Recordemos que exilio viene del latín
exilium, vocablo que tiene su raíz en
la palabra exsul (desterrado), arrancado
del suelo. Y exul significa el que se ha ido; una de las características
de los poetas de todos los tiempos: desterrados, vagabundos, trotamundos, excluidos,
olvidados, segregados, marginados, malditos entre los malditos; habitantes de los
suburbios, de la periferia, de los arrabales; lejos de los centros de poder y riqueza.
Los rapsodas, bardos, trovadores juglares y poetas, son los expulsados, parias de
la sociedad y del sistema.
Recuérdese que en el siglo XIX los poetas, al salirse de todos los convencionalismos
propios de la Época Victoriana, eran condenados al ostracismo social y a la vejación.
Y si hablamos de vejación es pensando en el castigo que se le impuso a Óscar Wilde,
cuyo único crimen fue haber amado con locura a un hombre más joven que él; el mismo
delito por el que fue acusado Verlaine. En otras palabras, los poetas son transgresores,
viven en el filo del abismo, son funámbulos sin vara; los atrae el vacío, el abismo,
La Nada, Le Néant. Tal vez por eso fueron considerados malditos, como fue el caso
de Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y el mismo Verlaine; y antes, mucho antes, fue
Villon el que escapó a la horca. Y aunque Victor Hugo escapó a esta visión de poeta
maldito también vivió el escarnio público y político; hasta el punto que tuvo que
exiliarse durante veinte años en la isla anglonormanda de Guernesay.
Y cuando las noches están fuera de lugar, los días son llevados por una especie
de villanía. Algunos pasos se pierden en el laberinto de los propios fantasmas,
y otros se ven obligados a reconocer los caminos inhabitables como propios; como
fue el caso de Hölderlin. De esta manera, respiramos una atmósfera diferente y algunos
símbolos toman nuevos hilos, una descarga de peligros, una jungla de figuras no
bautizadas. El exilio nos lleva a ocupar el lugar de los dioses, en ceremonias que
aceptan un mundo sin dogmas, un terreno cambiante donde podemos construir nuestra
propia morada que representa el descubrimiento del otro en nosotros mismos; así
muchas veces para poder lograrlo el poeta tenga que recurrir al suicidio como es
el caso de Alejandra Pizarnik o de Alfonsina Storni u Horacio Quiroga; entre muchos
otros casos.
Cuando las noches empiezan a dormir fuera de sí mismas y los días son capaces
de jurar que no saben dónde están, las abruptas fuerzas del exilio, en su multitud
de manifestantes, invaden las hazañas repentinas de todo gesto humano. Una mujer
indefensa que sufre por las líneas torcidas de su mano. Un hombre escoltado por
sus compañeros para llevarlo fuera del lenguaje. Una mujer que insiste en que los
sueños que le fueron robados son suyos. Un hombre que se esconde de sus enemigos
en otro idioma. Una mujer destrozada por la mordaz fiebre de sus secretos amantes.
Un hombre que enmascara sus propios dolores contando con unos días más en la tierra
que le desprecia. Estos son los caminos quebrados que llevan a la humanidad a escribir
palabras de terror y pánico, envidia y usura. Las líneas manchadas de sangre y opresión.
Las imágenes alarmadas por las tormentas de angustia. Los poetas, ya sean hombres
o mujeres, descifran los tatuajes apócrifos de estos símbolos que buscan anular
la potencia humana. No les importan las letras del sacrificio, pues llevan dentro
una fuerza mayor, la llama de un humanismo que debe superar todas las formas de
mezquindad y negación del ser. Los poetas marcan y acentúan la perversión hasta
que se hace añicos y así preparan la tierra para una nueva cosecha de altruismo.
El ser humano es un animal de mil colores y canciones que busca compartir la intimidad
de todos los poemas escritos hasta ahora o por escribir. Y los poemas no cesan…
Es el caso de Raúl Gómez Jattin que vivió en los límites, en un eterno vértigo,
su vida fue una montaña rusa de la que no pudo o no quiso escapar. Decidió ser el
último tripulante de ese barco ebrio que un siglo antes abandonase Rimbaud y viajó
a la última estación del infierno –la droga y el alcohol le sirvieron de óbolos–
y allí se quedó…; a veces mudo, y otras aullando de dolor, de hambre y de soledad.
