domingo, 9 de julho de 2023

EDUARDO MOSCHES | 30 años de Narrativa en Blanco Móvil 1985-2015

 


Hagamos un salto hacia atrás, tomemos de la nariz el tiempo transcurrido y recordemos, oh la memoria, ese instante en que nació. No fue un parto difícil. Fue convenientemente natural. No es mi intención hablar del instante en que fue concebida, porque se realizó en un acto bastante colectivo, no una orgía, pero fue un momento de suma libertad. Muchos participamos, casi no dudo de mi paternidad. La primera cobija se la regaló Julio Cortázar. Era roja, quizá fue casualidad, pero así lo decidió para que tuviese tan buenos sueños como los de una Maga y ningún pulóver se pudiera meter en su vida con demasiada angustia, sino con esa sonrisa que pueden llegar a dar los conejitos blancos, y pasar de balcón en balcón por algún puente inestable. En fin, fue su primer padrino. Pues más tarde tuvo muchos que la cuidaban y le daban regalos, aunque la mayor parte eran textos escritos, desde poemas hasta leyendas, para que fuesen conformando –en su interior– mundos de intensa creación. Se entretuvieron con ella, desde la sonriente Margo Glantz, con las narraciones de su propia memoria hasta la adustez casi guaraní de Roa Bastos, hombre de dura madera, de un lirismo cargado de una gran estética moral, a la cual susurraba cancines de viejos dictadores envueltos en la sangre rojiza del Quebracho. Y también la meció ese español que le decía que había que coger la vida y estrujarla contra nuestro corazón, así le decía Camilo José Cela.

Después llegando al quinto mes se nos movió muy feo la ciudad y pasó un gran susto, pero la gente la hamacaba y eran humanamente amorosos con ella y entre ellos, para comprender y reseñar tanta muerte que vivió nuestra ciudad de México. Algún pañal de papel y letras le fue entregado por Elena Poniatowska con su sonrisa amplia y su espíritu de crítica y ojo avizor; Mónica Mansour le contó algunos cuentos del amigo que escribió sobre los vivos y los muertos de Comala, le sacó una sonrisa triste, pero sonrisa al fin. Le llegaron algunas noticias de un gran campeonato de fútbol mientras Borges le hablaba al oído y Samperio le contaba de Lenin y también se habló de su primera casa, muy llena de libros con un nombre de independista hindú, pues se crío entre libros y entre conocidos lectores, que beben café a tragos largos mientras las noticias de las dictaduras por el cono sur llenaban de rabia la espuma cargada de los capuchinos.

Y cumplió su primer año con el regalo de Felisberto Hernández que le enseñó cómo las mesas hablan, y las sillas son fuertes en presencia y no sólo sirven para sentarse sino también para amarlas. En una de ellas jugó un largo rato. Cuando estuvo a punto de cumplir el año y medio, con el cuerpo crecido, se tuvo que comprar ropa nueva. Y no pocos narradores le contaron qué había pasado en la ciudad el dos de octubre, muchos contaron sobre esos momentos en que mataron adolescentes y quisieron matar la libertad. Le hablaron al oído de ese día triste. Y llegaron los italianos no sólo con el aroma a salsa y espaguetis sino con esos cuentos que habían salido de las luces de la fogata de Calvino. Sanguinetti, Sciascia y el Eco de alguna rosa con su nombre y un Moravia envuelto en tinieblas y amores.

Y siguieron llegando algunos visitantes de Argentina: eran, otra vez, el vidente Borges y Sábato, el patriarca profético. El Río de la Plata olía a asesinados en esos años de 1987. Y pasaron los meses y siguió creciendo y muchos amigos entraron por las ventanas para conocer a la niña. Y me dice hoy que recuerda a la rebelde narradora María Luisa Puga, Cristopher Domínguez, Noé Jitrik, la fina presencia de Aline Pettersson, la agudeza de un intenso itinerario de palabras y familia de Silvia Molina, que le hicieron nacer nuevas sonrisas. Y los meses iban pasando y muchos le siguieron contando aventuras y dolores, risas y sonrisas, las letras formaban arcoíris y algunas tinieblas incrustadas en las oraciones con todo y predicado. Ya había cumplido tres años y conoció a Beatriz Escalante y a Óscar de la Borbolla, ironía y seriedad, un poco de terror le contaron por las noches, pero también se divirtió cuando en pleno octubre del 1988 le crecieron las piernas y por eso le alargaron el vestido con el color de madera, y los cuentos oliendo a plátano dulzón de una Honduras le hicieron mella porque eran cuentos nuevos y poco conocidos.


