quarta-feira, 20 de setembro de 2023

NOELIA CUENCA SANTACRUZ | Los poemas prohibidos de Carmen Soler

 


Carmen Soler fue una poeta paraguaya y militante comunista. Nació en Asunción, el 4 de agosto de 1924. Y falleció en el exilio, en Buenos Aires, en 1985. Su obra posee una particularidad especial dentro del corpus de la literatura paraguaya moderna: es la expresión lírica de su propia acción revolucionaria en tiempos de dictadura fascista.

El destierro, el reiterado regreso a su patria, la prisión, la tortura, la organización insurgente y una fe inexorable en la humanidad, marcaron su palabra con una poderosa originalidad para trasmitir la verdad del tiempo que le tocó vivir, especialmente en lo que respecta a la poesía escrita por mujeres, tal como lo expresó Augusto Roa Bastos: ubicada en la línea social y popular inaugurada por Julio Correa, Carmen Soler representa por primera vez en la poesía paraguaya la irrupción de la mujer como poeta de combate.

Sus poemas fueron publicados en tres poemarios, dos antologías y un archivo público digital de manuscritos y mecanografiados. Las primeras dos publicaciones fueron en Uruguay (1970) y Argentina (1986). La tercera fue lanzada en su país recién en 1995, diez años después de su muerte. [1]

Proveniente de una familia de activo compromiso social, Carmen militó desde muy joven, primero en las filas del Partido Revolucionario Febrerista (PRF) y desde 1955 hasta su muerte, en el Partido Comunista Paraguayo (PCP). Su padre fue cuadro político del PRF, su hermana Dalila accionó en clandestinidad en el PCP durante tres décadas, y su hermano, Miguel Ángel Soler, tras ser torturado y asesinado, fue desaparecido por la tiranía stronista en 1975, siendo Secretario General del Partido Comunista. Fruto del primer matrimonio de Carmen, su única hija María Eugenia Aponte Soler, Matena, también soportó la cárcel y la tortura en 1965, cuando formaba parte de la Juventud Comunista, siendo dirigente estudiantil.

Carmen Soler contrajo su segundo matrimonio con otro emblemático revolucionario, Luis Casabianca. Se conocieron en la militancia antidictatorial. En la segunda mitad de la década del ’40, ambos integraron el PRF, formando parte del ala radical marxista conocida como Bloque Liberación, y desde el año 54, coinciden también en su afiliación al Partido Comunista. En 1957 se casaron en plena acción insurrecta y por 28 años fueron inseparables compañeros hasta el fallecimiento de la poeta en el exilio. Durante este tiempo entran y salen clandestinamente a Paraguay en reiteradas ocasiones, pasando por casi una decena de países para escapar de la cárcel y la muerte –entre los que figuran Argentina, Uruguay, Suecia, Chile, China, Rusia– sin detenerse en el combate contra el fascismo, la opresión y la explotación; conspirando desde las filas del PCP y escribiendo. Abocados a la construcción de una sociedad sin distinción de clases en la que todas las personas puedan vivir a plenitud el desarrollo de sus capacidades de producir y crear.

 

El denuedo incoercible del agua humana

En una charla radiada por la B.B.C. de Londres, en octubre de 1945 y publicada al año siguiente en la Revista del Ateneo Paraguayo, Roa Bastos destaca la intensidad lírica de Hérib Campos Cervera y Josefina Plá. Y respecto a las tendencias confrontadas en Paraguay durante aquella década, habla de una estética fragmentada, evasiva y personalista, que impugnaba lo que sería el germen de la posvanguardia, referenciada con esta pareja de escritores. Dice Roa:

 

Se les ha echado el cargo de hacer poesía política. También a los nuevos poetas paraguayos. Como si la poesía pudiera desentenderse de la política, cuando esta política es nada menos que el denuedo incoercible del agua humana que busca el nivel de libertad humillada por la opresión. (Roa Bastos, 1946).

 

Ellos lideraron la generación del 40, fundamental para toda la literatura posterior, con una marcada sensibilidad atravesada por la revolución de 1947, que había revuelto todas las certezas estéticas y los compromisos. Tras ser derrotada por las fuerzas del dictador Higinio Morínigo, ocasionando el éxodo más grande hasta entonces en la historia del Paraguay, fueron desterrados una partida de célebres creadores que incluyen a Campos Cervera y Roa Bastos. También a Carmen Soler, que formó parte de los movimientos de resistencia y trabajó por la libertad de los presos políticos, entre ellos su hermano Miguel Ángel. En ese tiempo la poeta visita la prisión llevando cartas escondidas en los pañales de su pequeña hija Matena. A finales del 47 debe huir al exilio con su familia para salvar su vida.

“Que no haya arte inútil, que no haya belleza divorciada del pueblo”, exclamaba con su último aliento el poeta de Un puñado de tierra. En aquel destierro, Campos Cervera publica en 1950 su primer libro, Ceniza redimida, y dos años después daría a conocer su obra teatral Juan Hachero. Mientras tanto, en la Patagonia, Carmen escribía poemas y notas periodísticas. En 1953, dos hechos literarios antagónicos ilustraban la extirpación forzosa que había sufrido la poesía paraguaya: fallece Campos Cervera sin poder volver a su tierra y se registran las primeras publicaciones de los poemas de Soler en revistas internacionales.

Carmen –que formaría parte de la siguiente generación de escritores– concordaba con este esfuerzo mayor de la poesía por aprehender la realidad impactante que la desgarraba, por desarrollar un sentido histórico, como decía Bertolt Brecht, hasta convertirlo en un placer concreto para los sentidos. Su acción disruptiva es desde una perspectiva creadora.

 

Tu canto es el del fruto que madura

a sol, a lluvia, a viento, a duro empeño

de transformar en pulpa de ternura

cuanto hiere y mutila nuestro sueño.

 

Canto que esgrimen como un arma pura

tus manos de muchacho enamorado

de la luz, del color, de la dulzura

de dar vida a un paisaje encadenado.

