JAL | Reina,
vamos del presente hacia atrás. Uno podría pensar que te has acostumbrado ya a los
premios y reconocimientos a tu obra, además de los dos Casa de las Américas que
tienes en tu haber, en el 2013 fuiste distinguida con El Premio Nacional de Literatura 2013, y después,
en el 2014, con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Hiciste entonces,
en tus palabras de agradecimiento en Cuba, la pregunta ¿Habrá algo más literario
que la vida? Me gustaría que ensayaras una respuesta con otra pregunta mía ¿Ves
la poesía como literatura?
RMR | No hago esa distinción de géneros –aunque pique en versos los poemas
no existe esa diferencia para mí– y no me gusta llamar “prosa poética” a las formas
breves en prosa que uso mucho, porque para mi todo está junto, moviéndose, en un
continuum. La literatura es la mejor manera, la preferida casi puedo decir
que tengo, de acercarme a la vida, de no vivirla más que cuando la vivo en ella,
a través de ella, que es la forma de vivirla dos veces como digo en un poema: “dos
veces son el mínimo de vida de ser”. Por eso siempre me cuestiono, si hay algo más
literario que la vida.
JAL | Reconoces en la imperfección
una forma de la belleza, del lenguaje como resistencia, de lenguaje como defensa
de la realidad, pero también como motivo de la inconformidad estética y quizás hasta
ética. ¿Sientes que la visibilidad de tu poesía te hace más o menos inconforme,
más o menos doméstica?
RMR | El error ha sido una herramienta que he usado
conscientemente de acuerdo a mis límites. La belleza no tiene que ser perfecta ni
jugar todo el tiempo con el canon que nos dieron. Recuerdo la frase de André Breton
en Nadja: “erótica velada, mágica y circunstancial
la belleza será convulsiva o no será”. La fealdad, lo torcido, lo roto, lo incompleto,
puede tener su belleza e intrigarnos más que la perfección por su rareza, por su
misterio. En cuanto a la visibilidad –el tránsito en forma de secuencias entre la
vida y el libro, o la “escribidera” – crea un lugar que me da calma–. Ahí es donde
siempre quiero estar: el lugar de una espera como he dicho ya en un poema.
JAL | Pero también queda en el aire,
en esta etapa de tu vida y de tu trayectoria lírica y literaria, la pregunta: ¿Qué
es lo que conscientemente no se pudo cambiar, no se pudo decir, no se pudo hacer?
RMR | Sobre la lírica, es una de mis impotencias: no poder saltar sobre
ella! cada mañana siento esa impotencia, esa formación de un lirismo que me acorrala
y que no me deja salir de ahí, tal vez, porque siempre quise ser otra, la que no
puedo ni he podido ser! alcanzar mis límites, sobrevolarlos: tener estructuras que
no se conviertan en madejas, en “burumbas” como les llamo a mis recovecos mentales,
a mis artificios y embrollos de lenguajes: odio lo alegórico para decir lo que no
puedo decir, como sustitución o como contrapartida a la imagen limpia, serena y
profunda a la vez, transparente, que otros poetas logran. Por otra parte, y conociendo
cada vez más las limitantes del lenguaje que puedo recibir, agarrar y conservar
en mí, sé que todo es cuestión de nutrientes almacenados, de graderías, pues sé
que todo se formó en un momento dado, llámese infancia o experiencia y que se petrificó
después como una piedra que no puede fluir en su rio y se enquistó, por eso quiero
o trato de dar un paseo en barco por ese rio, y vislumbrar un campo, un espacio,
un agua donde colocar un cuerpo y un anzuelo que no entra y aceptarlo como lo que
no puedo a estas alturas casi hacer sin volver ya de allí, de lo mismo: del lirismo.
Estoy agotada del lirismo que es, a la vez, mi tablita de salvación.
