Considero
necesario traer a la palestra su vasta obra, no solo poética, sino en periodismo,
filosofía, narrativa, teatro, y ensayo. Con la idea de realizar nuevas investigaciones
y re valorar al mismo tiempo que visibilizar su aporte al mundo cultural y de las
letras.
Desde jovencita
llegada a Caracas, Ida entra a la radio. Escribe historietas en verso y diálogos
que interpreta en programas radiales. Trabaja como reportera de periodismo policial
y cronista en el diario “El Nacional”, oficio que ejerce por cincuenta años, convirtiéndose
en una de las primeras periodistas del país. Colabora así mismo en la Revista Nacional
de Cultura entre los años 1947 y 1963.
Ida tiene
una vida compleja y llena de ansiedad y angustia. Pasa temporadas en las que sufre
ataques psicóticos aislándola del entorno social al que habitualmente concurre.
Le quedan sus familiares y amistades cercanas. Luego de estos tránsitos feroces,
escribe, escribe copiosamente, a raudales.
En 1948 es
enviada por el presidente Rómulo Gallegos para realizar labores diplomáticas como
agregada cultural en la Unión Soviética. En 1963 es directora de la Revista “Mar
de cosas” a petición del escritor Mariano Picón Salas. En 1964, a los cuarenta años,
egresa como Licenciada en Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, donde
más adelante es profesora.
Publica los
libros de teatro: Belén Silveira,
María Lionza, La Rubiera, La dama y el oso, Penélope, Job y la gacela, La hija de Juan Palomo, La hoguera se hizo luz y La mujer del Catey. Coral
Pérez dice sobre sus obras de teatro: “Su estilo es de un raro barroquismo interior,
introspectivo, impresionista, que prolifera en temas mágicos (…) inspirada tutelarmente
en leyendas, mitos y ritos indígenas venezolanos”. En una entrevista al Nacional
el 3 de diciembre de 1958 Ida nos dice sobre hacer dramaturgia desde la poesía:
“(…) que la fuerza lírica penetre en el público sin que se dé cuenta, a través de
la acción.”
Sobre sus
obras dice Leonardo Azparren Giménez en su libro Historia crítica del teatro venezolano (1594-1994):
El teatro de Ida Gramcko,
muy celebrado en la década de los cincuenta y referencia principal en el panorama
de las dramaturgas venezolanas, bien puede ser considerado un teatro para leer (un
oxímoron), en el que destaca la alta calidad lírica de su lenguaje, en verso o prosa,
aunque sacrifica la teatralidad, no por la debilidad de las fábulas sino por la
poca o ninguna intriga que las sostiene en la escena.
Es autora
de los libros de poesía: Umbral
(1942), Cámara de cristal
(1944), Contra el desnudo corazón
del cielo (1944), La
vara mágica (1948), Poemas
(1952), Poemas de una psicótica
(1964), Lo máximo murmura
(1965), Sol y soledades
(1966), Este canto rodado (1967),
Salmos (1968),
0 grados norte francos
(1969), Los estetas, los mendigos,
los héroes (1970), Sonetos
del origen (1972), La
andanza y el hallazgo (1972), Quehaceres
(1973), Salto Angel
(1985), Treno (1993)
y Obras escogidas
(1988).
La creación
literaria de Ida Gramcko, se distingue por su estilo personal y su mirada introspectiva
hacia el mundo y hacia sí misma. Sus versos fluyen con una musicalidad que acaricia
los sentidos, y su capacidad para exponer las emociones humanas la convierte en
una poeta que se conecta íntimamente con quien la lee. Desde sus primeros poemas
hasta su obra madura, la “niña prodigio” demuestra una evolución constante y una
búsqueda incansable por expresar lo más profundo de su experiencia en relación con
el cosmos. Una búsqueda de la humanidad y sus complejas lides. Inicia Juan Liscano
el prólogo de Cámara de cristal
(1943) así:
La precoz e iluminada
madurez de esta poetisa, quien apenas cuenta con 20 años, y cuyos versos revelan
una plenitud conceptual y formal verdaderamente extraordinaria, nos induce a pensar
que la duración, es, quizás, una medida falsa, y que la única adecuada para medir
una biografía es la intensidad.
