Han transcurrido diez años desde que un 2 de abril de 2013 nos despertara la triste noticia de la partida de Hilda Riveros, figura indiscutible de la danza latinoamericana. No solamente como la destacada bailarina que fue. También su imagen como creadora incansable de una amplia obra coreográfica para los amantes de la danza, dentro y fuera de su país, permanecerán imborrables.
Tal vez, las circunstancias de la vida han
hecho que su legado artístico sea mucho más apreciado en el extranjero que en el
Chile actual, en donde los debates acerca de los estilos parecen matizados por el
rechazo a criterios relacionados con la utilización de técnicas danzarías.
¿Acaso su trabajo en el Ballet Nacional
de Cuba o el Ballet de Santiago convirtieron a Hilda en una coreógrafa clásica o
neoclásica como algunos en Chile piensan? Enfáticamente digo que no. No podía además
suceder, porque ella tenía una fuerte personalidad y muy definidos sus criterios
creativos. Más bien y como muchos han señalado, esas experiencias fueron mutuamente
enriquecedoras, dejando dividendos para la danza, que en definitiva era el comienzo
y el fin de su obra creadora.
En ellas se apreciaba la interacción entre
el lenguaje expresionista, que fue la base de la formación como bailarina y coreógrafa
de Hilda y la apropiación que como coreógrafa hacía del excelentísimo dominio del
lenguaje y la técnica tradicional del ballet clásico, característica de los integrantes
del Ballet Nacional de Cuba. De todo ello se desprendía un nuevo lenguaje, muy propio,
que además de fundir lo expresionista y lo técnico, traslucía ese enorme mestizaje
latinoamericano, lleno de matices andinos, entrelazados con elementos africanos
e hispanos. El lenguaje coreográfico de Hilda, profundamente chileno y latinoamericano,
era el reflejo de la percepción íntima que ella tenía de su identidad cultural y
eso lo hacía representativo no solamente de Chile, sino de esas tierras que José
Martí denominó Nuestra América. Ella trataba de insertar lo universal en su obra,
pero partiendo siempre de un fuerte sentimiento latinoamericano, en lo general y,
profundamente chileno en lo particular.
Más de cincuenta años de su vida fueron
dedicados a la danza.
Tras concluir su formación dancística en
la Escuela de Danza de la Universidad de Chile, se incorporó al Ballet Nacional
Chileno en 1955, donde pronto sus cualidades interpretativas la acreditaron como
una de las más distinguidas artistas del conjunto, categorizada como Primera Solista.
Los premios y distinciones no se hicieron esperar: en 1964 la crítica chilena la
destacaba como la mejor bailarina de ese año, por su interpretación en Capicúa, con coreografía de Patricio Bunster.
Más tarde, en 1969 volvió a ser elegida como mejor bailarina del año, además de
ser premiada por el Círculo de Críticos de Arte de Santiago, en reconocimiento a
toda su carrera. Su actuación como La mujer
de rojo, en Carmina Burana, de E.
Uthoff le valió, nuevamente, en 1972, ser calificada como mejor solista.
Paralelamente, desde 1969 había comenzado
a desarrollar su actividad coreográfica. Entre esa fecha y 1973 crea unas veinte
obras, entre las que destaca Acuso (música
de Fernando García), por cuya interpretación recibió también
el elogio de la crítica. Sus coreografías
más importantes de esa época son: "Acuso" con música de Fernando García;
Trío con música de Gustavo Becerra; Duerme, duerme Negrito y Paloma
para el Ballet Popular; Urania con música de Fernando García; Te recuerdo
Amanda, con música de Víctor Jara; con el Teatro de la Universidad de Chile
estrena la comedia musical Degenéresis, luego crea Ritmo fiesta, No
hay perdón, con música de Carlos Surinach y la Escuela de Danza de la Universidad
de Chile estrena Estudio N° 1 Estudio N° 2.
Luego del golpe militar de 1973, se radica
temporalmente en Lima, donde el Instituto Nacional de Cultura de Perú le encargó,
en 1974, la formación y dirección del Ballet Moderno de Cámara. En esa agrupación
también asumió funciones como bailarina, maestra de danza y coreógrafa. La mayoría
de las obras que integraban el repertorio de la nueva compañía eran creaciones de
Hilda, algunas de ellas reposiciones de sus coreografías nacidas en Chile y otras
inspiradas por el contexto peruano. Ejemplos de éstas son las piezas Elegía, con música de Quilapayún, concebida
como un llamado a reconstruir la zona afectada por el terremoto del 3 de octubre
de 1974 y En mi mano va tu mano, con música de Pablo Moncayo,
dedicada a la solidaridad del pueblo peruano hacia quienes tuvieron que abandonar
su país, como en su propio caso.
