Premiada con el prestigioso
Goncourt des Lycéens, la ópera prima del escritor y músico franco-ruandés Gäel Faye
se convirtió rápidamente en un suceso literario en Francia, donde actualmente vive
con su familia, tras residir los dos últimos años de su vida en Kigali, la capital
de Ruanda. A su país materno vuelve de vacaciones.
La historia de ese niño
nacido en Burundi, hijo de un francés y de una ruandesa, se parece mucho a la suya.
Gabriel es el alter ego de Faye.
Pero detrás de ese pequeño
país de la infancia que pierde brutalmente por la guerra civil en Burundi a la que
se agrega el genocidio en Ruanda, país donde vive toda su familia materna, hay un
deseo de no olvidar, de pertenecer a la tierra de la que huyó. Por eso, a pesar
de los años que demora en regresar, conserva esa página que la señora Economopoulos,
una vecina del callejón, arranca de un libro y le regala, al tiempo que le aconseja
velar por sus jardines secretos y nunca olvidar de dónde viene. Es un poema del
escritor haitiano Jacques Roumain que dice: Si
se es de un país, si se ha nacido allí, si se es como quien dice nativo-natural,
uno lo lleva en los ojos, en la piel, en las manos, con la cabellera de sus árboles,
la carne de su tierra, los huesos de sus piedras, la sangre de sus ríos, su cielo,
su sabor, sus hombres y sus mujeres…
La vida de Gabriel y
su hermana es tan banal como la de cualquier niño, con las travesuras propias de
su edad, pero cuando esa pequeña patria construida con los amigos se resquebraja,
por impacto de los acontecimientos violentos que le son ajenos al niño y su familia,
se vuelve fundamental atesorar todos los instantes.
Es una preciosa novela
de reencuentro de un adulto con el niño que fue y perdió. Y como adulto trata de
entender lo que en su vida infantil vivió como una repentina película de horror
sin la dimensión exacta de la violencia desatada a su alrededor.
En Buenos Aires, Gäel
Faye resultó exótico por su cultura ruandesa. Pocos occidentales conocen lo que
ocurrió en su bellísimo país materno en 1994. De abril a junio, exactamente durante
cien días, fueron masacradas en el llamado país de las mil colinas casi un millón
de personas: mujeres, hombres y niños tutsis, una de las dos etnias mayoritarias
de Ruanda. Murieron a manos de los hutus, la otra etnia, que históricamente había
sido privada de los mismos derechos que los tutsis, por los colonizadores primero
y luego por los sucesivos gobiernos que repitieron el modelo.
En diálogo con Esteros,
Faye dijo que solo aspira a ser un autor
porque eso le da posibilidad de trasegar tanto el campo de la música como la poesía
o la narrativa.
Para quien ha conocido
Ruanda y a su gente la primera pregunta sobre el genocidio era insoslayable.
SUSANA REINOSO | André Malraux se preguntaba si hay una región crucial en el alma
humana que se opone a la fraternidad dando origen a la crueldad.
GÄEL FAYE | No he leído a Malraux, pero recuerdo que en
la biblioteca de mi padre había un libro suyo. Era La condición humana. Creo que es la gran pregunta incluso hoy: ¿por
qué? A fuerza de trabajo, de lecturas y conversaciones puedo entender cómo llegamos
hasta allí, los mecanismos que se pusieron en marcha, pero no entiendo el por qué.
En Ruanda mataron a mucha gente, pero por qué hemos tenido que sufrir tanto, por
qué tanto refinamiento en el horror, por qué el vecino mató a su vecino. Este origen
de la crueldad permanece como una pregunta para la que no he podido encontrar una
respuesta.
SR |
En Ruanda conocí a Simon Bikindi, un cantante muy popular que modificó las letras
de sus canciones invitando a matar tutsis. Es todo lo contrario a lo que uno espera
del arte y los artistas.
GF | Hoy
en día, en Ruanda, el status de periodistas y artistas es muy difícil de llevar,
porque unos y otros incitaron a la muerte hace 25 años. Hay que entender que matar
a los tutsis en 1994 era un acto de salud. Un buen ciudadano hutu tenía que matar
tutsis. Un buen compositor, un buen artista tenían que incitar a la muerte. Cambiaron
todos los códigos de la moral. Y estoy seguro de que los genocidas que pudiste conocer
no están arrepentidos, simplemente piensan que fueron buenos ciudadanos. Y lo que
es muy difícil de sobrellevar en Ruanda es que estos antiguos burócratas que han
purgado penas en prisión no entienden por qué tuvieron que pasarlo. Ruanda es un
país muy organizado con un culto muy fuerte al jefe. Incluso los colonizadores desde
el vamos tuvieron esa impresión. Y la gente es muy obediente. La figura del rebelde
es execrable para la sociedad ruandesa. Yo estoy en una situación difícil. Los franceses
adoran a los rebeldes, pero los ruandeses no. En Ruanda gusta el que se funde con
el grupo. De ahí nace la Interahamwe (grupos paramilitares que violaban y asesinaban
en grupo y con machetes) que en lengua kinyarwanda quiere decir los que trabajan juntos. Por eso se obedeció
la orden de matar a los tutsis. Lo que hay que interrogarse en nuestra cultura ruandesa
es la predisposición a aceptar la orden. No hay muchos pueblos que lleguen tan rápidamente
al genocidio. Hay un demógrafo francés –Emmanuele Todd– que hizo un estudio comparativo
entre Ruanda, Alemania y Japón. Es muy interesante cuando analiza la relación con
el jefe y el lugar. No es posible saber el porqué del genocidio. Siempre habrá quien
se oponga a un punto de vista. Pero en Ruanda hubo quienes dijeron no: los hutus
moderados. O sea que siempre hay una cuota de libertad, aunque ellos también fueron
masacrados.