JAL | Después de Orígenes y los grandes
narradores como Carpentier, Reinaldo Arenas, Cabrera Infante, o figuras excelentísimas
actuales como Leonardo Padura en la narrativa, ¿Cuál es la situación de tu generación
y los más jóvenes en el horizonte lírico de los cubanos dentro y fuera?
RMR | Para esa pregunta ¡hay mucha tela por donde cortar!
Escribí un texto sobre esas tres generaciones porque son las menos reconocidas y
porque son mis amigos a los que también pude conocer: desde los 80, hasta los que
fueron engendrados en los 70, cuando hubo tanta parametración y censura. Te dejo
nombres: Angel Escobar, Carlos Augusto Alfonso, Juan Carlos Flores, Ricardo Alberto
Pérez, Damaris Calderón, Alexandra Molina, Javier Marimón, Óscar Cruz, José Ramón
Sánchez, Ramón Hondal, Legna Rodríguez, Jamila Medina, Ibrahim Hernández, todos
con voces y poéticas muy diferentes. No hay tiempo aún para establecer esa comparación,
pero la habrá, creo.
JAL | Algunos críticos te presentan
como una poeta confesional, y ello me hace pensar en una poeta como Carilda Oliver,
mientras que otros como José Kózer te acercan más a los terrenos del lenguaje, que
además tú misma señalas cómo el único refugio de sobrevivencia y de resistencia.
¿Cuáles son tus reflexiones al respecto?
RMR | Si pudiera cambiar algo, serían
las estructuras del pensamiento con las que pude ver, hasta donde pude ver, viciadas
por el romanticismo, los simbolismos, todo lo que me llena de fanfarrea para esconder,
lo real y embarajar lo que siento. Creo que, aunque fui muy confesional, nunca llegue
a ser tan alegre o desinhibida como Carilda, porque ¡me faltó cuerpo y humor para
eso! y no me quejo, pero me he sentido más cercana a poetas del lenguaje, al menos
a esa costa del lenguaje –¿neobarrocos?– a la que he querido pertenecer: Lorenzo
García Vega, José Kozer, los poetas antologados en Medusario.
Quería ser bicéfala, yuxtapuesta;
con una parte que quería conversar y otra que pretendía pensar: dulce y salada a
la vez. Abolir también, a partir del poema como centro, un gran complejo de culpa
que heredamos.
La gente de mi barrio (1975), Cuando una mujer
no duerme (1982) y Para un cordero blanco (1984), los ve la crítica de
tu país como el anuncio del fin de la hegemonía de la poesía conversacional y de
lo nacional revolucionario. ¿Qué identifica y que diferencia a cada uno de estos
poemarios?
Con el tiempo –y un ganchito– como dice mi madre,
me volví más crítica, obtuve maldad y desacredité muchas normas que en otro momento
de mi formación casi “de monja”; sí, estuve en una escuela de monjas en mi niñez.
Lucho contra los nacionalismos, las ortodoxias, al menos es mi deseo, y no acepto
más que el poder del lenguaje y del “yo” en el uso doméstico casi del lenguaje de
mi escogencia.
Quería salir también de la oclusión
de ser “una mujer que grita” como ya he dicho, y tratar de ser, ante todo, una persona.
Por eso, en el tiempo, veo En la arena de Padua como el primero libro donde
estas propuestas se juntan y donde escribo prosa por primera vez, para intentar
romper o abrir la forma del texto y porque mi mayor deseo, era ser novelista, prosista,
cosa que considero lo más difícil de enfrentar y de lograr. Un imposible para mí.
JAL | El llamado Periodo Especial
de Cuba, que fue particularmente asfixiante para la sociedad en su conjunto motivó
a muchos cubanos a buscar salidas a otros países, no sólo del tipo de los llamados
Marielitos, sino de muchos intelectuales. ¿Qué te ha hecho quedarte en la isla?
RMR | “Otro dique”: “Y navegar / hacia
un puerto / donde las Ítacas / no vuelvan a confundirme / y su persecución / termine.”
