quinta-feira, 10 de agosto de 2023

ALFONSO PEÑA | Beatriz Hausner: coser, bordar, tejer: poesía de los hilos imaginarios

 


Beatriz Hausner pertenece a esa logia de mujeres creativas, libertarias, lanzadas, que entretejen los diversos saberes con las tonalidades sensibles e imaginativas de la ficción poética.

Desde muy joven (años setenta), se trasladó junto a su familia: los artistas Ludwig Zeller y Susana Wald, y sus hermanos, a la ciudad de Toronto.

 Desde entonces su vida transcurre en esa metrópoli norteamericana. Desde adolescente fue persuadida y “contaminada” por el tráfago poético y artístico que sus padres llevaban a cabo: exposiciones, traducciones, ediciones de libros y revistas, e intercambios y complicidades con muchos artistas surrealistas.

Pronto se engarzó –desde su hogar– a las conversaciones, experiencias y rituales para compaginar, abordar, vislumbrar la magia desde una dimensión cotidiana y poética en el amplio prisma azaroso, onírico, maravilloso.

El repertorio de Hausner es cuantioso: transita por la organización de eventos literarios, escribe su poesía rica y distinguida y lidia en el destacadísimo segmento de la traducción. En este contexto Beatriz despliega un trabajo infatigable; durante muchos años vertió al idioma inglés poemarios capitales y textos de autores trascendentes como Rosamel del Valle, Enrique Gómez-Correa, Aldo Pellegrini, Ludwig Zeller, o César Moro, entre una brillante lista de referentes latinoamericanos… En este campo de acción la poeta configuró diálogos efervescentes, y poco a poco edificó un lenguaje preciso y diáfano… Fue como un alumbramiento encarar poetas como Jorge Cáceres o la magia erótica y llameante de César Moro… A propósito de lo señalado, recordamos la sentencia de Aldo Pellegrini: “La indiscriminación entre lo real y lo imaginario crea el pensamiento mágico…”.

La mayor parte de la poesía de Beatriz está escrita y editada en inglés. Sin embargo, su antología bilingüe La costurera y el muñeco viviente (The seamstrress and the Living Doll), fue editada en México por el prestigioso sello Mantis Editores (2012).

Al pasar revista al volumen nos encontramos con una creación llena de destellos preciosos. Sus palabras, igual que sus imágenes poéticas son cultas y refinadas. Por momentos percibimos una luz particular, la alquimia sobresale, lo mismo que los tintes primigenios. Como la Beatriz de Dante, la nuestra desciende a los “cenotes” y de súbito emerge en un manto bordado mágico y surreal:

 

Mi hermano gemelo hecho

de piel hecho de lujuria

hecho de lengua.

 

AP | Parafraseando al poeta Enrique Gómez-Correa: “Nuestra posición frente al surrealismo está determinada: incorporamos a nuestro favor todas sus conquistas admirables, no obstante, la Mandrágora no cierra puertas ni ventanas. Las deja abiertas para que entre la luz de otros astros, quizá, los soles negros, malditos, sin embargo, al fin y al cabo utilizables en la captación de lo real, en el conocimiento, en el profundo conocimiento de la realidad escabrosa”. Beatriz, vos te iniciás en el surrealismo desde muy joven, ¿cómo asimilaste este concepto del poeta Gómez-Correa desde los albores de tu creación?

 

BH | Desde un principio el surrealismo chileno mantuvo una posición independiente, lo que le permitió tanto a los integrantes de Mandrágora, como a los artistas y poetas surrealistas de la generación siguiente, explorar a su manera, a menudo hasta sus últimas consecuencias, los preceptos que propusieron Breton y el primer grupo de París. Creo que a eso se refiere Enrique Gómez-Correa. Yo de alguna forma heredé esa actitud hacia la creación. Para mí no existen barreras, ni límites en la creación poética, ya sea a través del verbo, o en los hechos de la vida cotidiana misma. Tampoco me aferro a una u otra interpretación estricta de sus ideas fundamentales. El surrealismo propone la posibilidad de libertad total. Es un enfoque que siempre me ha permitido explorar la realidad en su verdadera dimensión: todo está a mi disposición.

