domingo, 9 de julho de 2023

FLORIANO MARTINS, BERTA LUCÍA ESTRADA | Los avatares del poeta

 


El cielo se despierta diferente cada mañana y el día toma tantas formas que el hombre cambia de lugar dentro de cada una de ellas. Así ocurre con la poesía, pero también con el exilio. Hay incontables formas de exilio, en muchos casos recibidos como manifestación de vértigos paralelos que nos llevan a sitios impensables. El modo como el exilio toca al creador es también diverso, reflejando un dolor que es tanto metafísico como en plano tangible, la revelación generada por los desplazamientos o los desastres amontonados en la carne y en las ideas. Hay también el exilio propiciado por el abandono, la entrada en el mundo de las drogas, la falta de reconocimiento, y muchas otras caras de un ninguneo voraz. Lo que pensamos para esta edición de Blanco Móvil es hacer un recorrido por las venas del exilio en Iberoamérica, específicamente en relación a su ambiente lírico.

Recordemos que exilio viene del latín exilium, vocablo que tiene su raíz en la palabra exsul (desterrado), arrancado del suelo. Y exul significa el que se ha ido; una de las características de los poetas de todos los tiempos: desterrados, vagabundos, trotamundos, excluidos, olvidados, segregados, marginados, malditos entre los malditos; habitantes de los suburbios, de la periferia, de los arrabales; lejos de los centros de poder y riqueza. Los rapsodas, bardos, trovadores juglares y poetas, son los expulsados, parias de la sociedad y del sistema.

Recuérdese que en el siglo XIX los poetas, al salirse de todos los convencionalismos propios de la Época Victoriana, eran condenados al ostracismo social y a la vejación. Y si hablamos de vejación es pensando en el castigo que se le impuso a Óscar Wilde, cuyo único crimen fue haber amado con locura a un hombre más joven que él; el mismo delito por el que fue acusado Verlaine. En otras palabras, los poetas son transgresores, viven en el filo del abismo, son funámbulos sin vara; los atrae el vacío, el abismo, La Nada, Le Néant. Tal vez por eso fueron considerados malditos, como fue el caso de Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y el mismo Verlaine; y antes, mucho antes, fue Villon el que escapó a la horca. Y aunque Victor Hugo escapó a esta visión de poeta maldito también vivió el escarnio público y político; hasta el punto que tuvo que exiliarse durante veinte años en la isla anglonormanda de Guernesay.

Y cuando las noches están fuera de lugar, los días son llevados por una especie de villanía. Algunos pasos se pierden en el laberinto de los propios fantasmas, y otros se ven obligados a reconocer los caminos inhabitables como propios; como fue el caso de Hölderlin. De esta manera, respiramos una atmósfera diferente y algunos símbolos toman nuevos hilos, una descarga de peligros, una jungla de figuras no bautizadas. El exilio nos lleva a ocupar el lugar de los dioses, en ceremonias que aceptan un mundo sin dogmas, un terreno cambiante donde podemos construir nuestra propia morada que representa el descubrimiento del otro en nosotros mismos; así muchas veces para poder lograrlo el poeta tenga que recurrir al suicidio como es el caso de Alejandra Pizarnik o de Alfonsina Storni u Horacio Quiroga; entre muchos otros casos.

Cuando las noches empiezan a dormir fuera de sí mismas y los días son capaces de jurar que no saben dónde están, las abruptas fuerzas del exilio, en su multitud de manifestantes, invaden las hazañas repentinas de todo gesto humano. Una mujer indefensa que sufre por las líneas torcidas de su mano. Un hombre escoltado por sus compañeros para llevarlo fuera del lenguaje. Una mujer que insiste en que los sueños que le fueron robados son suyos. Un hombre que se esconde de sus enemigos en otro idioma. Una mujer destrozada por la mordaz fiebre de sus secretos amantes. Un hombre que enmascara sus propios dolores contando con unos días más en la tierra que le desprecia. Estos son los caminos quebrados que llevan a la humanidad a escribir palabras de terror y pánico, envidia y usura. Las líneas manchadas de sangre y opresión. Las imágenes alarmadas por las tormentas de angustia. Los poetas, ya sean hombres o mujeres, descifran los tatuajes apócrifos de estos símbolos que buscan anular la potencia humana. No les importan las letras del sacrificio, pues llevan dentro una fuerza mayor, la llama de un humanismo que debe superar todas las formas de mezquindad y negación del ser. Los poetas marcan y acentúan la perversión hasta que se hace añicos y así preparan la tierra para una nueva cosecha de altruismo. El ser humano es un animal de mil colores y canciones que busca compartir la intimidad de todos los poemas escritos hasta ahora o por escribir. Y los poemas no cesan…


