El destierro, el reiterado regreso a su patria, la prisión, la tortura,
la organización insurgente y una fe inexorable en la humanidad, marcaron su palabra
con una poderosa originalidad para trasmitir la verdad del tiempo
que le tocó vivir, especialmente en lo que respecta a la poesía escrita por mujeres,
tal como lo expresó Augusto Roa Bastos: “ubicada
en la línea social y popular inaugurada por Julio Correa, Carmen Soler representa
por primera vez en la poesía paraguaya la irrupción de la mujer como poeta de combate”.
Sus poemas fueron
publicados en tres poemarios, dos antologías y un archivo público digital de manuscritos
y mecanografiados. Las primeras dos publicaciones fueron en Uruguay (1970) y Argentina
(1986). La tercera fue lanzada en su país recién en 1995, diez años después de su
muerte. [1]
Proveniente
de una familia de activo compromiso social, Carmen militó desde muy joven, primero
en las filas del Partido Revolucionario Febrerista (PRF) y desde 1955 hasta su muerte,
en el Partido Comunista Paraguayo (PCP). Su padre fue cuadro político del PRF, su
hermana Dalila accionó en clandestinidad en el PCP durante tres décadas, y su hermano,
Miguel Ángel Soler, tras ser torturado y asesinado, fue desaparecido por la tiranía
stronista en 1975, siendo Secretario General del Partido Comunista. Fruto del primer
matrimonio de Carmen, su única hija María Eugenia Aponte Soler, Matena, también
soportó la cárcel y la tortura en 1965, cuando formaba parte de la Juventud Comunista,
siendo dirigente estudiantil.
Carmen
Soler contrajo su segundo matrimonio con otro emblemático revolucionario, Luis Casabianca.
Se conocieron en la militancia antidictatorial. En la segunda mitad de la década
del ’40, ambos integraron el PRF, formando parte del ala radical marxista conocida
como Bloque Liberación, y desde el año
54, coinciden también en su afiliación al Partido Comunista. En 1957 se casaron
en plena acción insurrecta y por 28 años fueron inseparables compañeros hasta el
fallecimiento de la poeta en el exilio. Durante este tiempo entran y salen clandestinamente
a Paraguay en reiteradas ocasiones, pasando por casi una decena de países para escapar
de la cárcel y la muerte –entre los que figuran Argentina, Uruguay, Suecia, Chile,
China, Rusia– sin detenerse en el combate contra el fascismo, la opresión y la explotación;
conspirando desde las filas del PCP y escribiendo. Abocados a la construcción de
una sociedad sin distinción de clases en la que todas las personas puedan vivir
a plenitud el desarrollo de sus capacidades de producir y crear.
El
denuedo incoercible del agua humana
En
una charla radiada por la B.B.C. de Londres, en octubre de 1945 y publicada al año
siguiente en la Revista del Ateneo Paraguayo, Roa Bastos destaca la intensidad lírica
de Hérib Campos Cervera y Josefina Plá. Y respecto a las tendencias confrontadas
en Paraguay durante aquella década, habla de una estética fragmentada, evasiva y
personalista, que impugnaba lo que sería el germen de la posvanguardia, referenciada
con esta pareja de escritores. Dice Roa:
Se les ha echado el cargo de hacer poesía
política. También a los nuevos poetas paraguayos. Como si la poesía pudiera desentenderse
de la política, cuando esta política es nada menos que el denuedo incoercible del
agua humana que busca el nivel de libertad humillada por la opresión.
(Roa Bastos, 1946).
Ellos
lideraron la generación del 40, fundamental para toda la literatura posterior, con
una marcada sensibilidad atravesada por la revolución de 1947, que había revuelto
todas las certezas estéticas y los compromisos. Tras ser derrotada por las fuerzas
del dictador Higinio Morínigo, ocasionando el éxodo más grande hasta entonces en
la historia del Paraguay, fueron desterrados una partida de célebres creadores que
incluyen a Campos Cervera y Roa Bastos. También a Carmen Soler, que formó parte
de los movimientos de resistencia y trabajó por la libertad de los presos políticos,
entre ellos su hermano Miguel Ángel. En ese tiempo la poeta visita la prisión llevando
cartas escondidas en los pañales de su pequeña hija Matena. A finales del 47 debe
huir al exilio con su familia para salvar su vida.
“Que
no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada del pueblo”, exclamaba con su
último aliento el poeta de Un puñado de tierra.
En aquel destierro, Campos Cervera publica en 1950 su primer libro, Ceniza redimida, y dos años después daría
a conocer su obra teatral Juan Hachero.
Mientras tanto, en la Patagonia, Carmen escribía poemas y notas periodísticas. En
1953, dos hechos literarios antagónicos ilustraban la extirpación forzosa que había
sufrido la poesía paraguaya: fallece Campos Cervera sin poder volver a su tierra
y se registran las primeras publicaciones de los poemas de Soler en revistas internacionales.
Carmen
–que formaría parte de la siguiente generación de escritores– concordaba con este
esfuerzo mayor de la poesía por aprehender la realidad impactante que la desgarraba,
por desarrollar un sentido histórico, como decía Bertolt Brecht, hasta convertirlo
en un placer concreto para los sentidos. Su acción disruptiva es desde una perspectiva
creadora.
Tu canto es el del fruto que madura
a sol, a lluvia, a viento, a duro empeño
de transformar en pulpa de ternura
cuanto hiere y mutila nuestro sueño.
Canto que esgrimen como un arma pura
tus manos de muchacho enamorado
de la luz, del color, de la dulzura
de dar vida a un paisaje encadenado.