Y por supuesto, ¿cómo no traer a colación a José Asunción Silva y a sus manuscritos
desaparecidos en un naufragio? Silva, al igual que Rimbaud, muere muy joven, a los
treinta años; y en su caso preciso de un disparo en el corazón, disparo que él mismo
se propinó; aunque hay nuevas teorías que afirman que en realidad fue asesinado.
La desaparición de su trabajo nos lleva a recordar a Malcolm Lowry y a sus manuscritos
perdidos para siempre en el incendio de su cabaña al lado del mar a la que él llamaba
Eridanus; otra forma de leer e interpretar el naufragio. Esto es lo que escribió
después del incendio que en cierta forma devastó su vida: Qué horrible es el éxito, / peor que ver tu casa en llamas / y las vigas
cayendo, una tras otra, / mientras asistes, / sin testigos, / a tu condena. // La
fama, / como una borrachera, / consume lo mejor de ti mismo y, sórdida, / te muestra
que sólo trabajaste para ella. // Ojalá que nunca me hubiera besado esa puta, /
y haber seguido siempre en las sombras de la / destrucción y el fracaso. La
traducción al español es de Juan Luis Panero.
Y no todos los poetas malditos son hombres, también encontramos mujeres; como
es el caso de Mercedes Valencia, una poeta con una obra no muy voluminosa, pero
sí importante. Una mujer brillante y con una voz propia, desgarrada, dolorosa, que
corta como un cuchillo recién afilado. Mercedes Valencia estudió filosofía, se jugó
su alma en un tablero de ajedrez y el huracán le robó las fichas. Al igual que Gómez
Jattin la droga fue su única nao y el alcohol le sirvió de mar para navegar. Terminó
viviendo en la calle; aunque hace algunos años su hija Luna la rescató del laberinto
en el que trataba de escapar del minotauro que la acechaba en cada esquina de la
ciudad que la vio nacer, aunque imagino que hace tiempo que recorre el laberinto
de su propia psiquis; en ese caso no hay escapatoria posible, ella siempre será
su rehén y su botín más preciado.
El tema de la verdad es otro tratado sobre riesgos. El desorden como escenario
de ruinas del alma humana debe superar la catástrofe de la inmovilidad. A veces,
la moral exige una reversión de sus créditos. El poeta se reconoce en el agua sucia
de las calles, en el emporio de las reliquias exaltadas. La poesía debe iluminar
los espíritus oscurecidos por las religiones. Los dolores humanos cambian de ropa
todo el tiempo e incluso, como las serpientes, mutan de piel. Viajar con estos vértigos
permanentes es parte de lo que somos. Lo patético también es parte de la creación
humana; aunque a veces nos neguemos a verlo; y no solo lo patético sino lo desagradable;
como en ese portento de poema que es La carroña, de Baudelaire. En otros casos los
poetas buscan un lugar donde la gente pueda enterrar u olvidar las desgracias; así
a veces las llagas se vuelvan luego purulentas. Tal vez por eso los dolores, los
tormentos y las aflicciones deben fluir como ríos. Las sociedades deben reconocer
la inevitabilidad de sus errores y seguir adelante. Como dice André Breton: Abandonad vuestras esperanzas y vuestros temores.
/ […] Abandonad si hace falta una vida cómoda, aquello que os presentan como una
situación con porvenir. / Lanzaos a los caminos.
Y la que entendió muy bien esta premisa de Lanzaos a los caminos fue Matilde
Espinosa puesto que nos legó una poesía de índole social que dio cobijo al desamparado,
al oprimido, al olvidado. Ella misma dijo: Empecé
a escribir poesía en prosa, sentí muy honda la lucha del pueblo, pero no hice poesía
política ni de protesta, sino de solidaridad con la gente. Y la poeta Gloria
Cepeda Vargas escribió: Vino al mundo en una
región solitaria y abandonada. Por eso, desde que abrió los ojos, las diferencias
sociales y económicas del país […] le salieron al paso. Ahí surgió su canto que
venía del hondón de una tierra abrasadoramente bella y desamparada. Ahí encontraron
eco el grito de dolor del indio, el trabajo desconocido y heroico de la maestra
rural, el tañido del hambre, de la desnudez, de la miseria endémica y sobre todo
la denuncia de la carga biológica y cultural que soporta la mujer en el mundo.
