domingo, 9 de julho de 2023

EDUARDO MOSCHES | Algunos de "Los primeros pasos"

 


Intentar incursionar en los haceres y quehaceres de actos y procesos creativos, en el ámbito de la cultura en el país en los últimos 25 años, nos liga ineludiblemente a 1985 y al terremoto y la reacción activa de la sociedad civil; a 1994 y al levantamiento zapatista; a la elección de gobernantes en el D.F. de forma democrática; a los fraudes electorales de 1988 y 2006; a la matanza de miles de ciudadanos, envueltos entre la miseria, el terror de las delincuencias y las acciones represivas del ejército y policía. Y navegando, en medio de todo esto, los ires y ve­nires de la sociedad en búsqueda de alternativas frente a un poder político central cada vez más conservador y limitador de las libertades democráticas. Este es un período largo que cubre, por lo menos, el crear y hacer de dos generaciones. Y es en el ámbito de la cultura donde se intenta seguir viviendo, con estremecimientos, creando en las diferentes expresiones artísticas, en medio de este convulsionado casi naufragio, de esta pobreza construida por el sistema. Los creadores culturales nos hemos esforzado para seguir nutriendo de quimeras reconstituyentes el cada vez más pequeño terreno de la cultura. Es entre los terrores que vivimos, que se ha elegido soñar, y actuar contra los actos de primitividad liliputiense de la sociedad, acelerada por las políticas reduccionistas del orden político y alimentada, asimismo, por los dueños de los grandes medios de comunicación. A este orden lo reconocemos cruel, infatigablemente cruel y superficial. No valora la vida en la amplitud en que los ciudadanos, los seres humanos, merecen vivirla. Nos queda como artistas, como público, como escritores, como lectores, ver la acción del arte a favor de la vida, no a favor del mercado; el arte como un factor de trastorno, que debe deshebrar el tejido con el que nos pueden y quieren asfixiar. Actuar en contra del adormecimiento, de la ficción que desea mantener a perpetuidad este sistema de la impiedad neoliberal, contra la voluntad; el vuelo incesante de la utopía, en medio de este espacio árido para vincularlo a la osadía del acto creativo, a la transformación constante de nuestro propio entorno. Establecer nuestras rutas y caminos personales y colectivos, para relacionarlos con la capacidad de vivir creativamente, abordando ese barco de la participación de la gente en los procesos sociales, a insuflar intensidad en los vientos orientados desde la dimensión cultural. Y hacerlos a través de la realización de cuadros, piezas musicales, poemas, danzas, novelas, obras de teatro, canciones, películas, cuentos, realizados por creadores individuales y grupales, en la búsqueda de lo estético; de expresar los sentimientos y las ideas de nuestro momento histórico específico. Y ese hacer artístico que forma parte de las venas de lo humano, por donde insufla existencia persistente a las relaciones e interrelaciones en nuestra tambaleante, pero intensa y vital sociedad. Necesitamos de un actuar en libertad intenso y creciente, en un espacio de pluralidad, en una cultura civil de y para todos los ciudadanos, en fin, que el arte y su descubrir, su hacer persistente, sea el fundamento de este derecho vital a la creación artística y a la cultura. Continuar, estimular la rebelión del arte contra los agravios del presente.

 

 