Al principio, cuando empezada a familiarizarme con la estupenda obra de Gómez-Correa me preguntaba cual sería ese “sol negro”, ¿qué forma tendría? Lo entiendo ahora, tras haber indagado más allá de los referentes modernos, al adentrarme un poco en los textos antiguos, ciertos clásicos latinos, y posteriormente a textos que hacen referencia a la alquimia. A veces me pregunto: ¿si ese “sol negro” al que se refiere EGC no era esa piedra negra y brillante que trajera Heliogábalo consigo a Roma? ¿Quizás fuera la piedra alquímica de la alquimista María, judía de Alejandría, quien inventara el “baño María”? Lo que me preocupa en este momento es poder entrar y salir, volver a entrar, volver a salir por esas ventanas a las que alude Enrique Gómez-Correa para tocar ese sol negro, que de fondo no es sino lo maravilloso insondable que emite energía e ilumina. Es una fuerza transformadora a la que me aferro porque mi existencia depende de ella.

 


AP | El crítico canario José Pérez Corrales, en su blog “Surrealismo internacional”, te dedica un ensayo elogioso: “Beatriz Hausner: la llama surrealista en Toronto”. ¿Cómo llegás a esa ciudad (después de salir de Santiago) y de qué modo te activás y te entregás con pasión a organizar exposiciones, hacer traducciones y sobre todo a escribir tu refinada poesía, que algunos críticos la emparentan con la creación de André Breton…?

 

BH | Yo llegué a Toronto como inmigrante con mi familia en 1971. El cambio de país, el destierro, la desconexión con lo conocido, causó que yo buscara raíces dentro del mundo familiar, el mundo de mis padres (mi madre es Susana Wald, mi padrastro, Ludwig Zeller), mis hermanos. Mis padres llevaban una actividad artística y literaria febril, organizaban exposiciones para sus colaboradores dentro y fuera del movimiento Phases, publicaban libros, catálogos y la revista El huevo filosófico, todo alrededor del surrealismo, idea central que ellos iban definiendo con sus actividades, y sus descubrimientos a través de la creación artística y poética, intercambios con otros surrealistas, conversaciones entre sí. Mucha gente dentro de ese mundo iba y venía a nuestra casa en Toronto. Yo acepté ese ambiente y aprendí mucho de esa vivencia, un poco inusual para una joven adolescente en Norteamérica.

Toronto nunca fue un centro cultural equivalente a Nueva York, o París. Fue y sigue siendo, a pesar de ser increíblemente cosmopolita, una ciudad provinciana en cuanto a las artes se refiere. De ahí la urgencia que yo siempre sentí de crear un entorno que se aproximara a esa imagen que yo tenía de otros lugares. Al igual que la creación literaria/artística, que es una forma de transformar el mundo, el organizar eventos, publicar libros, abogar por los derechos de los artistas, son actividades hasta cierto punto creativas. Es decir, tanto el quehacer poético, que en mi caso es una actividad solitaria, como el generar actividades colectivas funcionan como los dos lados de un mismo espejo: son intentos de activar la realidad, darle una forma más dinámica al medio de que formo parte. En mi opinión, es una extensión de la idea de la familia, tal como la siento yo, que no es la idea tradicional cristiana de la familia, sino la idea de una comunidad centrada en el amor por los seres que a una la rodean.

Entendí de muy joven que mi modo de expresión sería literario y no la plástica. Siempre me gustó escribir poemas, y publiqué en la editorial de mis padres, Oasis Publications, una pequeña plaquette en español (Poetisa con balcón y vista al mar). Durante mi juventud publiqué traducciones y poesías usando el apellido Zeller. Con el paso de los años volví a mi apellido Hausner, por ser mi origen (mi padre, José Hausner es el único en su familia que sobrevivió el horror nazi).

Resulta un poco raro hacer surrealismo en Toronto, incluso ahora que hay mayor apertura hacia el arte que produjera el movimiento surrealista de entre-guerras. Hasta hace muy poco aquí se consideraba el surrealismo como una especie de afectación. El surrealismo es quizás demasiado subversivo para la cultura anglosajona que domina esta ciudad.

 

AP | A la par de tu poesía vos haces una labor espléndida en el campo de la traducción. ¿Cómo te sentís haciendo traducciones de poetas como César Moro, Gómez-Correa, Aldo Pellegrini, Ludwig Zeller, Rosamel del Valle, Álvaro Mutis?, solo para citar unos cuántos.

 

BH | Empecé traduciendo a poetas surrealistas como Aldo Pellegrini, Ludwig Zeller, Enrique Gómez-Correa, porque sentía que era imprescindible que se dieran a conocer en lengua inglesa, en el mundo al que me integré, los grandes valores de la literatura surrealista en lengua hispana.

