Yo,
por supuesto, le aseguré que aquel secreto quedaba seguro conmigo, y procedí a anotar
en el formulario de embarque el número de su pasaporte y demás señas… no sin antes
detectar su fecha “real” de nacimiento: 12 de octubre de 1914. Lugar: ciudad de
David, provincia de Chiriquí. El divertido incidente, sucedió, como ya he dicho,
a mediados de aquel convulso año de 1987… A Esther María… ¡ay! …apenas si le quedaban
ya por delante tres años más de vida.
Una
vida que fue –y no importa por dónde se le mire–: una insólita osadía.
Volcada
desde su juventud hacia los estudios humanísticos, Esther María Osses cursó su formación
secundaria en la Escuela Normal de Institutoras de Panamá, de donde egresó con un
título de maestra que habría de permitirle afrontar una brillante trayectoria profesional
dentro del campo de la docencia. Por aquellos años juveniles (entre los quince y
los veinte) comenzó a dar sus primeros pinitos dentro de la creación poética. Sin
embargo, no fue sino hasta mucho tiempo después, y ya instalada en Guatemala (a
donde se trasladó para ampliar sus estudios) que decidió dar a conocer sus composiciones
poéticas.
A
su regreso a Panamá, la ya formada humanista chiricana, volvió a retomar su interés
por la enseñanza, e ingresó como funcionaria en el ministerio de Educación. Como
era natural, y de esperar, buscó bien pronto la manera de cambiar aquellas funciones
administrativas por el ejercicio activo de la docencia, y siguiendo esa ruta, se
fue a impartir clases, primero, en una variedad de centros de enseñanza secundaria
y, poco después, en el Departamento de Bellas de Artes.
Hasta
que un día, decidió ir más allá, y geográficamente hablando, dio el primero de sus
largos saltos internacionales. Su nombre literario ya sonaba en muchos y muy destacados
circuitos hispanoamericano, y este reconocimiento le dio el impulso para salir de
Panamá, no pocas veces invitada a participar en actos e iniciativas culturales en
diferentes países del subcontinente americano. Fue así, en efecto, que acudió primero
a Buenos Aires invitada por la Comisión de Cultura de Argentina, con el fin de ofrecer
recitales de sus poemas en algunos foros tan señalados en la vida cultural argentina
como el Círculo de la Prensa de Buenos Aires y el Club Argentino de Mujeres.
Durante
su fructífera estancia en el país austral, Esther María Osses tuvo ocasión también
de difundir sus artículos periodísticos y sus composiciones5 poéticas a través de
las páginas de los periódicos y revistas más leídos por el pueblo argentino, como
La Nación, El Hogar, Crítica y Clarín, sin dejar por
ello de atender las solicitudes de otras revistas literarias que, aunque de escasa
importancia en la historia de las Letras hispanoamericanas, contribuyeron poderosamente
en su día a extender la obra lírica de la poetisa de David entre los lectores argentinos.
Pero
su éxito literario no quedó circunscrito a los límites territoriales y culturales
de Argentina, ya que su presencia fue reclamada en otros muchos países hispanoamericanos
como Venezuela, que se convertiría en su segunda casa y donde ejerció como profesora
de la Universidad de Zulia. Ecuador (donde tuvo ocasión de disertar y leer sus versos
en la Casa de la Cultura de Quito), Colombia (donde participó en unos actos literarios
organizados por el departamento de Extensión Cultural de Bogotá) y, en suma, en
otros muchos países como Uruguay, Chile y Perú, en los que pronunció conferencias,
impartió cursos, intervino en programas culturales radiofónicos y ofreció recitales
poéticos.
En
general, fue muy apreciada por la crítica y los lectores de toda Hispanoamérica
una faceta de su creación poética que no se daba con demasiada frecuencia en las
obras de las poetisas hispanas de su época: la poesía política, plasmada sobre todo
en su colección de versos titulada Para el combate y la esperanza.
Dueña
de un imaginario fecundo y repleto de registros muy pegados a lo autóctono, su obra
poética funda un universo poético, cuyos elementos son posibles de observar desde
una mirada totalizadora. Su voz es primigenia, casi vernácula, aficionada siempre
a un escenario que privilegia los dones naturales, y donde los mares, el viento,
los ríos, los árboles, los jaguares, la selva… se convierten en signo de conciencia
cultural y plenitud humanista.
