la escritura, la estratigrafía social dificulto las relaciones y fue preciso establecer reglas, jerarquías, nacieron el rey, el sacerdote, el escriba, el filósofo, y también el esclavo, el mundo ya no sería igual.

Ese horizonte que había mirado aquel antepasado acaso lleno de temor y dudas, paso a ser un objetivo de conquista, y la palabra poder adquirió un peso nunca visto.

La cultura tomo formas distintas de acuerdo al lugar del mundo al que nos refiramos y en todos los lugares fue, en mayor o menor medida, determinada por los circuitos de poder. Desde momentos en que la Religión dominaba las formas artísticas y era el ojo censor de estas formas, hasta situaciones políticas que generaron artistas alineados y propagandistas de una ideología determinada o bien la persecución o la muerte de otros que no se mostraron a favor ellas.

El arte trato de plasmar que ocurría en el mundo, y también desde un lugar más psicológico que ocurría en la interioridad de cada ser humano frente a lo que vivía, pero a medida que ese mundo se complejizaba, se complejizó y llegó a transformarse en algo de difícil acceso.

Hoy la tecnología impera y no podemos pensar el arte fuera de ese encuadre, el horizonte, pasó en muchos casos de ser esa línea inalcanzable en la lejanía de nuestros ojos, a una pantalla (Computadora, Notebook, Tablet, Celular) y gran parte de la sociedad se aferró a ello con una dependencia casi patológica y es válido aclarar que no creemos que la tecnología sea negativa en sí misma, sino todo lo contrario, pensamos que la tecnología es un instrumento vital para nuestro desarrollo en tanto la utilicemos con el criterio necesario como para no transformarnos en esclavos de la misma.

El filósofo austriaco Ludwig Wittgenstein (1889/1951), expreso:

 

Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo.

 

Hoy, en muchos segmentos de la población, el lenguaje ha decaído y la falta de lectura lo empobrece cada vez más. Este empobrecimiento al decir de Wittgenstein delimita el mundo, debemos como representantes de las distintas formas artísticas, tratar de llegar a la gente para que esta pueda abrir sus mentes a una instancia superadora del hoy y ahora. Pero también debemos asumir que las formas artísticas tienen que representar o acercarse a las necesidades de nuestro entorno y no permanecer como una realización elitista para un segmento determinado.

Si pensamos el arte como un espejo donde nos miramos embelesados a nosotros mismos, nunca generaremos nada positivo para la cultura de nuestro tiempo. Por eso creemos necesario entender que cuando hablamos de cultura hablamos de todo lo que nos rodea, de lo que somos, y lo que somos está constituido por aquellas formas más genuinas de nuestra interioridad y nuestro terruño, pero también por todo lo externo que hemos incluido en nuestras vidas y sin lo que hoy en día no podríamos vivir.

El futbol (individualizado, porque fue tratado en este trabajo, pero también otros deportes), la literatura, las distintas expresiones musicales o visuales, son y serán las formas en que nuestras sociedades se manifiesten con mayor o menor furor y entusiasmo, con mayor o menor abstracción o linealidad, la comunicación, y los medios que la difunden, la política (ya que de algún modo todo es política) y la religión forman parte de este conjunto heterogéneo en el que vivimos y que designará nuestra cultura y solo una genuina deconstrucción de estos elementos podrá darnos una salida.

La diversidad tiene que signarnos, como la nueva forma de ver el mundo, el respeto por el otro, revolución profunda generada entre otros por los movimientos feministas, muestran el deseo de cambiar una sociedad que durante años agobió y discriminó a muchos de sus integrantes y también como algo fundamental, el cuidado a nuestro planeta, fomentado por tantos movimientos ecologistas, serán sin duda uno de los legados más importantes que podamos dejar a la sociedad que nos continúe.

 

 

Bibliografía

Bauman, Sigmund. –“La Modernidad Líquida”- Ed. Fondo de Cultura económica, Buenos Aires, 1980.

Badiou, Alain: “Lo finito y lo infinito” Ed. Capital intelectual, Bs. As. 2016.     

Barthes, Roland. –“El susurro del lenguaje”- Ed. Paidos – Buenos Aires, 1987.

Lyotar, Francoise. –“La postmodernidad explicada a los niños”- Ed. Gedisa, Barcelona, 1994.

