domingo, 9 de julho de 2023

LUZ GÓMEZ | Dossier dedicado a Mahmud Darwish

 


Mahmud Darwish nació el 13 de marzo de 1941 en Birwa, aldea cercana a Acre, en la Palestina del Mandato británico. En 1940 Birwa fue destruida por las milicias sionistas, y su familia se refugió en Líbano. Al cabo de unos meses regresaron clandestinamente a Galilea. Darwish estudió en Deir al-Ásad y Kafr Yasif, y con menos de veinte años marcó a Acre y Haifa, donde trabajó como periodista y se inició en la militancia comunista. Su lucha en favor de Palestina le enfrentó a las autoridades israelíes: de 1960 a 1970 pasó por la cárcel en varias ocasiones, así como sufrió confinamiento en Haifa. En 1971 marchó al exilio tras una breve estancia en Moscú: vivió en El Cairo, Beirut, Túnez y París. Fue miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, del que dimitió en 1993 a raíz de los Acuerdos de Oslo. Desde 1996 dividió su tiempo entre Ammán y Ramala. Falleció en Houston el 9 de agosto de 2008.

Mahmud Darwish está considerado un referente fundamental de la poesía árabe del siglo XX; es el poeta árabe más leído y traducido. Es autor de una amplia obra poética y de varios libros en prosa. Fundó y dirigió la revista Al-Karmel, de una importancia radical en la literatura árabe contemporánea. Entre las muchas distinciones que recibió, destacan el Prize for Cultural Freedom, de la Lannan Foundation (2001), y el Premio Príncipe Claus de Holanda (2004), que se otorgan para galardonar a creadores cuya obra celebra con valentía los derechos de la imaginación y de la libre expresión.

Los poemas que ofrecemos en esta selección recorren el conjunto de la obra de Mahmud Darwish. Van precedidos de una presentación que sigue, a grandes rasgos, la que acompañó a la antología publicada en español pocos meses antes de su fallecimiento. [1] Damos entre paréntesis, a continuación de cada poema, el año del diván en que se incluye.

 

Darwish, la casa, el verso

Mahmud Darwish se caracterizaba a sí mismo como un poeta que nacía a plazos, un poeta que habitaba estaciones y recalaba en distintas casas compelido más por la estancia que por el viaje. Y ello en combinación con una vida de continua búsqueda –anímica, existencial, estética, cívica– y de constantes huidas: de sí mismo, de sus desmesurados admiradores, de sus epígonos. Quizá por ello su poesía sea a ratos titánica y a ratos doméstica, una poesía que se interroga por el sentido de un hallazgo de la lengua árabe que a él le gustaba recordar: en árabe casa y verso comparten una misma palabra, bait.

La poesía de Darwish reinstala al hombre en su lugar, pero no lo ancla a un paisaje y un tiempo unívocos, sino que lo sitúa en un permanente tránsito, en un entredós cuyo fin es hacerse reconocer y al tiempo conocerse a sí mismo. Es una poesía que discurre entre los meandros de la épica y de la tragedia resistiéndose a marginar lo lírico. Decir que es hija de su tiempo sería faltar a las víctimas de la historia. Tras unos pocos años de infancia feliz en una aldea cercana a Acre, la Nakba, la Catástrofe o expulsión en 1948 de 800.000 palestinos de su tierra a raíz de la creación del Estado de Israel, introdujo a Darwish de golpe en el mundo de los adultos, el de la patria perdida, la lucha por recuperarla, la cultura en desaparición, las dificultades materiales y la intervención política. Con apenas veinticinco años, una segunda nakba, la ocupación israelí en 1967 de los territorios palestinos restantes más algunos otros árabes vecinos, propició la difusión en el exterior de unos cuantos poemas suyos y, casi de repente, Darwish se vio encumbrado al estatuto de poeta nacional de Palestina. No es ésta una caracterización inexacta, aunque sea matizable, si bien como lastre ha marcado la recepción árabe e internacional del autor.