Estos
cuartetos con estructura de serventesio pertenecen al poema El paisaje, tu nombre y tu canto, escrito
por Soler en febrero de 1956 y dedicado a Elvio Romero, quien sería el más joven
de aquella promoción de escritores unida en un mismo propósito en la década del
’40. Con este fecundo poeta, Carmen Soler coincidía también en su afiliación al
Partido Comunista Paraguayo, al igual que con el creador de la guarania, también
desterrado, José Asunción Flores, miembro del Comité Central del PCP; el dramaturgo
y músico popular, Arturo Pereira; el escritor y estudioso del guaraní, Félix de
Guarania; el médico, artista plástico y poeta Joel Filártiga; el poeta, periodista
y teórico, Luis María Martínez; el artista plástico Alberto Barrett; el poeta, narrador
y dramaturgo Dimas Aranda, entre otros valiosos exponentes del arte paraguayo.
Poesía espontánea y urgente
que interpreta el grito multitudinario de
la sangre que siente el acecho de la muerte, tal como definía Roa la poesía de Plá y Cervera, se percibe
en estos versos de potente movimiento que componen La zafra, poema que Carmen
Soler dedica justamente “a Josefina Plá, a sus cuentos”:
El cañero trabaja
machete sube
machete baja
¡y sigue la zafra!
El sudor le sabe
a lágrima
y la lágrima a
sudor.
El agua le sabe
a caña
y la caña a quemazón.
La quemazón en
la piel
y la piel en la
garganta
el cañero trabaja
fuego que sube
fuego que baja,
¡y sigue la zafra!
Y llegó la sangre
al río
y el río no llegó
al mar;
se quedó en la
cordillera
y de ahí volvió
a bajar.
El cañero trabaja
sangre que sube
sangre que baja,
¡y sigue la zafra!
El
amplio y heterogéneo grupo que desarrollaría sus capacidades literarias en la década
del ’50 (Rubén Bareiro Saguier, Carlos Villagra Marsal, Luisa Artecona de Thompson,
José Luis Appleyard, Ester de Izaguirre, entre muchos otros), presenta especialmente
en el campo de la poesía paraguaya las señas de identidad de una nueva percepción
estética. Dos grupos bien definidos desarrollaron su quehacer literario y cultural
en la Academia Literaria del Colegio San José y en la Facultad de Filosofía de la
Universidad Nacional de Asunción (Suárez, 2006).
Yo soy
Dominga Villalba;
nací en el surco
donde mi madre sembraba.
La hamaca que me sirvió
de cuna
la trenzó la ausencia
y la colgó el olvido.
Pablo, dicen, que
se llamaba.
¡Nunca vino a verme!
El camino de los pobres
solamente el dolor
lo encuentra siempre.
Papeles,
sellados de injusticia.
Fusiles,
cargados de ignominia.
Rancho, sembrados,
esperanzas, ¡todo!
era ajeno.
Nuestro,
solamente un poco
de carne encallecida
y un gran amor alimentado
de tierra, de rocío,
de pájaros y espigas.
Ahora,
soy Dominga Villalba,
obrera,
rebelde y combativa,
voz y puño en la lucha
por el pan y por la
tierra.
¡Así me hicieron!
A golpes trabajaron
mi arcilla campesina
y ahora soy
¡fibra de acero!
[La obrerita (1955)]
Además
de la derrota de la insurrección de 1947, y como consecuencia de esta, otro hecho
político influenciaría decisivamente a la generación del ’50: el golpe de Estado
de Alfredo Stroessner [2] ocurrido el
4 de mayo de 1954, y con él la consolidación de una tiranía fascista que fue capaz
de asimilar y moldear a la Asociación Nacional Republicana, conocida como Partido
Colorado, apoyado en las Fuerzas Armadas, la Policía, y más tarde como integrante
protagónico del genocidio continental que articuló las dictaduras de la región,
el Operativo Cóndor, organizado y tutelado
por el gobierno de EEUU. La tiranía stronista fue la más prolongada, durante 35
años “su mano asesina infringiría un largo manto de censura, muertes y persecuciones
en todo el territorio nacional (Suárez, 2006).
Un
ejemplo que puede mostrar cómo lo que la Revolución del 47, aparentemente, no había
disuelto, sí lo había logrado la tiranía de Stroessner, es el derrotero absolutamente
disímil, dicotómico que tomarían dos exponentes de la amplia hornada literaria que
había crecido en la década del ’50: mientras el dramaturgo Mario Halley Mora habría
de convertirse en uno de los principales referentes intelectuales del stronismo,
desde su atalaya del diario Patria en
donde denunciaba a miembros de la oposición paraguaya pensante, Carmen Soler tomaría
de a poco protagonismo en los grupos opositores al régimen. Sus versos corrían a
escondidas más allá de las fronteras nacionales. En el exilio Carmen establecería
vínculos con poetas de América y Europa. Sus poemas serían publicados en diarios
y revistas de Argentina, Uruguay, Cuba, Ecuador, Alemania, Austria e Italia. En
Paraguay, estaban prohibidos.
En
el 54 Carmen regresa a su país después de aquel primer exilio ocurrido tras la insurrección
del 47 y se afilia al Partido Comunista Paraguayo. Al poco tiempo, en julio del
1955 sufre su primer arresto por juntar firmas para la campaña internacional contra
la bomba atómica, presidida en Paraguay por su padre, y por escribir poesía de fondo
comunista, tal como se registra en su ficha policial. Como aporte a esta campaña
internacional contra el uso de armas de destrucción masiva y por la paz mundial,
Carmen Soler traduce al castellano y al guaraní el impactante poema La niña muerta, del poeta turco Nazim Hikmet,
que recrea la voz de una niña de 7 años muerta tras la bomba lanzada en Hiroshima.