Durante su labor como directora de esa agrupación
fue muy cuidadosa en el repertorio elegido, en el cual se apreciaba una notable
diversidad temática y musical. Los aires barrocos de un Vivaldi alternaban con los
andinos de Violeta Parra, los sonidos electroacústicos de Celso Garrido-Lecca o
diversas expresiones musicales contemporáneas. Hilda Riveros llevó a Lima un lenguaje
contemporáneo con influencia de la danza teatro y el expresionismo alemán, con una
base técnica propia del ballet.
En
su método de trabajo, la creación no partía de una estructura o un lenguaje previamente
establecido, sino que se desarrollaba a partir de las cualidades naturales de los
bailarines. Fue eso lo que se empezó a destacar, lo que se veía en los espectáculos
y lo que supuso un salto importante para la danza en Lima en ese momento. Y ese
estilo de abordar su obra coreográfica fue una característica permanente a lo largo
de su trayectoria creativa, en la cual la técnica era una herramienta para que la
personalidad y la expresividad de los bailarines aflorara de manera espontánea y
convincente.
La prensa limeña elogió enfáticamente la
labor de la nueva agrupación y de su directora, destacando de ella su madura creatividad,
la rica gama de su expresión gestual y su dominio de la técnica.
Y también se refiere a un comentario de Sergio
Finisterre Morelli en La Prensa, que señala: Con una evidente
raíz latinoamericana, (…) Hilda Riveros ha constituido un grupo de buen nivel, pero
por sobre todo, de un resultado artístico muy encomiable,… 1
Por su parte, Ducelia Woll, creadora y directora
de la Escuela Danza Viva de Perú, cuenta en una entrevista para el diario El Comercio, de Perú que las formas de la
danza moderna, en las que el cuerpo es un medio de expresión de los sentimientos,
eran algo nuevo en el país todavía en los años 50. “Fue la chilena Hilda Riveros
quien trajo esta revolución en la danza a nuestro país.
Siempre estuve con el tutú y las puntas y con ella descubrí otros ritmos”
Durante su estancia en Perú, participó como
bailarina y coreógrafa en el V Festival Internacional de Ballet de La Habana y nuevamente
lo haría en 1978, en la VI edición del propio Festival. Canción de cuna para despertar (Música Maruja Bromley), Acuso
(música de Fernando García) y No hay perdón (música Carlos Surinach), fueron algunas de las
obras con las cuales el público cubano comenzó a apreciar el talento artístico de
Hilda Riveros.
Más tarde, en 1979, por invitación de Alicia
Alonso, Hilda se incorporó de manera permanente al elenco del Ballet Nacional de
Cuba como artista invitada, para desempeñarse como bailarina solista y coreógrafa.
Allí permaneció hasta 1989, en que regresó a Chile.
Su fructífera relación con el Ballet Nacional
de Cuba se tradujo en 46 coreografías incluidas en el repertorio de la compañía
cubana. Mención especial merecen Evasión
(Música Seneville-Toussaint), estrenada el 8 de noviembre de 1980; El reto (Música Vangelis), estrenada el 3
de noviembre de 1984 y Jardín, con collage
musical e inspirada en la novela homónima de Dulce María Loynaz, creada para Alicia
Alonso, el 29 de octubre de 1988. A continuación, la relación de las obras:
1978.
No
hay perdón. Música de Carlos Surinach. Octubre 29.
Positrón
No. 2. Musica de Lalo Schiffrin. 2 de noviembre.
La
tierra combatiente. Música de Celso Garrido.11 de noviembre
Días
y flores. Música de Silvio Rodríguez. Nov. 1
1979.
Desencuentros.
Música Tom Scott. 15 de julio. Nosotros somos. Música de Astor Piazzola.3 de noviembre.
En
tu mano va mi mano. Música de Pablo Moncayo. 29 de noviembre.
1980.
Canción
de cuna para despertar. Música Maruja Bromley. Managua, Nicaragua, 9 de junio.
Obsesión.
Música de Chucho Valdés. Fandango. 30 de octubre.
Fandango.
Música Luigi Boccherini. 2 de noviembre.
Curva
descendente. Música Witold Lutoslavski. 5 de noviembre
Larvas.
Música Francisco Vergara. 7 de noviembre.
Evasión.
Música Seneville-Toussaint. 8 de noviembre.
Pedestal
para nadie. Música Miles Davis y collage. 15 de noviembre.
1981.
