sábado, 30 de setembro de 2023

MIGUEL MÁRQUEZ | En homenaje renovado a Ana Enriqueta Terán

 


Lugares para asir letras en cabelleras oscuras.

ANA ENRIQUETA TERÁN

 

Rara, magnética, extraña, exigente, oracular, heráldica, barroca, densa, deslumbrante, sabia, hechicera, críptica, rítmica, musical, son palabras que le encajan bien a la orfebrería espiritual de Ana Enriqueta Terán (1918-2017) le convienen, y así lo han dicho varios. ¿Y qué se quiere decir con eso?, pues seguramente muchas cosas diversas acerca de varios asuntos neurálgicos. Para dar una idea de estos habría entonces que abrir la lectura, darle cauce a la investigación y navegar por esas sorpresivas páginas suyas, y así avanzar con algunos esbozos de respuesta a su hermoso transcurrir en la poesía.

Apunto que las lecturas de sus versos a través del tiempo coinciden al resaltar el vasto mundo interrogante que nos espera al abrir cualquiera de sus libros, unos más cercanos que otros, ciertamente. Y al mencionar la palabra interrogante quiero también decir mundo incógnito, enigmático, problemático. La claridad no predomina desde el punto de vista de los significados, ni lo unívoco, ni lo tenido por cierto, por sólido, por común, por verdadero. En su poesía vamos, no a la claridad del sentido, sino al esplendor de los hallazgos y también a reconsiderar, a replantear, a darle un sacudón a las cosas, a inventar novedosas aproximaciones al espíritu, a dejar de lado lo previsible, pues algo recomienza desde otra perspectiva o con la vista puesta en otro punto.

Con estas señales previas, me he propuesto escribir algunos comentarios de lectura de un libro de la poetisa que lleva por título Construcciones sobre basamentos de niebla, del año 2006, publicado por Monte Ávila Editores Latinoamericana con prólogo de otro gran poeta trujillano: Ramón Palomares, que la quiso y admiró toda la vida (ella vivió 99 años, siempre lúcida y con memoria excepcional).

Este libro es una publicación que incorpora varios de los dibujos que la poeta firmó como hechos por TEA, descolocando y jugando con un nombre al que ella quiso tanto y le dio la vuelta a las letras iniciales; dibujos no solo en sintonía de enigma con el ágil estilo de sus versos, sino también son una especie de prisma para allegarse a estos. Ojalá que un día los tengamos reunidos en un solo texto. Quiero mencionar también que esta elección de libro descansa en lo fortuito, en tanto no planificado; es fruto del encuentro menos previsible y pienso que esto tenía que ocurrir y me parece muy bueno que suceda ahora, cuando entiendo estas palabras a modo de homenaje a la soberbia artista de Valera.

El título de este poemario, Construcciones sobre basamentos de niebla, apunta de inmediato a la condición productiva, laboriosa, hacedora de lo específico humano. Especificidad que en ella iba, sobre todo, por el lado destacado de la escritura, pero también era dibujante, orfebre y modista. Es así, era una constructora de muy alto nivel. Los basamentos de niebla vienen a complejizar el asunto del hacer, pues al poco de acercarnos a esas bases de niebla, uno puede asociar esto con espejismos, inconsistencias, debilidades de origen, fracturas, inestabilidades, que además producen incertidumbre, miedo, angustia. Pues eso de niebla es justamente lo que debería ser sólido para sostener, para mantener algo en pie.

Desde un comienzo, desde el título, este libro puede ir en la vía del preguntarse acerca de las mitologías de la personalidad:

 

Alguien crece opaco en deslucido pedestal,

Irreconocible propio rostro,

 

por la supuesta estabilidad que proporciona la experiencia:

 

Cansan dados sobre tapetes deslucidos de tanta ofensa,

 

por la fragmentación del ser y su dispersión congénita:

 

secreta y fría, dividida en uno y otro lugar,

Asirse a nada. No saber cómo sostener el espejo. Ni si lluvia

ni si águila extendida en muro profundamente deseado,

 

por la angustia que produce el avance de una presencia terrible:

 

Pero están edad, despego y este sabor a morir a trocitos,

 

por la sensación de extravío:

 


Se pierde piso. Mañana o pasado, cal o pensamiento dividido,

 

por la conciencia de las diarias estrategias para pasar iluminada de cara al público y sin ser vista:

 

No plasmar. No encender líneas para dibujo de bestia esencial,

 dejarla libre, abrigada de luz para esconder tiniebla de fondo.

