Solemos pensar en Europa como un continente cercano
a una especie de tierra prometida, de paraíso perdido. No obstante, solemos
ignorar, aunque los medios de comunicación nos lo recuerden todos los días, la
crisis en la que está sumida. No es sino pensar en España, Italia, Grecia o en
la pobreza y violencia in crescendo que azota Francia.
Y sin embargo, esto no es nada
nuevo, sobre todo si miramos la etapa Azul de Picasso o el Expresionismo
alemán para percatarnos del terrible drama de la mayor parte de la población de
entre guerras o de la población de finales del siglo XIX o comienzos del XX,
para entender un poco más la tragedia, en varios actos, de los excluidos, de
los parias de la opulencia.
Es el caso de la artista Käthe
Kollwitz (1867-1945) en cuya obra está plasmada la miseria humana en toda su
dimensión.
No soy de las personas que creen que el Hombre -hablo
de la especie, no del género- es un ser predestinado a la felicidad. Por el
contrario, la historia no deja de recordarme que la salvación y el paraíso son
sólo utopías que ayudan a las masas a aceptar como borregos la vida de hambre y
el horror de la soledad -otra forma de hambruna- puede que aún más terrible que
la física. Los proletarios, esa nueva clase que surge después de la Revolución
Industrial, condenados a un infierno en vida deambulan por las obras de Käthe
Kollwitz como fantasmas o eternos errantes; por lo que no puedo evitar que
algunos de sus personajes me hagan pensar en Los comedores de patatas,
de Vincent Van Gogh.
Los retratos de Kollwitz son rostros agónicos,
desprovistos de vida, los ojos están desmesuradamente abiertos, como si
hubiesen visto todo, sabiendo que no hay mañana, o al menos que el mañana es
una farsa, que el hambre y la miseria están ahí, cercándolos como barrotes de
hierro que les impiden salir del infierno al que han sido lanzados, lo que no
deja de recordarme esas maravillosas y a la vez terribles pinturas de
Francisco de Goya y Lucientes -Las pinturas negras que
realizara en su casa La Quinta del Sordo- para
pensar una vez más que la redención humana no existe; que es sólo una mascarada
que pregonan los diferentes cultos y los políticos de turno para conducirnos en
esta efímera vida como los borregos a los que hacía mención.
Käthe Kollwitz, primera mujer en ser aceptada en la
Akademie der Künste Berlinesa, fue una enemiga declarada del régimen nazi. Al
ser reconocida como pacifista por convicción su obra fue retirada de los museos
y se le prohibió exponerla en galerías; lo que no fue óbice para que su
escultura titulada Madre e hijo fuese
utilizada como propaganda nazi.
LA COLECCIÓN WICAR EN DIÁLOGO CON ERNEST
PIGNON-ERNEST
El Palacio de Bellas Artes y el Museo del Hospicio
de la Condesa, de la ciudad de Lille (Francia), en una de sus maravillosas
exposiciones apostaron por un novedoso diálogo artístico y atemporal entre
Wicar, artista, coleccionista, crítico de arte, mecenas, curador, del siglo
XVIII y comienzos del XIX, con uno de los dibujantes más importantes de la
actualidad, Ernest Pignon-Ernest.
El caballero Wicar, como lo
llaman en Francia, aprendiz y colaborador de David, fue ante todo un dibujante
excelso que quiso ir aún más allá de la maestría que tenía para con el dibujo.
Uno de los caminos que emprende, para comprender la historia del dibujo, es la
de convertirse en coleccionista. Esta pasión lo acompañaría toda su vida,
realizando a lo largo de ella tres grandes colecciones. La primera robada y
luego recuperada en diversos sitios de anticuarios y galerías de arte europeas,
por él mismo o por sus contactos. Jean-Baptiste Wicar (1762-1834) fue además
marchante y gran conocedor de arte.
El legado de Wicar a Lille, su
ciudad natal, en el año de 1834 y a pocos días de su muerte, es
inconmensurable. Su donación comprende cerca de 1300 obras, dibujos
principalmente, que agrupan trabajos de Filipino Lippi, Botticelli, Miguel
Ángel, Leonardo Da Vinci, Durero, Cranach, Poussin, entre otros grandes
artistas.
La exposición Rasgos de Genio,
a la que hago referencia, nos muestra una pequeña parte de esta maravillosa
colección, solo doscientas obras, algunas de las cuales nunca habían sido
expuestas; ya que, por paradójico que pueda parecernos, una gran parte de la
Colección Wicar permanecía en el depósito del Palacio de Bellas Artes de Lille,
sin que nadie se hubiese ocupado nunca de estudiarla y de darla a conocer.
