¿Qué
hace la muerte que no se muere? ¿Qué hace la muerte, sino que amemos la vida?
¿Qué hace el final sino el goce del camino? y si llegaremos a nuestra meta de
vida, que es tan solo el pretexto para el éxtasis, allí donde sentimos la
eternidad que también nos contiene, así como la fugacidad, ¿sería un tipo de
muerte?, entonces esa experiencia sería de esos pocos que mueren en vida y que
renacen cada tanto, y una vez llegue la muerte no será tal, no será un final. A
la muerte hay que de-construirla, socavar desde el fondo sus cimientos hechos
de mentiras históricas. La connotación que tiene la muerte es una verdad falsa.
No somos de aquí somos de otro lado, pertenecemos y no aquí, basta cerrar los
ojos y ver la materia cósmica, la misma que está fuera de este planeta, para
saber que somos de aquí y de todos lados. Los cercos abstractos y materiales
son invenciones para delimitar la infinitud y eso nos calma, nos dopa,
inventamos la muerte como la concebimos ahora porque fijamos un final a la
inmensidad, porque da miedo saber que en realidad somos infinitos, y que
nuestra mejor manera de ser y estar es el libre albedrío, ese es el arquetipo
perfecto de nuestra verdadera esencia. Todo lo demás lo ha creado la
civilización y la civilización la hemos creado nosotros, fue cuando la razón se
impuso sobre lo irracional, fue cuando ganó Descartes sobre el pensamiento mítico
irracional de los dementes, por ejemplo. Fue cuando el cuerdo se impuso sobre
el enajenado y se inventó la Psiquiatría. Es decir; ¿la muerte es final de
algo?, sí y no. Sentada en mi habitación veo como una película las miradas de
los seres que amo, siento sus voces y recuerdo sus palabras, los momentos
compartidos, lo que juntos construimos, lo que vivimos y descubrimos, el apego
a la vida nos hace pertenecer a esta y cuando todo eso se vaya, y nos quedemos
con la presencia de la ausencia, así de brutal sabremos que algo definitivo
ocurre con la muerte, esta carne donde se vivió todo, como la choza alquilada
al decir de André Breton cuando le preguntaron qué es el cuerpo, apagará su
luz, se cerraran las cortinas y la mesa quedará con una silla vacía. El vacío
hondo de un desprendimiento esencial corree a nuestros huesos y nos empezaremos
a ir con ellos. Partiré al encuentro o al olvido de mi misma y me volveré el
cielo o la luz o una estrella soplando el viento, aunque un tiempo más me
quedaré para terminar de sellar la huella sobre el fango.
Lo
cierto es que Alfonso Peña o Mar Andrómeda, sea como entendamos la muerte,
festeja en el parnaso con todos los visionarios del universo, y recuerda quizá
que nosotros aquí somos frágiles como la luz que después de siglos emitida la
vemos y sentimos. Algo similar sucede con los poetas, bebemos su luz, pero hace
mucho que partieron hacia lugares remotos y desde allí hablan y su palabra es
una luz que no entendemos, a veces corre la suerte que se entiende mucho tiempo
después, su visión es alcanzada a veces después de su muerte. Su luz nos
quiebra, su luz nos hace ver en nuestra oscuridad nuestra propia luz, usamos su
luz, nos nutrimos y hasta robamos de su luz para hacernos el camino menos dificultoso,
como la persona que usa un bastón para no caer, o como el amigo que nos
acompaña al costado para con su mirada llenarnos de valentía y amor, pero sobre
todo comprensión, porque; ¿qué son los libros sino lugares donde encontrar la
palabra que nos salva cuando fuera de allí parece imposible? En estos tiempos
deshumanizados la única palabra que nos podría salvar fue dicha por muchos, en
estos tiempos oscuros esa palabra dicha por muchos si bien es cierto pertenece
a muy pocos nos resuena como una plegaria para avanzar en el camino de la vida
sin caer en la total desesperación y angustia, y me contenta ver esas miradas
llenas de lucidez y fogosidad perdurar no solo en los libros y en los vestigios
de los artistas, la obra plástica, sino cerca mío, donde pude y puedo sentir a
través del camino que he elegido, la presencia y la voz de muchos seres
fabulosos, que lejos del arribismo, banalidad y egocentrismo, encuentro en
ellos el hogar necesario donde habitar, el hogar de libre elección donde como
en un juego amoroso nos obsequiamos el privilegio de nuestra mutua presencia,
la alegría inmensa de haber alcanzado el pedazo de cielo que tanto busqué desde
mi niñez y sobre todo en mi adolescencia, y compartir ese cielo con los otros
ángeles fabulosos que también atravesaron el delirio y murieron tantas veces,
para renacer y ser esa luz que indomable e inevitable atravesará como una
estocada hasta la ceguera la decadencia de esta humanidad.