En
el sitio de tu sombra. Música Astor Piazzola. 15 de mayo. Inspirada en texto de
Cesar Vallejo.
Por
vivir. Música Silvio Rodríguez. 10 de septiembre.
El
original pecado. Música Pierre Henry. 27 de noviembre.
1982.
Gitana.
Música del folclor eslovaco. 6 de mayo.
El
deber de morir. Música S. Niculescu-M. Marbé. 14 de mayo.
El
mandarín maravilloso. Música Bela Bartok. 3 de noviembre.
1983.
Positron
Nn. Musica de Lalo Schiffrin. 27 de enero.
Danza
de Zorba. (sobre original de Elena Gutiérrez) Música Teodorakis. 11 de febrero.
1984.
Enlace.
Música Astor Piazzola. 1 de enero.
Girasol.
Música José. M. Vitier. 6 de febrero.
Los
orígenes. Música José. M. Vitier. 24 de marzo.
El
hombre verdadero. Música José. M. Vitier.24 de marzo.
Nuestra
fuerza es el pueblo. Música José. M. Vitier. 24 de marzo.
El
eco y el viento. Música Uña Ramos. 3 de abril.
Do-Re-Mi.
Música collage. 14 de junio.
El
reto. Música Vangelis. 3 de noviembre.
Sin
embargo, amanece. Música Martin Kratochvil. 4 de noviembre.
Novia
fugitiva del océano. Música Reinhald Lakomy. 6 de noviembre.
1985.
Palomas.
Música Collage. 5 de marzo.
Vencedor
de la muerte. Música SvatoplukHavelka y textos de Mirta Aguirre. 26 de julio.
1986.
El
camino recto. Música Bernhard Jobsky. 31 de octubre.
1987.
Paso
por la vida. MúsicaK. Schulze. 10 de enero.
Rebelde
con causa. Música Astor Piazzola. 13 de abril.
Yo
te busco primavera.Música. Heitor Villa-Lobos. 7 de junio.
El
ayer es mañana. Música Frederic D’Aman. 4 de julio.
Soy
yo. Música Seneville-Toussaint. Nicaragua. 11 de diciembre.
1988.
El
concursante desconcursado. Lima, Perú, 1ro de mayo.
Jardín
(sobre texto de Dulce María Loynaz). Música collage. 29 de octubre.
La
infanta. Música Guillermo Martínez-Esteban Pueba-Alejandro García. 9 de noviembre.
1989.
Paso
a dos. Música Jean Michel Jarre. 15 de abril.
1990.
El
estampido del truno. Música collage sobre Candalf y Kitaro. 3 de noviembre.
Llamado.
Música Preux Manci-Camille Saint-Saëns. 6 de noviembre.
Con el Ballet de
la Opera de Leipzig estrenó su ballet Encuentro y con el Ballet de Halle
su creación Alegoría y resurrección, además de El eco y el viento,
ballets que posteriormente repuso en la Escuela Nacional de Ballet de La Habana.
Junto al Ballet Nacional de Cuba participó en el Festival internacional de Lodz,
en Polonia, en 1981, tanto como bailarina que con sus ballets Canción de cuna
para Despertar y Fandango; en Moscú, para el IV Concurso Internacional
de Ballet, montó Evasión.
Pero el encuentro entre Hilda y el ballet
cubano fue mucho más significativo que la mera inclusión de sus obras en el repertorio
de la compañía. En su trabajo El Ballet Nacional
de Cuba: algunos aspectos de su trayectoria, Pedro Simón señala:
Como producto implícito en sus creaciones,
la coreógrafa realizó aportes a la fusión de la técnica del ballet y los modos expresivos
de la danza-moderna, con indudable enriquecimiento para su lenguaje coreográfico.
El trabajo con bailarines entrenados rigurosamente en la técnica clásica significó
una experiencia mutua entre coreógrafo e intérpretes, en el que los beneficios fueron
para la danza misma.
En 1989 regresó a Chile y el mismo año obtuvo
el Premio APES como mejor coreógrafa. El Premio de la Crítica le fue otorgado en
1990.
Entre 1990 y 1995 trabajó para
el Teatro Municipal de Santiago como coreógrafa residente y Maestra del Ballet de
Santiago, dirigido por Marcia Haydée. Para esa compañía creó importantes obras coreográficas
como Tiempo de percusión (música de Alejandro
García), Scherezade (música Carlos Fregtman), Carmen (música G. Bizet, Premio APES 1994), Bienandanza (música Carlos Fariñas), Violeta’s (música Joakín Bello), Guitsara (música Carlos Ledermann) e Imágenes de Piaf (música con canciones de Edith Piaf
y Utte Lemper).