La creación poética es una consagración de nuestro entusiasmo por la vida. Sus verdaderos motivos tocan el infinito como un deseo de expandir los sentidos. Justicia o dignidad poética. Las paradojas son la forma en que la historia se muerde la cola. La idea romántica de la desesperación debe interpretarse más como una determinación, la decisión de ponerse de pie, la necesidad de mantener la vida en constante movimiento. El exilio es un método para anular estos motivos; y en cierto modo es también el desafío de recuperar voces perdidas, el imperativo de crear nuevos misterios, de hurgar en las profundidades del inconsciente individual y colectivo. Según Fernando Arrabal el poeta vive en las catacumbas; una especie de caverna de la que habla Platón. Solo que el poeta no está encadenado ni mira solamente a las paredes de la roca. El Poeta, y eso lo saben muy bien los bardos de todos los tiempos, es más bien un iluminado, es el que araña, penetra y desvela los arcanos; trata de develar la verdad, aunque no siempre la comprenda.

Es el caso de Raúl Gómez Jattin que vivió en los límites, en un eterno vértigo, su vida fue una montaña rusa de la que no pudo o no quiso escapar. Decidió ser el último tripulante de ese barco ebrio que un siglo antes abandonase Rimbaud y viajó a la última estación del infierno –la droga y el alcohol le sirvieron de óbolos– y allí se quedó…; a veces mudo, y otras aullando de dolor, de hambre y de soledad. Y por supuesto, ¿cómo no traer a colación a José Asunción Silva y a sus manuscritos desaparecidos en un naufragio? Silva, al igual que Rimbaud, muere muy joven, a los treinta años; y en su caso preciso de un disparo en el corazón, disparo que él mismo se propinó; aunque hay nuevas teorías que afirman que en realidad fue asesinado. La desaparición de su trabajo nos lleva a recordar a Malcolm Lowry y a sus manuscritos perdidos para siempre en el incendio de su cabaña al lado del mar a la que él llamaba Eridanus; otra forma de leer e interpretar el naufragio. Esto es lo que escribió después del incendio que en cierta forma devastó su vida: Qué horrible es el éxito, / peor que ver tu casa en llamas / y las vigas cayendo, una tras otra, / mientras asistes, / sin testigos, / a tu condena. // La fama, / como una borrachera, / consume lo mejor de ti mismo y, sórdida, / te muestra que sólo trabajaste para ella. // Ojalá que nunca me hubiera besado esa puta, / y haber seguido siempre en las sombras de la / destrucción y el fracaso. La traducción al español es de Juan Luis Panero.

Y no todos los poetas malditos son hombres, también encontramos mujeres; como es el caso de Mercedes Valencia, una poeta con una obra no muy voluminosa, pero sí importante. Una mujer brillante y con una voz propia, desgarrada, dolorosa, que corta como un cuchillo recién afilado. Mercedes Valencia estudió filosofía, se jugó su alma en un tablero de ajedrez y el huracán le robó las fichas. Al igual que Gómez Jattin la droga fue su única nao y el alcohol le sirvió de mar para navegar. Terminó viviendo en la calle; aunque hace algunos años su hija Luna la rescató del laberinto en el que trataba de escapar del minotauro que la acechaba en cada esquina de la ciudad que la vio nacer, aunque imagino que hace tiempo que recorre el laberinto de su propia psiquis; en ese caso no hay escapatoria posible, ella siempre será su rehén y su botín más preciado.

