Mahmud Darwish está considerado un referente fundamental
de la poesía árabe del siglo XX; es el poeta árabe más leído y traducido. Es autor
de una amplia obra poética y de varios libros en prosa. Fundó y dirigió la revista
Al-Karmel, de una importancia radical
en la literatura árabe contemporánea. Entre las muchas distinciones que recibió,
destacan el Prize for Cultural Freedom, de la Lannan Foundation (2001), y el Premio
Príncipe Claus de Holanda (2004), que se otorgan para galardonar a creadores cuya
obra celebra con valentía los derechos de la imaginación y de la libre expresión.
Los poemas que ofrecemos en esta selección recorren el
conjunto de la obra de Mahmud Darwish. Van precedidos de una presentación que sigue,
a grandes rasgos, la que acompañó a la antología publicada en español pocos meses
antes de su fallecimiento. [1] Damos
entre paréntesis, a continuación de cada poema, el año del diván en que se incluye.
Darwish, la casa, el verso
Mahmud Darwish se caracterizaba a sí mismo como un poeta que nacía a plazos,
un poeta que habitaba estaciones y recalaba en distintas casas compelido más por la estancia que por el viaje. Y ello en combinación
con una vida de continua búsqueda –anímica, existencial, estética, cívica– y de constantes huidas: de sí mismo, de sus desmesurados admiradores, de sus epígonos. Quizá por ello su poesía sea a ratos titánica y a ratos doméstica, una poesía que se interroga
por el sentido de un hallazgo de la lengua árabe que a él le gustaba recordar:
en árabe casa y verso comparten una misma palabra, bait.
La poesía de Darwish reinstala al hombre en su lugar,
pero no lo ancla a un paisaje y un tiempo unívocos, sino que lo sitúa en un permanente
tránsito, en un entredós cuyo fin es hacerse reconocer y al tiempo conocerse a sí
mismo. Es una poesía que discurre entre los meandros de la épica y de la tragedia
resistiéndose a marginar lo lírico. Decir que es hija de su tiempo sería faltar
a las víctimas de la historia. Tras unos pocos años de infancia feliz en una aldea
cercana a Acre, la Nakba, la Catástrofe o expulsión en 1948 de 800.000 palestinos
de su tierra a raíz de la creación del Estado de Israel, introdujo a Darwish de
golpe en el mundo de los adultos, el de la patria perdida, la lucha por recuperarla,
la cultura en desaparición, las dificultades materiales y la intervención política.
Con apenas veinticinco años, una segunda nakba, la ocupación israelí en 1967
de los territorios palestinos restantes más algunos otros árabes vecinos, propició
la difusión en el exterior de unos cuantos poemas suyos y, casi de repente, Darwish
se vio encumbrado al estatuto de poeta nacional de Palestina. No es ésta una caracterización
inexacta, aunque sea matizable, si bien como lastre ha marcado la recepción árabe
e internacional del autor.
La recreación o creación poética del espacio vital, de
la historia material y la cultura palestinas ha obrado como contrapunto de varios
imperativos: los constructos israelíes basados en una historia legendaria, la enajenación
de la conciencia y la cultura árabe en general, la experiencia íntima del exilio
como patria. Pero el resultado no es una suerte de superación redentora, sino un
collage en el que conviven las estaciones –“el Interior” o la Palestina arrebatada
en el 48, El Cairo, Beirut, Túnez, París, Ammán, Ramala– alimentándose, chocando, superponiéndose y resurgiendo con el instinto radical de supervivencia de quien se
ve abocado a la aniquilación. El cuadro que podría ser épico se trastoca y
pierde sus contornos, y en su lugar emerge una poesía radical que es canto, que
triunfa sobre el tiempo y el lugar por su belleza y su carisma. Porque a pesar de
las vicisitudes, la poesía de Mahmud Darwish es canción necesaria, celebración de
la vida y de la obligación moral de resistir para dignificarla.
