No en vano uno de sus grandes proyectos editoriales se llamó “Andrómeda”, revista que llegó a lanzar treinta y tres números y cuya vocación profundamente latinoamericanista se imponía como criterio para llevar a cabo un intenso trabajo de divulgación de la vasta producción de este continente. Y al igual que esa galaxia, el trazo de Alfonso Peña bien podría considerarse como un ejercicio de la espiral, del tentáculo kraken, que busca abordarlo todo en el maremagnum caósmico de lo Real: se mueve, habla, es dibujo, imagen, al igual que sus espacios poéticos. Y esos espacios que se transfiguran y son otros, remiten siempre a un mismo punto: la del destierro del sueño primigenio y la precaria situación ontológica del exiliado que, a su vez, transfiguran –casi lisérgicamente– la condición política del sudamericano. Como diría el propio Peña, “en mi vida la poesía siempre está presente por medio de trazos gestuales, de escritura automática, de sueños convertidos en collages. La poesía emerge como una revelación con sonido de tambor. Posee tentáculos cromáticos, formas equidistantes, organismos vivientes. Ella –que debe ser escrita por todos– me conduce a viajes sensoriales, a vivir en el pétalo rojo de una flor, en el estribo de una motoneta. Esplendor de pirámide maya, de faisán, de jade primigenio”. [1] Pero será Enrique de Santiago quien pondrá un poco más en evidencia el alcance de lo que trasunta esa declaración: “Alfonso es un recolector, pero uno que no discrimina en su mirada, ya que absorbe todo lo que lo rodea, una suerte de peregrino pendiente del paisaje del mundo externo, y a su vez, un explorador de aquellos universos internos –ampliamente más extensos que el primero– que se revelan en un ejercicio que es simultáneo, y donde aquello que se puede explicar, o que hasta este momento se sancionaba como lo correcto, se ve confrontado con la sabiduría que el artista extrae del conocimiento interior, aquella forma de sentir que poseían también los pueblos mal llamados “primitivos”. Este artista-poeta, es conocedor de esa manera de ser, que era tan característica de nuestra historia prehispánica, y gran parte de su vida ha estado volcado a estudiar estas antiguas culturas con las cuales se fascinó desde su edad más temprana, porque él ha
La
doctrina agustiniana, al subrayar la importancia de los himnos y los salmos en
las instancias propias de la liturgia cristiana, plantea la preponderancia de
la metáfora y el ritmo como una vía alterna por donde se pueda transmitir en
términos comprensibles –para los creyentes, para los escuchas– las ideas de
intemporalidad y simultaneidad en comparación con la fragmentación lineal de la
Historia. [3] En otras palabras, la poesía deviene una estructura
simbólica de orden teleológico o escatológico, como un eco de la simultaneidad
y atemporalidad transcendente que al mismo tiempo se dirige a un telos
consistente en su propia disolución y aniquilación. Por otra parte, San Agustín
agregaría que al formar parte de ese poema resultante de la mente divina que
constituye la historia, al estar inexorablemente sumergidos en el decurso de la
misma, los hombres somos incapaces de contemplarla y comprenderla como un todo,
algo que la mente de Dios puede hacer de manera simultánea, de forma que dentro
del esquema global todos los hechos y todas las partes tienen un sentido
armónico y una razón inherente que escapa a la mente humana, inmersa en el
devenir temporal. Peña agregaría –y corregiría– que no Dios, sino los dioses
han ordenado el poema de la Historia como una serie de oposiciones entre el
bien y el mal. La diferencia es que en el poema que componen los humanos, la
belleza y la persuasión de la antítesis provienen de su carácter verbal, en tanto
que en el poema de Dios o de los dioses en el mundo creado no se contraponen
las palabras, sino las cosas. “Mi filosofía (el modo de conducirme en la
realidad), no ha cambiado mucho, sigo creyendo en la magia, en lo sorpresivo,