Y luego más
adelante dice:
En el contenido, su
poesía revela una honda pasión amatoria, un estado perfecto de amor terrenal, pasional,
noblemente nutrido de un erotismo sano, aunque siempre dolido. El amor y la muerte,
la alegría y la pena, se besan apasionadamente al amparo del alma lírica y atormentada
de esta joven poetisa.
En sus primeros
escritos, Ida Gramcko aborda temas como la naturaleza y el amor. Su poesía revela
una sensibilidad aguda hacia el mundo que la rodea, y su capacidad para plasmar
las imágenes con precisión evoca una atmósfera de encanto y nostalgia. Su obra temprana
ya muestra indicios de su estilo lírico y su profunda reflexión a través de un lenguaje
formal y refinado.
La palabra
poética de Ida trasciende la razón y se convierte en instrumento para cuestionar
la experiencia vital. A través de sus versos, la poeta logra plasmar lo intangible
y expresar emociones que resuenan en el lector a nivel personal y universal. En
el poema 9
de Contra el desnudo corazón
del cielo (1944), nos dice:
puro haz
de niebla,
aunque lo
quieras tú
no puedo
ser perfecta…
Mi ansiedad
no termina,
mi amor no
se condensa,
soy vida,
idea,
sonrisa,
tristeza,
y todo lo
demás. Soy poesía
inmaterial
y etérea,
flotante
y desleída
como fuente
de angustia, en la espera…
¿de qué?
de ella, la misma
torturadora
esencia
que me absorbe,
seduce y aniquila
como la única
fuerza.
Por ello,
siento en mí como una herida
que soy casta
y eterna,
un racimo
de luz infinita,
el puro haz
de la niebla,
sin perfección,
sin fin, a la deriva,
sabiendo
que jamás podré estar muerta.
En el poema
17 del mismo
libro leemos:
Tú y yo,
hundidos en la vida, sin saber,
perdidos
en las cosas, sin pensar,
riendo y
amando para morir después,
y después,
¿qué vendrá?
¿No crees
tú que esta vida,
dolorosa
y sensual,
es tan solo
una obscura pupila
que nos cede
el espíritu
para mirar,
un poco, su verdad?
Sí, tan solo
un aspecto
de su fuerza
infinita;
un perfume,
un color,
un hálito
de sombras movedizas;
pero, ¿y
esto que llamamos amor?
¿Un reflejo
fugaz?
Terrible
pensamiento que no quiero intentar
porque ya
nos hundimos y perdemos,
y amamos
esta viva realidad.
Animal de
costumbre nuestro ser, Vida mía,
¿te fijas?
“Vida mía”… y no sé decir más.
No, no, no
me interrumpas,
tú y yo somos
un algo
que ha de
tenerlo todo
de esa fuerza
ancestral.
Y si después
de muertos
no encontramos
de vida
la más leve
señal,
¿viviremos?
No. ¿Sentiremos? ¡No puede ser tampoco!
Dime, cruel
fuerza extraña,
¿por qué,
si era tan vano, nos enseñaste a amar?
La autora
busca transformar lo efímero en eterno y trascendente a través del lenguaje poético,
y su búsqueda del existir se convierte en una constante pulsión creativa.
Ida Gramcko
considera que la palabra es un instrumento sanador, y su libro Poemas de una psicótica (1964)
refleja un tránsito doloroso en camino hacia la recuperación y la conciencia expansiva.
La poeta encuentra un espacio de claridad a través de la palabra, y la escritura
se convierte en un medio para re-crear su mundo interno.