En este transbordo de lo particular a lo universal reside
la fuerza de su obra. Sorprende cómo los detalles y la meticulosidad de lo concreto
superan su contingencia mediante un permanente cuestionamiento de sí mismos, de
sus significados y posibilidades. En los poemas de los primeros años, previos a
su exilio en 1970, es la búsqueda de la poeticidad la que despega a lo terreno de
su materialidad primera –la de la prisión, la hierba, los pájaros, el café, el fusil–. En El Cairo (1971-1972), y sobre todo en
Beirut (1973-1982), el poema se entrega a la experimentación y la poesía se retuerce sobre sí misma: los grandes
conceptos –la amistad, la paz, el amor, la libertad– se encarnan en personas y lugares
que los vivifican y siembran de esperanza en medio del marasmo histórico. En París,
en afirmación del propio Darwix, se produjo su verdadero nacimiento poético: aunque
discutible en términos absolutos, sí es cierto que los libros de estos años (1986-1995)
son los más decisivos, quizá porque el poeta se adentra en los abismos del sujeto,
superadas ya ciertas especiosidades del formalismo precedente. El regreso a medias
a una Palestina que no es tal (1996), la casa
a caballo entre Ammán y Ramala, introduce en su poesía cierto tono desconfiado e
irónico, a ratos ligero y a ratos grave, que colinda con la visión prístina de su
poesía.
La modernidad de la poesía de Darwish deviene de su capacidad
sostenida de renovación formal. La musicalidad y la geometría son las dos obsesiones
de un creador que se siente compositor, y que indaga para ello en los límites de
la lengua, de la lengua árabe entendida como una lengua vivaz y que alberga posibilidades
revolucionarias. Los poemas de Darwish son ejercicios métricos, lingüísticos, estilísticos
y arquitecturales sometidos a una premisa: la fluidez, entendida como la necesidad
de decir lo que se dice (el significado,
tan presente en sus versos) como se dice; es más, de descubrir cada vez cómo decir
lo que siempre dice el poeta. Para Darwish la modernidad poética resulta del poder
de liberación colectiva que obra la conciencia de la lengua, individualizada en
el poeta-hacedor que hurga en el posible sentido del caos.
Darwish ha aportado a la poesía árabe moderna su sentido
de la cadencia, que conjuga las raíces melódicas de la tradición árabe, basada en
el pie métrico, con los logros compositivos de la poesía occidental tras la aparición
del verso libre. A uno y otro extremo se aferran camarillas cuyas luchas cainitas
recorren las ultimas décadas de la poesía árabe, mientras que las grandes cuestiones
del porvenir –los conflictos entre lengua estándar y dialectos, el alcance de los temas tratados, la capacidad imaginativa
de la metáfora– se relegan y denostan. Contra ello se reveló siempre Darwish, para quien el poema era una construcción
arquitectónica que sólo se sostiene mediante la armónica y elaborada trabazón de
todos sus componentes. Él criticaba por igual el oscuro refugio en mitos y tradiciones
anteislámicas que la ramplona aproximación a la cotidianidad o la evanescencia sufí,
al tiempo que sus poemas se hacen eco de todo ello trascendiéndolo mediante una
estética de lo vivido y su relación con –no retorno a– los orígenes.
A MI MADRE (1966)
Añoro el pan de mi madre,
el café de mi madre,
las caricias de mi madre…
Día tras día
en mí crece la infancia
y amo mi vida, pues
de morir
me avergonzarían las lágrimas
de mi madre.
Haz de mí, si vuelvo un día,
chal para tus pestañas,
cubre mis huesos con hierba
bautizada por tus puros talones,
átame
con un mechón de tus cabellos…
con una hebra del bordado de tu vestido…
Puede que me convierta en un dios,
que en un dios me convierta
si toco el fondo de tu corazón.
Ponme, si es que regreso,
como leña en la lumbre de tu fuego,
como cuerda de tender en la azotea de casa,
porque no puedo levantarme
sin tu oración de cada día.
He envejecido, devuélveme las estrellas de la infancia
para que comparta
con los pájaros más pequeños
la senda de regreso
al nido en que aguardas.
Rita y el fusil (1967)
Entre Rita y mis ojos...
un fusil.
Quien a Rita conoce,
se postra
y reza
al Dios de sus ojos
de miel.
... Besé a Rita
cuando niña,
aún recuerdo cómo...
se pegó
a mí: una trenza preciosa
cubrió mi brazo.
Recuerdo a Rita
como el pájaro a la
charca.
Rita, Rita...