La recreación o creación poética del espacio vital, de la historia material y la cultura palestinas ha obrado como contrapunto de varios imperativos: los constructos israelíes basados en una historia legendaria, la enajenación de la conciencia y la cultura árabe en general, la experiencia íntima del exilio como patria. Pero el resultado no es una suerte de superación redentora, sino un collage en el que conviven las estaciones –el Interior o la Palestina arrebatada en el 48, El Cairo, Beirut, Túnez, París, Ammán, Ramala– alimentándose, chocando, superponiéndose y resurgiendo con el instinto radical de supervivencia de quien se ve abocado a la aniquilación. El cuadro que podría ser épico se trastoca y pierde sus contornos, y en su lugar emerge una poesía radical que es canto, que triunfa sobre el tiempo y el lugar por su belleza y su carisma. Porque a pesar de las vicisitudes, la poesía de Mahmud Darwish es canción necesaria, celebración de la vida y de la obligación moral de resistir para dignificarla.

En este transbordo de lo particular a lo universal reside la fuerza de su obra. Sorprende cómo los detalles y la meticulosidad de lo concreto superan su contingencia mediante un permanente cuestionamiento de sí mismos, de sus significados y posibilidades. En los poemas de los primeros años, previos a su exilio en 1970, es la búsqueda de la poeticidad la que despega a lo terreno de su materialidad primera –la de la prisión, la hierba, los pájaros, el café, el fusil–. En El Cairo (1971-1972), y sobre todo en Beirut (1973-1982), el poema se entrega a la experimentación y la poesía se retuerce sobre sí misma: los grandes conceptos –la amistad, la paz, el amor, la libertad– se encarnan en personas y lugares que los vivifican y siembran de esperanza en medio del marasmo histórico. En París, en afirmación del propio Darwix, se produjo su verdadero nacimiento poético: aunque discutible en términos absolutos, sí es cierto que los libros de estos años (1986-1995) son los más decisivos, quizá porque el poeta se adentra en los abismos del sujeto, superadas ya ciertas especiosidades del formalismo precedente. El regreso a medias a una Palestina que no es tal (1996), la casa a caballo entre Ammán y Ramala, introduce en su poesía cierto tono desconfiado e irónico, a ratos ligero y a ratos grave, que colinda con la visión prístina de su poesía.

La modernidad de la poesía de Darwish deviene de su capacidad sostenida de renovación formal. La musicalidad y la geometría son las dos obsesiones de un creador que se siente compositor, y que indaga para ello en los límites de la lengua, de la lengua árabe entendida como una lengua vivaz y que alberga posibilidades revolucionarias. Los poemas de Darwish son ejercicios métricos, lingüísticos, estilísticos y arquitecturales sometidos a una premisa: la fluidez, entendida como la necesidad de decir lo que se dice (el significado, tan presente en sus versos) como se dice; es más, de descubrir cada vez cómo decir lo que siempre dice el poeta. Para Darwish la modernidad poética resulta del poder de liberación colectiva que obra la conciencia de la lengua, individualizada en el poeta-hacedor que hurga en el posible sentido del caos.

Darwish ha aportado a la poesía árabe moderna su sentido de la cadencia, que conjuga las raíces melódicas de la tradición árabe, basada en el pie métrico, con los logros compositivos de la poesía occidental tras la aparición del verso libre. A uno y otro extremo se aferran camarillas cuyas luchas cainitas recorren las ultimas décadas de la poesía árabe, mientras que las grandes cuestiones del porvenir –los conflictos entre lengua estándar y dialectos, el alcance de los temas tratados, la capacidad imaginativa de la metáfora– se relegan y denostan. Contra ello se reveló siempre Darwish, para quien el poema era una construcción arquitectónica que sólo se sostiene mediante la armónica y elaborada trabazón de todos sus componentes. Él criticaba por igual el oscuro refugio en mitos y tradiciones anteislámicas que la ramplona aproximación a la cotidianidad o la evanescencia sufí, al tiempo que sus poemas se hacen eco de todo ello trascendiéndolo mediante una estética de lo vivido y su relación con –no retorno a– los orígenes.