La traducción al guaraní había sido en conjunto con el poeta Leopoldo Franco, cuya
coautoría se ocultó por años para evitar la represión.
Exactamente
el 26 de julio de 1955, presa en la cárcel de mujeres Buen Pastor, Soler escribe
el poema Alas y cadenas:
Oídme. Yo he visto.
Hay sangre en las espigas
y sangre en los terrones,
y las heridas
están llenas de tierra y llenas
de granos que germinan.
He visto
huellas de botas que han pasado
quebrando los maizales,
y voces prohibidas arengando
rebeldes mandiocales.
He visto
el espadín del coco erguirse airado
buscando quien lo esgrima,
y manos tendidas en su busca
sangrando en las espinas.
He visto
romperse el surco henchido
de fuerzas potenciales,
con temblores que llegan desbocados
desde los quebrachales.
He visto
el furor del viento redoblando
sus iras con sus penas.
Y oídme.
La tierra está forjando
sus alas, sin cadenas.
En el allanamiento de su casa, la
policía stronista había usurpado los mecanografiados que preparaba para un primer
libro. Le fueron despojados poemas emblemáticos como La alondra herida, Más palabras mías, La canción del progreso, ¡Fuerte!,
La obrerita, Guatemala, Alguien gritó, Espejismo, La alojera. Apenas liberada
fue deportada a Clorinda, como expresa la propia autora en
una nota escrita a máquina, rescatada por su hija Matena.
Estos
poemas publicados son los que pude reconstruir de memoria, de un primer libro que
iba a publicar en 1955 y que me secuestró la policía en un allanamiento en julio
de 1955 (…) Por esos poemas fui a la cárcel de mujeres y luego deportada a Clorinda.
Además la policía prohibió a los diarios locales publicar nada mío.
(Soler, 2016)
Desde
el destierro, escribe el poema ¡Ilusos!, donde
denuncia a Hellman “el jefe del cuarteto pistolero”
que fue a apresarla y concluye:
¡Apresar mis versos!
si estoy llena
de luces
que se escapan
cantando
Si estoy llena
de voces
que cantan en
el viento
¡Ilusos!
Si aún sobre mi
tumba
oirán la campana
¡tocando a rebato
por la libertad!
Ella
no se equivocó. Su retórica frontal, su indignación activa ante las atrocidades
del sistema dominante y su llamado a la insurrección se disponen de forma constante
a poner en duda la inmutabilidad del poder establecido.
En los últimos versos de su poema Alguien canta, dedicado al destacado revolucionario
comunista Obdulio Barthe, [3] Carmen
hace alusión a hechos reales que ensancharon de dignidad
la historia de más de un pueblo. En Paraguay, Luis Casabianca rescata el caso del
dirigente comunista Rogelio Mora, que invitó a otros presos políticos a cantar para
demostrar su convicción y moral frente a los simulacros de fusilamiento perpetrados
por represores en la Comisaría Séptima, hazaña que, a su vez, se había inspirado
en los comunistas franceses que cantaban La
Internacional mientras eran fusilados por los militares nazis (Casabianca, 2012).
Bajo
los cielos ásperos
sobre
la tierra violenta
alguien
canta.
Allí
donde jamás avisa el día
ni
existe un atisbo de los ruiseñores,
alguien
canta.
Allí
donde el silencio
se
rompe solo a gritos
y las
palabras de amor
se
dicen en secreto,
alguien
canta.
Allí
donde los hombres están desnudos
y amarrados
a los cepos,
alguien
canta.
Frente
al pelotón de los fusilamientos,
alguien
canta.
¡Escucha!
¡Levántate!
Alguien
canta.
[Alguien canta, de En la Tempestad (1986)]
El
teórico Terry Eagleton, señala que hay periodos y sociedades en que el compromiso
político consciente puede no ser una condición necesaria para la producción de grandes
obras de arte; pero hay otros periodos, el fascismo por ejemplo, en los que sobrevivir
y producir como artista conllevan la clase de cuestionamiento que termina convirtiéndose
en un compromiso explícito. “En sociedades así la toma de compromiso consciente
y la capacidad de producir grandes obras van espontáneamente juntas”
El
poeta y ensayista cubano, Roberto Fernández Retamar, aclara al respecto que la realidad
histórica que contiene y, a la vez, es incidida por cada generación de escritores
es morfológica, no es valorativa, es decir, implica diferencia de formas,
no de calidad (2016). El valor estético no es una cualidad o propiedad de los objetos
por sí mismos sino algo que adquieren gracias a la experiencia social del ser humano
como ser creador (Sánchez Vázquez, 1965).
En
marzo de 1958, en el marco de un intercambio con la artista plástica y educadora
Olga Blinder en torno a este mismo debate, en una carta dirigida a la pintora, Carmen
escribe “la lucha por darle una forma correcta al contenido, es la lucha de todos
los que intentamos crear”, y continúa:
Creo
que en los tiempos que nos toca vivir, el apasionamiento, la emoción, el humanismo,
necesariamente tienen que romper con normas pre establecidas. Al fin y al cabo,
¿Por qué tienen que ser eternas? Hay cosas que no se pueden encerrar porque se mueren.
(…) La forma es el oficio. El contenido hace que sea arte. No debemos permitir que
un formalismo hueco trabe nuestra labor creadora. (…) Si en cambio el artista se
supedita a las formas, cae en un esquematismo frío, que puede ser muy útil en la
industria, en el comercio, pero que no puede ser arte (…) Y el arte es comunicación.
Como dijo Antonio Machado, el arte es un diálogo del hombre con su tiempo. Y nuestro
tiempo no es el de la puntilla y el rococó, sino del alambre de púa. Y yo quiero
arte para este tiempo nuestro. Forzosamente tiene que ser un arte erizado. Nuestra
obra tiene que sacudir, movilizar, obligar a pensar, hacer sentir.