Teníamos un millón
de pájaros y de fotos,
y mil citas,
y contra todo abrió
fuego... un fusil.
El nombre de Rita
le sabía a fiesta a mi boca,
el cuerpo de Rita
se desposaba en mi sangre.
En Rita me perdí...
dos años,
durmió en mi regazo
dos años,
nos prometimos ante
el cáliz más bello,
ardimos en el vino
de dos labios,
nacimos dos veces.
Rita, Rita...
Nada privaba a mis
ojos
de los tuyos, si acaso
nuestras cabezadas
o alguna nube de miel,
hasta que irrumpió...
aquel fusil.
Érase que se era,
oh silencio del atardecer,
una mañana en que
mi luna partió
con los ojos de miel.
La ciudad
barrió a los rapsodas,
y a Rita.
Entre Rita y mis ojos...
un fusil.
fue lo que había de ser (1977)
(fragmento)
A Rachid Huséin [2]
Me saludó en la Quinta Avenida. Lloró. Se apoyó en una fachada de cristal,
no hay sauces en Nueva York. Me hizo llorar. Devolvió el agua al río. Nos tomamos
un café. Y nos separamos enseguida.
Hace veinte años,
le conocí con cuarenta,
largo como un himno costero, y triste,
venía a vernos como una espada de vino. Se iba como el final de una oración.
Desgranaba su poesía en el restaurante Christo,
y Acre entera se despertaba
y caminaba sobre las aguas.
Era una semana de la tierra y por un día de los invasores,
y hasta mi madre todavía dice: ¡Ah!
Para sus manos, rosas y cadenas. Sólo su herida soberana le hería extramuros.
Los enamorados se daban cita. Enarbolábamos la larga costa. No dejábamos uva en
pie. Nos mezclábamos con los gritos de la ruda silvestre. Hacíamos trizas los himnos.
Caíamos derrotados ante unos ojos negros. Luchábamos. Nos abatían. Volvíamos a la
lucha. Y había caballeros que iban y venían.
Y en cada vacío
veremos azul hasta la ausencia el silencio del cantor.
Hace veinte años
en todas direcciones desgranaba su carne a los pájaros y los peces,
y hasta mi madre todavía dice: ¡Ah!
Hijo de campesinos de la costilla de Palestina
sureño
mísero como un gorrión
fuerte
de voz clara
pies grandes
manos recias. Desvalido como una mariposa
moreno hasta el asombro
de hombros anchos,
veía más allá de la puerta de la prisión,
veía más acá de las tesis doctorales,
veía la nube en el casco del soldado,
nos veía y veía la cartilla de racionamiento.
Y llano... en los cafés y en la lengua:
le gustaban la flauta y la cerveza
y sólo usaba palabras corrientes.
Era simple como el agua,
sencillo... como la cena de los pobres.
Era un campo de patatas y maíz,
no le gustaba la escuela
pero sí la prosa y el verso:
puede que la llanura sea prosa,
puede que el trigo sea verso.
Visitaba a los suyos los sábados,
descansaba de la tinta divina
y de los interrogatorios de la policía.
Sólo publicó dos libros con sus primeros poemas,
lo demás nos lo dio.
Sus pasos se vieron por el aeropuerto de Lod hace diez años, y desapareció...
Vendrán
otros bárbaros (1986)
Suenan los tambores para que del Egeo a los Dardanelos los caballos se
alcen sobre los cadáveres.
¿Y a nosotros qué? ¿Qué tienen que ver nuestras esposas con una carrera
de caballos?
Será raptada la mujer del emperador. Sonarán los tambores. Ya llegan otros
bárbaros.
Bárbaros que llenan las ciudades vacías, apenas altas sobre el mar, más
fuertes que la espada en tiempos de locura.
¿Y a nosotros qué? ¿Qué tienen que ver nuestros hijos con esta estirpe
de impudicia?
Sonarán los tambores. Ya llegan otros bárbaros. Es raptada de su casa la
mujer del emperador.
Y en la casa se gesta la expedición militar que devuelva a la favorita
a la cama de su señor.
¿Y a nosotros qué? ¿Qué tienen que ver cincuenta mil muertos con este casamiento
atropellado?