Este
es el templo que llevo a cuesta, como Alfonso seguro llevaba consigo el suyo,
como muchos lo llevan, todas miradas que se disolverán en el aire de un lugar
mejor que este. Porque un artista o un poeta no vino a contentar a los demás
como un payaso en una tómbola, tiene el deber de decir la verdad, de
desmantelar las mentiras históricas, tiene el deber de crear la revolución
necesaria en todos los planos que se necesite para generar los cambios y
ampliar los límites de la conciencia, y de lo aceptado, que el establishment
llegue hacer una ilusión pasada, donde se albergaron todas nuestras limitaciones,
el lugar común socavado donde alguna vez asistimos a su acuerdo, por miedo,
vanidad, miserabilismo o arribismo. Entender que el deber de un artista o un
poeta es despertar a los otros, es salir a la calle y grítalo todo como
afirmaba y lo hizo en vida Antonin Artaud.
Los
surrealistas festejamos a Alfonso Peña porque demuestra todo lo contrario, y va
mi inmenso abrazo a su polvo estelar que debe andar desperdigado en la forma de
otro ser maravilloso en alguna playa de Andrómeda, riendo con su mirada
esplendorosa y guiándonos a nosotros, que desde aquí compartimos la misma
visión.
VERÓNICA CABANILLAS SAMANIEGO (Lima, 1981), es poeta y artista visual. Ha expuesto individualmente en Lima y colectivamente en Europa y Latinoamérica: El surrealismo hoy, homenaje a Eugenio Granell, Museo Eugenio Granell, Santiago de Compostela, España (2012), El asombro del colmillo, Le Petit Canibaal, Valencia (2014); Ludwig Zeller, componiendo la ilusión, Galería Taller de Rokha, Santiago de Chile (2017); Cien años de Surrealismo, Centro Cultural Espacio Matta, Santiago de Chile (2019-2020), International exhibition of surrealism, Galería Kudak, El Cairo-Egipto (2022), Eco del surrealismo contemporáneo, Instituto francés de Alexandria, Egipto (2022). Publica en 2014 TUyYO por autoedición y participa en diversas antologías de poesía: IXQUIC. Antología internacional de poesía feminista (Editorial Verbum, Madrid, 2018); Wagered deep on the run of six rats to see which would catch the first fire / Surrealist and Outsiders (RW Spryszak, Chicago, 2018); Liberoamericanas, 80 poetas contemporáneas (Liberoamérica, España / Argentina / Uruguay, 2018); Narrow doors in wide green fields / Surrealists and Outsiders (RW Spryszak, Chicago, 2019). Ha participado en el V Festival de Poesía de Lima (2014); IV Feria del Libro Alternativo Antifil, Lima (2019). Su trabajo visual es difundido en revista Derrame (Chile), Canibaal (España), La vertèbre et le rossignol (Canadá), Vol (Francia), The Room (Egipto), Revista Innombrable (Colombia), Agulha (Brasil). Forma parte del libro 120 noches de Eros, compendio de mujeres surrealistas realizado por Floriano Martins, ARC ediciones, Brasil (2021). Actualmente codirige con Magdalena Benavente la revista Honidi Magazine, en Algarrobo, Chile. Forma parte del grupo artístico Telúrico (Chile) con el que integra e integrará próximas exposiciones. Prepara la publicación para este año de un libro inédito escrito a los 19 años, que será editado por la Belle Inutile Editions de Francia.
MAX LEIVA (Guatemala, 1966). Es un artista contemporáneo conocido por sus expresivas esculturas figurativas. Estudió durante tres años en la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla, y luego se matriculó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Ha participado en importantes simposios de escultura en diferentes partes del mundo y con el apoyo de empresas organizó el 1er y 2do Festival Internacional de Escultura “Guatemala Inmortal”. Es participante de exposiciones colectivas y Ferias Internacionales de Arte en Miami, California, Colorado; entre otros. Sus últimas exposiciones individuales, Museo de Arte del Salvador en 2016, “Pernexus” Ciudad de Guatemala en 2018, “Sinopsis” Palm Springs, California en 2019 y “Relieves” en Ciudad de Guatemala en noviembre de 2022. Creador de varios monumentos públicos como el Monumento a Miguel Ángel Asturias en la Avenida Reforma, Ciudad de Guatemala en 1999. De acuerdo con el crítico Noël Coret, Max Leiva nos muestra que la escultura puede fusionar refinamiento y expresividad, fuerza creativa y contraste, elegancia en la forma y la sinceridad de su creador. En cada una de sus piezas plasma una imaginación inquieta, elaborando poemas visuales concebidos para reencantar nuestros sueños, sueños en un mundo donde todo es ternura y voluptuosidad. Max Leiva es nuestro artista invitado para esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 235 | agosto de 2023
Artista convidado: Max Leiva (Guatemala, 1966)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
https://www.instagram.com/agulharevistadecultura/
http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/
ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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