domingo, 23 de julho de 2023

CARMEN OLLÉ | La poesía de Blanca Varela

 


Blanca Varela es una poeta que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto, escribió el poeta mexicano Octavio Paz en el prólogo de su primer poemario Ese puerto existe (México 1959); dijo también que su poesía no explica ni razona pero tampoco es una confidencia, sino una piedra negra tatuada por el fuego y la sal, el amor, el tiempo y la soledad. También una exploración de la propia conciencia.

Para Blanca Varela (Lima 1926), la ironía es una máscara. Pero no sólo la ironía, incluso el humor negro y el escepticismo. Canto Villano reúne su producción poética de 1949 a 1994. Desde la aparición de Ese puerto existe, concebido cuando en el Perú nadie conocía la televisión, hasta Libro de barro (1993) en una Lima invadida de teléfonos celulares y de secuestros al paso ha transcurrido casi medio siglo y Varela ha caminado de lo claro a lo oscuro, de un yo lírico masculino a un sujeto neutro, configurando un universo heterogéneo, aunque sólido, con un estilo único y ejemplar. El límite es exigente, irreversible, no tolera la desmesura en la mujer.

Pocas veces se lee un texto lacerante como Del orden de las cosas, lacerante en sentido inverso a la pasión, si es posible sentir pasión cuando dejamos de creer en la desesperación, o cuando la desesperación se codifica, se transforma en cifra, en postura, en compostura. La realidad es orden, es matemática o es desorden, vacío en el orden, como anota bien Brecht: “donde en el sitio adecuado no hay nada, allí hay orden”. Y es lacerante porque no hay cabida para la desesperación, pero existe temor al grito, o lo que es más arriesgado: existe temor a que en el lenguaje poético este grito sea panfletario, huachafo, parodia de un grito. Por lo tanto, la poeta se ironiza a sí misma y es implacable con sus debilidades, con la angustia y el vacío.

La pasión de la no desesperación se nos muestra mediante el humor negro y la descreencia. Queda la herida, pero no una que excluye el sufrimiento, que es manar, que es dialéctico:

 

Hasta la desesperación requiere un cierto orden. Si pongo un número contra un muro y lo ametrallo soy un individuo responsable. Le he quitado un elemento peligroso a la realidad. No me queda entonces sino asumir lo que queda: el mundo con un número menos. [1]

 

La poesía que habla de la poesía, el arte que se nombra a sí mismo a través de la tensión creadora es habitual en la lírica de final del siglo XX.

El orden en materia de creación no es diferente. Hay diversas posturas para encarar este problema, pero todas a la larga son equivalentes. La aventura se deja pasar por el privilegio de crear:

 

Llaman a la puerta. No importa. No perdamos las esperanzas. Es cierto que se borró el primer grupo, se apagó la luz de arriba. Pero se debe contestar, desesperadamente, conservando la posición correcta (bocarriba etc.) y llenos de fe ¿quién es? [2]

 

Crear es la única pasión que se reconoce en el poema. Lo de fuera debe permanecer en el exterior esperando o desapareciendo para siempre. Este texto es, quizá, el que mejor habla de la vida retirada y recelosa de la poeta, en los años sesenta, y de su desdén por la realidad circundante, así como de su vida mesurada que reproduce una desesperación alcanzada paso a paso.

En otros poetas de la misma generación el tema vuelve obsesivamente, como en Jorge Eduardo Eielson: “De nada sirve escribir siempre sobre sí mismo / o de lo que no se tiene / o se recuerda”.

Sin embargo, esa mirada introspectiva se logra sin tanto orden en otros poemas de Blanca Varela. Hay que destacar también que, a partir de los años ochenta, la poeta concede entrevistas, asiste a recitales y tiene una actitud distinta frente a la realidad exterior. Entonces la realidad se confunde con el mundo de los intrusos y el verso elegante da la mano a la prosa siempre democrática.

Valses y otras falsas confesiones es su tercer libro, publicado luego de un paréntesis de nueve años. En el poema que abre el volumen, la autora combina seductoramente la poesía y la prosa en dos primeros planos: Lima - Nueva York; en dos referentes: el mundo de los negros y el jazz; el mundo sudamericano y los valses; el cosmopolitismo y el provincianismo; la vida cotidiana y la tragedia; el mundo subjetivo y la realidad objetiva; la metrópolis, que es Lima y la megalópolis que es Nueva York; las torres de Wall Street y las enredaderas de Barranco. Es una especie de montaje en el que el orden se fragmenta mediante evocaciones repentinas y diálogos fugaces. El poema termina con una imprecación a su ciudad natal. Lima se ve como una mendiga desdentada, a la que se odia y aborrece.