Ha dicho
Rafael Arráiz Lucca sobre Poemas
de una psicótica (1964):
Poesía que surge como
de los pantanos del delirio y busca la difícil claridad, pero no a través del conducto
de la claridad misma, sino del intrincado crucigrama del caos y de las palabras.
Experiencia de la oscuridad en la aventura de la búsqueda de la luz.
La experiencia
psicótica de Ida Gramcko se convierte en un camino para la expansión de la consciencia
y la búsqueda de la iluminación mística. Su poesía oscila entre lo oscuro e inquietante,
y su intento de simbolizar la experiencia psicótica resulta en una obra de gran
belleza y originalidad.
Dice Ida
al inicio del libro:
Los poemas comprendidos
en DIABLOS, EL ÁNGEL y EL ESPECTRO, pertenecen a la psicosis que padecí. PLEGARIA,
CASI SILENCIOS y LO MÁXIMO MURMURA son los poemas de mi curación. Lo fugitivo, porque
se agota, se repite. Sólo lo verdadero permanece. Me alegra saber que, aún durante
el sufrimiento de mi enfermedad, yo continué siendo poeta.
Caracas, diciembre 1964
Casi al final
de su libro Sol y soledades
(1966) dice: “El mundo natural solo quiero vivirlo recordando para que no me duela
su compacta y vistosa materia”. Este es un fragmento de un párrafo mayor. Esta afirmación
refuerza mi creencia que Ida tiene una forma neurodivergente de estar en el mundo.
Entendiéndose por neurodivergente aquella persona que posee características neuronales
o cerebrales diferentes al promedio. Aclaro que no es una enfermedad, sino una forma
diferente de ser de la típica asumida por el sistema como única. Observo una similitud
con el escritor, educador y autodidacta José Antonio Ramos Sucre (Venezuela, 1890-Suiza,
1930). Recordemos unos versos de su poema titulado “Preludio”: “Yo quisiera estar
entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida
me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras.” De manera similar, Ida se
siente acechada por la realidad y sus estímulos. Tan es así, que prefiere el recuerdo
a la experiencia. La ensoñación al fenómeno. Y después continúa su prosa:
Eso no le ocurre a ningún alma. Quieren,
por ejemplo, vivenciar el otoño, tocando sus hojas berbellones. Yo, en cambio, prefiero
no contemplar sus ramillas rojizas y sus arbustos gualdas. Quiero memorizarlo y
entonces el otoño es como un oro antiguo o como un fino fuego.
Esa sensación
de soledad, de entender y sentir de manera distinta a la mayoría de los individuos
es otra característica de las personas neurodivergentes. La frustración por la incomprensión
y muchas veces el rechazo por pensar y escribir diferente, está presente en la vida
de nuestra querida escritora, quien tiene que inventarse una coraza para que no
la afecten los comentarios y críticas sobre su obra. En este mismo orden de ideas,
recuerdo el ensayo biográfico dedicado a Ida por la escritora María Cristina Solaeche
Galera, donde en un párrafo dice “Es una escritura compleja estructuralmente, en
la que se acentúa el estilo barroco y hermético en el juego del ritmo interior y
de la rima”. Yo discrepo de esta visión, intuyo que Ida no es barroca y hermética,
simplemente su expresión se manifiesta en correspondencias íntimas, así como en
correspondencias universales, además de su indudable erudición, fruto de las numerosas
lecturas y estudios que desarrolla a lo largo de su vida. Todo esto desembocando
en una escritura enigmática para los demás, pero enigmática por la ignorancia de
los conocimientos que Ida maneja con sabiduría. Ella dice: “La poesía es la voz
de mi Verdad”. Algo así le pasa a Ramos Sucre, quien en respuesta a la crítica dice:
“Los juicios acerca de mis dos libros han sido muy superficiales. No es fácil escribir
un buen juicio sobre dos libros tan acendrados o refinados. Se requieren en el crítico
