quinta-feira, 10 de agosto de 2023

VERÓNICA CABANILLAS | Alfonso Peña, el polvo estelar y su mirada esplendorosa

 


¿Qué hace la muerte a los seres humanos? Hiere hondamente saber que muchos no existirán en los años que viviremos, en los años que faltan por probar la sangre de la vida, nadar todavía en la aguas de los templos que albergamos y que llevamos a cuesta, duele imaginar que las miradas fogosas y visionarias se expandirán como polvo sobre la densidad de las noches y que solo quedará un verso que pocos recordarán de memoria, o aquella luz opaca que de la pintura brota es el pedazo del cielo que logramos tocar del autor, porque en verdad, en la obra artística lo que perdura solo lo sabe mejor el propio autor, me conformo con haber creado la luz tibia que te ilumina, o el sonido de aquel verso que rebota en tu cabeza. También soy feliz de haber bebido eso de otros.

¿Qué hace la muerte que no se muere? ¿Qué hace la muerte, sino que amemos la vida? ¿Qué hace el final sino el goce del camino? y si llegaremos a nuestra meta de vida, que es tan solo el pretexto para el éxtasis, allí donde sentimos la eternidad que también nos contiene, así como la fugacidad, ¿sería un tipo de muerte?, entonces esa experiencia sería de esos pocos que mueren en vida y que renacen cada tanto, y una vez llegue la muerte no será tal, no será un final. A la muerte hay que de-construirla, socavar desde el fondo sus cimientos hechos de mentiras históricas. La connotación que tiene la muerte es una verdad falsa. No somos de aquí somos de otro lado, pertenecemos y no aquí, basta cerrar los ojos y ver la materia cósmica, la misma que está fuera de este planeta, para saber que somos de aquí y de todos lados. Los cercos abstractos y materiales son invenciones para delimitar la infinitud y eso nos calma, nos dopa, inventamos la muerte como la concebimos ahora porque fijamos un final a la inmensidad, porque da miedo saber que en realidad somos infinitos, y que nuestra mejor manera de ser y estar es el libre albedrío, ese es el arquetipo perfecto de nuestra verdadera esencia. Todo lo demás lo ha creado la civilización y la civilización la hemos creado nosotros, fue cuando la razón se impuso sobre lo irracional, fue cuando ganó Descartes sobre el pensamiento mítico irracional de los dementes, por ejemplo. Fue cuando el cuerdo se impuso sobre el enajenado y se inventó la Psiquiatría. Es decir; ¿la muerte es final de algo?, sí y no. Sentada en mi habitación veo como una película las miradas de los seres que amo, siento sus voces y recuerdo sus palabras, los momentos compartidos, lo que juntos construimos, lo que vivimos y descubrimos, el apego a la vida nos hace pertenecer a esta y cuando todo eso se vaya, y nos quedemos con la presencia de la ausencia, así de brutal sabremos que algo definitivo ocurre con la muerte, esta carne donde se vivió todo, como la choza alquilada al decir de André Breton cuando le preguntaron qué es el cuerpo, apagará su luz, se cerraran las cortinas y la mesa quedará con una silla vacía. El vacío hondo de un desprendimiento esencial corree a nuestros huesos y nos empezaremos a ir con ellos. Partiré al encuentro o al olvido de mi misma y me volveré el cielo o la luz o una estrella soplando el viento, aunque un tiempo más me quedaré para terminar de sellar la huella sobre el fango.