A los tres años de crecida, Bukowski la sentó medio lascivamente en sus rodillas, porque siempre fue muy cachondo y quería que también ella sintiera cierto temblor entre los muslos. Muslos de tinta y leche. Después tuvimos que cambiar de casa, dejamos atrás la casa de los libros, la librería y el café y nos fuimos a vivir un poco más libres, pero un poco más inseguros, y eso también forma parte de la libertad. Y cambiaste un poco la cara. Y fue la nueva época. El gateo había quedado atrás, ya caminabas con cierta seguridad y hasta cantabas y te entretenías con pintores el primero que te hizo dibujos fue Macotela, pedazos de ciudad ilustrando la sonrisa de que llamamos los contemporáneos. Y en esos tiempos ya estábamos en el 89. Tenías ya cuatro años y en los años siguientes te visitaron, pincel en mano, Noé Katz, José Luis Cuevas, Roger Von Guten, Magali Lara, Arturo Rivera y Alberto Castro Leñero, todos ellos te hicieron muñecos y barquitos con mucho afecto, el afecto de desear verte crecer. Se juntaron el color, la línea y la palabra. Todos comenzaban a formar voluntariamente parte del club de los amigos. Y otros vinieron y te sacaron fotografías de perfil, de la ciudad, con bailarines, con el ambiente urbano.

Hubo cuerpos desnudos para que aprendieses a no temer tu propia desnudez, sino a amar tu cuerpo y ahí estaban Graciela Iturbide; Rogelio Cuellar con su ojo irreverente, el señor de los retratos; Pedro Valtierra y el incendio flamígero de los ciudadanos; Eunice Chao te llevó a pasear entre sus paisajes; pudiste acercarte al cuerpo femenino a través de los ojos de Lucero González, Lourdes Almeyda, Patricia Martín, la irreverencia quijotesca de Tovalín y de todos los demás fotógrafos que te enseñaron a mirar más allá de lo que se puede ver a simple vista. Además, el que llegó para hablarnos de Guatemala y decía a través de ti que el arte es una espada flamígera. Y no un cortapapel para hacernos una cultura libresca, inútil, estéril, sin comunión con los hombres. Aunque Cardoza y Aragón decía hombres para decir humanos, él tomaba muy en cuenta al género femenino.

Y ya llegamos al ritmo poético de la saudade brasileña, llego otro amigo a darle más color a tus facciones, a jugar con las pinturas y con aquello que le decimos el frente, Pablo Rulfo comenzó a visitarte con total frecuencia. Te hizo muchos guiños con sus ojos de pintor poeta. Ya estabas creciendo cada vez más. Y siguieron pasando los años y te llevaron a hamacarte a los parques por algunas regiones del continente, comenzaste a viajar a través de los ojos que nos invitaban de otros países: pasaste por la tristeza subterránea de Bolivia y el doloroso canto de sus poetas y cuentistas, llegaron a la isla que fue de la utopía, esa Cuba que nos habló unos años para cambiar tanta pobre tristeza en otras cosas y algo más de arcoíris, pero se llenó muy rápido de gris. Pero también comenzaron a llegar más amigos, como el cantante de poemas y el poeta que cantaba que era también Eduardo y además Langagne.

Y llegaron de visita con maletas “30 años de Narrativa en Blanco Móvil 1985-2015” 4 repletas del interior del país y digo interior, pues vives, vivimos, en esto que le dicen el centro, la capital, y nos hablaron amigas y amigos de San Luis Potosí, y te leyeron sus poemas y tanta imaginación que se desbordaba hasta cubrir Colima, y saltamos hasta el norte seco de Sonora, el mar a veces se huele, y muchos te miran de reojo, sonriendo y les gustaba mucho el color de tus cachetes y cómo crecías palmo a palmo hasta alcanzar los diez años. Hicimos una linda fiesta en este mismo salón, y pasó mucha gente de otros países y además vinieron a visitarte del otro lado de la frontera norte, los chicanos te saludaron un buen rato, y seguían viniendo del sur, del medio y desde muy arriba, eran de Chihuahua, Chiapas, Durango, Guanajuato, Tlaxcala y pasaron más de una docena de estados, mujeres y hombres que se dedican al oficio de escribir y de crear verdades sencillamente sensibles.