los conocimientos que yo atesoré en el antro de mis dolores. Y todo el mundo no
ha tenido una vida tan excepcional”. En la misma línea de sensibilidad encuentro
a la poeta Emily Dickinson (Estados Unidos, 1830-1886), quien vive enclaustrada,
vistiendo de blanco, para quien la poesía es otra manera de orar. Huye del bullicio,
no habla a menos que le hablen y encuentra en la lectura la liberación: “No hay
ninguna fragata como un libro para llevarnos a lejanas tierras, ni hay caballos
mejores que una página de piafante poesía” dice en un poema. Emily manifiesta una
alta fragilidad ante los estímulos, en su casa no recibe a nadie, sino a contadas
personas y cada encuentro es un acontecimiento que deja una inmensa impresión en
su psique canalizado en la escritura de cartas y poemas: “No es el morir lo que
nos duele tanto, vivir sí que nos duele mucho más”. La memoria afectiva, el recuerdo,
la ensoñación, son herramientas útiles porque vivir es doloroso, es imposible relacionarse
sin salir herida. “En la voz siempre hay algo que nos salva. Sin embargo, el silencio
es lo infinito.” Emily Dickinson llega a escribir en su poema “Un funeral en mi
cerebro”, que su propia locura es en realidad el sentido más divino. Ese que le
permite escribir y que le confiere profundos sufrimientos. A Ida le sucede parecido.
Emily fue muy consciente de que le ocurría algo, y de que esos “demonios mentales”,
como ella los llamaba, le nublaban la razón, el sentido y el equilibrio: “Y yo,
y el silencio, una extraña raza. Destrozada y solitaria, aquí”. Y si sigo pensando
en más escritores con estas características, recuerdo a Edgar Allan Poe (Estados
Unidos, 1809-1849), quien escribe en su poema “Solo”:
Desde el
tiempo de mi niñez, no he sido
como otros
eran, no he visto
como otros
veían, no pude sacar
mis pasiones
desde una común primavera.
De la misma
fuente no he tomado
mi pena;
no se despertaría
mi corazón
a la alegría con el mismo tono;
y todo lo
que quise, lo quise solo.
Entonces
-en mi niñez- en el amanecer
de una muy
tempestuosa vida, se sacó
desde cada
profundidad de lo bueno y lo malo
el misterio
que todavía me ata:
desde el
torrente o la fuente,
desde el
rojo peñasco de la montaña,
desde el
sol que alrededor de mí giraba
en su otoño
teñido de oro,
desde el
rayo en el cielo
que pasaba
junto a mí volando,
desde el
trueno y la tormenta,
y la nube
que tomó la forma
(cuando el
resto del cielo era azul)
de un demonio
ante mi vista.
Simplemente no soy de este mundo…
Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra
ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar
como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los
encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no
pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver.
Nuestra Ida
dice: “La soledad me ofrece lo que la compañía le cuesta entregar: silencio. Pero
aun así soy incesante seguidora de las reuniones que organizamos para discutir un
tema en particular o para intercambiar opiniones, ideas y versos”. Es entonces una
persona de inclinación mayoritariamente solitaria, pero llamada con urgencia a reunirse
con sus amistades queridas en torno al debate literario, cultural y artístico, temas
de su fundamental interés y a los que entrega su vida.
Continuando
con la obra de Ida Gramcko, su multifacética creatividad se plasma también en la
narrativa. Escribe interesantísimas novelas como Juan sin miedo (1957) y la breve autobiografía
novelada Tonta de capirote
(1972). Con Juan sin miedo gana el Premio de
Prosa “José Rafael Pocaterra”. De igual manera escribe los ensayos: El jinete de la brisa (1967),
Preciso y continuo
(1967), Magia y amor del pueblo
(1970), Mitos simbólicos
(1973), Poética
(1983) e Historia y fabulación
en “Mi delirio sobre el Chimborazo” (1988).