El pasado interroga, ataca, asalta, la memoria se retuerce y cuesta recuperarse ante lo acontecido. Ese pasado se presenta a través de sucesos, acciones y conceptos vividos y actuados en el denominado siglo XX. Fue ese siglo aún cercano para algunas generaciones, un aglutinado de luces y sombras sociales, culturales. políticas y económicas amenazantes. Hablaremos un poco de lo sombrío vivido, del color pardo que se vivió en nuestra Iberoamérica. Desde los países nucleados en Centro América, pasando por los situados al inicio del sur, hasta terminar en la parte más austral del continente. Ahí se establecieron gobiernos, a lo largo de décadas, de corte represivo o dictatoriales, cobijados por las cúpulas super conservadoras de la Iglesia católica, una guía educativa y de pensamiento represivos establecida en las escuelas, los medios de comunicación masivos. El pensamiento predominante en la sociedad se enfrentaba a cualquier forma de pensar alternativa, a lo existente, sea en lo social político, en la sexualidad, en el razonar no religioso. Lo diferente debía ser excomulgado. Y en el amplio espectro de la sociedad, un sector pequeño, el de los poetas diferentes, los que rompían el canon de lo permitido, fueron víctimas del prejuicio y del negar al otro el derecho de pensar y actuar diferente, a contracorriente. De esos poetas arrinconados por una inquisición enjuiciadora, realizada y llevada a cabo por otros poetas. De esos seres humanos, de esos poetas que surcaron mares diferentes en el pensar y el actuar, es sobre ellos y su poesía que la revista ahonda. Encontraremos en la lectura un universo muy variado: de la poesía social, la amorosa, la rupturista, la cotidiana y la de humor. Esta pequeña selección es un mínimo homenaje a esos poetas que sufrieron el escarnio y el desconocimiento de una sociedad de lectores y escritores patriarcales y conservadores. En fin, conocer la poesía desde la poesía.

 

 

La gente entra y sale por la puerta ancha del banco. Malhumorados algunos, apresurados otros. ¡Esto es un asalto! Fue el grito que rebotó en los oídos de los presentes, la angustia creció, las manos plenas de billetes pasaban a una bolsa de loneta clara y desaparecen por la puerta ancha. Sucede, y a veces, salen bien los ladrones, pequeña venganza social ante el latrocinio persistente de los bancos a los ciudadanos. Robos en las esquinas iluminadas de cualquier ciudad; una llave atenaza el cuello, asfixia, y en terrenos descampados fosas y cadáveres desconocidos; soldados disparan hacia civiles manifestantes, momentos de realidad convertidos en la probeta literaria, de esa búsqueda y encuentro doloroso de y con la violencia máxima que acompañó, y acompaña la vida de los humanos de nuestra Latinoamérica. Y la ficción literaria se toma de la mano en su relación con la historia, con la memoria y la violencia, sustentada en los miserables que rascan en la basura, en los niños que cargan sus panzas como globos, en las mujeres violadas, asesinadas o secuestradas para formar parte del negocio de la carne. Las pandillas armadas y tatuadas como un ejército de la descomposición, los campesinos amenazados y asustados siembran amapola, entre la presión del narco y el hambre que tasajea la piel propia y la de los hijos. Todo es un mundo de violencia, desde el hogar golpeador a la intimidación brutal de la corrupción de los personajes de cuello blanco, hasta la impunidad asesina de los gobernantes y los jueces que prevarican, en fin, cuesta respirar. Aunque también encontramos sonrisas y manos que se estrechan solidarias, un flujo de agua que corre entre los buenos sentimientos, ese construir papalotes-cometas que pueden flotar y avanzar en el pesado oxígeno de la vida. La literatura entreteje miradas hacia la violencia para ir formando hilados de testigos activos que son los propios lectores.

 

 