El tema de la verdad es otro tratado sobre riesgos. El desorden como escenario de ruinas del alma humana debe superar la catástrofe de la inmovilidad. A veces, la moral exige una reversión de sus créditos. El poeta se reconoce en el agua sucia de las calles, en el emporio de las reliquias exaltadas. La poesía debe iluminar los espíritus oscurecidos por las religiones. Los dolores humanos cambian de ropa todo el tiempo e incluso, como las serpientes, mutan de piel. Viajar con estos vértigos permanentes es parte de lo que somos. Lo patético también es parte de la creación humana; aunque a veces nos neguemos a verlo; y no solo lo patético sino lo desagradable; como en ese portento de poema que es La carroña, de Baudelaire. En otros casos los poetas buscan un lugar donde la gente pueda enterrar u olvidar las desgracias; así a veces las llagas se vuelvan luego purulentas. Tal vez por eso los dolores, los tormentos y las aflicciones deben fluir como ríos. Las sociedades deben reconocer la inevitabilidad de sus errores y seguir adelante. Como dice André Breton: Abandonad vuestras esperanzas y vuestros temores. / […] Abandonad si hace falta una vida cómoda, aquello que os presentan como una situación con porvenir. / Lanzaos a los caminos.

Y la que entendió muy bien esta premisa de Lanzaos a los caminos fue Matilde Espinosa puesto que nos legó una poesía de índole social que dio cobijo al desamparado, al oprimido, al olvidado. Ella misma dijo: Empecé a escribir poesía en prosa, sentí muy honda la lucha del pueblo, pero no hice poesía política ni de protesta, sino de solidaridad con la gente. Y la poeta Gloria Cepeda Vargas escribió: Vino al mundo en una región solitaria y abandonada. Por eso, desde que abrió los ojos, las diferencias sociales y económicas del país […] le salieron al paso. Ahí surgió su canto que venía del hondón de una tierra abrasadoramente bella y desamparada. Ahí encontraron eco el grito de dolor del indio, el trabajo desconocido y heroico de la maestra rural, el tañido del hambre, de la desnudez, de la miseria endémica y sobre todo la denuncia de la carga biológica y cultural que soporta la mujer en el mundo. Vale la pena recordar que Matilde Espinosa fue víctima de violencia intrafamiliar, por lo que muy joven decidió separarse de su primer marido. Una actitud valiente para una mujer nacida en 1910; de no haberlo hecho muy seguramente hubiese sido víctima de feminicidio, como lo fue Delmira Agustini; a quien su marido asesinó porque no soportaba que ella escribiese poesía y al mismo tiempo fue una brutal represalia que tomó en su contra por ser una mujer autónoma, inteligente y culta. Ella no sólo lo desafió al escribir poesía, algo que para él era una especie de escándalo, sino que osó separarse de él en una época en la cual las mujeres no abandonaban a los conyugues, sino que aceptaban, en estado de completa sumisión, las condiciones de represión y brutalidad que les impusieran en el hogar. La verdad es que la violencia de género sigue arraigada en lo más profundo de la sociedad actual; no es sino ver la tasa de feminicidios en América Latina y en España en el 2020 para darnos cuenta que el machismo y la misoginia son pilares de la sociedad patriarcal. Y casi un siglo después es Nadia Anjuman que es asesinada a golpes por su marido y suegros por la misma razón, porque escribía versos. Y es que las Erinias –o Furias–, pilares de la sociedad patriarcal, no soportan la libertad que otorga la poesía.


