sexta-feira, 29 de setembro de 2023

GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN | Vicente Huidobro, la vanguardia transfigurada

 


Huidobro, momento y contexto

Vicente Huidobro (1893-1948) fue uno de los escritores de América Latina que contribuyeron más a mi formación personal y literaria. Desde que lo leí en la adolescencia se abrió para mí una nueva posibilidad de acercarme a la literatura, a la vida y a la lucha político-cultural, a través de un espíritu esencialmente polémico a contracorriente del conformismo y de las estéticas establecidas en Europa desde el siglo XIX. Este espíritu recibió el nombre genérico de Vanguardia y se distanció de la tradición romántica, clasicista, modernista y parnasiana mediante un verbo exultante, fogueado en una rebeldía interior, como pocos han existido.

Las líneas siguientes sólo aspiran constituir un tributo personal a este escritor, más que un estudio acucioso de su poesía, que ya han emprendido numerosos especialistas en diversos países, por lo cual se me exonerará de omisiones o ausencias de datos que pudieran ser relevantes. La biografía de Huidobro es conocida en el ámbito de nuestras letras; pero su obra es tan compleja que merece otras miradas, pues abarca todos los géneros literarios: poesía, cuento, novela, ensayo, crónica, artículo, teatro, teoría literaria, panfleto político, caligramas, poemas en prosa en francés y castellano, todo ello guiado por la voluntad propia de los movimientos culturales de vanguardia iniciados en Europa y América Latina en las primeras décadas del siglo XX: dadaísmo, futurismo, cubismo, fauvismo, estridentismo, surrealismo, creacionismo, los cuales se insertarían en nuestro continente con una voluntad de ruptura respecto a la dominación de las oligarquías criollas o internacionales, y se prolongan hasta después de la Segunda Guerra Mundial, con la implantación en Occidente de un modelo de sociedad capitalista. Este modelo trajo como consecuencia un enjambre de situaciones nuevas, muchas de ellas contradictorias y difíciles de asimilar mentalmente, muy veloces, que impusieron otros modos de ser y comportamientos sociales y de consumo que recibieron el calificativo genérico (y ambiguo) de modernos. Nació así el llamado capitalismo moderno en Europa, propagado luego por Norteamérica y América Latina mediante un manejo ideológico de la economía, lo cual dio origen, a su vez, a las diversas necesidades de revisar tal modelo a través del cuestionamiento de dichos referentes, y de sus respectivos parámetros artísticos.

Vicente Huidobro sería uno de quienes cuestionaron tales parámetros mediante instrumentos y dispositivos de la vanguardia: humor, rebeldía, libertad, confrontación, desplante, ironía y cualquier procedimiento radical que contribuyera a incomodar, golpear o reaccionar contra los modos de conformismo que pretendía imponer el modelo capitalista: conformismo, pasividad, abnegación, adulancia, complicidad, inoperancia, burocratismo, racismo, discriminación, concentración privada del capital público. No olvidemos que el término vanguardia proviene de la jerga militar: lo que va adelante, lo que marcha en primera línea, lo que ataca. El término fue usado por primera vez por Guillermo Apollinaire para caracterizar sus poemas mientras luchaba en el campo de batalla durante la Primera Guerra Mundial, tomado luego como referencia para designar todas aquellas tendencias que surgieron como reacciones al arte establecido de occidente, empezando por las de la tradición escolástica católica, luego las del neoclasicismo y sus normas de equilibrio o sobriedad, y luego las del romanticismo ramplón. No, por supuesto, las del verdadero romanticismo que reaccionó contra las maneras inmóviles del clasicismo o el parnasismo, que luego intentaron ser parodiadas o enriquecidas por el Modernismo hispanoamericano propugnado por Rubén Darío como figura principal, el cual significó la mayor renovación de la lengua castellana durante las primeras décadas del siglo XX y del que se nutrió buena parte de la vanguardia, incluyendo por supuesto a Vicente Huidobro, quien consideraba a Rubén Darío una especie de semidiós, rindiéndole los tributos del caso.

 

Sentidos y sinsentidos de la teoría

Creo que la obra de Huidobro sobrevivió buena parte del siglo XX y ha permanecido en el XXI de un modo generador, pues nos confronta permanentemente a asumir la literatura y el arte como disciplinas críticas y esclarecedoras de nuestras realidades, sobre todo en tiempos de guerra. Por considerar que Huidobro está aún vigente –como todos los grandes poetas– me he animado a realizar una mínima relación de rasgos sobre su obra poética, sin verme coaccionado a acudir a su teoría, el Creacionismo, que tantos estudios ha suscitado. No lo hago pues considero que la poesía no necesita de estar sustentada en ninguna teoría para convalidarse frente al lector, y que a la larga ésta debilita la fuerza primigenia de la poesía, la cual en si misma expone una concepción del mundo y de la vida sin necesidad de acudir a ideas argumentativas, justamente porque las ideas subyacen en la poesía de otra manera y surgen de ella de un modo que se siembran en la percepción del lector de forma diferente o indirecta; justamente se plasman de esa manera porque la poesía no es para entenderla sino para sentirla en lo hondo o para identificarla con nuestras voces ignotas, surgidas en ese momento de la lectura. La poesía no está allí para resolver problemas cotidianos, prácticos, ideológicos o morales; sino que reside en lo hondo del ser y cuando menos lo esperamos o deseamos, surge el verbo esclarecedor de la belleza encarnada, la espiritualidad revelada; la poesía no viene a restituir nada inmediato, sino a hablarnos con una claridad esencial, una claridad que no ciega (es clarividencia) y nos permite andar por el mundo sin sentir vergüenza de la vida, y aceptar la muerte como un componente natural del existir. De este modo la poesía nos reconcilia con nuestro prójimo, ese prójimo que lee las palabras escritas de la poesía como si le perteneciesen, como si fueran parte de su ser íntimo.

En segundo término, la poesía no argumenta, la poesía expresa, y haciéndolo no necesita de otra cosa, menos de un constructo teórico tomado de la filosofía cartesiana ni de las ciencias sociales. En todo caso éstas pueden contribuir a su comprensión desde lo académico o lo comunicante, pero nunca a explicarla o justificarla en el plano de las ideas argumentativas. Tampoco aspiro a que esta apreciación individual sea general o axiomática, sino que sea leída con detenimiento en el instante de arrojar una sonda a la poesía de Vicente Huidobro, quien durante buena parte de su vida sintió la necesidad de construir una teoría para contrastarla con otras teorías de las vanguardias europeas del momento, sobre todo con la del surrealismo, la cual había sido esgrimida por André Breton en sus célebres Manifiestos. Breton llegó en estos escritos a tal punto de radicalismo que se volvió ortodoxo, creando una escuela donde él figuraba como un Pope inefable, lo cual terminó limitando los alcances estéticos del surrealismo en favor de un contenido programático. Algo similar ocurrió con las nociones del creacionismo huidobriano, que terminaron siendo insuficientes y a veces contradiciendo sus elaboraciones poéticas, pues a su manera la poesía piensa, pero no lo hace de la manera cartesiana ni a través de deducciones de raciocinio lógico, sino de una poderosa intuición, de una suerte de radar cósmico capaz de detectar la esencia de las cosas sin alterar su naturaleza originaria, valiéndose de la sensibilidad humana expresada en los núcleos significativos de los vocablos, en una gramática sin reglas ni normas que emerge de las piezas literarias al producirse el diálogo mundo-humanidad. Tal elucubración corresponde a un momento irrepetible de una circunstancia interpretativa aplicada al fenómeno poético en general, pero suscitada a partir de la personalidad de Huidobro.

Las páginas que siguen irán en esa dirección, tratando de presentar de modo descriptivo rasgos dominantes de cada uno de sus libros de poesía para que el lector obtenga una visión amplia de esta obra, y pueda apreciarla en la mejor gama de sus posibilidades.

 

Una carrera meteórica

Sabemos que Huidobro nació en Santiago de Chile en 1893 en el seno de una familia acomodada. Se educa en un Colegio de Jesuitas en Santiago; en su casa estuvo rodeado de libros y de buenas bibliotecas; adquiere el hábito de la lectura y de la escritura desde la adolescencia; a los 18 años publica su primer libro Ecos del alma (1911), y los años siguientes con sus amigos Jorge Hubner y Pablo de Rokha funda las revistas Musa joven (1912) y Azul (1913) donde se trasluce su admiración hacia al movimiento modernista, a la vez que expresa una crítica mordaz a los convencionalismos de la sociedad oligárquica del momento, a sus instituciones e intelectuales en escritos abiertamente polémicos. Tenemos entonces que desde su primera juventud Huidobro ostentaba una personalidad controversial que jamás se detuvo.