mi fuente es entre otros el inconsciente. Cada segundo, cada minuto que
transcurre dentro de la realidad trivial, cruel e histriónica está concatenado
a la imagen poética. Por eso es que acumulo datos, experiencias, visiones,
sueños, alucinaciones que posteriormente se conformarán en “un mosaico”:
collage visual poético… Es probable que por medio de esos elementos guiados se
configuren los proyectos, las propuestas, los embriones de las ediciones, los
libros, lo automático. No puedo obviar “los obstáculos”, “los desencantos”, con
que la realidad repele a nuestra cosmovisión onírica, no obstante, soy de la
idea que hay que responder como “guerrero cósmico” para sobreponernos a las
adversidades y cortapisas que el sistema establece”. [4] De allí
que en los textos de Peña parecería que cada voz arrastra consigo las texturas
oblicuas de esas otras voces en apariencia silentes porque se encuentran en los
intersticios de lo Real, de la Historia urdida por vínculos sutiles que los
dioses entretejen con las fuerzas que sostienen el reino de este mundo. Cada
voz -quizá sería más exacto decir cada fragmento de esa gran voz que es, en sí,
todas las voces- enuncia subrepticiamente su pertenencia a los seres del
afuera, a los hombres mágicos. Celebración de la polifonía: el ruido sordo de
la Historia revela su fluido provocando un punto desde el que nace y se expande
la búsqueda inagotable por asirlas todas en un mismo tiempo.
Estos
aspectos nos hacen retornar a la noción de lo espiral, de lo tentacular
krakénico que mencionáramos unas líneas más arriba: es el movimiento iniciado
en el punto, en la etapa oscura, en el misterio, cuya naturaleza va dilatándose
hasta el infinito, modificando constantemente todo aquello que entre en sus
anillos. El “guerrero cósmico” carga dentro de
sí un espacio en potencia, un espacio que se restituye a sí mismo. Es lo que lo
transforma en un alquimista, “una suerte de articulador de voces herméticas
perdidas en algún momento pretérito y que deben asomar en el tiempo exacto en
que el poeta los decodifica en su alambique sobre el Piger Henricus, para así
constatar las constantes dialécticas a favor del objeto poético, el que se
despliega ante el observador para compartir su propia compulsión que se
determina en el plano. Al decir de Hal Foster, ‘en la compulsión que opera en el azar
objetivo, el sujeto repite una experiencia traumática que no recuerda, sea
actual o fantasmagórica, exógena o endógena’. Esta reiteración acontece porque es
predeterminada por aquello que se desea manifestar constantemente, empujado por
el fuero interno, que se conjuga de manera constante por su contraparte
externa, el poeta entonces, atento a estas voces interiores, las captura, las
expone, y sabe en qué momento debe armar el cómo de su arquitectura especular,
esto a partir de ciertos objetos reconocibles, que sirven de sustento para
transformarlos en zonas iconográficas que mutan hacia una condición distinta o
arcana”. [5] Tales presupuestos otorgan a Peña esa condición que
arraiga en la mejor tradición del surrealismo. De hecho, Carrouges -uno de los
grandes especialistas de este movimiento- expresa que omitir el giro ocultista
entre los intereses surrealistas sería desfigurar el surrealismo en sí. Basta
con recorrer los escritos de Breton para que salten a la vista los nombres de
los más diversos autores herméticos como Paracelso, Ramon Llull, Lotus de
Paini, Maestro Eckhardt, Éliphas Lévi, Hermes Trismegisto o Fulcanelli, así
como las referencias a la Cábala, el Tarot y la Tabla Esmeralda.
En el diálogo que establece el investigador Tomás Saraví con el
poeta, el primero recuerda -al evocar la capital de Costa Rica- que “fue una sorpresa en los primeros años ochenta, encontrar
en este sorprendente medio cultural, gente que manejaba con gran soltura los
referentes de tipo esotérico, algo que es muy propio de San José; donde se
conoce con gran propiedad la tradición hermética, el ocultismo. Había
verdaderos eruditos en esos temas”.