Para mí traducir a los escritores que tu mencionas significó una educación literaria de primera clase. Siento que me formé como artista y como persona a través de la traducción (lo primero que publiqué fue una traducción al inglés de un ensayo de Pellegrini, “Poesía es todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles”). Traducir implica entregarse a la realidad del creador del texto que uno traduce, vivir con él/ella y su imaginario durante el tiempo que te dedicas a traducirlos. Traducir a Rosamel del Valle, por ejemplo, me significó adentrarme en un mundo órfico, un mundo poético puro. Enrique Gómez-Correa me enseñó a ver la realidad con pasión libertaria, y al mismo tiempo amorosa; he descubierto una especial afinidad con Jorge Cáceres, a quien considero un genio, una especie de Rimbaud: fue como una llama que súbitamente se apaga. A César Moro lo traduje ya bastante adulta. Siento una hermandad profunda con su obra y el ejemplo de su persona. Me encanta su forma de expresar lo sexual, a la vez cósmico y enteramente material.


Me doy cuenta, al contestar a tu pregunta, Alfonso, que el traducir al inglés a escritores surrealistas de habla hispana me sirvió para inventar mi propia forma de escribir poesía en inglés. Me explico: no existen equivalentes en inglés a lo que yo estaba traduciendo. En gran medida tuve que inventar en inglés una poética a menudo extraña al discurso poético anglo-americano, y eso me sirvió para llegar a un lenguaje en inglés que me calzara perfectamente. Mis referentes son la poesía del barroco, la poesía latinoamericana y española del siglo veinte, el simbolismo francés etc., y no los poetas anglosajones que informan a mis contemporáneos en lengua inglesa.

 

Curiosamente, durante los años que dediqué a traducir a los poetas del surrealismo hispanoamericano, que conforman la antología The Invisible Presence: Sixteen Poets of Spanish America 1925-1995, no pude escribir poesía propia. Sentía que lo mío no podía compararse a los poetas que yo iba traduciendo y quizás por eso, por un sentido de respeto y modestia, no me lancé a publicar mi propia poesía hasta ya pasados los cuarenta años. Fue para mí liberador poder explorar lo poético a mi manera, sentir que podía inventar una realidad que me calza perfectamente, una realidad donde nadie ni nada me limita, ni me fuerza a hacer nada que yo no quiera hacer.

 

AP | Algunos escritores y poetas no quedan muy conformes con las traducciones de sus obras; Borges, siempre categórico, tenía sus propias opiniones:

 

No soy de aquellos que juzgan que místicamente toda traducción es inferior al original. Muchas veces he sospechado, o he podido comprobar, lo contrario. (...) Así también, las prolijas versiones literales de las 1001 noches (Lane, Burtoun, Mardrus, Littmann) insinúan e imponen la sospecha de que el resumen de Galland es harto superior al texto árabe. No nos asombren tales hechos; presuponer que toda recombinación de elementos es necesariamente inferior a un arreglo previo es presuponer que el borrador 9 es necesariamente inferior al borrador H ya que no puede haber sino borradores. El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la superstición o al cansancio. (...) Joyce dilata y reforma el idioma inglés; su traductor tiene el deber de ensayar libertades congéneres.

 

¿Tu apreciación?

 

BH | ¡Concuerdo enteramente con Borges! Que me perdonen los traductores y los editores de literatura en traducción: yo juzgo la traducción literaria tal como juzgo un texto original, por su calidad. Hay buenas y hay malas traducciones. Hay textos importantes que merecen ser traducidos, y hay textos malos que no debieran ser publicados en ningún idioma. Al igual que Borges, yo considero que un texto, ya sea en el original, o en traducción es algo inconcluso mientras está en vida su autor, por la simple razón que el texto es algo vivo, maleable, algo que se puede seguir trabajando. Considero también, y en esto agradezco que cites esas frases de Borges, que el traductor es el autor del texto en el idioma al que traduce. Esa autoría implica grados de creatividad e invención que todo buen traductor puede asumir.

 

AP | Precisamente hace poco tiempo se festejaron los 100 años del nacimiento de Enrique Gómez Correa. Conforme transcurre el tiempo, se reafirma la importancia del grupo La mandrágora, timoneada por el poeta chileno, para vos ¿cuál es el alcance de su legado?