Acerca de su primer libro Ecos del alma la crítica no registra mayores aportes; como no sea la reiteración de imágenes de un neo-romanticismo agotado; mientras que en su segundo volumen La gruta del silencio (1913) se patentiza el influjo modernista, como ya anotamos, además de la admiración que profesa a los grandes maestros del simbolismo francés; también al argentino Leopoldo Lugones y al uruguayo José Herrera y Reissig, modelos para entonces de Huidobro, como se percibe en los siguientes versos:

 


Las sombras andarinas se alargan, fantasean

Y alcanzan a lamerme con lamidos de gato.

En otro poema, “Paisaje crepuscular” leemos:

Se queda una carreta pegada en un pantano

Y persignan el cielo las negras golondrinas

 

Poco a poco, su expresión se va aquilatando en el logro de una originalidad personal, como se advierte en el poema “Paisaje crepuscular” en un verso como

 

Cinco o seis campanadas recaen sobre el llano

 

Huelga decir que tanto Lugones como Herrera y Reissig, con Rubén Darío y el cubano Julián del Casal, son los máximos representantes de una escuela que produjo la renovación modernista de la lengua castellana en los primeros años del siglo XX, una depuración que posibilitó los más audaces giros y las metáforas más sugerentes, y condujo a la lengua literaria a hallazgos imaginativos de primer orden tanto en el ámbito de la visualidad como en los de su musicalidad, y otros logros consustanciales de hondura expresiva y significante, así como el empleo de símbolos y personajes de la mitología grecolatina al servicio de una nueva estética.

En Las pagodas ocultas (1914) se confirma el hallazgo de Huidobro dentro de este terreno modernista, alternando y mezclando varias formas: el poema en prosa, la parábola, el salmo, el ensayo. Al parecer, Huidobro quiso aquí experimentar más con la prosa que con el verso, llevándola a ciertos límites donde la ampulosidad cierra el paso a la concisión, y el recargo al hallazgo sintético. Pese a estos alardes manieristas, Huidobro va consiguiendo una expresión depurada en textos como “El poema dijo una tarde los salmos del árbol”, donde apreciamos versos como:

 

Mi boca te ama porque en medio de la tierra te yergues anhelante

Como una copa que aguardara el fresco licor de las nubes

 

De este libro varios críticos, como René de Costa y Eduardo Mitre, han hecho énfasis en dos imágenes ya célebres incluidas luego sin modificaciones en su libro Altazor (1931):

 

¿Irías a ser muda que Dios te dio esos ojos?

¿Irías a ser ciega que Dios te dio esas manos?

 

Al mismo tiempo, ello indica que Huidobro investigaba de modo permanente la naturaleza de las imágenes, siguiendo un hilo de percepción que le permitió conseguir la impronta central de su lenguaje, el lenguaje creacionista.

 

Adán y el germen del creacionismo

El libro Adán (1916) muestra de modo palmario la permanente voluntad experimental de Huidobro, que no se ciñe a ningún patrón preestablecido en su búsqueda. Esta vez estamos frente a una obra centrada en un personaje bíblico, Adán, a quien parodia ensayando un tratamiento sosegado, mesurado estilísticamente, en busca consciente de una clasicidad que le sirve de modelo para continuar alimentando su laboratorio de imágenes, y le lleva a concebir tal personaje como “un Adán científico” sin los desbordamientos ni los derroches verbales que pudieran ser típicos en la estética creacionista. Sin embargo, el prólogo a Adán resulta en este caso un documento de primera importancia para comprender cabalmente la voluntad transgresora de Huidobro y lo que Antonio de Undurraga llama “el yo filosófico del poeta”, y le viene nada menos que del filósofo estadounidense Ralph Waldo Emerson. Anota Huidobro que “en medio de una gran angustia filosófica, de un gran dolor metafísico, Emerson me dio horas inolvidables de reposo y serenidad”. [1]

Transcribe Huidobro los conceptos originarios del pensador estadounidense. El poeta, dice Emerson, “es el único sabio verdadero, sólo él nos habla de cosas nuevas, pues sólo él estuvo presente en las manifestaciones íntimas de las cosas que describe. Es un contemplador de ideas, anuncia las cosas que existen de toda necesidad, como las cosas eventuales. Pues aquí no hablo de los hombres que tienen talento poético o que tienen cierta destreza para ordenar las rimas, sino del verdadero poeta. (…) Al poema no lo hacen los ritmos, sino el pensamiento creador del ritmo; un pensamiento tan apasionado, tan vivo que, como el espíritu de una planta o de un animal, tiene arquitectura propia, adorna la naturaleza como una cosa nueva. En el orden del tiempo, el pensamiento y su forma son iguales. El poeta tiene un pensamiento nuevo; tiene una experiencia nueva para desenvolver; nos dirá los caminos que ha recorrido y enriquecerá a los hombres con sus descubrimientos. Pues cada período requiere una confesión, otro modo de expresión, y el mundo parece que espera siempre su poeta.” [2]

Además de la importante influencia filosófica de Emerson, Antonio de Undurraga menciona en este prólogo la inquietud científica, “que no podía faltar en medio del aire positivista de esos años”, y que le hace decir a Huidobro:

 

Mi Adán no es el Adán bíblico, aquel mono de barro al cual infunden vida soplándole la nariz; es el Adán científico. Es el primero de los seres que comprende la Naturaleza, el primero en el cual se despierta la inteligencia y florece la admiración…Mi Adán entonces viene a ser aquel estupendo personaje a quien el gran Metchinikoff ha llamado el hijo genial de una pareja de antropoides. [3]

 

Undurraga sostiene que el germen embrionario de la teoría del creacionismo está en las ideas vertidas por Emerson acerca de lo que es el poema, o más propiamente, de lo que debiera ser el poema, pues precisamente el filósofo estadounidense ha forjado el concepto de lo que debe ser el poeta, y a su vez el poema debe ser el pensamiento creador, el que modela o regula el ritmo.

Es admirable con cuanta consciencia opera Huidobro para diseñar su teoría a partir de las ideas de Emerson, donde el poeta debe presentarnos una “arquitectura propia”, una “cosa nueva” al forjar sus poemas. Voy a copiar in extenso idea central de Huidobro extraída de su Manifiesto Non Serviam (1914):

 

Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no estuviera antes parado ante nosotros, o rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos? Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco la importa) Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de impulsos creadores. Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no puede haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pensado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. [4]

 

Un magnífico azar y una feliz circunstancia permiten que estas ideas primeras broten de un nuevo Adán, creado gracias a una arquitectura novedosa de las palabras. He ahí el ideal de Huidobro: le dice a la Naturaleza que no será su esclavo, sino su amo. A éste se debería durante toda su vida.

 

Disertación en buenos aires

En el año 1916 Huidobro viaja a Buenos Aires, atraído por el movimiento literario y cultural de esa ciudad, a fin de mostrar su trabajo literario a auditorios más amplios. En el Ateneo Hispano de la capital argentina lleva a cabo una disertación donde revela varias de las claves y fuentes de su concepción poética. Nos dice ahí, entre otras cosas, que:

 


1. La obra de arte es una nueva realidad cósmica que el artista añade a la Naturaleza.

 

2. La historia del arte es la evolución del hombre-espejo hacia al hombre-dios. Estudiando esa evolución se ve claramente la tendencia natural del arte desligarse cada vez más de la realidad preexistente, para buscar su propia verdad.

 

3. La idea del artista creador (Dios) le fue sugerida por un viejo poeta indígena Aymara de América del Sur, quien le reveló que el poeta es un dios, y le dijo: “No cantes a la lluvia, poeta, haz llover.”

 

4. El poeta debe crear su mundo propio e independiente paralelamente a la Naturaleza.

 

5. El hombre se revela contra la Naturaleza como otrora Lucifer contra Dios. Pero ésta rebelión es aparente: nunca el hombre ha estado más cerca de la Naturaleza que ahora en que no trata ya de imitarla en sus apariencias, sino de proceder como ella, imitándola en el fondo de sus leyes constructivas, en la organización de un todo, en su mecanismo de producción de formas nuevas.

 

Esta conferencia [5] ha sido considerada el acta de fundación del Creacionismo. La charla fue aplaudida por varias personalidades de la ciudad, entre ellas Leopoldo Lugones, quienes celebraron el nacimiento de un nuevo movimiento. A partir de ahí todo cambió para Huidobro. En Buenos Aires publicó su cuaderno de seis poemas con el título de El espejo de agua ese mismo año 1916, que luego pasaría a formar parte de una polémica muy intensa con el poeta francés Pierre Reverdy, con numerosas infidencias y detalles escabrosos, pormenorizados en el ya citado estudio de Antonio de Undurraga.