El
imaginario “esthermariano” (si se me permite el vocablo) es una fiesta de transfiguraciones,
de analogías, de correspondencias, donde cada verso lleva su propio camino de expresión
y se va proyectando, a medida que se desarrolla, como una cornucopia.
Uno
de los signos que marcan la poesía de esta chiricana reclamada por toda la América
Nuestra, es el agua. El agua que se transparenta y fluye en todas sus dimensiones:
el mar, los ríos, la lluvia. Este líquido elemento, siempre corriente, siempre en
movimiento, le funciona como eje, como pivote metafórico que todo lo transforma.
El agua atesora los secretos del universo, por eso la escritora manifiesta una gran
preocupación por hacerla hablar y callar a la vez: el agua es lo que ya fue y el
agua es lo que será.
“Esta fuerza que impulsa mi pluma / viene de
muy lejos…” (confiesa la voz poética de Esther María Osses). El poema se llama,
apropiadamente “Herencia” y fue escrito en 1946. Una “herencia” hecha de “llanto”,
de “ensueño” y de “risa”, nos explica. Una “herencia” que es el legado natural de
ese rico imaginario que en sus “venas arde, y corre por sus nervios”. Una “herencia”
–dice– que: “rebeldemente, al papel resbala por entre mis dedos”.
Confesión
literal (y literaria), que sirve de aviso a navegantes para entender todas las aguas
que fluyen por sus poemas. Leamos solo un verso:
Aquí nació la lluvia entre higuerones.
Nos trajo a los portales la alegría
en su potro de crines relucientes.
Iba por los barrancos, impetuosa,
iba por las llanuras, reposada;
iba dejando espigas en la loma,
en los rastrojos huella de alhelíes.
Entre
amigos (y no amigos) Esther tenía la cualidad por excelencia de los genios: la franqueza.
Era sincera, instintiva, desenvuelta y muy directa. En su entorno (y en su casa),
circulaba muchísima gente: pero solo se asentaban, como huéspedes, aquellos a quien
ella invitaba. Y fueron muchos y muy notables, los invitados ilustres de aquella
tan famosa Casa Azul del barrio de San Francisco, donde vivía con el poeta Carlos
Wong, su último compañero de vida.
Allí
recuerdo haber visto yo a la cantante Mercedes Sosa, la voz más extraordinaria de
la América Latina, o a los poetas Ernesto Cardenal y Nicolás Guillén, al grupo musical
chileno Quilapayún, entre otros personalidades enormes y significativas como García
Márquez, Miguel Ángel Asturias, Graham Green, y hasta el mismísimo Ché Guevara.
La Casa Azul, epicentro de tertulias, eje de múltiples confluencias y escenarios
de tantas imágenes históricas… ya no existe… (y que hay que decirlo: debió haberse
conservado como museo). Nos queda solamente su recuerdo.
Esther…
inolvidable Esther: la muerte te encontró de golpe y a traición… lejos del azul
brillante de tu casa panameña. Te acorraló y te atajó de una manera tan cruel, que
de verdad, ni si siquiera quiero recordarla aquí. Un accidente de tránsito; en Venezuela;
un año después de la invasión a Panamá Estados Unidos. Un 2 de septiembre de 1990.
Se apagó la luz celeste, la chispa inteligente de sus ojos magníficos. Se nos fue
la dama azul, la poeta grande, la revolucionaria, la lingüista, la maestra, la periodista,
la intelectual abierta y sin fronteras.
Voy
a terminar con el conjuro de unos casi proféticos versos tuyos, Esther… para decirte
el adiós que no pudimos… para darte las gracias, y para mantener viva tu obra inmensa
y tu recuerdo.
¿Qué más pedir? ¡Morir! Morir ahora,
Nahuel Huapí, besando tu ribera.
Ser ese lampo que tus albas dora,
ser esa flor perdida en tu pradera.
Pero no. Más allá de este paisaje,
señalados me son otros senderos.
¡Al mar, al norte! ¡Proseguid el viaje!
Cielos australes, en mi red viajeros,
bogando vais conmigo hacia el oleaje
que no sabe de inmóviles luceros!
Para los lectores que quieran leer poemas de este poeta en portugués, sugerimos visitar el proyecto “Atlas Lírico da América Hispânica”, de la revista Acrobata:
Número 34 | julho de 2023
Artista convidada: Aby Ruiz (Puerto Rico, 1971)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
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