Tras una vida de exilio y búsqueda estética, Darwish se veía a sí mismo como un rapsoda troyano situado voluntariamente a un lado del escenario para contemplar la tragedia y cantarla. La muerte no le sorprendió, venía rondándole hacía años, y aunque Palestina se quedó sin su poeta la historia estaba escrita: en 2010, el Ayuntamiento de París llamó a una de sus plazas Place Mahmoud Darwich. Está situada en lo que antaño fue, y posiblemente sigue siendo, el centro de Francia y de cierta idea de Europa: a un costado de la Académie Française, junto al Pont des Arts, con el Louvre enfrente... Si esto no es la Gloria, al menos concebida a la vieja usanza, qué es la Gloria... A Darwish le habría encantado, desde luego. Y lo que más le habría gustado es la razón que se da de su persona: Poète de Palestine, y no Poète palestinien.

 

A MI MADRE (1966)

 

Añoro el pan de mi madre,

el café de mi madre,

las caricias de mi madre…

Día tras día

en mí crece la infancia

y amo mi vida, pues                    

de morir

me avergonzarían las lágrimas

de mi madre.

 

Haz de mí, si vuelvo un día,

chal para tus pestañas,

cubre mis huesos con hierba

bautizada por tus puros talones,

átame

con un mechón de tus cabellos…

con una hebra del bordado de tu vestido…

Puede que me convierta en un dios,

que en un dios me convierta

si toco el fondo de tu corazón.

 

Ponme, si es que regreso,

como leña en la lumbre de tu fuego,

como cuerda de tender en la azotea de casa,

porque no puedo levantarme

sin tu oración de cada día.

He envejecido, devuélveme las estrellas de la infancia

para que comparta

con los pájaros más pequeños

la senda de regreso

al nido en que aguardas.

 

 

Rita y el fusil (1967)

 

Entre Rita y mis ojos... un fusil.

Quien a Rita conoce, se postra

y reza

al Dios de sus ojos de miel.

 

... Besé a Rita

cuando niña,

aún recuerdo cómo... se pegó

a mí: una trenza preciosa cubrió mi brazo.

Recuerdo a Rita

como el pájaro a la charca.

Rita, Rita...

Teníamos un millón de pájaros y de fotos,

y mil citas,

y contra todo abrió fuego... un fusil.

 

El nombre de Rita le sabía a fiesta a mi boca,

el cuerpo de Rita se desposaba en mi sangre.

En Rita me perdí... dos años,

durmió en mi regazo dos años,

nos prometimos ante el cáliz más bello,

ardimos en el vino de dos labios,

nacimos dos veces.

Rita, Rita...

Nada privaba a mis ojos

de los tuyos, si acaso nuestras cabezadas

o alguna nube de miel,

hasta que irrumpió... aquel fusil.

 

Érase que se era,

oh silencio del atardecer,

una mañana en que mi luna partió

con los ojos de miel.

La ciudad

barrió a los rapsodas, y a Rita.

Entre Rita y mis ojos... un fusil.

 

 

fue lo que había de ser (1977)

(fragmento)

 

A Rachid Huséin [2]

 

Me saludó en la Quinta Avenida. Lloró. Se apoyó en una fachada de cristal, no hay sauces en Nueva York. Me hizo llorar. Devolvió el agua al río. Nos tomamos un café. Y nos separamos enseguida.

 

Hace veinte años,

le conocí con cuarenta,

largo como un himno costero, y triste,

venía a vernos como una espada de vino. Se iba como el final de una oración.

Desgranaba su poesía en el restaurante Christo,

y Acre entera se despertaba

y caminaba sobre las aguas.