Veamos algunos versos de Adán:

 

Adán, como el que despierta de un gran sueño,

Atónito miraba el universo

Y como si acabara de surgir de la tierra

Olía todo a ella;

Estaba saturado de yerbas

Y parecía que su cuerpo

Enorme fuerte y suelto,

De fibras de árbol fuera hecho.

Creeríase ver en sus carnes nudosas

Una vacilación entre ser hombre y ser roca

Y con sus ojos nuevos sin nada de profundo

Adán iba adquiriendo las bellezas del mundo,

Iba adquiriendo formas su cerebro,

A medida que observaba su universo,

Tenía la mirada estupefacta

Fija y maravillada

Tenía el gesto natural del niño

Ante algo que le es desconocido

(…)

Adán al contemplar con Eva

Todas las cosas de la tierra

Le parecen más suaves y más buenas

La tarde va cayendo, ambos

Llenos de libre exaltación

Vigorosos y claros,

Sienten que el amor

Se les hace un arroyo

Perenne y luminoso

Que nutre los campos sonoros

Y se amansa en sus ojos [6]

 

No es casual que en éste, el primer libro significativo de Huidobro en cuanto a conciencia poética propia, de una aportación personal a la literatura, se titule Adán, hombre primero, mito bíblico de donde surge todo, personaje raíz y símbolo nutricio de la tierra (luego expulsado del paraíso y condenado por cometer pecado original) haya sido escogido por Huidobro para iniciar su aventura poética, y que ello vaya acompañado de un prólogo donde declara sus primeras ideas organizadas sobre el nuevo fenómeno poético que pensaba acometer.

 

Primer paso hacia la vanguardia

En El espejo de agua (1918) vemos esbozada desde un principio su “Arte poética”:

 

Que el verso sea como una llave

Que abra mil puertas.

Una hoja cae; algo pasa volando;

Cuanto miren los ojos creado sea.

Y el alma del oyente quede temblando.

Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra;

El adjetivo, cuando no da vida, mata.

Estamos en el ciclo de los nervios.

El músculo cuelga,

Como recuerdo, en los museos;

Mas no por eso tenemos menos fuerza:

El vigor verdadero

Reside en la cabeza.

Porqué cantáis la Rosa, ¡oh Poetas!

Hacedla florecer en el poema;

Sólo para vosotros

Viven todas las cosas bajo el Sol.

El poeta es un pequeño Dios.

 

En este poema queda plasmada de una vez y para siempre la concepción que luego desarrollaría en sus célebres teorías. En el resto de los poemas, “El hombre triste”, “El hombre alegre”, “Otoño”, “Año nuevo”, “Alguien iba a nacer”, “Nocturno” y “El espejo de agua” está bien definido cuál será el lenguaje de Huidobro, sus rasgos distintivos, como en los versos: “De pie en la popa siempre me veréis cantando / Una rosa secreta se hincha en mi pecho / Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.” Otro ejemplo de plasticidad de la imagen huidobriana se aprecia en estos versos:

 

En la alcoba

Detrás de la ventana donde el jardín se muere

 

Las hojas lloran

En la chimenea languidece el mundo

Todo está oscuro

Nada vive,

Tan sólo en el ocaso

Brillan los ojos del gato.

 

Los libros franceses

Horizon carré (1917) es el primer libro de Huidobro escrito directamente en francés que ha merecido numerosas traducciones al castellano, relativamente sencillas de realizar debido a la claridad meridiana de sus versos, en pos de imágenes certeras. En estos se advierte la motivación de Huidobro hacia los movimientos plásticos de vanguardia –siendo el cubismo el que primero acusó en su escritura– que cuajaron mejor en pintura que en literatura. Sin embargo, Huidobro intentó hacer crecer esta preocupación acudiendo a los rasgos plásticos de las imágenes, y disponiendo de los versos en la página a la manera de dibujos e imitando también los Caligramas de Apollinaire, como se aprecia en numerosos poemas, entre ellos “Tormenta” y “Año nuevo”. El más grafico de estos poemas en “Canción” (“Chanson”) pero todos se encuentran dotados de una belleza peculiar, que seguramente inaugura el movimiento vanguardista en América.


Aunque los poemas estén en francés, han sido escritos por un chileno cuya lengua materna es el castellano, éstos desean apropiarse de los mejores recursos del cubismo y de los demás dispositivos empleados por los vanguardistas franceses como Breton, Eluard, Cendrars Aragon, Reverdy y otros donde figuran varios de los motivos preferidos de la vanguardia: la guerra, los aeroplanos, los barcos, los teléfonos y demás objetos de los avances científicos que constituyen el progreso material propio de los ideales del positivismo; lo cual no obsta para que se aborden temas universales: la mujer, la tierra, la naturaleza, los pájaros, la noche, el mar, las estaciones, etc. En todos se introduce el recurso de las letras mayúsculas para lograr énfasis significativos; así como la disposición escalonada de los versos a fin de que los espacios también posibiliten una mayor valoración de los silencios y las pausas. Muchos de estos textos están dedicados a personalidades de las letras o las artes como el músico Erik Satie (“Tragedia”), Juan Gris (“Camino”), Max Jacob (“Tormenta”), Blaise Cendrars (“Vacío”), Jacques Lipchitz (“Cowboy”), Jean Cocteau (“Río”) o Henry Laurens (“Guitarra”) lo cual habla de un verdadero homenaje a las artes plásticas y visuales que tanto influjo ejercieron en su arte literario, como a la amistad personal sostenida con muchos de ellos.

En Tour Eiffel (1918) no podía ser más evidente la alusión a esta torre metálica obra de ingeniería de más de trescientos metros de altura concebida por Gustave Eiffel, inaugurada en 1889, que devino luego en una suerte de símbolo de la modernidad de Paris y se alza como uno de sus iconos de progreso, depositaria de una exagerada carga de significaciones confusas y ambiguas, propias de la fe ciega en la ciencia sembrada por el positivismo, y de unas esperanzas progresivamente frustradas por el ejercicio de una tecnocracia enfermiza, al servicio del consumo global y en detrimento de la salud y la ecología.

Más interesante resulta de este mismo ciclo cubista el libro Hallali (1918), donde los recursos de yuxtaposición y simultaneidad propios de este movimiento están mejor calibrados. Se trata de un libro hijo del espíritu esencial de la vanguardia inaugurado por Apollinaire, quien escribió muchos de sus poemas en el frente de guerra y que Huidobro, también fascinado por el espíritu de combate proveniente de la guerra, le sirve de acicate para construir, además de sus poemas, una estética y una razón de vida. No olvidemos que el poeta chileno desde joven estuvo movido por la necesidad de cambios sociales, que más adelante estarían reflejados en el manifiesto contra el colonialismo inglés Finis Britannaie (1923). En los poemas “La trinchera”, “El día de la victoria” podemos calibrar cuantos versos desprendidos del sufrimiento humano y de la tristeza de la guerra, se convierten en belleza:

 

Un día llegará la paz

Antorcha al fondo del siglo

Entonces los soldados con los ojos llenos de lluvia

Rescatarán a Paris

CANTARÁ UN PÁJARO SOBRE EL ARCO DE TRIUNFO

Y el regreso

Iluminará todas las ventanas

Aviones

Soldados

Canciones

Hasta los ciegos

Saldrán a los balcones

Y las flores caerán también sobre las cabezas de los soldados

(…)

 

En el poema “1914” Huidobro escribe:

 

Nubes sobre el surtidor de verano

De noche

Todas las torres de Europa se hablaban en secreto

De pronto un ojo se abre

El cuerno de la luna grita

Hallali Hallali

Las torres son clarines colgados

 

Es extraordinario ver cómo Huidobro convierte un poema de guerra en un canto de paz, cómo revierte las situaciones dolorosas y las vuelve cantos de esperanza, tanto en francés como en castellano, estos poemas produjeron un fuerte impacto en la conciencia estética de Europa, que le procuraron un reconocimiento inmediato en la poesía de su tiempo.

Ecuatorial (1918) es un poema extenso donde Huidobro pone a prueba su peculiar capacidad para las analogías, la cual se venía desarrollando para lograr efectos sorprendentes, en una suerte de combinatoria entre lo plástico y lo sonoro en asociaciones insólitas. Es de hacer notar que Huidobro estaba muy interesado por el cine y la fotografía, y que lo visual en él es determinante para comprender su estética en constante movimiento, con una dinamicidad que recuerda a las de las películas, por entonces una novedad. En efecto, con Cagliostro (1934), que el mismo autor califica de novela-film, Huidobro intenta innovar el género narrativo mayor valiéndose de estos recursos cinematográficos.