 

Ramón Palomares describe de forma notable lo que aquí ocurre en términos de experiencia interior:

 

He aquí un magnífico regalo, un bello enigma, una rara sorpresa. Su metáfora se llama Construcciones sobre basamentos de niebla y su arquitectura se inscribe en la verdad; y esta en el monólogo de quien se resiste hasta el último aliento a desfallecer. La protagonista se retira a un lugar solo y único reconocido por ella –torre de poesía–, y en su sala secreta levanta una hoguera de niebla y se contempla.

 

Creo también que este es un episodio contemplativo del devenir de alguien que quiere sostenerse en lo más verdadero, en lo más sólido, aunque sea a descampado, pues es un libro de 2006, cuando la escritora tiene para ese momento la edad increíble de ochenta y ocho años, que a primera vista no parece el tiempo ideal para pensar poética y filosóficamente con vigor sobre cuestiones y preguntas tan radicales como esenciales. Y no solo es que lo hizo, sino que lo logró de una manera espléndida. Un Maestra de la vida donde la escritura tiene lugar estelar a partir de la autenticidad y el ir a fondo en lo tocante al saber como privilegio de lo humano.

 

De casa en casa

Hay como mínimo dos vías para imaginar por dónde puede ir la poeta en estas páginas, uno es el de la arquitectura como diseño de un referente para ella muy importante como “LA CASA” (sabemos de su gusto por el paisaje venezolano y que vivió efectivamente en varias casas y lugares como Valera, Valencia, Jajó, Margarita, Chichiriviche), y también la arquitectura como hacer apropiado para la realización y la contemplación de su arte mayor: la escritura poética, en la que ella trabajó especialmente, rigurosamente. Esta “casa del lenguaje” de Ana Enriqueta se despliega, se desenvuelve, se transmuta en reflexión desde y sobre la materia de sus versos (es importante recordar ese título tan revelador de uno de sus libros: CASA DE HABLAS).

Quiero citar de nuevo a Ramón Palomares cuando advierte en el pórtico de Construcciones… lo siguiente:

 

… en este acto de confrontarse con su devenir, estos aconteceres, construidos en la niebla, constituyen la proposición, muchas veces urgente y compulsiva, de objetivar su propia conciencia.

 

Ella, con máxima atención exploratoria y vivencial, en este poemario le sigue el paso a la respiración, al jadeo de sus palabras, a esa materia a la que le dedicó lo mejor de su existencia, y encuentra estados emocionales muy diversos que pasan de la tristeza a la alegría, o del rumor escéptico al optimismo en un vaivén inseparable. Esto confluye, además, en el deseo de “objetivar su propia conciencia”. Escuchémosla un poco para tener su voz presente. Primero, el poema “Bocas formadas a punta de piel”:

 

Estuve cerca de mis edades. Primavera entornó rosas a ras de suelo.

Veranos oficiaron tatuajes de bocas formadas a punta de piel.

Otoño anduvo escueto en cabalgatas sobre endurecidas arenas.

Invierno reconoce daños en fugaces deleites.

 

Estas son sus cuatro estaciones. Las rosas de la juventud. Después, las huellas de la vida en la piel, en la boca por donde hablamos, por donde decimos, y esos tatuajes de un lenguaje que debemos interpretar y escuchar siempre y nunca lo haremos del todo. En el otoño, un andar a caballo por terrenos duros y ásperos. Y en el invierno el arte de reconocer los daños, también, como fugaces deleites, y con la constante elaboración verbal como lugar de estar en lo preferible del mundo, de su mundo:

 

Deslices, suaves aromas incursos en espacios novísimos,

Apuntalados por años y gestos imperfectos a través de aligerarse, mandar.

Cubrir piel con tatuajes de buen decir.

 

Y también oír el poema “Reclamos de tiempo”:

 

Qué ramajes incluso sed nubla este instante

coronado de aves nunca vistas,

inobjetables en ritmos,

gracias menores, acompañadas de un no desear,

no acostumbrarse a premuras de viaje último.