Fue, además, coreógrafa estable de las temporadas de
ópera en el Teatro Municipal y también coreógrafa invitada en distintas compañías
nacionales y extranjeras como el Ballet Nacional Chileno, Ballet de Cali (Colombia),
Ballet Clásico Moderno de Paraguay y el Ballet Ecuatoriano de Cámara. Sus creaciones
forman parte del repertorio de compañías de Perú, Alemania, República Checa, Suiza,
Cuba, Ecuador, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Argentina y Chile. Además, se han presentado
en diversos festivales y galas internacionales entre los cuales destacan Moscú,
Londres, Dresden, Budapest, La Habana, La Paz y Osaka (Japón).
Esa amplia y destacada trayectoria artística
fue el argumento principal para que, en el proyecto de creación del Taller Coreográfico
Nuevo Milenio, el académico y ex Primer Bailarín del Ballet de Santiago, Vladimir
Guelbet, propusiera a Hilda para dirigir artísticamente ese novel conjunto.
Al Taller Coreográfico Nuevo Milenio, que
más tarde cambió su nombre a Ballet Juvenil Universitario, dedicó Hilda su creatividad
desde 2000 hasta 2007, cuando la agrupación recesó sus actividades. De aquí y de allá (música Bare Foot),
Iraila (música Lalo Schifrin) y Futura
(música René Aubri) fueron algunas
de las obras que concibió para la compañía
juvenil, además de reposiciones de sus coreografías anteriores.
El 2001 fue invitada por el Ballet del MERCOSUR a montar “Canción de cuna
para despertar” y “Llamado” para una gira internacional, mientras que el 2004 fue
invitada a participar como coreógrafa en la primera experiencia de ballet virtual
con bailarines de la ciudad de Miami y del Ballet Juvenil Universitario.
El 12
de enero de 2011
el Directorio de la Academia Chilena de Bellas Artes acordó, por unanimidad, otorgar
un reconocimiento a la prestigiosa bailarina, profesora y coreógrafa Sra. Hilda
Riveros por su aporte al desarrollo del ballet en el país, por la excelencia
de sus coreografías, por su sobresaliente labor docente en el área de la danza y
por su notable carrera internacional…
De sus últimas
creaciones para el Ballet Juvenil Universitario, Iraila, estrenada en 2000,
marcó un momento especial en su obra. En ella plasmaba todo el desgarro interior
que tenía, desde que abandonó su país, a consecuencia de los sucesos de septiembre
de 1973.
Tuvo en el entrañable
Maestro Fernando García, un compañero de vida excepcional. Musicólogo y compositor
de reconocido prestigio internacional y hombre de grandes conocimientos generales,
fue desde el regreso a Chile académico de la Facultad de Artes de la Universidad
de Chile y ostenta el Premio Nacional de Música. No pocas de las creaciones coreográficas
de Hilda encontraban en la música compuesta por Fernando el marco adecuado. Eso
se hizo extensivo a su hijo Alejandro, autor de la partitura de Tiempo
de percusión, estrenada en el Teatro Municipal de Santiago,
por el elenco del Ballet de dicho teatro, en 1993. Completaban su núcleo familiar
su otro hijo, Leonardo, sus nietos y sus inseparables perros.
Sin la enfermedad mortal que consumió su
fructífera vida, podía haber continuado sirviendo a la danza con su fervorosa pasión
por ella. Pero su obra coreográfica seguirá vigente en el recuerdo de los bailarines
y del público que la conocieron. Su nombre está inscrito en el catálogo de los coreógrafos
más significativos de Chile y de Hispanoamérica. Es de desear que las nuevas generaciones
de estudiantes y profesionales de la danza, más allá de prejuicios diversos y tendencias
excluyentes, estudien y valoren su legado como corresponde, como parte del patrimonio
cultural chileno y latinoamericano. Mucho de la historia, los anhelos, los pesares,
sufrimientos y las esperanzas de esta América mestiza y romántica están presentes
como sustrato de la obra coreográfica de esa inquieta y sensible mujer. Ella hizo
de la danza su voz para contar al mundo el sentir del alma latinoamericana. No dejemos
que esa voz se extinga. La obra artística tiene el potencial de sobrevivir a sus
propios creadores. Hilda ha dejado un enorme legado, tal vez el más voluminoso de
Chile.
¡A los jóvenes los invito a acudir a su
rescate!
Agulha Revista de Cultura
Número 230 | maio de 2023
Artista convidado: Wedgwood Steventon (Inglaterra, 1955)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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