SG | ¿La poesía tiene cabida en esta época?
SC | Sí, es un sitio la poesía, y un tiempo. Basta
que a una sola persona, a un niño, le guste para que ya, sea. Aunque la mayoría
se niegue, la mayoría no le de importancia. Porque tiene que ver la resonancia de
alma a alma. Si no, cuánto quedará perdido, aparentemente perdido en el aire, cuánto
quedará muerto. El poeta tiene la función de revivir fantasmas. Muchos piensan que
los temas mayores son los que dan importancia o valor a la obra pero yo pienso que
no está en los temas mayores o menores sino que las cosas tienen un valor intrínseco.
Se puede hablar de cosas trascendentes pero eso no da autoridad al poema.
SG | ¿Se puede llegar a la poesía desde cualquier
lado?
SC | Sí. Porque lo trascendente es una visión subjetiva
del individuo y lo cotidiano puede iluminarse también con la fuerza del espíritu.
Si no existieran las palabras existiría la poesía. No sé en qué cuerda, no lo imagino.
Pero no por eso desaparecería. La poesía está detrás de las palabras. Las palabras
son los medios, el escalón que nos lleva a otra cosa. El lenguaje es una relación
de palabra a palabra. En el vacío existente entre las palabras está la poesía. Me
valgo de las palabras y después tiro las palabras. La sustancia de mi poesía está
en aquello que coloreó mi infancia cuando era fácil ascender por las paredes y quedarse
allí inmóvil como una araña trágica y bellísima.
SG | ¿La poesía, va a la infancia?
SC | La infancia sustenta a la poesía, allí es permitida
la locura en el buen sentido de la palabra; la locura para nuestro íntimo equilibrio.
Tomada así, la infancia es la propulsora, pero luego, en el transcurso de vivir,
se va enriqueciendo por los estados de conciencia, por las situaciones límites que
alcanzan a todos los seres por no saber si lo que se hace tiene algún sentido. Hay
un tiempo perdido en el aprendizaje, cuando llegamos a saber, ya ese mundo se vuelve
ceniza y no tenemos tiempo y la falta de tiempo interior también es una limitación,
pero a la vez afina el sentido de la realidad, y podemos escribir con mayor sosiego
y serenidad. Me habría vuelto loca si no hubiese escrito, porque la poesía, en mi
caso, fue una forma de relación.
SC | Fue algo increíble. Allí sucedía lo insólito,
lo que se escapa de la realidad y estábamos todos sumergidos en un clima como de
ensueño. Mi padre tenía la educación y el don de la poesía. Mi madre el don de la
fe. Y en esos términos se desarrollaba una vida muy especial, muy amparada, no obstante,
a la pobreza que nos circundaba. Porque después de la dictadura de Terra mi padre
perdió el trabajo que tenía en el Museo Blanes- que era secretario- trabajaba con
Pesce Castro, el pintor, que un día le hizo un cuadro hermoso. Y yo iba muchas veces
al Museo con mi padre, me encantaba porque había puentecitos sobre el arroyo Miguelete
que lo atravesábamos. La poesía era el abc, lo que todos los días bebíamos, mirábamos,
respirábamos. Mi padre hablaba de poesía con toda naturalidad. Fluía sola. Él de
pronto se ponía a decir un poema. Estábamos aclimatados. La gente que me rodeó fue
gente de valor y buenos. Después, se rodó la vida a la intemperie, y esas vivencias
positivas son un cimiento, entonces, se puede estar en el límite de la locura pero
no enloquecer. Un límite de lo trágico, pero no enloquecer. Yo creo que el poeta
está en sus poemas. Su biografía es importante pero no es el poema en sí. Por qué
el poema se da, por qué no es solo expresión sino creación, es un misterio.
SG | ¿Esa primera relación con la poesía que te
marcó en la infancia fue la que te llevó a escribir o después sentiste otro golpe
de la poesía en tu vida?
SC | Déjame pensar. Yo soñaba muchas cosas raras,
en realidad estaba escribiendo, produciendo. Pero tenía un pudor y no quería decir.
Decía “soñé tal cosa” no era un sueño, yo lo había hecho, lo había inventado. Entonces
mi padre se dio cuenta de la maniobra y me dijo “¿por qué no escribís tus sueños?”
y yo, que era adolescente, empecé a escribir, en realidad lo que hice siempre fue
escribir. Y también pinté así, pintaba mentalmente. Veía cosas y las dibujaba mentalmente.
Pero esos primeros recuerdos- son vivencias más bien- casi intocables, vivencias
muy profundas que no se ven cuando el poema está escrito, porque son tan profundas
que no tienen rostro, no tienen cuerpo, sólo un alma difusa. Y decimos que la poesía
nace así, si es que la poesía nace porque más bien irrumpe como el viento que no
se sabe de dónde viene, ni por qué, ni adónde va.
SG | ¿A qué necesidad responde la escritura?
SC | La única necesidad que nos va quedando, que
paradójicamente se evade en el sueño, que es la realidad, irrumpe en el alma y en
el fondo no hay contradicción. Vivimos nuestra propia paradoja, no es una línea
recta la vida, ni mucho menos.
SG | ¿Qué te impulsa a escribir?
SC | El solo hecho de existir. Decir causas sería
limitativo, sería ponerlo a algo que no tiene ni principio ni fin.