Era una semana de la tierra y por un día de los invasores,

y hasta mi madre todavía dice: ¡Ah!

 

Para sus manos, rosas y cadenas. Sólo su herida soberana le hería extramuros. Los enamorados se daban cita. Enarbolábamos la larga costa. No dejábamos uva en pie. Nos mezclábamos con los gritos de la ruda silvestre. Hacíamos trizas los himnos. Caíamos derrotados ante unos ojos negros. Luchábamos. Nos abatían. Volvíamos a la lucha. Y había caballeros que iban y venían.

 

Y en cada vacío

veremos azul hasta la ausencia el silencio del cantor.

Hace veinte años

en todas direcciones desgranaba su carne a los pájaros y los peces,

y hasta mi madre todavía dice: ¡Ah!

 

Hijo de campesinos de la costilla de Palestina

sureño

mísero como un gorrión

fuerte

de voz clara

pies grandes

manos recias. Desvalido como una mariposa

moreno hasta el asombro

de hombros anchos,

veía más allá de la puerta de la prisión,

veía más acá de las tesis doctorales,

veía la nube en el casco del soldado,

nos veía y veía la cartilla de racionamiento.

Y llano... en los cafés y en la lengua:

le gustaban la flauta y la cerveza

y sólo usaba palabras corrientes.

Era simple como el agua,

sencillo... como la cena de los pobres.

 

Era un campo de patatas y maíz,

no le gustaba la escuela

pero sí la prosa y el verso:

puede que la llanura sea prosa,

puede que el trigo sea verso.

Visitaba a los suyos los sábados,

descansaba de la tinta divina

y de los interrogatorios de la policía.

Sólo publicó dos libros con sus primeros poemas,

lo demás nos lo dio.

Sus pasos se vieron por el aeropuerto de Lod hace diez años, y desapareció...

 

 

Vendrán otros bárbaros (1986)

 


Vendrán otros bárbaros. Será raptada la mujer del emperador. Sonarán los tambores.

Suenan los tambores para que del Egeo a los Dardanelos los caballos se alcen sobre los cadáveres.

¿Y a nosotros qué? ¿Qué tienen que ver nuestras esposas con una carrera de caballos?

 

Será raptada la mujer del emperador. Sonarán los tambores. Ya llegan otros bárbaros.

Bárbaros que llenan las ciudades vacías, apenas altas sobre el mar, más fuertes que la espada en tiempos de locura.

¿Y a nosotros qué? ¿Qué tienen que ver nuestros hijos con esta estirpe de impudicia?

 

Sonarán los tambores. Ya llegan otros bárbaros. Es raptada de su casa la mujer del emperador.

Y en la casa se gesta la expedición militar que devuelva a la favorita a la cama de su señor.

¿Y a nosotros qué? ¿Qué tienen que ver cincuenta mil muertos con este casamiento atropellado?

 

¿Nacerá un Homero después de nosotros?... ¿Abrirán las epopeyas sus puertas a todos?

 

 

LA ETERNIDAD DE LA CHUMBERA (1995)

 

¿Adónde vamos, padre?

Donde nos lleve el viento...

 

... Y dejaron el valle en que

los soldados de Bonaparte alzaran una atalaya con que vigilar

las sombras de la vieja muralla de Acre.

El padre le dijo a su hijo: no temas, ¡no

te asuste el silbido de las balas! Pégate

al suelo y estarás a salvo. Nos pondremos a salvo

al norte, en la sierra, y regresaremos cuando

los soldados vuelvan con los suyos, ahora tan lejos.

 

– ¿Y quién vivirá en nuestra casa,

padre?

– Se quedará tal cual.

 

Tocó la llave como quien se palpa

un miembro, y se tranquilizó. Pero al atravesar

una cerca de espinos le dijo:

¡recuérdalo! Aquí tuvieron crucificado a tu padre

los ingleses, sobre los espinos de una chumbera, durante dos noches,

pero nunca confesó. Crecerás,

y contarás a quienes hereden sus fusiles

esta historia viva de sangre y hierro...