Dos
décadas más tarde, en una prosa titulada Respuestas a preguntas no hechas que
deseo contestar, como epílogo de su proceso de reflexión sobre la creación estética,
la poeta expone una comprensión profundizada y dialéctica de la literatura, que
concibe a la obra como una totalidad unificada:
No
contrapongo forma y contenido, porque forman un todo que se influencia y determina
mutuamente (…) El compromiso que se siente es doble, estético y social… Sé para
quién y para qué escribo. Eso es fundamental.
Si
bien esta reflexión es de la década de los 80, su percepción praxiológica del arte
se aprecia nítidamente ya desde sus primeros poemas. La palabra de Carmen Soler
es la del pueblo oprimido y rebelde. La concreción de su lenguaje sirvió para reforzar
la opción de clase de su poesía y es también leída como una consecuencia de sus
circunstancias históricas y de su opción política militante. Este estilo literario
buscaba un impacto inmediato, como asimilación de una urgencia histórica y revolucionaria.
Alguien gritó:
¡Viva la libertad!
[Alguien gritó, de Poemas (1970)]
El
arte es capaz de proporcionarnos el conocimiento experiencial de una situación.
Nos permite sentir lo que se vive y se siente en determinadas condiciones, y a partir
de esta experiencia “nos proporciona la percepción de una ideología, que es una
sólida realidad simbólica, una fuerza material y activa que organiza la vida de
los seres humanos” (Eagleton, 2013). En el caso de Carmen Soler, el marxismo
definido como filosofía de la praxis es la base ideológica desde donde se
funda su palabra potente y es el engranaje que la erige como una unidad de forma
y contenido.
Hay un pincel
que canta sobre el muro,
con nuevo ritmo,
viejas realidades.
Trae al presente
antiguas claridades,
realza en sombras
un presente oscuro.
Pero es pincel
con nombre de futuro
y cuanto roza
en vida se transforma.
Por dar forma
a una idea se deforma
en grandes ojos,
en inmensos puños.
Es un pincel de
antiguo y nuevo cuño,
es el pincel de
siempre, el verdadero,
que en cada tiempo
encuentra su madero
a la vez atrevido
y oportuno.
[Fragmento
de Al pincel sobre el muro, de Poemas (1970)]
Adolfo Sánchez Vázquez
habla de la insistencia permanente del marxismo en ese sustrato ideológico que se
impregna en los sentidos e incide en la creación artística. No obstante, aclara
que la relación entre arte e ideología, por su carácter sumamente complejo y contradictorio,
ha llevado a dos extremos nocivos de interpretación que se alejan de los principios
del marxismo. Uno, muy frecuente entre los estéticos marxistas, es el de establecer
en nombre del carácter ideológico de la producción artística, un signo de igualdad
entre arte e ideología que deriva en la sobreestimación del factor ideológico de
la obra de arte y la consiguiente minimización de su forma y de su coherencia interna.
El otro extremo nocivo deviene de la oposición radical entre arte e ideología, que
genera un abismo entre arte y sociedad al negar la obra estética como producto del
ser humano históricamente condicionado.
En
oposición a la determinación del contenido como una mera función de la forma, pregonada
por el formalismo, y al otro polo, para el cual la forma es un mero artificio que
se asimila pasivamente al contenido implacable de la historia, el marxismo concibe
a estos en relación dialéctica, afirmando a la vez, en última instancia, la primacía
del contenido en la determinación de la forma, que no permanece impasible, sino
que reacciona sobre él. La obra artística resulta entonces de un proceso de integración
de las referencias particulares y contextuales a una estructura o totalidad que
tiene su legalidad propia (Sánchez Vázquez, 1965).
En
sus Lecciones sobre la estética (1835),
Hegel sostiene que “todo contenido definido determina la forma que debe encarnarlo
de manera adecuada”. Si bien Marx no estaba de acuerdo en la totalidad de la comprensión
estética hegeliana por su base filosófica fundada en el idealismo, ambos concordaban
en un punto esencial: “la forma no es el mero capricho de un artista individual.
Las formas están históricamente determinadas por el tipo de contenido que tienen
que encarnar; cambian, se trasforman, son destruidas y revolucionadas cuando cambia
el contenido”. Para Marx, “la forma no tiene ningún valor al menos que sea la forma
de un contenido concreto”. No obstante, para comprender en su dimensión dialéctica
esta relación, Lukács sostiene que “en el arte la forma es el verdadero vehículo
de la ideología más que el contenido abstracto de la obra. La huella de la historia
se encuentra en la obra literaria en tanto literaria, no como una forma superior
de documentación social”, es decir, el verdadero elemento social de la literatura
es la forma (ídem). Siguiendo esta línea de pensamiento, Trotsky sostiene que la
forma artística es producto de un contenido social, y por su alto grado de autonomía,
debe ser juzgada por su propia ley. “La relación recíproca entre la forma y el contenido
está determinada por la nueva forma, descubierta, anunciada y desarrollada bajo
la presión de una necesidad interior, de una exigencia psicológica colectiva, que,
como toda psicología humana tiene raíces sociales” (Trotsky, 2002).
Soler integra la lista de escritores que como dice Fernández
Retamar “supieron que la batalla de la palabra tiene lugar en ella, pero también
en otra parte. Pues una palabra es siempre palabra de algo, nombre de una cosa.
La inquietud del verbo era la cara de otra inquietud” (2016).
Tomo palabras y ejerzo
el noble oficio
de los parteros y
los enterradores.
Las palabras dan a
luz
lo que nace;
y entierran lo que
muere.