 

Estos cuartetos con estructura de serventesio pertenecen al poema El paisaje, tu nombre y tu canto, escrito por Soler en febrero de 1956 y dedicado a Elvio Romero, quien sería el más joven de aquella promoción de escritores unida en un mismo propósito en la década del ’40. Con este fecundo poeta, Carmen Soler coincidía también en su afiliación al Partido Comunista Paraguayo, al igual que con el creador de la guarania, también desterrado, José Asunción Flores, miembro del Comité Central del PCP; el dramaturgo y músico popular, Arturo Pereira; el escritor y estudioso del guaraní, Félix de Guarania; el médico, artista plástico y poeta Joel Filártiga; el poeta, periodista y teórico, Luis María Martínez; el artista plástico Alberto Barrett; el poeta, narrador y dramaturgo Dimas Aranda, entre otros valiosos exponentes del arte paraguayo.

Poesía espontánea y urgente que interpreta el grito multitudinario de la sangre que siente el acecho de la muerte, tal como definía Roa la poesía de Plá y Cervera, se percibe en estos versos de potente movimiento que componen La zafra, poema que Carmen Soler dedica justamente “a Josefina Plá, a sus cuentos”:

 

El cañero trabaja

machete sube

machete baja

¡y sigue la zafra!

El sudor le sabe a lágrima

y la lágrima a sudor.

El agua le sabe a caña

y la caña a quemazón.

La quemazón en la piel

y la piel en la garganta

el cañero trabaja

fuego que sube

fuego que baja,

¡y sigue la zafra!

Y llegó la sangre al río

y el río no llegó al mar;

se quedó en la cordillera

y de ahí volvió a bajar.

El cañero trabaja

sangre que sube

sangre que baja,

¡y sigue la zafra!

 

El amplio y heterogéneo grupo que desarrollaría sus capacidades literarias en la década del ’50 (Rubén Bareiro Saguier, Carlos Villagra Marsal, Luisa Artecona de Thompson, José Luis Appleyard, Ester de Izaguirre, entre muchos otros), presenta especialmente en el campo de la poesía paraguaya las señas de identidad de una nueva percepción estética. Dos grupos bien definidos desarrollaron su quehacer literario y cultural en la Academia Literaria del Colegio San José y en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción (Suárez, 2006).


En un tercer grupo aún más heterogéneo, que no tenía ningún centro neurálgico pero que de igual manera había mostrado su insatisfacción ante los sinsabores de la historia; se encontraba Carmen Soler junto con sus camaradas Santiago Dimas Aranda y Félix de Guarania. Su poesía representa una ruptura con la dualidad entre vida y obra que caracterizó a gran parte de la literatura evasiva de su entorno que renegaba del sentido trasformador de la palabra. Dice el poeta Dimas Aranda en el prólogo de La alondra herida (1995) refiriéndose a Soler: “Ambos negábamos validez a la belleza inútil, al decir de Campos Cervera, porque anhelábamos hacer de la palabra una herramienta válida capaz de ayudar en la cotidiana idea”.

 

Yo soy

Dominga Villalba;

nací en el surco

donde mi madre sembraba.

La hamaca que me sirvió de cuna

la trenzó la ausencia

y la colgó el olvido.

Pablo, dicen, que se llamaba.

¡Nunca vino a verme!

El camino de los pobres

solamente el dolor

lo encuentra siempre.

 

Papeles,

sellados de injusticia.

Fusiles,

cargados de ignominia.

Rancho, sembrados, esperanzas, ¡todo!

era ajeno.

Nuestro,

solamente un poco

de carne encallecida

y un gran amor alimentado

de tierra, de rocío,

de pájaros y espigas.

 

Ahora,

soy Dominga Villalba,

obrera,

rebelde y combativa,

voz y puño en la lucha

por el pan y por la tierra.

¡Así me hicieron!

A golpes trabajaron

mi arcilla campesina

y ahora soy

¡fibra de acero!

 

[La obrerita (1955)]

 

Además de la derrota de la insurrección de 1947, y como consecuencia de esta, otro hecho político influenciaría decisivamente a la generación del ’50: el golpe de Estado de Alfredo Stroessner [2] ocurrido el 4 de mayo de 1954, y con él la consolidación de una tiranía fascista que fue capaz de asimilar y moldear a la Asociación Nacional Republicana, conocida como Partido Colorado, apoyado en las Fuerzas Armadas, la Policía, y más tarde como integrante protagónico del genocidio continental que articuló las dictaduras de la región, el Operativo Cóndor, organizado y tutelado por el gobierno de EEUU. La tiranía stronista fue la más prolongada, durante 35 años “su mano asesina infringiría un largo manto de censura, muertes y persecuciones en todo el territorio nacional (Suárez, 2006).

Un ejemplo que puede mostrar cómo lo que la Revolución del 47, aparentemente, no había disuelto, sí lo había logrado la tiranía de Stroessner, es el derrotero absolutamente disímil, dicotómico que tomarían dos exponentes de la amplia hornada literaria que había crecido en la década del ’50: mientras el dramaturgo Mario Halley Mora habría de convertirse en uno de los principales referentes intelectuales del stronismo, desde su atalaya del diario Patria en donde denunciaba a miembros de la oposición paraguaya pensante, Carmen Soler tomaría de a poco protagonismo en los grupos opositores al régimen. Sus versos corrían a escondidas más allá de las fronteras nacionales. En el exilio Carmen establecería vínculos con poetas de América y Europa. Sus poemas serían publicados en diarios y revistas de Argentina, Uruguay, Cuba, Ecuador, Alemania, Austria e Italia. En Paraguay, estaban prohibidos.

En el 54 Carmen regresa a su país después de aquel primer exilio ocurrido tras la insurrección del 47 y se afilia al Partido Comunista Paraguayo. Al poco tiempo, en julio del 1955 sufre su primer arresto por juntar firmas para la campaña internacional contra la bomba atómica, presidida en Paraguay por su padre, y por escribir poesía de fondo comunista, tal como se registra en su ficha policial. Como aporte a esta campaña internacional contra el uso de armas de destrucción masiva y por la paz mundial, Carmen Soler traduce al castellano y al guaraní el impactante poema La niña muerta, del poeta turco Nazim Hikmet, que recrea la voz de una niña de 7 años muerta tras la bomba lanzada en Hiroshima. La traducción al guaraní había sido en conjunto con el poeta Leopoldo Franco, cuya coautoría se ocultó por años para evitar la represión.