Decíamos que en Ecuatorial Huidobro insiste en el asunto de la guerra y lo profundiza, lo vuelve complejo, pues va aludiendo a otros pueblos, países y culturas: África, el Congo, los esclavos, el polo sur, geografías y estaciones son visitadas aquí, hasta que culmina el invierno y el poeta termina de proferir su canto desde el ecuador (el medio del mundo). Es la primera tentativa suya por realizar un poema extenso y de largo aliento. No lo logra del todo, pero alcanza realizar esbozos importantes de universalizar su voz, sometiéndola a ejecutar giros completos. El libro está dedicado a Pablo Picasso, y no estoy seguro de hasta dónde llegan los influjos de este gran artista español en el poeta chileno. Sabemos, sí, que uno de los logros mayores de Picasso tuvo lugar dentro del cubismo; fue uno de los fundadores de esta tendencia en el arte del siglo XX, basando buena parte de su investigación en las máscaras africanas. Compartió parte de estos logros con Juan Gris, Jacques Lipchitz y Georges Braque. Lo cierto es que Huidobro debe haberse cerciorado a tiempo de que las posibilidades del cubismo literario eran limitadas; dejó de escribir en francés y se dedicó a la prosa, a construir novelas, cuentos y ensayos por un buen tiempo, antes de retomar el ejercicio poético propiamente dicho, o en su caso sería mejor decir, en el ejercicio de los versos.

Poemas árticos (1918) –dedicado a Juan Gris y Jacques Lipchitz– es uno de los libros cubistas más despojados de Huidobro; aquí aparece la naturaleza en sus formas diversas: estaciones, arroyos, lluvias, pájaros, mariposas, árboles, seguidos de mañanas, silencios, canciones, vendimias: todo yuxtapuesto y simultáneo con las presencias femeninas, siglos, angustias; en el Huidobro de este libro todo se mixtura en un solo objeto, mientras el sujeto observa ese objeto como a un universo ofrecido, tal se aprecia en los textos de “Llueve”, “Paquebot”, “Vermouth”, “Hijo”, “Balandro”, “Invierno”. Es el libro cubista en idioma castellano más fresco de Huidobro antes de ingresar a lo que pudiéramos llamar la etapa cubista francesa, a donde pertenecen los libros Saison Choisies (1921), Automne régulier (1925) y Tout á coup (1925), cada uno con un registro distinto.

Automne régulier (Otoño regular) es un canto a las estaciones desde el otoño; los versos son más extensos que los de Poemas árticos y se desenvuelven con un ritmo distinto. Son versos para la contemplación y el disfrute, para el arrobo ante los paisajes, sobre todo de los paisajes marinos (“Mar mar”, Marinera”) y otros extraordinarios textos como “Relatividad de la primavera”, “Poeta”, “Ya vas Hatchou” y “Llave de las estaciones” podemos abandonarnos a la delectación no sólo de las imágenes sino de la música de esas imágenes, a su sonoridad que en lengua francesa adquiere una belleza peculiar. En ese idioma Huidobro también forjó su lenguaje y su interioridad:

 


On ne peut rien faire contre les soir de Mai

Quelquefois la nuit dans les mains se défait

Et je sais que les yeux sont le fod de la nuit

A huit heures du matin tout les feuilles son nées

Au lieu de tant d´étoiles nous en aurons des fruits

 

Es digno de atención aquí el “Poema funerario” dedicado a Guillermo Apollinaire en su despedida hacia el otro mundo, en un texto conmovedor en homenaje a quien fuera su maestro literario y su modelo.

En Tout á Coup (1925), –”De repente”, en español– los poemas están numerados y van sin títulos, constituyendo una curiosa secuencia de textos que surgen del azar vital. Haciendo honor a su rótulo el poeta nos dice en unos versos suyos que pueden condensar el periplo de este libro:

 

Heme aquí al borde del espacio y lejos de las circunstancias

Me voy tiernamente como una luz

(…)

Me gusta viajar como el barco del ojo

Que va y viene en cada pestañeo

Seis veces he tocado ya el umbral

Del infinito que cierra el viento

 

También pudiéramos decir que es un libro lúdico que juega incesantemente con el azar, pero un “azar objetivo” como quería André Breton cuando se refería a las asociaciones insólitas de la palabras en favor de imágenes libérrimas y novedosas, que no estuviesen puestas de modo premeditado en la imaginación del poeta, o del lector. Y ello es algo que logra Huidobro en este libro: que el lector se deje llevar por el azar objetivo:

 

Traed juegos

Pequeñas distracciones para el infinito

Que bosteza en la mirada de Dios

Y cara y sello

Y día y noche

 

Diríamos que se trata de un libro de voz diáfana, sin ataduras externas o nada que no sea la poesía misma, con el que cierra, digamos, la etapa francesa de su obra; una etapa muy rica pero que ya estaba alcanzando su fin para dar paso a un largo proceso de trabajo en la propuesta experimental de novelas, relatos, teatro y ensayos, la mayoría de ellos publicados en Chile, congregados por una voluntad de buscar nuevas maneras de acceder a la experiencia literaria desde la poesía.

Habría que ser ciego para no cerciorarse de la inmensa influencia de la pintura en la poesía y el temperamento de Huidobro. De hecho, su relación con los pintores no es circunstancial o coincidencial: el poeta estableció con éstos una proximidad radical, al punto de escribir junto con ellos muchos de sus textos de esta etapa francesa, especialmente con Juan Gris, quien también era escritor y colaboró con la traducción de muchos de los textos de Huidobro al idioma galo, y que otros artistas como Lipchitz y Picasso también se vieron involucrados en un proceso similar. No conforme con ello, les consultó si podía usar el calificativo de cubista para uno de sus libros (expreso en el título Horizonte cuadrado), consulta que autorizaron y también le hizo a Pierre Reverdy, un poeta de mucha reputación (recuerdo su magnífico libro La libertad de los mares), uno de los mejores teóricos del movimiento cubista y redactor principal de la revista “Nord Sud”, con quien Huidobro trató de relacionarse a través de este movimiento, pero luego cometió el error de deslindarse violentamente de Reverdy usando el término creacionismo y acusándolo indirectamente de imitar sus poemas, polémica en la cual a mi modo de ver salió airoso Reverdy. De todos modos, el cubismo de Huidobro –y todo el cubismo literario– decayeron y sus teorías con él, y las ideas de vanguardia terminaron homogeneizándose para las distintas tendencias, y se hicieron válidas igualmente para el surrealismo, dadaísmo, futurismo, fauvismo o creacionismo.

No olvidemos que en el Paris de aquellos años predominaban los pintores sobre los escritores y que la vanguardia tuvo más repercusión por vías de la plástica que por la literaria, sobre todo en las modalidades del surrealismo y el cubismo, y que ni el mismo André Breton a través de sus manifiestos y sus poemas “automáticos” pudo competir con el desbordante poder de la pintura.

El otro aspecto es el atinente a la puesta en escena social de la vanguardia, que era de naturaleza teatral: el desplante, la polémica y la controversia formaban parte de su esencia, y con ellos el egocentrismo de cada artista, su yo individual, su capacidad (y necesidad) de escandalizar eran propios de ella, y esto lo entendió muy bien Huidobro, quien adquirió muy pronto estas actitudes para hacerlas sentir a donde quiera que iba, generando la curiosidad de la prensa. Recordemos cuando llamó la atención de los medios al proclamarse candidato a la presidencia de la República, en una gran boutade. Por supuesto, este desplante debía tener su contraparte ideológica: el comunismo que, en su ideal colectivista, equilibraba bien la desmesura egocéntrica del individuo creador, del poeta-dios. Por ejemplo, en el ya citado Finis Britaniae, panfleto político corra el imperialismo británico, el poeta montó el teatro de un secuestro perpetrado por unos supuestos fascistas ingleses, en una farsa memorable que llamó poderosamente la atención de la prensa internacional, en Paris y Nueva York.

 

Largo paréntesis en prosa

Luego de estas intensas experiencias en Paris, el poeta acomete una nueva aventura literaria usando la prosa castellana y editando sus libros en Chile, algunos de los cuales resumiremos a vuelo de pájaro.

Vientos contrarios (1926) son aforismos, pensamientos, apotegmas de rebeldía y resistencia ante las interpretaciones convencionales. Por ejemplo:

 

La poesía es una descarga eléctrica, el choque lírico de las dos corrientes en el frote de las imágenes y las frases enrojecidas.

 

Sin duda alguna hay muertos que es necesario matar.

 

La pretensión de los cuerdos consiste en creerse locos y la pretensión de los locos consiste en creerse cuerdos. Los hombres quieren divinizarse y los dioses quieren humanizarse.

 

El odio es la debilidad de los débiles.

 

Los jóvenes se equivocan mucho menos que los viejos porque los jóvenes hablan y obran en nombre de algo positivo: sus instintos, su organismo. Los viejos generalmente obran y hablan en nombre de sus desengaños, de sus fracasos, que ellos llaman experiencia como si todos debiéramos fracasar en la vida y desengañarnos.