Otra poeta que en cierta siguió los mismos pasos de Matilde Espinosa es Carmen Soler. Carmen Soler comenzó su vida profesional como maestra en una escuela rural –por lo que habría que recordar que Matilde Espinosa se creó con los niños nasa que acudían a la escuela rural donde trabajaba su madre como maestra, y es con ellos con quien aprende a hablar la lengua nasa antes que el castellano que comienza a enseñarle su madre en la intimidad del hogar–. Carmen Soler, por su parte, y como todos los paraguayos, hablaba perfectamente el guaraní. Este gran privilegio de hablar dos lenguas, una occidental y otra amerindia, les dio la posibilidad a ambas de comprender a la perfección un mundo que normalmente nos está vedado; y además les abrió posibilidades infinitas en la creación poética. En su estancia en el Chaco Carmen Soler conoce de primera mano el hambre y la desolación de los indígenas; así como el profundo olvido en el que los entierra el Estado. A veces, en realidad bastante a menudo, el genocidio tiene un rostro invisible. Esta confrontación de primera mano con el horror y el exterminio no podían dejarla indemne; es así como comienza a militar en el Movimiento Febrerista, y lo hace de la mano de su hermano Miguel Ángel Soler; luego lo haría en el Partido Comunista. Las fauces y garras del minotauro no tardaron en hacerla su presa favorita; fue encarcelada, torturada y estuvo en el exilio varias veces; hasta que, al fin, y bajo la dictadura atroz de Strossner, debió exiliarse definitivamente; nunca más pudo regresar a su tierra. No tuvo la fortuna de Rubén Bareiro-Saguier que pudo hacerlo cuando el sátrapa huyó al Brasil y donde murió tranquilo sin haber sido jamás juzgado por sus crímenes de lesa humanidad; entre ellos el haber participado activamente en la Operación Cóndor. Delia Weber, poeta, artista plástica, feminista militante y sufragista, también fue víctima de violencia de género de la parte de su primer marido; un diplomático dominicano que cuando bebía, y lo hacía bastante a menudo, se tornaba en un hombre violento. Delia Weber fue una de las alumnas del mítico Instituto para Señoritas Salomé Ureña, para entonces ya había estudiado arte bajo la tutela del profesor Abelardo Rodríguez Urdaneta.

Delia Weber, al ser casada con un diplomático, vivió varios años en Europa, lo que sin duda le ayudó a convertirse en esa mujer comprometida con los derechos de la mujer. En 1931 se integra a la Asociación Feminista Dominicana y es nombrada vicepresidenta. Cuando Rafael Leonidas Trujillo sube al poder, la AFD lo apoya consciente que si hace un buen trabajo él a su vez apoyaría a la asociación en su aspiración por el sufragio femenino; y efectivamente lo logra. Incluso su lucha por los derechos de la mujer va aún más lejos y la AFD logra que el dictador apruebe un conjunto de leyes en las que se legisla en pro de la educación femenina, del derecho al empleo y además logra que las mujeres casadas tengan los mismos derechos de sus conyugues masculinos. Toda una revolución que se dio en el año 1942. –El sufragio femenino en Colombia solo se daría en 1954 bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla; sin embargo, las mujeres solo pudieron en 1957 con la caída del dictador. Mientras que en Francia el voto femenino se aprueba en 1944; y en Suiza solo se da en 1971.– La lucha por los derechos de las mujeres va a operar un cambio en Delia Weber hasta el punto que luego se casa con un exiliado español. De ahí en adelante no parará ni de publicar libros ni de pintar. Delia Weber es uno de los símbolos más importantes que tiene el feminismo en América Latina en general y en República Dominicana en particular; y por supuesto, en la poesía y en la plástica.

Y justo antes encontramos a la feminista y poeta Teresa Wilms Montt, otra de las víctimas de la violencia del patriarcado. Su marido, sobrino del presidente chileno José Manuel Balmaceda, dipsómano y extremadamente violento, descubre que ella le es infiel con su primo Vicente Balmaceda, el castigo fulminante no se hace esperar, y Teresa Wilms Montt es internada a la fuerza en un convento donde intenta suicidarse. Vicente Huidobro la ayuda a escapar refugiándose en Buenos Aires. De allí pasa a Europa y finalmente se asienta en París. Cinco años después de no ver a sus dos hijas sus exsuegros viajan precisamente a París para pasar una temporada con las niñas; y aunque se le niega la posibilidad de vivir con ellas, al menos puede verlas continuamente; sin embargo, al cabo de unos meses los viajeros regresan nuevamente a Chile y Teresa Wilms Montt no puede soportar esta nueva pérdida y se suicida con una sobredosis de veronal. Solo contaba con veintiocho años de edad. Nuevamente la Hidra de Lerna del patriarcado se había tragado a una mujer excepcional y cuyo único delito era querer ser libre, autónoma e independiente.

Y es que el patriarcado, léase fascismo, nos arroja a diario las muchas caras del exilio: expulsión y represión. Lo que nos obliga a salir de donde estamos y nos impide entrar donde queremos. No solo en su sentido geográfico, sino más bien como un destierro del alma. Una amplitud del significado de la soledad, la violencia que sufre la singularidad, la ruptura de conceptos, los caminos cavados contra los precarios órdenes de la existencia. Prisiones, tortura física y psicológica, represión, innumerables formas de exclusión y de avasallamiento, la perversión impuesta a los desencuentros; entre muchas otras variantes del exilio.

