quinta-feira, 22 de junho de 2023

BERTA LUCÍA ESTRADA | La guerra vista a través de los ojos de tres grandes artistas

 

 


KÄTHE KOLLWITZ

 

Solemos pensar en Europa como un continente cercano a una especie de tierra prometida, de paraíso perdido. No obstante, solemos ignorar, aunque los medios de comunicación nos lo recuerden todos los días, la crisis en la que está sumida. No es sino pensar en España, Italia, Grecia o en la pobreza y violencia in crescendo que azota Francia.

Y sin embargo, esto no es nada nuevo, sobre todo si miramos la etapa Azul de Picasso  o el Expresionismo alemán para percatarnos del terrible drama de la mayor parte de la población de entre guerras o de la población de finales del siglo XIX o comienzos del XX, para entender un poco más la tragedia, en varios actos, de los excluidos, de los parias de la opulencia.

Es el caso de la artista Käthe Kollwitz (1867-1945) en cuya obra está plasmada la miseria humana en toda su dimensión.

No soy de las personas que creen que el Hombre -hablo de la especie, no del género- es un ser predestinado a la felicidad. Por el contrario, la historia no deja de recordarme que la salvación y el paraíso son sólo utopías que ayudan a las masas a aceptar como borregos la vida de hambre y el horror de la soledad -otra forma de hambruna- puede que aún más terrible que la física. Los proletarios, esa nueva clase que surge después de la Revolución Industrial, condenados a un infierno en vida deambulan por las obras de Käthe Kollwitz como fantasmas o eternos errantes; por lo que no puedo evitar que algunos de sus personajes me hagan pensar en Los comedores de patatas, de Vincent Van Gogh.

 

Los retratos de Kollwitz son rostros agónicos, desprovistos de vida, los ojos están desmesuradamente abiertos, como si hubiesen visto todo, sabiendo que no hay mañana, o al menos que el mañana es una farsa, que el hambre y la miseria están ahí, cercándolos como barrotes de hierro que les impiden salir del infierno al que han sido lanzados, lo que no deja de recordarme esas maravillosas y a la vez terribles pinturas de Francisco de Goya y Lucientes -Las pinturas negras que realizara en su casa La Quinta del Sordo- para pensar una vez más que la redención humana no existe; que es sólo una mascarada que pregonan los diferentes cultos y los políticos de turno para conducirnos en esta efímera vida como los borregos a los que hacía mención.

 

Käthe Kollwitz, primera mujer en ser aceptada en la Akademie der Künste Berlinesa, fue una enemiga declarada del régimen nazi. Al ser reconocida como pacifista por convicción su obra fue retirada de los museos y se le prohibió exponerla en galerías; lo que no fue óbice para que su escultura titulada Madre e hijo fuese utilizada como propaganda nazi.

 

En 1960 se creó el Premio Käthe Kollwitz; y hoy en día su obra está expuesta en los museos de Berlín y Colonia que ostentan su nombre. No muy lejos del museo de Colonia donde pude visitar su obra, está la iglesia de San Albano, más bien sus ruinas, donde están expuestas dos de sus esculturas que representan a unos padres dolientes; no hay que olvidar que uno de sus hijos fue asesinado en la Primera Guerra Mundial. Dichas esculturas son una réplica, también realizada por Käthe Kollwitz, de las esculturas que hoy en día se encuentran en un cementerio militar de Bélgica donde reposan los restos de su hijo. Los padres dolientes representan a Käthe y a su esposo; una hermosa forma de recordar al hijo perdido por la furia y la locura humana.




LA COLECCIÓN WICAR EN DIÁLOGO CON ERNEST PIGNON-ERNEST


El Palacio de Bellas Artes y el Museo del Hospicio de la Condesa, de la ciudad de Lille (Francia), en una de sus maravillosas exposiciones apostaron por un novedoso diálogo artístico y atemporal entre Wicar, artista, coleccionista, crítico de arte, mecenas, curador, del siglo XVIII y comienzos del XIX, con uno de los dibujantes más importantes de la actualidad, Ernest Pignon-Ernest.