 

No poder ejercer la rebeldía es la única muerte verdadera.

 

Mío Cid Campeador (1929) es un homenaje a España y a la hispanidad desde la noble figura de Rodrigo Díaz de Vivar, llamado El Cid, la figura épica principal de Castilla, a quien describe desde un ángulo maravillado y maravilloso, violando las reglas clásicas de la novela de la época.

La próxima (1930) es una colección de crónicas, conversaciones y artículos donde el juego, el humor y la imaginación apuntan hacia la inteligencia del lector, para que éste experimente curiosidad por determinados temas, desde la cosmogonía (“Ha habido tragedias en el cielo”) donde se rinde homenaje a la etnia negra por la que siempre sintió simpatía y respeto– y otras sobre París (“París, un ser vivo”) o sobre aspectos devastadores o fúnebres del hecho de existir, sobre “El reino mecánico”; sobre Picasso (“Picasso no es un o pintor”) y muchas otras sencillamente deliciosas, amenas, plenas de juegos e invenciones.

Papá o el diario de Alicia Mir (1934) está escrita en forma de diario numerado, como se indica. Alicia, la joven de la casa, registra un diario donde hace una relación de sus experiencias cotidianas de la familia, llevando a cabo una profunda radiografía de los afectos familiares y las relaciones afectivas, los lazos íntimos de una familia atípica, poco común, desde donde Huidobro se toma la libertad de hacer nuevamente poesía. Sorprende el extraordinario domino de la prosa dialogal y de las situaciones, aprovechándose de estas para concluir en meditaciones peculiares. Pero lo central aquí es la meditación sobe la complejidad y ambigüedad de los afectos familiares, de donde el poeta extrae una especial filosofía.

En la luna (1934) es teatro satírico dedicado a burlarse de políticos oportunistas, donde da rienda a sus preocupaciones sociales y haciendo una crítica mordaz a los políticos mediocres manipulados por la oligarquía. En la lectura de éstos pasajes no podemos contener la risa hasta la hilaridad, cuando Huidobro imita los discursos ridículos de la oficialidad y pone al descubierto la ignorancia y la mediocridad de la clase política liberal que detenta el poder, ridiculizando sus discursos y sus procederes.

Bernardo Saguen es un personaje contemplativo y perezoso, protagonista del relato Sátiro o el poder de las palabras (1939), quien se fija en las cosas más nimias, pero que para él tienen significados excepcionales. Es un ser cargado de ideas, imágenes y visiones que sobrepasan las de la realidad cotidiana, y lentamente va entrando a un estado de delirio que necesita expresar por medio de las palabras. Se trata de un relato sorprendente que vale la pena tomar en cuenta dentro de la narrativa fantástica de América Latina, ni más ni menos. Veamos un párrafo acerca de una idea que rodaba su cerebro:

 

Si yo soltara la imaginación, si dejara libre curso a todos mis pensamientos hay a todas mis sensaciones, si escribiera libremente todo lo que pasa por la cabeza, sin trabas, sin retenciones, sin reservas…Ningún hombre ha escrito jamás así. Sería algo sorprendente. Pero se necesita un valor que yo no poseo. No ha nacido aún el héroe con ese valor. No ha nacido aún el gran héroe, el único héroe verdadero. Sólo pensarlo espanta.

 

Cagliostro (1934) es una novela de técnica cinematográfica inspirada en la vida del médico italiano de aficiones ocultistas, aventurero y mago Giuseppe Balsamo, conocido por el nombre de Cagliostro, quien se hizo famoso en toda Europa y luego fue condenado por la Inquisición, muriendo en prisión en 1795. Su figura seduce la imaginación de Huidobro hasta el punto de re-inventarle una existencia. Es de hacer notar cómo Huidobro establece una conexión con un personaje de hace tres siglos (en el siglo XXI serían cuatro) a través de una técnica para entonces novedosa como la del cine, para actualizarlo.

 

Temblor de cielo y Altazor

Existe un interregno en la escritura de versos propiamente dicha, ubicado entre 1923 y 1931, año de publicación de Altazor (1931), considerado su obra maestra. Sabemos que el poeta estuvo tomando notas por largo tiempo, para estructurar los extensos cantos que constituyen Altazor, un verdadero viaje espacio-temporal con todas las características de una aventura metafísica, que suele ser considerada la obra lírica más ambiciosa de Huidobro junto con Temblor de cielo (1931), posiblemente el poema en prosa más extenso de la lengua castellana en el siglo XX. Por supuesto no es por su extensión que debemos apreciar estas obras, si no por su radio de aprehensión cósmico-metafísico, por su capacidad liberadora por la palabra, como pocas veces se había intentado en América, con excepciones como las de César Vallejo desde el Perú, quien también cultivó casi todos los géneros literarios, escribió reportajes y se identificó con las luchas populares y socialistas –como Huidobro– sufriendo en carne propia duras vicisitudes personales debido a su relación con los movimientos populares de la América Latina.

He escrito un ensayo que sirve de prólogo a la edición venezolana de Altazor [7] donde intento describir algunos rasgos resaltantes de este poema que constituye, ciertamente, uno de los momentos culminantes de la vanguardia latinoamericana y un punto de inflexión en la propia obra de Huidobro, que puede ser leído de varias maneras. En dicho prólogo anoté lo siguiente:

En primer término, estamos frente a un personaje: un Rey llamado Altazor, alguien creado para desarrollar una acción. No es un actor en el sentido teatral del término, de mise en scéne; es más bien un destino ironizado por las fuerzas contrarias de la poesía. No es un rey al modo de los monarcas europeos, sentados en tronos solitarios pensando en los designios de sus dominios. Altazor es un personaje que está realizando un viaje, en este caso un viaje en paracaídas, la imagen que nos traslada a este viaje no nos habla sólo de una aventura, sino también de una caída. Podemos buscar entonces, en este poema de Huidobro, implicaciones de mayor rango reflexivo, y advertir elementos que lo unen a una imagen visual de la modernidad, como lo es la imagen del paracaídas. Los paracaídas fueron inventados para la guerra, o bien para invadir secretamente una zona determinada, o bien para salvar la vida una vez que el avión sufre una avería y está por caer. No es fácil imaginar a un rey tradicional “cayendo” en paracaídas; sin embargo, el rey huidobriano está salvándose en la caída. Un viaje en paracaídas implica siempre una acción urgente, una premura. Esta caída del personaje Altazor ha sido identificada con la imagen misma del poeta o, en todo caso, con la parte culminante de su empresa espiritual. Ello significa que el poeta ha encarnado a un personaje para expresar una imagen total de cuanto ha realizado hasta ese momento: la obra. Huidobro no pudo hallar una imagen más exacta para desarrollar esta parte de su viaje.

Esencialmente se lanza; pero, ¿de dónde? La imagen automática nos dice que desde una nave aérea, avión, aeroplano, helicóptero. Esto es lo que imaginamos, pero bien pudiera saltar desde el vacío, desde el cielo:

 

Altazor ¿por qué perdiste tu primera serenidad?

¿Qué ángel malo se paró en la puerta de tu sonrisa

con la espada en la mano?

¿Quién sembró la angustia en las llanuras de tus ojos como

el adorno de un Dios? (...)

 


El Prefacio de Altazor funciona, por supuesto, como preparativo para el viaje, el lanzarse a diversas atmósferas, ejecutadas por un personaje que sabe y no sabe, afirma y niega, se contradice porque ello es preciso, porque “la vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer”, donde interviene el azar de modo permanente.

El Canto 1, el de la caída sin vértigo, es el canto de los contrastes, donde lo heterogéneo posee un valor, está escrito con la técnica del collage. Aquí el juego convive con el amor, la imaginación con el desamor y el escepticismo con la pasión.

El Canto II es el eterno femenino, lo masculino en diálogo constante con la femenino, teniendo los ojos de la mujer como nortes para este canto.

En el Canto III la palabra busca a la palabra, podría ser tomado también como una suerte de Ars poética, como meditación no sobre lo que es, sino lo que debería ser la poesía nueva, una liberación de todas las funciones externas a la poesía.

En el Canto IV el núcleo temático es el tiempo, teniendo delante un paisaje marino que vuelve a imponerle la presencia de lo visible, y los ojos inician una azarosa alianza con el mundo.

El Canto V trata de la búsqueda de la flor alquímica, es quizá uno de los más herméticos, pues está dirigido a presentarnos a la perfección y la unidad. En el Canto VI, la imagen dominante es la gema de más allá, la trascendencia en la muerte, la luminosidad de la muerte como un estadio superior, la búsqueda del erial esencial.

El Canto VI y último aborda los sonidos puros, donde la voz poética se fragmenta en sonidos espaciados o en bloque, que van tejiendo una canción abstracta, un texto cuya finalidad es ir hilvanando una melodía, el canto primigenio y final de la especie que es a la vez un nacimiento.