Bajo los poemas inservibles
pondremos epitafios:
aquí yacen
bajo millones de palabras
los que intentaron
matar la poesía.
Aquí yacen.
Bajo millones de verdades.
[Palabras.
De La alondra herida (2005)]
Alguien cavó y abrió el surco negro
y tiró
y se fue.
Y allí en el surco negro quedó el hombre
sucio de sangre y tierra.
Sangre y tierra.
Sangre suya
y tierra ajena.
Alguien hendió y abrió el surco rojo
y sembró
y se fue.
Y allí en el surco rojo nació el niño
sucio de sangre y tierra.
Sangre y tierra.
Sangre suya y tierra ajena.
En el surco crece el niño.
en el surco se hará grande.
Y la tierra será suya
y la sangre será ajena.
En
aquel tiempo, Carmen y Luis Casabianca militan clandestinamente en Asunción, viven
en un barrio cercano al centro en donde la poeta ejerce de enfermera voluntaria.
Este oficio generó el aprecio de los vecinos que daban buenas referencias suyas
al ser interrogados por pyragues, expresión
en guaraní utilizada para nombrar a los informantes infiltrados de la policía y
a los informantes reclutados de la sociedad civil insertos absolutamente en todos
los espacios sociales. Este mecanismo represivo de control y vigilancia del régimen
stronista desgarró el tejido social de forma traumática.
En
1960 Luis Casabianca cae preso. Poco después Carmen es encarcelada en el Departamento
de Investigaciones de la Policía y luego trasladada a la Comisaría Tercera. Realiza
una huelga de hambre y sed por conocer el paradero de su compañero, por el cese
de las torturas y por la libertad de ambos. Su poema En la Comisaría Quinta, dedicado a Casabianca, se refiere a aquel incidente:
Altas achiras rojas
-yo sé con qué sangre
enrojecidas-
en el patio de la
quinta,
florecidas.
Arriba el cielo azul
indiferente,
y sordo y mudo y ciego,
como siempre.
Abajo la prisión
y tus heridas,
cayendo gota a gota
en las achiras.
Y afuera y en nosotros
la simiente,
la verdad de su fuerza,
como siempre.
En
aquel apresamiento la poeta se encontraría con los principales dirigentes comunistas
arrestados dos años antes, por estar al frente en las luchas contra el régimen opresivo
desarrollando diversas tareas para la unidad democrática, desde las sentidas reivindicaciones
económico-sociales que fueron madurando hasta la preparación de una huelga obrera
por aumento de salarios, libertad sindical y en repudio al régimen autoritario:
Antonio Maidana, Julio Rojas y Alfredo Alcorta. En enero del 58, Rojas había sido
capturado cuando regresaba de un local clandestino donde daba clases a obreros de
una fábrica de fósforo. En agosto, después de dar batalla a sus represores, había
caído Antonio. Llevaba consigo un llamamiento del Comité Central del PCP para aquella
histórica huelga del 27 agosto del 58. Y en noviembre cae Alcorta. El 24 de diciembre
de aquel año, los tres dirigentes comunistas fueron trasladados a la Comisaría Tercera
donde enfrentaron casi dos décadas de brutales torturas. En 1980, dos años después
de ser liberado, Antonio Maidana [6]
fue desaparecido en Buenos Aires junto con otro camarada, Emilio Roa, como último
zarpazo de la bestia stronista a nivel internacional, a través del Plan Cóndor (Ovejero,
2020)
(…)
Conoce
la tierra que abonamos
aunque
roben sudores y trabajo.
Conoce
la siembra clandestina
y cómo
cuida el pueblo cada grano
para
avanzar camino hacia el futuro
para
buscar la luz y aprehenderla
porque
debe llegar, porque no somos
esta
trágica noche que nos puebla.
Por
eso nos repite nuestra historia
la
vida de los héroes calumniados
ejemplos
de honradez y patriotismo
que
vienen con su fuerza y su milagro.
Y extendidos
los brazos fraternales
nos
enseña con su ejemplo claro,
a unir
todas las aguas en un cauce,
a ver
en cada pueblo a nuestro hermano.
Es
un río de vida nuestro río;
convoca
y llama con su eterno avance.
Guía
tenaz de tiempos venideros
va
empujando la vida hacia adelante.
[Fragmento
de “Río Paraguay”, poema dedicado a Antonio Maidana.]
Casabianca, una vez
juzgado por la famosa ley 294 de “defensa de la democracia” –disposición del régimen
para legalizar la persecución a la oposición– es finalmente liberado a fines de
1960. Carmen lo espera en Montevideo, donde ambos se vincularían una vez más con
la familia Barrett y la colectividad de exiliados paraguayos, con quienes trabajan
arduamente por la libertad de los presos políticos y en apoyo al FULNA.