En Valses y otras falsas confesiones también se confronta otra realidad no por desconocida menos dura e inflexible:

 

Yo estaba en Bleeker Street, con un pan italiano bajo el brazo. Primero escuché sirenas, luego cerraron la calle que dejé atrás. Alguien se había arrojado por una ventana.

Seguí caminando. No pude evitarlo. Iba cantando.

“Mi noche ya no es noche por lo oscura”.

A unos cuantos pasos de esa esquina, de esa casa, bajo esa misma ventana alta y negra, la noche anterior había comprado salchichas y cebollas.

..



Blanca Varela recurre a la distensión. Mezcla términos vulgares y acontecimientos trágicos: un suicidio y un paquete de salchichas. Su poesía también es un reconocimiento del erotismo, pero al igual que Eielson lo hace con un amor desencantado que aprende de la soledad y el desarraigo como del cuerpo mismo. En la obra de Varela este desarraigo gira en torno a un sentimiento de culpa que se expresa, a su vez, como un canto fúnebre. La ironía anterior se convierte en elegía. Y es cruel, lapidaria:

 

Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del museo,

la de la última sala, junto a las letrinas, la de la herida negra

como un ojo bajo el seno izquierdo.

Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora a sus crías,

la que se traga sus lágrimas y engorda, la que debe abortar

en cada luna, la que sangra todos los días del año.

 


Canto Villano, editado en 1978, es “un cantar de ciego”, de apestado, de inválido: “Cuál es la luz / cuál es la sombra”. Con estos versos se inicia de una manera vaga, imprecisa, monocorde y se instala una gran duda ante el silencio.

En “Camino a Babel” y “Monsieur Monod no sabe cantar”, abraza la duda con desesperación, golpea, ama, se revuelca en una risa sorda, irónica.

“Monsieur Monod no sabe cantar” alude a la ciencia que es “exacta”, que no sabe cantar y se aleja de la poesía. Pero como la poesía, el azar objetivo y la ciencia están impulsados por la manifestación de la necesidad. El poema termina parodiando a Quevedo (“polvo seremos más polvo enamorado”) en el lenguaje del biólogo Jacques Monod, autor de El azar y la necesidad, y a modo de síntesis recoge la poesía y la ciencia, la libertad humana y la necesidad: “porque ácido ribonucleico somos / pero ácido ribonucleico enamorado siempre”.

Es, además, una respuesta al amado, a quien reclama con acritud:

 

querido mío: adoro todo lo que no es mío/ tú por ejemplo

 

En 1996 se publica bajo el mismo título de Canto Villano, lleno de reminiscencias goliardas, la obra completa de Blanca Varela. Se incluyen Ejercicios materiales y Libro de barro, publicados en 1993. Varela, a fines del milenio nos hizo llegar Concierto animal, inspirado en el fallecimiento de su hijo Lorenzo en un accidente aéreo cuando viajaba a la ciudad de Arequipa, en 1996, como curador de una muestra pictórica de su padre Fernando de Szyszlo.

El volumen reúne su producción poética de 1949 a 1994. Villano el canto de los estudiantes mendigos de la Edad Media que iban de taberna en taberna celebrando los goces de la carne y los sentidos; villano François Villon, poeta de los arrabales de París, de prostitutas y truhanes… villanos, pícaros, rebeldes como la voz del ángel ciego o dormido que recorre el libro, por su autorretrato de escarnio y porque en todos los poemas de Varela, igual que en la poesía goliarda, hay también un fondo perverso, de reflexión y reserva.

Es a partir de Canto Villano que percibimos una oscuridad deliberada, distinta a la de sus primeros versos más elípticos y donde la realidad objetiva se criba cuidadosamente. El sarcasmo y el dolor de “Monsieur Monod no sabe cantar”, “Crucifixión” y “Camino a Babel” fragmentan la realidad siempre con gran rigor estético.

William Rowe habla de la semántica del sufrimiento cuando se refiere al dolor como signo cultural: estado de ánimo más percepción física.

Sus versos son como un gran bisturí que hurga en un cuerpo doloroso, en una superficie árida y seca.