Exactamente el 26 de julio de 1955, presa en la cárcel de mujeres Buen Pastor, Soler escribe el poema Alas y cadenas:

 

Oídme. Yo he visto.

Hay sangre en las espigas

y sangre en los terrones,

y las heridas

están llenas de tierra y llenas

de granos que germinan.

 

He visto

huellas de botas que han pasado

quebrando los maizales,

y voces prohibidas arengando

rebeldes mandiocales.

 

He visto

el espadín del coco erguirse airado

buscando quien lo esgrima,

y manos tendidas en su busca

sangrando en las espinas.

 

He visto

romperse el surco henchido

de fuerzas potenciales,

con temblores que llegan desbocados

desde los quebrachales.

 

He visto

el furor del viento redoblando

sus iras con sus penas.

Y oídme.

La tierra está forjando

sus alas, sin cadenas.

 

En el allanamiento de su casa, la policía stronista había usurpado los mecanografiados que preparaba para un primer libro. Le fueron despojados poemas emblemáticos como La alondra herida, Más palabras mías, La canción del progreso, ¡Fuerte!, La obrerita, Guatemala, Alguien gritó, Espejismo, La alojera. Apenas liberada fue deportada a Clorinda, como expresa la propia autora en una nota escrita a máquina, rescatada por su hija Matena.

 

Estos poemas publicados son los que pude reconstruir de memoria, de un primer libro que iba a publicar en 1955 y que me secuestró la policía en un allanamiento en julio de 1955 (…) Por esos poemas fui a la cárcel de mujeres y luego deportada a Clorinda. Además la policía prohibió a los diarios locales publicar nada mío. (Soler, 2016)

 

Desde el destierro, escribe el poema ¡Ilusos!, donde denuncia a Hellman “el jefe del cuarteto pistolero” que fue a apresarla y concluye:

 

¡Apresar mis versos!

si estoy llena de luces

que se escapan cantando

Si estoy llena de voces

que cantan en el viento

¡Ilusos!

 

Si aún sobre mi tumba

oirán la campana

¡tocando a rebato por la libertad!

 

Ella no se equivocó. Su retórica frontal, su indignación activa ante las atrocidades del sistema dominante y su llamado a la insurrección se disponen de forma constante a poner en duda la inmutabilidad del poder establecido.

En los últimos versos de su poema Alguien canta, dedicado al destacado revolucionario comunista Obdulio Barthe, [3] Carmen hace alusión a hechos reales que ensancharon de dignidad la historia de más de un pueblo. En Paraguay, Luis Casabianca rescata el caso del dirigente comunista Rogelio Mora, que invitó a otros presos políticos a cantar para demostrar su convicción y moral frente a los simulacros de fusilamiento perpetrados por represores en la Comisaría Séptima, hazaña que, a su vez, se había inspirado en los comunistas franceses que cantaban La Internacional mientras eran fusilados por los militares nazis (Casabianca, 2012).

 

Bajo los cielos ásperos

sobre la tierra violenta

alguien canta.

Allí donde jamás avisa el día

ni existe un atisbo de los ruiseñores,

alguien canta.

Allí donde el silencio

se rompe solo a gritos

y las palabras de amor

se dicen en secreto,

alguien canta.

Allí donde los hombres están desnudos

y amarrados a los cepos,

alguien canta.

Frente al pelotón de los fusilamientos,

alguien canta.

¡Escucha!

¡Levántate!

Alguien canta.

 

[Alguien canta, de En la Tempestad (1986)]

 


Al igual que este, numerosos poemas suyos fueron inspirados y dedicados a militantes y referentes culturales de la resistencia, especialmente latinoamericana. Junto con las intertextualidades, estos dotan a su obra de una significación estética que evoca y documenta con nombres y apellidos lo que el poder intenta soslayar a través de sus formas más brutales de represión y conminación al desconocimiento. Este componente documental es otro más en la obra de Carmen Soler que descubre a la poesía como elemento vivo y activo que humaniza, que construye conciencia. Es decir, dimensiona a la poesía como una fuerza objetiva en los procesos de liberación social.

El teórico Terry Eagleton, señala que hay periodos y sociedades en que el compromiso político consciente puede no ser una condición necesaria para la producción de grandes obras de arte; pero hay otros periodos, el fascismo por ejemplo, en los que sobrevivir y producir como artista conllevan la clase de cuestionamiento que termina convirtiéndose en un compromiso explícito. “En sociedades así la toma de compromiso consciente y la capacidad de producir grandes obras van espontáneamente juntas” (Eagleton, 2013). Para este autor “entender la literatura es entender el proceso social del cual forma parte y escribir bien es más que una cuestión de “estilo”, significa también disponer de una perspectiva ideológica capaz de penetrar la realidad de la experiencia humana en una situación determinada”.

El poeta y ensayista cubano, Roberto Fernández Retamar, aclara al respecto que la realidad histórica que contiene y, a la vez, es incidida por cada generación de escritores es morfológica, no es valorativa, es decir, implica diferencia de formas, no de calidad (2016). El valor estético no es una cualidad o propiedad de los objetos por sí mismos sino algo que adquieren gracias a la experiencia social del ser humano como ser creador (Sánchez Vázquez, 1965).

En marzo de 1958, en el marco de un intercambio con la artista plástica y educadora Olga Blinder en torno a este mismo debate, en una carta dirigida a la pintora, Carmen escribe “la lucha por darle una forma correcta al contenido, es la lucha de todos los que intentamos crear”, y continúa:

 

Creo que en los tiempos que nos toca vivir, el apasionamiento, la emoción, el humanismo, necesariamente tienen que romper con normas pre establecidas. Al fin y al cabo, ¿Por qué tienen que ser eternas? Hay cosas que no se pueden encerrar porque se mueren. (…) La forma es el oficio. El contenido hace que sea arte. No debemos permitir que un formalismo hueco trabe nuestra labor creadora. (…) Si en cambio el artista se supedita a las formas, cae en un esquematismo frío, que puede ser muy útil en la industria, en el comercio, pero que no puede ser arte (…) Y el arte es comunicación. Como dijo Antonio Machado, el arte es un diálogo del hombre con su tiempo. Y nuestro tiempo no es el de la puntilla y el rococó, sino del alambre de púa. Y yo quiero arte para este tiempo nuestro. Forzosamente tiene que ser un arte erizado. Nuestra obra tiene que sacudir, movilizar, obligar a pensar, hacer sentir.