Vale la pena recordar que Matilde Espinosa fue víctima de violencia intrafamiliar,
por lo que muy joven decidió separarse de su primer marido. Una actitud valiente
para una mujer nacida en 1910; de no haberlo hecho muy seguramente hubiese sido
víctima de feminicidio, como lo fue Delmira Agustini; a quien su marido asesinó
porque no soportaba que ella escribiese poesía y al mismo tiempo fue una brutal
represalia que tomó en su contra por ser una mujer autónoma, inteligente y culta.
Ella no sólo lo desafió al escribir poesía, algo que para él era una especie de
escándalo, sino que osó separarse de él
en una época en la cual las mujeres no abandonaban a los conyugues, sino que aceptaban,
en estado de completa sumisión, las condiciones de represión y brutalidad que les
impusieran en el hogar. La verdad es que la violencia de género sigue arraigada
en lo más profundo de la sociedad actual; no es sino ver la tasa de feminicidios
en América Latina y en España en el 2020 para darnos cuenta que el machismo y la
misoginia son pilares de la sociedad patriarcal. Y casi un siglo después es Nadia
Anjuman que es asesinada a golpes por su marido y suegros por la misma razón, porque
escribía versos. Y es que las Erinias
–o Furias–, pilares de la sociedad patriarcal, no soportan la libertad que otorga
la poesía.
Delia Weber, al ser casada con un diplomático, vivió varios años en Europa,
lo que sin duda le ayudó a convertirse en esa mujer comprometida con los derechos
de la mujer. En 1931 se integra a la Asociación Feminista Dominicana y es nombrada
vicepresidenta. Cuando Rafael Leonidas Trujillo sube al poder, la AFD lo apoya consciente
que si hace un buen trabajo él a su vez apoyaría a la asociación en su aspiración
por el sufragio femenino; y efectivamente lo logra. Incluso su lucha por los derechos
de la mujer va aún más lejos y la AFD logra que el dictador apruebe un conjunto
de leyes en las que se legisla en pro de la educación femenina, del derecho al empleo
y además logra que las mujeres casadas tengan los mismos derechos de sus conyugues
masculinos. Toda una revolución que se dio en el año 1942. –El sufragio femenino
en Colombia solo se daría en 1954 bajo la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla; sin
embargo, las mujeres solo pudieron en 1957 con la caída del dictador. Mientras que
en Francia el voto femenino se aprueba en 1944; y en Suiza solo se da en 1971.–
La lucha por los derechos de las mujeres va a operar un cambio en Delia Weber hasta
el punto que luego se casa con un exiliado español. De ahí en adelante no parará
ni de publicar libros ni de pintar. Delia Weber es uno de los símbolos más importantes
que tiene el feminismo en América Latina en general y en República Dominicana en
particular; y por supuesto, en la poesía y en la plástica.
Y justo antes encontramos a la feminista y poeta Teresa Wilms Montt, otra de
las víctimas de la violencia del patriarcado. Su marido, sobrino del presidente
chileno José Manuel Balmaceda, dipsómano y extremadamente violento, descubre que
ella le es infiel con su primo Vicente Balmaceda, el castigo fulminante no se hace
esperar, y Teresa Wilms Montt es internada a la fuerza en un convento donde intenta
suicidarse. Vicente Huidobro la ayuda a escapar refugiándose en Buenos Aires. De
allí pasa a Europa y finalmente se asienta en París. Cinco años después de no ver
a sus dos hijas sus exsuegros viajan precisamente a París para pasar una temporada
con las niñas; y aunque se le niega la posibilidad de vivir con ellas, al menos
puede verlas continuamente; sin embargo, al cabo de unos meses los viajeros regresan
nuevamente a Chile y Teresa Wilms Montt no puede soportar esta nueva pérdida y se
suicida con una sobredosis de veronal. Solo contaba con veintiocho años de edad.
Nuevamente la Hidra de Lerna del patriarcado se había tragado a una mujer excepcional
y cuyo único delito era querer ser libre, autónoma e independiente.