Alguien se desliza bajo mantas de miedo.

Alguien quiere salir, asomarse a balcones de humo

                                                y volar en lo escrito.

 

Al leer estos poemas uno sabe de inmediato que ha ingresado en un espacio que tiene sus propias reglas, códigos, planos. Es un cosmos particular de imágenes, sonidos, palabras y al leerlos, al entrar con ellos a los pasillos del alma y del cuerpo, nos detenemos en esas aves nunca vistas, las gracias menores, cierta quietud que roza el nirvana en el inminente e inevitable viaje al que se le teme, mantas de miedo, alguien aquí quiere salir volando, alguien que sabe que todo es efímero, e insiste en la escritura como pasaporte a cierta eternidad, por mínima que esta sea.

Construcciones sobre basamentos de niebla es un libro múltiple e inagotable. Y nosotros sabemos que su realidad es un prodigio que nos seduce y nos encanta. Es por esto que iremos poco a poco entre sus versos, para intentar tener una idea inicial, un trazo lumínico de lo que nos atrapa en él, además de la presencia visual y sonora de este organismo. 

Escribe Juan Liscano sobre Ana Enriqueta: “tiene una penetrante mirada, es decir, una esclarecida conciencia de la creación”.

Escribe Patricia Guzmán sobre este libro lo siguiente: “libro impactante por cuanto radicaliza la exploración de su subjetividad y de la búsqueda de esa dimensión otra de la palabra”.

José Napoleón Oropeza, que la ha leído tanto, y bien, escribió esta reflexión sobre su obra en general que me gustaría tengamos presente: “Una extraña belleza se apodera de los textos al revestir la imagen de una atmósfera onírica, al oponer, a lo real, las veladuras del sueño. La imagen, su música, las cadencias del ritmo, tienden, esta vez, al tramado de realidad y sueño, fantasía y mundo real en una misma imagen”.


A todas estas, ¿qué es lo que dice Ana Enriqueta en este libro? Menciono algunos títulos de los poemas para buscar orientación:

 

Atada a incertidumbres

Ascensos y aun distancias

Desencaje de paso y habla

Bocanada de vacío

Suplicio sin ofensa

Nudos de fuego

Saberse en deuda

Cambios y deudas menores

Rosa abismal

Asumida en propio derrumbe

Extrañezas y duelos

 

Selecciono algunas palabras que aparecen en el libro para tenerlas presentes en la lectura:

 

incertidumbre, distancia, desencaje, vacío, suplicio, nudo, deudas, abismo, derrumbe, extrañeza, duelo…

 

La poesía misma, con esas síntesis que intentan abreviar o condensar algo significativo en los títulos de los poemas, son pequeños faros que iluminan cierta manera de entender lo que compone la autora, nos ofrece algunas pistas para viajar en este terreno.

Vamos también a sus poemas para agudizar el oído y la mirada. Escojo al azar uno que me gusta mucho:

 

Apariencia de mesa servida.

Sobre manteles inauditos, platos, copas voraces, señalando hambre final.

Hambre inmensa como bocanada de vacío.

Alas sin enredo posible en aire inmóvil.

¿Acaso costumbre de inquietud frente al vaso sagrado?

 

Ya la frase “Costumbre de inquietud” parece el título de un libro (Costumbre de sequía es el nombre de un libro de Luis Alberto Crespo), y ese vaso, ¿cuál será ese vaso sagrado y qué contiene ese vaso?, ¿por qué la inquietud?

En todo caso, este poema es un buen ejemplo para saber que nada podrá suplantar la belleza misteriosa del poema por una especie de respuesta a una adivinanza tentativa. Pareciera que más que respuestas definitivas, nos genera preguntas y dibujos de escenarios existenciales. Y el poema puede ser aquello que queda resonando en la cámara nupcial de la sorpresa y el entusiasmo.