SG | ¿La poesía está en las cosas cotidianas?
SC | Pienso que si no hubiera palabras, también
existiría la poesía. Yo siento mucho la poesía de lo cotidiano, siento cada día
como el primero de la creación, levantarse y mirar, respirar, es un privilegio que
no siempre valoramos tomando el café con leche. Me parece muy importante.
SG | Tu relación con el Derecho, ¿cómo fue?
SG | Y en lo político, ¿cómo es tu idea de “poeta
comprometido”?
SC | La poesía ha sido mi militancia. Mi manera
de estar en el mundo porque la indiferencia es corrosiva. No podía mantenerme ajena
en las cosas que en el país hemos vivido, algunos poemas míos que recuerdo tocan
esa temática que es como tocar el drama del hombre.
SG | ¿Un libro te sirve como precedente para lo
que sigue?
SC | Hay una filiación. Siempre algún poema se filtra
en el libro siguiente. No sé por qué. Como una continuidad. Diferenciaciones y a
la vez acercamiento. Será porque me gusta ir hacia lo recóndito o casi perdido y
que venga la luz.
SG | Ponés fechas, números en tus poemas.
SC | Sí, porque eso es una especie de asidero para
el recuerdo, para la vivencia.
Fuera de nuestra piel en 1971
Cae una hoja un pájaro.
Hay lugares del mundo que alucinan
Espacios que la sangre define
Saber lo que acontece por los
diarios y no morir
Ser como un caos
Extraña entre las cosas
Vivo desde tus uñas desde el
ojo calcáreo
De los abuelos de mis abuelos
Compañero
Olvida tus papeles taciturnos
De sapiencia tan honda
Mientras duermes, mientras piensas
o sueñas
Puede explotar la tierra
La tierra en que viajamos
Con su cielo infinito
Con sus bosques
Mira desnudo el hombre
Sus vértebras
Su silencioso cordón umbilical
Está lleno de cosmos de ventanas
de lluvia
Es un señor cualquiera
Que muere en sus zapatos
Adiestra su costumbre de vivir
Se acumula de furia
Mañana puedo caer de pronto
Y morirme en tu rostro
Sin que jamás lo señas
Puede caer de pronto
Con una bomba H
Con un grito de hombre mutilado
Mi vida todo absurdo
Todo paredes fechas
Siento no se que de esperanza
No sé qué de tristeza
La vida toda cayendo en ascensores
Naufragios
Sociedades anónimas
Consumados señores del precepto
Dentro de las banderas se mueren
los crepúsculos
Nos bastan cuatro líneas para
secuestrar la vigilia
Ya no hay tregua
Los cadáveres desafían el mundo.
SG | ¿Cómo definirías la poesía?
SC | Creo que es una transgresión. Porque rompe
los cánones, ingresa en un mundo inédito, desconocido. De ahí que la poesía cueste
en el común de la gente aceptarla. Si la literatura es importante, la poesía no
lo es. No lo es porque es más profunda.
SG | Así que la poesía pierde la categoría de importancia.
SC | Sí. Eso es una categoría, relativa, impregnada
de criterio de muchas personas que la limita. Es una cavilación inesperada, insólita.
SG | ¿Eso tiene un cierto carácter sagrado?
SC | Sí, toca todo, se parece un poco a la religión
porque implica una vehemencia, una fe. Hay un punto de inicio de fe. En eso sería
parecido a una religión. Un ardor interior.
SG
| ¿Qué idea tenés del paraíso?
SC | El paraíso está a la sombra de las espadas.
Hay que ganárselo.
SG | ¿La poesía puede salvar?
SC | A mí me ha salvado. De muchas cosas. Es como
quien está en el fondo del mar y se va a ahogar pero toca una piedra luminosa, y
vuelve a respirar. Algo así.
SILVIA GUERRA (Uruguay, 1961). Es una firme activista del intercambio poético y una presencia frecuente en recitales de poesía. Ha publicado, entre otros libros: De la arena nace el agua (1987), Idea de la aventura (1990), La sombra de la azucena (2000), Nada de nadie (2001), Estampas de un tapiz (2006). Ha recibido el Premio Municipal de Poesía Categoría Inéditos, 1991-1992; y el Creativity prize. Naji Naaman’s Literary Prizes 2016, otorgado por la Naji Naaman’s Foundation for Gratis Culture, de Líbano, 2016.
ANA TISCORNIA (Uruguay, 1951). Artista plástica, su obra incluye instalación, collage, ensamblaje, pintura y fotografía. Residente en Estados Unidos desde 1991, donde se desempeña como profesora emérita de la Universidad Estatal de Nueva York. Es autora del libro Vicisitudes del Imaginario Visual: Entre la utopía y la identidad fragmentada sobre el arte uruguayo de 1959 a 1995. Entre sus muestras más recientes, encontramos: “A la Vuelta de la esquina”, Espacio Mínimo, Madrid, Spain, 2022, “Una vez más”, Galería Nora Fisch, Buenos Aires, Argentina, 2023, y “A dos voces: Ana Tiscornia y Liliana Porter”, Galeria del Paseo, Lima, Perú, 2023. Ana Tiscornia es la artista invitada en esta edición de Agulha Revista de Cultura.
Número 239 | setembro de 2023
Artista convidada: Ana Tiscornia (Uruguay, 1951)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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