He visto morir desesperadamente a seres queridos, como no queriendo irse, porque no era el tiempo, porque había cosas inconclusas, he sabido de gente sabia que murió sabiendo hasta los segundos que le faltaban y entrar allí con una sonrisa, he visto muertos volver a la vida y he sabido de la otra muerte de la que hablaba en un principio, la muerte como un despertar, la muerte para renacer, esas muertes que en vida nos hacen privilegiados al poseer la iluminación de las verdades que se debelan como un manto sobre nuestras cabezas. Veo muertos rondar las calles en busca de pan o medicina, he visto otros muertos insultar la vida y degradar-la, he visto la muerte en sueños y en delirios, un par de veces se presentó frente a mí en el signo de otra cosa, pero mejor quisiera hablar de la muerte como una transición, como un lugar para festejar la vida, sabotear el concepto que tenemos de la muerte implica acabar con la culpa y el perdón que la religión ha impuesto sobre nuestras espaldas para cargar con eso que se llama pecado, la otra vida como premio o castigo, el infierno y el cielo y todas esas boberas que gran parte de la humanidad todavía cree. Me resulta tan infantil todo ese pensamiento, como el niño que necesita oír una historia fantasiosa para poder dormir. Baudelaire se refería a esta época de la humanidad como adolescente, necesitado de un padre Dios que nos premie o castigue con la vida eterna o el infierno según sea el caso, en este sentido tampoco veo ningún avance en la edad de la humanidad desde que Baudelaire escribió aquello.

Lo cierto es que Alfonso Peña o Mar Andrómeda, sea como entendamos la muerte, festeja en el parnaso con todos los visionarios del universo, y recuerda quizá que nosotros aquí somos frágiles como la luz que después de siglos emitida la vemos y sentimos. Algo similar sucede con los poetas, bebemos su luz, pero hace mucho que partieron hacia lugares remotos y desde allí hablan y su palabra es una luz que no entendemos, a veces corre la suerte que se entiende mucho tiempo después, su visión es alcanzada a veces después de su muerte. Su luz nos quiebra, su luz nos hace ver en nuestra oscuridad nuestra propia luz, usamos su luz, nos nutrimos y hasta robamos de su luz para hacernos el camino menos dificultoso, como la persona que usa un bastón para no caer, o como el amigo que nos acompaña al costado para con su mirada llenarnos de valentía y amor, pero sobre todo comprensión, porque; ¿qué son los libros sino lugares donde encontrar la palabra que nos salva cuando fuera de allí parece imposible? En estos tiempos deshumanizados la única palabra que nos podría salvar fue dicha por muchos, en estos tiempos oscuros esa palabra dicha por muchos si bien es cierto pertenece a muy pocos nos resuena como una plegaria para avanzar en el camino de la vida sin caer en la total desesperación y angustia, y me contenta ver esas miradas llenas de lucidez y fogosidad perdurar no solo en los libros y en los vestigios de los artistas, la obra plástica, sino cerca mío, donde pude y puedo sentir a través del camino que he elegido, la presencia y la voz de muchos seres fabulosos, que lejos del arribismo, banalidad y egocentrismo, encuentro en ellos el hogar necesario donde habitar, el hogar de libre elección donde como en un juego amoroso nos obsequiamos el privilegio de nuestra mutua presencia, la alegría inmensa de haber alcanzado el pedazo de cielo que tanto busqué desde mi niñez y sobre todo en mi adolescencia, y compartir ese cielo con los otros ángeles fabulosos que también atravesaron el delirio y murieron tantas veces, para renacer y ser esa luz que indomable e inevitable atravesará como una estocada hasta la ceguera la decadencia de esta humanidad.