En el 63, Carmen y Luis ingresan nuevamente al Paraguay
y activan en Asunción durante un año. En febrero de 1968, Soler es nuevamente
apresada cuando se disponía a cruzar la frontera. Había sido delatada por un pasero
de la costa del río en Itá Enramada y pronto es arrojada a los calabozos de “La
Técnica” (hoy Museo de las Memorias) donde es sometida a bestiales martirios. Testimonios
de otros presos registrados por la Comisión de Verdad y Justicia, resaltan el temperamento
imbatible de la poeta que peleaba con sus torturadores sin doblegarse, lejos de
dar un solo dato de sus camaradas, mientras era golpeada y zambullida en la terrorífica
pileta de sangre y excrementos una y otra vez hasta perder el conocimiento. Para
acabar con las torturas e impedir que su nombre integre la lista de desaparecidos,
Carmen se corta las venas del brazo y es internada en grave estado en el Policlínico
Policial Rigoberto Caballero. Poco después de haber sido hospitalizada, la poeta
vuelve a La Técnica e inicia otra huelga
de hambre exigiendo su libertad y la de sus camaradas. A partir de las denuncias
hechas tras conocerse su situación, legisladores, artistas e intelectuales de Uruguay,
Chile y Argentina, envían telegramas al ministro del Interior, Sabino Montanaro,
reclamando su libertad. Entre ellos, Juvencio Valle y Pablo Neruda. Con la salud
muy deteriorada, se le otorga un régimen de prisión domiciliaria en casa de su hermana
Yolanda, donde escribe una conmovedora carta
fechada el 10 de abril de 1968. Al poco tiempo, sabiendo que la volverían a apresar,
Yolanda la lleva a la embajada uruguaya solicitando asilo político. Rumbo a Montevideo,
Carmen Soler parte nuevamente de su patria, pero esta vez para no volver.
(…) Puede que consiga mi libertad y puede que me dejen morir. El riesgo tengo
que correrlo, como ya lo hice. Lo volveré a hacer con la misma firmeza. Mi moral
está alta y me siento fuerte y segura. Si muero, mi muerte será útil. Cuando estaba
en el calabozo, ya muy debilitada físicamente, esa idea me sostenía. Sabía que mi
decisión era justa, porque cuando a una persona se le coloca en la disyuntiva de
tener que elegir entre la indignidad y la muerte, debe elegir la muerte y debe saber
morir.
He pensado mucho en Julius Fuseik, en los esposos Rosemberg, en todos los
héroes de la lucha contra el fascismo, en todos nuestros compañeros asesinados o
muertos en combate. Igual que ellos yo amo la vida. Y por amarla tanto, no la quiero
sin dignidad. Solo de pensar que con mi lucha podía –a pesar de estar ahí, en la
cueva del enemigo– contribuir con un grano de arena a que mañana en el mundo se
pueda vivir sin miedo, se pueda trabajar y construir cantando, me invadía una gran
alegría y una gran fuerza.
Esa es una profunda convicción que tengo y que sé no me abandonará por duras
que sean las pruebas que nuevamente deba afrontar.
Y a mi querido P.C.P., a todos los camaradas, mi emocionada gratitud. Nada
hay más hermoso que vivir y morir por una causa justa y la nuestra no sólo es la
más justa sino también la más bella, la más noble; el bien más preciado de la humanidad.
Y no duden, el día de la victoria, estaré allí, agitando las banderas. Matena,
Lui, no digan: “¡si ella lo hubiese visto!” Porque lo estoy viendo y estaré allí,
con todos los que lucharon y murieron para que ese día llegue. Y soy feliz (…).
[Carta de 1968. Carmen Soler.]
Tres años después, Carmen y Luis
se encuentran viviendo en Santiago, trabajando para la Comisión por los Derechos
Humanos en el Paraguay y colaborando con el Partido Comunista de Chile en apoyo
al gobierno popular de Salvador Allende. Tras el golpe de Estado del 11 de setiembre
de 1973, ambos forman parte de los movimientos de resistencia que confrontan con
el régimen tiránico de Pinochet. Y finalmente, a finales de octubre deben huir de
Chile para salvar sus vidas. Para ello reciben la ayuda de otro escritor paraguayo,
Carlos Villagra Marsal, quien esquivando apenas las fuerzas pinochetistas los esconde
en la valijera de su vehículo e irrumpe en la embajada sueca pidiendo asilo. Así
logran escapar a Estocolmo en carácter de refugiados políticos. Y luego de meses
de trámites y controles médicos durante los cuales fueron alojados en escuelas y
hoteles en el sur de Suecia, Carmen retoma su producción literaria y periodística.
[Bandos. Chile,
1973.]
Siendo Secretario General
del Partido Comunista Paraguayo, el
30
de noviembre fue secuestrado en Asunción por la policía de Stroessner, torturado hasta morir y luego desaparecido. Durante
décadas la maquinaria stronista lo había perseguido frenéticamente con el propósito
de mitigar el influjo de quien fuera uno de los cuadros políticos más destacados
del PCP. La trágica noticia afectó a la poeta con un dolor incurable. Su desgarrador
poema Calabozo de Castigo está dedicado: “A mi hermano Miguel Ángel, a
todos mis hermanos y hermanas del mundo aún oprimido”, y es un alegato profundo
de todo el horror y la dignidad que disputaban el sentido común de aquella –así
como de esta– sociedad.
Una horda de alacranes
clava aguijones eléctricos.
Se retuerce, baila, salta
un monigote grotesco.
Una garganta de perros
desgarra gritos violentos
y una lengua azul se enrosca
sobre su propio silencio.
Sumergen en la pileta
de agua con excrementos.
Se ahoga, se va, se afloja,
lucha, vuelve, aspira el cielo,
forcejea, se abandona
sin barreras en el cuerpo.
Extrañas flores de luces
estallan en el cerebro.
(…)
¡Y ese orgullo limpio
y sano
que va dilatando el
pecho!
Es que el hombre sabe
entonces
que ha llegado su momento.
Ya conoce su medida,
pesa y valora defectos
se eleva sobre sí mismo,
afirma su pensamiento.
Que morir no es el problema
y sí vivir con acierto;
centinela de consignas
vigía de nuevos tiempos.
Calabozo de castigo,
dos metros por metro
y medio.
¡Un espacio tan pequeño
con un sol rojo en el
centro!