Quisiera
agregar unas breves observaciones sobre la relación de Ida con el lenguaje y su
neurodivergencia. Las personas neurodivergentes se caracterizan por tener una relación
literal con el lenguaje en su uso cotidiano, en su interacción con los demás. Tienen
una comprensión según el significado exacto de las palabras, es debido a esta razón
que en muchas ocasiones no entienden las bromas, los chistes o los sarcasmos de
las personas. Gracias a unas páginas que me compartió mi querida Belén Ojeda de
Tonta de capirote, pude encontrar de la
propia pluma de Ida anécdotas en este sentido, las cuales me recordaron mi propia
experiencia y la de mis hijas, quienes estamos en el espectro autista. Citaré dos
de las múltiples que hay en el libro:
Aquí se percibe
además de la literalidad de la comprensión, una reflexión tajante sobre el sistema
educativo equiparándolo a la muerte. Según sus memorias, ella cuando va al colegio
se queda dormida, me imagino que se aburre. Para una mente brillante no hay nada
más aburrido que esas largas y rígidas jornadas sobre temas de poco interés para
nuestra “niña prodigio”. También en esta línea ella expresa que quería calma, quienes
la conocieron me han dicho que ella sufría de ansiedad y fumaba mucho, también era
insomne.
El otro ejemplo
es el siguiente:
¿Qué era emparedar?
A los “sandwichs” se les llamaba emparedados en idioma castizo. Entonces, doña Ana,
¿sería una especie de mujer “sandwich” como esos norteamericanos que se veían en
fotografías, cuyo cuerpo se embutía entre dos carteles de propaganda?
Pero me lo explicaron.
En una entrevista
ella declara: “Soy lo que llaman una autodidacta: yo leía mucho y muy disciplinadamente”.
Ida y su hermana se educan en casa por diversas razones, sus padres son sobreprotectores
y temen que les pase algo a sus hijas fuera del hogar, además tiene la posibilidad
de aprender todo lo necesario de sus familiares. Ya adulta realiza exámenes para
obtener el bachillerato y estudiar en la Universidad.
Ida Gramcko
también incursiona en la prosa poética y la crítica literaria, lo que amplía aún
más su impacto en el panorama cultural venezolano. Su capacidad para analizar y
reflexionar sobre la literatura y el arte enriquece el discurso intelectual de su
época y la consagra como una pensadora y crítica literaria de relevancia.
El poeta
Alfredo Silva Estrada en el prólogo de sus Obras
escogidas señala que “Esta orfebre, esta artesano exuberante, este arquitecto
del lenguaje, esta tejedora agilísima trenza y destrenza, entreteje conceptos, pensamientos,
sentencias, definiciones primigenias, imágenes, metáforas, símbolos, integrando
discursos insólitamente ritmados, construcciones únicas dentro del panorama de nuestra
más alta poesía.” y luego agrega que “La poesía de Ida Gramcko supone, fiel a su
fundamentación conceptual, una violencia sobre la realidad, sobre las apariencias:
irrupción abrupta, sacudimiento de lo real, ensanchamiento de mundos”.
Más adelante,
nos dice al inicio de su libro de poemas Salmos
(1968):
Desde hace años siento
y expreso en mi poesía lo que para mí constituye una realidad espiritual invariable.
Puede ser admitida, juzgada, criticada, censurada, mas no puedo dejar de ser yo.
Y en nada me apesadumbra ser así. Dentro de esa realidad espiritual, el hallazgo
de la amistad se me da como una dimensión sin asidero ni atracción sensoriales.
Caracas, noviembre 1968.
Con el paso
del tiempo, Ida se sumerge en una reflexión más profunda sobre el yo y el ser humano.
Su poesía adquiere un tono más íntimo y existencial, revelando inquietudes sobre
la vida, la muerte, el amor y la identidad, siempre con un estilo clásico y erudito.