Son las pesadas nubes gris oscuras que envuelven, con tinieblas de angustia y pavor, en estos tiempos, a hombres y mujeres. Son pandemias. No es solamente el virus que se dedica a destrozar el espacio de la respiración, que niega el acceso natural al oxigeno vital, que descompone el cuerpo y los músculos, cosechando enfermos y muertos, junto con una ciencia uncida a la función menor de salvar vida, para registrar ganancia en la bolsa farmacéutica. Los desastres son un gran negocio. La muerte galopa en caballo deshuesado. Pero la barbarie pandémica en nuestra sociedad se expresa duramente, con diferentes expresiones inhumanas: con los cuerpos de mujeres asesinadas que se descubren, cuando la cobija de arena se destapa por el viento cálido o por las manos presurosas y solidarias de grupos de búsqueda, ante un Estado casi ciego y mudo con las 11 mujeres asesinadas diarias por la violencia patriarcal. Las violadas, golpeadas, acosadas, perseguidas, ignoradas, negados los derechos a decidir sobre su cuerpo. El descubrimiento de tumbas clandestinas que solo presentan una diminuta huella de los 70 mil desaparecidos en los últimos años. Seres de carne y hueso y no fantasmas ni extraterrestres. Familias dolientes a lo largo del territorio Los activistas ecológicos en el campo mexica– no, asesinados por los intereses de proyectos de la iniciativa privada o estatal, proyectos que se enfrentan a las necesidades de vida de las comunidades, son esas sociedades organizadas en la meta de un bien común, enfrentadas a la visión de proyectos desarrollistas, como bien se dice que la salud humana y la salud ambiental son parte de la misma moneda. Destrucción de la naturaleza es el resultado de enfermedades. La vida de las mayorías vale poco en el mercado capitalista de la vida. Se resquebraja el cristal de las ventanas, granizadas de arena ciega la vista, parvada de pájaros negros alzan el vuelo, perforan la melaza gris de las nubes, mientras los muertos sonríen ante el batir de las alas, los techos de láminas plateadas se alzan en las colinas populares, los niños y los ancianos se entrelazan, alrededor del último baile de la fogata de la vida. Salvar la vida en nuestra sociedad es un proyecto común indispensable. Seamos comunidad.

 

 

Mi relación casi fraternal con el café inició en los consabidos e indispensables desayunos de mi infancia. En épocas de calor lo dejaba enfriar, mientras que en la casi gélida temperatura de los otoños-invernales bonaerenses, lo bebía con todo y vaho caliente, mientras sumergía el pan untado en mantequilla, el cual dejaba pequeños círculos amarillos sobre el fondo ama­rronado de la bebida. Y esos fueron mis encuentros memorables y memoriosos con el café. Más tarde llegaron los expresos con todo y espuma en los espacios donde uno se sentaba a conversar sobre política, alguna película, cierto texto marxista, y como se organizaban acciones en la fábrica o la escuela donde se estudiaba o trabajaba. Deduzco que el papel socio político cultural de la cafeína, fue de gran importancia organizativa y ayudó en el hacer de posibles reflexiones en los años setenta. Después me tocó viajar y bebí la experiencia del azucarado y cargado café árabe, en ese espacio de tiempo en el cual soldados muy armados se dedicaban a acciones de expansión territorial, con los significados dolorosos de miles de muertos, heridos y la creación de refugiados. Años más tarde, ya en tierra mexicana, en una de esas tardes calurosas tropicales y habiendo terminado de beber un café cargado, quedé observando el poso de esa taza y éste comenzó a narrar algo de la larga historia, semi oculta, en muchos países desde Brasil a México, de la existencia de un trabajo casi esclavo, en las grandes fincas cafetaleras. La mezcla espesa, narraba so­bre el duro trabajo de familias enteras, con largas horas al sol, recogiendo los rojizos granos, teniendo que dormir al descampado o en pocilgas malolientes, sin servicios médicos, obligados a comprar los alimentos a los pro­pios dueños de las fincas, en fin, tiendas de raya en siglos pasados y en el actual. El aroma de un café recién hecho puede oler a dolor. El otro lado de la luna cafetalera. Pero no fue todo, al remover suavemente la mezcla húmeda y oscura saltaron palabras de alguien que llegó a decir que frente a una taza de café se piensa. Pero también se discute, se recuerda o se argumenta. Frente a la taza con café se re­flexiona, se sueña, se imagina, se escribe, se con­versa, se enamora, se seduce, se rompe, se reconcilia, se halaga, se sugiere, se invita… En fin, les incitamos a leer la revista acompañados con tragos cortos de café caliente o tibio, como realmente les guste, en fin, disfruten, en estos tiempos deseosos de esperanzas.