La Colección Wicar es, ante
todo, una síntesis de la historia del dibujo, al menos de la historia del
dibujo europeo que va del siglo XV hasta principios del siglo XIX. Son más de
cuatrocientos años de la historia del dibujo, pero también de la historia
europea, de eso no me cabe la menor duda. No en vano, Goethe, un gran enamorado
de la naturaleza, decía que lo que no se dibujaba no existía. Máxime que la
colección ha tomado nuevamente vida al establecer un diálogo con el gran
artista contemporáneo Ernest Pignon-Ernest (1942), considerado uno de los más
grandes dibujantes del siglo XX y lo que va del XXI.
Pignon-Ernest es uno de los
pioneros del Movimiento Street-Art. En la exposición a la que hago referencia, Rasgos
de Genio, da una mirada al pasado; se reconoce en él como uno de sus
discípulos; y a la vez logra emanciparse, encuentra su propio lenguaje, su
propio estilo, sobre todo porque logra integrar el pasado con el presente.
Al abordar temas universales y
atemporales -como la muerte-, nos sumerge en la época de la peste bubónica, y
al mismo tiempo nos muestra la tragedia de la muerte en toda su dimensión, una
especie de peste contemporánea, en el África negra. Y si hablo de peste
contemporánea es porque pienso que el olvido de Occidente, con respecto a dicho
territorio, y su permanente saqueo, bien podrían definirse como una peste que
muestra sus pústulas todos los días; así Occidente, que se lucra de ellas,
cierre los ojos y se tape las narices para no ver ni oler el terrible paisaje que
no ha dejado de sembrar a lo largo de los siglos.
También nos muestra la muerte
y la desolación que dejan la guerra fratricida y el hambre que Occidente ha
ayudado a sembrar junto con la banalización de la violencia; en otras palabras,
la ceguera del hombre contemporáneo. La misma que nos describió José Saramago
en su extraordinario libro Ensayo sobre la Ceguera.
A continuación, les comparto
algunas de las anotaciones que hice mientras recorría la exposición:
-La humanidad se derrumba
-No hay comprensión por el
dolor humano
-Pasamos al lado de la
tragedia y le damos la espalda
-La tragedia se incrusta en el
paisaje, como en la masacre de los inocentes de Poussin y que Pignon-Ernest
retoma, así que, si no queremos verla, ella viene a tocarnos el hombro y a
decirnos aquí estoy, de aquí no me muevo, así tú no quieras verme ni hablarme.
Este mundo es el purgatorio y el infierno, cielo no hay, ni aquí ni en ninguna
otra parte; no hay esperanza ni un mundo mejor.
-Es la peste agazapada en cada
esquina, en el recodo de cada calle.
-Los muertos se salen de las
bóvedas e invaden el paisaje urbano. Los transeúntes pasan, los miran, y siguen
indiferentes, las epidemias no importan, puesto que no es a ellos a quienes ha
tocado. Los muertos entran o salen; no estamos muy seguros en qué dirección
atraviesan el umbral.
CHARLOTTE
SALOMON O EL AULLIDO DE LA SOLEDAD
Charlotte Salomon (Berlín 16 de abril de 1917 - Hornos
crematorios del Campo de Exterminio Nazi de Auschwitz, 10 de octubre de 1943).
A pesar de haber sido toda mi vida una amante de la
pintura sólo conocí la existencia de la artista alemana, de origen judío,
Charlotte Salomon, gracias al libro de David Foenkinos; y no porque no haya
sido una gran artista; por el contrario, las personas que la conocieron, y
la obra que dejó, hablan de un genio de la pintura, de una mujer inteligente,
extremadamente culta, melómana, gran conocedora de la historia del arte y del
teatro. Su nombre simplemente ha sido ignorado por los museos europeos, incluyendo
la rica y variada vida cultural berlinesa. Su obra sólo fue expuesta en los
años 60 del siglo pasado, y aunque la crítica fue unánime en catalogarla como
una gran artista, pronto dejaron de hablar de ella y hasta hace algunos años
pocos sabían de su existencia.
Supe de ella gracias a Charlotte, el libro de David Foenkinos (Francia-1974) con
el que ganó en el espacio de días dos grandes premios literarios: Premio
Renaudot y Premio Goncourt de Lycéens (2014). Foenkinos es hoy por hoy uno de
los escritores más relevantes de las letras francesas y ha sido traducido a más
de treinta lenguas.