En
un poema titulado 1968-1984, publicado
en La alondra herida (1995), Carmen Soler
habla de la preparación de tres poemarios, En
la tempestad, La casa encantada y
Poemas en dos tiempos, de los cuales solo
el primero sería concluido y, como hemos mencionado, publicado de forma póstuma
en 1986 en Argentina. “Ese era el plan / pero
como siempre / la vida entró en los planes”, son los versos exactos de aquel
poema tan prosaico y simple como una conversación cotidiana.
Entre una prisión
y otra
entre un exilio
y otro
entre luchas conmigo
misma
y con los demás
además
de la lucha con
las palabras
(…)
Fueron haciéndose
todos estos años
a uñaradas.
Abundan
en su obra los versos libres y de arte menor dotando de rítmica intensidad a numerosos
poemas. En ocasiones la utilización de figuras literarias se reduce y se agudizan
las descripciones, acercándose al prosaísmo sin excluir el lirismo. Si bien el amor, el arte, la niñez,
entre otros temas, también componen su espectro lírico, su posición
a favor de las clases oprimidas y el combate por su emancipación, sin duda son centrales
en su praxis vital traducida con apasionante cohesión en su poesía y con una intuición
estética capaz de descifrar la hermosura común de los pueblos con un tono despejado,
conciso y rotundo.
Del algarrobo sacaron
la chicha para encender
esa fiebre que desata
relámpagos en la piel.
Con una chispa que
salta
el cuerpo comienza
a arder:
antorcha viva y morena
el indio en su desnudez.
Del algarrobo la chicha
y del yate’í la miel.
Ni él a ella la mira,
ni ella lo mira a
él.
Bailan con los ojos
bajos
¡chiki-chiki-chikiché!
¡chiki-chiki-chikiché!
Más tarde cuando a
la luna
la coma el yaguareté,
escaparán hacia el
monte
y verán amanecer.
[Fragmento del poema Fiesta India, de La alondra herida (1995)]
Carmen
escribió también una colección inédita de cuentos para niños, y además de las letras,
incursionó en la pintura y en la escultura. Llegó a crear miniaturas con migas de
pan, piezas de arcilla y porcelana para recrear especialmente personajes de la cultura
popular paraguaya. Luis Casabianca recuerda en una nota, que una de ellas era exhibida
en el escritorio de la primera mujer en viajar al espacio, la rusa Valentina Tereshkova,
a quien la artista había obsequiado una de sus esculturas en un viaje a la URSS.
Sin embargo, en su país, Paraguay, aún posterior a la caída de la tiranía stronista,
la producción plástica de Soler, aunque fuera mucho menor que la poética, es hasta
hoy totalmente desconocida. De hecho, incluso a su obra literaria poco o nada se
la encuentra en las antologías nacionales, sin embargo, emerge a tal punto que,
en el 2017, propuesta por la Asociación de Escritoras Paraguayas, Carmen Soler fue
la poeta homenajeada del Primer Festival Nacional de Poesía llevado a cabo en Asunción.
Esta tierra de soles implacables
y de luna de sueños encendidos,
esta tierra de selvas melodiosas
y arroyo dulce y tormentosos ríos,
donde el pueblo canta cuando llora
el alma profunda de la tierra,
donde el pueblo canta, cuando lucha,
el alma profunda de la vida,
está palpitando en sinfonías
con fuerza de canto verdadero
de mágica leyenda y poesía.
[Fragmento de Soneto,
poema dedicado a José Asunción Flores. De En la tempestad (1986)]
Carmen Soler, poeta de la praxis
El
arte satisface la necesidad de identificación, expresión y comunicación del ser
humano desde su condición de ser social, creador e histórico, y esa función universal
no se agota en ningún otro tipo de actividad. De ahí su confrontación esencial con
enfoques unilaterales, dogmas, mandatos arbitrarios que lo fragmenten, mutilen o
que lo reduzcan a mera exigencia del mercado (Sánchez Vázquez, 1965).
Poeta
de la praxis, el posicionamiento ético y estético de Carmen Soler fue categórico:
era inadmisible convertir a la poesía en instrumento de la clase opresora. La poesía
como necesidad concreta, como símbolo radical y como síntesis dialéctica. El tono
interpelante y rebelde de su palabra prohibida, su economía lingüística de combate,
su universo simbólico popular, su simbiosis de la forma y el contenido, se erigen
desde esta conciencia, desde esta sensibilidad para concebir la vida y la poesía
inseparables. Su obra representa la constatación concreta del axioma de Fernández
Retamar cuando afirmaba que “toda poesía que lo sea de veras es vital; toda vida
auténtica es poética” (2016).
La
idea gramsciana de dar batalla por una nueva cultura que dispute ideas y valores
al poder opresor, una nueva formulación de referencias sociales que se construya
y se constate permanentemente en la práctica
Ella murió el 19 de
noviembre de 1985 durante su exilio en Buenos Aires, sin poder volver a su país,
pero con la convicción firme de la necesidad y posibilidad de una sociedad libre
de explotación. Su vida y su obra, que parecieran ser parte de un mismo sustantivo
que desborda la palabra, así lo confirman.
Su poesía ha
sabido penetrar en lo hondo de la experiencia humana de la época de la tiranía stronista
y del Operativo Cóndor en América. De esa larga noche que sigue habitándonos, pero
no solo como una herida oscura, sino en el caso del legado de Carmen Soler, también
como una herida germinal, de trasferencia de un proyecto revolucionario, de fecundación
de la dignidad y el coraje de un pueblo en lucha por su libertad.
En tiempos de global incertidumbre, la palabra de Carmen Soler
vuelve a rebelarse acribillando al miedo con su retórica de convicciones y revelando
en nuestra historia el rostro desafiante de la poesía.