Y persecución política e intelectual es la que sufrió Eunice Odio en el México de los años 1960. En 1963 escribe varios artículos críticos en contra de la Revolución cubana y por ende de Fidel Castro; esta postura fue severamente condenada por la izquierda mexicana y como castigo deciden ignorarla y hacerla a un lado. Once años después moría prácticamente en el olvido y en una gran pobreza. La obra de Eunice Odio fue cuasi olvidada; por fortuna el olvido no es para siempre y en Costa Rica han hecho todo lo posible por rescatar su trabajo poético y ponerlo en el lugar que merece. Los intelectuales de izquierda –una izquierda mal comprendida, y que a lo mejor no le perdonaban que siendo mujer fuese inteligente, culta y además poeta–, no lograron su cometido. El machismo, la misoginia y la violencia de género, la llevaron a un oscuro rincón de la infamia en contra de las poetas que además de inteligentes sufren la exclusión por atreverse a pensar y a denunciar.


Lo que nos lleva ineluctablemente a pensar en Heberto Padilla. En 1971 fue encarcelado y su liberación se logró gracias a la presión internacional ejercida por escritores de la talla de Julio Cortázar, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Juan Goytisolo, Octavio Paz, Juan Rulfo, Susan Sontag y Mario Vargas Llosa, entre otros. Sin embargo, comenzó el ostracismo que las dictaduras de corte estalinista, como la cubana, practican muy bien; por lo que Padilla comenzó a vivir como un paria. Olvidado, renegado, ahogándose en el alcohol, vivió una situación inmensamente precaria que lo obligó en 1980 a abandonar Cuba. Su salida fue permitida gracias a la presión internacional y sobre todo por la presión de Edward Kennedy; y aunque inicialmente llega a EEUU, es España su destino final; muere en el 2000, en el exilio, y a la edad de sesenta y ocho años.

Los nombres se multiplican, con sus dolores y las heridas de la incomprensión. La negación del otro es una de las formas más despiadadas de exilio. Aquí recordamos el caso de Elena Garro (México, 1916-1998). Esta escritora, dramaturga y periodista, no sólo fue perseguida por los intelectuales de su país sino ignorada y manipulada por Octavio Paz, su propio marido, y con el que tuvo una hija. Su novela Los recuerdos del porvenir, escrita cuatro años antes de la publicación de Cien Años de Soledad, fue, según muchos estudiosos, el inicio del Realismo Mágico. Su legado literario es innegable y hay críticos que la consideran aún más importante que Paz. Incluso en un momento determinado decidió dejar las Letras y dedicarse únicamente al periodismo para no hacerle sombra a su flamante marido. No era la primera mujer ni la última que tomaría esa determinación tan absoluta y radical. Yo lo veo como una forma de automutilarse, de enterrarse viva, de esconderse en el laberinto sin un hilo de Ariadna que permita reencontrar el camino a casa. En este caso su Minotauro era Paz, el escritor considerado poco menos que un dios por los intelectuales del siglo XX. Su cercanía al PRI, y su posición con respecto a la Masacre de Tlatelolco, la convirtieron en una maldita; jamás se recuperaría de esa imagen. Como consecuencia de su supuesto papel de espía Elena Garro y su hija debieron partir al exilio. Poco antes de exiliarse escribió, palabras más palabras menos, que todo lo que hacía y escribía era contra Paz; que él era su enemigo. Hoy en día es considerada como la escritora mexicana más importante después de Juana Inés de la Cruz; la poeta y dramaturga que los jesuitas callaron. Y como gran paradoja es precisamente Octavio Paz el que va a hacer un estudio monumental de sor Juana. La monja que tuvo que exiliarse en un convento de clausura para poder leer, escribir e incluso para escapar al yugo del matrimonio; ya que tomar los hábitos era la única salida para una mujer del siglo XVI que rechazaba el matrimonio; la otra, era la prostitución; algo que por supuesto sor Juana nunca contempló.

