Para Blanca Varela (Lima 1926), la ironía es una máscara.
Pero no sólo la ironía, incluso el humor negro y el escepticismo. Canto Villano reúne su producción poética de 1949 a 1994. Desde
la aparición de Ese puerto existe, concebido cuando
en el Perú nadie conocía la televisión, hasta Libro de barro
(1993) en una Lima invadida de teléfonos celulares y de secuestros al paso ha transcurrido
casi medio siglo y Varela ha caminado de lo claro a lo oscuro, de un yo lírico masculino
a un sujeto neutro, configurando un universo heterogéneo, aunque sólido, con un
estilo único y ejemplar. El límite es exigente, irreversible, no tolera la desmesura
en la mujer.
Pocas veces se lee un texto lacerante como Del orden
de las cosas, lacerante en sentido inverso a la pasión, si es posible
sentir pasión cuando dejamos de creer en la desesperación, o cuando la desesperación
se codifica, se transforma en cifra, en postura, en compostura. La realidad es orden,
es matemática o es desorden, vacío en el orden, como anota bien Brecht: “donde en
el sitio adecuado no hay nada, allí hay orden”. Y es lacerante porque no hay cabida
para la desesperación, pero existe temor al grito, o lo que es más arriesgado: existe
temor a que en el lenguaje poético este grito sea panfletario, huachafo, parodia
de un grito. Por lo tanto, la poeta se ironiza a sí misma y es implacable con sus
debilidades, con la angustia y el vacío.
La pasión de la no desesperación se nos muestra mediante
el humor negro y la descreencia. Queda la herida, pero no una que excluye el sufrimiento,
que es manar, que es dialéctico:
Hasta la desesperación requiere un cierto orden. Si pongo un número contra un
muro y lo ametrallo soy un individuo responsable. Le he quitado un elemento peligroso
a la realidad. No me queda entonces sino asumir lo que queda: el mundo con un número
menos. [1]
La poesía que habla de la poesía, el arte que se nombra
a sí mismo a través de la tensión creadora es habitual en la lírica de final del
siglo XX.
El orden en materia de creación no es diferente. Hay
diversas posturas para encarar este problema, pero todas a la larga son equivalentes.
La aventura se deja pasar por el privilegio de crear:
Llaman a la puerta. No importa. No perdamos las esperanzas.
Es cierto que se borró el primer grupo, se apagó la luz de arriba. Pero se debe
contestar, desesperadamente, conservando la posición correcta (bocarriba etc.) y
llenos de fe ¿quién es? [2]
En otros poetas de la misma generación el tema vuelve
obsesivamente, como en Jorge Eduardo Eielson: “De nada sirve escribir siempre sobre
sí mismo / o de lo que no se tiene / o se recuerda”.
Sin embargo, esa mirada introspectiva se logra sin tanto
orden en otros poemas de Blanca Varela. Hay que destacar también que, a partir de
los años ochenta, la poeta concede entrevistas, asiste a recitales y tiene una actitud
distinta frente a la realidad exterior. Entonces la realidad se confunde con el
mundo de los intrusos y el verso elegante da la mano a la prosa siempre democrática.
Valses y otras falsas confesiones es su tercer libro, publicado luego de un paréntesis
de nueve años. En el poema que abre el volumen, la autora combina seductoramente
la poesía y la prosa en dos primeros planos: Lima - Nueva York; en dos referentes:
el mundo de los negros y el jazz; el mundo sudamericano y los valses; el cosmopolitismo
y el provincianismo; la vida cotidiana y la tragedia; el mundo subjetivo y la realidad
objetiva; la metrópolis, que es Lima y la megalópolis que es Nueva York; las torres
de Wall Street y las enredaderas de Barranco. Es una especie de montaje en el que
el orden se fragmenta mediante evocaciones repentinas y diálogos fugaces. El poema
termina con una imprecación a su ciudad natal. Lima se ve como una mendiga desdentada,
a la que se odia y aborrece.
En Valses y otras falsas confesiones también
se confronta otra realidad no por desconocida menos dura e inflexible:
Yo estaba en Bleeker Street, con un pan italiano bajo
el brazo. Primero escuché sirenas, luego cerraron la calle que dejé atrás. Alguien
se había arrojado por una ventana.
Seguí caminando. No pude evitarlo. Iba cantando.
“Mi noche ya no es noche por lo oscura”.
A unos cuantos pasos de esa esquina, de esa casa, bajo
esa misma ventana alta y negra, la noche anterior había comprado salchichas y cebollas.
..