 

– ¿Por qué dejamos al caballo?

– Para que haga compañía a la casa,

las casas mueren si se ausentan sus moradores.

 

A lo lejos, la eternidad abre sus puertas

al carro de la noche. Aúlla el lobo

de la estepa a una luna asustada. Y el padre

le dice a su hijo: ¡sé fuerte como tu abuelo!

Trepa a mi lado, que ya es el último robledal,

y recuerda: aquí mismo, en plena batalla,

el jenízaro se cayó del caballo; aguanta conmigo,

que volveremos.

 

– ¿Cuándo, padre?

– Mañana. O pasado.

 

A sus espaldas, un mañana bobo masticaba el viento

en las largas noches de invierno.

Los soldados de Josué construían

el fortín con las piedras de su casa. Y ellos

jadeaban camino de Canaán: hijo, por aquí

pasó un día Nuestro Señor. Aquí

convirtió el agua en vino. Y habló mucho

sobre el amor, recuérdalo mañana.

Y recuerda los castillos de los cruzados

roídos por la hierba de abril

una vez se marcharon los hombres de la guerra...

 

 

Sin exilio, ¿quién soy? (1999)

 

Extranjero a orillas del río, como al río... me ata

a tu nombre el agua. Nada me devuelve de mi lejanía

a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada

me incorpora a los Evangelios. Nada...

Nada brilla mientras sube y baja la marea

entre el Tigris y el Nilo. Nada

me apea del bajel de Faraón. Nada

me tiene o hace que yo tenga una idea: ni la nostalgia

ni la promesa. ¿Qué haré? ¿Qué

haré sin exilio, sin una larga noche

que escrute el agua?

 

Me ata

a tu nombre

el agua...

Nada me lleva de las mariposas de mi sueño

a mi realidad: ni el polvo ni el fuego. ¿Qué

haré sin la rosa de Samarcanda? ¿Qué

haré en una plaza que bruñe a los rapsodas con piedras

lunares? Tú y yo nos hemos vuelto tan ligeros como nuestros hogares

a merced de los vientos lejanos. Hemos trabado amistad con los raros

seres que habitan las nubes... Nos hemos liberado

del peso de la tierra de la identidad. ¿Qué haremos... qué

sin exilio, sin una larga noche

que escrute el agua?

 

Me ata

a tu nombre

el agua...

Sólo tú quedas de mí, sólo

yo de ti, un extranjero que acaricia el muslo de su extranjera: Oh

extranjera, ¿qué vamos a fabricar en esta calma

que apuramos... en esta siesta entre dos mitos?

Nada nos tiene: ni el camino ni la casa.

¿Fue este camino así desde el principio,

o acaso nuestros sueños hallaron una yegua

de los mongoles sobre la colina y nos sustituyeron?

¿Qué haré?

¿Qué

sin

exilio? 

 



Estado de sitio (2002)

(fragmento)

 

Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso

y las fauces del tiempo,

junto a huertos de sombras arrancadas,

hacemos lo que hacen los prisioneros,

lo que hacen los desempleados:

alimentamos la esperanza.

 

Un país preparado para el alba.

Nuestra obsesión por la victoria

nos ha entontecido:

no hay noche en nuestra noche que con la artillería refulge;

el enemigo vela,

el enemigo nos alumbra

en el sótano oscuro.

 

Aquí, tras los versos de Job, a nadie esperamos.

 

Aquí no hay yo,

aquí Adán recuerda su arcilla...

 

Este sitio durará hasta que enseñemos al enemigo

algún poema de la yahiliya2.

 

El cielo es gris plomizo a media mañana,

anaranjado por las noches. Los corazones

son neutros, como las rosas en el seto.