 

 

Hay idiomas que nacen en las montañas y se encaraman buscando aire, algunos en las planicies y huelen a viento, y hay otros que son producto del mar y navegan entre olas letradas. Dicen que el catalán es el lenguaje del mediterráneo, que inició su navegación por el siglo XIII y amplió su oleaje gracias a Lull, y después su narrativa hizo primera historia en Europa, pero vadeando el tiempo fue enfrentado a ominosos terremotos políticos castellanos, que buscaron a través de prohibiciones y represalias impedir su existencia ciudadana. En el siglo XX con la dictadura franquista fue prohibido y perseguido, decenas de años de salvaguardar el idioma en la clandestinidad rural y urbana. Y los hablantes y filólogos lo reinventaron. Antes y con el fin de la dictadura, el catalán fue canción poética y en la marea de ola musical tuvo un presente moderno, y después llegaron las leyes y el idioma se hizo país cultura y crecieron los lectores y los escritores, y en las escuelas se hace educación en catalán, mientras bailan sardana, escuchan rock y votan y se manifiestan en las calles republicanamente. Y ahí va este siglo pasado donde leemos de un poeta: Ens escau un país, un llegat, l’alt exemple/ de la claror dels àlbers i la finestra nua/ que veu la transparencia de la buidor total. Un país per tornar-hi, mes endins/ que alló que mai podríem arribar a somiar… Y aquí nos encontramos entre imágenes creadas en el barco audaz de la literatura, en el mástil inquieto de las metáforas, en la proa que atraviesa la realidad y crea otras en este universo de ciudades y viñedos, de pescadores urbanos y de ciudadanos marinos, de banderas independentistas prendidas al mástil del futuro. En fin, literatura intensa y mediterránea.

 

 


Es un árbol alto, frondoso, sus ramas se retuercen en busca de un poco de luz, penden los frutos, esas colgantes cabezas, cercenadas por el agudo filo de las órdenes de los gobernantes. Caen pesadas, a veces flotan, resbalan sobre las colinas amarillentas, se deslizan en las calles mientras los semáforos enmudecen en negro, avanza la gente en su caminar asustado, resuena una música de tambores cuando al fusil se le ordena matar; se abaten los cuerpos como piedras rodando desde un cerro. El puño de un hombre golpea la cara, el estómago, los senos de esa mujer, que se retuerce en dolores y angustia de ese momento, que podrá repetirse mañana. El niño con hambre conversa con su estómago vacío, mientras elevadores bajan y suben por acristalados y elegantes edificios, las corbatas de seda son un adorno en la ganancia especulativa de ese día; el acre aroma del humo pegajoso de la piedra de crack, desgasta cerebros con brumas de olvidos. La mano del sacerdote desfila y unta en los huecos más íntimos de algún niño; la sotana se envuelve en el perdón otorgado por el silencio cómplice. El miedo con oscuros anteojos recorre las calles de ciudades temblorosas por el ruido rotundo de balas y explosivos, o el momento en que alguna mano atenaza una garganta, para hacer posible robar y así, seguir sobreviviendo. Acaparan los granos, los compran baratos, los cambian por piezas de oro caro y los campesinos van enflaqueciendo y enflaqueciendo, las tortillas sólo se comen a veces, redondas como las ruedas del carromato que giran rumbo al cementerio. La exclusión persistente del indígena y su menosprecio se construye con los ladrillos del edificio, que se eleva con las banderas del ultraje y las matanzas. En los basureros abiertos al sol, buscan niños y mujeres restos de comidas, mientras los perros defienden su existencia. Los trenes cargan sobre sus techos personas que desean escapar de su realidad sin demasiada esperanza, hacia el otro lado, donde la vida puede darse a pesar del desierto, los muertos por el sol y las balas de tanto policía, que manchan de sangre oscura las líneas de fronteras. Las madres conciben bloques de sal por tanta lágrima. Entre golpe y estruendo, se forman dólmenes dolorosos en los sueños. Desear cambios de vida, cuando la sonrisa forma arrugas, estas se siguen plasmando y nada puede detenerlas. La lluvia puede lavar y humedecer la tierra, y así, nacen variados aromas y colores diferentes en las hojas. Es posible que alrededor de un árbol pueda darse otros brotes, otras semillas, otros verdes, otros cuentos. Los ríos en tiempo de tormentas arrastran piedras, cambian el fondo y las aguas se aclaran. Es posible beber con las manos.