 

Dos décadas más tarde, en una prosa titulada Respuestas a preguntas no hechas que deseo contestar, como epílogo de su proceso de reflexión sobre la creación estética, la poeta expone una comprensión profundizada y dialéctica de la literatura, que concibe a la obra como una totalidad unificada:

 

No contrapongo forma y contenido, porque forman un todo que se influencia y determina mutuamente (…) El compromiso que se siente es doble, estético y social… Sé para quién y para qué escribo. Eso es fundamental.

 

Si bien esta reflexión es de la década de los 80, su percepción praxiológica del arte se aprecia nítidamente ya desde sus primeros poemas. La palabra de Carmen Soler es la del pueblo oprimido y rebelde. La concreción de su lenguaje sirvió para reforzar la opción de clase de su poesía y es también leída como una consecuencia de sus circunstancias históricas y de su opción política militante. Este estilo literario buscaba un impacto inmediato, como asimilación de una urgencia histórica y revolucionaria.

 

Alguien gritó:

¡Viva la libertad!
Y respondió la sangre.
Alguien gritó:

¡Muera el tirano!
Y respondió la sangre.
Mañana.
La sangre gritará:

¡Viva la libertad!

¡Muera el tirano!
¡Y el pueblo responderá!

 

[Alguien gritó, de Poemas (1970)]

 

El arte es capaz de proporcionarnos el conocimiento experiencial de una situación. Nos permite sentir lo que se vive y se siente en determinadas condiciones, y a partir de esta experiencia “nos proporciona la percepción de una ideología, que es una sólida realidad simbólica, una fuerza material y activa que organiza la vida de los seres humanos” (Eagleton, 2013). En el caso de Carmen Soler, el marxismo definido como filosofía de la praxis es la base ideológica desde donde se funda su palabra potente y es el engranaje que la erige como una unidad de forma y contenido.

 

Hay un pincel que canta sobre el muro,

con nuevo ritmo, viejas realidades.

Trae al presente antiguas claridades,

realza en sombras un presente oscuro.

 

Pero es pincel con nombre de futuro

y cuanto roza en vida se transforma.

Por dar forma a una idea se deforma

en grandes ojos, en inmensos puños.

 

Es un pincel de antiguo y nuevo cuño,

es el pincel de siempre, el verdadero,

que en cada tiempo encuentra su madero

a la vez atrevido y oportuno.

 

[Fragmento de Al pincel sobre el muro, de Poemas (1970)]

 

Adolfo Sánchez Vázquez habla de la insistencia permanente del marxismo en ese sustrato ideológico que se impregna en los sentidos e incide en la creación artística. No obstante, aclara que la relación entre arte e ideología, por su carácter sumamente complejo y contradictorio, ha llevado a dos extremos nocivos de interpretación que se alejan de los principios del marxismo. Uno, muy frecuente entre los estéticos marxistas, es el de establecer en nombre del carácter ideológico de la producción artística, un signo de igualdad entre arte e ideología que deriva en la sobreestimación del factor ideológico de la obra de arte y la consiguiente minimización de su forma y de su coherencia interna. El otro extremo nocivo deviene de la oposición radical entre arte e ideología, que genera un abismo entre arte y sociedad al negar la obra estética como producto del ser humano históricamente condicionado.

En oposición a la determinación del contenido como una mera función de la forma, pregonada por el formalismo, y al otro polo, para el cual la forma es un mero artificio que se asimila pasivamente al contenido implacable de la historia, el marxismo concibe a estos en relación dialéctica, afirmando a la vez, en última instancia, la primacía del contenido en la determinación de la forma, que no permanece impasible, sino que reacciona sobre él. La obra artística resulta entonces de un proceso de integración de las referencias particulares y contextuales a una estructura o totalidad que tiene su legalidad propia (Sánchez Vázquez, 1965).

En sus Lecciones sobre la estética (1835), Hegel sostiene que “todo contenido definido determina la forma que debe encarnarlo de manera adecuada”. Si bien Marx no estaba de acuerdo en la totalidad de la comprensión estética hegeliana por su base filosófica fundada en el idealismo, ambos concordaban en un punto esencial: “la forma no es el mero capricho de un artista individual. Las formas están históricamente determinadas por el tipo de contenido que tienen que encarnar; cambian, se trasforman, son destruidas y revolucionadas cuando cambia el contenido”. Para Marx, “la forma no tiene ningún valor al menos que sea la forma de un contenido concreto”. No obstante, para comprender en su dimensión dialéctica esta relación, Lukács sostiene que “en el arte la forma es el verdadero vehículo de la ideología más que el contenido abstracto de la obra. La huella de la historia se encuentra en la obra literaria en tanto literaria, no como una forma superior de documentación social”, es decir, el verdadero elemento social de la literatura es la forma (ídem). Siguiendo esta línea de pensamiento, Trotsky sostiene que la forma artística es producto de un contenido social, y por su alto grado de autonomía, debe ser juzgada por su propia ley. “La relación recíproca entre la forma y el contenido está determinada por la nueva forma, descubierta, anunciada y desarrollada bajo la presión de una necesidad interior, de una exigencia psicológica colectiva, que, como toda psicología humana tiene raíces sociales” (Trotsky, 2002).

Soler integra la lista de escritores que como dice Fernández Retamar “supieron que la batalla de la palabra tiene lugar en ella, pero también en otra parte. Pues una palabra es siempre palabra de algo, nombre de una cosa. La inquietud del verbo era la cara de otra inquietud” (2016).

 

Tomo palabras y ejerzo

el noble oficio

de los parteros y los enterradores.

Las palabras dan a luz

lo que nace;

y entierran lo que muere.

Bajo los poemas inservibles

pondremos epitafios:

aquí yacen

bajo millones de palabras

los que intentaron matar la poesía.