¿Nacerá un Homero después de nosotros?... ¿Abrirán las epopeyas sus puertas
a todos?
LA ETERNIDAD DE LA
CHUMBERA (1995)
¿Adónde vamos, padre?
Donde nos lleve el
viento...
... Y dejaron el valle
en que
los soldados de Bonaparte
alzaran una atalaya con que vigilar
las sombras de la
vieja muralla de Acre.
El padre le dijo a
su hijo: no temas, ¡no
te asuste el silbido
de las balas! Pégate
al suelo y estarás
a salvo. Nos pondremos a salvo
al norte, en la sierra,
y regresaremos cuando
los soldados vuelvan
con los suyos, ahora tan lejos.
– ¿Y quién vivirá
en nuestra casa,
padre?
– Se quedará tal cual.
Tocó la llave como
quien se palpa
un miembro, y se tranquilizó.
Pero al atravesar
una cerca de espinos
le dijo:
¡recuérdalo! Aquí
tuvieron crucificado a tu padre
los ingleses, sobre
los espinos de una chumbera, durante dos noches,
pero nunca confesó.
Crecerás,
y contarás a quienes
hereden sus fusiles
esta historia viva
de sangre y hierro...
– ¿Por qué dejamos
al caballo?
– Para que haga compañía
a la casa,
las casas mueren si
se ausentan sus moradores.
A lo lejos, la eternidad
abre sus puertas
al carro de la noche.
Aúlla el lobo
de la estepa a una
luna asustada. Y el padre
le dice a su hijo:
¡sé fuerte como tu abuelo!
Trepa a mi lado, que
ya es el último robledal,
y recuerda: aquí mismo,
en plena batalla,
el jenízaro se cayó
del caballo; aguanta conmigo,
que volveremos.
– ¿Cuándo, padre?
– Mañana. O pasado.
A sus espaldas, un
mañana bobo masticaba el viento
en las largas noches
de invierno.
Los soldados de Josué
construían
el fortín con las
piedras de su casa. Y ellos
jadeaban camino de
Canaán: hijo, por aquí
pasó un día Nuestro
Señor. Aquí
convirtió el agua
en vino. Y habló mucho
sobre el amor, recuérdalo
mañana.
Y recuerda los castillos
de los cruzados
roídos por la hierba
de abril
una vez se marcharon
los hombres de la guerra...
Sin exilio, ¿quién soy? (1999)
Extranjero a orillas del río, como al río... me ata
a tu nombre el agua. Nada me devuelve de mi lejanía
a mi palmera: ni la paz ni la guerra. Nada
me incorpora a los Evangelios. Nada...
Nada brilla mientras sube y baja la marea
entre el Tigris y el Nilo. Nada
me apea del bajel de Faraón. Nada
me tiene o hace que yo tenga una idea: ni la nostalgia
ni la promesa. ¿Qué haré? ¿Qué
haré sin exilio, sin una larga noche
que escrute el agua?
Me ata
a tu nombre
el agua...
Nada me lleva de las mariposas de mi sueño
a mi realidad: ni el polvo ni el fuego. ¿Qué
haré sin la rosa de Samarcanda? ¿Qué
haré en una plaza que bruñe a los rapsodas con piedras
lunares? Tú y yo nos hemos vuelto tan ligeros como nuestros hogares
a merced de los vientos lejanos. Hemos trabado amistad con los raros
seres que habitan las nubes... Nos hemos liberado
del peso de la tierra de la identidad. ¿Qué haremos... qué
sin exilio, sin una larga noche
que escrute el agua?
Me ata
a tu nombre
el agua...
Sólo tú quedas de mí, sólo
yo de ti, un extranjero que acaricia el muslo de su extranjera: Oh
extranjera, ¿qué vamos a fabricar en esta calma
que apuramos... en esta siesta entre dos mitos?
Nada nos tiene: ni el camino ni la casa.
¿Fue este camino así desde el principio,
o acaso nuestros sueños hallaron una yegua
de los mongoles sobre la colina y nos sustituyeron?
¿Qué haré?
¿Qué
sin
exilio?
Estado de sitio (2002)
(fragmento)
Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso
y las fauces del tiempo,
junto a huertos de sombras arrancadas,
hacemos lo que hacen los prisioneros,
lo que hacen los desempleados:
alimentamos la esperanza.