 

Encontrarse ante el pastel con una velita es una forma que tienen los adultos de celebrar el cumpleaños de un hijo, la sobrina, el nieto-nieta, mientras los causantes de tal acto miran hacia cualquier lado, se babean un poco, soplan en dirección equivocada y la mamá apaga la llama de la velita. Y así iniciamos el camino, a trillarse, de las celebraciones. Y pasan los bautizos, en algunos se hace fiesta al hecho de que le cortaron al hombrecito el prepucio, esto sin tomar en cuenta el dolor del dueño del pene chiquitito, en otras visten de novia sacramental, en vestido blanco o rosa, a esa niña que se siente contenta en esa especie de ensayo de casamiento; el futuro espera impaciente, tamborileando en la esquina del atrio. O cuando realizamos el primer paso de baile, tirando el temor por la borda de algún ritmo sincopado. En fin, sin olvidar cuando en algún atardecer oscureciendo estrenamos impacientes el reclamo de la sexualidad del cuerpo propio con el otro, revolviendo las llamas internas, con cierto dolor en los testículos o en los pezones erectos, sin hablar del olvidado clítoris. Y celebramos, envueltos en el conocimiento del ritual, o simplemente nos sentimos alegres, sonreímos, y sí que festejamos. Entre ondeantes banderas rojas, con hoz y martillo, algún cuatro pegado en alguna esquina, marchábamos en nombre de la historia, en los primero de mayo o por el mes de octubre, recuerdos y deseos, y nos sentíamos contentos, o en aquellas contra los bombardeos en Vietnam, Panamá o Chiapas, y se formaba ese sentimiento de estar haciendo algo en la historia, para la historia y celebrábamos por un futuro diferente. Entrar en cierto cementerio, y pasear por la tumba del poeta preferido, dejar el ramillete de flores, leer algún poema y marcharse contento con el sentimiento sonriente bajo el sobaco o en la solapa del libro. Pero, también, lamentablemente, no pocas veces, se hace difícil festejar, como cuando encontramos un niño envuelto en la miseria, con el tizne en sus ojos del hambre y el frío, o cuando vemos esa foto de cadáveres descompuestos, producto de alguna guerra local, mientras los millonarios se enriquecen más, y duele el dolor y la tristeza penetra con la suavidad silenciosa del hecho de morir. Pero también logramos toparnos con la sonrisa que se pinta en la cara del sediento que sorbe trago a trago un poco de agua y vida. Y así, a tropezones con las contradicciones vamos celebrando por esta vida los momentos o sucesos que nos importan, además de los que dejamos pasar sin darnos cuenta, que desconocemos o que ignoramos como el cumpleaños del vecino o de alguna publicación que está cumpliendo veinticinco años, como ésta, en la que escribo lo que ustedes leen. Celebremos lo que podamos y deseamos celebrar. Que no nos maten la alegría de vivir.