El salitre, la luz, un gato,
las escaleras, los aleros, el escaparate, las plantas que tienen mucho tiempo viviendo
conmigo en la azotea, mi familia –algunos hijos adentro, otros afuera–, y los amigos
que, en su mayoría, ya no están. Aquí o allá es también: ni aquí, ni allá es en
una frase que retoma el filósofo francés George Didi-Huberman de Henri Michaux y
que ha dado pie al libro inédito: ¿Dónde “aquí”? ¿Dónde “allá”? Didi Huberman
habla, de “una amplia redistribución de la sensibilidad” en: “decenas de aquí en
decenas de allá”.
JAL | Veo que a menudo refieres el
oficio de costurera de tu madre y seguro atraída por esa imagen de la infancia has
escrito poemas como “El éxito”: Si volviera a nacer / a tener una hija y una madre
/ pediría que fueran ustedes. / Les diría lo que no está explicado / en la explicación
/ frente a la puerta de salida / donde uno no sabe ni dice / cuánto puede dar /
ni merecer.” Obras como El libro de las clientas, ¿ves la poesía como un oficio
de confección y remiendo? Y por cierto, ¿tu padre también era sastre?
RMR | Mi
utopía fue hacer cuadernos, no libros. Jugaba con papelitos de colores brillantes
y los armaba buscando una textura, un corte. Y hubiera querido tener una impresora
antigua y hacer en ella los libros. No obstante, he podido hacer una colección de
libros bilingües –bicefala también– que se llama “Torre de Letras” y que ha publicado
poesía y traducción hace quince años en LH.
JAL | El poeta argentino Jorge Boccanera
recuerda la barbería de su abuelo y conserva el sillón del peluquero en su casa.
¿Qué conservas de esas atmósferas de labor materna y paterna?
RMR | El sonido de mi madre al pedalear
en su máquina Singer, y los nombres de las clientas que pasaron por aquella pasarela
que fue mi casa, a veces, me traen recuerdos todavía, cuando hacen sus desfiles
de modas intentando regresar de donde están. Siento las telas, sus frufrus: sedas,
crepes, organzas, linos; las hazañas de los dibujos en ellas que fueron historias,
sus historias, sus vidas. Perdí muchas historias que regresan ahora en las noches
de desvelo y aparecen algunas en El libro
de las clientas, ¡ojalá! pudiera contarlas.
JAL | Y la lectura ¿cómo fue el descubrimiento
de su fuerza, de su poder, de su capacidad de transformación y de creación?
RMR | La lectura lo es todo! Nutrientes
y manera de renovación constante al convivir con tantos autores y personajes. Siempre
los vi como amigos -a los autores-, allí en los anaqueles donde están, conviviendo
en esos espacios que no permiten lo vacío, lo ausente. Intentar ver, lo que ellos
alcanzaron a ver, a sabiendas, de la imposibilidad de lograrlo: un reto. Admirarlos,
quererlos, tramar. Un autor tiene conmigo, la mayor fidelidad, la amistad verdadera,
por eso, vuelvo a ellos, insaciable. Cuando creo que los pasos se cierran, la lectura
me abre caminos insospechados y un libro me salva. Cuando pienso que ya conocía
todo, aparece un nuevo autor con su libro, y me sorprende, motivándome a conocer
más sobre él, su vida y su obra. Nunca puedo separar una vida de lo que logro, por
eso me gustan las biografías tanto.
JAL | Cuando iniciaste ese diario
en tu adolescencia ¿pensaste en su destino, en su sentido más allá de lo personal
y lo secreto?
JAL | Antonio Gamoneda afirma que
la poesía es una forma irregular, anormal, del lenguaje o del habla, del decir ¿cómo
sucede en ti?