 

Un respiro en torno a la historia

Leyéndola ahora, escuchándola, tratando de hacer más cercanas sus palabras, quiero hacer un inciso a partir de cómo la recuerdo a ella en lo personal: apasionada, hermosa, orgullosa, devota, despiertísima, femenina, brillante, seductora. Me decía, por ejemplo, “Sol del mundo”, y en momentos de ficciones protectoras me llamaba “arbolón”… Era un verdadero caso. Un caso encantador sin duda alguna, que podía pasar de la mayor inteligencia elaboradora de ideas al susurro del cuento picante entre dos, a la sonrisa, a la complicidad, a la franca sabrosura de vivir, a sus investigaciones, sonetos, dibujos, oraciones; a su altar, sus dibujos, su familia; a la comida, a sus ríos de siempre, a sus paisajes más constantes, a su memoria maravillosa. Ella siempre estuvo rodeada de tantas cosas…

Era un lujo de la vida. Un collar magnífico con formas imposibles. Con trajes que ella misma confeccionaba para que el esplendor llevara la mejor parte. Y claro, mandaba con la tiranía de una reina de pétalos sonrientes. Ana Enriqueta Terán Madrid, decía a veces en voz alta, y era cuando sentía imprescindible recalcar esas palabras en circunstancias especiales. Y por los Madrid es que éramos familia, pues su mamá era Madrid Carrasquero, y mi abuelo era Martín Márquez Carrasquero. Quiso mucho a mi abuela Trina Áñez Bustillos, mujer recia y reconocida maestra de la ciudad portátil (Trujillo, estado Trujillo).

La poeta y quien escribe, además, tenemos en común a un viejo brillante que fue gobernador de Trujillo en 1850: Manuel María Carrasquero Vethencourt, periodista y poeta que goza todavía de mucha estima y consideración en las tierras andinas (Ana Enriqueta me regaló unas cartas preciosas de él a una novia que luego sería su esposa); estima regional que asimismo me la comentó el historiador trujillano, bibliófilo y amigo al que admiré particularmente por su memoria y por el interés por lo que yo escribía, Rafael Ramón Castellanos.

Sin embargo, ¿qué hacen estos dos párrafos de historia en este escrito? Bueno, primero, porque en la elaboración de este escrito en homenaje a ella consideré también incorporar algo de este estilo personal con Ana Enriqueta, pues esa relación es para mí significativa a la hora de pensar en sus versos, al leerlos, al interpretarlos. Y tal vez también porque en esos fragmentos de la memoria leo, me topo, encuentro caminos donde los versos funcionan como configuración de direcciones, de sendas que nos han hecho meditar bastante en esa antigua y no menos complicada historia de vivir.

Y algo muy importante que debo decir acá: ella fue una mujer preciosa, y más que preciosa, bellísima. En este sentido, el tema de los años para ella no era cualquier cosa. Y es una cosa que debe tenerse presente en cierto nivel de lectura, porque lo que va a enfrentar realmente Ana Enriqueta, a esa edad en la que la mayoría está por completo jubilada, son los propios temas de la sustancia y el sentido de la existencia: la poesía, la escritura, Dios, la conciencia, la muerte, el cuerpo, lo estable, lo residual, la verdad, lo auténtico.

 

De lo que pasa y lo que ocurre

Quiero señalar entonces que en mi aproximación a este libro veo que se activan “vasos comunicantes” con sus letras, y por otro lado, en estos poemas escucho también una demanda, una añoranza, una nostalgia en tono de reclamo, una pasmosa verificación de evidencias anonadantes.

Escuchémosla para tenerla siempre en el punto de mira:

 

Sobre manteles inauditos, platos, copas voraces, señalando hambre final.

Hambre inmensa como bocanada de vacío.

 


No parece hablar acá de una necesidad fisiológica que puede ser satisfecha con algo de alimento, sino de una fuerza insaciable instalada como apetito casi metafísico. A lo mejor, pienso, intuyo, me parece, por esa ambición de unidad ontológica, de fusión posible con la trascendencia, de completud integradora, pues constata la falta medular, el apetito, y esto como que queda rebotando en el vacío de la boca, en el vacío de la vida; a esa hora en que solo quedan los restos, las sobras y las huellas de ciertas apetencias intactas, abiertas como boquetes de la nada con su grieta disolvente en el centro de la mesa: “copas voraces”, “vaso sagrado”, “hambre final”, “hambre inmensa”.