Y es que el patriarcado, léase fascismo, nos arroja a diario las muchas caras
del exilio: expulsión y represión. Lo que nos obliga a salir de donde estamos y
nos impide entrar donde queremos. No solo en su sentido geográfico, sino más bien
como un destierro del alma. Una amplitud del significado de la soledad, la violencia
que sufre la singularidad, la ruptura de conceptos, los caminos cavados contra los
precarios órdenes de la existencia. Prisiones, tortura física y psicológica, represión,
innumerables formas de exclusión y de avasallamiento, la perversión impuesta a los
desencuentros; entre muchas otras variantes del exilio.
Y persecución política e intelectual es la que sufrió Eunice Odio en el México
de los años 1960. En 1963 escribe varios artículos críticos en contra de la Revolución
cubana y por ende de Fidel Castro; esta postura fue severamente condenada por la
izquierda mexicana y como castigo deciden ignorarla y hacerla a un lado. Once años
después moría prácticamente en el olvido y en una gran pobreza. La obra de Eunice
Odio fue cuasi olvidada; por fortuna el olvido no es para siempre y en Costa Rica
han hecho todo lo posible por rescatar su trabajo poético y ponerlo en el lugar
que merece. Los intelectuales de izquierda –una izquierda mal comprendida, y que
a lo mejor no le perdonaban que siendo mujer fuese inteligente, culta y además poeta–,
no lograron su cometido. El machismo, la misoginia y la violencia de género, la
llevaron a un oscuro rincón de la infamia en contra de las poetas que además de
inteligentes sufren la exclusión por atreverse a pensar y a denunciar.
Los nombres se multiplican, con sus dolores y las heridas de la incomprensión.
La negación del otro es una de las formas más despiadadas de exilio. Aquí recordamos
el caso de Elena Garro (México, 1916-1998). Esta escritora, dramaturga y periodista,
no sólo fue perseguida por los intelectuales de su país sino ignorada y manipulada
por Octavio Paz, su propio marido, y con el que tuvo una hija. Su novela Los recuerdos
del porvenir, escrita cuatro años antes de la publicación de Cien Años de Soledad,
fue, según muchos estudiosos, el inicio del Realismo Mágico. Su legado literario
es innegable y hay críticos que la consideran aún más importante que Paz. Incluso
en un momento determinado decidió dejar las Letras y dedicarse únicamente al periodismo
para no hacerle sombra a su flamante marido. No era la primera mujer ni la última
que tomaría esa determinación tan absoluta y radical. Yo lo veo como una forma de
automutilarse, de enterrarse viva, de esconderse en el laberinto sin un hilo de
Ariadna que permita reencontrar el camino a casa. En este caso su Minotauro era
Paz, el escritor considerado poco menos que un dios por los intelectuales del siglo
XX. Su cercanía al PRI, y su posición con respecto a la Masacre de Tlatelolco, la
convirtieron en una maldita; jamás se recuperaría de esa imagen. Como consecuencia
de su supuesto papel de espía Elena Garro y su hija debieron partir al exilio. Poco
antes de exiliarse escribió, palabras más palabras menos, que todo lo que hacía
y escribía era contra Paz; que él era su enemigo. Hoy en día es considerada como
la escritora mexicana más importante después de Juana Inés de la Cruz; la poeta
y dramaturga que los jesuitas callaron. Y como gran paradoja es precisamente Octavio
Paz el que va a hacer un estudio monumental de sor Juana. La monja que tuvo que
exiliarse en un convento de clausura para poder leer, escribir e incluso para escapar
al yugo del matrimonio; ya que tomar los hábitos era la única salida para una mujer
del siglo XVI que rechazaba el matrimonio; la otra, era la prostitución; algo que
por supuesto sor Juana nunca contempló.
En todas partes de nuestra Iberoamérica, al menos el entorno que incluye esta
edición, podemos ver estos muros sellados, los caminos bloqueados, los obstáculos
inclementes que también forman parte del alma humana. A veces hay poetas que se
exilian en su propia lengua, como es el caso de Raúl Bopp quien, aunque fue diplomático,
nunca tuvo su libro Cobra Norato (1931)
–uno de los títulos más refrescantes de la tradición lírica brasileña– publicado
en otra lengua. Bopp siempre fue un viajero incansable y se enorgullecía de su vida
ocupada y suficientemente intensa, diciendo que gracias a ella no necesitaba inventar
hechos.