RMR | No creo que sea una forma irregular para mí. Es
la única manera en la que siento y donde convergen muchas formas del lenguaje, desde
el más cotidiano, hasta el que pretende salir de esas casillas y hacer la diferencia
con lo aparentemente más real: más lírica, más simbólica, mas conversacional, mas
entreverada, convertida en paréntesis o en plecas, quisiera ser esa gradería que
proviene de todas las voces que me armaron a lo largo del tiempo sin escoger ser
alguna: las voces que hubiera querido ser y tener. Si es irregular ese lenguaje
es solo por los desniveles provocados por la angustia de la búsqueda de perfección
y la idea - imposible, creo- de emparejarlos, de equilibrarlos, que solo puede lograr
un ritmo. En el ritmo chocan todos los tropiezos, los desniveles y se avanza al
cavar, cavar, hasta donde se pueda y no hay suelo ni papel que sean lisos ni perfectos.
RMR | Lamento mi incapacidad para los silencios, que
tantos autores a los que admiro, logran. Podría ser que lo explícito fuera también
eso: el relleno de un hueco profundo, el vacío de lo que pudimos hacer o decir.
REINA MARÍA RODRÍGUEZ (Cuba, 1952). Estudió Licenciatura en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de la Habana y Museología en el Museo de Bellas Artes. Ha publicado los siguientes libros de poesía: La gente de mi barrio (Premio de la Universidad de la Habana en su concurso “13 de Marzo”), 1976; Cuando una mujer no duerme (Premio de la UNEAC, “Julián del Casal”), 1980; Para un cordero blanco (Premio de la Casa de las Américas 1984); En la arena de Padua (Premio de la revista “Plural” de México en 1991 y premio de la crítica cubana, 1992); Páramos (Premio “Julián del Casal”, 1993 y Premio de la Crítica Cubana 1995); Poemas, plaquettes del Café Central de Barcelona, 1995; Tiempo de temblar bajo los árboles, Buenos Aires, 2003; La foto del invernadero (Premio de la Casa de las Américas 1998, Premio de la Crítica Cubana 2000), y Alabama Press (bilingüe, traducido al inglés por Kristin Dystrak), 2013. Como un extraño pájaro que viene del sur, antología personal (Traducido al francés por Henri Deluy), editorial Fourbit, París, Francia 1998. Prosa: Travelling (De relatos), editorial Letras Cubanas, 1995 (actualmente en proceso de edición en la editorial Rialta, México); Te daré de comer como a los pájaros, Letras Cubanas 2000 (Premio de la Crítica Cubana 2001); Otras cartas a Milena, Contemporáneos Unión, 2004. Obtuvo la Distinción por la Cultura Nacional, 1988; “La Orden de Artes y Letras de Francia”, con grado de Caballero, 1999; la”Medalla Alejo Carpentier”, de la literatura cubana, 2002; “Maestro de juventudes”, 2011; Premio Nacional de Literatura, La Habana, 2013; Premio Pablo Neruda, Chile, 2014; Premio de la Feria del libro de Antofagasta, 2017; Realiza desde el 2001, el proyecto alternativo Torre de Letras con una colección de libros bilingües en cinco lenguas: inglés, alemán, francés, italiano y portugués con sesenta autores publicados.
JOSÉ ÁNGEL LEYVA (México, 1956). Poeta, narrador, periodista, editor y promotor cultural. Fundador y director de la editorial y la revista literaria La Otra. Responsable de Publicaciones de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Ha publicado más de 25 libros de poesía, narrativa, divulgación de la ciencia, periodismo y ensayo. Sus obras más recientes son Voz que madura, entrevistas a poetas iberoamericanos (tres volúmenes), BUAP, 2018; Luz y cenizas, FOEM, 2019, Enrique Arturo Diemecke. Biografía con música de Mahler, 2020, Exorbitant, Francia, 2020 y Anacrónicas, FCE 2021. Libros suyos han sido traducidos íntegros al francés, italiano, serbio, polaco y parcialmente al sueco, portugués, inglés y al rumano.
Agulha Revista de Cultura
Número 231 | junho de 2023
Artista convidado: José Ángel Leyva (México, 1956)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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