Y comenzaron a llegar también las risas y palabras del otro lado del mar, del Medio Oriente y un poco de África, algo de Europa, en fin, se mezclaban los aromas escritos de Israel, Angola, España, Austria, Líbano, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Argentina. y seguían llegando las cartas y los verbos, las oraciones hechas imaginación, la palabra creadora de acción, de vehículo de creación, era un intenso movimiento de migraciones de palabras, espejos y luces de variadas tonalidades. Y hay nuevas generaciones que te hacen visitas permanentes, ya no están sólo los que iniciaron. Como no nombrar a Gerardo Amancio; a José María Espinasa, que vino muchas veces a las fiestas cuando aparecías en público; a Esther Seligson, que estaba muy triste y por eso se fue a viajar definitivamente y no está en esta reunión de los treinta años; lo mismo le ha pasado a Daniel Sada.

Por otro lado, la cubanísima Aralia López, que siempre te trae regalitos y algún buen consejo; y a Eduardo Milán, que con su ironía poética no siempre te atiende como quisieras. Y llegaron algunos tíos-padrinos algo más jóvenes a visitarse y a mirarte con buenos ojos y bastante seguido: el asesor en verdades, Juan Antonio Rosado; y no podemos olvidar los besos casi maternales con sabor a jitomate que te entrega Francesca Gargallo, que es la que entiende y te habla de la otredad; y en los últimos tiempos la juventud emprendedora de Adriana Tafoya, Andrés Cisneros, y nuestro diseñador Joel Martínez y te rodean y dicen cositas y, así, también aquellos que no nombramos, pero que están presentes o que se encuentran en la memoria de tu propia historia. Todos y todas te han entregado parte de su actuar creativo para realizar, conformar, esto en que te has transformado. Y escuchaste mucha música y canciones de tantos amigos que ya cantaron o leyeron, como Francesca Guillén, Nayeli Nesme, Nahuel, Omar López, mi hijo Gabriel y Valentina Garibay, entre otros.


Bueno, ya termino con tanto recuerdo y dejo paso al brindis de la continuidad, y ahora a festejar por este pedazo de historia, con el deseo de que sigas creciendo y alcances a vibrar con mejores y diferentes sonidos, de tanta metáfora hecha vida. Entre algunas arrugas y las letras, llegamos a estos 30 años con más amigos, entre escritoras y escritores, crecieron los lectores en edad y cantidad. Por otro lado, dolorosamente, el país empobreció, hay más miseria en las calles, los desaparecidos aumentaron: los 43 se sumaron a decenas de miles, hay presos políticos en las cárceles, nos mordemos la rabia y seguimos escribiendo y leyendo. Continuamos en esto de realizar historia literaria y cotidiana. Bueno, mi Blanco Móvil, espero y quiero que sigas cambiando de colores y deseos en tus próximos cumpleaños. Y a ustedes lectores, los dejo con la selección de narrativa.

 

 


EDUARDO MOSCHES. Mexicano de origen argentino. Nació en Buenos aires en 1944. Vivió en Israel de 1963 a 1970. Tomó un avión hacia Berlín, donde estudió Ciencias Sociales en la Universidad Libre de Berlín, Alemania Occidental y se dirigió hacia Argentina en 1974. Después en 1976, llega a México. Fue coordinador editorial en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México diez años, hasta el 2012. Fundador y director de la revista literaria Blanco Móvil, desde 1985. Ha publicado una decena de poemarios. Ha colaborado en periódicos y revistas en México, Argentina, Alemania, Brasil, España, Estados Unidos, Israel, Italia, Chile, entre otros. Ha recibido varios premios nacionales como poeta y editor de revistas literarias. Ha sido traducido al alemán, italiano, portugués, hebreo e inglés. Correo electrónico: blanco.19mosches85@yahoo.com.mx

 

 


IO ANGELI (Grecia, 1960). Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Atenas y continuó sus estudios de maestría con una beca en Londres en el Royal College of Art y Central – Saint Martin’s School of Art & Design (1988-1991). Ha presentado su trabajo en 17 exposiciones individuales y ha participado en muchas exposiciones colectivas en Grecia y en el extranjero y ha colaborado con la Galería Zoumboulakis desde 2013. Entre las muestras individuales más recientes se encuentran: Boundaries (2015); Is it a trap? (2019); y Slalom (2023), todas ellas en Zoumboulakis Galleries, en Atenas. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Trabaja como profesora en la Universidad de West Attica. Io Angeli es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 233 | julho de 2023

Artista convidada: Io Angeli (Grécia, 1960)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


∞ contatos

https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/

http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/

ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

 





 

 

Nenhum comentário:

Postar um comentário