GF | Son
dos culturas que se pueden armonizar. No tiene que haber jerarquías. En la pareja
de mis padres no fue así. En su pareja había un desbalance, aunque no se hablaba.
Se consideraba que lo francés era más importante que lo ruandés. La cultura francesa
tenía una dimensión más noble, según esa perspectiva. Ser mestizo como yo es un
dolor de identidad.
SR |
Francia se involucró del lado equivocado en el genocidio. Los tutsis siempre esperaron
un pedido de perdón de Francia que no ha llegado hasta hoy, como sí hizo Estados
Unidos.
GF | Es
legítimo ese reclamo, porque hay dirigentes que han tenido una responsabilidad fuerte
en lo que pasó en Ruanda. Un ejército profesional que sostiene a un ejército genocida
antes, durante y después. Muchos países presentaron sus excusas. Pero Francia no.
Mientras esto no ocurra va a hacer difícil recrear un diálogo. Yo soy el receptáculo
de esta historia en mi corazón. Lo que me pasa a mí es lo mismo que a Gabriel en
la novela. Se le dan situaciones en las que tiene que responder por los actos de
los franceses frente a los tutsis, y de las acciones de los tutsis ante los franceses.
SR |
Desde el pequeño país de su infancia que fue Burundi, hasta el pequeño país de su
madre que es Ruanda, ¿qué se encuentra al volver de adulto?
GF | La
gran desgracia de todos los adultos es estar exiliados del pequeño país de la infancia.
Burundi y Ruanda van dentro de mí igual que Francia. Y es algo que repito en forma
constante. Para mí no hay fronteras entre estos tres territorios. Yo los he fusionado.
No vivo de un lado u otro de la frontera, sino que me pongo sobre las fronteras.
No es una postura. Es mi realidad luego de haber constatado que hay grandes diferencias
entre los tres países. Y en cuanto a Burundi, su actual situación me rompe el corazón.
SR | ¿Cómo
fue el momento exacto en que sintió que tenía que escribir una novela viniendo de
otra disciplina del arte como es la música?
GF | Extrañamente
no hay un momento exacto en que nace la novela. Escribo todos los días. Voy con
una libreta, abro caminos, los cierro, los transformo… Pequeño país es la continuación de una canción que no sé así, sino que
podría traducirse como “El tedio”. Pero sí tengo otra canción titulada “Pequeño
país” que no tiene nada que ver. Bauticé así a la novela porque la canción me dio
muchas satisfacciones. Para mí la creación es como un solapamiento permanente. Por
ejemplo, empecé a escribir la historia de un niño cuyos padres se divorcian, sin
mención al genocidio. De repente ocurre el atentado a Charlie Hebdo. Y ese atentado
me retrotrajo a una situación 20 años atrás, cuando era niño. Ahí fue donde decidí
incorporar la violencia a la historia. Escribir es para mí como una canilla abierta
en forma permanente, porque terminamos por dejarnos absorber por el ambiente.
SR | ¿Y
qué significado le atribuye a la escritura?
SR |
Reencontrar a su madre era para Gabriel recobrar algo del pequeño país de la infancia.
GF | Sí,
pero la historia no podía detenerse en el exilio. Y eso era muy importante. Me entristece
mucho ver esas historias del continente africano donde los héroes siempre se van.
En muchas películas sobre África ocurre eso. Y eso transmite la idea de que África
es un continente que hay que dejar. Y yo quiero reencontrar ese lugar y recrear
todo lo que se ha perdido. Para mí era importante que Gabriel pudiera regresar y
ocuparse de su madre. Porque la guerra y la violencia son accidentes de la historia.
Pero lo le da sentido a la vida es la familia, el amor, la amistad.
SR |
¿Con qué frecuencia vuelve a Ruanda?
GF | Desde
hace un año me instalé de nuevo en Paris con mi mujer y mis hijos. Vivíamos en forma
permanente en Kigali, la capital de Ruanda. Y los niños iban a la escuela allí.
Estuvimos dos años completos. Ahora vamos de vacaciones. Mi esposa nació en Francia,
pero es de cultura ruandesa.
SR |
¿Cómo continúa su presente?
GF | Hay
una palabra en francés que me gusta mucho: autor. Porque tanto se puede ser autor
de música como de novelas. De modo que aspiro a ser un autor.
SUSANA REINOSO (Argentina). Premio Konex 2007: Redacción Periodística Nació un 28 de junio. Premio Konex 2007. Académica de número de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la Comunicación. Abogada, periodista y gestora cultural. Trabajó en el diario La Nación y es colaboradora permanente de Clarín Cultura y de la revista Ñ.
XUL SOLAR (Argentina, 1887-1963). Su pintura visionaria traspasa los límites de la pura abstracción, al ver surgir de ella el mito transfigurado, figura esencial de su interpretación del mundo. Es una pintura en la que se produce la fusión de narración y espejismo. Xul Solar también fue músico, místico y astrólogo. En su pasión por la invención, nos trajo ejemplos insólitos, como un teatro de marionetas con personajes sacados de los signos del zodiaco, la creación de un lenguaje artificial y un intrigante piano de 28 notas. En gran parte, la originalidad de la obra de Xul Solar proviene precisamente de su permanente debate entre tradición y modernidad.
Agulha Revista de Cultura
Número 229 | maio de 2023
Artista convidado: Xul Solar (Argentina, 1887-1963)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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