Un país preparado para el alba.
Nuestra obsesión por la victoria
nos ha entontecido:
no hay noche en nuestra noche que con la artillería refulge;
el enemigo vela,
el enemigo nos alumbra
en el sótano oscuro.
Aquí, tras los versos de Job, a nadie esperamos.
Aquí no hay yo,
aquí Adán recuerda su arcilla...
Este sitio durará hasta que enseñemos al enemigo
algún poema de la yahiliya2.
El cielo es gris plomizo a media mañana,
anaranjado por las noches. Los corazones
son neutros, como las rosas en el seto.
Bajo sitio, la vida se torna tiempo:
memoria del principio,
olvido del final.
La vida.
La vida plena,
la vida a medias,
acoge una estrella cercana
atemporal,
y una nube emigrada
aespacial.
Y la vida aquí
se pregunta:
¿Cómo resucitar a la vida?
Él dice al borde de la muerte:
No me queda un rincón que perder,
libre soy a un palmo de mi libertad,
el mañana al alcance de mi mano...
Pronto, me adentraré en mi vida,
naceré libre, sin padres,
y tomaré por nombre letras de lapislázuli...
Aquí, en los altos del humo, en la escalera de casa,
no hay tiempo para el tiempo,
hacemos lo que hace quien se eleva hacia Dios:
olvidamos el dolor.
El dolor:
que la señora de la casa no tienda la colada
por la mañana, que se conforme con lavar esta bandera.
Nada de ecos homéricos aquí.
Los mitos llaman a la puerta cuando los necesitamos.
Nada de ecos homéricos...
Aquí un general excava un Estado dormido
bajo las ruinas de una Troya inminente.
Los soldados calculan la distancia entre el ser
y la nada
con la mirilla del tanque.
Calculamos la distancia entre el propio cuerpo
y las bombas... con un sexto sentido.
Cuando desaparecen los aviones, las palomas alzan el
vuelo,
blancas blancas, lavan las mejillas del cielo
con alas libres, y reconquistan la belleza y el reino
del aire y los juegos. Más y más alto vuelan
las palomas, blancas blancas. Ojalá el cielo
fuera auténtico – me dice un hombre que pasa entre dos
bombas.
El brillo, la clarividencia y el rayo
se parecen demasiado...
mas yo sabré de aquí a poco si esto
era revelación,
o sabrán mis amigos más íntimos
que el poema ha pasado,
aniquilando a su poeta.
El ciprés se ha partido (2004)
El ciprés es la pena del árbol, no
el árbol, no tiene sombra porque es la sombra del árbol
BASSAM HAYYAR
El ciprés se ha partido como un alminar, y duerme
en el camino sobre su austera sombra, verde, oscuro,
como es él. No ha habido heridos. Los
coches han cruzado raudos sobre sus ramas. El polvo ha
cubierto
los cristales... / El ciprés se ha partido, pero
la paloma no muda su nido público en la casa
de al lado. Dos aves migratorias han sobrevolado
el lugar haciéndose señas.
Una mujer le ha dicho a su vecina: Entonces, ¿ha sido
una tormenta?
No, ni un buldózer... / Pero el ciprés
se ha partido. Los que pasaban entre los escombros han
dicho:
Estaría harto de tanto abandono, o sería demasiado
viejo, pues era alto como una jirafa, y de tan poca
enjundia como una escoba, ni sombra daba a los enamorados.
Un niño ha dicho: Lo he dibujado sin un fallo,
tiene una forma muy fácil. Y una niña: Hoy
al cielo le falta algo porque el ciprés se ha partido.
Un joven ha dicho: Hoy el cielo está entero
porque el ciprés se ha partido. Y yo me he dicho:
Nada es abstruso o claro,
el ciprés se ha partido, no hay
más: se ha partido.
La niña/el grito (2008)
En la orilla del mar hay una niña. La niña tiene una
familia.
La familia una casa. La casa, dos ventanas y una puerta...
En el mar hay un acorazado que se entretiene
cazando a los paseantes de la orilla:
cuatro, cinco, siete
caen en la arena. La niña se salva por poco.
Una mano de niebla,
cierta mano divina, acude en su auxilio. Ella llama:
¡Papá,
papá! ¡Levanta, vamos, que el mar no es para nosotros!