Aquí yacen.

Bajo millones de verdades.

 

[Palabras. De La alondra herida (2005)]

 


En 1959, una vez más, Carmen ingresaba clandestinamente al Paraguay. Hacia mayo y junio participaría del movimiento estudiantil. Y luego estaría involucrada en el Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA) que se levantó en armas contra la tiranía stronista. Junto con sus camaradas Luis Casabianca, Alex Barrett, Federico Tatter, Joel Filártiga, la poeta integra un núcleo comandado por Wilfrido Álvarez Jara, entonces responsable del Partido Comunista dentro del Paraguay; [4] que trabaja en la estructuración del FULNA. En esta tarea, tres años después, Álvarez sería asesinado por agentes del régimen cuando su refugio fue allanado por un escuadrón de la muerte comandado por el sanguinario comisario Mustafá Abdala, quien fue ajusticiado de un balazo por Wilfrido cuando se defendía a tiros permitiendo la escapada de otros militantes que estaban con él reunidos. Según testimonios de sus camaradas, moribundo, fue ultimado en torturas. Sin embargo, esto no ha podido ser corroborado pues aparece en la lista oficial de personas desaparecidas por el stronismo. También Federico Tatter, quien sería desaparecido en 1976, en el exilio en Buenos Aires, en el marco del Plan Cóndor. Carmen Soler dedica su poema Sangre y tierra a Alex Barrett: [5]

 

Alguien cavó y abrió el surco negro

y tiró

y se fue.

Y allí en el surco negro quedó el hombre

sucio de sangre y tierra.

 

Sangre y tierra.

Sangre suya

y tierra ajena.

 

Alguien hendió y abrió el surco rojo

y sembró

y se fue.

Y allí en el surco rojo nació el niño

sucio de sangre y tierra.

 

Sangre y tierra.

Sangre suya y tierra ajena.

 

En el surco crece el niño.

en el surco se hará grande.

Y la tierra será suya

y la sangre será ajena.

 

En aquel tiempo, Carmen y Luis Casabianca militan clandestinamente en Asunción, viven en un barrio cercano al centro en donde la poeta ejerce de enfermera voluntaria. Este oficio generó el aprecio de los vecinos que daban buenas referencias suyas al ser interrogados por pyragues, expresión en guaraní utilizada para nombrar a los informantes infiltrados de la policía y a los informantes reclutados de la sociedad civil insertos absolutamente en todos los espacios sociales. Este mecanismo represivo de control y vigilancia del régimen stronista desgarró el tejido social de forma traumática.

En 1960 Luis Casabianca cae preso. Poco después Carmen es encarcelada en el Departamento de Investigaciones de la Policía y luego trasladada a la Comisaría Tercera. Realiza una huelga de hambre y sed por conocer el paradero de su compañero, por el cese de las torturas y por la libertad de ambos. Su poema En la Comisaría Quinta, dedicado a Casabianca, se refiere a aquel incidente:

 

Altas achiras rojas

-yo sé con qué sangre enrojecidas-

en el patio de la quinta,

florecidas.

 

Arriba el cielo azul

indiferente,

y sordo y mudo y ciego,

como siempre.

 

Abajo la prisión

y tus heridas,

cayendo gota a gota

en las achiras.

 

Y afuera y en nosotros

la simiente,

la verdad de su fuerza,

como siempre.

 

En aquel apresamiento la poeta se encontraría con los principales dirigentes comunistas arrestados dos años antes, por estar al frente en las luchas contra el régimen opresivo desarrollando diversas tareas para la unidad democrática, desde las sentidas reivindicaciones económico-sociales que fueron madurando hasta la preparación de una huelga obrera por aumento de salarios, libertad sindical y en repudio al régimen autoritario: Antonio Maidana, Julio Rojas y Alfredo Alcorta. En enero del 58, Rojas había sido capturado cuando regresaba de un local clandestino donde daba clases a obreros de una fábrica de fósforo. En agosto, después de dar batalla a sus represores, había caído Antonio. Llevaba consigo un llamamiento del Comité Central del PCP para aquella histórica huelga del 27 agosto del 58. Y en noviembre cae Alcorta. El 24 de diciembre de aquel año, los tres dirigentes comunistas fueron trasladados a la Comisaría Tercera donde enfrentaron casi dos décadas de brutales torturas. En 1980, dos años después de ser liberado, Antonio Maidana [6] fue desaparecido en Buenos Aires junto con otro camarada, Emilio Roa, como último zarpazo de la bestia stronista a nivel internacional, a través del Plan Cóndor (Ovejero, 2020)

 

(…)

Conoce la tierra que abonamos

aunque roben sudores y trabajo.

Conoce la siembra clandestina

y cómo cuida el pueblo cada grano

 

para avanzar camino hacia el futuro

para buscar la luz y aprehenderla

porque debe llegar, porque no somos

esta trágica noche que nos puebla.

 

Por eso nos repite nuestra historia

la vida de los héroes calumniados

ejemplos de honradez y patriotismo

que vienen con su fuerza y su milagro.

 

Y extendidos los brazos fraternales

nos enseña con su ejemplo claro,

a unir todas las aguas en un cauce,

a ver en cada pueblo a nuestro hermano.

 

Es un río de vida nuestro río;

convoca y llama con su eterno avance.

Guía tenaz de tiempos venideros

va empujando la vida hacia adelante.

 

[Fragmento de “Río Paraguay”, poema dedicado a Antonio Maidana.]

 

Casabianca, una vez juzgado por la famosa ley 294 de “defensa de la democracia” –disposición del régimen para legalizar la persecución a la oposición– es finalmente liberado a fines de 1960. Carmen lo espera en Montevideo, donde ambos se vincularían una vez más con la familia Barrett y la colectividad de exiliados paraguayos, con quienes trabajan arduamente por la libertad de los presos políticos y en apoyo al FULNA.