 

BH | No existió antes de La Mandrágora nada igual, por lo menos no en Chile. Ese primer acto en julio de 1938, en el Salón de Honor de la Universidad de Chile significó un sacudón sin precedente en la cultura chilena, causando un cambio profundo y duradero. Y es que Gómez-Correa, Arenas, Cid, y a partir de ese día, Cáceres, pudieron articular una visión del mundo completamente transformadora: todo lo que tocaron, la política, las artes, incluso el sistema jurídico, pudo cambiar. Ese cambio lo hicieron por medio de la poesía como útil de indagación y compromiso con la filosofía surrealista.

A mi parecer los integrantes del grupo Mandrágora pudieron llevar ideas y preocupaciones claves del surrealismo muy lejos, en ciertos casos más allá de lo que pudieran lograr en su momento Breton y el grupo de París. Me refiero en particular a las indagaciones sobre la locura (tema que informa la tesis doctoral de Gómez Correa, Sociología de la locura) que llevaran a cabo Enrique Gómez-Correa y Braulio Arenas en el antiguo manicomio de Santiago. De esas investigaciones salen dos poemas extraordinarios: “A las bellas alucinadas” de Arenas y “Las perezosas” de Gómez-Correa. Los mandragóricos se entregaron enteramente a la aventura surrealista, asumiendo de manera muy libre y abierta los preceptos que propone el surrealismo. Experimentaron con las formas poéticas, hicieron collages, pintura, fotografía, danza, organizaron actos y exposiciones (inclusive una de las grandes exposiciones surrealistas internacionales, en 1948), tradujeron obras importantes dentro del desarrollo de la vanguardia latinoamericana, publicaron tres revistas extraordinarias (Mandrágora, Leitmotiv, Ximena) y fueron grandes editores. Son una gran inspiración para mí. Curiosamente, y a pesar de que me encanta la poesía de Gómez-Correa y la de Braulio Arenas, es en Jorge Cáceres donde he descubierto una gran afinidad poética. 



AP |
Vayamos a tu poesía, que en su mayor parte está publicada en inglés. Conversemos de tu libro en edición bilingüe: inglés/español: La costurera y el muñeco viviente, Mantis Editores, Puebla, 2012. Es un libro de gran factura, mixto, con poemas llenos de vértigo, intertextual, homenajes y prosas poéticas. ¿Su gestación, su recorrido y la conexión con los interlocutores?

 

BH | Esta es la parte difícil de esta conversa, Alfonso, porque me cuesta hablar de mi obra… La costurera y el muñeco viviente fue concebida como antología. La tradujo Julio César Aguilar a pedido del gran editor Luis Armenta Malpica. Seleccioné poemas de mi primer libro, The Wardrobe Mistress (2003), y del segundo, Sew Him Up (2010), además de un par de poemas inéditos que corresponden en ánimo al segundo libro.

Los poemas de The Wardrobe Mistress (“La amante del ropero”, sería la traducción literal) se gestaron al terminar yo la traducción de los poetas que conforman The Invisible Presence. Hay referencias conscientes de muchos poetas, pero la gran influencia en ese primer libro es la música popular norteamericana. Ese libro se concentra en la idea del quehacer diario, el trabajo remunerado, la vida doméstica. Me sentía yo prisionera y deprimida en mi trabajo. Y es un libro en el que empecé a explorar el tema del ser amado, el otro, a través de un sistema metafórico relacionado a la costura, la ropa. Para expresar todos esos aspectos me vino la idea de adentrarme en la terminología técnica, tanto de la costura, como de la biblioteconomía, pero lo hice en forma muy experimental. A lo largo del libro prevalece mi preocupación por la relación entre los seres y las máquinas, la tecnología. Hay varios poemas que tratan de eso. Llevé el asunto a su conclusión obvia, que es la idea de seres mecánicos, construcciones a partir de elementos artificiales. En “Copelius y su muñeca” es el hombre el que construye a su amante, es decir me interesaba adentrarme en el concepto de que una no es sino la construcción, el invento de un hombre, pero que cobra vida: la muñeca se convierte en un ser de carne y hueso.

Sew Him Up es una ampliación de The Ideal Man Poems (“Los poemas del hombre ideal”), un librito de poemas que escribí después de publicarse The Wardrobe Mistress, y que apareció en una edición limitada de 25 ejemplares. (Esa plaquette la tradujo posteriormente Laurens Vancrevel al holandés y la publicó en Brumes Blondes.)