Selecciono y transcribo algunos versos de distintos poemas para seguir un poco la marca que nos dejan en relación a la inquietud y al fragmento, a la división y el desconcierto:

 

Irreconocible propio rostro,

en paso divorciado de lo que afirma centro sin tener centro,

¿Es pues, soledad o nada más usar pañuelos para despedirse de nadie?,

Sometimiento a escalones de humo. Alma en desorden.

Caer de espalda. Solamente caer de espalda,

deudas, irse sin pagos a uno ni otra. SABERSE EN DEUDA.

Contar hasta tres y no borrar la desolación.

Bien persignarse ante miedos de no saber conducir propia alma.

Me absuelvo o aparecen de nuevo culpas.

 

Por otro lado, y en un intento de ir dándole la forma a la curva de las ideas en el final, encuentro en la mención del derrumbe una relación importante con los basamentos de niebla. Que lo diga la poetisa:

 

No cambiaron modales, ni barajar arreglos frente a dureza única.

Ella deglutía ceniza de rosas pero era ceniza.

Era desgajarse en dos partes para sumergirse en aguas de memorias.

Por último, roca de apoyo. Roca de apoyo que no existió jamás.

 

Y comento que, sin esa roca, sin esa dureza en el epicentro que no existió jamás, sin esa fuerza de columna, de sostén, el basamento de niebla se convierte en humo, y la arquitectura tambalea, la casa tiembla física, psíquica y ontológicamente.

Si esta casa es la subjetividad de la que habla Patricia Guzmán o Juan Liscano o Ramón Palomares, lo que está aquí tambaleándose es la conciencia misma, o una manera de entenderla que ahora se percibe desgajada, inquieta, separada, extrañada, distante, incierta, culpable, dubitativa, suplicante, endeudada, y ante esas rosas de cenizas, dice el poema, ante esa división, es posible y a lo mejor preferible hundirse en aguas de memorias, en aguas de la interioridad  para ver qué pasa allí, qué se encuentra, quién vive en la cueva, en las grutas que también existen en esta subjetividad.

En este momento me pregunto, ¿será que esa percepción del vacío, del derrumbe, de la fisura, de la niebla, del humo, la llevó a encontrarse y sentirse en la escritura como respuesta útil a la hora de otorgarle sostén a la casa que se sostiene en el aire?, ¿para encontrar un poco de quietud en la niebla de lo incierto?

 

Centros de luz

El poema con el que finaliza este libro se llama “Ensimismada lucidez”, vale la pena leerlo para constatar que ella sabía muy bien de lo que hablaba. Aquí, esta música tiene una escritura bien trenzada, un pentagrama cruzado por su propia manera de interpretar la vida. El poema dice así:

 

Borra símbolos para hallar centro de luz en presencia fija.

Intuye presencia y nunca tanto caracol asfixiado en espirales de nada,

ideando modos, gesto o palabra, para ver, solamente ver…

Nunca tanto implorar por tactos que tropiecen en algo,

alguna señal de textura ardida

                                                        para ver, solamente ver.

 

Más allá de lo que da a pensar este poema, es interesante esto de que después de mucho escribir, de mucho pensar y sentir, sea la visión aquello que parece tender un puente a ese posible más allá de ella, a esa tal vez única promesa tangible de novedad que entraña el sentido de la vista bajo la noción del fruto, sin importar ya tanto la nada sino la ideación de aquello que nos descubre lo sensorial subjetivado en voz primera y satisfacción que traspasa e ilumina. La lucidez del poema entendida como descubrimiento de una posibilidad de relacionarse con el mundo a partir de vías inéditas para dar consigo y con lo Otro. Se trata de entender este libro como una experiencia de aprendizaje, como una investigación, como un viaje interior. 

Retomo el contexto de casa y conciencia, pues aquí me parece que puede resultar iluminadora una frase de Sigmund Freud que dice así:

 

El yo no es amo en su propia casa.

 

Sí, sería interesantísimo hacer una lectura de la poesía de Ana Enriqueta Terán desde la tensión entre la conciencia y lo Otro, que sin duda conoció muy pronto, y tensión de la que aprendió mucho acerca de lo que todavía hay que esclarecer en sus versos, y le da ese registro de grieta, de rajadura, de abismo, de misterio, tan contemporáneo en su obra.