Charlotte es
la primera obra que leí de este autor, compré su libro en la semana de la
Rentrée Littéraire 2014; o sea antes que ganase el Premio Renaudot. Lo hice con
fruición, descubriendo en cada línea los rasgos de una mujer atormentada,
profundamente sola, que carga sobre sus hombros una terrible historia familiar
que le será develada a los gritos por su abuelo en su refugio de
Villefranche-sur-Mer, en el sur de Francia. El secreto que asaltará sus oídos
será el del suicidio de su madre, de su tía, del tío de su madre, de su abuela
y un largo etcétera de suicidios de la familia materna.
Para entonces Charlotte, que ya lleva en el exilio
bastante tiempo, que ha estado en un campo para refugiados alemanes en los
Pirineos franceses, que ha sobrevivido a la Noche de los Cristales, y que ha
debido separarse de su padre -médico de profesión, y de su madrastra, una
conocida y respetada cantante de ópera- lucha por no perder la razón, lucha
para no caer en las garras del delirio, lucha por no lanzarse ella misma al
vacío. Pero antes veamos que pasó en
La Noche de los Cristales
El desenfreno es total.
Es así como tiene lugar la Noche de los Cristales.
Del 9 al 10 de noviembre de 1938.
Los cementerios son profanados.
Los bienes (de los judíos) son reducidos a la nada.
Miles de (sus) almacenes desvalijados.
Se obliga a muchos a cantar delante de las sinagogas a las
que se ha prendido fuego.
A algunos les queman sus barbas.
A otros, rehenes en sus propios teatros, los golpean
hasta matarlos.
Los cadáveres semejan basura.
Miles de hombres son internados en los campos
Miles.
Uno de ellos es el padre de Charlotte.
(Charlotte,
de David Foenkinos, Edit. Gallimard,2014)
Para sobrevivir a la tragedia, Charlotte Salomon se
refugia en la pintura. Como una posesa va a dedicarse por entero, por el
espacio de 10 meses aproximadamente, a su obra ¿Vida? o ¿Teatro? Un complejo libro que surge
de sus conocimientos musicales, teatrales, literarios y artísticos. Más que una
obra artística y literaria es un grito silencioso en la oscuridad; es el grito
de la soledad, del amor perdido y nunca reencontrado. Es el aullido de su
propia tragedia, la tragedia de su familia materna, la tragedia de ser judía en
plena Segunda Guerra Mundial, la tragedia de la separación de su padre, la
tragedia que supone el acoso sexual del que es víctima de parte del abuelo
materno.
Charlotte Salomon redacta textos y hace alusión a
diversos músicos. Para esta obra, única en su género, pinta alrededor de 769
aguadas. Cuando pintaba siempre lo hacía cantando lieders de Schubert, pero
también entonando las composiciones musicales de Beethoven y de otros músicos.
Los trazos expresionistas de su obra no son gratuitos; Salomon conocía las
obras del grupo que había sido proscrito por Hitler y considerado como arte
degenerado.
1: Para mayor
información sobre Charlotte Salomon pueden ver el siguiente video:
http://www.youtube.com/watch?v=Gw3AnBegUXI
No obstante, hay algunas inconsistencias con su verdadera
biografía; entre ellas el hecho que fue exterminada cuando ya había dado luz a
su hijo.
2: Traducción libre de la autora del artículo.
MARIE DE VALON (Francia, 1948). Formada en la Ecole d’Art Martenot de París y ganadora de numerosos premios de exposiciones en Francia y en el extranjero, la mayor parte del trabajo de Marie de Valon encuentra su fuente en la naturaleza y su filosofía de vida. Inspirada por sus numerosas estancias en Florencia, Marie de Valon expresa la riqueza de la campiña toscana en sus primeras obras. En sus esculturas, Marie de Valon exalta su alegría por vivir; los cuerpos en volúmenes acurrucados parecen esperar la mano que los acaricie. Su arte profundamente humano nos conmueve, nos reconcilia con la Realidad. La pintura abstracta de Marie de Valon es un viaje sutil que parte de la Realidad. Marie de Valon combina un gesto de tradición con la creación contemporánea. Se produce un diálogo entre la materia y los gestos para dar forma a la emoción. Marie es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 232 | junho de 2023
Artista convidado: Marie de Valon (França, 1948)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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