Sus versos se tornan introspectivos y cuestionadores, mostrando complejos paisajes
de la psique y enfrentando las verdades más profundas de la existencia. Recordemos
que Ida fue filósofa de profesión, ella estudia en la Universidad Central de Venezuela,
donde también ejerce como profesora de Literatura. Dice José Napoleón Oropeza (académico,
escritor y promotor cultural venezolano) en el prólogo a Treno (1993):
Treno, extenso poema
en estancias o conjunto de poemas de Ida Gramcko, es, quizá, en el panorama de la
poesía contemporánea el poema amoroso más intenso escrito en nuestro país en los
últimos tiempos. Mediante el empleo de un verbo de aliento cósmico, asentado en
lo telúrico, tomando como herencia elementos de la poesía presocrática, y algunos
símbolos que (retomados para la revisión lírica, o excusa del alma para su sentir)
se tornan arquetípicos, Trenonos propone al diálogo del alma con su entorno, y del
entorno, del hábitat, con el universo, a manera de un trepidante jadeo.
Nos dice
Ida para cerrar el primer poema de Treno:
“La voz no es un sonido sino un orbe que triunfa, la voz es un cimiento de arcángeles
y arcadias.” En la escritura de Ida el misterio de la poesía y los misterios del
inconsciente son lo mismo.
En el poema
IV de
Treno siguen las
correspondencias:
Cuando se
ama, en los ojos aflora la llovizna
y no sabes
si riegas a otro ser o a la tierra.
No hay otredad.
Fundidos al gorjeo y la brisa
fuimos como
una fuerza floral sobre la yerba.
Sin medición.
La forma tenaz se nos concilia,
lo distinto
seduce, la fusión está cerca.
A veces,
cuando se ama, resulta advenediza
la carne
y una vasta posesión se pergeña.
Ida Gramcko
sabe consolidar una voz única, capaz de trascender el tiempo y llegar a las generaciones
posteriores. Su legado literario aún tiene mucho por descubrir, siendo urgente la
difusión de sus libros. La visibilización de su obra es esencial para que continúe
inspirarando a nuevas generaciones de poetas y lectores. Como una estrategia en
este sentido, he creado el Premio de Poesía Joven Ida Gramcko 2024, con un jurado
de lujo como se merece nuestra gran escritora. Y también, para conmemorar los 100
años de su nacimiento, la edición en tres volúmenes de su obra poética, que se irán
publicando el 21 de marzo, el 21 de junio y el 21 de septiembre de 2024. Tres fechas
que nos recuerdan los ciclos de la vida. Por supuesto, con la venia de su heredero,
el Dr. Enrique Aristeguieta Gramcko, a quien le agradezco infinitamente la generosidad
y el entusiasmo.
Para finalizar
las reflexiones en torno a esta inolvidable alma de diamante, les comparto el primer
poema que leí de ella –del libro Poemas
(1952) – y del cual incluí unos versos como epígrafe en mi segundo libro La silenciosa desesperación del sueño
(2010):
ATIENDA AQUEL QUE DIJO
hallar dicha y sosiego
en un sueño beatífico y tranquilo;
atienda a lo que digo y lo que creo.
¿Sabes, nocturno amigo,
a qué cosa en verdad llamamos sueño?
Atiende, hermano mío,
sin pena y sin recelo,
yo, que he soñado, yo, que no he dormido,
te pregunto sin voz desde mi lecho:
¿crees que el sueño protege del abismo,
rescata del asalto y del incendio?
Yo, soñadora inmóvil, no he creído
en mi rostro apacible cuando duermo.
Lucho soñando, sórdida, conmigo,
con un pájaro extraño, con el viento,
con un agudo y afilado pico
que me horada las sienes y el cerebro
y dejo sangre en el cojín y heridos
flotan ardiendo, aullando, mis cabellos.
Soñador y sonámbulo es lo mismo.
Se va entre nieblas, huérfano.
¿Quién hiló las almohadas? ¿El olvido?