Ante tal observación, Peña responde que “no podemos pasar por alto las
alargadas y agotadoras disertaciones del alquimista Disifredo Garita. O la
turbia presencia del Santón Martín Bosco, o de las lecturas del tarot que nos
hacía Alma la gitana... O aquellos cónclaves que se extendían durante varios
días cuando aparecía un mago callejero y pernoctaba entre la redacción contando
sus recientes descubrimientos, hallazgos y experiencias. Mientras tanto, en la
avenida centroamericana se desarrollaba la bronca... Fueron los años del
derrocamiento, exilio y ejecución de Somoza, las luchas de Nicaragua, Guatemala
y El Salvador”. [9] Otra vez el ruido sordo de la Historia. Sólo
que en esta respuesta que da Peña surge de nuevo una pregunta: ¿cómo combinar la tradición ocultista del surrealismo con el
surrealismo al servicio sino de una revolución, por lo menos de una
repolitización profunda del arte y la escritura? Peña sería fiel a lo que
proponía Breton en sus manifiestos al considerar que la revolución que hay que
hacer no es solo contra una forma de organización económica y social, sino
sobre todo contra las maneras de estar en el mundo. En realidad, la posibilidad
de esta combinación de intereses no debería parecer tan paradójica: tanto
algunas doctrinas herméticas como determinadas propuestas políticas utópicas
pueden coincidir con la voluntad surrealista de transformar el mundo y cambiar
la vida. Y es que “para mí el Surrealismo, los universos
surreales, la filosofía surreal es una especie de “gruta encantada”, lo
comprendí, desde el instante en que vislumbré en nuestro continente los
elementos maravillosos, lo misterioso, el paisaje exuberante, la magia
ancestral. Veamos lo que es una miniatura de arcilla cincelada, un petrograbado,
una pintura rupestre, un mural pintado con el azul maya en Bonampak. De ese
modo (ellos) liberaban el inconsciente. Eso es Surrealismo, lo que estimula la
revuelta interior del espíritu, la imaginación, la libertad, el amor” [10]
1. Peña, Alfonso,
“Labios pintados de azul” (bilíngue), Véase en
http://abraxasloja.blogspot.com/2016/03/labios-pintados-de-azul-bilingue.html
(consultad el 28 de julio de 2023).
2. de Santiago,
Enrique. “El alarido especular de los fragmentos”. Véase en http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2016/11/enrique-de-santiago-el-alarido.html
(consultado el 10 de julio de 2023).
3. San Agustín. “La
Trinidad”, cap. 4, II, 4. Ediciones Sígueme, S. A. Salamanca, España, 2015.
4. Martíns, Floriano;
Peña, Alfonso. “La inutilidad de las fuentes”. Véase en http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2016/11/floriano-martins-alfonso-pena-la_23.html
(consultado el 10 de julio de 2023).
5. de Santiago,
Enrique. Idem.
6. Carrouges, Michel
Carrouges. “André Breton y los datos fundamentales del surrealismo”. Editorial
Gens, España, 2008. P. 25.
7. En referencia al
título del «Delirio II» en “Una temporada en el infierno” de Arthur Rimbaud, un
texto que fascinó a los surrealistas por su descripción de las posibilidades
transformadoras de la percepción y del lenguaje.
8. Carrouges, Michel Carrouges. Ibidem, p. 82.
9. Saraví, Tomás.
“Conversaciones en la ciudad oculta, con Alfonso Peña”. Véase en http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2016/11/tomas-saravi-conversaciones-en-la.html
(consultado el 17 de julio de 2023).
10. Häsler, Rodolfo.
“Poesía del abismo interior, conversación con Alfonso Peña”. Véase en http://arcagulharevistadecultura.blogspot.com/2016/11/rodolfo-hasler-poesia-del-abismo.html
(consultado el 29 de julio de 2023).