 

El caballero Wicar, como lo llaman en Francia, aprendiz y colaborador de David, fue ante todo un dibujante excelso que quiso ir aún más allá de la maestría que tenía para con el dibujo. Uno de los caminos que emprende, para comprender la historia del dibujo, es la de convertirse en coleccionista. Esta pasión lo acompañaría toda su vida, realizando a lo largo de ella tres grandes colecciones. La primera robada y luego recuperada en diversos sitios de anticuarios y galerías de arte europeas, por él mismo o por sus contactos. Jean-Baptiste Wicar (1762-1834) fue además marchante y gran conocedor de arte.

El legado de Wicar a Lille, su ciudad natal, en el año de 1834 y a pocos días de su muerte, es inconmensurable. Su donación comprende cerca de 1300 obras, dibujos principalmente, que agrupan trabajos de Filipino Lippi, Botticelli, Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci, Durero, Cranach, Poussin, entre otros grandes artistas.

La exposición Rasgos de Genio, a la que hago referencia, nos muestra una pequeña parte de esta maravillosa colección, solo doscientas obras, algunas de las cuales nunca habían sido expuestas; ya que, por paradójico que pueda parecernos, una gran parte de la Colección Wicar permanecía en el depósito del Palacio de Bellas Artes de Lille, sin que nadie se hubiese ocupado nunca de estudiarla y de darla a conocer.

La Colección Wicar es, ante todo, una síntesis de la historia del dibujo, al menos de la historia del dibujo europeo que va del siglo XV hasta principios del siglo XIX. Son más de cuatrocientos años de la historia del dibujo, pero también de la historia europea, de eso no me cabe la menor duda. No en vano, Goethe, un gran enamorado de la naturaleza, decía que lo que no se dibujaba no existía. Máxime que la colección ha tomado nuevamente vida al establecer un diálogo con el gran artista contemporáneo Ernest Pignon-Ernest (1942), considerado uno de los más grandes dibujantes del siglo XX y lo que va del XXI.

Pignon-Ernest es uno de los pioneros del Movimiento Street-Art. En la exposición a la que hago referencia, Rasgos de Genio, da una mirada al pasado; se reconoce en él como uno de sus discípulos; y a la vez logra emanciparse, encuentra su propio lenguaje, su propio estilo, sobre todo porque logra integrar el pasado con el presente.

Al abordar temas universales y atemporales -como la muerte-, nos sumerge en la época de la peste bubónica, y al mismo tiempo nos muestra la tragedia de la muerte en toda su dimensión, una especie de peste contemporánea, en el África negra. Y si hablo de peste contemporánea es porque pienso que el olvido de Occidente, con respecto a dicho territorio, y su permanente saqueo, bien podrían definirse como una peste que muestra sus pústulas todos los días; así Occidente, que se lucra de ellas, cierre los ojos y se tape las narices para no ver ni oler el terrible paisaje que no ha dejado de sembrar a lo largo de los siglos.

También nos muestra la muerte y la desolación que dejan la guerra fratricida y el hambre que Occidente ha ayudado a sembrar junto con la banalización de la violencia; en otras palabras, la ceguera del hombre contemporáneo. La misma que nos describió José Saramago en su extraordinario libro Ensayo sobre la Ceguera.


En este diálogo artístico no hay respuestas, no hay soluciones, no hay verdades reveladas; sólo hay desesperanza, drama, tragedia. En él vemos al hombre que camina a tientas, por lo que no reconoce el peligro, ni se interesa por él. En otras palabras, los dioses lo han abandonado, le dan la espalda, seguramente se mofan de él, pobre mortal, que cree todavía que un mundo mejor es posible, pero que sigue obstinado en negarse a conocer la historia.