El peruano César Vallejo fue otro gran exiliado, no por razones políticas sino
por una decisión personal –léase exiliado en sí mismo–. El biógrafo Martin Seymour-Smith
lo consideraba el mejor poeta del siglo XX y de todas las lenguas. Vallejo conoció
la cárcel como consecuencia de un proceso a todas luces injusto, y que le mostró
la otra cara de la sociedad de su época. Dos años más tarde, en 1923, migró a París
para nunca más regresar a Perú, su patria. En París vivió una vida difícil y bastante
precaria; incluso deambuló de hotel en hotel; la vida del arrabal, de la periferia,
a la que se aludía anteriormente. En 1938, a la edad de cuarenta y cinco años, murió
en su exilio voluntario. Dejó tras de sí una estela que resplandecerá por los siglos
de los siglos y que acompaña las de sus amigos poetas. Todos ellos exiliados, perseguidos
políticamente, o bien exiliados en sí mismos, se convierten en un solo poeta; y
sus vidas azarosas en avatares. Los avatares del poeta.
FLORIANO MARTINS (Brasil, 1957). Poeta, ensayista, traductor, editor y artista plástico. Su obra es muy diversa, además de encontrarse publicada en países como España, Portugal, Venezuela, México, Brasil, República Dominicana, entre otros. Es organizador y/o traductor de libros de autores como Pablo Antonio Cuadra, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca, Guillermo Cabrera Infante, Aldo Pellegrini, Vicente Huidobro, Enrique Molina. Ha organizado treinta libros de destacados autores portugueses para una editorial en Brasil, sea de prosa, poesía, teatro u ensayo. Dedicado al estudio del surrealismo ha publicado ensayos e antologías de este movimiento, siendo los más recientes títulos, Un poco más de Surrealismo no hará ningún daño a la realidad (México, 2015) e Un nuevo continente – Poesía y Surrealismo en América (Brasil, 2016). Su poesía se destaca en poemarios como Tres estudios para un amor loco (México, 2006), Teatro imposible (Venezuela, 2008), Fuego en las cartas (España, 2009), y Las mujeres desaparecidas (Chile, 2022). Ha creado la publicación virtual Agulha Revista de Cultura, así como el sello editorial ARC Edições.
BERTA LUCÍA ESTRADA (Colombia, 1955). Escritora, poeta, dramaturga, crítica literaria y de arte, autora del blog El Hilo de Ariadna del diario El Espectador (Colombia). Integrante del PEN Internacional/Colombia. Es librepensadora, feminista, atea y defensora de la otredad. Ha publicado trece libros, entre ellos La route du miroir (Francia, 2012), Náufraga Perpetua (2012), La Trilogía de la agonía que comprende las siguientes obras: El museo del Visionario (obra de teatro patafísica), Naufragios del Tiempo y Las sombras suspensas (Trilogía escrita al alimón con Floriano Martins). Ha recibido cinco premios de poesía. Algunos de sus artículos y poemas han sido difundidos en medios nacionales e internacionales; entre ellos las revistas Triplov (Portugal), Agulha Revista de Cultura (Brasil), Esteros (Uruguay), blog Crear en Salamanca y Aleph (Colombia), dirigidas por Estela Guedes, Floriano Martins, Carolina Zamudio, Alfredo Pérez Alencart y Carlos-Enrique Ruiz, respectivamente; y gracias a la invitación del profesor Antonio Donizeti Da Cruz varios de sus artículos han sido publicados por UNIOESTE (Universidade Estadual do Oeste do Paraná, Brasil). Ha sido traducida al francés, portugués, rumano, griego e inglés.
IO ANGELI (Grecia, 1960). Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Atenas y continuó sus estudios de maestría con una beca en Londres en el Royal College of Art y Central – Saint Martin’s School of Art & Design (1988-1991). Ha presentado su trabajo en 17 exposiciones individuales y ha participado en muchas exposiciones colectivas en Grecia y en el extranjero y ha colaborado con la Galería Zoumboulakis desde 2013. Entre las muestras individuales más recientes se encuentran: Boundaries (2015); Is it a trap? (2019); y Slalom (2023), todas ellas en Zoumboulakis Galleries, en Atenas. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Trabaja como profesora en la Universidad de West Attica. Io Angeli es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 233 | julho de 2023
Artista convidada: Io Angeli (Grécia, 1960)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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