De otro tenor es Temblor de cielo (1931), una exhortación a la paz, a la vida, el amor y la libertad, ideales que aún no se han constatado en el momento en que el poeta escribe su texto; acude entonces a la imagen de Isolda, la heroína de la leyenda vikinga que luego fue incorporada a la tradición irlandesa a través de su idilio con Tristán, y fue objeto de una famosa ópera de Wagner. Más allá de eso, Isolda es aquí un símbolo de pureza retomado por el poeta para asirse a un ideal de amor por la humanidad. Escribe Huidobro:

 

Isolda, entierra todos tus muertos

Piensa, recuerda, olvida. Que tu recuerdo olvide sus recuerdos, que tu olvido recuerde sus olvidos. Cuida de no morir antes de tu muerte.

 

El poeta se abandona al encanto de la naturaleza, sus signos salvajes, sus llamados mágicos, para salvar sus seres y cosas. Pero pronto aparecen los suplicios, y con ellos la imagen de Isolda. Los Nervios y el cerebro lloran. Los huesos sufren. La noche también llora. Aparece la invocación a Isolda a lo largo del poema. Se inicia una exploración cósmica mediante una prosa tersa que explora varias realidades simultáneas, o si se lo prefiere, las varias dimensiones de lo visible incluyendo lo invisible, lo presentido. Es una prosa que no narra: más bien revela, maravilla. Parece haber de pronto una catástrofe, una gran confusión. Aparece de nuevo Isolda, y así.

“¿Sobre qué cantidad de errores descansa cada invento del hombre?”, se pregunta.

Hay que hilar muy fino para leer este poema; siempre entre líneas encontramos algunas claves. Mas, en el temblor del cielo hallaremos siempre una fragilidad, una debilidad humana que se piensa grande y crea las inmolaciones humanas, y la guerra. Huidobro parece decirnos que acaso habitamos el paraíso sin saberlo, que nos hemos propuesto descubrirlo por los medios más insólitos; habremos de poseer cautela para vislumbrar el argumento de este poema–río, donde la historia se halla oculta entre las frondosidades del lenguaje y de los diversos paisajes: “Arad la tierra para sembrar prodigios. Lanzad escalas por todos los abismos”, nos dice el poeta en alguna parte.

 

De vuelta a los versos

En Ver y palpar (1941) observamos a un poeta ya sosegado, de regreso de las grandes trifulcas teóricas, intelectuales e ideológicas. Pero no viene cansado; viene espiritualmente macerado, atento a su propia intimidad: ha cedido el lugar del juego y el humor a una reflexión sobre la vida y el devenir de un modo más interiorizado, y más dirigido también a la interpretación del ser a través de una mayor precisión verbal y más exactitud en las imágenes; Huidobro se va despojando de ciertos ropajes metafóricos –desde el mismo título, el más sencillo de los suyos, compuesto de dos verbos solamente– que le caracterizaron en un principio, para lograr ahora una mayor limpidez expresiva; ya no se trata de irradiaciones sorprendentes sino de verdaderos hallazgos. Veamos en el poema “Ella”.

 

Ella daba dos pasos hacia adelante

Daba dos pasos hacia atrás

El primer paso decía buenos días señor

El segundo paso decía buenos días señora

Y los otros decían cómo está la familia

Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo

(…)

 

O en “Los señores de la familia”:

 

Los ojos contra los ojos

El espacio contra el espacio

Señor ¿qué hora es?

No puedo contestarle

Soy el sobrino de la luna

 

Casi todas las piezas de este libro son magistrales, pudiéramos decir que cumplen con las mejores registros expresivos del escritor chileno en textos como “Canción de la muervida”, “El célebre océano”, “Los señores de la familia”, “Preceptiva funesta” o el texto en prosa “Panorama encontrado o revelación del mundo” (cuyo desarrollo no lleva signos de puntuación), “Miradas y recuerdos”, “El paladín sin esperanza”, “Entre ambos” y, sobre todo, “Ella”, “Contacto externo” y “Tenemos un cataclismo adentro” pueden considerarse joyas de la poesía de Huidobro y de la poesía toda de nuestro continente.


Tanto Ver y palpar, como El ciudadano del olvido o Altazor contienen, a mi entender, la mejor poesía de Huidobro, marcando estas tres obras un vuelco en el arte verbal del escritor chileno que revolucionó, a su manera, los acordes expresivos de la poesía hispanoamericana a principios del siglo veinte, y significaron para nosotros como una cascada de frescura en nuestro idioma literario y en nuestro pensamiento estético.

El ciudadano del olvido (1941) aquilata el decir huidobriano en una culminación magistral de su trayectoria, haciendo gala de todos sus recursos, dispositivos y elementos tanto de la prosodia como de su personal gramática lírica para conformar piezas donde se convocan las mejores imágenes suyas, atraídas hacia un sosiego interior que parece intuir la cercanía del fin del trayecto vital, antes de sumergir al oficiante en las mansas aguas de la muerte o la eternidad. Como ejemplos de este cierre majestuoso tenemos “Rincones sordos”. “Tiempo de espera”, “Soledad inaccesible”, “Al oído del tiempo”, “Camino inútil”, “Sino y signo” y tantos otros que componen este postrer volumen.

Se sabe que este libro fue editado antes de que Huidobro se decidiera a cumplir con funciones de corresponsal de guerra, de vivir esa experiencia; sin embargo, se suele asociar al fenómeno bélico por el cambio de tono registrado en el libro en comparación a su obra anterior. Sea como fuere, la obra parece haber sido concebida desde una interioridad mayor y más intensa, sin que ello signifique un juicio de valor moral o estético, sino como un canto de cisne lo suficientemente denso como para considerarlo cierre magistral de un trayecto jugado con las mejores cartas vivenciales y escriturales, que hacen de lado las teorizaciones y las orientaciones programáticas –las cuales he evitado desde el inicio de estas notas–- para aplicarlas a todo el corpus de su obra, sintiéndolas más bien como complementos de una voluntad estética amplia, que aceptó los retos de su tiempo y los trascendió.

En El ciudadano del olvido el poeta se vuelca hacia una suerte de existencialidad, de diálogo consigo mismo más que con los personajes que puedan surgir de sus poemas, de un sujeto lírico muy hondo y acendrado. Ello se encuentra presente en textos como “Preludio de esperanza” y otros en prosa como “Un rincón olvidado”, “Vagabundo”, “Más allá”, “De vida en vida” o “Irreparable, nada es irreparable”, éste último uno de los que revelan –o abrigan– una mayor esperanza en el devenir. Dice Huidobro:

 

Huir del pensamiento dejar atrás la agitación limitada de los hombres y esconderse en la guarida de los pájaros del silencio, allí donde sólo reinan los mil reflejos de la soledad. Huir de si mismo y de las trampas que nos tienden nuestras propias alas, saltar al vacío del más avanzado promontorio de las quimeras (…) Huir. Desenredarse de sus arterias y huir de sí mismo, huir de sus huesos.

Ahora soy el fantasma que huye vestido de grandeza y dolor.

¿Pero mañana?

El mañana es mío. Sería mío otra vez como el destino inapelable de la luz, como el terciopelo de los besos que miden la eternidad.

 

Y al final del poema “Comarucu” (palabra correspondiente a unos sonidos enviados a la Tierra por un satélite en 1927 desde el planeta Marte, y que ejercen una natural fascinación en un poeta cósmico) se lee:

 

Voy a unirme a mis palabras

Y entonces me perderé de vista a vuestros ojos

Nadie sabrá de mí

Yo estaré adentro de mis palabras

Y el nacimiento de un grito que va haciendo olas

Y no tiene límites porque vosotros no conocéis sus límites

Ni el nombre de la estrella que se irá inflando con mi voz

 

Están aquí presentes los elementos movilizadores de la poesía de Huidobro: la altura y el vuelo, los planetas, el cielo, los aeroplanos o el viaje, pero también sus antitéticos: los abismos, la caída, las tumbas. Hay dos poemas por los que tengo predilección, “Imposible” y “Para llorar” los cuales solía decir de memoria en mi juventud en reuniones con amigos. La última arte del segundo reza:

 

Es para llorar que buscamos la cuna de la luz

Y la cabellera ardiente de la dicha

En la noche de la nadadora que sabe transformarse en fantasma

Es para llorar que abandonamos los campos de nuestras simientes

En donde el árbol viejo canta bajo la tempestad como la estatua del mañana

Es para llorar que abrimos la mente a los climas de impaciencia

Y que no apagamos el fuego del cerebro

Es para llorar que la muerte es tan rápida

Es para llorar que la muerte es tan lenta

 