Conozco quien se lanzó a las vías de un tren para poner fin a esta vida que nos dan, recuerdo el silencio del dolor en los rostros de tanta gente, y veo a diario a los asesinos del mundo escupir su arrogancia sobre los que con miedo lo aceptan todo, ni su propia miseria pueden objetar, no hay cabida ya para la revolución en sus bocas ni en sus manos, no hay tiempo porque los hijos y amigos mueren de la manera más absurda. Veo el odio que se llena en los niños, la desesperación y el resentimiento en los niños que ven morir a sus padres luchando por un alimento diario hasta el cansancio extremo. La muerte nos ronda, pero me preocupa más la muerte injusta, absurda, que se puede evitar. En este país desde donde hoy escribo esto, el Perú, el respeto a la vida, el valor a la vida no existe, las matanzas en la reciente revuelta fueron de más de 60 peruanos, casi todos pobres campesinos, ante la mirada indolente de un país básicamente católico, lo confirma. Me preocupa hablar en términos materialistas, es decir, es que ¿acaso no se sabe a vox populi que esta estructura piramidal de poder puede ser desarticulada, desestructurada y hasta socavada porque quien en el escalón más bajo de aquella pirámide sostiene todo? Quisiera explicarles, aunque no oyen ya, quisiera que vean, aunque la mirada está sumida en la profunda desesperanza. Pido preocuparse no por el que está bien, pido extender la mano a quien no tiene nada, porque hay que entender de una vez, intelectuales y artistas de la elite peruana, que de nada sirve su educación y sus conocimientos, su bienestar en todos los sentidos, de nada vale si al costado tenemos a un país hundido en la más profunda miseria material y moral. Y le hablo a esa intelectualidad que se considera fina y culta, que la cultura y la fineza no radica donde creen, que el artista es un ser visionario, que adelante de todos muestra el camino para salir de la barbarie, o al menos lo intenta. La cultura y la fineza no es un buen cuadro para decorar la sala de los ricos, y que recibir premios y financiación de un ministerio que avala desde su silencio y mutismo la barbarie y la masacre a los campesinos del Perú no es ser una buena persona, ni un buen artista aunque se domine una técnica, como se domina la técnica de hacer carros o un buen platillo, la verdad es que, el artista debe ser un completo visionario o no lo es. Y un completo visionario es aquel que ve a todos, que ha entendido que la libertad se logra en comunidad, que basta que uno sea esclavo para que todos lo seamos.

Este es el templo que llevo a cuesta, como Alfonso seguro llevaba consigo el suyo, como muchos lo llevan, todas miradas que se disolverán en el aire de un lugar mejor que este. Porque un artista o un poeta no vino a contentar a los demás como un payaso en una tómbola, tiene el deber de decir la verdad, de desmantelar las mentiras históricas, tiene el deber de crear la revolución necesaria en todos los planos que se necesite para generar los cambios y ampliar los límites de la conciencia, y de lo aceptado, que el establishment llegue hacer una ilusión pasada, donde se albergaron todas nuestras limitaciones, el lugar común socavado donde alguna vez asistimos a su acuerdo, por miedo, vanidad, miserabilismo o arribismo. Entender que el deber de un artista o un poeta es despertar a los otros, es salir a la calle y grítalo todo como afirmaba y lo hizo en vida Antonin Artaud.


Veo la mirada de los que partieron sabiendo todo esto y habiéndolo practicado hasta donde pudieron prefirieron irse. Veo la mirada, el andar, el silencio, veo la luz y la oscuridad, veo sus huesos desperdigarse en la galaxia estelar de nuestros sueños en común, donde nos espera un conglomerado de estrellas ardientes llamadas surrealistas, porque los que se encuentran en la vida de este modo como nos encontramos nosotros jamás caeremos en el onanismo de la banalidad donde todo se encuentra porque se compra, ese juego simple de comprar lo que se posee, ese acuerdo común de pertenencia entre sujetos unidos por lazos banales y simples como clase social y todos esas chucherías por las que los seres humanos se unen y dicen amarse. Yo no he comprado nada de lo que poseo, no uso credit cards ni debito cards para compartir publicaciones en libros ni participar en exposiciones, no uso credit card para sentir la risa estridente en que mi alma danza junto a mis amigos. Hay una muerte peor que todas y esa es justamente aquella; la de la vacuidad imperante en la que caen incluso los artistas, esa muerte debe ser la peor de todas. Querer alzarse en el nombre sagrado del arte y llamarse artistas y ser perfectamente nada de eso, nulidad, banalidad, estupidez supina, es lo que es.