En el 63, Carmen y Luis ingresan nuevamente al Paraguay y activan en Asunción durante un año. En febrero de 1968, Soler es nuevamente apresada cuando se disponía a cruzar la frontera. Había sido delatada por un pasero de la costa del río en Itá Enramada y pronto es arrojada a los calabozos de “La Técnica” (hoy Museo de las Memorias) donde es sometida a bestiales martirios. Testimonios de otros presos registrados por la Comisión de Verdad y Justicia, resaltan el temperamento imbatible de la poeta que peleaba con sus torturadores sin doblegarse, lejos de dar un solo dato de sus camaradas, mientras era golpeada y zambullida en la terrorífica pileta de sangre y excrementos una y otra vez hasta perder el conocimiento. Para acabar con las torturas e impedir que su nombre integre la lista de desaparecidos, Carmen se corta las venas del brazo y es internada en grave estado en el Policlínico Policial Rigoberto Caballero. Poco después de haber sido hospitalizada, la poeta vuelve a La Técnica e inicia otra huelga de hambre exigiendo su libertad y la de sus camaradas. A partir de las denuncias hechas tras conocerse su situación, legisladores, artistas e intelectuales de Uruguay, Chile y Argentina, envían telegramas al ministro del Interior, Sabino Montanaro, reclamando su libertad. Entre ellos, Juvencio Valle y Pablo Neruda. Con la salud muy deteriorada, se le otorga un régimen de prisión domiciliaria en casa de su hermana Yolanda, donde escribe una conmovedora carta fechada el 10 de abril de 1968. Al poco tiempo, sabiendo que la volverían a apresar, Yolanda la lleva a la embajada uruguaya solicitando asilo político. Rumbo a Montevideo, Carmen Soler parte nuevamente de su patria, pero esta vez para no volver.

 

(…) Puede que consiga mi libertad y puede que me dejen morir. El riesgo tengo que correrlo, como ya lo hice. Lo volveré a hacer con la misma firmeza. Mi moral está alta y me siento fuerte y segura. Si muero, mi muerte será útil. Cuando estaba en el calabozo, ya muy debilitada físicamente, esa idea me sostenía. Sabía que mi decisión era justa, porque cuando a una persona se le coloca en la disyuntiva de tener que elegir entre la indignidad y la muerte, debe elegir la muerte y debe saber morir.

He pensado mucho en Julius Fuseik, en los esposos Rosemberg, en todos los héroes de la lucha contra el fascismo, en todos nuestros compañeros asesinados o muertos en combate. Igual que ellos yo amo la vida. Y por amarla tanto, no la quiero sin dignidad. Solo de pensar que con mi lucha podía –a pesar de estar ahí, en la cueva del enemigo– contribuir con un grano de arena a que mañana en el mundo se pueda vivir sin miedo, se pueda trabajar y construir cantando, me invadía una gran alegría y una gran fuerza.

Esa es una profunda convicción que tengo y que sé no me abandonará por duras que sean las pruebas que nuevamente deba afrontar.

Y a mi querido P.C.P., a todos los camaradas, mi emocionada gratitud. Nada hay más hermoso que vivir y morir por una causa justa y la nuestra no sólo es la más justa sino también la más bella, la más noble; el bien más preciado de la humanidad.

Y no duden, el día de la victoria, estaré allí, agitando las banderas. Matena, Lui, no digan: “¡si ella lo hubiese visto!” Porque lo estoy viendo y estaré allí, con todos los que lucharon y murieron para que ese día llegue. Y soy feliz (…).

 

[Carta de 1968. Carmen Soler.]

 

Tres años después, Carmen y Luis se encuentran viviendo en Santiago, trabajando para la Comisión por los Derechos Humanos en el Paraguay y colaborando con el Partido Comunista de Chile en apoyo al gobierno popular de Salvador Allende. Tras el golpe de Estado del 11 de setiembre de 1973, ambos forman parte de los movimientos de resistencia que confrontan con el régimen tiránico de Pinochet. Y finalmente, a finales de octubre deben huir de Chile para salvar sus vidas. Para ello reciben la ayuda de otro escritor paraguayo, Carlos Villagra Marsal, quien esquivando apenas las fuerzas pinochetistas los esconde en la valijera de su vehículo e irrumpe en la embajada sueca pidiendo asilo. Así logran escapar a Estocolmo en carácter de refugiados políticos. Y luego de meses de trámites y controles médicos durante los cuales fueron alojados en escuelas y hoteles en el sur de Suecia, Carmen retoma su producción literaria y periodística.

 

Se prohíbe,
al hambre comer
a la boca hablar
al oído oír
a la sed beber
al fuego calentar
al miedo correr
al frío tiritar
a la alegría reír
al amor querer
al poeta cantar
al herido gemir
a la primavera florecer
a la pólvora explotar.

Después
los fusilaron por no cumplir.

 

  [Bandos. Chile, 1973.]

 


En varios poemas retrata el coraje del pueblo chileno, los crímenes comandados por Pinochet y la crueldad del imperialismo norteamericano, como articulador de las tiranías del Cóndor. Asimismo, en ese tiempo escribe poemas al pueblo sueco “austero y generoso” que los acogió con afecto y respeto. En Estocolmo, Carmen trabajaría en un museo histórico dedicado a Latinoamérica, donde además estudia sobre la historia de nuestro continente. Y en octubre, recibiría la visita de su hermano Miguel Ángel Soler. Era su último encuentro. Un año después, a fines del 75, Carmen se entera del secuestro y desaparición de su hermano.

Siendo Secretario General del Partido Comunista Paraguayo, el 30 de noviembre fue secuestrado en Asunción por la policía de Stroessner, torturado hasta morir y luego desaparecido. Durante décadas la maquinaria stronista lo había perseguido frenéticamente con el propósito de mitigar el influjo de quien fuera uno de los cuadros políticos más destacados del PCP. La trágica noticia afectó a la poeta con un dolor incurable. Su desgarrador poema Calabozo de Castigo está dedicado: “A mi hermano Miguel Ángel, a todos mis hermanos y hermanas del mundo aún oprimido”, y es un alegato profundo de todo el horror y la dignidad que disputaban el sentido común de aquella –así como de esta– sociedad.

 

Una horda de alacranes

clava aguijones eléctricos.

Se retuerce, baila, salta

un monigote grotesco.

Una garganta de perros

desgarra gritos violentos

y una lengua azul se enrosca

sobre su propio silencio.