NOTAS
1. Los tres poemarios
referidos son: Poemas (1970, Montevideo), En la Tempestad (1986, Buenos
Aires) y La alondra herida (1995, Asunción). Las dos antologías: Poesías
reunidas (2011, Asunción) y Antología poética (2016, Buenos Aires). En el 2020 se lanzó un archivo público digital de manuscritos
y mecanografiados titulado La Asunción clandestina de Carmen Soler, disponible
en: carmensolerpy.com
2. Alfredo Stroessner, de ideología fascista y simpatizante del
nazismo, gobernó el Paraguay entre 1954 y 1989. Enmarcado en la guerra fría, con
cobertura internacional, encabezó un proyecto capaz de someter para luego asimilar
y desarrollar al Partido Colorado como la fuerza política orientadora del régimen,
haciendo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional –cuyos miembros debían
afiliarse al Partido Colorado-, brazos ejecutores del Terrorismo de Estado, suprimiendo
las garantías constitucionales y las libertades cívicas esenciales, extendiendo
la cultura de la corrupción a través del robo, la entrega sistemática de bienes
públicos y de más de 6 millones de hectáreas de tierras malhabidas, y el narcotráfico.
Su gobierno encarceló y reprimió con los métodos más brutales a más de 20.000 personas
–según lo registra la Comisión de Verdad y Justicia–, asesinó y desapareció a cerca de 500 víctimas, y exilió
a más de 3.500. Bautizado por el presidente estadounidense Nixon como “el campeón
del anticomunismo”, fue pieza clave del Plan Cóndor en América.
3. Obdulio Barthe nació en Encarnación en 1903. Fue un
destacado revolucionario comunista. De intensa actividad política desde muy joven,
integró la Federación de Estudiantes del Paraguay (FEP) y en 1929 participó de la
fundación de la Universidad Popular, iniciativa de extensión obrero-estudiantil propuesta
por la Reforma Universitaria de Córdoba. Fue uno de los propulsores del Nuevo Ideario Nacional y en febrero de 1931
encabezó la Toma de Encarnación que la proclamó durante 16 horas como la “Primera
Comuna Libertaria de América”. Tras aquella gesta se une a las filas comunistas.
En la Guerra Civil de 1947, es uno de los escribas de la proclama de Concepción.
También fue miembro de la dirección del Frente Unido de Liberación Nacional, que
se levantó en armas contra el stronismo. En la lucha contra las tiranías del Plan
Cóndor, entre el 54 y el 89, fue varias veces preso y torturado en Paraguay y Argentina.
Fue Secretario Gral. del Partido Comunista Paraguayo. Falleció en el exilio en Buenos
Aires, en diciembre de 1981.
4.
El Partido Comunista Paraguayo, en ese entonces, tenía a buena parte de su dirección
en el exilio, incluido su Secretario General, que era Oscar Creydt. Para desarrollar
la lucha armada, recurrieron a lo que se denominó “comando dual”, siendo Álvarez
Jara el responsable partidario hacia dentro del país.
5. Alejandro Barrett nació en Areguá, el 24 de febrero de 1907. Fue el único hijo del célebre escritor Rafael
Barrett. Heroico militante comunista, Álex combatió en la Guerra del Chaco,
en la insurrección de 1936, en la guerra civil de 1947 y en las filas del Frente
Unido de Liberación Nacional (FULNA). Fue un brillante matemático y maestro de vocación.
Padre de una familia de revolucionarios de la talla de Soledad, Alberto y Jorge
Barrett. Falleció en el exilio en Caracas, en 1980.
6. Nació el 16 de noviembre de 1916
en Encarnación. Fue docente y el más célebre Secretario Gral. del Partido Comunista
Paraguayo (PCP). Preso durante más de 20 años en total en los calabozos de los dictadores
fascistas Morínigo y Stroessner. En 1940, fue encarcelado por militar en las filas
del PCP. Un año después, tras liderar la huelga de maestros del 41, luego en 1943,
es nuevamente preso, logra escapar y refugiarse en Uruguay. También en 1947, por
participar en la insurrección del 47. Logra fugarse una vez más. Finalmente, en
1958 es encarcelado por la policía stronista, soportando más de 15 años todo tipo
de torturas, sin atención médica y sin poder ver la luz del sol por largos periodos.
Durante ese tiempo continua su labor revolucionaria desde la cárcel, que incluye
la alfabetización y formación política de una gran cantidad de campesinos y obreros
presos.
NOELIA CUENCA (Paraguay, 1983). Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Trabaja en la construcción de memoria histórica y en la búsqueda de personas desaparecidas por la dictadura de Stroessner. Asimismo, se dedica a la gestión y desarrollo de proyectos culturales; a la investigación, edición y redacción periodística y literaria. Varios de sus poemas fueron compartidos en festivales, difundidos en medios digitales, y utilizados para conmemoraciones o campañas de solidaridad en el marco de la militancia cultural y política.
ANA TISCORNIA (Uruguay, 1951). Artista plástica, su obra incluye instalación, collage, ensamblaje, pintura y fotografía. Residente en Estados Unidos desde 1991, donde se desempeña como profesora emérita de la Universidad Estatal de Nueva York. Es autora del libro Vicisitudes del Imaginario Visual: Entre la utopía y la identidad fragmentada sobre el arte uruguayo de 1959 a 1995. Entre sus muestras más recientes, encontramos: “A la Vuelta de la esquina”, Espacio Mínimo, Madrid, Spain, 2022, “Una vez más”, Galería Nora Fisch, Buenos Aires, Argentina, 2023, y “A dos voces: Ana Tiscornia y Liliana Porter”, Galeria del Paseo, Lima, Perú, 2023. Ana Tiscornia es la artista invitada en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Número 239 | setembro de 2023
Artista convidada: Ana Tiscornia (Uruguay, 1951)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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