MARTÍN PALACIO GAMBOA (Uruguay, 1977). Músico, traductor, ensayista, periodista cultural, poeta y docente. Nació en Montevideo, pero hasta hace poco su vida transcurrió en el interior (en particular San Gregorio de Polanco, depto de Tacuarembó, y la ciudad fronteriza de Chuy), el norte del Brasil (Bahía y Pernambuco) y Buenos Aires. Su obra poética –Lecciones de antropofagia, 2009, Celebriedad del fauno, 2014, Psikodalia, 2017, y Los infraterrestres, 2021– se distingue por un constante experimentalismo, en diálogo con los clásicos de la lengua española y con las vertientes del canto popular. Sus discos, tales como Declaración conjunta, El otro libro de los días, Karmas de destrucción masiva y Manifiestos anarkofáunicos, se encuentran disponibles para su escucha y descarga gratuita en el sitio Bandcamp (htitps://martnpalaciogamboa.bandcamp.com/music). Organizó la selección crítica de poesía contemporánea brasilera (edición bilingue) Bicho de siete cabezas (2014), y la de poesía contemporánea uruguaya La confabulación de las arañas (2018), ambas por la colección Uniendomundos del sello cordobés Detodoslosmares. También realizó la antologización de la obra édita de Carlos Molina (El bardo del Tacuarí, 2017), junto a un breve ensayo crítico, quizás el primero de carácter académico, sobre la lírica anarcopayadoresca de uno de los refundadores de la música uruguaya de la mitad del siglo XX. Por una línea similar, espera para el 2023 la edición de un trabajo de investigación sobre la poética de Osiris Rodríguez Castillos junto al musicólogo Hamid Nazabay. Su incursión por el ensayo (Tomar el suelo por asalto. La modernidad al acecho en cuatro autores uruguayos: Federico Ferrando, Juan Cunha, Saúl Perez Gadea y Alfredo Zitarrosa; y Las estrategias de lo refractario, Poética y práctica vanguardista en la obra de Clemente Padín, ambos por Trópico Sur, 2014; también entra en este género Ectoplasmosis, publicado por Bestial Barracuda Babilónica) y la narrativa (El diario de Lunacharski, 2021) dan cuenta de cierta excentricidad, en el sentido de que todo su trabajo apunta hacia lo que se registra fuera de las murallas de la principal ciudad letrada, hacia el sustrato de lo que aún sigue siendo percibido como parte del sustrato bárbaro de un estado-nación que aparenta no estar del todo consolidado. Dirige con la poeta Sofía Luna la página digital Bitácora Dodó (nttps://bitacoradodo. wordpress.com), de crítica literaria y musical.
MAX LEIVA (Guatemala, 1966). Es un artista contemporáneo conocido por sus expresivas esculturas figurativas. Estudió durante tres años en la Escuela Nacional de Artes Plásticas Rafael Rodríguez Padilla, y luego se matriculó en la Escuela Nacional de Artes Plásticas. Ha participado en importantes simposios de escultura en diferentes partes del mundo y con el apoyo de empresas organizó el 1er y 2do Festival Internacional de Escultura “Guatemala Inmortal”. Es participante de exposiciones colectivas y Ferias Internacionales de Arte en Miami, California, Colorado; entre otros. Sus últimas exposiciones individuales, Museo de Arte del Salvador en 2016, “Pernexus” Ciudad de Guatemala en 2018, “Sinopsis” Palm Springs, California en 2019 y “Relieves” en Ciudad de Guatemala en noviembre de 2022. Creador de varios monumentos públicos como el Monumento a Miguel Ángel Asturias en la Avenida Reforma, Ciudad de Guatemala en 1999. De acuerdo con el crítico Noël Coret, Max Leiva nos muestra que la escultura puede fusionar refinamiento y expresividad, fuerza creativa y contraste, elegancia en la forma y la sinceridad de su creador. En cada una de sus piezas plasma una imaginación inquieta, elaborando poemas visuales concebidos para reencantar nuestros sueños, sueños en un mundo donde todo es ternura y voluptuosidad. Max Leiva es nuestro artista invitado para esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Agulha Revista de Cultura
Número 235 | agosto de 2023
Artista convidado: Max Leiva (Guatemala, 1966)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
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