Sumergen en la pileta

de agua con excrementos.

Se ahoga, se va, se afloja,

lucha, vuelve, aspira el cielo,

forcejea, se abandona

sin barreras en el cuerpo.

Extrañas flores de luces

estallan en el cerebro.

(…)

¡Y ese orgullo limpio y sano

que va dilatando el pecho!

Es que el hombre sabe entonces

que ha llegado su momento.

Ya conoce su medida,

pesa y valora defectos

se eleva sobre sí mismo,

afirma su pensamiento.

Que morir no es el problema

y sí vivir con acierto;

centinela de consignas

vigía de nuevos tiempos.

Calabozo de castigo,

dos metros por metro y medio.

¡Un espacio tan pequeño

con un sol rojo en el centro!

 

En un poema titulado 1968-1984, publicado en La alondra herida (1995), Carmen Soler habla de la preparación de tres poemarios, En la tempestad, La casa encantada y Poemas en dos tiempos, de los cuales solo el primero sería concluido y, como hemos mencionado, publicado de forma póstuma en 1986 en Argentina. “Ese era el plan / pero como siempre / la vida entró en los planes”, son los versos exactos de aquel poema tan prosaico y simple como una conversación cotidiana.

 

Entre una prisión y otra

entre un exilio y otro

entre luchas conmigo misma

y con los demás

además

de la lucha con las palabras

(…)

Fueron haciéndose

todos estos años

a uñaradas.

 

Abundan en su obra los versos libres y de arte menor dotando de rítmica intensidad a numerosos poemas. En ocasiones la utilización de figuras literarias se reduce y se agudizan las descripciones, acercándose al prosaísmo sin excluir el lirismo. Si bien el amor, el arte, la niñez, entre otros temas, también componen su espectro lírico, su posición a favor de las clases oprimidas y el combate por su emancipación, sin duda son centrales en su praxis vital traducida con apasionante cohesión en su poesía y con una intuición estética capaz de descifrar la hermosura común de los pueblos con un tono despejado, conciso y rotundo.

 

Del algarrobo sacaron

la chicha para encender

esa fiebre que desata

relámpagos en la piel.

Con una chispa que salta

el cuerpo comienza a arder:

antorcha viva y morena

el indio en su desnudez.

Del algarrobo la chicha

y del yate’í la miel.

Ni él a ella la mira,

ni ella lo mira a él.

Bailan con los ojos bajos

¡chiki-chiki-chikiché!

¡chiki-chiki-chikiché!

Más tarde cuando a la luna

la coma el yaguareté,

escaparán hacia el monte

y verán amanecer.

 

[Fragmento del poema Fiesta India, de La alondra herida (1995)]

 

Carmen escribió también una colección inédita de cuentos para niños, y además de las letras, incursionó en la pintura y en la escultura. Llegó a crear miniaturas con migas de pan, piezas de arcilla y porcelana para recrear especialmente personajes de la cultura popular paraguaya. Luis Casabianca recuerda en una nota, que una de ellas era exhibida en el escritorio de la primera mujer en viajar al espacio, la rusa Valentina Tereshkova, a quien la artista había obsequiado una de sus esculturas en un viaje a la URSS. Sin embargo, en su país, Paraguay, aún posterior a la caída de la tiranía stronista, la producción plástica de Soler, aunque fuera mucho menor que la poética, es hasta hoy totalmente desconocida. De hecho, incluso a su obra literaria poco o nada se la encuentra en las antologías nacionales, sin embargo, emerge a tal punto que, en el 2017, propuesta por la Asociación de Escritoras Paraguayas, Carmen Soler fue la poeta homenajeada del Primer Festival Nacional de Poesía llevado a cabo en Asunción.

 

Esta tierra de soles implacables

y de luna de sueños encendidos,

esta tierra de selvas melodiosas

y arroyo dulce y tormentosos ríos,

 

donde el pueblo canta cuando llora

el alma profunda de la tierra,

donde el pueblo canta, cuando lucha,

el alma profunda de la vida,

 

está palpitando en sinfonías

con fuerza de canto verdadero

de mágica leyenda y poesía.

 

[Fragmento de Soneto, poema dedicado a José Asunción Flores. De En la tempestad (1986)]

 


Carmen Soler, poeta de la praxis

El arte satisface la necesidad de identificación, expresión y comunicación del ser humano desde su condición de ser social, creador e histórico, y esa función universal no se agota en ningún otro tipo de actividad. De ahí su confrontación esencial con enfoques unilaterales, dogmas, mandatos arbitrarios que lo fragmenten, mutilen o que lo reduzcan a mera exigencia del mercado (Sánchez Vázquez, 1965).

Poeta de la praxis, el posicionamiento ético y estético de Carmen Soler fue categórico: era inadmisible convertir a la poesía en instrumento de la clase opresora. La poesía como necesidad concreta, como símbolo radical y como síntesis dialéctica. El tono interpelante y rebelde de su palabra prohibida, su economía lingüística de combate, su universo simbólico popular, su simbiosis de la forma y el contenido, se erigen desde esta conciencia, desde esta sensibilidad para concebir la vida y la poesía inseparables. Su obra representa la constatación concreta del axioma de Fernández Retamar cuando afirmaba que “toda poesía que lo sea de veras es vital; toda vida auténtica es poética” (2016).

La idea gramsciana de dar batalla por una nueva cultura que dispute ideas y valores al poder opresor, una nueva formulación de referencias sociales que se construya y se constate permanentemente en la práctica (Kohan, 2015), coincide con la poesía integradora de Soler.

Ella murió el 19 de noviembre de 1985 durante su exilio en Buenos Aires, sin poder volver a su país, pero con la convicción firme de la necesidad y posibilidad de una sociedad libre de explotación. Su vida y su obra, que parecieran ser parte de un mismo sustantivo que desborda la palabra, así lo confirman.

Su poesía ha sabido penetrar en lo hondo de la experiencia humana de la época de la tiranía stronista y del Operativo Cóndor en América. De esa larga noche que sigue habitándonos, pero no solo como una herida oscura, sino en el caso del legado de Carmen Soler, también como una herida germinal, de trasferencia de un proyecto revolucionario, de fecundación de la dignidad y el coraje de un pueblo en lucha por su libertad.