No responde su padre, caído sobre su sombra
a merced de la ausencia.
Sangre en las palmeras, sangre en las nubes.
La lleva su voz en volandas, la alza y aleja
de la orilla. Ella grita en la noche desierta.
El eco no tiene eco. Ella
se convierte en el grito eterno
de una noticia urgente, que deja de ser urgente
cuando
vuelven los aviones y bombardean una casa
¡con dos ventanas y una puerta!
EL JUGADOR DE DAMAS (póstumo)
(fragmentos)
Quién soy yo para deciros
lo que os digo,
yo que no he sido piedra pulida por el agua
que se haya hecho rostro,
ni caña agujereada por el viento
que se haya hecho flauta...
Soy un jugador de damas,
a veces gano y a veces pierdo.
Soy como vosotros,
o acaso menos...
[...]
Nada tuve que ver en lo que he sido:
si no se hubieran destruido aquellos campos de labranza
quizá hubiese sido una aceituna
o maestro de geografía
o experto en las colonias de hormigas
o guardián del eco.
Quién soy yo para deciros
lo que os digo.
[...]
He ganado ser más lúcido
no para ser feliz con mis noches de luna
sino testigo de la masacre.
Sobreviví de casualidad: demasiado pequeño para el objetivo
de un rifle,
demasiado grande para ser una abeja revoloteando entre
las flores del cercado,
tenía miedo por mis hermanos y mi padre,
miedo por unos días de cristal.
El miedo se vino conmigo, y yo me fui con él
descalzo, dejando atrás mis pequeños recuerdos de lo
que quería
para el mañana ¾No hay tiempo para
el mañana.
Camino / acelero / corro / subo / bajo / grito / ladro
/ aúllo / llamo / imploro / me apresuro / me detengo / me derrumbo / me limpio /
me seco / prosigo / echo a volar / veo / no veo / tropiezo / me pongo amarillo /
verde / azul / me resquebrajo / escapo/ estoy sediento / cansado / tengo hambre
/ me caigo / me levanto / corro / olvido / veo / no veo / recuerdo / escucho / miro
/ desvarío / deliro / murmullo / grito / no puedo / gimo / enloquezco / me extravío
/ me hago un poco menos / y un poco más/ caigo / me levanto / me desplomo / me hago
sangre / pierdo el sentido /
NOTAS
1. Mahmud Darwix, Poesía escogida (1996-2005),
edición y traducción de Luz Gómez, Valencia-Buenos Aires, Pre-Textos, 2008.
2. Rachid Huséin: poeta palestino (1936-1977), muerto en el exilio en Nueva
York.
LUZ GÓMEZ (España, 1967). Catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. Sus dos campos de trabajo principales son el estudio del islam y del islamismo y la traducción de poesía árabe. En el primero, se ha centrado en el estudio de las conexiones y disfunciones entre los discursos islámico e islamista, tanto en casos concretos, por ejemplo, en la obra del pensador egipcio Adil Huséin, como en un marco general. En el segundo, destacan sus traducciones del poeta palestino Mahmud Darwish, que han cimentado el reconocimiento de la obra de este autor en España. Ha trabajado también en el concepto de seguridad humana aplicado a la memoria cultural palestina y en la transformación conceptual del feminismo según el marco cultural.
IO ANGELI (Grecia, 1960). Estudió pintura en la Escuela de Bellas Artes de Atenas y continuó sus estudios de maestría con una beca en Londres en el Royal College of Art y Central – Saint Martin’s School of Art & Design (1988-1991). Ha presentado su trabajo en 17 exposiciones individuales y ha participado en muchas exposiciones colectivas en Grecia y en el extranjero y ha colaborado con la Galería Zoumboulakis desde 2013. Entre las muestras individuales más recientes se encuentran: Boundaries (2015); Is it a trap? (2019); y Slalom (2023), todas ellas en Zoumboulakis Galleries, en Atenas. Sus obras se encuentran en colecciones públicas y privadas. Trabaja como profesora en la Universidad de West Attica. Io Angeli es la artista invitada de esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 233 | julho de 2023
Artista convidada: Io Angeli (Grécia, 1960)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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