 

Bajo sitio, la vida se torna tiempo:

memoria del principio,

olvido del final.

 

La vida.

La vida plena,

la vida a medias,

acoge una estrella cercana

atemporal,

y una nube emigrada

aespacial.

Y la vida aquí

se pregunta:

¿Cómo resucitar a la vida?

 

Él dice al borde de la muerte:

No me queda un rincón que perder,

libre soy a un palmo de mi libertad,

el mañana al alcance de mi mano...

Pronto, me adentraré en mi vida,

naceré libre, sin padres,

y tomaré por nombre letras de lapislázuli...

 

Aquí, en los altos del humo, en la escalera de casa,

no hay tiempo para el tiempo,

hacemos lo que hace quien se eleva hacia Dios:

olvidamos el dolor.

 

El dolor:

que la señora de la casa no tienda la colada

por la mañana, que se conforme con lavar esta bandera.

 

Nada de ecos homéricos aquí.

Los mitos llaman a la puerta cuando los necesitamos.

Nada de ecos homéricos...

Aquí un general excava un Estado dormido

bajo las ruinas de una Troya inminente.

 

Los soldados calculan la distancia entre el ser

y la nada

con la mirilla del tanque.

 

Calculamos la distancia entre el propio cuerpo

y las bombas... con un sexto sentido.

 

Cuando desaparecen los aviones, las palomas alzan el vuelo,

blancas blancas, lavan las mejillas del cielo

con alas libres, y reconquistan la belleza y el reino

del aire y los juegos. Más y más alto vuelan

las palomas, blancas blancas. Ojalá el cielo

fuera auténtico – me dice un hombre que pasa entre dos bombas.

 

El brillo, la clarividencia y el rayo

se parecen demasiado...

mas yo sabré de aquí a poco si esto

era revelación,

o sabrán mis amigos más íntimos

que el poema ha pasado,

aniquilando a su poeta.

 

 

El ciprés se ha partido (2004)

 

El ciprés es la pena del árbol, no

el árbol, no tiene sombra porque es la sombra del árbol

 

BASSAM HAYYAR

 

El ciprés se ha partido como un alminar, y duerme

en el camino sobre su austera sombra, verde, oscuro,

como es él. No ha habido heridos. Los

coches han cruzado raudos sobre sus ramas. El polvo ha cubierto

los cristales... / El ciprés se ha partido, pero

la paloma no muda su nido público en la casa

de al lado. Dos aves migratorias han sobrevolado

el lugar haciéndose señas.

Una mujer le ha dicho a su vecina: Entonces, ¿ha sido una tormenta?

No, ni un buldózer... / Pero el ciprés

se ha partido. Los que pasaban entre los escombros han dicho:

Estaría harto de tanto abandono, o sería demasiado

viejo, pues era alto como una jirafa, y de tan poca

enjundia como una escoba, ni sombra daba a los enamorados.

Un niño ha dicho: Lo he dibujado sin un fallo,

tiene una forma muy fácil. Y una niña: Hoy

al cielo le falta algo porque el ciprés se ha partido.

Un joven ha dicho: Hoy el cielo está entero

porque el ciprés se ha partido. Y yo me he dicho:

Nada es abstruso o claro,

el ciprés se ha partido, no hay

más: se ha partido.

 

 

La niña/el grito (2008)

 

En la orilla del mar hay una niña. La niña tiene una familia.

La familia una casa. La casa, dos ventanas y una puerta...

En el mar hay un acorazado que se entretiene

cazando a los paseantes de la orilla:

cuatro, cinco, siete

caen en la arena. La niña se salva por poco.

Una mano de niebla,

cierta mano divina, acude en su auxilio. Ella llama: ¡Papá,

papá! ¡Levanta, vamos, que el mar no es para nosotros!

No responde su padre, caído sobre su sombra

a merced de la ausencia.

 

Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.

 

La lleva su voz en volandas, la alza y aleja

de la orilla. Ella grita en la noche desierta.