En tiempos de global incertidumbre, la palabra de Carmen Soler vuelve a rebelarse acribillando al miedo con su retórica de convicciones y revelando en nuestra historia el rostro desafiante de la poesía.

 

NOTAS

1. Los tres poemarios referidos son: Poemas (1970, Montevideo), En la Tempestad (1986, Buenos Aires) y La alondra herida (1995, Asunción). Las dos antologías: Poesías reunidas (2011, Asunción) y Antología poética (2016, Buenos Aires). En el 2020 se lanzó un archivo público digital de manuscritos y mecanografiados titulado La Asunción clandestina de Carmen Soler, disponible en: carmensolerpy.com

2. Alfredo Stroessner, de ideología fascista y simpatizante del nazismo, gobernó el Paraguay entre 1954 y 1989. Enmarcado en la guerra fría, con cobertura internacional, encabezó un proyecto capaz de someter para luego asimilar y desarrollar al Partido Colorado como la fuerza política orientadora del régimen, haciendo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional –cuyos miembros debían afiliarse al Partido Colorado-, brazos ejecutores del Terrorismo de Estado, suprimiendo las garantías constitucionales y las libertades cívicas esenciales, extendiendo la cultura de la corrupción a través del robo, la entrega sistemática de bienes públicos y de más de 6 millones de hectáreas de tierras malhabidas, y el narcotráfico. Su gobierno encarceló y reprimió con los métodos más brutales a más de 20.000 personas según lo registra la Comisión de Verdad y Justicia, asesinó y desapareció a cerca de 500 víctimas, y exilió a más de 3.500. Bautizado por el presidente estadounidense Nixon como “el campeón del anticomunismo”, fue pieza clave del Plan Cóndor en América.

3. Obdulio Barthe nació en Encarnación en 1903. Fue un destacado revolucionario comunista. De intensa actividad política desde muy joven, integró la Federación de Estudiantes del Paraguay (FEP) y en 1929 participó de la fundación de la Universidad Popular, iniciativa de extensión obrero-estudiantil propuesta por la Reforma Universitaria de Córdoba. Fue uno de los propulsores del Nuevo Ideario Nacional y en febrero de 1931 encabezó la Toma de Encarnación que la proclamó durante 16 horas como la “Primera Comuna Libertaria de América”. Tras aquella gesta se une a las filas comunistas. En la Guerra Civil de 1947, es uno de los escribas de la proclama de Concepción. También fue miembro de la dirección del Frente Unido de Liberación Nacional, que se levantó en armas contra el stronismo. En la lucha contra las tiranías del Plan Cóndor, entre el 54 y el 89, fue varias veces preso y torturado en Paraguay y Argentina. Fue Secretario Gral. del Partido Comunista Paraguayo. Falleció en el exilio en Buenos Aires, en diciembre de 1981.

4. El Partido Comunista Paraguayo, en ese entonces, tenía a buena parte de su dirección en el exilio, incluido su Secretario General, que era Oscar Creydt. Para desarrollar la lucha armada, recurrieron a lo que se denominó “comando dual”, siendo Álvarez Jara el responsable partidario hacia dentro del país.

5. Alejandro Barrett nació en Areguá, el 24 de febrero de 1907. Fue el único hijo del célebre escritor Rafael Barrett. Heroico militante comunista, Álex combatió en la Guerra del Chaco, en la insurrección de 1936, en la guerra civil de 1947 y en las filas del Frente Unido de Liberación Nacional (FULNA). Fue un brillante matemático y maestro de vocación. Padre de una familia de revolucionarios de la talla de Soledad, Alberto y Jorge Barrett. Falleció en el exilio en Caracas, en 1980.

6. Nació el 16 de noviembre de 1916 en Encarnación. Fue docente y el más célebre Secretario Gral. del Partido Comunista Paraguayo (PCP). Preso durante más de 20 años en total en los calabozos de los dictadores fascistas Morínigo y Stroessner. En 1940, fue encarcelado por militar en las filas del PCP. Un año después, tras liderar la huelga de maestros del 41, luego en 1943, es nuevamente preso, logra escapar y refugiarse en Uruguay. También en 1947, por participar en la insurrección del 47. Logra fugarse una vez más. Finalmente, en 1958 es encarcelado por la policía stronista, soportando más de 15 años todo tipo de torturas, sin atención médica y sin poder ver la luz del sol por largos periodos. Durante ese tiempo continua su labor revolucionaria desde la cárcel, que incluye la alfabetización y formación política de una gran cantidad de campesinos y obreros presos.


 


NOELIA CUENCA (Paraguay, 1983). Licenciada en Letras, egresada de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Trabaja en la construcción de memoria histórica y en la búsqueda de personas desaparecidas por la dictadura de Stroessner. Asimismo, se dedica a la gestión y desarrollo de proyectos culturales; a la investigación, edición y redacción periodística y literaria. Varios de sus poemas fueron compartidos en festivales, difundidos en medios digitales, y utilizados para conmemoraciones o campañas de solidaridad en el marco de la militancia cultural y política.
 

 

 


ANA TISCORNIA (Uruguay, 1951). Artista plástica, su obra incluye instalación, collage, ensamblaje, pintura y fotografía. Residente en Estados Unidos desde 1991, donde se desempeña como profesora emérita de la Universidad Estatal de Nueva York. Es autora del libro Vicisitudes del Imaginario Visual: Entre la utopía y la identidad fragmentada sobre el arte uruguayo de 1959 a 1995. Entre sus muestras más recientes, encontramos: “A la Vuelta de la esquina”, Espacio Mínimo, Madrid, Spain, 2022, “Una vez más”, Galería Nora Fisch, Buenos Aires, Argentina, 2023, y “A dos voces: Ana Tiscornia y Liliana Porter”, Galeria del Paseo, Lima, Perú, 2023. Ana Tiscornia es la artista invitada en esta edición de Agulha Revista de Cultura.




Agulha Revista de Cultura

Número 239 | setembro de 2023

Artista convidada: Ana Tiscornia (Uruguay, 1951)

editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com

ARC Edições © 2023 

 


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