Los surrealistas festejamos a Alfonso Peña porque demuestra todo lo contrario, y va mi inmenso abrazo a su polvo estelar que debe andar desperdigado en la forma de otro ser maravilloso en alguna playa de Andrómeda, riendo con su mirada esplendorosa y guiándonos a nosotros, que desde aquí compartimos la misma visión.

 

 


VERÓNICA CABANILLAS SAMANIEGO (Lima, 1981), es poeta y artista visual. Ha expuesto individualmente en Lima y colectivamente en Europa y Latinoamérica: El surrealismo hoy, homenaje a Eugenio Granell, Museo Eugenio Granell, Santiago de Compostela, España (2012), El asombro del colmillo, Le Petit Canibaal, Valencia (2014); Ludwig Zeller, componiendo la ilusión, Galería Taller de Rokha, Santiago de Chile (2017); Cien años de Surrealismo, Centro Cultural Espacio Matta, Santiago de Chile (2019-2020), International exhibition of surrealism, Galería Kudak, El Cairo-Egipto (2022), Eco del surrealismo contemporáneo, Instituto francés de Alexandria, Egipto (2022). Publica en 2014 TUyYO por autoedición y participa en diversas antologías de poesía: IXQUIC. Antología internacional de poesía feminista (Editorial Verbum, Madrid, 2018); Wagered deep on the run of six rats to see which would catch the first fire / Surrealist and Outsiders (RW Spryszak, Chicago, 2018); Liberoamericanas, 80 poetas contemporáneas (Liberoamérica, España / Argentina / Uruguay, 2018); Narrow doors in wide green fields / Surrealists and Outsiders (RW Spryszak, Chicago, 2019). Ha participado en el V Festival de Poesía de Lima (2014); IV Feria del Libro Alternativo Antifil, Lima (2019). Su trabajo visual es difundido en revista Derrame (Chile), Canibaal (España), La vertèbre et le rossignol (Canadá), Vol (Francia), The Room (Egipto), Revista Innombrable (Colombia), Agulha (Brasil). Forma parte del libro 120 noches de Eros, compendio de mujeres surrealistas realizado por Floriano Martins, ARC ediciones, Brasil (2021). Actualmente codirige con Magdalena Benavente la revista Honidi Magazine, en Algarrobo, Chile. Forma parte del grupo artístico Telúrico (Chile) con el que integra e integrará próximas exposiciones. Prepara la publicación para este año de un libro inédito escrito a los 19 años, que será editado por la Belle Inutile Editions de Francia.
 

 


MAX LEIVA (Guatemala, 1966). Es un artista contemporáneo conocido por sus expresivas esculturas figurativas. Estudió durante tres años en la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla, y luego se matriculó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Ha participado en importantes simposios de escultura en diferentes partes del mundo y con el apoyo de empresas organizó el 1er y 2do Festival Internacional de Escultura “Guatemala Inmortal”. Es participante de exposiciones colectivas y Ferias Internacionales de Arte en Miami, California, Colorado; entre otros. Sus últimas exposiciones individuales, Museo de Arte del Salvador en 2016, “Pernexus” Ciudad de Guatemala en 2018, “Sinopsis” Palm Springs, California en 2019 y “Relieves” en Ciudad de Guatemala en noviembre de 2022. Creador de varios monumentos públicos como el Monumento a Miguel Ángel Asturias en la Avenida Reforma, Ciudad de Guatemala en 1999. De acuerdo con el crítico Noël Coret, Max Leiva nos muestra que la escultura puede fusionar refinamiento y expresividad, fuerza creativa y contraste, elegancia en la forma y la sinceridad de su creador. En cada una de sus piezas plasma una imaginación inquieta, elaborando poemas visuales concebidos para reencantar nuestros sueños, sueños en un mundo donde todo es ternura y voluptuosidad. Max Leiva es nuestro artista invitado para esta edición de Agulha Revista de Cultura.

 



Agulha Revista de Cultura

Número 235 | agosto de 2023

Artista convidado: Max Leiva (Guatemala, 1966)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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