En “Ternera acosada por tábanos” de Ejercicios materiales, la impresión que nos causa es más desorientadora aún. Se percibe la mezcla de múltiples factores: la extrañeza ante la vida, el absurdo, la plasticidad expresionista, el instante revelador invadido de mística. La poeta persigue ahora el objeto poético y o atrapa con un solo movimiento, de un solo zarpazo. No sabemos si aquella ternera llevando a cuestas un halo de sucia luz y coronada de moscas es una niña, un animal o la vida. Lo que importa es que más allá de todo simbolismo se nos impone su visión en un intolerable mediodía, lo tangible y concreto de su visión:

 

podría describirla

¿tenía nariz ojos boca oídos?

¿tenía pies, cabeza?

¿tenía extremidades?

sólo recuerdo al animal más tierno

llevando a cuestas

como otra piel

aquel halo de sucia luz

 

“La muerte viste a la novia” es también un hermoso poema enigmático, cuyo título nos remite, a través de una figura inversa, a la no menos misteriosa novia desnudada por sus solteros de Marcel Duchamp. Quizá a ambos los una sólo su recalcitrante hermetismo; en todo caso, la poesía de Blanca Varela tiene una relación estrecha con la plástica, no para imitarla ni para describirla, sino para sugerirnos una vibración, un segundo de escalofriante revelación que proviene únicamente de esta genial combinación de gran realidad y gran abstracción.

Esta notable colección se cierra de manera impecable con “Basta de anécdotas, viandante”, el último poema de Libro de barro, en el que hace una invocación al viandante para que se detenga y calle. Con este término finisecular, de estirpe baudeleriana, Blanca Varela nos acerca a la historia literaria, a los grandes caminantes, a los simples viajeros y navegantes, y también a sí misma, pues para llegar a ser joven -dice la poeta- se necesitan muchos años.

 

NOTAS

1. Varela en Canto Villano, poesía reunida, México, Fondo de Cultura Económica, 1996.

2. Ibid.

 

 

 

CARMEN OLLÉ (Lima, 1947). Poeta, ensayista. Estudió Educación en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue profesora e investigadora de la Universidad de Educación Enrique Guzmán y Valle de 1981 a 1992). Ha publicado los libros de poesía Noches de adrenalina y Todo orgullo humea la noche; relatos y novelas: ¿Por qué hacen tanto ruido?, Monólogos de Lima; Retrato de una mujer sin familia ante una copa; Las dos caras del deseo, Pista falsa; Una muchacha bajo su paraguas; Halcones en el parque; Halo de la Luna y Amores líquidos. Es profesora de talleres de escritura creativa y conferencista en centros y universidades culturales nacionales e internacionales. Sus poemas, ensayos y relatos han aparecido en revistas y antologías peruanas y del extranjero. Recibió el Premio de la Casa de la Literatura Peruana 2015 por su trayectoria literaria.

 

 

ABY RUIZ (Puerto Rico 1971). Artista visual que trabaja con pintura al óleo, dibujo e instalaciones. Su obra explora la naturaleza humana en diferentes situaciones en las que se expone el comportamiento de cada individuo. El cuerpo es la principal fuente de expresión en composiciones muy intensas donde en ocasiones aparece algún elemento de humor. Los temas más desarrollados por el artista están relacionados con la infancia, la sexualidad, la mortalidad, la inocencia, la violencia y la ternura, y son abordados en espacios indefinidos e imágenes recortadas. Ruiz se involucró en las artes desde temprana edad, tomó clases de pintura con Pablo San Segundo y estudió pintura, dibujo y grabado en la Escuela Especializada de Bellas Artes de Arecibo bajo la tutela del profesor y artista Rolando Borges Soto. Su obra ha sido presentada en numerosas exposiciones internacionales en Estados Unidos, Panamá, Canadá y República Dominicana. Aby Ruiz es el artista invitado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 

 

Para los lectores que quieran leer poemas de este poeta en portugués, sugerimos visitar el proyecto “Atlas Lírico da América Hispânica”, de la revista Acrobata:

https://revistaacrobata.com.br/florianomartin/atlas-lirico-da-america-hispanica/blanca-varela-peru-1926-2009/

 



Agulha Revista de Cultura

 Número 34 | julho de 2023

Artista convidada: Aby Ruiz (Puerto Rico, 1971)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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