A continuación, les comparto algunas de las anotaciones que hice mientras recorría la exposición:

-La humanidad se derrumba

-No hay comprensión por el dolor humano

-Pasamos al lado de la tragedia y le damos la espalda

-La tragedia se incrusta en el paisaje, como en la masacre de los inocentes de Poussin y que Pignon-Ernest retoma, así que, si no queremos verla, ella viene a tocarnos el hombro y a decirnos aquí estoy, de aquí no me muevo, así tú no quieras verme ni hablarme. Este mundo es el purgatorio y el infierno, cielo no hay, ni aquí ni en ninguna otra parte; no hay esperanza ni un mundo mejor.

-Es la peste agazapada en cada esquina, en el recodo de cada calle.

-Los muertos se salen de las bóvedas e invaden el paisaje urbano. Los transeúntes pasan, los miran, y siguen indiferentes, las epidemias no importan, puesto que no es a ellos a quienes ha tocado. Los muertos entran o salen; no estamos muy seguros en qué dirección atraviesan el umbral.


CHARLOTTE SALOMON O EL AULLIDO DE LA SOLEDAD

 

 

Charlotte Salomon (Berlín 16 de abril de 1917 - Hornos crematorios del Campo de Exterminio Nazi de Auschwitz, 10 de octubre de 1943).

 

A pesar de haber sido toda mi vida una amante de la pintura sólo conocí la existencia de la artista alemana, de origen judío, Charlotte Salomon, gracias al libro de David Foenkinos; y no porque no haya sido una gran artista; por el contrario, las personas que la conocieron, y la obra que dejó, hablan de un genio de la pintura, de una mujer inteligente, extremadamente culta, melómana, gran conocedora de la historia del arte y del teatro. Su nombre simplemente ha sido ignorado por los museos europeos, incluyendo la rica y variada vida cultural berlinesa. Su obra sólo fue expuesta en los años 60 del siglo pasado, y aunque la crítica fue unánime en catalogarla como una gran artista, pronto dejaron de hablar de ella y hasta hace algunos años pocos sabían de su existencia.

Supe de ella gracias a Charlotte, el libro de David Foenkinos (Francia-1974) con el que ganó en el espacio de días dos grandes premios literarios: Premio Renaudot y Premio Goncourt de Lycéens (2014). Foenkinos es hoy por hoy uno de los escritores más relevantes de las letras francesas y ha sido traducido a más de treinta lenguas.

 

Charlotte es la primera obra que leí de este autor, compré su libro en la semana de la Rentrée Littéraire 2014; o sea antes que ganase el Premio Renaudot. Lo hice con fruición, descubriendo en cada línea los rasgos de una mujer atormentada, profundamente sola, que carga sobre sus hombros una terrible historia familiar que le será develada a los gritos por su abuelo en su refugio de Villefranche-sur-Mer, en el sur de Francia. El secreto que asaltará sus oídos será el del suicidio de su madre, de su tía, del tío de su madre, de su abuela y un largo etcétera de suicidios de la familia materna.

Para entonces Charlotte, que ya lleva en el exilio bastante tiempo, que ha estado en un campo para refugiados alemanes en los Pirineos franceses, que ha sobrevivido a la Noche de los Cristales, y que ha debido separarse de su padre -médico de profesión, y de su madrastra, una conocida y respetada cantante de ópera- lucha por no perder la razón, lucha para no caer en las garras del delirio, lucha por no lanzarse ella misma al vacío. Pero antes veamos que pasó en

La Noche de los Cristales 


El desenfreno es total.

Es así como tiene lugar la Noche de los Cristales.

Del 9 al 10 de noviembre de 1938.

Los cementerios son profanados.

Los bienes (de los judíos) son reducidos a la nada.

Miles de (sus) almacenes desvalijados.

Se obliga a muchos a cantar delante de las sinagogas a las que se ha prendido fuego.

A algunos les queman sus barbas.

A otros, rehenes en sus propios teatros, los golpean hasta matarlos.

Los cadáveres semejan basura.

Miles de hombres son internados en los campos

Miles.

Uno de ellos es el padre de Charlotte.


