Más adelante, El sur definirá un aprendizaje de la belleza
como aprendizaje del placer, admitiendo lo efímero. La curva del camino, el rastro
del ave, el revés de la luz, invitaran a sensaciones rememoradas en función del
amor. Algo recuerda aquí una cita de Bataille: “mi amor es un órgano sexual de una
sensibilidad inaudita”. Al pedir u otorgar gozo, un cuerpo busca en otro saciedad
y respuesta. Pero la adhesión incondicional al deseo, la disponibilidad continua,
pueden también dar lugar a la melancolía:
No conozco
nada que tenga mi amistad,
sólo el
mar
y el viento
porque
mis lágrimas aumentan su vida
porque
mis suspiros aumentan sus pasos.
En estos poemas, la utilización
metafórica de signos abarca la subjetividad y la expresión de lo vivenciado se inscribe
en la experiencia de los límites: una lírica que guarda relación entre la imagen
textual y la imagen personal, impone el tono autobiográfico. Así, la figura del
poeta se confunde con el acto de escribir, como si los símiles conectaran su peregrinar
por los cuerpos con su peregrinar por las palabras y las figuras. De nuevo, es necesario
dar preeminencia al lenguaje, rescatándolo de la retórica en función de lo filosófico
y lo concreto. El discurso amoroso, articulado en fantasmas y obsesiones, tiende
a aclararse en lo real:
El cuerpo
será la morada del cuerpo,
el vestido
de la cabeza y la guía del deseo
y el vehículo
de la luz.
Borrachos
de camisas usadas
eructan
y eyaculan solitarios
será el muchacho que más tarde
viaja, vagabundea, se da a “la pasión por los vicios de los olvidados”. Así, una
escala en Génova o Ámsterdam puede alternar con la visión desolada y yerma del altiplano
andino o con la fantasía sórdida del trópico.
Horas de
polvo y sudor y de repente mar,
océano
sucio y negro como los vecinos,
sopor de
sales, cayucos, plátanos
coco y
peces nunca vistos.
Pero al lado de este exotismo
tropical hay la concentración masiva de un paisaje manufacturado, la anti naturaleza
de asfalto y concreto. Al asumir su pasado, el poeta asume también su contemporaneidad
y se compromete. Aquí finalmente, las imágenes sobre el consumo y la técnica que
disonaban con torpeza en una poesía de referencias culturales arcaicas o mitológicas,
hallan sitio dentro de un contexto en que la industrialización y el subdesarrollo
vulneran tanto al colegial pueblerino de ayer como al muchacho que hoy viaja y vagabundea,
entregándose a “la mala vida, el abuso y los excesos del alcohol”. Un proceso de
simbolización consciente parece exigir el precio de la contingencia, admitiendo
la propia persona como elemento de circunstancias aleatorias. Son poemas en que
se limita los significados y las metáforas remiten a ciertos ambientes. Allí el
signo lírico se acerca al discurso subjetivo, traduciendo lo inmediatamente percibido
a un sensualismo lúbrico. De nuevo la avidez y la intensidad sexual enseñan “como
se hiere la carne/ con un placer inútil”.
Sin embargo, se diría que en
el desordenado deambular del poeta los valores van perdiendo cohesión: lo inevitable
de su temperamento hace la realidad cada vez más difícil de descifrar. Hay sugestión, expresividad y propósito de conformidad con lo táctico,
pero al mismo tiempo una suerte de narcisismo sexual conforma una identidad que
la desorientación vital afecta progresivamente. Así el cuerpo, dentro del ensimismamiento,
llega a convertirse en caja de resonancias de un carácter y de una visión cambiante.
Lenta, fatalmente, la autonomía va adquiriendo rasgo de dominación: en el encuentro
amoroso, la risueña androginia de los apareamientos iniciales puede ceder a transacciones
en que media el dinero o el machismo. Aunque supuestamente, “la carne que respira
humores de vino/ No sabe distinguir entre uno y otro sexo”, se hace evidente que
los encuentros homosexuales resultan más gratos que los heterosexuales. Una inevitable
metonimia traduce lo inmediatamente percibido a figuras de genitalidad fálica. La
voluptuosidad se reconoce en la indefensión del cuerpo femenino, casi siempre comerciable,
torpe o grotesco. Mientras que de un amante efebo se evocan las carnes “salitrosas
y bellas”, de una mujer se recuerda
el paso
de la hembra
levantándose
para no volver
los “lamentosos besos de cartón” ó
el horror
de su rostro
al verse
penetrada por un placer
como nunca
antes
miserable
alguno la había tocado.
Mirando
cuerpos, disecando miradas
con la
frialdad de los solitarios,
con su
dureza, su desdén por unir cabos
olvidados.
Un renovado intento de identidad
surgirá al insertar la experiencia dentro de un marco social asumido subjetivamente:
tiempo histórico y tiempo personal interrelacionándose al dar forma real a elementos
inconscientes. A través del vidrio y los
últimos poemas de Recuerda cuerpo, conforman
un collage de impresión— sensación en
que las figuras explícitas alternan con metáforas o alegorías expresadas en elipsis.
Allí, la evocación de Colombia y Latinoamérica, lleva el estigma de un ancestro,
una condición, una colectividad misérrima y desarraigada. La “tierra trabajada para
nada y para pocos” es la tierra del poeta, y al contemplarla contempla en sí mismo
“la miseria del ombligo que no cesa el ritmo de la vida”. Una vez más la estética
del fracaso y la derrota reduce todo lo factible a un sentido explicitado metafóricamente:
se trata de un discurso que degrada, decae, conlleva una capitulación. ¿Cómo mantenerse
en vida? Alvarado Tenorio, por afinidad, emplea la misma corrosiva ironía que su
contemporáneo J. G. Cobo Borda, al dar “consejos para sobrevivir” Sí, el suyo es
un inútil país “donde hay que salir bien de mañana/ con la máscara aceitada de sonrisas/
y mala leche”. Sí, allí será un perpetuo exiliado y su desarraigo no solo abarcará
el concepto de patria sino de existencia. En el ejercicio mismo de la poesía, reconocerá
lo inaudito de su situación, anunciando finalmente que
Un hombre, joven todavía,
con los ojos arqueados de sueño
está esperando la hora de repetir las palabras.
NOTA
Publicación original: Hora de Poesía, Barcelona, nos 23-24, 1984.
HELENA ARAUJO (Colombia, 1934-2015). Estudió literatura en la Universidad de Maryland y Nacional de Colombia. Vivió casi medio siglo en Lausanne donde enseñó cultura hispánica en la Université Populaire. Fue Premio Platero de las Naciones Unidas.
KAREL DEMEL (República Checa, 1942). Diseñador gráfico e ilustrador, expone con frecuencia en países como Alemania, Bélgica y los Países Bajos. Su obra contempla un diálogo permanente con temas figurativos que el artista encuentra en ambientes teatrales, poéticos y musicales. Karel es el artista invitado de nuestra edición.
Número 241 | outubro de 2023
Artista convidada: Karel Demel (República Checa, 1942)
editora | ELYS REGINA ZILS | elysre@gmail.com
ARC Edições © 2023
∞ contatos
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