Meillassoux, Quentin: “Después de la finitud” Ed. Caja Negra, España, 2015.

Rossi, Osvaldo. –“Las palabras que conmueven”- Ed. Vinciguerra, Buenos Aires, 2007.

Russell, Bertrand. – “Historia de la filosofía”- Ed. Aguilar, Buenos Aires, 1973.

Sartre, Jeam Paul –“El ser y la nada”- Ed. Losada, Buenos Aires, 2006.

Sylvester, Santiago – “Sobre la forma poética” Eudeba, Buenos Aires 2019.

 

 

RUBÉN BALSEIRO (Argentina, 1955). Ha colaborado en numerosas publicaciones, periódicos y revistas del país y del exterior. Integrante durante varios años de la Fundación Argentina para la Poesía, de la que fue secretario durante los años 1994 a 1998. Participó como secretario de redacción de la revista “Nexo Literario” de la Fundación Argentina para la Poesía y coordinó durante esos años el “Café Literario de la Sociedad Argentina de Escritores” (SADE) junto a Guillermo Román. En 1999 junto a Gabriela Gelardi, Guillermo Román y Juan José Folguerá fundó el grupo “Sisma” y coordinó junto a Gabriela Gelardi el Café Literario de dicho grupo. En 2010 en compañía de Carina Paz coordinó nuevamente el Café Literario en SADE. Figura en varias antologías, entre ellas: “El Cantar de las Palabras” Ed. Metáfora - “Poetas Argentinos Contemporáneos” Tomo III Ed. Eleusis (selección de Nina Turlher) - “70 poetas Argentinos de Hoy” Ed. Plus Ultra (Selección de Antonio Aliberti) - “Testimonios del Presente” Ed. La Luna Que - “Poesía Argentina Contemporánea” Vol. XIII (Fundación Argentina para la Poesía) - “Otra mirada otra distancia” Ed. La Luna Que, entre otras. Ha publicado en poesía: “De Lugares y Olvidos” Ed. Último Reino (1989) - “Los desiertos más íntimos” Ed. Último Reino (1998) - “Cántaros quebrados” Ed. Argos (2005) - “Despojos” Ed. Vinciguerra (2007)- “Sueños de Ícaro” Ed. Namastei (2011) - “Como los pájaros” Ed. La Luna Que (2015) - “Al caer la noche” Ed. Botella al mar, Uruguay, (2018). En ensayo: “En la tierra de nadie” Ed. Vinciguerra (2008) - “Roberto Juarroz” Ed. La Luna Que (2018) - “Comunicación, palabra y poder” Enigma editores, (2019) - “Roberto Juarroz, los límites de la palabra” Colección Los Maestros, Fundación Argentina para la Poesía (2020) – “Consideraciones sobre poesía y lenguaje” Enigma editores (2022). Contacto: rbalseiro55@gmail.com.

 

CHRISTINE BOUMEESTER (Indonésia, 1904-1971). Nossa artista convidada se expressou através de colagens, óleos, litografias, desenhos, aquarelas. O ritmo de sua plástica define a presença de modulações sugestivas, delicadas passagens de cores e formas, em atmosfera quase onírica. Casada com o gravador Henri Goetz – que ela conheceu em Paris, para onde se mudou, em meados dos anos 1930, após residência em Amsterdã, cidade onde realizou sua primeira individual–, o casal descobre no Surrealismo uma significativa afinidade que definiria sua linguagem. As relações resplandeciam: Picasso, Breton, Éluard, Wilfredo Lam, Hans Arp. Com a chegada da 2ª Guerra Mundial, Christine e Henri se recolhem na pequena Carcassonne, ao sul da França, e ali se encontram com alguns integrantes do grupo surrealista belga (Raoul Ubac, René Magritte, Louis Scutenaire) e, juntos, fundam a revista La main à plume, que resistirá de 1941 a 1944. Após este período Christine realiza uma série de exposições e é celebrada pela crítica como uma relevante artista abstrata, embora essa abstração seja fruto não de uma evasão de sentido, mas antes do recorte de uma paisagem onírica onde a artista busca precisar novos valores imaginários.

 

 



Agulha Revista de Cultura

Número 226 | março de 2023

Artista convidada: Christiane Boumeester (Indonésia, 1904-1971)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023

 


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