(Charlotte, de David Foenkinos, Edit. Gallimard,2014)

Para sobrevivir a la tragedia, Charlotte Salomon se refugia en la pintura. Como una posesa va a dedicarse por entero, por el espacio de 10 meses aproximadamente, a su obra ¿Vida? o ¿Teatro? Un complejo libro que surge de sus conocimientos musicales, teatrales, literarios y artísticos. Más que una obra artística y literaria es un grito silencioso en la oscuridad; es el grito de la soledad, del amor perdido y nunca reencontrado. Es el aullido de su propia tragedia, la tragedia de su familia materna, la tragedia de ser judía en plena Segunda Guerra Mundial, la tragedia de la separación de su padre, la tragedia que supone el acoso sexual del que es víctima de parte del abuelo materno.

 

Charlotte Salomon redacta textos y hace alusión a diversos músicos. Para esta obra, única en su género, pinta alrededor de 769 aguadas. Cuando pintaba siempre lo hacía cantando lieders de Schubert, pero también entonando las composiciones musicales de Beethoven y de otros músicos. Los trazos expresionistas de su obra no son gratuitos; Salomon conocía las obras del grupo que había sido proscrito por Hitler y considerado como arte degenerado.

Para concluir, quisiera resaltar el estilo de Charlotte, el libro de Foenkinos. Aunque pareciese que está escrito en verso, en realidad es una biografía novelada en la que su autor aparece cada cierto tiempo, y si digo que pareciese ser escrito en verso, es porque está redactado en pequeñas frases, así que lo que podría ser una estrofa es en realidad un párrafo. El francés de Foenkinos es impecable, limpio, transparente, de una gran simplicidad, sin rebuscamientos literarios, sin amaneramientos; es un francés que se lee muy facilmente. Posiblemente son las razones por la que le concedieron dos de los premios literarios más importantes en Francia; por supuesto que por la calidad estética del libro, por la investigación que hay detrás de él; y sobre todo por haber podido penetrar en ese mundo convulso de una artista genial y asesinada cuando sólo contaba 26 años y cuando esperaba su primer hijo.


NOTAS 

1: Para mayor información sobre Charlotte Salomon pueden ver el siguiente video:

http://www.youtube.com/watch?v=Gw3AnBegUXI

 

No obstante, hay algunas inconsistencias con su verdadera biografía; entre ellas el hecho que fue exterminada cuando ya había dado luz a su hijo.

2Traducción libre de la autora del artículo.

Pueden ver una entrevista de la RTVE con David Foenkinos: http://www.rtve.es/television/20150508/charlotte-ultima-novela-david-foenkinos-libro-deja-huella/1141066.shtm




BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Es escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir, poesía (2012), en edición bilingüe, Náufraga Perpetua, ensayo poético (2012), y ¡Cuidado! Escritoras a la vista…Todo lo demás lo barrió el viento, La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). (2021). Y con el sello de ARC Edições y Editora Cintra fueron publicados los dos tomos que conforman El oficio de escribir (Ensayos críticos, 2020). Ha recibido cinco premios de poesía.




MARIE DE VALON (Francia, 1948). Formada en la Ecole d’Art Martenot de París y ganadora de numerosos premios de exposiciones en Francia y en el extranjero, la mayor parte del trabajo de Marie de Valon encuentra su fuente en la naturaleza y su filosofía de vida. Inspirada por sus numerosas estancias en Florencia, Marie de Valon expresa la riqueza de la campiña toscana en sus primeras obras. En sus esculturas, Marie de Valon exalta su alegría por vivir; los cuerpos en volúmenes acurrucados parecen esperar la mano que los acaricie. Su arte profundamente humano nos conmueve, nos reconcilia con la Realidad. La pintura abstracta de Marie de Valon es un viaje sutil que parte de la Realidad. Marie de Valon combina un gesto de tradición con la creación contemporánea. Se produce un diálogo entre la materia y los gestos para dar forma a la emoción. Marie es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 232 | junho de 2023

Artista convidado: Marie de Valon (França, 1948)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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