 

Las calles de las ciudades se anudan angustiosamente, mientras los cuerpos van resbalando, golpeados por una bala con aroma a cocaína, armando nubes de codicia. De un lado al otro de las fronteras, cargando deseo e ilusiones sobre el caparazón de un tren bestial, que deja regueros, muñones de piernas de esos caminantes que buscaban senderos nuevos para vivir algo mejor, ellos y los otros. Esperanza teñidas de esperas entre los montes, nubes plenas de automóviles cargados de deseos, cambio de colores. Los golpean, sin misericordia entre bandas de narcotraficantes y los fusiles oficiales de los guardias fronterizos, que sólo resguardan a los usureros de la vida ajena. Dos países unidos por la pobreza, por la insurgencia campesina, acunados entre los pobres y los nadies, por los dientes descarnados de los ritmos musicales, que se hermanan entre cumbia norteña y cierta ranchera apresurada. Algún poeta dice: Como si el ruido de los cráneos en las fosas se pareciera al silencio… Estos dos países, y su gente deambulando entre la alegría momentánea, la caña hecha licor que se divierte los fines de semana, un aparato de justicia que es tortugamente burocrático y solo funciona a favor, de un lado de la sociedad. La cultura del valor, la angustia, el miedo. Como alguien ha dicho melancólico por lo perdido y festivo porque por lo menos estamos vivos. Los cuerpos de jóvenes mujeres se encuentran en la arena seca y a veces pegajosa del desierto, llegó el tiempo del horror, la muerte de mujeres, las cruces rosadas en baldíos. La violencia se ha convertido en una brutal e inmisericorde realidad diaria que conduce a un temor casi persistente, que se canaliza hacia la sensación de un ámbito social amenazante y angustioso. Duele soñar y dormir. Pero la palabra y el actuar sencillo, puede ser un poder para vencer las angustias crecientes, el dolor por las víctimas, para intentar crear una sociedad en que el temor se desvanezca, si unimos fuerzas, desde la visión de los humanos, para no darnos a vencer, de ascender junto a las nubes de un café negro y caliente y sonreír, con cierto dolor, pero sonreír. Caminar entre un Macondo y un Comala. Resistir con la palabra y enfrentar a esta realidad brutal y amarga.

 

 

NOTA

Desde el número cero de Blanco Móvil, que apareció en 1985, los editoriales de la revista han tenido un preciado rasgo que la distingue de otras publicaciones del género. Todos llevan el mismo título, “Los Primeros Pasos”, están escritos por su editor, Eduardo Mosches, y abordan, en una entrañable prosa poética, las singularidades de una visión transgresora, los mecanismos subjetivos de su manera de enfrentarse al mundo. Son textos valiosos que merecen ser recopilados en un solo volumen. Seleccionamos algunos de estos editoriales.

 

 


EDUARDO MOSCHES. Mexicano de origen argentino. Nació en Buenos aires en 1944. Vivió en Israel de 1963 a 1970. Tomó un avión hacia Berlín, donde estudió Ciencias Sociales en la Universidad Libre de Berlín, Alemania Occidental y se dirigió hacia Argentina en 1974. Después en 1976, llega a México. Fue coordinador editorial en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México diez años, hasta el 2012. Fundador y director de la revista literaria Blanco Móvil, desde 1985. Ha publicado una decena de poemarios. Ha colaborado en periódicos y revistas en México, Argentina, Alemania, Brasil, España, Estados Unidos, Israel, Italia, Chile, entre otros. Ha recibido varios premios nacionales como poeta y editor de revistas literarias. Ha sido traducido al alemán, italiano, portugués, hebreo e inglés. Correo electrónico: blanco.19mosches85@yahoo.com.mx

 

 


IO ANGELI (Grecia, 1960). Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Atenas y continuó sus estudios de maestría con una beca en Londres en el Royal College of Art y Central – Saint Martin’s School of Art & Design (1988-1991). Ha presentado su trabajo en 17 exposiciones individuales y ha participado en muchas exposiciones colectivas en Grecia y en el extranjero y ha colaborado con la Galería Zoumboulakis desde 2013. Entre las muestras individuales más recientes se encuentran: Boundaries (2015); Is it a trap? (2019); y Slalom (2023), todas ellas en Zoumboulakis Galleries, en Atenas. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Trabaja como profesora en la Universidad de West Attica. Io Angeli es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 233 | julho de 2023

Artista convidada: Io Angeli (Grécia, 1960)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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