El eco no tiene eco. Ella

se convierte en el grito eterno

de una noticia urgente, que deja de ser urgente

cuando

vuelven los aviones y bombardean una casa

¡con dos ventanas y una puerta!

 

 

EL JUGADOR DE DAMAS (póstumo)

(fragmentos)

 

Quién soy yo para deciros

lo que os digo,

yo que no he sido piedra pulida por el agua

que se haya hecho rostro,

ni caña agujereada por el viento

que se haya hecho flauta...

 

Soy un jugador de damas,

a veces gano y a veces pierdo.

Soy como vosotros,

o acaso menos...

 

[...]

 

Nada tuve que ver en lo que he sido:

si no se hubieran destruido aquellos campos de labranza

quizá hubiese sido una aceituna

o maestro de geografía

o experto en las colonias de hormigas

o guardián del eco.

 

Quién soy yo para deciros

lo que os digo.

 

[...]

 

He ganado ser más lúcido

no para ser feliz con mis noches de luna

sino testigo de la masacre.

 

Sobreviví de casualidad: demasiado pequeño para el objetivo de un rifle,

demasiado grande para ser una abeja revoloteando entre las flores del cercado,

tenía miedo por mis hermanos y mi padre,

miedo por unos días de cristal.

El miedo se vino conmigo, y yo me fui con él

descalzo, dejando atrás mis pequeños recuerdos de lo que quería

para el mañana ¾No hay tiempo para el mañana.

 

Camino / acelero / corro / subo / bajo / grito / ladro / aúllo / llamo / imploro / me apresuro / me detengo / me derrumbo / me limpio / me seco / prosigo / echo a volar / veo / no veo / tropiezo / me pongo amarillo / verde / azul / me resquebrajo / escapo/ estoy sediento / cansado / tengo hambre / me caigo / me levanto / corro / olvido / veo / no veo / recuerdo / escucho / miro / desvarío / deliro / murmullo / grito / no puedo / gimo / enloquezco / me extravío / me hago un poco menos / y un poco más/ caigo / me levanto / me desplomo / me hago sangre / pierdo el sentido /

 

NOTAS

1. Mahmud Darwix, Poesía escogida (1996-2005), edición y traducción de Luz Gómez, Valencia-Buenos Aires, Pre-Textos, 2008.

2. Rachid Huséin: poeta palestino (1936-1977), muerto en el exilio en Nueva York.

 

 

 


LUZ GÓMEZ (España, 1967). Catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. Sus dos campos de trabajo principales son el estudio del islam y del islamismo y la traducción de poesía árabe. En el primero, se ha centrado en el estudio de las conexiones y disfunciones entre los discursos islámico e islamista, tanto en casos concretos, por ejemplo, en la obra del pensador egipcio Adil Huséin, como en un marco general. En el segundo, destacan sus traducciones del poeta palestino Mahmud Darwish, que han cimentado el reconocimiento de la obra de este autor en España. Ha trabajado también en el concepto de seguridad humana aplicado a la memoria cultural palestina y en la transformación conceptual del feminismo según el marco cultural.

 

 


IO ANGELI (Grecia, 1960). Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Atenas y continuó sus estudios de maestría con una beca en Londres en el Royal College of Art y Central – Saint Martin’s School of Art & Design (1988-1991). Ha presentado su trabajo en 17 exposiciones individuales y ha participado en muchas exposiciones colectivas en Grecia y en el extranjero y ha colaborado con la Galería Zoumboulakis desde 2013. Entre las muestras individuales más recientes se encuentran: Boundaries (2015); Is it a trap? (2019); y Slalom (2023), todas ellas en Zoumboulakis Galleries, en Atenas. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Trabaja como profesora en la Universidad de West Attica. Io Angeli es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 


Agulha Revista de Cultura

Número 233 | julho de 2023

Artista convidada: Io Angeli (Grécia, 1960)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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