Las prosas a las que te refieres, hasta ahora inéditas en el original inglés, se originan en un proyecto que me propusieron Rik Lina y Miguel de Carvalho en 2008, cuando asistí al festival y exposición “O reverso de olhar” en Coimbra. Es una obra en colaboración donde yo escribo un texto basado en imágenes de Rik Lina, una serie de dibujos automáticos muy bellos que el tituló “The Secret Life of Plants”. Yo me entregué a ese proyecto en forma muy libre, improvisando, aplicando la técnica que usan los músicos de jazz, “riffing”. De un modo natural se dio la idea de una narración, los sucesos, la magia, las transformaciones que se dan en una casa: se trata de un domicilio en París donde vivieron varios artistas y escritores surrealistas entre 1928 y 1935 (Tanguy, los hermanos Prévert) en la calle du Chateau. Está maravillosamente descrita en un libro que yo leí siendo muy joven, Révolutionnaries sans révolution, de André Thirion.

 

AP | Cito a Jean Cocteau: “La poesía es como una casa que recibe a pocos, y a veces a nadie…” En tu poesía, podemos reafirmar la cita de Cocteau: es culta, llena de incógnitas, al abordarla se puede transitar por zonas ocultas, subterráneos llenos de resquicios, balcones surrealistas, dosis de humor negro y erotismo… Es un espeso brebaje:

 

“Se montó en el muñeco incompleto./ Puso cuidadosamente su sexo sobre/el vacío donde el de él estaba/sin forma y empezó a conjurar./ Cual vestal adoradora de verga/ pujó hasta que/lo sintió surgir/ creando vasta tierra. /Gimió en lo profundo de sí./Irguiéndose de dolor/y exhausta cayó/en momentáneo sueño.”

 

BH | Siempre me pareció curioso a lo que aludiera Enrique Molina cuando hablaba de la insatisfacción inherente que existe en la creación. Para mi escribir poesía significa vivir en un estado liminal. En ese sentido es como el sexo: hay en el acto poético en sí un perpetuo intento de llegar a la satisfacción. Más que el cumplirse de la satisfacción, lo que me interesa y me motiva es el proceso mismo de la escritura, que no es sino una aproximación a la satisfacción. Es una sensación que a menudo se parece a la felicidad total.

El poema que tu citas y que le da título al libro en traducción española, es el poema central del libro Sew Him Up (2010), y lo concebí como el reverso de “Coppelius y su muñeca”. Se trata de crear un hombre ideal, construirse para sí un amante. En ese poema, así como en “Cache-coeur” (que es un tipo de corsé) amplié el uso de terminología relacionada a la confección y costura. A diferencia de “Coppelius y su muñeca”, sin embargo, aquí hay referencias a textos antiguos, griegos y latinos, como Teogonía de Hesíodo, que trata de la creación del mundo. En suma, ese “brebaje” al que tú te refieres no es más que un intento de inventar una realidad plena, completa.

 

AP | En La costurera y el muñeco viviente, hay varias prosas poéticas; una escrita a la manera de Rosamel del Valle (Se percibe como un homenaje) y otra provocadora y que hace “clic” en la figura del poeta peruano César Moro: “Mi gemelo poético”. ¿Flechazo y sugerencia?

 

BH | Efectivamente, en La costurera hay varios homenajes: A Rosamel del Valle que escribiera poemas en prosa como “Visita”, “Nacimiento”, “Escritura” en un libro espléndido suyo que se titula Fuegos y ceremonias. A Olga Orozco le rendí homenaje con un poema en Sew Him Up (no lo incluí en La costurera) titulado “From This Heart”. No sólo tengo deudas con los surrealistas. La lectura de Vallejo para mí ha sido fundamental: en La costurera incluyo “Louis Riel anda por aquí”, poema en el que hago una equivalencia, una especie de hermandad entre César Vallejo y el gran antihéroe de la historia canadiense, Louis Riel, líder del pueblo mestizo canadiense y aliado de la nación Cree y otros pueblos indígenas, vencidos y victimizados en forma brutal a finales del Siglo XIX.

Con la imagen y la obra de César Moro, mi relación es aún más profunda. Traducir su “Lettre d’amour”, “El fuego la poesía” y otros poemas de La tortuga ecuestre fue una revelación para mí. Pero no fue hasta que traduje las cartas a Antonio, que informan “Lettre d’amour” que comprobé hasta que punto su poesía, su sensibilidad, la forma en que expresa el amor erótico significan una afinidad sin igual para mí.