Son cincuenta y siete poemas los de El ciudadano del olvido, donde Huidobro despliega una de sus voces mejores. El poema último del volumen, “Sino y signo” está allí a la manera de epitafio maravilloso, cuya parte final reza:

 

Has hablado bastante y estás triste

Quisieras un país de sueño

Donde las lunas broten de la tierra

Donde los árboles tengan luz propia

Y te saluden con voz tan afectuosa que tu espalda tiemble

Donde el agua te haga señas

Y las montañas te llamen a grandes voces

Y luego quisieras confundirte en todo

Y tenderte en un descanso de pájaros extáticos

En un bello país de olvido

Entre ramajes sin viento y sin memoria

Olvidarte de todo y que todo te olvide

 

Luego de la muerte de Huidobro se publicaron en un volumen sus Últimos poemas (1948) textos partícipes del tono de El ciudadano del olvido de donde destacan las piezas “Monumento al mar” y “Coronación de la muerte” éste último por supuesto anticipando el fin: lo cual hace pensar que el poeta expresaba todo su latir y su fin vital a través de la palabra; usó al verbo como mediador entre las cosas, seres, objetos, sensaciones y presentimientos del mundo; no cesó en su intento de expresarles hasta el fin de sus días. Veamos la parte final del citado poema:

 

La sonrisa era cosa del alba

La otra orilla de la amargura El tiempo de las semillas

Trae un brillo en sus espadas una capa de gloria sobre los hombros

La sonrisa era cosa de magnolia era cosa

de ropas lavándose en el río entre espumas

La sonrisa era cosa de frutas y ventanas abiertas Era cosa

de colores disparados al sol

¡Oh suspiro de los muertos! ¡Oh alma hija de mis rosas!

Oh flor-paloma ¿Por qué me has deshojado al deshojarte?

Llega el suspiro Todo es inútil Oh viento del otro lado

tan ansioso de su sitio Se fue se va el suspiro

Y yo me voy con él empujando las puertas de la muerte

 

Algunas valoraciones críticas

La obra de Huidobro ha suscitado numerosos estudios en varios países, congresos y seminarios se han celebrado en distintas universidades e instituciones culturales para adentrarse en su mundo; libros y ensayos se han escrito desde distintas ópticas para revisar su legado. Anotaré breves fragmentos de los acercamientos que tengo a la mano debidos a varios escritores; contemporáneos míos algunos de ellos, que tuve la suerte de conocer en la ciudad de Caracas hace ya muchos años, o de leer sus obras originales.

El poeta y crítico literario boliviano Eduardo Mitre nos dice que:

 

El aporte mayor de Huidobro radica en la imagen: piedra de toque, llave que abre mil puertas en su propia poesía. Al referirnos a la imagen creada, ilustramos la palpable repercusión de su obra en los poetas hispanoamericanos. Asimismo en el estudio de las primeras imágenes vimos que varias de ellas prefiguran las de sus libros mayores, lo cual demuestra claramente que el poeta, mucho antes de su viaje a Francia y del consecuente contacto con los poetas de Sic y Nord-Sud, ya llevaba consigo los módulos de su imaginería futura. [8]

 

Veamos ahora que nos dice el poeta venezolano y profesor Guillermo Sucre en un ensayo suyo sobre el lenguaje en nuestro poeta:

 


El vocabulario deliberadamente elemental y reducido, hasta recurrente, al igual que la simplificación de la sintaxis, le comunican a lenguaje una distinta resonancia: las palabras parecen recuperar su desnudez, su inocencia semántica. Aunque marginalmente, hay que decirlo: por ésta época Huidobro empieza a escribir en francés. Es de señalar no tanto su dominio de esta lengua, que parece evidente, como la manera en que el principio de estructuración anterior se reitera, sin perder su eficacia. Ello era posible, además, porque Huidobro centra su interés, sin desatenderse del ritmo verbal, en la imagen, en el poema como objeto creado (…) En efecto, sus poemas n quieren expresar nada previo a ellos: ni ideas ni, mucho menos, “etats d'ame”. No desarrollan, como suele decirse, un tema: éste, si lo hay, es más bien atmosférico, tiene que ver con la temperatura y el color de las palabras; se va construyendo a través de motivos verbales: palabras que se reiteran, se desdoblan en variaciones o reaparecen, constelaciones de imágenes. El poema no es un objeto acabado, hecho, sino por rehacer; tampoco traduce ni interpreta nada que sea anterior a él. [9]

 

Muy interesante por el tipo de comparación que realiza es el del escritor chileno Antonio de Undurraga, cuando afirma:

 

Este trauma, este dolor de ex católico que se vuelve agnóstico, forja en Huidobro un arquetipo de hombre gótico (que Unamuno habría llamado agónico). En efecto, en su ser se produce un fuerte dualismo; de un lado está el hermético misterio del mundo, su espiritualismo sustentado por imágenes fuertemente creadoras, y del otro, la alegría de vivir que le ata con todas sus voluptuosidades y plenos halagos. Por ello, en la Canción de la muervida –cuyo título es una dualidad de muerte y vida– nos dijo tan cabalmente: Mi mano derecha es una golondrina / Mi mano izquierda es un ciprés. He aquí su gran dualidad de hombre gótico de la era mecanicista. Pero como el hombre gótico de antaño, él, que siempre creyó en una futura edad de oro, de confraternidad humana en la tierra y no en el cielo de los hombres del Medievo. [10]

En cambio, el ensayista y crítico venezolano Luis Navarrete Orta opta por un acercamiento contextualizado a lo social, cuando anota:

 

Para comprender cabalmente a Huidobro es necesario auspiciar una visión más integral y más abarcadora de su personalidad intelectual, una visión que se haga cargo de sus contradicciones estético-ideológicas y que no olvide la relación profundamente conflictiva del hombre y del escritor con el entorno histórico-social y con el ambiente artístico-literario en que le correspondió actuar (…) Fue un activo y convencido antifascista; ridiculizó en su obra teatral En la luna a políticos demagogos y a militares golpistas e incapaces y allí mismo denunció la farsa de la justicia, la igualdad y la libertad burguesa y exaltó la utopía socialista; y en múltiples artículos, conferencias y declaraciones defendió el socialismo como doctrina y como sistema social establecido (…) Queremos ponderar equilibradamente los elementos que deberían contemplarse para elaborar una revalorización funcional de Huidobro. [11]

 

El gran poeta chileno Pablo Neruda tuvo para Huidobro estas encendidas palabras:

 

Desde los encantadores artificios de su poesía afrancesada hasta las poderosas fuerzas de sus versos fundamentales, hay en Huidobro la lucha entre el juego y el fuego, entre la evasión y la inmolación. Esta lucha constituye un espectáculo: se realiza a plena luz y casi a plena conciencia, con una claridad deslumbradora. [12]

 

En un admirable prólogo a El ciudadano del olvido, el poeta José Méndez escribió estas palabras:

 

Vicente Huidobro que quiso fundar un nuevo orden poético, sentimental y aún político, se nos aparece hoy como el paradigma de un tiempo, de un incendio de la historia, la primera mitad del siglo XX, del cual no acertamos a salvar, en nuestro ámbito más cercano, sino a los que no ardieron. A los que no tuvieron fe. A los que, más o menos contaminados por el aire de los tiempos, guardaron su voz en la desconfianza del hombre nuevo. De cualquier hombre nuevo. Vicente Huidobro creyó y quiso creer. El hálito neorromántico y simbolista unido a las abrasadoras fiebres ideológicas y a su condición de hombre libre –económicamente libre– le dieron la fuerza, le cegaron lo suficiente para intentar el asalto a los cielos. Entre las fiebres ideológicas quizá la que más ardió en él fue una soterrada religiosidad galvanizada por el marxismo, una religiosidad que podía olvidar la condición humana al expresarse a través de un vocabulario prestado. Esnob, ególatra, inocente, generoso, genial, los adjetivos como las contradicciones se agolpan sobre él como sobre su obra de manera torrencial, desordenada. [13]

 

Actividad política

Para finalizar, habría que recalcar que Vicente Huidobro a lo largo de su vida se vio sumergido, como todo mortal, en una serie de desavenencias y contrariedades bastante distintas a las de su ideal estético. La madre de Huidobro era María Luisa Fernández de García, escritora (firmaba con el seudónimo “Mona Lisa”) y su padre Vicente García Huidobro era propietario de los famosos viñedos Santa Rita de la capital chilena. Hasta los siete años vivió el niño Vicente en Europa con su familia y al llegar a Chile comienza a estudiar en el colegio jesuita San Ignacio. Desde niño estuvo rodeado de libros y participó de actividades literarias. Tiene fantasías amorosas con princesas europeas, escribe poemas. A los dieciocho años escribe su primer libro de poemas (Ecos del alma), a los diecinueve dirige su primera revista literaria (Musa joven) y a los veinte contrae matrimonio con Manuela Portales Bello, con quien viaja a la capital francesa en un transatlántico, acompañado de sus dos hijos, una criada y una vaca, para que a los niños no les faltara leche durante el viaje. No podemos pasar desapercibida la circunstancia de que Huidobro fue amenazado de muerte por los familiares de otra joven, Ximena Amunategui, hija de una familia pudiente de Chile perteneciente al status político de entonces y huyó con Ximena a París en 1928. Desde muy joven publicó artículos polémicos en el periódico “El Mercurio” de Chile.