La mano movediza del recuerdo
con un sombrío ovillo
y tejió la crisálida del lienzo
con una larga víbora de lino
que se enrosca en el alma y en el cuerpo.
Atienda aquel que alguna vez me dijo
hallar quietud seráfica en el sueño;
atienda a mi creencia, a mi pregunta,
que es la de todo soñador despierto.
Creo en mi corazón, su llama oculta
bajo las sábanas, ardiendo.
Creo en mi sangre muda
corriendo como un río del infierno.
¿Cree alguien en la calma de las tumbas,
en la paz de los muertos?
Quieren creer… ¡No lo han creído nunca!
Descansa en paz, sólo es un gran deseo.
Descansa en paz, pero la paz no escucha;
descansa en paz, pero el descanso es ciego.
La muerte, insomne, mira hacia la lucha
y el sueño es el más íntimo desvelo.
GLADYS MENDÍA (Venezuela, 1975). Poeta, ensayista, editora. Traductora del portugués al castellano, contando entre sus trabajos de traducción la antología poética de Roberto Piva titulada La catedral del desorden (2017). Fue becaria de la Fundación Neruda (2003 y 2017). Participó en el Taller de creación poética con Raúl Zurita (2006). Ha publicado en diversas revistas literarias, así como también en antologías. Sus libros: El tiempo es la herida que gotea, 2009; El alcohol de los estados intermedios, 2009; La silenciosa desesperación del sueño, 2010; La grita. Reescritura de Las Moradas, de Teresa de Ávila, 2011; Inquietantes dislocaciones del pulso, 2012; El cantar de los manglares, 2018, Telemática. Reflexiones de una adicta digital, 2021; LUCES ALTAS luces de peligro, 2022 y sus más recientes libros co-creados con Inteligencia Artificial: Fosforescencia tigra, Aire y Memorias de árboles (2023). Es editora fundadora de la Revista de Literatura y Artes LP5.cl y LP5 Editora, desde el año 2004. Cofundadora de la Furia del Libro (Feria de editoriales independientes, Chile). Como editora ha desarrollado más de veinticinco colecciones entre poesía, narrativa, ensayo y audiovisuales, publicando a más de 500 autores. Integra, con Floriano Martins y Elys Regina Zils, el equipo de traductores del “Atlas Lírico de Hispanoamérica”, de la revista brasileña Acrobata.
GINA PELLÓN (Cuba, 1926-2014). Fue una artista muy conocida que vivió y trabajó en París, Francia, desde 1959 hasta su muerte. Fue precisamente en Europa donde conoció a los surrealistas parisinos y luego conectó con el grupo COBRA, uno de los principales movimientos de vanguardia e hitos del expresionismo abstracto europeo. Su carrera en Europa fue muy prolífica con amplias exposiciones en París, Lausana, Bruselas, Ámsterdam, Toulouse, Silkebour (Dinamarca) y Larvik (Noruega). También ha realizado exposiciones individuales y colectivas en otras ciudades como Miami, Nueva York y Caracas, entre otras. Su actitud incansable y entusiasta es una constante que marca la producción de toda su vida. En sus propias palabras, pinto todos los días… desde el amanecer hasta el atardecer. En este proceso tengo la necesidad de crear, de retratar emociones, y una vez que estoy a punto de terminar una obra, siento la necesidad de atacar otra. El estilo y la paleta de Pellón están marcados por una excelente espontaneidad y colores brillantes. Con pinceladas enérgicas y fluidas, crea composiciones vibrantes donde la mujer es el tema principal. Además de la pintura, la dilatada trayectoria de Gina Pellón también ha incluido el grabado y la poesía. La artista ha recibido numerosos premios y distinciones y su obra forma parte de numerosas colecciones públicas y privadas de todo el mundo.
Número 242 | outubro de 2023
Artista convidada: Gina Pellón (Cuba, 1926-2014)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
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