 

AP | Simbólicamente los muñecos (los maniquíes, las marionetas etc.) son vistos como “objetos” inanimados pero con matices mágicos, con destellos maravillosos… En tu poemario encontramos sueño, vértigo, alquimia... ¿Forman “ellos” parte de tu inconsciente…?

 

BH | En el quehacer poético hay un constante verterse de lo real y lo imaginario, la consciencia y el inconsciente. Los objetos inanimados adquieren vida para mí, existen enteramente, los veo, me acompañan. Es algo que he podido comprobar y trabajar con mucha eficacia en mi último libro Enter the Raccoon (2012), en el cual un mapache con las dimensiones y características de un amante humano, lleva una relación erótica con la protagonista. Al mismo tiempo el mapache tiene elementos mecánicos cuyo fin es satisfacer las exigencias eróticas de su amante. Tienes razón, se da una especie de alquimia en que elementos contrarios, estáticos y artificiales cobran vida en seres mágicos que voy inventando…

 

AP | Tus poemas tienen mucho de la transgresión del lenguaje: “Cuando el hombre se acerca a la máquina/imagina a la mujer hecha de cuadrados/y dígitos, su boca silenciosa y húmeda/ o “Una vida de gritos oscuros dentro del tambor/donde alguien coloca a diario la soga alrededor/de tu cuello. Zumba en frío el canto fúnebre/a la hora del trigo y el dolor/. ¿Me parece que para el lector inteligente y sensible supone un mirar “entre líneas”… Viaje a otra dimensión… Como una esfera…?

 

BH | Si, reconozco que me interesa y me motiva el usar el lenguaje como instrumento de transgresión. Quizás sin transgresión no me sería posible conseguir la expresión deseada. Digo “deseada” porque siento que toda escritura no es más que una aproximación a lo que se quiere expresar. Tienes razón, es un mirar “entre líneas”. Aún más, es la expresión (no consciente) de imágenes, sensaciones, ideas que se van dando simultáneamente en un poema.

 

AP | ¿Cuál es la tarea del surrealismo en el mundo actual, caótico, lleno de crueles migraciones, al borde del colapso total…?

 

BH | La tarea del surrealismo sigue siendo la misma que propusieran Breton y sus contemporáneos: lograr que los seres humanos vivan la realidad en todas sus dimensiones, para así transformarla, y crear un mundo libre, justo, feliz.

 



ALFONSO PEÑA | (Costa Rica, 1950-2022). Fue narrador, ensayista y editor. Autor de libros como
Noches de celofán (1996), La novena generación (1991) y Labios pintados de azul (2004). Fundó y dirigió Ediciones Andrómeda y la revista Matérika. Junto a su compañera Amirah Gazel produjo “Las llaves del deseo”, 2016, la primera exposición surrealista internacional realizada en Centroamérica, que reunió 350 obras de 107 artistas representando a 26 países. Alfonso es el homenajeado de esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 

 


MAX LEIVA (Guatemala, 1966). Es un artista contemporáneo conocido por sus expresivas esculturas figurativas. Estudió durante tres años en la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla, y luego se matriculó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Ha participado en importantes simposios de escultura en diferentes partes del mundo y con el apoyo de empresas organizó el 1er y 2do Festival Internacional de Escultura “Guatemala Inmortal”. Es participante de exposiciones colectivas y Ferias Internacionales de Arte en Miami, California, Colorado; entre otros. Sus últimas exposiciones individuales, Museo de Arte del Salvador en 2016, “Pernexus” Ciudad de Guatemala en 2018, “Sinopsis” Palm Springs, California en 2019 y “Relieves” en Ciudad de Guatemala en noviembre de 2022. Creador de varios monumentos públicos como el Monumento a Miguel Ángel Asturias en la Avenida Reforma, Ciudad de Guatemala en 1999. De acuerdo con el crítico Noël Coret, Max Leiva nos muestra que la escultura puede fusionar refinamiento y expresividad, fuerza creativa y contraste, elegancia en la forma y la sinceridad de su creador. En cada una de sus piezas plasma una imaginación inquieta, elaborando poemas visuales concebidos para reencantar nuestros sueños, sueños en un mundo donde todo es ternura y voluptuosidad. Max Leiva es nuestro artista invitado para esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 235 | agosto de 2023

Artista convidado: Max Leiva (Guatemala, 1966)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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