Ya hemos visto que luego de la primera estancia en Paris en 1916 y 1917 y luego de la publicación de Ecuatorial y de Poemas árticos en 1918 –con los que inicia la vanguardia en castellano– y luego de conocer a Tristan Tzara, Jean Arp, André Breton, Jean Cocteau, Pablo Picasso y Diego Rivera y de fundar la revista Nord Sud con Pierre Reverdy, se traslada luego a Madrid y conoce a los habituales del Café Pombo donde predominan las figuras de Gerardo Diego, Ramón Gómez de la Serna y Rafael Cansinnos-Assens. Éste último le da un espaldarazo en varios comentarios que realiza para lo que él llama “la nueva poesía” de Huidobro, y colabora con las revistas Sic y Nord Sud, para luego reinstalarse en Paris entre 1919 y 1925.

Durante estos años fue muy dado a la reflexión política y a la toma de conciencia social frente a los desmanes del capitalismo, a la vez que polemiza frontalmente con los surrealistas y futuristas y se identifica con algunas líneas directrices del comunismo internacional; se afilia a la logia masónica y publica un panfleto contra el colonialismo inglés Finis Britannia en 1924, lo cual le acarrea numerosos problemas con allegados y amigos y una ola publicitaria adversa, de donde surgen las nuevas ideas para continuar polemizando a partir de sus ideas comunistas y confirmar luego sus actitudes antifascistas, con el subsecuente apoyo a la diezmada República Española y al Frente Popular de Chile. Publica en 1924 una “Elegía a la muerte de Lenin”. Uno de sus hijos, Vladimir, debe su nombre a la admiración de Huidobro hacia Vladimir Lenin. Entre 1925 y 1926 pasa por Chile y funda el periódico “Acción”, buscando estimular una política de “purificación nacional” lo cual hace que sufra un atentado debido a las denuncias que consignó en el mencionado diario, luego clausurado por el gobierno. También la parecían llamativas las teorías de Bakunin; condenó al asesinato de Trotsky; tomó varios cursos de marxismo pero nunca fue militante comunista, teniendo numerosas diferencias con la línea soviética del estalinismo; también se distancia de los comunistas chilenos debido a asuntos de política interna, para terminar publicando un artículo donde se declara anticomunista, aunque siempre manteniendo que “el mundo está dividido y los hombres se colocan a un lado o a otro de la gran batalla”.

Funda después el diario “La Reforma” al lado de un grupo de jóvenes afectos al socialismo, y organiza a intelectuales chilenos en solidaridad con el pueblo español durante la Guerra Civil, hasta que llega entonces a lanzarse como candidato a la Presidencia de la República, como ya dijimos, en un acto simbólico que constituye más una provocación que un deseo real de ostentar el poder.

Estos son datos importantes para comprender las posiciones políticas de Huidobro, y no sólo para verlo como un esteta o un purista literario, y así entender mejor la revolución literaria que pretendió configurar con su poética creacionista. Este espíritu de lucha política es esencial para entender sus accionar posterior que, luego de una intensa dedicación a la culminación de su obra fundamental, Altazor, el poeta se consagraría a la reflexión política y a la redacción de sus novelas y piezas de teatro donde ridiculiza a los políticos de turno, y a la fundación de revistas y grupos literarios con sus amigos chilenos. A la vez de solidarizarse con la República española, con el Frente Nacional de Chile y con la Asociación de Artistas Revolucionarios, asiste también a un Congreso Mundial de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia en 1937, en el que participaron entre otros Octavio Paz, César Vallejo y Nicolás Guillén.

Todos estos fenómenos ideológicos permiten conocer mejor al Huidobro humano, que asumió los retos de la vanguardia no sólo como búsqueda artística, sino también para imprimir coherencia a sus posiciones políticas, mientras que sus teorías constituían, a mi entender, más bien desarrollos poéticos conceptuados, movidos por una necesidad de polemizar con su tiempo –más que componer una teoría vertebrada a través de un canon y de un corpus crítico específico– y tener así mayor coherencia en el momento de establecer rupturas con los estamentos de la cultura impuesta por la oligarquía de su país, de la América Latina y Europa, lo cual ameritaría una revisión de sus escritos políticos, de sus ideas sociales y de un nuevo cotejo de sus posiciones a la luz de los logros filosóficos de la posmodernidad, que puedan sernos útiles a objeto de valorar la producción de Huidobro asumiendo otros puntos de vista para enfocar la vanguardia francesa, española e hispanoamericana, como un intento de vindicar al espíritu humano por encima de los limitados discursos de la sociología, los fundamentalismos religiosos y las ideologías neoliberales que amenazan convertir la cultura y la literatura en meros apéndices de los discursos dominantes, cuando son en verdad expresiones sustanciales de un espíritu de rebelión y de la libertad moral del ser humano.



NOTAS

1. Antonio de Undurraga, “Teoría del Creacionismo”. En: Vicente Huidobro, Poesía y Prosa. Antología, Segunda Edición, Aguilar, Madrid, 1967.

2. Ralph Waldo Emerson, citado por Antonio de Undurraga en: Vicente Huidobro, Poesía y Prosa. Antología, Segunda Edición, Aguilar, Madrid, 1967.

3. Vicente Huidobro citado por Antonio de Undurraga, Ibídem.

4. Vicente Huidobro, Ibídem.

5. “Non Serviam”. Leído por Vicente Huidobro en el Ateneo de Santiago en 1914. En Vicente Huidobro, Antología poética, Selección de José Manuel Zañartu, Empresa Editora Zig-Zag, Santiago de Chile, 2003.

6. De: Vicente Huidobro, Antología poética, Selección y traducción de los poemas y manifiestos en francés de José Manuel Zañartu, Empresa Editora Zig-Zag, S.A. Santiago de Chile, septiembre de 2003.

7. “Altazor y el viaje creacionista de Vicente Huidobro”. Prefacio a Vicente Huidobro, Altazor o el viaje en paracaídas, Monte Ávila Editores, Colección Altazor, había sido publicado en 1993 con motivo del centenario del poeta por la misma editorial, y en la edición de 2018 sufrió algunas enmiendas y correcciones.

8. Eduardo Mitre, Vicente Huidobro: hambre de espacio y sed de cielo, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2a. Edición, 2007.

9. Guillermo Sucre, “Huidobro, altura y caída”. En: La máscara, la transparencia. Ensayos sobre poesía hispanoamericana, Monte Ávila Editores, Caracas, 1976.

10. Antonio de Undurraga, “Teoría del creacionismo”. En: Vicente Huidobro, Poesía y prosa. Antología, Aguilar, España, 1967.

11. Luis Navarrete Orta, “Huidobro: la lucha entre el juego y el fuego” (Prólogo). En: Vicente Huidobro, Obra selecta, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1989.

12.Pablo Neruda, “Búsqueda de Vicente Huidobro.” En: Revista Ercilla, Santiago de Chile, 1968.

13. José Méndez, “Prólogo” En: Vicente Huidobro, El ciudadano del olvido, Signos, Madrid, 2002.




GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN (Venezuela, 1950). Escritor, narrador, poeta, ensayista, compilador y traductor venezolano, destacado más en el ámbito de la narrativa y la poética. Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente, responsable por la edición de la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Algunos libros suyos: Consuelo para moribundos y otros microrrelatos (2012), Hombre mirando al sur. Tributo al jazz (Imaginaria, 2014), Gustavo Pereira. Los cuatro horizontes de una poética (2014), y Solárium (2015).





ZUCA SARDAN (Brasil, 1933). Erroneamente situado no casulo que a crítica achou por bem batizar de poesia marginal, sua obra é marcada por uma fusão de linguagens, onde poemas, fábulas, sátiras, desenhos, colagens, agitam as plateias mais dispersas e distintas possíveis. Entre seus livros, estão: Aqueles papéis, poesia (1975), Os mystérios, fábulas (1979), Visões do bardo, graffitti (1980), Ás de colete, poesias, desenhos (1994). Ao lado de Floriano Martins escreveu, a quatro mãos, inúmeras peças de um teatro automático, reunidas nos livros: O Iluminismo é uma baleia (2016) e A volta da baleia Beluxa (2022). Artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 240 | setembro de 2023

Artista convidada: Zuca Sardan (Brasil, 1933)

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