Ve lo que has hecho de mí, la santa más pobre del museo,
la de la última sala, junto a las letrinas, la de la
herida negra
como un ojo bajo el seno izquierdo.
Ve lo que has hecho de mí, la madre que devora a sus
crías,
la que se traga sus lágrimas y engorda, la que debe
abortar
en cada luna, la que sangra todos los días del año.
En “Camino a Babel” y “Monsieur Monod no sabe cantar”,
abraza la duda con desesperación, golpea, ama, se revuelca en una risa sorda, irónica.
“Monsieur Monod no sabe cantar” alude a la ciencia que
es “exacta”, que no sabe cantar y se aleja de la poesía. Pero como la poesía, el
azar objetivo y la ciencia están impulsados por la manifestación de la necesidad.
El poema termina parodiando a Quevedo (“polvo seremos más polvo enamorado”) en el
lenguaje del biólogo Jacques Monod, autor de El azar y la necesidad, y a modo de síntesis
recoge la poesía y la ciencia, la libertad humana y la necesidad: “porque ácido
ribonucleico somos / pero ácido ribonucleico enamorado siempre”.
Es, además, una respuesta al amado, a quien reclama
con acritud:
querido mío: adoro todo lo que no es mío/ tú por
ejemplo
En 1996 se publica bajo el mismo título de Canto
Villano, lleno de reminiscencias goliardas, la obra completa de Blanca Varela.
Se incluyen Ejercicios materiales y Libro de barro, publicados en 1993. Varela,
a fines del milenio nos hizo llegar Concierto animal, inspirado en el fallecimiento
de su hijo Lorenzo en un accidente aéreo cuando viajaba a la ciudad de Arequipa,
en 1996, como curador de una muestra pictórica de su padre Fernando de Szyszlo.
El volumen reúne su producción poética de 1949 a 1994.
Villano el canto de los estudiantes mendigos de la Edad Media que iban de taberna
en taberna celebrando los goces de la carne y los sentidos; villano François Villon,
poeta de los arrabales de París, de prostitutas y truhanes… villanos, pícaros, rebeldes
como la voz del ángel ciego o dormido que recorre el libro, por su autorretrato
de escarnio y porque en todos los poemas de Varela, igual que en la poesía goliarda,
hay también un fondo perverso, de reflexión y reserva.
Es a partir de Canto Villano que percibimos una
oscuridad deliberada, distinta a la de sus primeros versos más elípticos y donde
la realidad objetiva se criba cuidadosamente. El sarcasmo y el dolor de “Monsieur
Monod no sabe cantar”, “Crucifixión” y “Camino a Babel” fragmentan la realidad siempre
con gran rigor estético.
William Rowe habla de la semántica del sufrimiento cuando
se refiere al dolor como signo cultural: estado de ánimo más percepción física.
Sus versos son como un gran bisturí que hurga en un
cuerpo doloroso, en una superficie árida y seca.
En “Ternera acosada por tábanos” de Ejercicios materiales,
la impresión que nos causa es más desorientadora aún. Se percibe la mezcla de múltiples
factores: la extrañeza ante la vida, el absurdo, la plasticidad expresionista, el
instante revelador invadido de mística. La poeta persigue ahora el objeto poético
y o atrapa con un solo movimiento, de un solo zarpazo. No sabemos si aquella ternera
llevando a cuestas un halo de sucia luz y coronada de moscas es una niña, un animal
o la vida. Lo que importa es que más allá de todo simbolismo se nos impone su visión
en un intolerable mediodía, lo tangible y concreto de su visión:
podría describirla
¿tenía nariz ojos boca oídos?
¿tenía pies, cabeza?
¿tenía extremidades?
sólo recuerdo al animal más tierno
llevando a cuestas
como otra piel
aquel halo de sucia luz
Esta notable colección se cierra de manera impecable
con “Basta de anécdotas, viandante”, el último poema de Libro de barro, en
el que hace una invocación al viandante para que se detenga y calle. Con este término
finisecular, de estirpe baudeleriana, Blanca Varela nos acerca a la historia literaria,
a los grandes caminantes, a los simples viajeros y navegantes, y también a sí misma,
pues para llegar a ser joven -dice la poeta- se necesitan muchos años.
NOTAS
1. Varela en Canto Villano, poesía reunida, México,
Fondo de Cultura Económica, 1996.
2. Ibid.
Para los lectores que quieran leer poemas de este poeta en portugués, sugerimos
visitar el proyecto “Atlas Lírico da América Hispânica”, de la revista Acrobata:
Artista convidada: Aby Ruiz (Puerto Rico, 1971)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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