En todas partes de nuestra Iberoamérica, al menos el entorno que incluye esta edición, podemos ver estos muros sellados, los caminos bloqueados, los obstáculos inclementes que también forman parte del alma humana. A veces hay poetas que se exilian en su propia lengua, como es el caso de Raúl Bopp quien, aunque fue diplomático, nunca tuvo su libro Cobra Norato (1931) –uno de los títulos más refrescantes de la tradición lírica brasileña– publicado en otra lengua. Bopp siempre fue un viajero incansable y se enorgullecía de su vida ocupada y suficientemente intensa, diciendo que gracias a ella no necesitaba inventar hechos.

El peruano César Vallejo fue otro gran exiliado, no por razones políticas sino por una decisión personal –léase exiliado en sí mismo–. El biógrafo Martin Seymour-Smith lo consideraba el mejor poeta del siglo XX y de todas las lenguas. Vallejo conoció la cárcel como consecuencia de un proceso a todas luces injusto, y que le mostró la otra cara de la sociedad de su época. Dos años más tarde, en 1923, migró a París para nunca más regresar a Perú, su patria. En París vivió una vida difícil y bastante precaria; incluso deambuló de hotel en hotel; la vida del arrabal, de la periferia, a la que se aludía anteriormente. En 1938, a la edad de cuarenta y cinco años, murió en su exilio voluntario. Dejó tras de sí una estela que resplandecerá por los siglos de los siglos y que acompaña las de sus amigos poetas. Todos ellos exiliados, perseguidos políticamente, o bien exiliados en sí mismos, se convierten en un solo poeta; y sus vidas azarosas en avatares. Los avatares del poeta.

 

 


FLORIANO MARTINS (Brasil, 1957). Poeta, ensayista, traductor, editor y artista plástico. Su obra es muy diversa, además de encontrarse publicada en países como España, Portugal, Venezuela, México, Brasil, República Dominicana, entre otros. Es organizador y/o traductor de libros de autores como Pablo Antonio Cuadra, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Aldo Pellegrini, Vicente Huidobro, Enrique Molina. Ha organizado treinta libros de destacados autores portugueses para una editorial en Brasil, sea de prosa, poesía, teatro u ensayo. Dedicado al estudio del surrealismo ha publicado ensayos e antologías de este movimiento, siendo los más recientes títulos, Un poco más de Surrealismo no hará ningún daño a la realidad (México, 2015) e Un nuevo continente – Poesía y Surrealismo en América (Brasil, 2016). Su poesía se destaca en poemarios como Tres estudios para un amor loco (México, 2006), Teatro imposible (Venezuela, 2008), Fuego en las cartas (España, 2009), y Las mujeres desaparecidas (Chile, 2022). Ha creado la publicación virtual Agulha Revista de Cultura, así como el sello editorial ARC Edições.

 

 


BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir (Francia, 2012), Náufraga Perpetua (2012), La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). Ha recibido cinco premios de poesía. Algunos de sus artículos y poemas han sido difundidos en medios nacionales e internacionales; entre ellos las revistas Triplov (Portugal), Agulha Revista de Cultura (Brasil), Esteros (Uruguay), blog Crear en Salamanca y Aleph (Colombia), dirigidas por Estela Guedes, Floriano Martins, Carolina Zamudio, Alfredo Pérez Alencart y Carlos-Enrique Ruiz, respectivamente; y gracias a la invitación del profesor Antonio Donizeti Da Cruz varios de sus artículos han sido publicados por UNIOESTE (Universidade Estadual do Oeste do Paraná, Brasil). Ha sido traducida al francés, portugués, rumano, griego e inglés.

 

 


IO ANGELI (Grecia, 1960). Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Atenas y continuó sus estudios de maestría con una beca en Londres en el Royal College of Art y Central – Saint Martin’s School of Art & Design (1988-1991). Ha presentado su trabajo en 17 exposiciones individuales y ha participado en muchas exposiciones colectivas en Grecia y en el extranjero y ha colaborado con la Galería Zoumboulakis desde 2013. Entre las muestras individuales más recientes se encuentran: Boundaries (2015); Is it a trap? (2019); y Slalom (2023), todas ellas en Zoumboulakis Galleries, en Atenas. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Trabaja como profesora en la Universidad de West Attica. Io Angeli es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 233 | julho de 2023

Artista convidada: Io Angeli (Grécia, 1960)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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