Ana Enriqueta Terán es una escritora que tiene muchas cosas que decirnos. Leerla es entrar en los dilemas propios de la actualidad. Y esto hay que subrayarlo, porque a veces uno encuentra miradas de su obra que por el acercamiento a la poesía clásica española que existe en los versos de la poetisa trujillana, la ubican en una especie de recreadora virtuosa del idioma con tintes arcaizantes, pero en realidad no saben qué hacer con estas letras.

Y en cuanto a:

 

Borra símbolos para hallar centro de luz en presencia fija.

Intuye presencia y nunca tanto caracol asfixiado en espirales de nada,

ideando modos, gesto o palabra, para ver, solamente ver…

 

Aquí parece que la poeta habla con libertad de esa lucidez especial, la del cuerpo hacia adentro, la de la ensimismada, la metida en sí, en notoria distancia con el Yo. Se trata posiblemente de borrar símbolos (discursos al día) para hallar centros de luz en presencia fija. Una presencia que hay que intuir más abajo y pasando de lado por el lugar preferencial de la sonoridad caracoleada en la escritura (“nunca tanto caracol asfixiado en espirales de nada”) con el objetivo de ver, solamente ver, que es como decir: pensar en claro.

Es entonces, al decir los versos, al hacerlos surgir en el cuarto acústico del alma, el cuarto quizás más humilde y cierto, cuando es posible ver mejor, pensar con menos estorbos. Buscar en uno el centro de lo oscuro y dar con las necesarias fuentes de luz para intuir presencias estables, en tanto que posibles respuestas a una subjetividad que se escucha, se ausculta, se acompaña y se da ánimo, desde visiones especiales, diferenciadas, en la atención mayor a lo más íntimo, a la visión que quiere abrirse paso, que insiste para hacer sentir su voz más auténtica, más vaciada (sin apoyos fantasmáticos), y escribir sobre lo que pasa y lo que no termina de pasar en esta vida, que, efectivamente, dramáticamente, es dura, contradictoria, compleja, dolorosa, hipercostosa en varios sentidos. Y también hermosa.

Así también leo este poemario, desde un lugar necesario para entender y darle algún sentido a la existencia en contacto profundo con las palabras. Esta convocatoria a ver, a pensar en claro, la encuentro en ella, en esta poeta admirada y querida.

Por todo lo dicho hasta acá, resumo: leer a Ana Enriqueta es siempre un trabajo exigente, ya que nos moviliza y nos compromete por entero con su presencia, con ese a través bien trazado y radiante de sus palabras.

A TEA, nuestro mayor cariño por esos dibujos que parecen ser portadores de más de una pequeña lámpara para entrar y disfrutar en estos sitios tan especiales. Son como un oráculo.





MIGUEL MÁRQUEZ (Venezuela, 1955). Escritor, poeta, editor. Creador y director de la Fundación Editorial El Perro y La Rana, importante editorial de su país. Autor de los siguientes libros de poesía: Cosas por decir (1982), Soneto al aire libre (1986), Poemas de Berna (1991), La casa, el paso (1992), A salvo en la penumbra (1998), Linaje de ofenda (2001), La memoria y el anzuelo (2006), Fragmentos de la batalla (2010), Poemas de la independencia y el escarnio (2010), Reserva y esplendor (2011), Trinitarias de la cara y el envés (2014), Campana en el fondo del río (2015), Creyones sobre el asfalto (2016).




ZUCA SARDAN (Brasil, 1933). Erroneamente situado no casulo que a crítica achou por bem batizar de poesia marginal, sua obra é marcada por uma fusão de linguagens, onde poemas, fábulas, sátiras, desenhos, colagens, agitam as plateias mais dispersas e distintas possíveis. Entre seus livros, estão: Aqueles papéis, poesia (1975), Os mystérios, fábulas (1979), Visões do bardo, graffitti (1980), Ás de colete, poesias, desenhos (1994). Ao lado de Floriano Martins escreveu, a quatro mãos, inúmeras peças de um teatro automático, reunidas nos livros: O Iluminismo é uma baleia (2016) e A volta da baleia Beluxa (2022). Artista convidado da presente edição de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 240 | setembro de 2023

Artista convidada: Zuca Sardan (Brasil, 1933)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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